Follé con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 8)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Felipe Vallejo, 24 Nov 2020.

    Felipe Vallejo

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    Capítulo VIII: Lujuria de fin de año

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    Ir a la boda de Laura fue una buena decisión. De verdad que mi relación con Majo tomó un segundo aire a partir de ese día. Obviamente que peleábamos ocasionalmente, pero no tanto como en el último año. Y es que para Majo solo surgieron buenas noticias a partir de ese día. Consiguió que renovarán la beca de sus estudios por un año más, había logrado un buen trabajo que alternaba con sus estudios; y su dicha fue mayor cuando se enteró de que sería tía y veía como de a poco, y con mucho esfuerzo, conseguía que su relación conmigo se fuera afianzando...

    No podía quejarme; el buen estado de ánimo de Majo era contagioso, realmente me sentía bastante tranquilo a su lado. En lo personal todo me estaba saliendo bien, salí de una buena cantidad de deudas y mi desempeño en el trabajo era notablemente valorado. Solo había algo que me hacía ruido; Laura iba a ser madre. Pero pronto conseguía que mi cabeza abandonara la tortuosa idea de que yo tenía que ver con eso. Al final de cuentas, Laura había estado con el cocinero y supongo que con su esposa ese día. Y quién sabe si con alguien más.

    Como Majo ahora trabajaba, además de estudiar, el tiempo que teníamos para vernos era limitado. Eso implicaba que cada vez que nos veíamos teníamos que arreglarnos para hacer de todo; ir a cine, salir a comer, ir a bailar y por supuesto follar. En muchas de esas citas ni siquiera nos daba tiempo para ello, para fornicar. Yo realmente buscaba que los dos la pasáramos bien y, si por ejemplo, Majo tenía en sus planes ir a comer, luego ir a jugar pool y finalmente no quedaba tiempo para un buen coito, sencillamente lo aceptábamos. De hecho creo que tener el tiempo tan restringido para vernos, nos animó más a buscar sitios públicos para hacerlo.

    Fue una muy buena época. A veces yo la sorprendía en su hora de almuerzo, íbamos al parqueadero donde dejaba mi auto y allí lo hacíamos. En otras ocasiones iba a buscarla a la universidad, entraba como invitado, y luego buscábamos el sitio que a Majo más le generaba fantasías. Lo hicimos en salones, por supuesto en la biblioteca, detrás de unas graderías de una cancha de fútbol, en la misma cancha de fútbol una vez muy tarde en la noche, en las cocinas de la facultad de gastronomía; en fin, era un campus enorme, por lo que fueron muchas veces.

    Buscábamos darle solución a ese tema, pero la verdad creo que no era suficiente para ninguno de los dos. Yo permanecía caliente todo el día pensando en Majo, a veces contemplando visitar a su hermosa madre o a Esperanza; estando Majo todo el tiempo por fuera de casa se me harían más fáciles las cosas con cualquiera de las dos. Pero luego recapacitaba, no quería meterme en más problemas. Además que para esta altura de mi relación con Majo quería que las cosas fueran bastante serias.

    Majo era una mujer bastante caliente. Supongo que sufriría el mismo tormento de no poder follar tan seguido por falta de tiempo. Me preguntaba si también pasaba todo el día imaginando cómo estaríamos follando si tuviera tiempo libre; también me preguntaba si se sacaba las ganas con algún compañero de la universidad o del trabajo, o si solo llegaba a casa y se las quitaba ella misma, o simplemente se las aguantaba.

    Una noche que pasé a recogerla a la universidad, me comentó que su familia estaba planeando un paseo para fin de año. Alquilarían, por un par de semanas, una casa en una de las principales zonas costeras del país. Yo tenía claro que era la oportunidad perfecta para recuperar el tiempo perdido con Majo, pero a la vez sabía que era entrar en la boca del lobo. Tendría que estar por un par de semanas viendo a Majo, su madre y sus hermanas, luciendo pequeñitos y coquetos bikinis. Una verdadera tentación, de hecho con solo imaginar tener frente a mí a una sola de estas mujeres en bikini, me hacía empezar a babear.

    Pensé por un momento que podría llegar a ser comprometedor, pero luego lo medité bien. Cada vez que alguna de ellas se pasee en frente a mí y me caliente, podré buscar a Majo para quedar tranquilo. Ya me lo imaginaba, volveríamos secos de esas vacaciones. Sin dudarlo le dije a Majo que iría. Es más, le propuse un trato, le propuse que los 15 días previos al paseo estuviéramos en abstinencia, nada de sexo, ni de masturbación; de modo que desde el primer día del paseo estuviéramos muy calientes. Majo pensó que sería divertido y aceptó.

    Fueron pasando los días, con ellos llegó el fin de año y con este el dichoso paseo. Iríamos con los padres de Majo, su hermana Esperanza y su novio. Sí, para ese momento Esperanza salía con un pendejito que al parecer tenía mi misma fantasía, follar con todas las mujeres de esta familia. También iría Laura, qué para ese momento tendría ya unos seis meses de embarazo, evidentemente iría acompañada de su marido. Y Karla, la mayor de las hermanas, la más provocativa entre este grupo de mujeres.

    Karla era una mujer rara. A pesar de ser la más linda y buena, comparada con sus hermanas e incluso con su madre, jamás andaba con hombres. Yo, en mis más de tres años de relación con Majo, jamás le había conocido un novio. Quizás era de esas mujeres que aman el sexo sin compromiso o quizás era lesbiana, eso yo no lo sabía con certeza.
    Karla trabajaba vendiendo productos de belleza por catálogo, le iba bastante bien, y recuerdo que para esa época estaba metiendo a Esperanza en el negocio; le enseñaba como ser una vendedora exitosa.
    Con Majo y con Laura no se llevaba tan bien como con su hermana menor, de hecho, creo que no se llevaban para nada bien. Pero de todos modos eran familia. Karla iría al paseo sola. Se iría conmigo y con Majo en el auto ya que era el único que tenía cupo.

    Desde nuestra ciudad de residencia era un viaje largo, en auto aproximadamente un día de viaje. Probablemente uno de los días más largos de mi vida. No sé si Majo había cumplido con los 15 días de abstinencia, pero yo sí los cumplí. Estaba a punto de explotar.

    Llegamos la noche de un jueves, recuerdo. A eso de las siete de la noche. Lo primero que hicimos fue dejar los equipajes y luego salir a buscar un restaurante cercano a la cabaña. Encontramos uno no tan lindo, pero bueno, era lo que había. Quedaba muy cerca de la playa, cuando llegamos había mucha gente y cada vez parecía llegar más. Fue una mala idea cenar allí. Demoraron una eternidad en traer la comida y mientras tanto yo veía una infinidad de chicas en ropa cortita paseándose por el restaurante. Era increíble ver como la abstinencia que llevaba conseguía que me calentara hasta la mujer más fea que había en el lugar. Mientras esperábamos por la comida, además de calentarme con cuanta chica se me atravesaba, me iba enfureciendo con los meseros. Llevábamos una hora allí y aún no habían traído el primer plato. Recuerdo que empecé a quejarme, a refunfuñar con todos los que estábamos allí en la mesa. Cuando ya iba subiendo el tono y estaba próximo a armar un escándalo, Majo me daba suaves y ligeras caricias sobre el pene, claro está, sobre el pantalón. Ella estaba sentada a mi lado derecho. A mi izquierda estaba José, el cornudo esposo de Laura.

    José logró ver lo que Majo hacía y apenas lo notó puso una gran cara de asombro, luego una actitud de repudio hacia lo que hacía Majo. Nos miraba despectivamente, como queriéndonos reprochar lo impúdicos que éramos.

    Una vez que terminé de comer, espere a que Majo hiciera lo mismo. Nos paramos de la mesa y dijimos a todos que volveríamos a la cabaña, el calor nos sofocaba y queríamos bañarnos.
    La cabaña era una linda casa colonial. Quedaba dentro de un complejo turístico donde se alojaban muchas familias que venían a pasar las vacaciones de fin de año. Tenía tres cuartos; en el más grande estarían los padres de Majo, en otro estaría Laura, su esposo y Karla. En el otro nos quedaríamos Majo y yo, y por supuesto, tendríamos que compartirlo con Esperanza y su novio.

    Finalmente si fuimos a bañarnos, pero fuimos a la playa. Apenas llegamos vimos que no había gente. Cuando Majo puso un pie en la arena, se sacó toda la ropa y salió corriendo hacia el mar. Yo pensaba ser más cauto, pero al ver a Majo correr desnuda no soporté y me fui corriendo tras ella. Cuando la alcancé, la tomé del brazo y apenas paramos de correr empecé a besarla. Empecé a mover mis manos por su cuerpo. Quería alzarla, ensartarla y terminar haciéndolo de pie mientras las olas del mar nos llegaban hasta la cintura.
    Pero Majo tenía otros planes, quería que cubriera sus senos y su vagina con arena, como haciéndole un bikini con esta. Una vez que tuviera listo el dichoso bikini, quería que le quitara la arena de encima pero con la lengua. No sé si quería torturarme, yo de verdad quería follarla. Me sentía como si fuera la primera vez que me la iba a coger, esos quince días me habían hecho bastante daño y yo no soportaba más.

    Claro que para mi era indispensable darle placer a Majo, verla retorcerse del placer era plenamente satisfactorio para mí. De hecho para mi era obsesivo esto de ver el placer y la excitación en la extasiada cara de Majo. Accedí entonces a su jueguito.

    Capítulo IX: Exhibicionismo y un deseo insaciable

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    Hice algo de trampa, corrí algo de la arena con mi mentón o con mi nariz porque la verdad que tener arena en la boca es completamente desagradable. Le despejé toda la arena de la vagina, la que tapaba sus senos no me importaba tanto por ahora, esa la quitaría luego con las manos, cuando Majo estuviera tan excitada que no le importara nada...
     
    Felipe Vallejo, 24 Nov 2020

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