Un accidente con suerte

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Éste fin de semana largo, nos fuimos con mi marido y mis hijos a Iquitos, mi tierra natal, a pasar unos días de descanso y visitar familiares. Lo del descanso es una forma de decir, porque la verdad es que después de todos los paseos que hicimos, al menos yo volví agotadísima.
Por eso fue que el martes, primer día normal de la semana, me quedé dormida. Mis hijos van a un Colegio en San Isidro. Los pasa a recoger la movilidad escolar, pero por la demora, los tuve que llevar yo.
Por suerte mi marido prefiere ir a la oficina en taxi, ya que odia el tráfico limeño, por lo que para no llegar demasiado tarde, fuimos en su auto.
Ya estaba de regreso, por avenida del Ejército, cuándo me distraje un segundo con el celular, y terminé chocando con el carro que tenía adelante. Un Lexus color plomo.
Me quedé en shock por un momento, ya que no soy de tener accidentes. No manejo mucho, pero cuándo lo hago soy muy prudente. Soy de esas conductoras a las que le tienes que tocar el claxon para que avancen.
El conductor del auto se baja, revisa los daños, y viene hacia mí. Cuándo creo que va a increparme, porqué la culpa fue toda mía, y evidentemente su carro es mucho más caro que el mío, me pregunta si estoy bien. Cómo me demoro en reaccionar, me lo vuelve a preguntar.
-Sí, estoy bien, fue solo el susto- le digo, tras recuperar el aliento.
Para no entorpecer al tráfico, nos ponemos a un costado de la pista y llamamos al seguro. La moto de Rímac no tarda en llegar y en apenas unos minutos arreglamos todos los papeles.
Todavía me dura el susto, el hombre del Lexus lo nota cuando me acerco para despedirme y agradecerle su comprensión. Me invita entonces a tomar algo, para que me tranquilice. Acepto su invitación, ya que yo misma me doy cuenta de que no estoy en condiciones todavía de manejar
A media cuadra hay un café, así que vamos y pedimos un par de expresos. Mientras hablamos, de cualquier tema y no del accidente, me voy sintiendo cada vez mejor. Me dice que se llama Bruno, que es economista, y que en ese momento estaba yendo a una entrevista laboral.
-A ésta hora supongo que pensaran que no me interesa el puesto- afirma consultando la hora en su celular.
-Perdón... Te hice perder una chamba- me disculpo.
-No pasa nada- desecha cómo si no fuera importante -La verdad es que no me interesaba, y además... me alegra haberte conocido-
-¿Aunque te haya malogrado el auto?- le recuerdo.
-No es nada, solo un raspón, y gracias a ese raspón tengo éste placer- repone refiriéndose a mi presencia.
-Te agradezco, eres muy amable, la verdad es que cuándo bajaste del auto y viniste hacía mí, creí que me ibas a mentar la madre- confieso -Hubieras estado en todo tu derecho-
Se ríe y me asegura que esa no fue nunca su intención, sino comprobar que estuviera bien.
-Aunque admito que si hubieras sido hombre o una mujer fea, no te hubiera invitado a un café- confiesa.
Así que le parezco atractiva...
-La verdad es que yo tampoco habría aceptado si no me hubieras caído bien- coincido.
Le hubiera dicho que también me parecía churro, pero no quería ser tan directa. Ya con la predisposición que mostraba me parecía suficiente. Dependía de él entender las señales. Y al parecer las entendió muy bien, ya que lo siguiente que me preguntó fue si me gustaría ir a otro lado.
-¿A otro lado...?- le digo, haciéndome la sorprendida, aunque lo cierto es que ya estaba esperando que me lo propusiera.
-Sí, a un sitio más... íntimo, más tranquilo...- insiste.
A buen entendedor, pocas palabras.
-¿Qué? ¿A un hotel?- le pregunto bajando la voz para que no me escuche la camarera que está a solo unos pasos.
Asiente con una sonrisa de lo más seductora.
-Antes de entrar aquí lo llame a mi marido para que pase a buscarme- le digo como para desbaratarle el plan, aunque mi excusa no suena muy convincente.
-Puedes llamarlo y decirle que ya está todo bien, que no tiene porqué molestarse- me sugiere, muy seguro de sí mismo.
Cada vez me gusta más su forma de tratarme, la contención emocional y el apoyo que me brindó tras el accidente. Más allá de que desde el principio tuviera la intención de llevarme a la cama, sus modos, sus gestos me seducen.
Llamo entonces a mi marido, y mientras hablo con él, durante todo ese instante le sostengo la mirada al hombre que tengo enfrente, con el que estoy a punto de acostarme.
-Hola mi amor... Sí, me encuentro bien, ya estoy volviendo a casa, no es necesario que vengas... Fue más el susto que otra cosa... A la noche te cuento... Un beso...-
Cuándo corto, se sonríe y pide la cuenta. Salimos, dejamos mi auto estacionado en una calle lateral, subimos al suyo, y vamos a un hotel. No a un hostal, sino al Inkari que está a la vuelta del Chamochumbi.
Cuándo entramos a la habitación nos besamos como teníamos ganas de hacerlo desde que cruzamos esa primera mirada, tras el choque, cuándo me preguntó si estaba bien.
Las ropas de uno y otro enseguida quedan regadas por el suelo. Calatos nos derrumbamos en la cama, sin dejar de besarnos, recorriendo cada parte de nuestros cuerpos con las manos.
Cuándo me introduce los dedos se me escapa un gemido de pura satisfacción, y más todavía cuándo empieza a moverlos, provocándome unos espasmos deliciosos.
Le agarro la pinga y se la sacudo, se la aprieto y masajeo, poniéndola dura, con la cabeza hinchada, amoratada, emanando pura sensualidad.
Se la chupo intensa y frenéticamente, comiéndola trozo a trozo, saboreándola en toda su extensión, llenándola de saliva. Me la saco de la boca, se la beso a todo lo largo y me la vuelvo a comer, una y otra vez, embriagándome con su sabor. ¿Hace falta decir que la tiene riquísima?
En un arrebato, me voltea de espalda, me abre de piernas y me proporciona el mejor sexo oral que tuve en mucho tiempo. No lo hace a las apuradas, cómo la mayoría, que piensan más en meterte el pincho antes que la lengua, sino que se toma su tiempo para lamer y sorber, para degustar cada resquicio, poniendo especial atención en ese botoncito que se inflama más y más con cada una de sus lamidas.
En un momento mete toda la lengua y mientras la mueve adentro, hace con los labios un efecto de succión que me vuelve loca. Se pone entonces un condón, se acomoda entre mis piernas, que se abren fácilmente, y me penetra.
Mete y saca, mete y saca, me hace gritar de placer con cada empujón. Se calza mis piernas en los hombros y me da con todo, brutal, violento, exhibiendo una personalidad distinta a la que me había protegido tras el accidente. Era como estar con otro hombre, el del café, era atento, gentil, cordial, pero éste, el del hotel, es un psicópata sexual, un degenerado, un pervertido.
-¿Te gusta? Mírame y dime que te gusta...- me repetía, los ojos inyectados de lujuria, la cara con un rictus demoníaco.
Y claro que me gustaba. Cómo no me va a gustar que me cachen así, a lo bestia. A veces me pongo mimosa, y quiero besos y caricias, pero en otras me gusta que me den duro.
-¡Siiiiiii... Me gusta... Me gusta mucho... Ahhhhhhhh... Uhhhhhhhh... Uffffffffff...!- le decía, retorciéndome yo misma los pezones, tratando de canalizar por otro lado la terrible excitación que sentía.
Me la saca y sujetándome fuerte de las muñecas, tanto que estoy segura de que va a dejarme marcas, me pone en cuatro, me pega en las nalgas y me la manda hasta el fondo de un solo y potente envión.
PLAP PLAP PLAP PLAP PLAP... Se escucha como rebota contra mi poto, brutal, agresivo.
Me abro las nalgas y le muestro la flor de mi culito. Se pone como loco, más todavía. Y sin dejar de bombearme, me introduce los dedos, dilatando aún más el esfinter.
Entonces sale de mi concha y me entra por atrás. Para no dejar mi acceso principal vacío y desolado, me meto yo misma los dedos, el índice y el medio bien hundidos, mientras que con el pulgar me froto el clítoris. El placer es total, absoluto.
Tengo un orgasmo que prácticamente me hace orinar. Y eso, en vez de darle asquito, lo excita más al pata, tanto que me da más fuerte todavía. Ahora ya no jadeo ni suspiro, sino que grito, más fuerte que antes, excitados alaridos que deben escucharse hasta en la recepción del hotel.
Cuándo está por acabar, me saca el pincho, se quita el condón y tras sacudírsela unas cuántas veces, se viene en mis nalgas y en toda mi espalda. Siento como su acabada se derrama abundante por mi piel.
Fue tan fuerte la eyaculación, tan potente, que luego me daría cuenta de que tenía semen hasta en el pelo.
Y eso fue todo. Se levanta, se va al baño y cuándo vuelve comienza a vestirse. Práctico el sujeto, ya obtuvo lo que quería, así que a otra cosa.
-¿Quieres quedarte o salimos juntos?- al menos tiene la deferencia de preguntármelo.
-Me lavo y ya estoy- le digo.
Salimos del hotel y me lleva hasta dónde dejamos mi auto, a unas pocas cuadras, allí dónde tuvimos el accidente. La despedida es de lo más formal, un simple "nos vemos", aunque en ningún momento me haya pedido ni mi número, ni Facebook, ni Instagram. No parece que nos hayamos echado un polvo hace tan solo unos minutos.
Mejor así, pienso, aunque me hubiera gustado algún
gileo.
Igual, fue un accidente con suerte...

 

Excelente relato, muy bien contado cofra Estefany. Se ve que vive su vida sexual con libertad y sin tapujos. Me gusta.
Saludos

 

Excelente relato como todos los que haces

 

Excelente relato como todos los que haces

 

Sin duda alguna la vida es sorprendente y el destino incierto jaja, de un accidente a terminar dando rienda suelta a un sexo intenso...que buen relato !!!

 

Me gustaría un choque y fuga contigo

 

Que extraño no el relato sino como paso de un momento tan rápido a ir a un hotel jaja ,bien por ti

 

A veces las historias sin nombres, sin redes, son las mejores. Obtuviste un buen sexo y es lo que importa.

 

Wow Muy buen relato Estefany , ójala tengo otro relato así para contar

 

Increíble que a un desconocido le comas el pito sin pre, si te contagias de alguna ets cómo camuflas todo el lío con tu marido ?

 

El pata es un tipo de buena posición, maneja un buen auto, se bota de una chamba, tienes buenos modales y es educado (sería buena la descripción física y edad). Es obvio q ha pasado por muchas situaciones parecidas con otras mujeres, a las q ha llevado fácilmente a la cama, porque chicos como el, gusta a las mujeres y tu has sido una más en su lista por eso esa actitud indiferente ya q está acostumbrado y quiere q todo quede ahí.

Pero como todo ser humano la indiferencia y rechazo genera todo lo contrario en la otra persona y no dudo q esa indiferencia con la q te trato después de cacharte como una perra, ha generado en ti más interés, como tú dices al final, te hubiera gustado un gileo y estoy seguro q buscaras la forma de ubicarlo pa q te cache de nuevo. Imagino q te habrás quedado con algún dato como el nombre o algún dato más del seguro rimac.

Suerte con tu búsqueda @Estefany35, no lo tomes como crítica y espero q nos cuente q te generó esa actitud indiferente y distinta a la q tuvo en un principio el pata. Tu relato fue muy bueno. Espero continuación.

 

Gracias x el comentario... Bueno, el pata era más alto que yo, me llevaba algo más que una cabeza, no le doy más de 33 años, bien vestido, con un perfume exquisito, se notaba que estaba vestido para una reunión, aunque pensándolo bien quizás me floreó con eso de la entrevista laboral, para hacerme sentir culpable y sacar provecho... jajaja... Creo que debe ser casado, por eso no me pidió mi número después de dejarme bien cachadita... Dije que me hubiera gustado algún gileo, pero estuvo bien así... Creo que de repetir ya no estaría esa pasión, ese hambre, de esa primera e irrepetible vez ...

 

Estefany35, fue un relato entretenido, pero me hubiera gustado que detalles más el final y que sucedió luego de que llegaras a casa.
Saludos,

 

Las mejores emociones a veces solo se dan una o dos veces en los momentos precisos !!!

 

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Buen relato con todo el contexto el drama pasion y el.buen sexo !!! Saludos buen relato guapa !