Sudor

Mudanza. Solo eran dos cuadras pero el calor intenso daba la sensación de nunca acabarían. No tenía muchas cosas, recién dos meses atrás me había mudado de la casa de mi madre a un cuarto y de ahí al minidepartamento que estaba por estrenar. Las cosas grandes en camioneta pero las pequeñas en hormigueo entre Gabriela -mi enamorada-, su mejor amiga y yo.
Pero no crean que la historia se trata de Gabriela, sino de su mejor amiga: Laura. Es tal cual la chica de la canción de Kevin Jonhansen: alta, fea y linda. Y si bien ya me llamaba la atención y le tenía ganas desde hacía un buen tiempo; ese día, viéndola sudar quedé prendado de ella.
Entre los laberintos de la mudanza no tenía cabeza para nada, y una vez terminadas de mover todas las cosas de un lado a otro, tuvimos tiempo para un descanso. Chelas para refrescarnos, nos sentamos en unas bancas y mientras Gabriela entra al baño me pongo a conversar con Laura y recién tengo oportunidad de verla detenidamente. Había una gota de sudor en su frente, cayendo lentamente por el lado izquierdo. Pude seguir su recorrido a la perfección, desde como apareció entre sus cabellos, como surcaba su cachete y en esos caprichos de la naturaleza en vez de caer al terminar el pómulo, un movimiento coqueto hace que siga por el cuello y se pierda debajo de su polo azul. Fue una de esas imágenes únicas en la vida, de esos momentos irrepetibles. Fue imposible evitar la erección que yo disimulaba. Vi su rostro todo sonrojado, incluso aun jadeaba del esfuerzo tratando de que no se note su estado. Las gotas que se formaban en la lata dorada de la Cuzqueña me hacían recrear el espectáculo que pocos minutos atrás me enfermó.
Evidentemente, ese día no pasó nada con Laura; tuvieron que pasar sus pocos años para poderla tener.
Varios veranos después, la tenía desnuda ante mí y le conté la historia que les acabo de relatar. Si vieran la cara de arrecha que ponía mientras yo desarrollaba mi historia, en ese mismo instante se hubiesen abalanzado sobre ella y se la hubiesen tirado en el acto. Pero yo quería ver hasta donde llegaba, qué nuevos límites podría provocar en ella. Así que me dijo: abstinencia hasta el domingo, cancela todo lo que tengas hasta el fin de semana, incluido el viernes por la noche, estaremos acá en casa hasta el lunes. Ella es así, dominadora cuando se le mete una idea en la cabeza pero sumisa total, una sierva en toda la extensión de la palabra, cuando ejecuta su idea.
Llegó el viernes y se aparece recién como a las 10 de la noche. Varias películas, chelas y piqueos. Y me da las instrucciones: no saldremos en todo el fin de semana, solo el domingo a trotar un poco. He traído cosas para preparar qué comer o pediremos delivery. Seré tu sierva y podrás ordenarme lo que sea, estaré a tu total disposición. Eso sí, nada de sexo. Por lo demás, se hará, se comerá, se verá, lo que tú desees, excepto los lineamientos generales de mi plan. No he usado desodorante hoy, no lo usaré mañana ni el domingo. Tampoco me bañaré. Como ya dije, saldremos a trotar el domingo, y regresando esperamos el mediodía y haremos el amor a la hora de mayor calor. Ahí quiero ver si realmente te atraigo en todos los estados: recién bañadita, con mi piel suave y fresca como ya me has tenido muchas veces o en estado salvaje, una cerda total. Eso sí, es tu fantasía, no la mía, así que a ti te quiero totalmente aseado.
No sé cómo aguanté esa noche y el sábado, la cabeza me hervía. Me imagina ese rostro que años atrás me había provocado un empalme y su respectiva paja nocturna. Pero debo reconocer que ella lo estaba llevando a un límite que me podría bajonear. En fin, llegó el domingo, nos despertamos tarde y ya con un sol inclemente después del descanso para que el desayuno baje, salimos a trotar, eran como las 11 am.
Después de correr como por media hora, su rostro estaba tal cual la recreaba en mis fantasías. Llegando a la casa me acerco para tirármela ahí mismo, contra la puerta pero me frenó, me mandó a la ducha mientras ella me esperará en la cama. Reclamé, la quería así, ya mismo, pero nada, no dio su brazo a torcer.
Cuando entro al cuarto después del duchazo (que no duró ni 2 minutos) la veo echada en la cama tapada con ¡una frazada! Me cagué de risa, realmente estaba loca. Me invitó a la cama con estas palabras que aun retumban en mi cabeza: mi amo, acá tiene a su cerdita que se ha preparado para que la disfrute inmunda a su gusto…
Me siento a su lado, la descubro y le pido que levante sus brazos. El golpe de olor fue contundente. No entendí como ese olor que tanto detestaba, que me parecía totalmente desagradable, era ahora una invitación a perder la razón. Hundí mi nariz en su axila, que estaba empapada y aspiré con todas mis fuerzas: era olor a hembra pura, era olor natural, la naturaleza me invitaba a no dudar que esa mujer estaba en celo y necesitaba saciarse ya mismo y yo era el llamado a tranquilizarla (aunque el intranquilo era yo). Me acerqué a su cuello y lo lamí. Hervía, su piel caliente me hacía volar más, lo salado de ese cuello me llevó a instintivamente morderlo y marcarlo. Bajé inmediatamente a su pecho. Olí como un perro debajo de sus senos, buscando más de ese olor y sabor animal. Sus pezones parecían piedras, miré su rostro y vi su fascinación al tenerme así, salvaje por ella. Su tetitas son pequeñas, pero me sadiqueé con ellas a tal punto que no quedaba un espacio sin haber sido mordido y marcado.
Toqué su sexo y estaba empapadísimo, simplemente la monté subió sus piernas a mis hombros y empecé a meter y sacar. Tenía la pinga durísima y ella la perfecta, era cosa de segundos para que explotase y nada me iba a detener ya… claro, nada excepto Laura misma… quien entre gemidos suplicó: amo, mi amo, mi amo, le ruego que no explote en mi conchita, sé que no lo debo interrumpir pero esta su humilde cerdita tiene un pedido: no ha lengüeteado mi ni mis nalgas. Deleítese en esas partes y explote dentro de este culo que le pertenece.
Ni corto ni perezoso la volteé y la puse en cuatro. Su raja creo que hasta goteaba. Dos lamidas y tragué sus jugos por completo. A dedicarme a su culo, lamí sus cachetes, sus piernas y me concentré en ese asterisco que había inaugurado meses atrás. Si bien, el olor de sus jugos había quedado impregnado en mi nariz, saboreé lo salado de los pliegues de su trasero. No quedaba tiempo para mucho, yo quería explotar ya mismo. Una última lamida al medio de su culito, su chuchita estaba empapada nuevamente, una metida de pinga a su concha y de frente al culo. Un sonido secó: ¡!, salió de su garganta a modo de queja. Sirvió de nada, la embestí lenta pero firmemente: una, dos, tres, cuatro y a la quinta sus tripas estaban recibiendo mi descarga de casi una semana de abstinencia.
Caí rendido. Ella, como para enchucharme de por vida me dice tiernamente mientras acerca su axila a mi rostro. Tenga mi señor, huela lo que la naturaleza ha creado para su goce, embriáguese.

 

jjajajjajajajjajajjaja que pendejada... yo no lo haría pero que delectación la de tu flaca eh??

 

Irrespirable relato...."cargado" de un juego sexual particular... Gracias cofra por compartirlo, al margen del hecho (que no lo comparto...creo que soy muy asquiento..) una prosa muy bien redactada. Se agradece.