Relatos antiguos de los mundiales

Tema en 'Deportes en General' iniciado por FONZIE, 24 Oct 2020.

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    Este partido lo viví en carne propia, tenia 9 años y regresaba del colegio para ver el partido, donde se decía que Perú iba a campeonar. iluso yo por que en ese tiempo se cantaba el estribillo de "Peru Campeón, hay que ir al mundial a campeonar con el grito Peru Campeón" ja ja pero también estaba el interés en los otros países como Brasil. Francia, y la siempre odiada Alemania, este partido mato mis ilusiones y pasaron 36 años para volver de nuevo.

    La dura crítica de Mario Vargas Llosa a la selección peruana que cayó 5-1 ante Polonia


    El escritor peruano analizó el último partido de la rojiblanca en España 82 y concluyó que la selección de Tim había bajado los brazos bastante antes del primer tanto

    Hay partidos buenos, regulares, malos y pésimos, y partidos como el de Polonia, ese juego surrealista que consistía en asociar palabras con ayuda de la casualidad, lo que daba a veces delirantes absurdos y, a veces, de turbadora belleza.

    Sin desmerecer en lo más mínimo el justísimo triunfo de los polacos, desde el comienzo del partido tuvimos la sensación de que el equipo peruano había salido resuelto a demostrar que no era capaz de acertar un pase, ni de ganarle la carrera a un adversario, ni de frenar un avance enemigo, ni de disparar con puntería, y sí, en cambio, muy capaz de encajar una retahíla de goles.

    Consiguió su objetivo, pero con grandes dificultades, porque en los primeros 50 minutos de juego –es decir, hasta el primer gol polaco–, compadecidos de los millares de peruanos que en las tribunas del estadio Riazor de La Coruña sudaban hiel, Santo Toribio de Mogrovejo, Santa Rosa de Lima y la Beatita de Humay mantuvieron cerrado el arco que defendía (¿defendía?), con más gritos estentóreos que con actos, el portero Quiroga.

    A partir del minuto 50, cuando, con una cortesía exquisita pero exagerada, el zaguero Velásquez cedió el balón en la orilla de la zona de peligro a la delantera polaca, y, como para no desairar tan simpático gesto, Smolarek se resignó a marcar el primer gol de su cuadro, la estrategia peruana empezó por fin a dar frutos.

    De no jugar nada que pudiera llamarse fútbol, mis compatriotas pasaron a hacer una conmovedora exhibición de masoquismo colectivo: se les torcían los tobillos, pateaban al aire, se obstruían uno al otro y en vez de perseguir la pelota, parecían evitarla.

    QUIROGA EXTRAVIADO
    Dos minutos después del primer gol, el veterano Lato batió por segunda vez el arco peruano, totalmente desguarnecido para la ocasión, pues Quiroga andaba extraviado, fuera del área chica. ¿Qué hacía lejos de su puesto? Según alguien, los tres palos y la red le dan claustrofobia y eso lo lleva siempre a adelantarse, a veces hasta media cancha, según otros, en esta circunstancia precisa, trataba de eludir el posible chapuzón de una nube negra que se había agazapado sobre su valla.

    La seguidilla de tantos no acaba de dar una idea de lo que ocurrió en la cancha, porque los cinco goles pudieron ser seis, ocho. ¿Eran estos los mismos jugadores que hace apenas una semana derrotaron a Francia, a un combinado italiano en Milán, que empataron con Argelia en Argel? ¿Los mismos que ganaron su clasificación al Mundial derrotando a Colombia y a Uruguay? Lo eran, pero parecían unas caricaturas de ellos mismos.

    LA ROSA, LA PARADOJA
    La paradoja de la tarde fue, sin duda, que correspondiera marcar el gol de honor del equipo peruano al peor de los jugadores de la cancha, La Rosa, quien, antes y después de ese tanto, dio en todo momento la impresión de una dama en estado interesante, empeñada en evitar los encontrones, cargas, saltos, carreras y sobre todo la cercanía de la pelota, a fin de no poner en peligro al fruto de sus entrañas.

    Con la excepción de Olaechea que jugó con empeño hasta el final, sin dejarse desmoralizar por la superioridad de los polacos o la mala actuación de sus compañeros, el resto del cuadro dio, ante un público que lo había alentado sin tregua, un espectáculo lastimoso.

    No siempre se puede ganar y no hay nada deshonroso en salir de la cancha con un resultado adverso, como lo demostraron ese mismo día los escoceses, que perdieron la clasificación ante los rusos, pero peleando como tigres hasta el último segundo y brindando un magnífico partido. Lo que nos apenó en el equipo peruano no fue lo mal que jugaron sus integrantes, sino su desintegración moral después del primer revés.

    Nadie podrá decir del partido Italia-Camerún que se vio buen fútbol ni nada por el estilo, pero, al menos, el cuadro africano no se quebró ante una escuadra superior. Resistió sus acometidas con mucha dignidad y aplicó, con disciplina, la táctica fijada por su entrenador, que consistía en impedir la goleada por sobre todas las cosas, en conservar la virginidad de la valla de N’Kono.

    Fue preciso el gol de Graziani para que los africanos abandonaran el sistema defensivo que los mantenía a todos –con excepción de Milla– replegados en su campo y atacaran. Así se produjo el gol de Mbida que levantó por unos minutos el interés del aburridísimo partido.

    Como era de prever, el match fue un festival del guardameta camerunense, a quien, en realidad, no lo venció la delantera italiana, sino un resbalón. Camerún fue eliminado sin haber perdido un partido y con todos los honores.

    Y, ahora sí, las Eliminatorias se han casi terminado. Comenzaron con batacazos y terminan en la normalidad, es decir, con los peces grandes comiéndose a los chicos y con los peces chicos haciendo sus maletas para volver a casa.

    Confiemos en que la siguiente rueda en la que los peces grandes tendrán que comerse entre ellos nos ofrezca comilonas más opíparas que la que nos ha servido el Mundial hasta la fecha.
     
    Última edición: 24 Oct 2020
    FONZIE, 24 Oct 2020

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    En el contexto mundial el futbol Peruano no existe y no es que falte talentos , los hay , lo que jode son las argollas que manejan los clubs como clubs de amigos , en el mundo Argentina Alemania etc , son verdaderas empresas que como toda empresa busca el lucro por lo tanto estan siempre buscando lo mejor para sus equipos , mientras sigamos con Clubs sera lo de siempre ganan al romecanillas de Bolivia y a la hora de medirse con los grandes vienen con la canasta llena dando verguenza internacional.
     
    norpal, 24 Oct 2020

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    Mario Vargas Llosa y los 'leones indomables' en España 82

    En su columna para El Comercio durante España 82, el Nobel 2010 se mostró sorprendido por el juego de Camerún, que presentó al mundo figuras como Tokoto, Milla, pero sobre todo N’Kono

    Su entrenador es francés y el fútbol que practican brasileño. Pero ellos son africanos del Camerún. Han sido la revelación de las eliminatorias del Mundial. Con Argelia y Kuwait representan, en esta Copa, a regiones del mundo que parecían incontaminadas por el morbo futbolístico, y, antes de que se los viera jugar, eran la Cenicienta de España 82. Los periodistas solo se ocupaban de ellos por motivos pintorescos: para hablar de los brujos, amuletos y menjunjes mágicos con que supuestamente contaban para sobrevivir a esta primera vuelta. Pero no hay aficionado que no hable de ellos con cierto respeto. A diferencia de los kuwaitíes, a quienes sus mecenas, el dadivoso Sheikh Fahad Al-Sabah-, quien creó el fútbol del Emirato de su propio bolsillo, pese a que, en verdad, prefiere la hípica, pues tiene en sus cuadras diez caballos de carrera por cada futbolista, estofa en dólares con cualquier pretexto.

    Ellos vienen con los viáticos contados, y, por ejemplo, en el simpático hotelito de esta playa de Santa Cristina que compartimos, están prohibidos de firmar vales y pedir extras. El alto nivel de fútbol que han alcanzado resulta, sobre todo, del entusiasmo con que se prepararon para el Mundial. Solo siete de sus jugadores –los que están contratados en el extranjero– son profesionales. Los que viven en Camerún se ganan la vida trabajando en diversos oficios hasta la cinco de la tarde. A esa hora entrenan y juegan fútbol los domingos y días feriados. Que en esas condiciones estén dando las demostraciones que les hemos visto tiene mérito (y algo de milagro).

    KUWAIT
    A juzgar por la manera como se desintegraron, respectivamente, frente a Francia y Austria, cabe suponer que los triunfos iniciales de Kuwait ante Checoslovaquia y de Argelia ante Alemania Federal fueron esos accidentes o hazañas del corazón que también suceden en el fútbol. Pero los leones jugaron su segundo partido, con Polonia, todavía mejor que el primero, contra Perú; y estoy dispuesto a meter mis manos al fuego de que se enfrentarán a Italia con idéntica reciedumbre, soltura y malicia. Su fútbol puede llamarse “brasileño” porque es, como el de los pupilos de Telé Santana, un concierto de individualidades que se conjugan a la perfección, pero sin que ninguna de ellas se disuelva jamás en el ente colectivo del equipo, como ocurre con el cuadro alemán o el inglés, en lo que Rummenigge o Robson anotan los goles pero a nosotros nos parece que en realidad los marcan los diez jugadores restantes a través de ellos.

    Los leones indomables sincronizan muy armoniosamente las acciones pero, dentro del conjunto, la libertad individual cuenta y cada jugador se diferencia de los otros. Se trata de un fútbol liberal o, estirando la cuerda, socialmente demócrata, pero ni colectivista ni anarquista. Sus dos estrellas son Tokoto, el puntero izquierdo y Milla, el delantero centro. El primero juega en los Estados Unidos y el segundo en Francia, pero combinan como dos hermanos siameses que hubieran jugado juntos desde los tiempos oscuros del claustro materno. Si es cierto, como se dice, que fuera del campo de juego se detestan y ni siquiera se saludan, la concertación malabarística de la que hacen gala sobre el césped todavía tiene más gracia.

    Ahora bien, si hubiera que quedarse con uno solo de los leones indomables, yo rugiría inmediatamente por N’Kono, el guardameta. Es un señor arquero, el hombre araña de los tres palos. Lo más notable que se puede decir de él es que tiene un estilo personal, algo bastante frecuente en los buenos jugadores que juegan al futbol con los pies, pero rarísimo en quienes lo juegan con las manos. ¿Qué clase de estilo pueden tener los guardametas, si dejamos el teatro en el vestuario? Su función es atajar la pelota por arriba, por abajo y por los lados, agazapándose, volando, embocando, y, en las situaciones desesperadas, rechazándola con los puños. Los movimientos indispensables son, a fin de cuentas (dejando el histrionismo gratuito a parte, repito) muy semejantes.

    Pero el caso de N’Kono es muy particular. Lo que pasa es, por supuesto, que él está siempre maravillosamente colocado en la trayectoria del balón, y como, además de buena vista, tiene unos brazos interminables, unas manos plantígradas y una elasticidad de gato, uno juraría que siempre retiene los pelotazos más difíciles con el mínimo esfuerzo. De él se puede decir que es un arquero de cámara lenta, el perezoso del larguero. Si Camerún clasifica, apuesto que N’Kono será uno de los guardametas aplaudidos del Mundial. Estos leones indomables vienen de un país donde la TV no transmite en directo los partidos del torneo. Los siguen por la radio y en los artículos de los periodistas que han venido acompañando al equipo.

    En la delegación hay también 4 médicos y 1 cocinera cuyos guisos traspasan las paredes de este hotelito con unos aromas densos y efervescentes que a mí me recuerdan los chupes y picantes de Arequipa, mi tierra. Hay también, entre ellos, unas guapas señoras con turbantes y túnicas, que son las esposas de los periodistas y delegados, no de los jugadores. Estos han sido alejados –también de ellos– de las tentaciones femeninas, por esa curiosa creencia puritana según la cual el hombre en estado de castidad está en mejores condiciones para irse al cielo o para meter goles. Parte el alma escuchar los melancólicos gruñidos con que, a la vista de las lindas galleguitas que vienen a asolearse en bikini en la playa de Santa Cristina, los leones indomables recuerdan a sus revoltísimas leonas…
     
    FONZIE, 24 Oct 2020

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    El Nobel y el fútbol: Vargas Llosa explica la “belleza” del ‘off side’
    En otra de sus columnas publicadas en El Comercio durante España 82, el Nobel de Literatura defiende la polémica jugada y descarta que se trate de una ‘trampa’
    Por Mario Vargas Llosa Publicado en 1982

    La derrota de Bélgica por Polonia, en el Camp Nou (3-0), al iniciarse la segunda fase del Mundial, ha sido atribuida a la ausencia de dos jugadores belgas claves; Gerets, el capitán del equipo, y el guardameta Pfaff. Ambos, como es sabido, quedaron lesionados —el primero, con una conmoción cerebral— al chocar una contra otro en el último partido de su cuadro, contra los húngaros. Y es verdad que, sin esos dos hombres esenciales, sobre todo Gerets, quien acaso hubiera podido neutralizar o mermar la peligrosidad diabólica del binomio Lato-Boniek, Bélgica perdió lo mejor que tiene: esa sólida defensa que aturdió y paralizó a los argentinos, hace dos semanas, en esta misma cancha barcelonesa. Pero quizá sería más apropiado decir que el fracaso de los belgas ante los polacos fue el fracaso de un método de defensa, el más cerebral de todos los que se aplican en el fútbol: el del ‘off side’ provocado.

    Que un jugador quede ‘off side’ —fuera de juego— significa que se ha puesto —o lo han dejado— delante de los jugadores del equipo adversario, excluido el arquero, y delante del balón. Esta colocación adelantada se pena como una falta. Lo es, pues rompe la simetría y conspira contra la esencia de un partido, que no consiste en meter goles sino en meter goles jugando. El gol debe ser el resultado de un proceso, el éxito que corona una acción. Si fuera lícito que un jugador se adelantara a la defensa opositora y, francotirador oportunista, esperara allí la pelota para chutar, habría más goles en los partidos pero también menos fútbol.

    La pena por posición adelantada permite a los equipos trocar el pecado en indulgencia y actuar de modo que el enemigo quede ‘off side’, replegándose sorpresivamente. Es una manera audaz y arriesgadísima de anular los avances del contrario. Es usual intentarla inmediatamente después de un tiro libre adverso.

    Todos los cuadros se valen de ella alguna vez, pero Bélgica la ha convertido en la piedra miliar de su estrategia defensiva, el recurso de que se vale incesantemente para neutralizar al adversario, cuyos delanteros se descubren, de pronto, solitarios, omnipotentes ante un arco desguarnecido, reglamentariamente prohibidos de usufructuar de esa privilegiada posición y, para colmo de males —tras cuernos palos— castigados con un tiro en contra.

    Hace algunas semanas, en un artículo polémico, Javier Pradera objetaba la táctica del fuera de juego por razones éticas. ¿Es moralmente lícito –argumentaba, si no recuerdo mal— industrializar en provecho propio, convertir en sistema, lo que el reglamento sanciona como hecho anómalo y excepcional? A su juicio, valerse del fuera de juego equivalía a una tinterillada, a un formalismo poco deportivo.

    No comparto esta filosofía antiintelectual y calvinista del fútbol. Lo cierto es que no hay trampa en la celada del ‘off side’. A diferencia del recurso desesperado de la entrada peligrosa o la directa agresión, el ‘off side’ provocado deja físicamente indemne al adversario a la vez que lo cancela y lo pone en ridículo.

    Puede ser, incluso, un movimiento de cierta belleza rítmica y con relentes mágicos. ¿Cómo hicieron para ponerse de acuerdo, a esa velocidad, esos jugadores que, con simultaneidad fotográfica, impelidos por una fuerza irresistible, avanzaron y dejaron el delantero adversario en esa orfandad, en ese ostracismo? La operación tiene sus peligros, como se vio, cuando los belgas lo intentaron, a los 53 minutos de juego, les falló y Boniek marcó tranquilamente su tercer tanto de la noche. En cambio, la cuarta vez que el balón entró en el arco de Custers, no fue gol porque la estratagema del ‘off side’ dio resultado. El árbitro hizo bien en anular el tanto.

    El partido, que fue excelente, gracias a la vivacidad de la delantera polaca, y dentro de ella, gracias a la maravillosa pareja conformada por el joven Boniek y el veterano Lato, sirvió además para demostrar que la táctica del fuera de juego tiene unos alcances muy limitados. El encuentro probó una vez más que una cosa es dominar las acciones y otra meter goles.

    Los belgas, pese a su aparatosa derrota en el marcador, estuvieron más tiempo en el campo de los polacos que estos en el de los belgas. Pero aquellos fueron de una efectividad centelleante y estos totalmente ineficaces a la hora de rematar. Tampoco los acompañó la suerte, pues el larguero fue un colaborador diligente del guardameta Miynarczyk.

    Los contraataques polacos fueron lo más vistoso de la noche. Con una rapidez y una codicia que no les habíamos visto ni en Vigo ni en La Coruña —ni siquiera en su goleada al Perú—, cada vez que cortaban una ofensiva belga, respondían, con pases en primera, velocísimos, en contragolpes que desbarataban el marcaje por zonas de los belgas.

    El goleador de la noche fue Boniek, que corre como un gamo, patea como un burro, es listo como una ardilla, hace pases de algebrista y tiene una cabeza que le sirve para cabecear y pensar todavía mejor.

    Pero la gran figura del partido, la eminencia gris de la victoria polaca, fue el experimentado Lato —jugaba su partido centenario como internacional—, quien construyó dos de los tres tantos y fue el cerebro y motor de la escuadra, el centro distribuidor de la pelota, quien decidía la dirección de los avances y el ariete que abría las brechas por donde irrumpir en el área chica de los belgas. Lato es un jugador sereno, sencillo, que rehuye el alarde, un trabajador incansable que sube y baja todo el tiempo, alguien que no vacila jamás en sacrificar el lucimiento personal en aras de la acción colectiva. Un jugador clásico, si los polacos juegan ante los soviéticos como lo hicieron ante los belgas, el partido será de antología.

    Un amigo devoto, a quien yo trataba de convencer, sin ningún éxito, a la salida del Camp Nou, de que la derrota belga se debía sobre todo al fracaso de su táctica del ‘off side’ provocado, me recordó que los polacos, nada más pisar Cataluña, habían peregrinado a arrodillarse ante la Virgen de Montserrat. Mi amigo estaba seguro de que es posible establecer una relación de causa a efecto entre esa peregrinación y la rotunda victoria. Bueno, mientras no lo prohíba el Reglamento, todas las tácticas valen y, si el resultado es un lindo partido, tanto mejor. FIN

    ¿CÓMO SE JUGÓ ESPAÑA 82?

    El Mundial de España fue el primero y último que se jugó con un sistema de competición ciertamente singular: en la segunda fase se formaron cuatro grupos de tres equipos y de allí salieron todos los semifinalistas. En el grupo A quedaron Polonia, Unión Soviética y Bélgica. Solo los polacos, que habían terminado la primera fase en el primer lugar de su grupo (con goleada a Perú incluida), accedieron a las semifinales.
     
    Última edición: 29 Dic 2020
    FONZIE, 29 Dic 2020

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    Mario Vargas Llosa y el fútbol: el toque de balón de los brasileños

    Ciertos partidos tienen que ser buenos. Se lo sabe de antemano, no solo por la calidad de los contendores o por la significación del match –lo que este entraña para la tabla de clasificaciones–, sino, sobre todo, porque la atmósfera se ha ido caldeando en torno del futuro encuentro, el que se inicia con una aura estimulante, una energía subterránea, un mandato colectivo que los jugadores deben acatar. La expectativa y la fe de los hinchas contribuyen a que haya esos encuentros que duran, como un viejo amor, en la memoria del aficionado.

    Todos sabíamos que el partido Argentina-Brasil sería el verdadero final del campeonato y lo cierto es que ha sido un magnífico encuentro en el que se ha visto jugar fútbol con empeño, pundonor, sin triquiñuelas, con un haz de jugadas brillantísimas y goles para recordar. La derrota de Argentina, aunque previsible, por la trayectoria que han tenido en esta Copa los campeones mundiales, refleja con objetividad el rendimiento de los cuadros en la cancha. Pero esto no debe tomarse como peyorativo para los albicelestes, quienes –-cerrando los ojos sobre algunas violencias inútiles como las faltas de Passarella a Zico y la de Maradona a Batista, cuando el match daba ya las últimas bloqueadas-– fueron unos rivales dignos, y a ratos excelentes, del once brasileño.

    Fue una bella tarde, con las tribunas de tope a tope, hirviendo de banderas, maquinitas, hurras y música de bombos y silbatos. En el cielo, un dirigible evolucionaba entre avioncitos monomotores, como una inmensa ballena escoltada por peces pequeñitos y globos verdes y amarillos que reventaban con estruendo. Tuve, por un momento, la sensación de estar en el Brasil y me acordé de la estupefacción y el entusiasmo que sentí, hace ya un cuarto de siglo, la primera vez que asistí a un match en el estadio de Maracaná, en Río, al ver que el espectáculo de las tribunas, ese continuo carnaval, era tan exaltante y contagioso como el césped.
    Los pueblos se expresan en las formas inesperadas y disímiles. La creatividad de los peruanos, por ejemplo, se ha volcado extraordinariamente en la cocina, nuestros platos, guisos, salsas, condimentos, ingredientes, revelan una fantasía y una audacia especulativa tanto más sorprendentes cuanto que somos un país pobre, donde mucha gente come mal y alguna no come. Pero aun en las aldeas más insignificantes de la costa, la sierra o la selva del Perú, los vecinos maravillarán al forastero con un orgullo culinario propio, hecho de pequeños inventos, a veces sutilísimas variantes locales de los platos nacionales.

    Lo que ocurre en el Perú con la comida ocurre en Brasil con el fútbol. En ese deporte se expresa de manera privilegiada la aptitud creadora de sus gentes, la alegría, la picardía, el ritmo, la sensualidad y la gracia, esas virtudes que están, también, tan vivas y actuantes en su música. He sido siempre un admirador fervoroso del fútbol brasileño, porque es un fútbol que tiene tanto de espectáculo y de rito, de fiestas y de danza, como tiene de deporte. Y, aunque esta tarde, en el estadio barcelonés de Sarria, los discípulos de Telé Santana no jugaron el mejor partido de este campeonato –todavía creo que fue mejor su segundo tiempo contra la Unión Soviética–, el público tuvo ocasión de ver la formidable plasticidad con que ese cuadro se mueve por la cancha, a un ritmo que parece programado por una partitura, y esa combinación tan equilibrada de acción colectiva y jugadas de inspiración individual que permite al fútbol brasileño ser eficaz y preciosista al mismo tiempo.

    ¿Inventaron los brasileños esa expresión de ‘toque’ de pelota? En todo caso, es al futbolista brasileño al que se aplica con más justicia. ‘Tocar’ la pelota se emplea, en la jerga del fútbol, en dos sentidos. En uno, quiere decir recibirla y pasarla al instante, sin demorarse ni un segundo con ella, utilizar el pie, apenas, para desviarla en una dirección que aproveche a la propia. En otro sentido, el verbo designa una manera de llevarse la pelota entre los pies, no pateándola sino ‘tocándola’, es decir de una manera mucho más leve, suave, afectuosa, flexible, que lo que –en apariencia– pueden hacerlo con los pies.

    Pues bien, el futbolista brasileño ‘toca’ la pelota de un modo inconfundible, al extremo de que no sería fácil identificar a un jugador de ese país, entre otros muchos, por la manera de progresar con el balón. Es una curiosa, extraña, fascinante relación la que parece establecerse entre la pelota y esos pies diestros: una complicidad saltarina, una coquetería rítmica, un entendimiento mágico. Ese ‘toque’ de pelota fue una de las genialidades de Pelé, y lo es, ahora, de Zico, a quien en el partido contra Argentina, aunque lo vimos fallar varios pases, le aplaudimos también media docena de corridas por el centro con una pelota que parecía prendida a sus pies por una invisible tira plástica. Y hay otra virtud que señalar en el as brasileño: las ganas de jugar, ese ímpetu con que persigue o recobra el balón, ese afán que no es el de un simple futbolista profesional –alguien que se gana la vida, con más o menos talento, pateando una bola– sino el de un hombre con una vocación, profunda para quien el fútbol es una urgencia y un placer al mismo tiempo que un oficio. Confiemos en que la lesión muscular resultante de la falta que sufrió ayer no sea grave, y lo veamos todavía en los partidos que le restan jugar en el Mundial.

    Quisiera mencionar a otro jugador brasileño, que, a pesar de su discreta estatura, ayer me hizo el efecto de un gigante: Junior. No me refiero al gol que marcó, limpiamente, sino a su trabajo en la sombra de peón servicial. En un artículo anterior elogié mucho a Ardiles, que también ayer tuvo una valiosa actuación. Junior es un Ardiles, aunque menos serio, más nervioso y alegre. Parece dotado del don milagroso de la ubicuidad, pues uno lo acaba de ver abajo, despojando en una entrada maestra del balón a Maradona, como en la media cancha, atajando un avance enemigo o ideando una ofensiva, como en la puerta del arco contrario, rematando. Son jugadores como Junior, esos obreros sacrificados, los que arman a un cuadro llenando sus huecos, aceitando sus engranajes, galvanizándolo. A estas alturas del Mundial, ya casi no tiene mérito decir que el triunfo del Brasil parece tan inevitable como justo. FIN

    LA MIRADA DISTINTA DE MVLL


    En el Mundial España 82, las páginas deportivas del diario El Comercio tuvieron como invitado especial a Mario Vargas Llosa. Estas columnas redactadas con sobriedad y deliciosa narrativa vuelven a nuestras páginas a manera de homenaje al premio Nobel de Literatura 2010. Las entrañables columnas de MVLL ahora aparecerán en DT en las contracarátulas de los lunes. No se las pierda.
     
    FONZIE, 1 Ene 2021

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