Género Cine épico de carácter Histórico y Leyenda

Tema en 'Cine' iniciado por Walia, 27 Ene 2010.

    Walia

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    YO SOY LA BRUJA DE LA ALDEA Y HAGO LO POSIBLE PARA QUE LA ALDEA DESCONOZCA A DIOS USTEDES MORIRAN

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    Walia, 19 Ene 2012

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    Sinopsis:
    "Black Death" nos lleva hasta la Inglaterra medieval que se encuentra bajo la sombra de la peste negra. En este mundo apocalíptico, lleno de temor y superstición, un joven monje llamado Osmund es el encargado de dirigir a un caballero terrible, Ulric y su grupo de mercenarios a un pantano remoto. Su búsqueda trata de cazar al Necromante, alguien capaz de devolver la vida. Debatiéndose entre su amor a Dios y su amor a una joven mujer, Osmund descubre que el Necromante es una misteriosa y bella mujer llamada Langiva. Después de que Langiva revele su identidad Satánica y ofrezca Osmund su deseo del corazón, empezará su verdadero viaje al terror. (Fuente: masalladeorion.es) (FILMAFFINITY)

    NFO

    Código:
    AGGRESSIVE ARCHIVE FORCE Black.Death.2010.720p.BluRay.x264-aAF RELEASE DATE........: 2010.10.02 IMDb RATING.........: 6.7/10 2956 Votes [COLOR=#000000 !important][FONT=monospace !important]VIDEO[/FONT] FORMAT........: X264 VIDEO BITRATE.......: 6 163 Kbps VIDEO RESOLUTION....: 1280x528 VIDEO ASPECT........: 2.40:1 VIDEO FPS...........: 24.000 fps AUDIO FORMAT........: AC3 AUDIO BITRATE.......: 640 kbps VIDEO LENGTH........: 101 minutes SIZE................: 94x50mb GENRE...............: Adventure | Drama | Horror | Mystery SUBTITLES [ ] English [ ] Chinese [ ] Slovak [ ] Icelandic [ ] Finnish [ ] Turkish [ ] French [ ] Norwegian [ ] Spanish [ ] Danish [ ] Dutch [ ] Japanese [ ] Swedish [ ] Polish [ ] Czech [ ] Greek [ ] Italian [ ] [COLOR=#000000 !important][FONT=monospace !important]German[/FONT] [ ] Other [ ] None URL.............: [/COLOR]Black Death (2010) - IMDb Set during the time of the first outbreak of bubonic plague in England, a young monk is tasked with learning the truth about reports of people being brought back to life in a small village.[/COLOR]​
    Capturas:
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    Walia, 19 Ene 2012

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    a qui traemos los instrumentos de torturas , con el dolor descubriremos la verdad de estos adoradores de SATANAS
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    Walia, 19 Ene 2012

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    NOSOTROS SOMOS LOS MERCENARIOS Y SEGUIMOS A ULRICH VAMOS A PURGA A LA MALDITA ALDEA ENDEMONIADA
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    Walia, 19 Ene 2012

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    Brujería es el conjunto de creencias, conocimientos prácticos y actividades atribuidos a ciertas personas llamadas brujas (existe también la forma masculina, brujos, aunque es menos frecuente) que están supuestamente dotadas de ciertas habilidades mágicas que emplean con la finalidad de hacer daño.1
    La creencia en la brujería es común en numerosas culturas desde la más remota antigüedad, y las interpretaciones del fenómeno varían significativamente de una cultura a otra. En el Occidente cristiano, la brujería se ha relacionado frecuentemente con la creencia en el Diablo, especialmente durante la Edad Moderna, en que se desató en Europa una obsesión por la brujería que desembocó en numerosos procesos y ejecuciones de brujas (lo que se denomina "caza de brujas"). Algunas teorías2 relacionan la brujería europea con antiguas religionespaganas de la fertilidad, aunque ninguna de ellas ha podido ser demostrada. Las brujas tienen una gran importancia en el folclore de muchas culturas, y forman parte de la cultura popular.
    Si bien éste es el concepto más frecuente del término "bruja", desde el siglo XX el término ha sido reivindicado por sectasocultistas y religiones neopaganas, como la Wicca, para designar a todas aquellas personas que practican cierto tipo de magia, sea esta maléfica (magia negra) o benéfica (magia blanca), o bien a los adeptos de una determinada religión.
    Un uso más extenso del término se emplea para designar, en determinadas sociedades, a losmagos o chamanes.


    YO ESTOY ENAMORADO DE LA BRUJA ME HA EMBRUJADO ELLA ES REAL POR TANTO VOY A DEFENDERLA MI VIDA QUE VENGA EL APOCALIPSIS


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    Walia, 19 Ene 2012

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    VEN COMMIGO OSMUND VAMOS A REVIVIR A TU ENAMORADA PARA QUE VIVAS CON LA ALDEA Y SEAS FELIZ CON ELLA PERO TIENES QUE NEGAR LA EXISTENCIA CATOLICA
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    Brujería y cristianismo

    Si bien la actitud del cristianismo con respecto de algunas prácticas mágicas, tales como laastrología o la alquimia, fue en ciertos momentos ambigua, la condena de la brujería fue explícita e inequívoca desde los comienzos de la religión cristiana. En la Alta Edad Mediavarias leyes condenaron la brujería, basadas tanto en el ejemplo del derecho romano como en la voluntad de erradicar todas aquellas prácticas relacionadas con el paganismo. Sin embargo, la actitud eclesiástica no parece haber sido demasiado beligerante durante la primera mitad de la Edad Media, como lo atestiguan documentos como el Canon Episcopi.
    Como caso particular hallamos el del rey Colomán de Hungría (1095 – 1116) quien sancionó varios libros de ley bajo su reinado, y en uno de ellos se refirió directamente a las brujas, afirmando que estas no existían, por lo cual no se debían llevar a cabo examinaciones para atraparlas. En el artículo 57 de su Primer Libro de Ley aparece textualmente: "De strigis vero, quae non sunt, nulla quaestio fiat" ("Sobre las brujas, ya que éstas no existen, no se harán examinaciones indagando por ellas"). De esta forma, Hungría, siendo un reino medieval cristiano y católico, contando además con gran poder e influencia, se convirtió en una de las excepciones donde la brujería no fue perseguida.[
    En la misma línea el papa Gregorio VII le escribe en 1080 al rey de DinamarcaHarald Blåtand quejándose de que los daneses tuviesen la costumbre de hacer a ciertas mujeres responsables de las tempestades, epidemias y toda clase de males, y de matarlas luego del modo más bárbaro. El Papa conminaba al rey dano para que enseñase a su pueblo que aquellas desgracias eran voluntad de Dios, la cual deberían complacer con penitencias y no castigando a presuntas autoras.

    ESTA HISTORIA CONTINUARA..............
     
    Walia, 19 Ene 2012

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    En el año 1346 llegaron a Europa rumores de una terrible epidemia, supuestamente surgida en China, que a través del Asia Central se había extendido a la India, Persia, Mesopotamia, Siria, Egipto y Asia Menor. Se habla de regiones enteras que habían quedado despobladas, de forma que hasta el Papa Clemente VI en Avignon se muestra interesado por el tema, y reuniendo los informes que van llegando, calcula que el número de victimas de be ascender a casi veinticuatro millones de personas. Sin embargo, como en aquel entonces se desconocía el concepto de contagio, no hubo ninguna alarma en Europa hasta que la peste fue introducida en Italia por los barcos genoveses y venecianos que venían del mar Negro; La peste aparece en Italia en octubre de 1347, Y para enero del año siguiente ya ha penetrado en Francia, vía Marsella, y ha llegado hasta el Norte de Africa. La rata negra, buena pasajera de los barcos, la va extendiendo a lo largo de las costas y ríos navegables. Al mismo tiempo que penetra en España, en Italia alcanza Roma y Florencia, y llega a Paris en junio de 1348, pasando poco más tarde a Inglaterra a través del Canal de la Mancha. Ese mismo verano llega a Suiza y por el Este se extiende hasta Hungría.
    En 1349 la peste reaparece en Paris, se extiende por Picardia, Flandes y los Países Bajos; de Inglaterra pisa a Escocia e Irlanda, asi como Noruega donde, procedente de Inglaterra, llega un barco fantasma con un cargamento de lana y toda la tripulación muerta, que embarranca cerca de Bergen. Desde Noruega se extiende la epidemia a Suecia, Dinamarca, Prusia e Islandia, llegando incluso hasta Groenlandia. Deja una extraña bolsa de inmunidad en Bohemia y alcanza Rusia en 1351, aunque el primer brote ya había remitido en casi toda Europa a mediados de 1350.

    DEBEMOS FLAGELARNOS POR NUESTRO JUSTO PECADOS
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    Walia, 19 Ene 2012

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    La gran mortandad
    Aunque el número de víctimas varió desde un quinto de la población en algunos lugares hasta la casi total exterminación en otros, los investigadores modernos han llegado a aceptar como estimación más aproximada la cifra que nos da Froissart en su crónica, es decir, un tercio de la población, aproximadamente, desde la India hasta Islandia. En realidad Froissart tomó esta cifra del Apocalipsis de San Juan, la lectura preferida en aquellos duros tiempos.
    Un tercio de la población de Europa en aquella época equivaldría a unos veinte millones de personas. En realidad es imposible saber el número de víctimas con exactitud, porque en este tema los cronistas de la época no son de fiar y hay que recurrir a otras fuentes, como recaudaciones de impuestos, censos o los escasos documentos que se conservan de las iglesias en los que se recogen nacimientos y defunciones. Tomemos como ejemplo Avignon, sede de la corte papal; se calcula que morían diariamente unas cuatrocientas personas y que unas síete mil casas quedaron deshabitadas. Los cronistas, impresionados sin duda por la acumulación de cadáveres, dan cifras exorbitantes al elevar el número total de muertos a sesenta y dos mil o incluso a ciento veinte mil, cuando la población total de la ciudad no pasaba seguramente de cincuenta mil habitantes.

    YO SOY BLACK DEATH Y HE TRAIDO LA PESTE A ESTA MALDITA ALDEA ENDEMONIADA VOY A INFECTARLOS A TODOS MI SACRIFICIO SERA COMO MI REDENCION DE MIS PECADOS

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    Conviene recordar que las mayores ciudades de Europa, con una población de unos cien mil habitantes, eran París, Florencia, Venecia y Génova. Después venían Gante, Brujas, Milán, Palermo, Bolonia, Roma. Nápoles y Colonia, con más de cincuenta mil. Londres se acercaba a esta cifra junto con Burdeos, Tolousse, Montpellier, Lyon, Barcelona, Sevilla, Toledo, Siena y Pisa. Por todas estas ciudades la peste pasó matando de un tercio a dos tercios de los habitantes.
    Italia, con una población de diez u once millones de personas, fue la que padeció más duramente sus efectos. En Florencia podemos decir que «llovía sobre mojado»; como consecuencia del inicio de lo que sería la Guerra de los Cien Años, las principales casas bancarias florentinas, los Bardi y Peruzzi, fueron a la bancarrota cuando Eduardo III de Inglaterra no pudo devolver los empréstitos que le habían concedido para la primera campaña (años 1343-44). Siguieron años de malas cosechas y con ellos apareció el hambre y se produjeron revueltas de campesinos y trabajadores; después la peste mató de tres a cuatro quintos de la población de esta ciudad, una de las más importantes de Italia. Venecia perdió dos tercios de sus habitantes y en Pisa morían quinientas personas al día.

    Este poblado esta maldito hay que purgarlos a todos sus pecados es el origen de la peste

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    Walia, 19 Ene 2012

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    Además, la primera aparición de la peste coincidió con un terrible terremoto que asoló Italia desde Nápoles a Venecia, dejando un rastro de destrucción que colaboró a aumentar la psicosis de fin del mundo.
    En general la mortandad fue enorme en toda Europa; las ciudades estaban más expuestas a la epidemia, por ser centros de comunicación y dado el hacinamiento en que se vivía, sobre todo en los barrios pobres. París, por ejemplo, perdió a la mitad de sus habitantes. De todas maneras, se ha comprobado que el índice de mortandad en las aldeas, una vez que aparecía en ellas la peste, era igualmente alto.
    En los sitios cerrados, tales como los monasterios o las prisiones, la infección de una persona normalmente significaba la de todos, como ocurrió en los conventos franciscanos de Carcasona y Marsella, en los cuales toda la comunidad murió. De los 140 frailes dominicos que había en Montpellier sólo sobrevivieron siete. El hermano de Petrarca, Gerardo, miembro de un monasterio de cartujos, enterró a su prior y a treinta y cuatro compañeros, uno por uno, hasta que se quedó solo con su perro y huyó a buscar refugio en otra parte. En Kilkenny, Irlanda, el hermano John Clyn de los frailes Menores también se encontró solo, rodeado de compañeros muertos, pero escribió una crónica de lo que había sucedido para que no ocurriera que «...las cosas que deben ser recordadas parezcan con el tiempo y sean borradas del recuerdo de quienes vendrán tras nosotros». Creía que el mundo entero estaba en poder del demonio y, esperando morir a su vez, escribió: «Dejo pergamino para continuar este trabajo, por si alguien sobrevive y cualquiera de la raza de Adán escapa a la peste y continúa la labor que yo he comenzado». El hermano John, tal como escribió otra mano, murió de la peste, pero escapó al olvido.


    EN ESTE LUGAR SANTO ME REFUGIARE JUNTO CON MI AMADA HUIREMOS DE LA PESTE, DE LA IGNORANCIA DE LA BRUJERIA QUIERO VIVIR CON MI AMADA PARA SIEMPRE TENDRE QUE HUIR DE LA PESTE
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    Walia, 19 Ene 2012

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    La peste y la escala social
    En todas partes se observó que la peste afectaba más a los pobres que a los ricos. El cronista escocés John de Fordun afirma llanamente que la peste «atacaba especialmente a las clases humildes y raramente a los magnates». La misma observación hace Simón de Covino en Montpellier. Este aumento de la mortandad se debia, además de la penuria de medios de subsistencia, al hacinamiento y a la completa ausencia de medidas sanitarias en las viviendas de las clases más humildes.
    Aunque la tasa de mortandad fuese mayor entre los pobres, los grandes también sufrieron el azote de la peste. El rey Alfonso XI de Castilla, el vencedor de Salado, fue el único monarca reinante que murió de la peste, pero su vecino Pedro de Aragón perdió a su mujer Leonora, a su hija y a una sobrina, en el espacio de seis meses. El emperador de Bizancio, Juan Cantacuzeno, perdió a su hijo. En Francia murieron la reina coja Juana y su nuera, la esposa del Delfin, ambas en 1349.
    También murió la reina de Navarra. La segunda hija de Eduardo III de Inglaterra, que iba a casarse con el heredero de Castilla -el futuro Pedro el Cruel-, murió en Burdeos cuando se dirigía hacia su boda. Las mujeres parecen haber sido más vulnerables que los hombres, quizá porque al estar más recluidas en el hogar estaban más expuestas a las pulgas. Así murió la amante de Boccaccio, hija ilegítima del rey de Nápoles; y también Laura, la amada real o imaginaria de Petrarca.
    En Florencia, el gran historiador Giovanni Villani murió a los sesenta y ocho años en medio de una frase inacabada mientras escribía: « ... en el curso de esta peste fallecieron ... » También desaparecen de las crónicas, a partir de 1348, Ambrosio y Pietro Lorenzetti, maestros pintores de Siena, así, como Andrea Pisano, arquitecto y escultor de Florencia, por lo que es de suponer que también ellos fueron víctimas de la peste.
    Entre los médicos la mortaridad fue naturalmente más alta: de veinticuatro médicos que había en Venecia, veinte fueron víctImas de la epidemia, aunque las malas lenguas murmuraron que algunos de estos supuestos mártires de su deber habían huido de la ciudad o se habían escondido en sus casas. En Montpellier, sede de la principal escuela médica de la época, Simón de Cavino testifica que a pesar del gran número de médicos y estudiantes que allí había, muy pocos sobrevivieron al azote de la peste.
    En cuanto al clero, la mortandad varió según el rango. La única excepción a esta regla fue la muerte de un tercio de los cardenales, pero ello se debió más bien a que se encontraban concentrados en la corte papal en Avignon. Entre los obispos se calcula que murió uno de cada veinte; en cambio los sacerdotes sufrieron igual que el pueblo llano, aunque en muchos lugares abandonaron sus deberes y huyeron por miedo al contagio. Por una extraña y siniestra coincidencia, en Inglaterra murieron sucesivamente el arzobispo de Canterbury, en agosto de 1348, su sucesor en mayo de 1349, y el siguiente candidato tres meses más tarde. Suponemos que pocos estarían dispuestos a ocupar el más alto cargo eclesiástico de Inglaterra después de esta cadena de muertes.
    Los funcionarios públicos y las personas con cargos en el gobierno tampoco se vieron perdonados por la peste y su pérdida contribuyó a generalizar el caos. En Siena murieron cuatro de los nueve miembros de la oligarquía gobernante. En Francia murieron un tercio de los notarios reales y como resultado la recogida de impuestos se vio afectada de tal manera que Felipe VI sólo pudo recaudar una parte del subsidio que le habían concedido los Estados Generales en el invierno de 1347-48.
    Los campesinos caían muertos en los campos, en los caminos o en sus casas, y los que sobrevivían se hallaban presos de una apatía total, dejando el trigo maduro sin segar y el ganado desatendido. Esto ponía en peligro la economia del siglo, que dependía de la cosecha de cada año para comer y para hacer la siembra del año siguiente. La disminución alarmante de la mano de obra bien pronto se hizo patente y acarrearía graves problemas que examinaremos más adelante. «Quedaron tan pocos siervos y trabajadores que nadie sabía a quien pedir ayuda» escribió Knigbton. La idea de . un futuro sin futuro -valga la redundancia- creó un sentimiento de demencia y desesperación. Un cronista bávaro cuenta que «los hombres y las mujeres deambulaban como si estuviesen locos y dejaban que su ganado se perdiese porque ya nadie quería preocuparse por el futuro».
    En cierto modo la respuesta emocional de la gente se vio embotada ante tanto horror y, tal como escribió otro testigo de la catástrofe: «En aquellos días había entierros sin pena y matrimonios sin amor».


    TE SUMINISTRARE LOS SACRAMENTOS PARA QUE TUS PECADOS SEAN PERDONADOS POR EL SEÑOR

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    Walia, 19 Ene 2012

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    Intentos de explicación de la peste
    Se desconoce qué fue lo que causó esta epidemia, la más terrible de la historia, pero ahora se cree que su origen geográfico no estuvo en China, sino en algún lugar de Asia Central y que desde allí se extendió por la ruta de las caravanas hasta llegar al mar Negro y luego a Europa. El origen chino fue una noción equivocada del siglo XIV, basada en informes verdaderos pero retrasados que se referían a las grandes calamidades ocurridas en China -peste, hambre e inundaciones- a principios de la década de 1330, demasiado pronto por tanto para estar relacionadas con la peste que aparece en la India en 1346. El enemigo fantasma no tenía nombre y sólo empezó a conocérsele como la peste negra en citas posteriores. Durante la primera eclosión de la epidemia se le nombra como la gran mortandad o la peste a secas. Para empeorar las cosas llegaban a los oídos de los atemorizados europeos relatos desde Oriente en los que se hablaba de furiosas tempestades de fuego que arrasaban todo lo que encontraban a su paso, yse decía que los vientos provocados por estas lluvias de fuego eran los que habían traído la peste a Europa. También se culpó al terremoto antes mencionado de liberar gases pestilentes y sulfurosos del interior de la tierra; o bien se decía que la epidemia era la evidencia de una lucha titánica entre los planetas y los océanos, cuyo resultado había sido la evaporación de grandes masas de agua, lo que había hecho morir millones de peces que con su olor putrefacto habían corrompido el aire. Como se ve, todas estas explicaciones tenían en común el factor del aire envenenado, de las espesas nieblas y de las malignas influencias de los planetas.
    El misterio del contagio era el más temible de los terrores. La gente se dio cuenta rápidamente de que la enfermedad se propagaba por el contacto con los enfermos, con sus ropas o sus cadáveres y también con sus casas. ¿Cómo? y ¿por qué? eran las preguntas claves que nadie acertaba a responder.
    Gentile da Foligno, doctor en Medicina por la Universidades de Bolonia y Padua, se aproximó al concepto de infección respiratoria cuando afirmó que mediante la respiración se introducía materia venenosa en la persona. Pero al desconocer la existencia de los microbios, dedujo que el aire estaba envenenado por influencias planetarias. La desesperada búsqueda de explicaciones dio lugar a teorías tan peregrinas como la del contagio por la vista; pero tampoco debemos reír demasiado si pensamos solamente en los intentos que recientemente se han llevado a cabo para explicar el envenamiento del aceite de colza. Los médicos medievales, luchando con la evidencia, no podían desdeñar los términos y límites de la astrología, a la que creían estaba sujeto todo ser humano. La medicina era quizás el único aspecto de la vida medieval que escapaba al dominio de la doctrina cristiana, en parte debido a la gran influencia a que sobre ella tenía el mundo árabe. Guy de Chauliac, que fue médico de tres papas, practicaba de acuerdo con el Zodíaco.
    En octubre de 1348, Felipe VI pidió a la Facultad de Medicina de París que se definiese sobre las causas que habían provocado la temible epidemia de la peste, que parecía amenazar con el exterminio de la Humanidad. Con cuidadosas tesis, antítesis y pruebas, los doctores dictaminaron que su origen se debía a una triple conjunción de Saturno, Júpiter y Marte en el grado cuarenta de Acuario, ocurrida el veinte de marzo de 1345. Este veredicto se convirtió en la versión oficial y fue reproducido y traducido a diversos idiomas, llegando a ser aceptado incluso por los médicos árabes de Córdoba y Granada.
    Naturalmente se intentaron llevar a cabo algunas medidas destinadas a la curación de los enfermos, pero casi todas ellas iban muy mal encaminadas. Los médicos efectuaban tratamientos destinados a sacar veneno e infección del cuerpo, sangrando, purgando con lavativas, cortando o cauterizando los bubones o aplicando compresas calientes. Se recetaban también pócimas que contenían especias raras y polvo de esmeraldas o perlas, siguiendo la teoría, no desconocida en la medicina moderna, de que la sensación de curación de un paciente es directamente proporcional al coste del tratamiento. El único caso de medicina preventiva lo tenemos en la manera en que Guy de Chauliac, médico de Clemente VI, aisló al supremo pontifice en sus apartamentos del palacio papal de Avignon, prohibiéndole terminantemente que recibiera visitas y haciéndole sentar en medio de dos grandes fuegos durante' todo el caluroso verano provenzal. El aislamiento y el calor infernal que reinaba en las habitaciones papales contribuyeron sin duda a. espantar las pulgas.
    A nivel popular se aconsejaba a diestro y siniestro, desde lavarse la boca y nariz con vinagre y agua de rosas, hasta frecuentar las letrinas, siguiendo la teoría de que los malos olores eran eficaces contra la peste. En una aldea se podia ver a sus habitantes danzando y cantando continuamente al son de flautas y tambores. Si se les preguntaba que por qué lo hacían, respondían que confiaban en mantenerse inmunes a la peste mediante la alegría que demostraban con el baile. No sabemos si realmente lo consiguieron.
    MI VIDA PORQUE NO HUIMOS DE LA CIUDAD VEN COMMIGO OLVIDA TUS VOTOS ,SEAMOS FELICES
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    La psicosis del «Castigo de Dios» y sus consecuencias
    Para la gente en general sólo podía haber una explicación para la peste: la ira de Dios. Los planetas podían satisfacer a los doctores cultos, pero Dios estaba más cerca de la mente del hombre normal. Marco Villani comparó la peste con el Diluvio, y en realidad estaba convencido de que se trataba del fin del mundo. El mismo Papa contribuyó a fomentar esta creencia del castigo divino cuando en una bula de septiembre habló de la «Pestilencia con la que Dios está castigando a sus gentes». Era lógico que la ausencia aparente de una causa material diese a la epidemia una cualidad siniestra y sobrenatural, de modo que por toda Europa surgieron leyendas que simbolizaban a la peste en la forma de una doncella que entraba en las casas para llevarse a sus habitantes.
    Por otro lado, la aceptación general de que se trataba de un castigo divino creó un extenso sentido de culpabilidad, porque para recibir tamaño castigo se tenía que haber cometido un crimen horrible. ¿Qué pecados habia en la conciencia del hombre del siglo XIV? En realidad, todos -codicia, avaricia, usura, materialismo, adulterio, blasfemia, falsedad, lujuria, etc.- porque cuando más se acercaba el final de la Edad Media, anunciándose el hombre moderno, más se alejaban las personas de las doctrinas cristianas.
    Los esfuerzos para apaciguar la ira divina tomaron muchas formas, como cuando la ciudad de Ruan decidió prohibir todo aquello que pudiese ofender al Señor, como el juego, la bebida y las blasfemias. En todas partes se organizaron procesiones de penitencia, algunas de las cuales reunían a miles de personas y duraban hasta tres días. Estas procesiones acompañaron el avance de la peste, al tiempo que servían para aumentar el contagio. Cuando se hizo evidente esto último, fueron prohibidas por el Papa.
    Algunos cronistas de la época se vieron desilusionados, pues creían que con el castigo divino de la peste mejoraría el comportamiento moral de las gentes. En general ocurrió todo lo contrario. Tal y como había ocurrido en la epidemia que asoló Atenas en el 430 a. C., según la narración de Tucídides, la gente se volvió más amoral como consecuencia del sufrimiento, y el comportamiento más licencioso. La anécdota de los fabricantes de dados para el juego, que a raíz de la peste se dedicaron a fabricar cuentas para rosarios, fue sólo eso, una anécdota.

    OREMOS PARA QUE LA PESTE SEA EL ANUNCIO DE LA VENIDA DEL AINTICRISTO Y EL TRIUNFO DEL CORDERO DE LA PROVIDENCIA
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    Walia, 19 Ene 2012

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    l miedo al contagio
    Existen cierto tipo de calamidades -terremotos, incendios- que parecen sacar a flor de piel los mejores sentimientos de las personas hacia sus semejantes. No es éste el caso de una enfermedad contagiosa como la peste, que no favorece en modo alguno la solidaridad. La gente tendia a evitar el contacto con sus semejantes.
    Agnolo di Tura, un cronista de Siena, recoge magistralmente este miedo que se apoderó de todos anulando cualquier otro instinto; «El padre abandona al hijo» -nos cuenta-, «la mujer al marido, un hermano a otro, porque esta plaga parecía comunicarse con el aliento y la vista. Y asi morían. Y no se podía encontrar a nadie que enterrase a los muertos ni por amistad ni por dinero ... Y yo, Agnolo di Tura, llamado el Gordo, enterré a mis cinco hijos con mis propias manos, como tuvieron que hacer muchos otros al igual que yo».
    "E non sonavano campane, e non si piangeva persona, fusse che danno si volesse, che quasi ogni persona aspettava la morte; e per sì fatto modo andava la cosa, che la gente non credeva, che nissuno ne rimanesse, e molti huomini credevano, e dicevano: questo è fine Mondo". (Agnolo di Tura)
    Citemos también el testimonio de un monje franciscano en Sicilia quien dice: «Los magistrados y notarios se niegan a venir a hacer el testamento de los agonizantes, y ni siquiera los sacerdotes quieren acudir a escuchar confesión», También encontramos parecidos testimonios en Inglaterra, donde para aliviar las perspectivas de una muerte sin los últimos ritos -no sólo por causa de negligencia del sacerdote, sino porque muchas muertes eran repentinas- un obispo dio permiso a los laicos para que se confesasen entre si, «como hacían los apóstoles», y si ningún hombre estaba presente, incluso podía efectuar la confesión una mujer, y si no encontraba a ningún sacerdote para administrar la Extremaunción, «entonces la fe debe bastar», El mismo Papa Clemente VI se vio obligado a garantizar el perdón de los pecados a los que morían de peste, dado que tantos fueron desatendidos por los sacerdotes, «Y no doblaban las campanas» cuenta un cronista de Siena, «y nadie lloraba, no importa cuán grande su perdida, pues todos esperaban la muerte». Guy de Chauliac, observador serio y meticuloso, nos confirma la misma opinión: «El padre no visitaba al hijo, ni el hijo al padre. La caridad había muerto».
    Pero también hubo excepciones. En Paris, según Jean de Venette, las monjas del Hotel Dieu, «no teniendo miedo a la muerte, atendían a los enfermos con toda dulzura y humildad». Las que morían eran sustituidas por otras, hasta que la mayoría «descansaron en paz con Cristo».
    Las manifestaciones de insolidaridad se produjeron no solamente entre las personas sino entre regiones y países. Así cuando la plaga entró en el norte de Francia, asentándose en Normandía, y, frenada por el invierno, concedió una falsa tregua a Picardía. Un monje de la abadía de Fourcament cuenta que «entonces la mortandad era tan grande entre las gentes de Normandía que los de Picardía se burlaban de ellos». Fue por poco tiempo, desde luego. La misma reacción la encontramos en los escoceses, que también gracias al invierno gozaban de una tregua frente a la peste que provenía de Inglaterra. Encantados de saber que una enfermedad misteriosa estaba diezmando a las gentes del sur, reunieron un ejército para invadirles. Pero antes de que se pusiesen en movimiento la peste cayó sobre ellos, matando a la mayoría mientras que los supervivientes huían del pánico, diseminando la enfermedad por toda Escocia.
    En muchas ciudades se ordenaron estrictas. medidas de cuarentena para evitar el contagio. Tan pronto como Pisa y Lucca fueron infectadas, la vecina ciudad de Pistoia prohibió que ninguno de sus ciudadanos que estuviese de viaje en las ciudades afectadas volviese a casa, y asimismo prohibió la importación de lino y de lana. El Dux y el consejo de Venecia ordenaron que se enterrase a los muertos en las islas y a una profundidad mínima de cinco pies, y organizaron un servicio de barcazas para transportar los cadáveres. Polonia estableció la cuarentena en sus fronteras, lo que proporcionó una relativa inmunidad. En Milán el arzobispo Giovanni Visconti tomó medidas draconianas de acuerdo con el estilo de su familia; ordenó que las tres primeras casas en las que apareció la peste fueran tapiadas con sus ocupantes dentro, quedando sanos, enfermos y muertos encerrados en una misma tumba común. No se sabe si por la prontitud de sus medidas o por fortuna, Milán escapó con pocas muertes a la plaga.
    Por otra parte se tuvieron que tomar medidas para paliar en lo posible la desmoralización de la gente, de manera que muchas ciudades prohibieron que tocasen las campanas en señal de duelo o que se pregonasen los fallecimientos como era costumbre. La ciudad de Siena impuso multas a todo aquel que llevase luto, con la única excepción de las viudas.
    OSMUND MI AMADO MONJE, PORQUE ME DEJASTE PORQUE ME TRAICIONASTE

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    Walia, 19 Ene 2012

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    Las sectas flagelantes
    Para entonces otra voz se estaba alzando contra los judíos. Los flagelantes habían hecho acto de aparición. Como súplica desesperada a la piedad de Dios, su movimiento surgió en un espasmo repentino que recorrió Europa con la misma rapidez que la peste.
    La autoflagelación pretendía expresar remordimiento y expiar los pecados de la comunidad. Como forma de penitencia era muy anterior a la peste, pero nunca había tenido el auge que consiguió gracias a la plaga.
    Organizados en grupos de doscientos o trescientos y a veces más -los cronistas mencionan hasta mil- iban de ciudad en ciudad, desnudos hasta la cintura, azotándose con látigos de cuero que acababan en púas de hierro. Mientras gritaban pidiendo perdón a Dios y piedad a Cristo y a la Virgen, las gentes de la ciudad en cuestión lloraban y se lamentaban con ellos. Estas bandas hacían funciones regulares tres veces al día, dos en público en la plaza de la iglesia y otra en privado. Organizados bajo el mando de un maestro laico durante un período de tiempo prefijado, que normalmente era de 33 días y medio para representar los años de Cristo en la Tierra, a los participantes se les exigía obediencia al maestro y mantenerse a sí mismos mediante el pago de una cantidad de dinero fijada de antemano.
    Tenían prohibido bañarse, afeitarse, cambiarse de ropa, dormir en camas y hablar o tener relaciones sexuales con mujeres sin el permiso del maestro. Evidentemente esto último no se cumplía ya que los flagelantes fueron acusados más tarde de celebrar orgías en las que se mezclaban los azotes con el sexo; un buen caldo de cultivo para sadomasoquistas. Las mujeres acompañaban a los grupos en secciones separadas, a la retaguardia. Si una mujer o un sacerdote entraban en el círculo donde se estaba celebrando la ceremonia de la flagelación, el acto de penitencia se consideraba nulo y debía comenzar de nuevo.
    El movimiento era básicamente anticlerical, porque los flagelantes estaban usurpando el papel de los sacerdotes como intermediarios ante la justicia divina. Extendiéndose a través de los estados alemanes, esta nueva plaga avanzó hacia Flandes, los Países Bajos y Picardía, llegando hasta Reims. Centenares de bandas vagaban por estas tierras, entrando en nuevas ciudades cada semana. Los habitantes les recibían con reverencia, doblando las campanas de las iglesias y les ofrecían alojamiento en sus casas. Les llevaban a los niños enfermos para que los curasen y empapaban paños en la sangre de los flagelantes que después se aplicaban en los ojos y que conservaban como reliquias. Muy pronto los flagelantes marcharon tras magníficas enseñas bordadas en terciopelo y oro por mujeres entusiastas.
    Creciendo en arrogancia, se mostraron en abierto antagonismo con la Iglesia. Los maestros asumieron el derecho de oír confesión ya conceder la absolución e imponer penitencia, lo cual amenazaba la autoridad eclesiástica. Los sacerdotes que intervenían oponiéndose a ellos eran lapidados y se incitaba al populacho a que tomase parte en estas lapidaciones. Empezaron a ser temidos como una fuente de fermento revolucionario y una amenaza a la clase propietaria, tanto laica como religiosa. El emperador Carlos IV pidió al Papa que suprimiese a los flagelantes y a ello se sumó la petición de la Universidad de París. Sin embargo, incluso en Avignon, varios cardenales se oponían a que se tomasen medidas contra ellos, quizá porque no estaban completamente seguros de si el movimiento recién surgido tenía el respaldo divino o no. Mientras tanto los flagelantes habían encontrado una nueva víctima. En cada ciudad donde entraban se dirigían al barrio judío seguidos por el populacho, aullando venganza contra los «envenenadores de pozos». En Friburgo, Augsburgo, Nüremberg, Munich, Könisberg, en otros centros los judíos fueron masacrados con una meticulosidad que parecía buscar el total exterminio de la raza. En Worms, en marzo de 1349, la comunidad judía, compuesta por unas cuatrocientas personas, volvió a una antigua tradición quemándose dentro de sus hogares, antes que ser muertos por sus enemigos. La comunidad más numerosa de Frankfurt am Maine siguió el mismo ejemplo, propagándose el incendio a gran parte de la ciudad. En Colonia, el consejo de la ciudad repitió el argumento del Papa de que los judíos eran víctimas de la peste como todo el mundo, pero los flagelantes reunieron una muchedumbre «de esos que no tienen nada que perder» y se entregaron a su labor de matanzas y saqueos. En Maínz, que contaba con la comunidad judía más importante de Europa, sus miembros se decidieron por fin a defenderse. Con armas recogidas de antemano mataron a doscientas personas del populacho, un acto que sólo sirvió para aumentar la matanza por parte de los ciudadanos, enfurecidos por la muerte de cristianos. Los judíos lucharon hasta que se vieron perdidos. Entonces se encerraron en sus casas y les prendieron fuego. Se dijo que seis mil perecieron en Mainz aquel 24 de agosto de 1349. Pero el exterminio total es raro en la Historia. Algunos grupos se salvaron mediante la conversión y el principe Ruperto del Palatinado, junto con otros príncipes, protegió a grupos de refugiados. El duque Alberto II de Austria fue uno de los pocos gobernantes que tomó medidas eficaces para proteger a los judíos en su territorio. Los últimos progroms tuvieron lugar en Antwerp y en Bruselas, donde toda la comunidad judía fue exterminada en diciembre de 1349. Cuando acabó la peste quedaban muy pocos judíos en Alemania y los Países Bajos.
    Por esas fechas la Iglesia ya estaba decidida a asumir el riesgo de actuar contra los flagelantes. Los magistrados ordenaron que se les cerrasen las puertas de las ciudades. Clemente VI, en una bula de octubre de 1349, pedía que se les dispersase o detuviese; la Universidad de París negó su pretensión de inspiración divina y Felipe VI rápidamente prohibió la flagelación en público bajo pena de muerte. Las autoridades locales persiguieron a los «maestros del error» atrapándolos, colgándolos y decapitándolos .. Los flagelantes se desbandaron y huyeron «desapareciendo tan rápidamente como habían surgido», escribió Enrique de Hereford, «como fantasmas nocturnos o espíritus burlones». En algunas partes quedaron algunas bandas, no siendo suprimidas totalmente hasta 1357.
    Como espíritus sin hogar los judíos fueron regresando lentamente desde el Este de Europa donde se habían refugiado, pero volvieron en peores condiciones y más segregados que antes. El mito del envenenamiento y sus masacres habían convertido la imagen del judío malvado en un estereotipo. El período de florecimiento medieval de los judíos había acabado y las murallas del «ghetto» aunque no físicas, ya se habían levantado.

    Repercusiones sociales y económicas de la peste
    ¿Cuál era la condición humana después de la peste? Simón de Covino creía que la peste había tenido un efecto lamentable sobre la moral, «disminuyendo la virtud en todo el mundo». Gilles li Muisis por el contrario, pensaba que se había mejorado la moral pública porque muchas parejas que antes vivían en concubinato ahora estaban casadas, aunque esto se debió en realidad a las nuevas ordenanzas municipales. La tasa de matrimonios creció indudablemente, aunque no por amor. Muchos aventureros se aprovecharon de las huérfanas para ganar inmensas fortunas en forma de dotes, de tal manera que la oligarquía de Siena prohibió el matrimonio de las huérfanas sin el consentimiento de la familia. En Inglaterra Piers Plowman se lamentaba de la gran cantidad de parejas que se habían casado desde la peste «por ansias de riquezas y contra los sentimientos naturales» uno de cuyos resultados, según él, fue el gran número de matrimonios estériles. Quizá esta conclusión de Plowman es la moraleja de un moralista más que la realidad, puesto que otro cronista, Jean de Venette, afirma exactamente lo contrario, que los matrimonios que siguieron a la plaga tuvieron descendencia muy numerosa. Esto también puede ser un intento de buscar un alivio a la merma de población tras la peste.
    La gente no mejoró a consecuencia de la epidemia. tal como hubiese esperado Matteo Villani, quien decía que la ira de Dios debía convertirles en «mejores hombres, humildes, virtuosos y católicos». En lugar de ello «olvidaron el pasado como si nunca hubiese existido y se entregaron a una vida más desvergonzada y desordenada que la que llevaban antes».
    Debido a la abundancia de bienes y alimentos y a la escasez de consumidores los precios se hundieron y los supervivientes de la peste se entregaron a una orgía salvaje de despilfarro. Los pobres se mudaron a casas abandonadas, dormían en camas y comían en servicio de plata; los campesinos se apoderaban de las tierras que nadie reclamaba, así como del ganado, incluso de lagares, forjas o molinos que habían quedado sin dueño y de muchas otras cosas que nunca antes habían poseído. El comercio se había reducido pero había aumentado el nivel de líquido dado que había menos personas para repartirlo.
    El comportamiento de las personas se volvió más despiadado y cruel, como ocurre a menudo tras un período de violencia y sufrimiento. Se culpó de ello a los advenedizos y nuevos ricos que presionaban desde abajo. Siena renovó sus leyes suntuarias en 1349 porque muchas personas aparentaban mayor rango del que les correspondía por nacimiento u ocupación. Un estudio de las recaudaciones de impuestos después de la peste nos indica que aunque la población estaba diezmada, las proporciones sociales seguían siendo las mismas.
    Debido a los intestatos, las propiedades sin herederos, y las disputas en torno a tierras y edificios, se levantó una furiosa tormenta de litigios, agravada por la escasez de notarios. Los colonos o la Iglesia se apoderaron de los terrenos y propiedades abandonadas. El fraude y la extorsión practicada por los tutores sobre los huérfanos se convirtió en un escándalo generalizado.
    El resultado más obvio e inmediato de la peste negra fue naturalmente la disminución de la población, que debido a las guerras, el bandolerismo y nuevos brotes de la plaga, declinó todavía más hacia finales del siglo XIV. La peste en sí fue una maldición para el siglo, que bajo la forma de su bacilo almacenado en los transmisores -ratas y pulgas- surgió seis veces más en los siguientes sesenta años. Después de matar a los más susceptibles de contagio, con un considerable aumento de la mortandad infantil en las últimas fases, remitió por fin, dejando a Europa con una población reducida en casi un cincuenta por ciento para finales del siglo. Baste decir, como ejemplo, que la ciudad de Beziers, en el sur de Francia, contaba con catorce mil habitantes en 1304 mientras que un siglo más tarde sólo tenía cuatro mil. Las florecientes ciudades de Carcasona y Montpellier quedaron reducidas a sombras de su prosperidad pasada, al igual que Ruan, Arrás, Laon y Reims en el norte. Al disminuir el número de personas que podían pagar impuestos, los gobernantes aumentaron su cuantía, lo que provocó el resentimento popular, que iba a estallar repetidas veces en las décadas posteriores a la peste.
    Los valores relativos de tierra y trabajo se vieron completamente alterados. Los terratenientes, en un intento desesperado de mantener sus tierras cultivadas, reducían las rentas que debían pagar los campesinos o incluso llegaban a anularlas totalmente. Más valía no tener beneficios que no ceder de nuevo los terrenos a la Naturaleza. Pero a pesar de todo, dada la gran mortandad, las tierras cultivadas disminuyeron forzosamente, y los terratenientes empobrecidos desaparecieron abandonando sus mansiones y castillos para unirse a las bandas de mercenarios que iban a ser la maldición de los años siguientes.
    Cuando debido a la disminución en la población activa, disminuyó también la producción, los bienes y alimentos de todo tipo comenzaron a escasear y los precios se dispararon. En Francia se cuadruplicó el precio del trigo en 1350. Al mismo tiempo, con la escasez de la mano de obra vino el mayor malestar social bajo la forma de demandas concertadas de aumentos salariales. Tanto los campesinos como los obreros, artesanos, escribas y sacerdotes descubrieron el valor de ser pocos. En el curso del año que siguió al primer gran brote de la peste, los trabajadores textiles de St. Omer habían conseguido tres aumentos de sueldo seguidos, y los alfareros de Amiens reclamaban subidas por el estilo. En muchos gremios los artesanos se declararon en huelga pidiendo más dinero y menos horas de trabajo.
    En una época en la que el orden social se consideraba inamovible, acciones de ese tipo eran revolucionarias. La respuesta de los gobernantes fue la represión instantánea. En un esfuerzo por mantener los salarios al mismo nivel que antes de la peste, los ingleses promulgaron una ley en 1349 ordenando a todo el mundo trabajar por los mismos salarios que regían en 1347. Un estatuto francés de 1351, más realista, y aplicado a la región de Paris, permitía una subida de los salarios que no excediese en más de un tercio al nivel anterior; se fijaron además los precios y se regularon los beneficios de los intermediarios, y para aumentar la producción se ordenó que los gremios no fuesen tan estrictos en las restricciones acerca del número de aprendices y que se acortase el período de tiempo necesario para llegar a ser maestro artesano. Pero aun así, los conflictos laborales habían comenzado y los viejos lazos de unión medievales entre señor y campesino, noble. y artesano, se empezaban a aflojar y se irían repitiendo las luchas a lo largo de lo que quedaba del malhadado siglo XIV. Por un lado la educación sufrió seriamente debido a las pérdidas que la peste produjo en el clero, que como se recordará, constituía la casi totalidad de la clase docente en la Edad Media. En Francia, de acuerdo con Jean de Venette, «pocos se encontraban en las casas, villas o castillos que pudiesen enseñar gramática a los niños». Para ocupar los puestos vacantes la Iglesia ordenaba sacerdotes a mansalva; muchos de ellos, hombres que habían perdido a sus familias en la epidemia y que buscaban en los hábitos un refugio y que apenas sabían leer y escribir.
    Por un impulso contrario, se estimuló la creación de universidades como medio para conservar los conocimientos y la cultura, gravemente amenazados por la peste. Especialmente el emperador Carlos IV, un intelectual, se preocupó de la posible desaparición .del saber debido a la «loca rabia de la muerte pestilente» -según sus palabras- que había asolado al mundo. Fundó la Universidad de Praga en el año 1348, el mismo de la peste, y en los cinco años siguientes dio el respaldo imperial a las universidades de Orange, Perugia, Siena, Pavía y Lucca. En estos mismos años tres nuevos colegios universitarios fueron creados en Cambridge -Gonville Hall, Trinity Hall y Corpus Christi- aunque la causa de estas fundaciones no siempre fuese el amor a la cultura. El Corpus Christi fue creado en 1352 porque las tarifas de las misas de difuntos habían subido de tal modo después de la peste que dos gremios de Cambridge decidieron establecer un colegio universitario cuyos doctores se encargasen, en su calidad de sacerdotes, de orar por los difuntos de ambas corporaciones.
    De todas maneras, las universidades también sufrieron el peso de la epidemia y en Oxford se escuchaban lamentaciones en los sermones por la falta de alumnos, mientras que en Bolonia, veinte años después de la plaga, el gran Petrarca se dolía en una serie de cartas tituladas «Sobre cosas viejas»: donde antes no había «nada más alegre en el mundo ni más libre», ahora casi ninguno de los antiguos grandes maestros quedaba con vida, y en lugar de tan grandes genios «una ignorancia universal se había apoderado de la ciudad». Aunque hay que reconocer que de esto no sólo era culpable la peste, sino también la guerra y otros problemas.
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    Walia, 19 Ene 2012

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    El jubileo de 1350 y la Iglesia tras la peste
    El sentimiento de pecado producido por la peste encontró alivio en la indulgencia plenaria ofrecida en el año del Jubileo de 1350 para todos aquellos que emprendiesen la peregrinación a Roma. El Jubileo, establecido por Bonifacio VIII en 1300, en principio estaba destinado a tener lugar cada cien años, pero el primero constituyó un éxito. tan grande -visitaron, según las crónicas, dos millones de peregrinos la Ciudad Santa- que Roma, empobrecida por la marcha de la corte papal a Avignon, rogó a Clemente VI que acortase el intervalo a cincuenta años. El Papa era de la opinión de que «un pontífice debe hacer feliz a sus súbditos» y les concedió lo que pedían. Así en 1350 los peregrinos se agolparon en los caminos que llevaban a Roma y se dijo que cada día entraron o salieron de la ciudad cinco mil personas. En cuanto a la Iglesia, emergió de la peste más rica y mas impopular que antes. Cuando todos estaban amenazados por la muerte repentina y con la perspectiva de irse al otro mundo en estado de pecado, el resultado fue un flujo de donaciones a instituciones religiosas tal y como no se había conocido hasta entonces. El convento de St. Germain L'Auxerrois, por ejemplo, recibió cuarenta y nueve herencias en seis meses, comparadas con las setenta y ocho de los ocho años anteriores. En Florencia la Compagnia de San Michele recibió trescientos cincuenta mil florines en concepto de limosnas para los pobres, aunque en este caso se acusó a los dirigentes de la compañía de usar el dinero para sus propios fines, a lo que ellos alegaron que los pobres y necesitados ya no necesitaban el dinero porque estaban muertos.
    Enriquecidas por los donativos, las órdenes religiosas levantaron más animadversión de la que ya había contra ellas. Cuando Knighton se hace eco del fallecimiento de ciento cincuenta franciscanos, víctimas de la peste, en Marsella, añade «bene quidem» (buena cosa); y de los siete frailes que sobrevivieron de ciento sesenta que había en Maguelonne escribió «y con esos hubo bastante». Las órdenes mendicantes no podían ser perdonadas por abrazar el culto al dinero. Así la peste aceleró el descontento con la Iglesia, en el momento en que la gente necesitaba más apoyo espiritual. Clemente VI, al que no podemos llamar un hombre espiritual, se impresionó lo bastante con el mal comportamiento del clero durante la peste como para estallar furioso contra sus prelados. que le pedían en 1351 que aboliese las órdenes mendicantes. «Si lo hiciese» -replicó el Papa- «¿Qué podríais predicar a la gente? Si es sobre humildad, vosotros sois los más orgullosos del mundo, creídos y pomposos. Si es sobre pobreza, sois tan codiciosos que todos los beneficios os parecen poco. Si es sobre la castidad -pero no hablaremos de esto, porque Dios sabe lo que hace cada hombre y cómo algunos de vosotros satisfacéis vuestros deseos.» Con esta triste opinión de sus clérigos falleció el Papa un año después. «Cuando los que tienen el título de pastores hacen el papel de lobos, la herejía crece en el jardín de la Iglesia», escribió Lothar de Sajonia.

    Tras la peste
    Los supervivientes de la peste negra se encontraron con que no habían sido exterminados, pero tampoco habían mejorado, y por ello no podían encontrar un propósito divino en todo lo que habían sufrido. Si un desastre de esa magnitud era un pacto caprichoso de Dios o sencillamente no era obra divina, entonces todos los valores absolutos del hombre medieval se tambaleaban. Las mentes que se atrevían a hacerse estas reflexiones no podían volver atrás. El giro hacia la conciencia individual. Quedaba en el horizonte. En este punto la peste puede haber sido uno de los precipitantes del nacimiento del hombre moderno.
    Pero entonces sólo dejó miedo, tensión y tristeza. Aceleró la conmutación de los servicios laborales en las tierras y profundizó el antagonismo entre ricos y pobres. Aumentó la hostilidad humana.
    El estado de la Europa medieval después de la peste queda reflejado en el caso particular de Siena, que perdió la mitad de su población y donde se abandonaron las obras de la Gran Catedral -que iba a ser la mayor del mundo- para no reanudarse nunca más debido a la falta de mano de obra, de maestros masones y a la melancolía y pena de los supervivientes.


    TENEMOS QUE QUEMAR A TODOS LOS QUE HAN PACTADO CON SATANAS
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    Walia, 19 Ene 2012

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    Sin exagera la serie de spartacus es la mejor serie que he visto

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    Walia, 24 Mar 2012

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    Espartaco: Sangre y Arena
    [SUP]1[/SUP] (título original en inglés Spartacus: Blood and Sand) es una serie de televisión que presenta de manera novelada la vida del famoso gladiador rebelde Espartaco. Allí también se muestra la vida y peripecias de sus compañeros gladiadores y de los romanos más próximos a Espartaco. Se rodó en Nueva Zelanda y destaca por la numerosa aparición de efectos digitales muy similares a los vistos en la película 300.

    Cabe destacar la gran cantidad de violencia y sangre en la serie, además de numerosas mutilaciones. También hay gran cantidad de desnudos explícitos y escenas de sexo.
    La primera temporada consta de 13 episodios de alrededor de 55 minutos cada uno que se comenzaron a emitir el 22 de enero de 2010. La serie fue renovada para hacer la segunda temporada; sin embargo, Andy Whitfield (quien interpreta a Spartacus), le fue diagnosticado un linfoma no-Hodgkin y requirió un tratamiento agresivo para erradicarlo, aunque sin éxito. Murió el 11 de septiembre de 2011 en Sídney.[SUP]2[/SUP] Su sustituto para la 2ª temporada será Liam McIntyre. Durante el 2011 se terminó la filmación de una precuela de la serie titulada Spartacus: Gods of the Arena («Espartaco: Dioses de la Arena»), que ya se ha emitido en varios países y actualmente se emite en Canal+ España.
    La 2ª temporada se llamará Spartacus: Vengeance («Espartaco: La venganza») y, según ha confirmado la cadena Starz, se estrenará en 2012.
     
    Walia, 24 Mar 2012

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    En la primera temporada de Spartacus: Blood and Sand, Espartaco —Andy Whitfield— es un guerrero tracio que se alía junto a los romanos para proteger su hogar de las invasiones bárbaras. Llegados a un punto Espartaco y sus compañeros creen que no reciben el trato que se merecen ya que las estrategias de guerra dejan sin protección sus hogares. Debido a esto deserta y es tomado primero como prisionero por un legionario Claudio Glabro Crasso —Craig Parker— y obligado después a luchar como gladiador en la arena separándole de su mujer.

    Allí es vitoreado por el publico debido a su fiereza y uno de los dueños de una escuela de gladiadores —ludus— llamado Batiato —John Hannah— decide comprarlo por un precio módico como esperanza de que devuelva la gloria a su ludus en horas bajas. Al principio Espartaco se resiste a colaborar con Batiato y su único objetivo es reunirse con su mujer Sura —Erin Cummings—. Batiato decide prometer a Espartaco que la traerá al ludus y trabajará como esclava para Lucrecia —Lucy Lawless—, la mujer de Batiato, aunque después de su muerte, el gladiador decide centrarse en ganar la gloria que Batiato tanto desea.
    Como gladiador conoce a Crixo —Manu Bennett— galo y actual campeón de Capua con el que rivaliza desde el primer momento. También conoce a Varro —Jai Courtney— un aliado que se convierte en amigo y que está allí debido a que quiere pagar deudas de juego y reunirse con su esposa. Doctore —Peter Mensah— es el jefe y entrenador de los gladiadores y es el único que se ha enfrentado a Theocles y ha sobrevivido. Ashru ayudante y hombre de confianza de Batiato que goza de ciertos privilegios.
    Pero también se preparan tramas que implican a los ciudadanos; Lucrecia está enamorada de Crixo, Ilitía —Viva Bianca—, esposa de Glabro Craso, es amiga íntima de Lucrecia y empieza a sentir atracción hacia Espartaco al igual que Licinia —Brooke Harman—, amiga común. Por su parte Batiato desea hablar con el magistrado Calavio —John Bach— para ocupar un puesto de importancia a nivel local, pero al rechazarle éste decide tomar una decisión drástica.
    La temporada termina con la preparación de una revolución que empieza en laudo de Batiato.
     
    Walia, 24 Mar 2012

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    №#TítuloDuración minutosDirectorEscritorFecha de estreno originalFecha y hora de estreno en EspañaCódigo
    producción
    Audiencia en USA (millones)
    Audiencia en España[SUP]1[/SUP]
    11«The Red Serpent»
    La serpiente roja
    57Rick JacobsonSteven S. DeKnight22 de enero de 201023 de febrero de 2011 21:30CETSPS1010.66
    2 100 mil 10.7% deaudiencia
    Un guerrero tracio y sus compañeros guerreros se alían con Roma para proteger su hogar. Pero pronto se muestran descontentos con los romanos cuando las estrategias de guerra de estos deja sus hogares sin protección de los bárbaros invasores. El guerrero lidera una rebelión y abandona las filas romanas para volver a su pueblo y con su mujer. Los invasores atacan y él y su mujer escapan, pero son capturados por los romanos. La mujer del guerrero, Sura, es forzada a ejercer de esclava y él y los otros son llevados a la arena en Capua para matarlo publicamente por losgladiadores donde prueba su valía y se le da el nombre de Spartacus. En la lucha en la arena contra varios gladiadores sale victorioso y por el clamor popular se le perdona la vida, vendiéndolo a un lanista EL DESGRACIADO Y MISERABLE LENTULUS BATIATUS
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    Walia, 24 Mar 2012

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