Las tres Fiorellas

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por gnussi98, 20 Sep 2023.

    gnussi98

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    Cuando miramos atrás en nuestras vidas, a menudo nos sorprende cómo ciertos encuentros fortuitos y eventos aparentemente insignificantes se entrelazan para formar el tapiz de nuestra historia, recordándonos que el mundo es un lugar lleno de sorpresas y conexiones inesperadas. (I.A.)

    Encuentros Inesperados

    En ocasiones, la vida nos brinda coincidencias que parecen extraídas de los relatos más inverosímiles, pero que acontecen de manera inesperada y se entrelazan con las anécdotas que conforman nuestras vivencias.
    Junto a la casa de mi padre se alzaba la imponente residencia de mi vecino, don Manuel, quien había enviudado unos años antes de mi llegada al barrio. Don Manuel, un erudito profesor jubilado, siempre me dispensó amabilidad y mostró un vivo interés por la política y la historia de nuestro amado Perú. En ocasiones, nuestras conversaciones se extendían durante horas, discurriendo por los vericuetos de la historia, la política y la actualidad. A pesar de mis aún tempranos veintipocos años, siempre mantuve una opinión crítica y actualizada sobre el panorama político peruano. Don Manuel, tenía tres hijos con quienes entablaba esporádicos diálogos, aunque nunca llegamos a cultivar una amistad profunda.

    Un día, frente a la puerta de la casa de don Manuel, me encontré con una enigmática joven. Su cabello corto y ondulado, junto a unos lentes gruesos, le conferían un aire dark. Era delgada y de constitución mediana, su piel canela estaba oculta tras ropas holgadas, impidiéndome apreciar con claridad sus atributos. Nos quedamos mirándonos en silencio, hasta que finalmente pronunció un tímido "hola". Respondí con cordialidad, pensando que se trataba de una de las inquilinas o una pariente de don Manuel.

    Mientras tanto, mi vida seguía su curso entre las habituales vicisitudes universitarias y los cachuelos temporales que me permitían subsistir. Entre mis diversos cachuelos, solía dar clases de matemáticas a los cachimbos y estudiantes de distintas facultades. Fue así como conocí a Fiorella, una joven estudiante de psicología, de estatura menuda y delicada complexión. Fiorella había llegado desde Huánuco a estudiar en la universidad, vivía en la casa de su madrina y enfrentaba desafíos en algunos de sus cursos. Su voz, aguda y suave, conservaba el encanto del acento propio de las jóvenes provenientes del interior del país, lo cual añadía un toque de exotismo muy agradable a su presencia.

    Además de mis esporádicas incursiones como profesor particular, había invertido mis modestos ahorros en un antiguo Datsun que me facilitaba la movilidad. En mis momentos de hueveo, a veces me dedicaba a taxear o a hacer uno que otro colectivo con el fin de reunir unas cuantas lucas adicionales. En una de las tantas carreras que hice como taxista, me tocó llevar a una joven de mediados de veinte años hasta Ventanilla.
    El día en que la conocí, ella lucía una falda de jean corta y una blusa que dejaba entrever la forma de su brassier. Su cabello negro y sedoso enmarcaba su rostro con delicadeza. Mientras me indicaba la dirección, no pude evitar que mis ojos se posaran fugazmente en sus pechos, lo cual desencadenó en mí una erección inmediata. Poseía unos ojos ligeramente rasgados y una expresión coqueta que invitaba a la lujuria. Sus piernas esculpidas y sus prominentes senos le conferían una apariencia que sugería una profunda autoconfianza y un juego consciente de su propia atracción. Durante el trayecto, mantuvimos conversaciones que abarcaban una amplia variedad de temas, y logré sacarle varias sonrisas. No me resultó complicado pedirle su número de teléfono, su nombre era Fiorella.

    En los días posteriores, le envié un mensaje y comenzamos a forjar una efímera amistad. Ventanilla quedaba súper lejos de mi casa o la universidad, y aunque me hallaba perpetuamente arrecho, mi tiempo libre era limitado. No obstante, la llamaba de tanto en tanto, hasta que finalmente un día la invité a salir. Fiorella mostró inicialmente un poco de rechazo, pero con un poco de floro persuasivo logré convencerla, y así acordamos encontrarnos en un centro comercial en el cono norte de Lima.

    Ese día aguardé ansiosamente su llegada y quedé gratamente impresionado por su apariencia. Había optado por un ajustado jean y un top que hasta transparentaba un poco sus pezones, yo me relamía viéndole el culo que tan bien formaba ese pantaloncito. Paseamos por el centro comercial y compartimos una bebida. Aunque mi plan original contemplaba llevarla a uno de los numerosos bares de la zona, Fiorella me informó que debía regresar temprano a su hogar, pues ese día celebraban el cumpleaños de su hermana en familia.

    Cuando estábamos sentados en una de las bancas del centro comercial, empecé a acercarme, le dije que me gustaba mucho y que era hermosa y cualquier huevonada que se me ocurría en aquel momento. De a poco me acercaba y terminamos besándonos. ¡Campeoné!, pensé. Me dijo para salir a caminar, y nos fuimos a un parque del lugar, ahí me la chapé otro rato, sentía sus tetazas en mi pecho, yo sin rubor le apretaba la cintura y la traía hacía mí, ella sentía mi pinga dura y no se incomodaba. Le dije para ir a un lugar tranquilo, pero me cortó la inspiración cuando me dijo “te has equivocado, no soy de esas”.

    No era la primera que me diría algo así, estaba casi acostumbrado, insistí nuevamente y esta vez me dijo que quería conocerme un poco más y que luego quizá podríamos ir a otro lado. Seguimos en lo nuestro hasta que me dijo que tenía que irse. Nos despedimos con otro beso, aunque yo estaba todo caliente y arrecho, por suerte en aquel tiempo tenía a mis inquilinas y siempre alguien que podría hacerme el favorcito.

    Llegué a mi casa en la nochecita. Cuando me disponía a abrir la reja para guardar mi auto, vi otra vez a la chica dark o emo en la puerta del vecino, otra vez me saludó y correspondí, como siempre. Se acercó hacia mi y conversamos. Lo primero que noté era que tenía un dejo bien argentino, aunque su apariencia era bien peruana. Me contaba que era la hija de don Manuel, me quedé algo sorprendido, yo vivía ya unos años ahí y no la había visto. Luego me contaría que había estado los últimos años trabajando en Buenos Aires y había decidido retornar al país. Sacó una cajetilla de cigarros y me invitó, acepté fumar un cigarrillo con ella y nos quedamos conversando un buen rato en la vereda sobre distintos temas. Le gustaba mucho la lectura, le compartí que yo tenía cierta afición también por la literatura peruana y la literatura rusa. Ella había leído mucho, se conocía a casi todos los autores latinoamericanos. Cuando le pregunté su nombre me dijo “soy Fiorella, pero dime Fio nomás”, me quedé medio huevón. Nunca había conocido ninguna Fiorella en mi vida y de pronto tenía a tres Fiorellas agregadas en mi teléfono. Creo que por estupidez mía las agregué como Fiorella T, Fiorella V y Fiorella M. Estaba seguro de que una “mente prodigiosa”, como la mía podría recordar cada uno de los nombres.

    Nos despedimos y seguí con lo mío, una inquilina estaba disponible y yo estaba con unas ganas de cachar terrible.
     
    gnussi98, 20 Sep 2023

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    g4mys, 25 Sep 2023

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    mephistoxxx

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    mephistoxxx, 30 Oct 2023

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    Pendex4082, 28 Mar 2024

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    Parece que el autor no pudo continuar con esta saga. Esperemos pueda volver
     
    yobelito, 30 Mar 2024

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    gnussi98

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    Una extraña coincidencia

    Con Fiorella, mi vecina, habíamos empezado una amistad algo fuera de lo común. Ella era unos años mayor que yo y tenía ese aire entre gótico y oscuro. Cada día que volvía a mi casa me esperaba con alguna excusa, cerca de mi casa o en la puerta de su casa. De a poco empecé a invitarla a la terraza donde tenía mi habitación a fumar un cigarrillo o beber una bebida caliente. Era simpática de rostro, pero su ropa siempre oscura y ancha no me dejaba apreciar del todo su anatomía.

    Después de varias semanas de amistad, por fin empezó a soltarme cada vez más sus secretos. Se había enamorado de un tipo siendo ella muy joven y juntos se fueron a Argentina a empezar una vida nueva. Vivieron unos años ahí, ella trabajaba, aunque él poco hacía más que vivir de ella. Su padre, mi vecino Don Manuel, no miraba con buenos ojos a su pareja, aun así, decidieron irse juntos a Buenos Aires. Después de un par de años viviendo en Argentina, decidieron regresar a Perú, pero grande fue la sorpresa cuando su novio le pidió nuevamente volver Buenos Aires, había encontrado milagrosamente un trabajo y necesitaba volver de inmediato a Argentina. Sin embargo, el plan no resultó como ella lo esperaba, apenas llegaron al aeropuerto de Buenos Aires, la policía la intervino. En su maleta llevaba más de un kilo de cocaína camuflada. Ese sería la última vez que vería a su novio, él desapareció como por encanto. Fiorella lloró, rogó y argumentó ante la policía que ese paquete no era suyo, sin embargo, la llevaron a un albergue y después a prisión. Fue sentenciada a más de diez años, sin embargo, tras pasar unos de años en prisión, un día cualquiera recibió la noticia que su exnovio fue hecho preso en un incidente confuso en La Plata y a través del abogado de Fiorella, confesó que la cocaína encontrada años atrás era de él. Habían pasado casi cinco años, desde lo ocurrido. La justicia absolvió a Fiorella y fue deportada a Perú con lo que llevaba puesto.

    Estando en prisión probó varias cosas, incluso estuvo con alguna mujer, aunque nunca me contó detalles, pude concluirlo por sus relatos. Me dijo que los únicos que sabían sobre su caso era su familia, sin embargo, necesitaba sacar los demonios que tenía dentro y me contó aquella historia.

    Por otro lado, mis avances con la otra Fiorella, que vivía en Ventanilla, iban a paso lento, pero constante. Era la típica chica que uno ve en el micro o la vecina universitaria que te cruzas en el camino. Su piel canela y las facciones de su rostro me provocaban una erección de inmediato. Su temperamento era algo especial, pero verle con ropa ceñida las veces que nos encontrábamos era un deleite no solo para mis ojos, sino también para mi mente que solo pensaba en desnudarla y hacerle el amor hasta que me deje sin aliento. En su mirada podía leer que era una fiera en la cama y su forma de besar solo podían corroborar lo que pensaba de ella. Nos escribíamos a diario, me decía que pronto iba a entregarse a mí, pero quería ir despacio. Ella había terminado una relación de varios años hace poco tiempo y no quería apresurar lo nuestro.

    Esa carita de “cholita jugadora”, como diría un amigo, me daba más motivos para estar tras de ella, llevarla o recogerla, a veces, desde Ventanilla. Fiorella tenía una mirada de arrecha como si con la mirada se ofrecería a tragarse mi pinga y dejarme seco. Esas facciones y las tetas enormes que tenía me tenían curioso y con ganas de revolcarme con ella. Sin embargo, apenas nos besábamos en mi auto o en algún rincón, testigo de mi arrechura. Cierto día, y casi como capricho del destino, empezamos a intercambiar mensajes por varias horas. La conversación empezó a subir de tono, ella me decía que mis palabras la excitaban y así pude convencerla de venir a mi cuarto. Ella había estado una vez allí, pero no pude concretar nada, más que agarrarle un poco el culo.
    La esperé el día pactado. Me ofrecí incluso a recogerla en caso haya olvidado mi dirección, “qué gracioso resultaste”, me respondió. Me pidió comprar un vino blanco y lo ponga a helar. Así lo hice, mientras la esperaba en mi mente tenía planeado empezar por su cuello, ir desnudándola de a pocos, esas tetas me tenían loco y quería embriagarme con su sabor.

    Llegó puntual, el timbre sonó en el silencio de mi habitación y casi como un rayo bajé corriendo las escaleras a recibirla. Cuando abrí la puerta principal, mi sonrisa se congeló de repente. No podía creer lo que veía frente a mis ojos, pensé que era una gran equivocación, pero rápidamente salí de mi trance cuando Fiorella me preguntó si me sentía bien. “Si, claro” le respondí casi automáticamente, “estás muy linda”, agregué medio asustado y medio cojudo. Yo estaba esperando ansioso a Fiorella, la chica que conocí en el taxi y por esas cosas del destino tenía frente a mí a Fiorella mi vecina, llevaba maquillaje, y un jean ceñido que, hacía notar su cuerpo frágil y delgado, sus curvas se apreciaban a través de la ropa de acuerdo con su contextura.

    Al parecer resulté más estúpido de lo que yo mismo creía y pude comprender de inmediato que había confundido los mensajes en el celular. No negaré que mi vecina también era una chica guapa, sin llegar a la voluptuosidad de la Fiorella que esperaba; sin embargo, en mi mente me relamía con las tetas de Fiorella de Ventanilla. No me mal entiendan, imagínense por un momento pedir un ají de gallina que han estado saboreando en su inconsciente y que el mozo les traiga una porción de anticuchos deliciosa, claro que te lo vas a comer, pero tu mente no estaba preparada para ello.

    Fiorella, mi vecina, y yo subimos lentamente la escalera hacia mi habitación. Ambos éramos conscientes de lo que iba a suceder. Aun así, las risas nerviosas siguieron hasta que llegamos a la habitación, el vino nos esperaba, empezamos apenas una conversación casi sin sentido. De a pocos me iba acercando a ella, Fiorella se estremecía, aunque disfrutaba de mis labios rozando su cuello. Fiorella echo la cabeza un poco hacia atrás, dejándome su cuello a mi disposición. Aunque mi mente no estaba preparada para ella, mi pinga empezó a ponerse lentamente dura. Fiorella se acercó a mi y me estampó un beso. Mientras nuestras lenguas se envolvían, con la complicidad de dos amigos, ella posó sus manos en mi entrepierna y me preguntó si tenía protección, “claro que si”, respondí de inmediato. Así sentados, empecé a desnudarla despacio, cuando de pronto ella tomó mi rostro, sus ojos brillaban, como si escondiera una gran pena, y me dijo “ha pasado mucho tiempo…”, no le presté mucha atención, continué con lo mío. Sus pechos se presentaban ante mí, sus pezones eran claros, los chupé con emoción mientras ella me acariciaba la cabeza y su otra mano acariciaba mi entrepierna. Finalmente pude quitarle el pantalón mientras mi ropa volaba también por los aires.

    Me acerqué hacia su entrepierna, pero ella me detuvo. Me indicó que me siente en la silla, eso hice. Ella se agachó y empezó a chuparme la pinga mientras gemía. Su forma de chupa era excitante, empezaba con su lengua despacio a recorrer suavemente mi glande y luego le daba besitos a mi pene, como dándole un cariño, la sensación de esa mamada era riquísima. De a pocos empezaba a meter toda mi pinga a su boca. En ese momento la cogí de los cabellos para meter mi pinga dentro de su boca, Fiorella, me quitó la mano de su cabeza, lo intenté nuevamente, pero esta vez me indicó que no le gustaba que le agarre la cabeza mientras me lo chupaba, me quedé pensando, pero no me importó mucho. Me recosté relajadamente en la silla y dejé que se sacie con mi pinga ya completamente erecta. Fiorella chupaba mi pinga como si su vida dependiera de ella, con sus ojos cerrados, lo chupaba, se lo sacaba de la boca y me masturbaba con una mano, repetía la misma operación y usaba ambas manos y nuevamente volvía a lo suyo, mi pene estaba encharcado y brillaba por la cantidad de saliva que ella soltaba. Ella estaba llevando completamente el control de la situación y a mi no me incomodaba en lo más mínimo. Después de un buen rato, se sentó encima de mí. Alcancé apenas a escupirme la mano y mojarle su conchita que ya estaba húmeda. Ella intentó sentarse encima de mí, pero cuando intenté penetrarla, dio un pequeño gritito de dolor. “Despacito, por favor”, alcanzó a decir, casi suplicando. Mi pinga no podía entrar completamente en ella, a pesar de que sentía que estaba completamente húmeda, también sentía que estaba muy estrecha.

    Ella cogía con una mano mi pinga y se lo introducía despacio, bien despacio, mientras emitía un pequeño sonido de dolor. Fue algo raro, una mujer de veintiocho años que había tenido una o varias experiencias sexuales, y que parecía me estuviera tirando una chica virgen. Recordé que me dijo que desde que había ingresado a prisión no había vuelto a tener relaciones con hombre alguno. Tardó varios minutos en introducir completamente mi pinga dentro de ella. La sensación, por otro lado, era fascinante, sentía cada milímetro de mi pene cubierto por su humedad y esa sensación hacía que quisiera venirme de inmediato. Lentamente empezó a moverse en círculos mientras mis manos apretujaban su culito a su propio ritmo. Así ambos empezamos a cachar, en un momento me levanté de la silla, mientras ella estaba completamente ensartada. La llevé cargando hacía la cama, sin despegarnos, ella se abrazaba a mi cuello y caímos en la cama, ella pegó un grito más agudo. En esa posición empecé a moverme con fuerza ella, me miró directamente a los ojos con la boca abierta de par en par y me susurró: “quiero gritar, quiero gritar, por Dios quiero gritar”, tal cual lo advirtió empezó a gemir con gritos incluidos. Mientras la penetraba con más fuerza, como queriendo ir más allá de mis propios límites. Con una mano alcancé a taparle la boca, aún había un par de inquilinas que de cuando en cuando me estaba cachando y no quería que sea tan evidente lo que hacía en la intimidad de mi habitación.

    Fiorella y yo nos venimos a la misma vez, lo noté por un último grito de total satisfacción. Fue un polvo memorable. Así echados conversamos un poco más, no pasaría mucho tiempo hasta que decidiéramos volver al ruedo, esta vez ya mi pinga entraba con total normalidad en ella. La puse de perrito, “no me cojás por el culo”, me dijo con acento argentino, le hice caso. Cuando llegó la noche, nos despedimos y no pasó ni un día antes que me escribiera y me pedía repetir la acción, no me opuse, por supuesto.

    Repetimos lo nuestro en varias ocasiones, hasta que otra vez un mensaje a mi teléfono me hizo volver a la realidad: “amor, ¿nos vemos esta noche?”. Esa noche cachamos como de costumbre en mi habitación, estaba más melosa que de costumbre, y me preguntó si había algo entre nosotros, sin inmutarme le dije que no, no había ningún tipo de relación entre nosotros más que de buenos amigos. Se puso en un plan, algo tonto, le hice saber que no tenía interés en ninguna relación romántica. Fiorella se molestó y dejo de hablarme por varios meses. Luego de aquel tiempo volvió nuevamente a mensajearme, entendió que podíamos tener una buena amistad, sin ataduras de ningún tipo. Luego de estos encontrones, me confesó que había conocido a alguien y deberíamos dejar de vernos, me alegré por ella, era una chica muy simpática y tenía un futuro por delante.

    Respecto a Fiorella, la de Ventanilla, mis avances iban lentamente, después de varias salidas. Por fin, un día, después de ir a bailar y beber algo, le sugerí ir a mi habitación a descansar. Ella aceptó, estaba tan entusiasmado con poseerla, que no pude imaginar lo que me esperaría.
     
    Última edición: 3 Abr 2024
    gnussi98, 2 Abr 2024

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    Excelente relato cofra gnussi98, y esperamos que pronto continúe y nos saque la intriga de lo que le pasó con la Fiorella de Ventanilla
     
    Goku 2013, 2 Abr 2024

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    Aun a la espera del relato de la chica de ventanilla estimado cofrade
     
    doggystylee, 3 Abr 2024

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    Excelente relato. Cada Fiorella tiene sus cosas, felicidades, a seguir adelante.
     
    Salta Montes, 4 Abr 2024

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    Vamos cofra @gnussi98, lo seguimos esperando... continúe con su interesante relato, esta vez sobre la Fiorella de Ventanilla
     
    Goku 2013, 9 Abr 2024

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