Saga: Mirelia, la voyeurista fogosa.

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Philip Gerard, 17 May 2013.

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    golosisimaperu

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    me quede sorprendida no habia leido este relato antes espero poder leer la quinta, parte. te invito a leer mis relatos.
     
    golosisimaperu, 26 May 2013

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    #21

    Philip Gerard

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    QUINTA PARTE

    Nuestras figuras hervían ya, no solo por efecto del vapor que expedía el sauna, sino también por la pasión que brotaba de nuestros cuerpos. Ella, casi una chiquilla, alejada de sus padres, migrante en Lima, la ciudad de las realizaciones económicas personales. Donde las mujeres con bonito cuerpo y pocos escrúpulos podían ganar tanta plata como nunca antes habían visto junta sus padres. Empezó creyendo que iba a ayudar a su familia, luego por obra de las amistades se fue gastando la paga cada día más en vestimenta y diversión. De suerte que tuvo que meterse al oficio más antiguo del mundo, el puterío. Aunque ella juraba que no lo era. “Putas son las que están en la calle. Esas que cachan con todo el mundo. Para estar conmigo deben de gustarme, sino no lo hago. Me doy el lujo de seleccionar con quién me bajo el calzón”. Y así era pues. Como era bonita todos querían atenderse con ella y sacaba buen dinero a diario. Su especialidad eran los viejos. “Esos angustiados a los que nadie les da bola y se mueren por una mirada, por una caricia, porque les agarren los huevos, como nadie lo ha hecho en cincuenta años, jajaja”. Esas eran sus palabras despectivas para los “viejos chochos” que le traían regalos, tratando de ganarse su cariño, cuando a ella lo único que le interesaba era el dinero. “Si no tienen plata los boto rápido. Me demoran mucho y yo necesito hacer cuando menos mil soles diarios. Así que los exprimo bien y en cinco minutos ya estoy en la sala engatusando más clientes para meterlos a mi camilla”. Pero conmigo no podía, yo fui el primer hombre que tuvo en un sauna. Que no era tampoco que yo fuera su primer hombre. Sino el primero que la sedujo cuando era solo una masajista. Así que de su comportamiento me siento también culpable.

    Con su mirada me decía todo, que la poseyera, que la hiciera llegar al clímax, que estaba lista para ser mía. Pero no me bastaba, yo no quería ser uno más, sino el único, hacerle algo de lo que no se olvidara jamás. Y estoy seguro que lo que le iba a hacer no se lo habían hecho antes. Hice que se sentara en la banca de locetas, y yo me senté en el suelo –frente suyo- con las piernas cruzadas, en posición de yogi. Le abrí las piernas y comencé a lamerle los muslos. Estaba sudada, salitrosa, orgásmica, llena de su flujo vaginal que le había chorreado en las piernas luego de tanta estimulación. Pero a mí me gustaba, era su fluido salvaje, de hembra, de animal en celo, listo para ser montado. La comencé a mordisquear, sus piernas eran tan firmes que era una delicia hacerlo. Ella me acariciaba la cabeza. Sentía que me deseaba como loca. Por momentos se hacía para atrás, debía ser el placer que sentía por cada mordida de mi boca a esas ancas llenas de lujuria. Puse entonces sus piernas sobre mis hombros y ataqué directamente su vagina. Y le di una sopa como el momento mandaba. Le di un lengüaso en los labios que de una sola le limpie todo su fluido vaginal. Ella gimió de placer como si la hubiera penetrado. Después, con la rígida punta de mi lengua, le bordeé toda la vagina, como si la estuviera explorando. Mirelita se contorneaba toda, sentía cada milímetro de mi terso apéndice.

    - “Mi amor, mi amor, ¿qué me haces?” Era lo único que atinaba a decir, mientras cerraba los ojos y se acariciaba a sí misma los pechos.

    Yo seguía atacando, esta vez su clítoris. Le levanté con mucha delicadeza la piel superior de su vagina y le pasé la lengua, siempre rígida, para identificar el punto central de su sensibilidad. Y ahí estaba, “aaahhh”. Su gemido indicaba que había llegado a mi objetivo. Entonces hice mi proeza mayor. Puse toda mi boca en el lugar y comencé a absorbérselo, como si lo estuviera haciendo con su pezón. Dos, tres, cuatro, infinidad de veces. Es que ella vibraba sin control cada vez que se lo hacía. Giré después, le abrí más las piernas y le besé los labios como si fueran su boca, es decir le metí la lengua y se la moví rígida en su interior. Sus paredes estaban más que húmedas, todas mojadas. Le volví a sorber la bulba, con pasada de lengua. Con ésta hacía más estragos que si lo hubiera hecho metiéndole la "mazorca". No pasaron sino segundos para que me soltara su delicioso líquido. Tuvo un interminable orgasmo en mi boca.

    - “Papito, papito, me vengo otra vez.... ahahahaahahhahah!!!!” Me besó la cabeza, luego me buscó la boca. Me dio tal beso apasionado que casi se come mis labios.

    Era mía, toda mía. Ahora me tocaba a mí disfrutar del placer.

    CONTINUARÁ
     
    Philip Gerard, 27 May 2013

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    ufff magistral maestro!!! pero continue pues!!! y comente mis relatos tb
     
    christianhs, 27 May 2013

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    Tu relato fue excitante y caliente hiciste que disfrutara el relato vomo no lo hacia hace mucho, besos
     
    golosisimaperu, 28 May 2013

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    #24
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    Gracias Jaqui, igual disfruto con los tuyos. Se me ocurre que hagamos un relato "a cuatro manos", jajajaja.
     
    Philip Gerard, 28 May 2013

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    #25
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    SEXTA PARTE.

    Me puse de pie, relamiéndome el rostro de la mojada de Mirelia. Sus fluidos se confundían con los de mi sudor. El ambiente era literalmente eso, un sauna, un sauna del placer infinito.

    Pero ahora me tocaba a mí.

    La trola la tenía al palo. Enhiesta, incólume, como lanza en ristre. Y al frente estaba ella, exhausta, asaltada por orgasmos múltiples, ocasionados por la habilidad de mi lengua. Sin embargo, era el turno de mi verga. Me miraba, encantada, anonada por el macho que le había producido tanto placer en simultáneo. Luego, un poco ya repuesta, ella sola eligió su destino, alzó sus delicadas manos y me agarró la pinga, abrió la boca y se la tragó todita.

    - “Ahhhh”. Fue mi primera expresión, me dio una chupada con tal deseo que por poco se viene toda la lechada. “Cómo te gusta mi pinga ¿no mamita?
    Chúpala, así, así, qué rico”. Le decía yo ya exultante de placer. Le acaricié el cabello, metiendo mis dedos entre su peinado. Luego, atraía y alejaba con las manos su delicada cabeza, pequeña pero golosísima por la verga.

    Yo la contemplaba mientras tanto, tenía una dulzura virginal su rostro, me miraba con ojos de admiración y deseo combinados, prácticamente acababa de dejar su adolescencia. ¿Quién que la hubiera visto en ese momento iba a pensar que se convertiría en la mujer calculadora de tiempo después? ¿Y es que no es acaso esa la misma suerte de muchas jovencitas, que caen seducidas por nuestras promesas de darles la vida que tanto buscan, pero que en verdad no les pensamos dar? Mirelia tuvo un hombre que le llenó la cabeza y después le rompió el corazón. A partir de ahí se juró a sí misma que solo nos usaría para su satisfacción material.

    Dejó el tronco y se fue a las pelotas. Esas que también estaban mojaditas del vapor, pero henchidas de esperma listo para brotar. Las besó primero, con cariño, diría yo devoción. Eran las de su macho, del hombre que la estaba haciendo feliz como nunca lo había sido antes. Después se le dio por probarlas, juzgo que era la primera vez que lo estaba haciendo. Me puso las manos por debajo, me los besaba con la boca y con las manos me acariciaba los balones. En eso me dio un beso mordelón en la base de la pinga, “grr, grr”, quería comérselo creo. Yo me reí y la puse de pié.

    La abracé y la quedé mirando a los ojos, parecíamos no solo amantes sino dos enamorados. Sus ojos eran míos y los míos eran suyos. La tomé de la cabeza y le dí un profundo beso. Primero fue un beso apasionado que fue volviéndose cada vez más tierno. Ella no buscaba solo sexo, sino alguien por quien sentirse amada y protegida. Se me deshizo entre los brazos.

    En mí sin embargo, era otra la situación. El pene estaba a mil, quería carne, comer carne, meterle toda mi humanidad en su vagina, vaciarme dentro de ella, hacerle sentir que yo era el macho que buscaba. Me separé de ella y me senté sobre la banca. Felizmente el sauna ya se había apagado y solo quedaba el vapor en el ambiente, de manera que aún no era visible lo que hacíamos adentro.

    - “Ven”. Le dije. Estiré mis largas piernas y le pedí que se sentara encima mío. “Ven aquí, mi amor. Abre tus piernas y ven aquí” señalándole con las manos sobre los muslos de mis extremidades inferiores. Así lo hizo y colocó asi exactamente su bulba sobre mi sexo. Yo ya me había puesto sigilosamente el condón así que no corríamos ningún riesgo. Le tomé el cuerpo desde las caderas e hicimos conjuntamente una operación de ingeniería. Le introduje muy suavemente “la viga” en el medio de sus piernas. Entró como cuchillo caliente en mantequilla, sin ninguna resistencia. Y por dentro, la temperatura estaba mucho más elevada que en el sauna.

    - “Ayyyy, papito, qué ricooo”. Me volvió a besar, puso sus manos tras de mi cuello y comenzó a cabalgar como loca. Atrás para adelante, atrás para adelante. “Bluf, bluf, bluf”, sonaba su vagina, estaba totalmente mojada. Yo tenía que contenerme, el erotismo era tan alto que si no lo hacía me venía en un instante y no podía perderme tantísimo placer que me tocaba.

    - “Ahahahah”, seguía gimiendo, se pasaba la lengua por los labios. Yo le chupaba las tetas que tenía tan ricas frente a mi boca. Era un ritmo frenético de placer.

    - “Cambiemos de posición” le dije. Me puse de pié. Y la puse de espaldas a mí e hice que se inclinara sobre la banca. Le hice el perrito. Volvió a sonar, “bluf, bluf, bluf”. Ella a veces volteaba a mirarme, quería sentir mi mirada aprobatoria supongo. Por ratos la veía poner sus ojos en blanco. No por las puras la estaba atorando. Luego de unos minutos se adelantó y se separó de mí. Se echó en el suelo…

    - “Ven, házmelo encima, quiero sentirte encima mío”. Me dijo. Yo no tenía sino que cumplir su deseo. Primero me eché a su costado y la volví a besar. Se trataba de que los dos nos sintiéramos bien y estaba seguro que ella quería eso. Pero fue ella la que se vino en mi encima. No se aguantaba la pobre. Me volvió a cabalgar. Siendo esta vez ella quien con su propia mano se metió la verga a la vagina. Así estaba el instrumento muy dentro suyo, a plena disposición de su sexo. Se arqueaba y se movía para atrás y para adelante, a un costado y a otro. Yo sentía con claridad las paredes de su matriz. Por algo era jovencita, la tenía muy estrechita y sí que apretaba rico. Pero ella gritaba ya como una loca.

    - “Aaaahhhh, ahhaahh, aaaahhhh”. Yo le agarraba esas ricas tetas, que desde que la ví me habían gustado tanto. Ya en un momento de clímax, levanté mi torso y la abracé para besarnos. Y cuando lo hacíamos, ella se vino primero… “mi amor, mi amor” me decía mientras me besaba iracunda y lujuriosa. Ante semejante excitación, me aceleró también la felicidad, tanto así que me vine también sucesivamente.

    Nos seguimos besando prendidos como dos amantes salvajes, luego de dar la mayor cópula de su vida.

    Con su rostro a una distancia de menos de cinco centímetros del mío, me dijo al final y casi suplicante ella: “Mi amor, ¿me vas a amar siempre? …”.

    CONTINUARÁ…
     
    Philip Gerard, 28 May 2013

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    jijijij sabes me parece bastante original tu propuesta mandame mp para coordinar jijijij me parece ingteresante eso de a cuatro manos jajajaja
     
    golosisimaperu, 28 May 2013

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    todos quermos ponerles las manos a la golo jejeje
     
    christianhs, 28 May 2013

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    Será majestuoso, te lo aseguro, tan rico como un polvo, jejjee. Dame un tiempo y nos comunicamos.
     
    Philip Gerard, 29 May 2013

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    PARTE SEPTIMA.

    ¿Qué pregunta, no? Pensar que la querría, que me iba a enamorar de ella. De una mujer que me alquilaba su cuerpo, como lo haría con centenares más. ¿Cuántos más le hablarían al oído y la convencerían para que les suelte la cosita? Y, ella lo haría sin reparos, ya sea por dinero o por disfrutar solo del momento. Ahora yo tenía dinero y ella lo sabía. Si algún día ya no lo tuviera, o aún ahora mismo no lo tuviera ¿ella, siquiera, me miraría? No, cómo me iba a enamorar de una mujer así. A mujeres como tú, pensaba en ese momento yo, solo se les usa para cumplir con fantasías, para no tener que cerrar los ojos si quiero masturbarme. Tú no eres persona, eres tan solo un objeto, porque has renunciado a tí misma, al respeto por los seres que te querían, no por lo que les llevabas, sino por lo que eras. Así me dijeras que vas a dejarlo todo, estás condenada, porque el pasado siempre persigue, así te fueras al fin del mundo. Siempre encontraríamos alguien que tiró contigo y que quisiera una repetición. Y aún si no fuera así, ya te acostumbraste a coger 12 horas del día, 6 veces a la semana. Por eso es que la puta siempre será puta, porque su cuerpo –el supremo mandante- no se lo pide, se lo manda. No mamita, para quererte, tendría que tener vocación de cachudo.

    Solo la miré y ella supo mi respuesta. Se abandonó toda, se puso de pié, cogió su toalla, se la enfundó al cuerpo y se fue a tomar su baño. Yo hice lo mismo pero con la ducha del sauna.

    Yo ya había conseguido lo que quería, comérmela ahí donde estaba “prohibido”. No volví a solicitar sus servicios por buen tiempo, me cruzaba con ella, la saludaba y la veía pasar. Ella sintió la pegada y me agarró bronca, no solo a mí, sino a todas con las que me atendía. Hervía de celos, les decía que yo “era suyo”, “que había estado conmigo” y que “pronto me recuperaría”. Se hizo de enemigas, finalmente aquí “nadie es de nadie” le respondieron con la máxima de la patrona. Comenzó a tirarles dedo de con quién también ellas cogían. Hubo una fuerte poda. La dueña tampoco quería irse presa por proxeneta. Y la puso a ella de supervisora.

    Así es como ya cuando me atendía con cualquiera de las masajistas, ellas mismas me decían que me sometiera a las reglas, porque “Mirelita nos está observando”. Sabiendo eso, lo hacía con más ganas, les exploraba todo el cuerpo, les mordisqueaba el cuello, les chupaba los senos. Me iba a su bulba, las hacía llorar de placer. Porque sabía que me estaba viendo, quería que también se encendiera, que se tocara su cuerpo, que pensara que era ella a quien se lo hacía, que se metiera el dedo a la vagina, hasta que se viniera. A veces me paraba delante de la chica y antes de llegar, yo mismo me la corría al aire, para que viera cómo salía despedida mi lechada. Y ella, detrás del espejo o la mirilla, se relamiera la boca.

    A la salida, no me veía a los ojos, me rehuía la mirada. Pero yo sabía que ardía por dentro, por pegarme, por decirme que era un maldito, que la había seducido y después roto el corazón.

    Un buen día, llegando nomás, me salí del protocolo y le lancé una pregunta:

    - ¿Por qué no hacemos un trío con Isis?

    Le brillaron los ojos, no por que fuéramos a hacer el trío, sino –creo- por la oportunidad de volver a estar conmigo. La historia de Isis la conté hace casi un mes (ver “Me comí a una masajista en una sala de masajes sin sexo”), ella era también mi caserita. Y esto ocurrió antes de ese suceso mencionado.

    - “¿Pero quién me reemplaza aquí?”. Atinó a ser su respuesta, un poco pensando en el pretexto para no aceptarme, tampoco iba a hacerlo fácilmente y yo lo sabía.

    - “Mira, tu trabajo termina a las 8, ¿no es así?”. Le respondí calculadoramente.

    - “Sí, así es”. Dijo ella.

    - “Bueno, regreso entonces a las 8, espérame lista y avísale a Isis”. No esperé contestación y me retiré.

    Llegadas las 8 de la noche, me acerqué al Bizancio. Estaban ahí, las dos esperando, listas en traje de faena.

    CONTINUARÁ.
     
    Philip Gerard, 29 May 2013

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    #30
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    uyuyuy bien jugado mi estimado cofradre, y ai desea que yo le enseñe?
     
    christianhs, 29 May 2013

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    #31

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    uff cofrade!! ud. si que se banqueteo con mirelita.
     
    dokkosex, 29 May 2013

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    #32

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    Asi k tan rico como un polvo?? Jiji eso lo tengo k probar estare anciosa de recibir noticias tuyas
     
    golosisimaperu, 29 May 2013

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    #33

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    Justo donde quiero estar
    Cófrade Philip....deje de escribir a 4 manos con la Golo y continúe con el relato!!!!!
     
    MrQuarzo, 6 Jun 2013

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    #34

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    PARTE FINAL.

    Eran las ocho y cuarto de la noche y ya había terminado el turno en la recepción de Mirelia. Se había quitado su traje de secretaria aplicada para enfundarse en el enterizo ceñido al cuerpo que usaban todas las féminas del sitio. A su costado estaba Isis, la bella gordita de ojos claros y mirada seductora. Estaba ligeramente subidita de peso pero su carisma la hacía deseable, de piel blanca, sus pechos rosados la hacían más apetecible. Ya alguna vez me había atendido con ella y me había deslizado su gusto por los tríos, fue en medio de una conversación cachonda, de esas que se hace para estimular la imaginación de la masajista y que la pone en mejor disposición de darse un lance redondo contigo en la camilla. Es una práctica que casi siempre me resulta cuando la mujer está un poco fría y necesitas entonarla para que se arreche.

    Pero como estaba llegando un poco tarde, ya se estaban preparando para levantarse a otros dos parroquianos. Isis al verme se puso de pie y más solícita se acercó a saludarme.

    - “Hola mi amor”. Me dijo, dándome un beso de medio labio en la boca.

    - “Hola Isis”, le contesté. “¿Qué pasa con la Mirelia, ya se olvidó que tenían reserva conmigo?”, continué diciéndole.

    - “No, es que ese tío está templado de ella. Le quiere sacar un depa y un viaje al Cusco”. Me dio como toda explicación de que ella no se nos uniera inmediatamente.

    - “Ja, ja, ja. Puta si son bravas ustedes, eh”. Fue toda mi respuesta.

    - “Ya pues si ustedes son iguales. Nos ofrecen de todo, regalos, joyas, muñecos, todo por meternos su rata. Y después de conseguido, nos cambian por otra. Nosotras nos aseguramos pues, qué nos vamos a conformar con un polvito, jejeje”.

    Una lógica impecable y descarnada. Los hombres nos alocamos por el placer pasajero, en tanto estas jermitas con una racionalidad despiadada saben sacarle provecho a lo que tienen. Y que nosotros tanto “valoramos”.

    - “Jajajaja”, volví a reirme. “Ya ricura, invítame una cerveza pues, he tenido una semana jodida y quiero relajarme bien hoy día”.
    Mientras tomaba mi cervecita con Isis, estábamos sentados en un sofá al extremo de la habitación. El tercer parroquiano ya había emprendido tarea con otra de las chicas, así que solo quedábamos los cuatro. El tío templado que no tenía reparo alguno en demostrar su condición de flechado por Cupido, la Mirelia, Isis y yo. Podía haberme quitado a la habitación con Isis y agarrármela yo solito, pero quería fastidiarla a la Mirelia, le iba a aguar su plan. Puta qué pendeja, querer sacarle un depa al pobre tío, cuando ahí todo el que quería se la agarraba. También hay que tener solidaridad de género entre los caballeros. Abrase visto!!!
    Pero para calentar la noche, me la iba paleteando a la Isis, esa flaca sí que quería. Me agarraba la pierna y me la sobaba hasta llegar a la punta del pájaro. Yo, con el anverso de la mano le acariciaba su pecho exuberante, esos montes que aparecían en la parte alta de su escote, en el cual también se exhibía una pequeña palomita, colgando de una cadenita dorada.

    Ya eran cinco minutos que estaban el par de tórtolos conversando en la parte oscura de la sala, hasta que me empinché y dije hasta aquí nomás. Me puse de pie y me dirigí hacia ellos.

    - “Mister, disculpe, pero tengo una reserva con esta flaquita, espérela o haga su reserva para otro día”. Le dije al tío que no cabía de su asombro por la forma en que los había abordado. Sin esperar respuesta, la tomé de la mano a Mirelia y le dije. “Ven mi amor”.

    Caminé unos metros y me jalé también a Isis, me las llevé abrazadas de la cintura. Si ya con eso el tío no reaccionaba, necesitaba urgentemente un psicólogo. Isis nos dejó instalándonos y se fue a registrar la hora de entrada, quedando unos instantes solos los dos:

    - “Felipe, ¿por qué has hecho eso?” Fue la queja de Mirelia, mientras me ayudaba a colgar la ropa que me quitaba.

    - “Ya déjate de pendejadas. Isis me contó que lo estás bolsiqueando al tío. Aquí ganas bien, así que págate tu misma tus caprichos”. Le respondí con toda seriedad. “Además, si tú eres mía qué tanto coqueteas, con otros, eh….jajajaja” continué diciéndole ya semidesnudo y agarrándole de la cintura, pero en tono de cachondeo y fingiendo la actitud del marido celoso.

    Después, me la chapé y se olvidó de todo. Sí pues, ella era mía. Aunque yo no le daba enrrolladitos del KFC, ni aritos de ocho cuartos, ni siquiera un Sublime de regalo. Allá los pelotas que no saben tratar a este tipo de mujeres.

    En eso entró Isis, nos encontró aparrados. Nos miró a los dos y sí que se afectó. No era para menos. Ella había estado acompañándome, dejó a su cliente para estar conmigo, me había estado prácticamente masturbando, pero así y todo yo me aparraba con Mirelia. Me sentí entre cojudo y basura.

    Yo la miré, abrí uno de mis brazos y con un gesto la atraje hacia mí. Se unió a nosotros, me abrazó y me dio un apasionado beso en la boca. Puta que ese beso sí me puso en erección.

    Comencé entonces a desnudarlas a las dos en simultáneo. Era como si en el ambiente se respirase erotismo. Como si se contagiara solamente en el roce de nuestros cuerpos. Comencé a agarrarles los senos, sus ricas tetas que a ambas les había poseído por separado. Ahora las tenía a las dos juntas, ardiendo de celos, de esos sentimientos que enervan el alma pero también la pasión. Si se hubieran podido morder la una a la otra lo hubiesen hecho. Finalmente, la pasión sexual también es una guerra, una lucha por dominar el uno al otro y esa noche yo las haría ‘pelearse’ por mí.

    “Vengan aquí”, les dije con toda autoridad. Estábamos los tres ya desnudos, calientes, cachondos, hervidos por el erotismo que circulaba a mil por hora en nuestras venas. Con cada una de mis manos tomé sus cabezas. Las junté a la mía y les dije:

    - “Ustedes están aquí porque son mías, son mis mujeres. Y van a hacer lo que yo les diga, sino se van a la . ¿entienden?” Ellas, hipnotizadas por el poder de mi convicción, bajaron la cabeza. No estaban dispuestas a perderme así que harían lo que yo quisiera.

    - “Isis, mámale las tetas”, le ordené con suavidad pero con convicción a la gordita, mientras le señalaba el cuerpo de Mirelia.

    Y así lo hizo, con fervor, con pasión, como si se la estuviese devorando. Abría la boca y se metía casi todo el seno, como si se lo estuviese engullendo. Se lo chupaba, como si quisiera hacerle doler. “Ay”, gemía Mirelia, quien me miraba como diciendo que lo soportaba porque yo lo había ordenado. Después Isis le agarró gusto a la tarea, ya no solo se los metía a la boca, sino que también los chupaba, cada vez el odio se iba convirtiendo en placer.

    Yo aprovechaba para meterle los dedos medios a sus apreciadas chuchitas. Las tenía ensartadas a las dos, de manera que las estimulaba donde sabía que más les gustaba, en su punto G. Ahí bailaba mi dedo, subía y bajaba, subía y bajaba, con el dedo les hacía la G por dentro (de ahí el nombre del punto). En segundos ya estaban todas mojaditas. Después, las puse frente a frente. E Isis tomó la iniciativa, se la chapó a la Mirelia. Fue un beso de pasión, sin amor, de posesión, de intento de dominio. Ahí estaban las dos mordiéndose mutuamente, intentando someter una a la otra con la fuerza de sus besos. Yo veía como sus lenguas se juntaban, como destilaban su saliva una dentro de la otras. Gemían mientras lo hacían, y se mojaban cada vez más. Se abrazaron y continuaron con su beso apasionado. Yo las dejaba, hacían justo lo que yo quería, que compitiesen, que demostrasen cuál era mejor amante que la otra.

    Ambas eran un torbellino, se echaron en la colchoneta y se continuaron besando todo el cuerpo. Yo las miraba, estaba tan excitado como ellas, pero tenía en mi contra que los hombres eyaculamos más rápido que las mujeres, así que debía mantener la calma.

    - “Chicas, así que son pendejas, con besitos nomás. Nada, quiero que hagan el 69”. Yo sabía que hace rato que querían dejar la torta para hacer algo más placentero, pero no debía dejar de ser el director de escena, sino perdía todo control del momento. Así que el par de hembras que tenía a mis pies, rotaron y cada una se coloco en el medio de las piernas de la otra y comenzaron a meterse lenguazos en sus vaginas.

    Ya estaban mojadas totalmente, así que empezaron a sorberse todos sus líquidos. Sus lenguas bajaban y subían, con cada pasada se tragaban el líquido de su amante, y lo hacían con tal gusto, que me provocaba sacarlas para hacerles lo mismo. Pero no debía.

    Isis que era la más desenfadada se prendió de la de Mirelia y literalmente comenzó a comérsela. Ésta no dejaba de gemir, ahahahah. En eso se mojó en la cara de Isis. Yo me reí , pero ella al contrario la agarró con más ganas. Con su boca ubicada en la zona del clítoris comenzó a devorarla con los labios. Imagino que en ese momento debe haber tenido orgasmos múltiples que se habrá bebido todito, porque Mirelia no cesaba de gritar de placer. Ay, ay, aaaayaaaayaaaaay. Ella me miraba a mí y me decía “Mi amor, mi amor, qué rico”. No sé qué le pasaba pero sentía como si fuera yo quien se lo estaba haciendo. En ese momento, me estiró la mano como si quisiera tenerme, besarme, hacerme suyo. Pero yo me acordaba de lo que había visto en la sala de estar y sentía rabia de celos. La quería para mí solo y ver lo que ví había afectado mi orgullo de macho alfa. Así que ni que le iba a dar su gusto. Así que con un gesto displicente le dije:

    - “Ya estás contenta, ahora hazle tú la sopa a Isis”.

    Mirelia estaba desconcertada, mi gesto le había afectado. No vivía el momento con el mismo efecto que Isis, así que para que no se cortara la noche, tenía que estimularla. Me puse en cuclillas delante de ella, y le enseñé mi pinga que estaba en total erección.

    - “Mira, haste de cuenta que te estás comiendo esta morcilla cariñito”. Le dije, blandiendo el instrumento.
    Para qué le dije, cerró los ojos y comenzó a pasarle de nuevo la lengua, se la metió a la concha. Comenzó a tomarle gusto en la misma medida que Isis gemía. El gemido tiene un gran poder erótico y es que es un símbolo de dominación sobre la otra persona. Más te domino, más placer siento en mi interior.
    Isis se arqueaba de placer de la sopa de su contendora, ya le había agarrado el secreto, jugando con la lengua en la cabecita del clítoris, se lo metía a la boca y se lo chupaba, haciendo de cuenta que fuese una pinga. Eso le causaba un inmenso placer, al cual respondía agitando sus caderas y gimiendo como una poseída. AAAAyyyyyyy, aaaaayyyyy.

    Ya estaba a punto de venirse la gordita cuando se me ocurrió reproducir lo que tantas veces había visto en las películas de lesbianismo, la pose de “las tijeras”. Pero no podía interrumpirlas abruptamente, así que comencé a besarle el ano a Mirelita. Le estaba haciendo el beso negro. Primero le pasé la punta de la lengua por los bordes, ahí estaba rosadita, con un pequeño orificio virgen, lo único que le quedaba así, jejeje. Traté de meterle el dedo, pero no se podía sí que estaba cerradita. Volteó y me dijo:

    - “Mi amor ¿qué haces?”. Con una expresión de auténtica sorpresa.

    - “Quiero reventarte, mamacita”. Fui mi única respuesta, plena de erotismo salvaje.

    - “Jajaja”. Se rió y volvió a besarme, pensaba que me había recuperado.

    Isis estaba extasiada del placer recibido, pero no había llegado al orgasmo aún y no merecía tal suerte, así que con ese alto sentido de justicia que orienta mi conducta (qué ‘florero’) le dije a Mirelita:

    - “Cielo, no nos olvidemos de Isis”. Ella no dijo nada, estaba dispuesta a hacer lo que le ordenase.

    - “Vengan, sientense frente a frente y pasen una de sus piernas sobre la otra en posición de tijeras cruzadas, como una X”. les dispuse. Isis sabía cuál era la pose que les pedía así que ella solita se encargó de armar la escena. “Ahora, levanten ligeramente sus caderas y frótense una contra la otra”. Fue lo que les dije finalmente.

    Se miraron fijamente y comenzaron a hacerlo, al principio despacio, luego más rápido. Hasta que comenzaron a excitarse mutuamente.

    - “Ah, ah, ah, ah”. Eran sus gemidos, se miraban ya excitadas, se pasaban la lengua por los labios, se deseaban mutuamente. Isis se saltó sobre la boca de Mirelia y comenzó a morderla. La lujuria estaba llegando a su éxtasis.

    Yo estaba a mil, ya no aguantaba más, mi pinga estaba al tope de estallar y mientras ellas se divertían, no podía quedarme así. De manera que me acerqué mientras se sobaban y les dije,

    - “Córranme la paja”.

    Las dos me agarraron la pinga, una mano cada una, sobaban y sobaban, se excitaban cada vez más. La frotada mutua y cogerme la pieza daba resultados inmediatos. Los tres estábamos disfrutando. Yo estaba de pie al costado de ellas, sus manos una detrás de la otra no me dejaban ni respirar, sentía cómo cada segundo se iban llenando mis cavernas de lechada, trataba de contenerme. Ellas sentían las venas de mi pinga hincharse totalmente, presentían que el final estaba cercano, pero también se excitaban. Los tres estábamos a punto de llegar, ellas por su sobadera y yo por que cada vez sus fuerzas al jalarme la trola eran más excitantes. Y comencé a venirme.

    - “Ah, ah, ah, qué rico carajo, chúpenmela, chúpenmela”. Les decía ya en plena acción de eyaculación. Pero no podían, de estrujarse entre sí y al ver mi eyaculación, su excitación también llegó al tope y nos vinimos los tres, uno tras el otro. Este coro ya era a tres voces.

    Después se disputaban ambas por quien era la que se tomaba mi lechada.

    - “Carajo, para ambas hay”. Les dije. Finalmente las dos habían probado ser mis mujeres, y siempre las tendría para mí.
     
    Philip Gerard, 10 Jun 2013

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    #35
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    q buen relato phillip asi se trata a esas hembritas muy buen relato me ha puesto cachondo
     
    christianhs, 10 Jun 2013

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    #36

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    buen relato cofrade!! y bien ganado con esa escena de lesbo de Mirelia e Isis.
     
    dokkosex, 10 Jun 2013

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    #37

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    Que buen final, marcando la pauta de dominio y excitación. Le tomó su tiempo, pero quedó. A esperar el siguiente relato. Y solo como aporte y sin querer desmerecer el relato, el punto G lleva ese nombre en honor al ginecólogo alemán que fue el primero en estudiarlo....Grafenberg.
     
    MrQuarzo, 11 Jun 2013

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    #38
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    Cófrade, gracias por el aporte, pero seguro que lo describió, jugando con su inicial en la vulva de alguna fémina, porque esa es la mejor forma de excitarlo, jejeje.

    Respecto al tiempo, no lo hice antes por la carga laboral que tengo, una redacción como la que se merece mi público lector, pequeño en cantidad pero exquisito en calidad, exigía un tiempo libre del cual solo disfruté ayer por la tarde.
     
    Philip Gerard, 11 Jun 2013

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    #39

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    Claro que sí. Ahora que la G puede venir de Ginecólogo, de Gozo e incluso de Golosísima!. En fin, contar de dar placer, hasta se puede escribir todo el alfabeto, alrededor de ese punto Diablito
     
    MrQuarzo, 13 Jun 2013

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