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¿Nacimos para creer?
Matthew Taylor
Los pensadores racionalistas como Philip Pullman subestiman la búsqueda humana de lo sacro, apunta Matthew Taylor.
Con su novela más reciente, El Buen Jesús y el Cristo sabandija, Philip Pullman abre un nuevo capítulo en el corrosivo debate entre los creyentes y los ateos. No hay ninguna novedad en esta discusión, salvo el hecho que, desde el 11 de setiembre de 2001, la polémica es más virulenta y no hay señales que amaine la tormenta.
El libro de Pullman es básicamente un ataque a la Cristiandad organizada más a la fe en sí misma, un tema en el cual se han especializado Richard Dawkins, Christopher Hitchens o Daniel Dennett, que proclaman la utilización del martillo de la ciencia y la racionalidad para romper las cadenas de la superstición religiosa. Tampoco hay novedad en este argumento, cuya falsedad ha sido demostrada reiteradamente desde la Antigüedad. Los estudios demográficos demuestran que, lejos de descender, el número de creyentes aumentaría a cerca del 80% de la población mundial en las próximas. Esto incluso sucedería en países con un grado muy bajo de observancia religiosa, donde no ha disminuido la creencia en un ser superior.
¿Por qué la creencia religiosa ha eludido el estudio de los científicos interesados en su base neurológica? Existen dos teorías al respecto:
- aquellos que señalan que la fe es clave en nuestro desarrollo como especie (escuela adaptativa);
- quienes consideran a la fe un sub producto de otros aspectos de nuestro desarrollo.
El biólogo evolucionista David Sloan Wilson es quizás el defensor más prominente de la teoría adaptativa. Su argumentación es la siguiente: la creencia religioso nos permitió alcanzar grupos más cohesionado, fraternales y cooperativos desde los primeros días de la humanidad, permitiéndonos sobrevivir a los más temibles pero solitarios adversarios. Las creencias religiosas evolucionaron con el hombre y sus necesidades. En nuestros días aurorales los dioses residían en la naturaleza. En nuestros tiempos, las sociedades de masas mucho más dispersas y socialmente más permisivas la noción de un Dios único nos mantiene en la senda.
En este punto es necesario apartarnos de lo colectivo y ocuparnos de nuestra individualidad. Todo comienza a fines de la infancia alrededor de los diez años cuando surgen las preguntas que trascienden y emanan de nuestro ser: la vida, la muerte, el origen del universo, etc. Por esta razón somos creacionistas por naturaleza. Creamos nuestra visión del mundo en base a una teología funcional, es decir, las cosas existen en función de la utilidad de éstas. Esta atracción hacia lo divino se mantiene en la adultez. Ya no creemos en hadas pero no caminos debajo de una escalera. Atribuimos carácter maligno a algunas cosas. Incluso entre los que se proclaman ateos sacralizan nociones o ideas como patria, nación más allá de los límites de la razón. Por esta razón nacimos para creer. Incluso el hecho mismo de abandonar la Cristiandad organizada no implica dejar de lado lo sagrado, sino buscarlo en otra parte.
Matthew Taylor es Director Ejecutivo de la Real Sociedad de Artes y presentador del programa sobre religión y ciencia, Dios en mi mente.
Fuente: The Daily Telegraph
Fecha: 08 de abril de 2010
La Fe, mi estimado Cheo, es un salto a ciegas que da la ignorancia. Sobre todo cuando no puede demostrar ninguna de sus supuestas verdades. El hecho que una iglesia crea que, si su religión es vivida como una experiencia plena de fe, entonces es verdadera, no significa, ni por asomo, que así sea.
Creer que la virginidad* de María es un misterio que podrá ser aclarado en el futuro es sumamente ingenuo. La virginidad de María no es otra cosa que la repulsión de la Iglesia por el sexo. Con este mito (que no misterio) lo que se busca es darle a María y al nacimiento de Jesús, un halo de pureza. Virtud que, según las iglesias cristianas, no puede aplicarse al sexo, porque según ellas, es repulsivo y sucio. Este horror y abominación por el sexo también explica, entre otras cosas, el porqué de la castidad de Cristo a lo largo de toda su vida. Habría que preguntarse por qué, si Jesucristo vivió como un hombre (respiraba,comía, bebía, desbebía, obraba*, dormía), no se le conoce ningún affaire sexual. Si hacía uso de todas sus funciones biológicas, ¿por qué no ejercer sus funciones genésicas?
El sexo, en mi opinión personal, no necesita al amor para justificarse; se justifica por sí mismo. Es natural, es espontáneo, es bello y es puro**; además, nuestra mayor fuente de placer. Si esto es así para nosotros, ¿por qué no para Dios? ¿Acaso no somos creados a su imagen y semejanza?
Hará cosa de unas décadas atrás, la iglesia católica no aceptaba que el sexo, entre marido y mujer, tuviese como fin el placer si es que no existía una voluntad de procreación.
Hasta este momento no he leído un solo argumento que fundamente el porqué los cristianos (católicos incluidos) creen que su religión es única y verdadera. Diese la impresión que ni uno solo de nuestros cofrades cristianos se ha preguntado el porqué de sus creencias. ¿Será porque aceptan su religión tal cual la han mamado desde niños?
*Evacuar el vientre.
**Libre y exento de imperfecciones morales.