Crónicas del Placer Un tercero siempre es mejor

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Srdestroyer, 11 May 2021.

    Srdestroyer

    Sargento

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    Miré al pata que estaba con cara de asustado al darse cuenta de que le vi justo en ese instante cuando pensó que tal vez nadie lo notaba. Tenía el calzón de mi flaca en su mano todo el rato y se lo había metido al bolsillo rápidamente. Cuando me vio, se puso helado, como esperando a que le haga rochesazo por robarse la tanga. Pero para su suerte yo estaba de otro humor y me daba gracia el hurto. Le sonreí y le alcé la cabeza como insinuando "aprovecha loco, te lo ganaste, solo que ella no se de cuenta nomas." Una vez escondida la prenda, el man hizo señal de oración con sus manos y me dio las gracias susurrando. "Gracias, manito" parecía que decía. Entonces le abrí la puerta y miró atrás, como queriendo buscar a mi flaca, pero al no verla, solo me agradeció nuevamente por toda la noche y se fue sin más para siempre.

    Lo que pasó la noche pasada fue el fruto de una planificación casi detallada con mi flaca al mencionarle de una fantasía que se me había ocurrido "de la nada"; pero la verdad es que me había inspirado de una historia similar en los foros de sexo. La idea se la mencioné antes de tirar rico otro día, uno de esos en que ella me buscaba con las intenciones de variar a algo más interesante. Entonces conociendo que ella estaría más abierta a la fantasía en los previos donde la besaba antes de hacerle la penetración, le dije casi como tanteando:

    -Oye, y... ¿si nos buscamos un tercero para hacer más cositas? -le pregunté así como jugando.
    -Como quien, ¿alguien que conocemos?
    -No, no. Algo así como un putito o uno desconocido que se muera así por ti.

    Yo ya la tenía clara. Mi flaca es un mujerón en todas sus letras y por todas partes. Para estar con ella tuve que lucharla bien por la competencia bien achorada. Pero incluso ya estando con ella siempre había uno que otro baboso que se la intentaba gilear a mis espaldas. Eso la verdad no me molestaba, pero sí un poco que no lo sepa. Pero lo que sí me llamaba la atención bastante era cuando había de esos otros hombres que sabían que no tenían ninguna posibilidad y se quedaban rezagados, mismos perdedores, mirando desde lo lejos. Y en la calle había un culo de esos que se la quedaban mirando.

    Cuando la penetraba le iba dando más ideas o exponiéndole la fantasía con más detalle de lo que quería.

    -Mira -le decía-, si conseguimos otro va a poder darte por el otro lado al mismo tiempo que yo. ¿Te gustaría?
    -¡Oh, sí! -era lo único que podía responder mientras gemía.
    -Me puedo conseguir uno que te lo haga con pasión como yo.
    -¡Oh, sí!
    -Y lo mejor de todo es que va a ser un desconocido, así te lo tiras o él te tira y tú solo disfrutas.
    -¡Sí, ah!

    Como la idea fue más o menos aceptada, procedí con mi búsqueda. No le volví a mencionar del tema hasta que ya tuve unos candidatos luego de una publicación que hice en un sitio. El anuncio iba un tanto de esta manera: "Busco alguien discreto que se quiera tirar a mi flaca pitucaza." Luego mencioné los detalles.

    Como era de esperar, me cayeron las respuestas como lluvia, por lo que me demoré en buscar a alguien propicio. Por descarte eliminé a los más pudientes y agraciados, o de esos que se jactaban de su enorme pene, no tanto porque no quería luego problemas con competencia subversiva, sino que esos tipos ya estaban acostumbrados a chicas guapas y para ellos mi flaca sería una más. No, el tipo de persona que buscaba era un sujeto al que nunca en su vida se le daría la oportunidad de hacer el amor con una mujer como describía: de esa forma también me aseguraba de que lo haría con una pasión desbordante. Además claro, que no tendría ningún problema de mirar a mi pareja teniendo sexo con alguien feo.

    Entonces me topé con este chico, un joven peruano de veintiún años que trabajaba como repartidor de comida en una cadena de pizza. Era delgado y trigueño. Alguien demasiado común la verdad. El chico ni pintaba ni despintaba físicamente, pero en promedio no era alguien por quien mi enamorada se fijaría; hasta allí, todo normal. Lo que me atrajo de este tipo fue su sencillez, ya que literalmente me cautivó con su historia: había sido un joven rechazado desde siempre y nunca había tenido pareja, pero sus gustos eran exquisitos ya que al hacer repartos a sitios pudientes, tenía clientas preciosas. Y eso, me dijo, le causaba ansiedad y algo de pena. Ni hablar, me dije, este muchacho era el indicado.

    Entonces nos empezamos a mensajear. Necesitaba saber que este era totalmente confiable, así que luego de pensar en ideas, le invité a vernos a un café a conversar. Al final no fuimos al establecimiento pero lo fui a buscar en mi carro. Entró y empezamos a hablar. Estaba muy nervioso al inicio pero le hice calmar luego enseñándole fotos de Instagram de mi chica. "Asu", dijo. Noté en sus ojos total incredulidad de su suerte, pero estaba feliz. Luego le empecé a hablar sobre ella, y de a pocos, le conté sobre sus preferencias eróticas y sexuales. No le mostré ninguna fotografía explícita, pero esa conversación fue suficiente como para empezar a notar su entusiasmo. Ni corto ni perezoso, con una imagen en mi mente le dije:

    -Bien, ya la viste -le dije directamente-. ¿Qué te pareció?
    -Guau... -empezó a prácticamente declarar su amor.
    -Ya, mira -repliqué luego-, ya sabes cómo es ella y el tema. Solo quiero saber que ella también la va a pasar bien. ¿Me muestras tu herramienta?
    -Que... ¿ahora? -me respondió sorprendido. Yo no hice más que confirmar mi pedido. Estaba en la obligación de conocer la situación.
    -Sí, claro -dijo, mientras empezaba a desabrocharse el jean-. No es muy grande, la verdad, pero te aseguro que la va a pasar muy bien.
    -Perfecto -le dije. Arranqué el carro y avancé unos metros hasta dejarlo en su esquina, sin dejarle mucho tiempo para volverse a abrochar el pantalón. Prácticamente lo paseé con el pene al aire. Luego lo despedí y le dije que le volvería a contactar.

    Un par de días más tarde le volvía a hacer el amor a mi pareja. Penetrándola, le volví a mencionar la misma fantasía, solo que con una pequeña variación.

    -¡Dame más, dame más! -gemía ella de placer.
    -Ya tengo una idea que te va a encantar. ¿Quieres oírla?
    -¡Sí, oh... sí!
    -Te imagino ahora mismo... -mientras hablaba mi serpiente humectada entraba y salía- calatita saliendo de tu cuarto para recibir un pedido de comida y...
    -¿Y? ¡Ah..!
    -...te gileas al repartidor para recibir la comida gratis
    -Oh... sí ¿Y qué más? Ah...
    -De repente salgo yo por allí y te comienzo a tocar por aquí -en ese instante empezaba a masajear su depilada pubis.
    -Ah... , que rico. No pares...
    -Luego me la saco y te muevo el calzoncito al costadito... te la meto así, mamasita. ¿Te gustaría?

    Esa misma noche, más tarde, cuando ella descansaba profundamente por toda la energía gastada, yo sacaba mi celular y le escribía al sujeto: "Todo listo, ven el viernes a las 7 p.m. con tu uniforme de repartidor. Hazte el sorprendido. Ah y si puedes tráete una pizza pues, yo te la pago."

    En la mañana del día pactado yo no tenía idea si mi flaca se acordaba de la fantasía que le había mencionado durante el acto. Y el que me lo haya dicho entre gemidos no era garantía de afirmación; pero tampoco quería mencionarle el plan directamente, sino no solo perdería la sorpresa, ya que también me arriesgaba a que se negara rotundamente por cualquier motivo. Estaba obligado a ser hábil con el tema, así que la incentivé por lo bajo.

    Antes de las 7, lo que hice fue darle unos pequeños avances sensuales. En primer lugar me puse muy cariñoso, así que la traté como una princesa. En segundo lugar me entretuve haciéndole masajes en la cama mientras veía su película. Para esto mis manos cada vez rozaban o estimulaban sus zonas erógenas como muslos y espalda. De esta forma, al relajarla y calentarla, lo que hice finalmente fue sacarle el short lentamente, dejándola solo en polito y calzón. Pero esto no era todo, ya que sabía que si quería que ella recordara mi fantasía, tenía que estimularla una vez más. La voleé boca arriba para empezar a besarla en la boca mientras que hacía amagos de masturbarla. Quizá, pensaba, que si me ponía jueguetón como en las previas al sexo, ella podía acceder mucho más fácilmente al invitado que ya no tardaba en llegar.

    Eran cuarto para las 7 y nosotros estábamos candentes.

    -Oye, hace un rato pedí una pizza.
    -¿Ahora?
    -Sí, lo siento, calculé mal el momento. Pensé que no estaríamos así, ya sabes... -Nos miramos fijamente sin decir nada, como entendiendo que ella no quería ser interrumpida. Luego rompí nuevamente el silencio.
    -Oye -le dije-, ¿pero te acuerdas de la fantasía esa que te dije la última vez que...?
    -Eh... ¿sí? Me acuerdo... pero no creerás que...
    -¿Y si lo intentamos esta vez?
    -Ay, no lo sé...
    -Ya pues... -prácticamente le rogué-. Mira, solo esta vez. Y probemos nomas. Solo quiero ver su reacción al verte así, ¿qué dices?

    Ella se miró abajo, a sus piernas desnudas, para luego subir con la mirada a mis ojos de gato tierno. No tuve que esperar mucho para darme cuenta de que ese bichito ya había picado su interior, porque ni bien se fijó en su situación, recordó el placer de la idea que se relacionaba cuando teníamos sexo. -Ya-me dijo- a ver qué sucede, ¿ya?

    Llegaron las 7 pasados 6 minutos y el timbre sonó. Ambos nos pusimos algo tensos inmediatamente después de escuchar el primer pitido. Sería mentir si dijera que sabía exactamente qué hacer en ese momento, porque todos los planes se habían extinguido por toda la intensidad de ese momento. Volvió a sonar otra vez el timbre.

    -¿Qué hago? -Me dijo nerviosa.
    -Calma. Anda ve a recibirlo como si...
    -¡Cómo!
    -¡Ya! Ve a recibirlo como que... estás asada porque te interrumpió al bañarte o cambiarte, algo así. ¿Me entiendes?
    -Ya, entonces pongo mi cara de resting bitch.
    -¡Perfecto! -exclamé. Esa era justamente la idea que no podía explicar.

    Luego sonó una vez más el timbre, pero esta vez mi flaca se paró delante de mí y se dirigió moviendo sus glúteos al caminar hacia el intercomunicador de la puerta. Con una voz entre seria y enojada preguntó quién era, y luego de escuchar la respuesta, un frío "pase" le hizo entrar a la casa.

    El momento había llegado. Esos instantes en los que ella abría la puerta se me hicieron casi eternos, y esa imagen mental se me quedó plasmada para siempre, en el que ella inclinada hacia el costado para ocultar inicialmente la desnudez de debajo de su cintura cubierta solamente por su tanga blanca mostraba el tronco hacia arriba, el torso y el rostro. Al inicio ella no se le había presentado en cuerpo entero, porque parecía que estaba en pleno proceso de aceptar o no la situación a acontecer, pero gracias al cielo luego de un instante en el que pensaba que dudaba, mi valiente chica abrió la puerta de improvisto para enseñarle todo su precioso cuerpo al descubierto.

    Fue de pura suerte, creo, que al joven no se le cayó la pizza, porque a pesar de su expresión inexpresiva, por dentro se notaba que gritaba como el lobo feroz. Luego ella le dijo que pase y que ponga la comida encima de la mesa de la sala. Me alisté para entrar en escena y caminé hacia la habitación donde estaban ambos, justo en el momento en que la caja era depositada en el piso vidrioso. Saludé al joven como si fuera la primera vez que lo veía y me puse detrás de mi mujer, abrazándola con mis manos que tocaban sus caderas semidesnudas.

    -Oye, gracias -le dije-, ¿es de pepperoni?
    -Eh... sí -me respondió dubitativo.
    -Mejor fíjate -le dijo ella-, porque parece que no sabes.

    Sin apartar la vista de la zona inferior del cuerpo de mi flaca abrió la caja y vimos el interior.

    -Pero es americana -dijo ella-. Te has equivocado... ¿Que se regrese? -Voteó su fino rostro para preguntarme.
    -No... creo que no -respondí mientras le sobaba la tanga. ¿Y si se queda a probar un pedazo?
    -No me parece mala idea.
    -Oye, y... -miré entonces al anonadado muchacho- ¿te gusta esta pizza? -le pregunté mientras calcaba con mi dedo índice el triángulo frontal de la tanga que asemejaba a un slice.
    -Esa pizza está muy rica... -me respondió con un tono medio baboso.

    Volví mi rostro al de mi chica.

    -¿Qué dices? -esperé un rato las palabras al sentir con mi dedo el contorno de su ropa interior- ¿Le invitamos un poco de esta pizza?
    -Primero que la vea un poco, ¿no? -formuló ella- Le tiene que dar hambre.
    -¿Tienes hambre? -consulté al muchacho.
    -Mucha -contestó hipnotizado.
    -Ven, pues -ordenó ella.

    Igual que una mascota se acercó hacia nosotros, derecho y sin mirar a otro lado, mientras yo hacía resaltar el calzón de mi flaca con el dedo. Cuando luego estuvo a una distancia prudente, metí mi mano dentro de la prenda, primero para sentir la lozana pubis además de sus abultados labios, luego para incitarle a hacer lo mismo.

    -Mira que deliciosa cosita tenemos acá -lo decía a la vez que mis dedos jugaban un poco adentro de ella- ¿Quieres probar un poco?
    -Uhm.. -ella empezaba a gemir.
    -Sí... tengo ganas de saborearla con la boca.
    -Acércate entonces -dijo ella finalmente, dejándose llevar completamente por la escena.

    Una vez agachado, con cuyo rostro frotándose con la sedosa superficie de la tela, unos húmedos labios varoniles se juntaron al unísimo con los de ella, solamente separados por una fina membrana artificial que pronto habría de ser separada, para dar paso al contacto dérmico directo. Mientras tanto, al notar la satisfacción del tercero allí abajo, en la superficie, yo besaba apasionadamente su cuello, dejando unas máculas de sangre acumulada que se extendían cada vez más. Mis manos, una vez dejando paso libre al invitado, se elevaron hacia sus pechos para estrujarlos y pinchar sus erectos pezones ya notorios por debajo del polo. De esa forma iniciamos nuestra aventura.

    Los tres nos sentamos en el sofá en medio de besos y tocamientos corporales. Como ella estaba al centro, a cada uno nos tocaba nuestro lado, por donde la estimulábamos simultáneamente. Entonces ella abrió las piernas y varias manos jugaron con su sexo.

    No era de esperar el momento en el que nos empezaríamos a desnudar todos, ya que lo hicimos al rato casi violentamente. Nuestras prendas salían disparadas a todos lados, como si una bomba nos hubiera desmembrado visceralmente. Nuestras carnes se hacían jirones según la profanación de los cuerpos, mientras que una mixtura de colores blancos y marrones se diluían en una sola sustancia de lascivia y pecado.

    Tuve toda la razón desde el comienzo, la pasión con la que el chico le hacía el sexo era incluso superior a la mía, ya que llegado un instante decidí desistir de la acción para retroceder y mirar a esos dos tortolitos hacer el amor de una forma desenfrenada. Miré sus cuerpos echados y abrazados. Me acerqué y observé a detalle el entrar y salir humedecido de su durísimo pene dentro de la rojiza vagina hinchada de sangre. Todos los líquidos se discurrían cayendo sobre la cubierta del sofá, motivo por el cual quise ser participe también y al fin entré con mi boca para sentir toda esa potencia de empuje que hacía gemir alocadamente a mi chica. Los sentí a ambos.

    Al venirse por un rato dentro de ella, sacó el agruesado miembro para descansar. Yo me dirigí hacia donde él había salido, era mi turno. Ella le cogió del brazo y lo acercó hacia su bello rostro sonrosado. Con ayuda de una mano direccionó el mismo pene que hace un instante la atravesaba para llevárselo a la boca. De esa forma, echada, succionaba una nueva verga, quizá la primera de color oscuro en su vida. Y así estuvimos en ese plan un buen rato.

    No bastarían palabras para toda la cantidad de sexo que tuvimos, porque eso sería utópico. Tan solo puedo decir que besamos y chupamos todo aquello que esa fisiológicamente posible. Incluso yo les incentivaba a cambiar de posición y hacerlo de perrito; también quería que jugaran a los amantes allí mismo, besándose apasionadamente. La penetramos doblemente, cosa que al final la dejó totalmente destruida por el bombazo de placer que jamás había sentido. Y una vez que acabamos con ese número, ella simplemente se paró sin decir nada y se fue al baño; había prendido la ducha, pero caminaba como herida físicamente. Cogí lo que quedaba de nuestras prendas y las amontoné hacia un lado, mientras que nuestro invitado se ponía la suya. Desnudo, fui hacia la cocina y nos traje vasos de agua, los que tomamos rápidamente.

    Fue en ese momento en el que la vimos pasar con unas toallas puestas, ya se había cubierto el cuerpo nuevamente, por lo que se daba por terminada la sesión tántrica. Tomó un poco de agua para luego desaparecer sin despedirse siquiera, caminando por el pasillo que daba al baño. De esa manera miré a mi cómplice, quien justo en ese momento se robaba la tanga que había escondido en su bolsillo. No le dije nada, puesto que no solo era un calzón más de los miles que tenía, sino que aquel sería un muy buen regalo. Y claro, el solo pensar en eso también me excitaba, ¿qué iría a hacer con eso?

    Sin darme cuenta mi propio pene volvía a ponerse erecto, por lo que ya tenía que dejar a salir al chico, quien tenía su mirada fija en mi miembro con una expresión aún de hambre. De esa forma lo despedí en la puerta, y le cerré para que por fin pueda partir con una experiencia nueva en su vida. Quizá nunca lo olvide, porque yo jamás lo haré.










     
    Srdestroyer, 11 May 2021

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    Qué gran relato cofrade... será que puedes contar la conversación con tu flaca después de ese momento...
     
    sb3x, 11 May 2021

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    Asu, q que grandiosa escena habrá sido eso.
     
    Luman, 12 May 2021

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    mercenary

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    A la sh1t...
    Que buen relato y ganadazo el patita de la pizza, tirarse a una flaca que como tú la describes parece ser una diosa del Olimpo, pero lo que me queda en duda es si usaron Condorito porque no creo que hayan tirado a pelo.
     
    mercenary, 16 Jun 2021

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    piuranosolitario

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    piuranosolitario, 16 Jun 2021

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