Saga: Tirándome a mi secretaria

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Philip Gerard, 26 Abr 2013.

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    Philip Gerard

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    Eso de ser jefe siempre tiene grandes beneficios, más aún si tienes libre disponibilidad de contratar a tu personal. Yo estaba dirigiendo la oficina sucursal de una importante empresa nacional de servicios. Mi secretaria se iba de licencia de maternidad y necesitaba urgentemente una nueva por unos meses. Llamé a algunos amigos y uno de ellos me dice, “flaco, yo te tengo a la persona adecuada”. “Mándamela mañana mismo”, le respondí.

    Ocho y treinta de la mañana, estaba sentada en una silla cerca a la puerta de mi oficina, el conserje la había recibido, indicándole que esperase. Como siempre que llego, dí los buenos días y entré a mi ambiente. Luego lo hizo el conserje, indicándome que había llegado una señorita Aída, de parte del Señor Carlos. La verdad es que no había reparado mucho en ella, así que me acerqué a la puerta de vidrio y sutilmente la observé. Había venido con un traje sastre a media pierna, que una vez cruzadas dejaban ver unas lindas pantorrillas. Llevaba puestos también unos lentes transparentes que la hacían lucir muy sexy. Estaba leyendo una revista que sostenía sobre su falda.

    Regresé a mi escritorio y al conserje le dije, “Fredy, hazla pasar”. Así ocurrió. Yo estaba escribiendo en mi computadora, colocada a un costado del sillón, dando la espalda hacia la puerta. Hasta que entró y me dijo “Buenos días, señor ‘Gerard”, mi amigo le habría dicho mi apellido. En eso giro el sillón y me encuentro frente a ella. Mediría un metro setentaicinco cuando menos, era alta y guapa. Tenía cabello lacio y largo, se había quitado los lentes y se le podían ver unos preciosos ojos verdes, su piel era canela, su nariz sí era aguileña, algo andina. Parecía una ñusta mestiza. Ahora que estaba de pie podía contemplarse toda su humanidad, era bustona, en el saquito sobresalían sus pechos, un cuerpo escultural resaltado por el traje adecuado para resaltar sus curvas. Le pedí que se sentara y comenzamos hablar lo que se suele decir en estos casos. Era cusqueña, secretaria titulada de una escuela de prestigio, manejo de inglés y programas informáticos, etc. Mientras hablábamos la iba recorriendo con la mirada. Primero fue a los ojos, para infiltrar su espíritu. Una mirada encendida, diría que ardiente, retadora. Me sostuvo la mirada, para no dar muestras de mayor interés la desvié luego, procediendo a revisar su hoja de vida. Mientras dialogábamos la iba midiendo, centímetro a centímetro, era un mujerón. Tenía 27 años, ya algo madurita. “¿Soltera o casada?”, le pregunté. Dudó un momento en darme la respuesta, luego me dijo “Soltera”. Pero esa duda la capté rápido. “Esta flaca no es soltera”, calibré al toque.

    Hablamos del tema económico, en lo que no había problemas mayores. Pero mi otro yo libidinoso, apareció de repente. “Acá trabajamos de lunes a viernes, le dije, pero a veces yo vengo los sábados para preparar documentación atrasada ¿tendrías inconveniente en venirte los sábados?” Volvió a dudar, “si es necesario claro que vendría, cuente conmigo para lo que Usted necesite”, respondió, pero con un tonito que sonaba a “lo que quieras”. Volví a mirarla, “qué bien, le respondí, me gusta ese espíritu colaborador” pero ya con una mirada de complicidad al haber captado su mensaje.

    Ya una vez en la chamba empezó la cacería. Nunca he sido un acosador, pero sí me ha gustado cortejar a mis presas, ir paso a paso, seduciendo más que imponiendo, así se logra entrega total, sin resistencias ni rencores. Si necesitaba algo la llamaba por su nombre, le decía qué bien se le veía, derrochaba gestos de caballerosidad, a la hora del despacho trataba de crear un ambiente de armonía y confianza. Yo la veía feliz, sonriente, esmerada en su trabajo.

    Pasados los primeros días, le pedí que se quedara hasta más tarde de la hora de salida. Aquí sí comenzó a haber problemas, y era que tenía un hijo, era madre soltera. Una tarde que nos habíamos quedado a hacer despacho me contó su vida, o mejor dicho su versión de su maternidad. Necesitaba un trabajo fijo para mantener a su hijo, de solo dos años que era cuidado por una vecina a la que se lo dejaba hasta cierta hora. Por esa razón no podía pasar de las 6.30 p.m., normalmente. “Miércoles, pensé yo, o sea que no podré sacarla días de semana”. “Nada, me dije, tengo los sábados”.
    Resolviendo los deberes familiares, la cité para un sábado a las 9 a.m., “trabajamos de 9 a 1 y te vas a tu casa”. Aceptó y nos vimos a esa hora al día siguiente. Ya el sábado se vino toda vestida con un conjunto de jean y un polito apretado con cuello en V. Verla era lo más arrechante que me había ocurrido en el tiempo que trabajé en esa empresa. El jean apretado resaltaba sus piernas y su derriere, piernas largas y gruesitas. La casaca jean abierta dejaba ver el polo ceñido y la parte superior de sus pechos, con una coqueta medalla que le llegaba justo al medio de sus senos.

    La verdad es que yo no me atrasaba con mis trabajos, pero necesitaba un pretexto para traerla el sábado sin llamar la atención. La empresa era privada, y si bien yo ejercía la gerencia de la oficina tenía que guardar las apariencias y la disciplina interna. Así que debía tener muy buen cuidado de lo que hacía y cómo lo hacía. Para colmo, mi oficina era cerrada, pero toda de vidrio empavonado solo hasta cierta altura, así que cualquiera empinándose podía ver hacia adentro. Así que le dije, “vamos a revisar el archivo documentario”, “quiero verificar si está bien llevado”, puse como pretexto. Papel por papel, texto por texto, así estuvimos unas 2 horas, hasta que ya no hubo nadie más en la oficina. Literalmente nos quedamos solos. Yo lo sabía porque todos pasaban a despedirse de mí.

    Ocurrido esto le dije, “Aída todo está en silencio ¿no?, pon música”. Yo pensé pondría alguna radio de rock o salsa. No fue así, puso música romántica. Y se quitó la casaca jean, uf, el espectáculo de contemplar esas frondosas cumbres y su medallita dorada, que brillaba ostentosa entre semejantes portentos de su humanidad, me delataron. Yo que quería mantener mi imagen de indiferente, fui delatado por mi abrupto silencio. Pero ella sabía lo que tenía y lo que quería.
    En ese escenario, me dije, al diablo los rodeos. Me puse de pie y me acerqué a ella, que estaba al frente del escritorio. Ella solo me observaba, parecía que estaba esperando que tomara esa decisión. Una vez frente suyo, me recosté en el pupitre y de ahí me incliné hacia su persona.

    Con mi mano derecha tomé la medallita, levantándola un poco pero sin dejar de rozarle los pechos con el lado anverso de la mano, “qué bonita medalla”, le dije mirándola libidinosamente a los ojos. “¿Te gusta?” me respondió tuteándome. Luego se tomó el cabello y se lo hizo para atrás, resaltando la presencia de sus pechos. Y en viada, le respondí “más me gusta tu cabello”, no se trataba tampoco de ir como un desesperado. Solté la medallita y le acaricié el cabello que realmente era suave y sedoso. Me puse de pie y me coloqué detrás de su silla. “debes estar cansada” le dije y con mis manos sobre sus hombros comencé a hacerle masajes. Sentí claramente cómo se estremeció, arqueó su espalda hacia adelante, como si sus pechos se hubieran excitado. Yo seguía estimulándola suavemente, primero por los hombros, luego por los brazos. Ella ya no hacía nada, solo cerró los ojos y se dejaba llevar. Regresé a los hombros y seguí por el cuello. Siempre con la misma intensidad bajé hacia su pecho, que estaba caliente, hirviendo, bueno, los dos estábamos haciéndolo a decir verdad. Ya una vez en el pecho, roté las palmas de mis manos, con mis nudillos acariciaba muy suavemente la parte superior de sus senos. Ella, inclinó su cabeza para atrás, abrió los ojos, me miró como declarándose rendida. Y yo que soy alto sentí que su cabeza rozaba mi pene, totalmente en erección. Retrocedí un poco y me incliné para besarle los labios. Prácticamente me comió la boca, la mujer estaba súper, pero súper arrecha. Se puso de pie y nos abrazamos y besamos como dos desesperados. Comencé a acariciarle los pechos, sus pezones estaban duros y mientras la chapaba, le metí la mano bajo el polo, y jugaba y jugaba con ellos. Ella me abrazaba y acariciaba la espalda, luego bajo un poco más, apretándome una nalga, para terminar estrujándome el pene entre su mano, pero encima del pantalón.

    Yo comencé a morderle las orejas, el cuello, me gustan particularmente los pallares de las orejas, pienso que es uno de los espacios de mayor excitación. Ella se jadeaba y se rendía a mis brazos, pero no dejaba suelto al muñeco, lo sobaba y lo sobaba como desesperada. Yo estaba vestido deportivamente, también en polo y jean, con zapatillas. Hicimos un alto entre tanto jaleo, y solo atiné a decirle “me gustas”. Después de todo lo hecho recién se me ocurría declarármele. Ella no dijo nada, solo me miró con sus ojos de mujer excitada y me sacó el polo, casi de un tirón. Una vez hecho fue a besarme las tetillas, se prendió de ellas, comenzó a sorberlas provocándome una excitación total. Ya para eso terminamos en la alfombra. Le saqué también el polo y comencé a besarle los pechos espléndidos que tenía, redondos y aún duritos. De sus pezones aún salía leche! Me prendí como si fuera un bebé. Ella me tomó la cabeza y mientras yo le chupaba los pechos me acariciaba y la acercaba hacia sí. Se nota que estaba feliz.

    Comencé a bajar con los besos, su estomago ya no estaba tan firme, se notaba que había sido madre, pero no desentonaba realmente, llegué a su ombligo y se lo exploré con la lengua, se retorció un poquito. Luego, comencé a morderle suavemente la piel y se estremecía. Seguí bajando, mientras ella me acariciaba la cabeza, le abrí el pantalón y se lo bajé con su truza. La dejé calatita, solo con sus snickers. Le abrí las piernas, las puse sobre mis hombros y me hundí al medio de ellas y comencé a hacerle la sopa. Para eso ella ya estaba mojadita. Literalmente de un lenguazo me bebí todo su líquido. Hasta que apunté a su clítoris y comencé a castigarla con la lengua. A cada embestida se retorcía y gemía. Ya en ese momento sus caricias se habían convertido en clavada de uñas sobre mi cuero cabelludo. Igual seguí dándole, primero sobre el clítoris, luego con los dedos arrastraba todo su jugo hacia su ano, tratando que también se lubricara. Mientras ella se deshacía de placer, se acariciaba los pechos, se tomaba el cabello, ella misma se metía el dedo a la vagina. En eso se vino, dio un gemido y sentí claramente cómo salía expedido su líquido en la parte superior de la vagina. Yo me puse de pie y lo más rápido que pude me bajé los pantalones y me eché encima suyo y la penetré. El sentir todo mi miembro adentro la hizo excitar aún más, comencé a cabalgarla y el orgasmo que había sentido continuó, gritaba y gritaba de placer. Sus chillidos me excitaban también, me movía más rápido, era como si quisiera sentir su placer también. Ella seguía agitada, me abrazó y me clavó sus uñas en la espalda. Nosotros nos besábamos, por momentos podía ver sus ojos en blanco. Ya llegó un momento en que su abrazo fue tan fuerte que parecía que quería fusionarse conmigo, con una mano en la espalda y la otra sobre la nuca. Yo me seguía moviendo, cada vez con mayor excitación, hasta que me vine dentro de ella. Cuando comencé a jadear, ella lo hizo con mayor fuerza aún, cualquiera que hubiese escuchado pensaría que estaban matando a alguien.
    Yo me eché hacia un costado, ella miraba hacia el techo, agotada, quién sabe cuántos orgasmos habría tenido. Cuando me recuperé del esfuerzo realizado, me percaté que lo había hecho sin protección, la arrechura me había ganado. Toda la alegría se me quitó con la preocupación de lo que acababa de hacer.
     
    Philip Gerard, 26 Abr 2013

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    #1

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    excelente relato cofrade!! ud. si q cazo su presa en poco tiempo!! muy buen relato.
    Pdta.- Para eso existe la pildora del día siguiente.
     
    christianhs, 26 Abr 2013

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    #2

    El Azote de Dios

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    Que buen relato cofrade, secretarias secretarias!!!
     
    El Azote de Dios, 27 Abr 2013

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    #3

    sex22

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    buen relato! cómo quieren las secres a sus jefecitos y los complacen en todo jaja!
     
    sex22, 27 Abr 2013

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    #4

    ricson

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    Que buen relato cofrade!!!
     
    ricson, 27 Abr 2013

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    #5

    texasjack2000

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    Voy a tener que hacerme un pajaso!!!! No he podido contener la ereccion
     
    texasjack2000, 27 Abr 2013

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    #6
    A Philip Gerard le gusta esto.

    dokkosex

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    excelente relato cofrade!!! si hay una continuacion subala pronto! exitos.
     
    dokkosex, 27 Abr 2013

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    #7

    aleexxis

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    Que buena secre ,sigale ahi master
     
    aleexxis, 28 Abr 2013

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    #8

    Rigel

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    Muy bien jugado cofrade..... pero para cuando hay una segunda parte ...
     
    Rigel, 29 Abr 2013

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    #9

    Philip Gerard

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    SEGUNDA PARTE.

    Luego del encontronazo en que secretaria y jefe, sin querer queriendo, nos habíamos devorado uno al otro y a pelo, me quedé traumado. Uno porque siendo joven ella, fácil luego me podría arrimar un hijo sin haberlo buscado y me enganchaba facilito, y otra por no conocer sus costumbres y “amistades” podía haberme contagiado alguna ETS. “La joda, pensé, ¿porqué no me puse el condón?”. Ella se recostó hacia el costado y como si adivinara, al verme el rostro, me dijo, “no te preocupes, yo me cuido con inyecciones y hace tiempo que no lo hacía”. Me dijo todo eso ya con cara seria. Supongo que esperaría mayor satisfacción de mi parte. Ya medio ahuevado le dije, “¿en serio, te cuidas”. “Claro”, respondió, “sino no lo hubiera hecho contigo”, fue su última frase sentenciante. Se puso de pie y comenzó a recoger sus cosas. Yo me sentía fatal, nunca me imaginé qué importante era para una mujer saber comportarse luego del acto sexual. Esa tarde lo aprendí. “No vayas a creer que soy así”, me decía mientras se vestía, “sino que hace tiempo que no estaba con un hombre. Tú sabes la necesidad, tus manos…” No la dejé terminar, me acerqué intentando reparar el daño hecho, y le dí un beso en la boca. Ya estábamos empezando el segundo round, cuando sonó el teléfono. Cuando ella ya iba a contestar, le dije, “no lo hagas”. Fui yo y levanté el auricular, era mi mujer. “Amor, todavía ahí, te estamos esperando para almorzar” me dijo. “Cielito, le contesté, te he dicho que no me llames a la oficina cuando estoy trabajando”. “son las dos de la tarde”, me retrucó, “ustedes trabajan solo hasta la 1”. , ni cuenta me había dado de la hora. “Y Gloria? Por qué no me contestó ella?” (Gloria era mi secretaria que estaba de licencia) me preguntó al toque. No le dí más relleno y le respondí, “mira hablamos en la casa, ya voy para allá”.

    Aída, que era una bala, ya se había metido al baño, aseado y arreglado, salió y ya estaba lista para irse. Yo con las justas me había puesto la truza y el pantalón. “Me voy, me dijo, se me ha hecho tarde”. “espérate, le dije, yo te llevo”. “No señor, tiene que ir a su casa” me respondió en son de reclamo también. Además que me había clavado el “señor”. Algo andaba mal. Abrió la puerta y se fue.

    Ya en la semana su trato fue bien displicente, formal, al entrar a mi oficina dejaba la puerta abierta, de manera que todos nos veían y yo no pudiese intentar nada. Llegada la hora de salida, se iba volando. No había tiempo de hablar, a veces me acercaba a ella y trataba de tomarla de los hombros o de la mano, pero ella lo evadía, yo tampoco podía hacer roche, era gerente pero no el dueño, así que debía cuidar mi posición, nunca falta un serrucho o soplón por ahí. Llegó el viernes y le dije que tenía que venir al día siguiente, se disculpó diciendo que tenía que llevar a su hijo a un chequeo médico, que en todo caso ella le podía solicitar a una de las practicantes que viniera. Eso me sonó a provocación, me estaba midiendo. No, le dije, si no puedes ya no vengo. Le brillaron los ojos cuando le dí esa respuesta. Ahí me percaté de su juego, ya me había dado a probar de su medicina, pero antes de darme otra dosis, quería ganarse más derechos y jugaba a hacerme sufrir. Pero tampoco quería más competencia.

    La semana siguiente fui yo el que estuvo duro, dejé que las cosas se enfríen adrede. Seguí su juego y fui más radical todavía, hice que una de las practicantes de secretariado, una chiquilla de unos 23 años entrara a apoyarla. Obviamente escogí a la más rica y juguetona, una chica llenita que tenía una retaguardia parecida a la de Jennifer López, con una minifalda que le llegaba a la mitad de las piernas, pero que por lo mismo de su contextura le hacían ver unas piernas bien formaditas. Aída no cabía de celos, yo la dejaba a ella en su sitio y la tomé a la practicante de mi lleva y trae. Comencé a sonreírle, a tocarle los dedos cuando me entregaba algún documento, poco a poco le iba tocando mayor porción de sus manos, y notaba que cada vez se emocionaba más la chiquita.

    Llegado el sábado, fue la practicante la que pagó pato. Pero esta vez tomé mis precauciones. Estuvimos trabjando de 9 a 11 y de ahí le dije “Ariana, tengo hambre, acompáñame a comerme un cebiche”. “Claro señor” me respondió con un brillo en los ojos, como sabiendo lo que venía. Muy suelto de huesos le dije, sal y espérame en la esquina, ella ni corta ni perezosa, arregló sus cosas y salió al lugar acordado. Cerré mi oficina, me despedí y salí tras de mi presa.

    Para no verme expuesto a la posibilidad de un ampay me la llevé a otra zona de Lima, donde no me conocerían. En el trayecto ya íbamos relajados, ella que se había ido con una mini infartante cruzó sus piernas mirándome hacia mí, agradeciéndome por el trato que le daba, que estaba feliz, que era el mejor jefe del mundo, que quería quedarse a trabajar en esa oficina. Se regalaba la chica. Yo le respondía también con agrado, nos reíamos, trataba de crear buena atmósfera de relax. Llegamos a la cebichería, un poco caleta ella, pero cercana a una zona de hoteles tres estrellas. Entramos y pedimos un cebiche mixto, una jalea y un sudado de tramboyo. Harto material para la fogata. Le dimos curso y luego vinieron las respectivas chelitas bien al polo. Ahí empecé el ataque, comencé a seducirla. Entre la comida, el trago y las caricias, ya estaba lista.

    “Qué calor que hace”, le dije, “se me ha antojado darme una ducha, me acompañas”. No esperé su respuesta, la tome de la mano y después de pagar la cuenta, me la llevé al carro y de ahí a un hotel cercano, con cochera interna. Fue todo tan rápido que no le di tiempo a reaccionar, cuando menos lo pensaba ya estábamos en la habitación. Muy amplia, iluminada, buena ventilación y con un hermoso jacuzzi a un costado. Era un señor matadero.

    Una vez adentro, me acerqué a ella, la miré a los ojos, le tomé el cabello y la besé. Su entrega fue total. Después de tiempo que estaba con una chica tan joven. Su piel era suave, muy suave y delicada, su cabello ondulado y bien cuidado, de color café. Después de besarla comencé a morderle suavemente las orejas, con la punta de mi lengua le acariciaba la parte interna de las mismas. Mientras con mis manos le acariciaba todo el cuerpo. Ella hacía lo mismo conmigo. Volví a besarle su juvenil rostro, con una naricita respingada, unos grandes ojos negros que me miraban entre ansiosa y borrachita, como pidiéndome que de una vez la hiciera suya. La eché en la cama y comencé a quitarle la ropa, la blusa, la falda, el brassiere voló de una sola. Comencé a besarle los pechos, que en verdad no eran grandes, pero que en cuanto comencé a absorberlos se pusieron erectos. Cada vez que los absorbía con fuerza ella gemía. Como estaba ya sumamente acalorado, me detuve a quitarme el polo, lo hice y al hacerlo la veo a ella sentada frente a mí, abriéndome la correa y la bragueta del pantalón. Ante su iniciativa me eché en la cama y la dejé actuar. Me abrió el pantalón y me sacó el pene al aire. Y me lo comenzó a chupar, era una golosa de la pinga. Se la metía y se la sacaba de la boca, lo relamía con la lengua, me la absorbía, estaba como poseída. Como no podía quedarme atrás le saqué le bajé el calzón y completamos el 69. Yo echado de espaldas y ella encima de mí, con su vagina en mi boca y con mi pene en la suya. Cuando comencé a hacerle la sopa casi me arranca el miembro, me dio una mordida que casi me hace gritar, estaba ella hilarante de placer. Pero yo dije aquí corro peligro, asi que terminé de quitarme la ropa, esta vez si me puse el condón y a darle curso por donde se debe, la agarré en posición de misionero y la flaquita comenzó a moverse misma Shakira, qué rico es cuando son tan jovencitas. Era gritona como ella sola. Y sus chillidos eran recontra arrechantes, ah ah ah ah, “papito, me decía, dame más, dame más” y yo que cumplía sus deseos. Un poco cansado de la pose, la hice que se pusiera en perrito, y comencé a darle, agachó su cabeza sobre la cama, poniendo su vagina en 45°, con lo que sentía más intensamente. Cuando comencé a jadear, que ya me iba a venir, se salió de la posición y se vino sobre mí, quitándome el condón, poniendo mi pinga de nuevo en su boca, donde finalmente me vine.

    Quedamos rendidos los dos y totalmente extasiados. Después nos metimos al jacuzzi, donde nos seguimos prodigando besos y abrazos y me hice merecedor de un nuevo fellatio. Cómo le gustaba el pájaro a esta chiquita.

    Ya en la cama y ella abrazada a mí me dijo, “ya que estamos por acá ¿puedes acompañarme a comprarme unas zapatillas?” como no era la zona que frecuento accedí a hacerlo. Estuvimos por una tienda de marca, donde se probaba las zapatillas hasta que encontró una que le gustaba. Y ahí disparó el cañoncito, “papi –ya me había adoptado- éstas me gustan pero no me alcanza la plata” me dijo en forma modosita, tristona. Ah, pensé yo, así es la cosa. "No te preocupes linda, llévalas nomás yo te las regalo”, le dije.

    Yo que pensaba que ella lo había hecho por puro deseo, jajaja. No desaprovechan una las jóvenes de este tiempo. Le dí para su taxi y yo enrumbé para mi casa, había tenido mucho trabajo de oficina.

    CONTINUARÁ.
     
    Philip Gerard, 29 Abr 2013

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    #10

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    bien con la chata mamona cofrade!!! haber si se hace unas pics.. y las cuelga.
     
    dokkosex, 29 Abr 2013

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    #11

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    buena historia...
     
    etreum, 29 Abr 2013

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    #12

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    En el paraíso, con cada diablita que me encuentre!
    Caraj...qué buen relato!! Se felicita tan buena redacción y coherencia entre texto y texto, ante tanto bruto que sale escribiendo "horrores ortográficos".
     
    Machin69, 30 Abr 2013

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    #13
    A golosisimaperu y Philip Gerard les gusta esto.

    mendigodeltubo

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    Cofra y la continuacion??? me imagino que tambien tendra otras historias con "gloria" que podria contarnos aqui..
    saludos.
     
    mendigodeltubo, 3 May 2013

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    #14

    christianhs

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    es la ventaja de ser gerente estimado cofrade, pero tpco quitemosle meritos a sus conocimientos de cazador, bien ahi!!
     
    christianhs, 3 May 2013

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    #15

    Philip Gerard

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    Monterrico
    Me comí a mis secretarias (III).

    Como recordarán mis cófrades, en capítulos anteriores les contaba mis aventuras con Aída (Tirándome a mi secretaria) y con Ariana (me comí a mi secretaria ii). Ya el lunes siguiente adrede llegué más tarde de lo acostumbrado. Arianita se creía la jefa (derecho de pinga) y Aída chillaba porque reclamaba por antigüedad en el asunto. Al entrar a la oficina se sentía el mal humor. Pasé y me senté en el sillón y al toque tras de mí entraron las dos. La verdad que la mocosita bastante desubicada ya se estaba pasando de línea, ella no era la secretaria, por más que hubiese tirado conmigo. La cama no siempre da derechos laborales, más aún si tienes al frente a un jefe con autoridad que sabe distinguir las cosas. Las miré seriamente a las dos e hice sentir quién mandaba. “Señoritas, estoy ocupado, yo las llamaré cuando las necesité. Salgan por favor y ciérrenme la puerta” sentencié con cara de perro. No podía permitir que el gallinero se me alborote.

    Después cuadré a cada una, por separado, “chamba es chamba” les dije, “cualquier cosa entre nosotros es fuera de la oficina, aquí yo soy el jefe y tú una empleada/practicante. No quiero broncas y a la primera que joda, se va. Te voy a estar chequeando, ya sabes”. Santa palabra, toda la semana se calmaron las aguas.

    Llegó el viernes y yo ya hacía planes para levantarme a una de ellas al día siguiente. La verdad que no sabía a cuál, cada una tenía lo suyo. Hice algo práctico, casi a la hora de salida las llamo a las dos y les pregunto: “¿quién puede venir mañana?” las dos contestaron al unísono: “Yo”. Casi me cago de risa. Pero comencé a pensar, siempre había alucinado con hacer un trío ¿atracarían? A la , pensé. “Bueno para lo que vamos a hacer las necesito a las dos, pero yo las recojo a cada una”. Coordinamos los lugares y quedamos para el día siguiente a las 8.30 de la mañana.
    Ya en la mañana, puntual, como debe ser, la recogí a cada una. Primero a Aída, derecho de antigüedad, que se sentó adelante del auto conmigo, y después a Ariana. Las dos estaban a pedir de boca. Debo ser sincero que esa mañana sabiendo lo que se venía me tomé una pastillita de Cialis, para cumplirles y darles con todo, no lo había hecho antes, pero amigos me habían contado que con ello tenía rendimiento permanente asegurado. Y además que quería darme un vacilón….

    No me anduve con rodeos y me las llevé fuera de Lima. Conocía un centro de esparcimiento recontra caleta a solo 30 minutos, donde ya antes me había comido a una jerma. Súper tranquilo y con servicio de primera. Me justifiqué diciéndoles que habría una reunión con otros ejecutivos de la empresa, que tal vez necesitaría de su apoyo.

    En el camino estuve recontra jovial, como si fuéramos patasas de toda la vida. Creé un ambiente relajado, rajando de la gente de la empresa, los clientes, hablábamos de cualquier cosa que llamara a risa. Hasta que llegamos al sitio, las flacas se miraron entre sí. Era campestre, con piscina y servicio de restaurante. Como era temprano no había casi nadie, salvo los empleados.
    “Uy caracho, no ha llegado nadie todavía” les dije. Ellas me miraron como sorprendidas, todavía no se ubicaban. “Voy a tomar un bungalow y ahí los esperamos” les dije. Así lo hice y nos fuimos al más alejado de la zona recreativa.

    Entramos y tenía una cama queen size. Espectacular. Un bungalow con todas las comodidades para crear un ambiente romántico. Como ya conocía, me ubiqué rápido, prendí la música, abrí una botella de vino moscato que había llevado, de esos dulces que pasan y trepan rápido, a cada una le dí un vaso a medio llenar, yo tomé una bebida gaseosa que saqué del frigobar, por la bendita pastillita era mejor no tomar alcohol. Ellas se miraban, estaban mudas, no sabían qué hacer. Ya sospechaban algo, pero se notaba que no se hallaban, qué harían las dos, si cada una me quería solo para ella.

    “Vengan chicas, siéntense acá”, les dije señalándoles la cama. “Les voy a decir la verdad. Las he traído para que se amisten”. “No jefe, nosotros no estamos peleadas”, respondió Aída como dando a entender que estaba por encima de esas cosas. Aunque yo sabía que no era así yo insistí y es que era parte de mi coartada. “¿En serio. No hay bronca entre ustedes? Eso no es lo que me han comentado en la oficina, le retruqué. Ariana fue quien intervino entonces: “De verdad, no hay bronca si trabajamos juntas”. Estaría asustada recordando la advertencia que les hice.
    “Perfecto, salud por eso” fue mi respuesta. Acerqué mi vaso a cada una. “Hum, está rico” mencionó Ariana, más suelta ella. “Y a ti Aida, no te gusta?”. “Si, está rico”, toma pues le dije. Todo seguía de acuerdo a mis planes, por la hora no habrían tenido tiempo de desayunar y estarían con el estómago vacío. Así que el vino haría efecto rápidamente. Dimos una vuelta más. Ya estaban bien cebaditas.

    “Así que ya se amistaron. Eso me lo van a demostrar. Ariana dale un besito a Aída”. La reté a hacerlo. Lo hizo de una manera muy formal, mejilla con mejilla. “no pues, ese es el beso de judas”, sentencié y nos reímos, ellas a carcajadas ya había hecho efecto el vinoco. “Aída, ven, dame un beso”. Para qué le dije, vino y me chapó con lengua. Quería demostrar que “ella” era. Ariana se quedó mirando picona, quería también su oportunidad. “ya ves, así se besa. Ahora vuélvela a besar a Aida”. Las dos se miraron sorprendidas. “anda qué esperas” agregué. Como yo era el macho cabrío tenía que obedecer. Fue y la besó, al principio tímidamente, pero después, sería efecto del trago, se chaparon, con lengua y todo. Aída adivinó lo que yo quería y estaba dispuesta a hacerlo para darme esa satisfacción. Lo supe, porque después me dio una mirada de sumisión y complicidad. Siguió besando a la chiquilla, pero esta vez por su cuello, con mucha suavidad, como lo hacen las mujeres. Ariana sería que ya estaba bien macerada, solo se dejaba, cerraba los ojos disfrutando de las caricias de su ocasional amante.

    Yo las observaba, me había puesto al palo, y la verdad que todo me llamaba a tirarme encima de las dos y poseerlas, pero tampoco podía perderme el placer de contemplar una relación lésbica. Aída le quitó la ropa a Arianita y comenzó a besarle los pechos. Como conté antes no eran muy grandes pero sí estimulables. Con la lengua se los acariciaba y volteaba a mirarme como buscando mi aprobación a lo que hacía. Yo comencé a quitarme la ropa. Ella al verme hizo lo mismo. Yo era su plato fuerte, con quien quería era conmigo. Pero no le iba a dar gusto, todavía. Así que sobre quien me abalancé fue sobre la chiquilla, terminé de quitarle la ropa y me fui sobre su conchita. Mientras Aída le besaba los pechos y el cuello, yo le hacía la sopa a Arianita. En cuanto empecé se excitó y comenzó a besar con loca pasión a Aída. Se vino en mi boca, y como después de desnudarme me puse el infaltable condón, la penetré. Puse sus piernas sobre mis hombros y la agarré como carretilla. Aquí no hubo calentamiento, así que defrente comencé a darle con fuerza. Ella gritaba de placer, ah ah ah. Aída la besaba en la boca y se metía el dedo en su estimulándose también. “¡Qué placer, qué placer, ay, ay!” eran sus palabras combinándolos con los besos y las lamidas de tetas que le hacía Aída. Hasta que los dos llegamos. Ella parecía un chisguete de inyección lo que se había hecho. Ahora le tocaba a Aída, cuya sumisión había sido ejemplar.

    Mientras Ariana se revolcaba del placer logrado, me fui sobre Aída. Nos besamos como dos amantes. Tenía que agradecerle por su entrega. Estaba haciendo justo lo que yo quería. Nos echamos en la cama, junto con la practicante y comenzamos a acariciarnos, como preparando la penetración. En eso, siento que Ariana comienza a chuparme la verga. Recordemos que le gustaba el chupigel. Con su lengua me estaba limpiando toda la “agüita de coco” que había quedado. Hum, pero qué rico chaparme a una hembra y que por abajo te estén lamiendo las bolas! Estando yo prendido de las inmensas tetas de Aída, mi compañerita de aventura comenzó a hacerle la sopa. Se hundió en su zorrita, devolviéndole los besos que había recibido. Viendo esto, me aparté, quería ver ese espectáculo. Una mujer haciéndole la sopa a otra. Lo hacían como en cámara lenta, disfrutando cada movimiento, acariciándose como si fuera lo último que hicieran en la vida. Cada segundo lo sentían intensamente.

    Para hacerle la sopa Ariana a Aída tuvo que ponerse casi de cuclillas, con el trasero totalmente expuesto, mostrando su bulba, recién penetrada, pero más aún su rico asterisco, rosadito y bien limpio, arrugadito, como nuevecito. No pude aguantarme. Me puse otro condón y la penetré otra vez. Dio un suave gemido y volteó a mirarme, pero mostrándome su complacencia. Eso era lo que quería, demostrarme que ella también me servía. En tanto, Aída, se estrujaba los pechos con los ojos cerrados, y gemía y gemía de placer con la sopa de su “hermanita”.
    Con el mismo líquido que salía de su vagina, le fui lubricando el ano a Ariana. Le metí suavemente un dedo, como forma de dilatarla. Volvió a gemir pero no dijo nada. Me bajé y le hice el beso negro. Imagínense lo que era ese dormitorio con dos mujeres mujiendo de placer. Cuando ví que se dilató su potito. Zuácate, la clavé. Primero la cabecita y entre movida y movida le iba metiendo el resto del tronco. Felizmente que tuve la precaución de comprar condones con lubricante externo. Ahí si Ariana metió un grito y se hizo aparte. Au, au, au, gritaba. La estaba reventando por dentro. Yo no podía dejarla, mi excitación era súper, pero súper intensa. Aída que ya se había quedado sola, se vino hacia mí, a besarme el falo y las bolognas mientras penetraba a su amiga. Era una forma de pedirme que también le diera su pedazo. Debo confesar que me llamó a compasión su actitud. Hasta ahora a ella no la había penetrado. La jalé hacia mí y la besé con pasión, la sentía verdaderamente mi mujer. Su entrega me ganó, la dejé a Ariana y seguí besándome con Aída. La verdad es que Arianita debe haberle agradecido que la salve, porque le estaba destrozando el culo.

    Al otro lado de la cama nos quedamos Aída y yo, como si el mundo en ese momento solo fueramos solo los dos. Le agarré con las dos manos los costados de la cabeza, como acariciando su cabello y me quedé viendo a sus ojos. Su mirada me estremeció, era de una ternura y entrega total. Me sometió, sin dejar de tomarle la cabeza le dí un beso en los labios. Un beso de amor apasionado. Nos abrazamos y la penetré, fue algo tan intenso pero entregado, que no nos demoramos mucho en llegar los dos. Ahora los gritos eran nuestros. Ella me decía “mi amor, mi amor, atraviésame, dame duro”, me abrazaba y me decía “no me dejes, haz conmigo lo que quieras”. Yo solo atinaba a besarla y a moverme. Primero llegué yo y casi al instante ella también. Ariana estaba atónita contemplando a un costado, lo que era realmente una entrega de amor.

    CONTINUARÁ.
     
    Philip Gerard, 3 May 2013

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    bastante bueno a mi opinion.. algunas cosas me han sucedido.. d igual modo.. saludos
     
    FABRICCIO aguilar, 3 May 2013

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    mier** !! que buen relato cofra . siempre es bueno darse una pausa y penetrar a ambas x igual pero bien jugado
     
    quik182, 3 May 2013

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    Que buena historia cofrade!!! Siga contandonos su desenlace con tremendas nenas.
     
    dokkosex, 3 May 2013

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    trabador, 3 May 2013

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