Rompiendo códigos, la flaca de mi mejor amigo

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Beyonder, 13 Mar 2021.

    Beyonder

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    Cofradía lectora, les dejo otro de mis aportes. Trato de reducir el chamullo pero bueno, ahí se va.

    Todo hombre tiene una parte ficción en su propia historia. En esta, mi nombre es Santiago y la realidad se mezcla con la teatralización, todo lo necesario para ocultar identidades y todo lo conveniente para que valga la pena ser leída.

    Lima, 7 millones de historia se cruzan diariamente y esta, es solo una de ellas. Pensé en la cantidad aproximada de habitantes que tenía la ciudad en el 2012, por recordar la introducción que hace el personaje de Van Gogh en la gran película Tinta Roja; si cuando había 4 habitantes en la Tierra hubo crimen, ¿Qué podemos esperar ahora que somos millones?, y bastante lejos del paraíso.

    El hecho es, que de entre las millones de personas con las que podría haber estado aquella noche de viernes, compartía vasos de cerveza junto a mis entrañables amigos, Enrique y Mario, quienes me habían ayudado a obtener mi primeria victoria en la lucha por la seguridad en mí mismo (Carne argentina (perutops.com) ) y, precisamente, de entre todas las mujeres con las que podría haberme cruzado aquella misma noche de viernes, el caprichoso destino me puso a Vicky, la flaca, por aquel entonces, de mi amigo Mario.

    Hay que resaltar que Mario y Enrique son mis mejores amigos desde la tierna edad escolar. Con los años la selectiva cultura que abrazó Enrique lo convirtió en un estudiante de Psicología de la Católica, pero de vocación brichero. Por su parte, Mario desarrolló interés por los instrumentos musicales y el diseño gráfico, lo que lo llevó a ser un imán de lo que ahora llamaríamos hípsters. Me gusta pensar que el hecho de que ambos fueran a la Católica fortaleció su desarrollo, mientras que yo no salía de ansiar ser como los múltiples referentes cinematográficos que admiraba, a causa de ver una y otra vez las mismas películas, y proyectaba mis inseguridades y anhelos fantasiosos en el consumo de animes shōnen. Una mierd@.

    Volviendo al contexto, estábamos los tres conversando alegremente mientras Vicky era algo ignorada. Había llegado después y con un tono de disgusto previo que Mario no parecía compartir. La conversación fue dominada por las frases irónicas de Mario hacia las ilusiones que se hace una mujer por las relaciones, a la exageración de nimiedades domésticas para validar una existencia como signo de fragilidad y a lo relativo que a fin de cuentas es todo. Nosotros acompañábamos con comentarios igual de ingeniosos hasta que nuestra permanencia en ese bar de la Calle Berlín se hizo insostenible. Partimos entonces al viejo y confiable destino de nuestra moderadamente pretensiosa juventud, Sargento.

    En el trayecto percibí la tensión de la pareja, o, mejor dicho, la frustración de Vicky y el alpinchismo de Mario. Supuse que lo cortés sería la neutralidad y no fomentar el potencial conflicto; así que una vez en Sargento fui amable, cambiaba de temas y procuraba ser incluyente.

    La cosa siguió así hasta que se fueron a bailar y luego de un rato solo regreso Mario. La preguntamos si habían peleado o algo, a lo que respondió “Esa pera ya maduró. Se cae del árbol en cualquier momento”. Seguimos conversando y nos unimos a otro grupo de conocidos hasta que a eso de la una me quité porque tenía clases a las 10 de la mañana del sábado. Ellos se quedaron y yo estaba a punto de salir de Sargento, pero distinguí la figura de Vicky sentada en un extremo de las mesas largas, cabizbaja y sola. No pude contener mis buenos sentimientos, así que me acerqué a ella y le ofrecí algo de humanidad.

    -Vicky, vamos, Mario a lo mejor exagera en el tono que usa. No te voy a decir que no es para ponerse así, puedes ponerte como quieras, solo piensa en quién parece tener razón si te quedas en la penumbra bebiendo sola.

    No esperaba mayor reacción, mucho menos lo que vino. Vicky sujetó mi mano con suavidad y me dijo

    -Sabes, de los tres tu eres la mejor persona. No cambies tanto.

    Será que desde siempre ha habido algo de Eva tras los ojos de cada mujer, no lo sé, pero en aquel instante los ojos de Vicky resaltaban sobre el tono fosforescente de todos los ojos ahí. Brillaban como supongo que brillaron los mismos ojos cuando le dieron la manzana a Adán.

    Durante el camino desde Sargento al boulevard de Barranco apliqué todas las técnicas que el propio Mario me había enseñado. Escuché sin interrumpir todas sus quejas contra mi buen amigo, comentaba con onomatopeyas, dándole por su lado, y mantenía una cercanía innecesaria a su cuerpo.

    -Pero lo que me jode, lo que me jode de verdad, ¡es que no puedo evitar estar rabiosa! Quisiera que él me grite, que me dé razones para discutir, para gritarle… ¡o que me escuche como si le importara!
    -Bueno Vicky -le dije mirándola fijamente y estirando el cuello, imitando en mi mente los mejores planos de Pierce Brosnan- siempre hay otras formas de desfogar energía contenida. Digo, no es bueno quedarte con frustraciones… ¿has pensado en desquitarte de alguna manera original, actividad física quizá?

    Mi excusa para acompañarla se acortaba paso a paso, pues yo vivía en un departamento del viejo edificio de rejas negras que estaba al costado de Carpe Diem, y el convenio era hacerle la taba hasta la avenida Grau. Llegamos a la reja del edificio y paré en seco, haciendo el ademán de sacar un cigarrillo. En esos segundos contemplé por primera vez su anatomía entera, como si toda mi arrechura hacia ella hubiese estado oculta en la profundidad de mi subconsciente.

    -Santi, acá vives, ¿no? -hizo una pausa en la que sus labios muy pintados de rojo guiaron una mueca en complicidad con sus cejas- Déjate de cosas. Lo que tú y yo estamos pensando va a pasar.
    El ruido de la cerradura automática fue tosco y súbito, como un trueno. La velocidad con que abrí la reja y la jalé hacia adentro fue fugaz y contundente, como un relámpago; y puedo jurar que camuflados en la penumbra de un edificio de madrugada los chapes que nos dimos se sentían como descargas eléctricas, como rayos producidos desde la fricción de nuestros cuerpos.

    Ahí, tras la reja cerrada, agarramos salvajemente, con caricias, lamidas e intensos chapes profundos. Sentía el sabor de su piel y de su labial, su aliento fijo en mis propias respiraciones. Nunca había notado lo bonito de su rostro; sus facciones pequeñas y cabello muy ensortijado me hicieron comprender el significado de las palabras tensión sexual.

    Poco tardé en explicarle que tenía la casa sola hasta el domingo por la noche, menos aún tardamos en subir las inmortales escaleras de ese viejo edificio, que imitaban la piedra, y casi nada tardé, una vez en mi casa, en quitarle los zapatos y cargarla hasta mi cuarto.

    La lancé con violencia a mi cama, casi como a una cosa, y estoy seguro de que lo único que le recorría el cuerpo eran pálpitos hacia su clítoris, porque se quedó en sostén y se apoyó en sus manos, estirada hacia atrás, con una cara de lujuria que parecía decir “¡cáchame!”

    En ese momento no daba crédito a mis acciones. Mi buen amigo, Mario, que me ayudó a salir del hoyo, estaría haciendo quién sabe qué mientras yo me tiraría a su flaca. ¿qué clase de persona soy?
    Supongo que una muy mala, o pragmática, porque la epifanía que tuve fue: “a esta webona solo me la voy a poder tirar ahora. Nunca más”. Y solo eso duraron mis reparos morales, lo que tardé en quitarme el polo y estar sobre ella.

    -¡Ay Santi! Siempre me gustaste más, porque eres más alto
    -Ahora vamos a ver cómo estamos de tamaño
    Ver sus tetas por primera vez fue hermoso. Eran medianas y pecositas, con pezones claros. Un manjar que mordía con sadismo, con una energía que extendí hasta quitarle todo lo que le quedaba de ropa.
    -Vicky. Así te quería ver, calatita, con todo ese cuerpito servido para mí.
    -¿A sí? ¿te quieres tirar a la flaca de tu amigo? ¡qué perro eres Santi!
    La tomé de su ensortijadísima cabellera y de la cadera, estirándola toda.
    -¿Perro?, aquí la que se va a poner de perrito eres tú Vicky. Ese culito tuyo va rebotar en mi pelvis.
    -¡Vamos a ver, perro! Eres un perro. Vamos a ver si me coges mejor que ese imbécil.
    Me la seguí chapando con fuerza mientras la abrazaba. Echados, dábamos vueltas en la cama hasta que la puse de cucharita y, a la vez que le besaba el cuello y la oreja, le tomaba los pechos como si no hubiera un mañana.
    -Ay Santi, Aaayy. ¿Cuánto tiempo hemos perdido, ah? ¿Desde cuándo querías estar así conmigo?
    Aunque la verdad era que la había deseado repentinamente desde esa noche, decidí responder con actos en lugar de palabras. Mario había comentado, en borracha confidencia, que a Vicky la volvía loca que la masturbaran, más que el sexo incluso, y que probablemente se debía a una pequeña tumoración que tenía a pocos centímetros dentro de su vagina. Consciente del dato y del fundamento a anatómico para tal condición, le metí la mano en la raja con firmeza, sobándola verticalmente hasta que sus piernas se abrieran por sí mismas y me permitan tomar su clítoris con mis dedos, para estimularlo hasta que se erecte, tal como me había aconsejado hacer Mario, solo que no con su flaca.

    Entonces puse manos a la obra y, aprovechando la lubricación le metí dos dedos y empecé a girarlos en búsqueda de ese cúmulo de terminaciones nerviosas que atesoraban sus paredes vaginales.

    -Santi… Ayyy, ten cuidado, ayyyy, despacio… AAhhhhhh

    Su gemido sostenido me confirmó el hallazgo. Una vez ubicado utilicé mis dedos como un dildo. Giraba y sobre todo los metía y sacaba, pero presionando esa protuberancia, con tanta de dedicación que dejé de sentir la mano. Aun así, valía la pena porque Vicky se estaba retorciendo y tapándose la boca para acallar los gemidos.

    -AAAyyyyyy, ¡Santi, Santi, Santi! No pares, ¡AAhhhhhh!

    La veía morderse los labios y tocarse los pechos, como una putilla en celo, así que cuando mi mano estuvo empapada en sus fluidos decidí irme por una sopeada magistral. No es que me consideré un experto, lo digo por el empeño que le puse. Le apoyé la espalda en la cabecera de la cama y así, semi sentada, le atrapé el clítoris entre mis dientes y lengua, y hacía el intento de llegar con ella al punto G tan claro que tenía. Aunque no llegaba la fuerza que hacía en los intentos parece ser la ideal para que se volviera loca.

    -Ayyy ¡!!Puta madre, Santi!!! ¡Santi! ¡Santi! ¡Qué rico!, ¡no pares, no pares! ¡Así, Santi! ¡AAAhhh! ¡Ahhh! ¡AAhhh! ¡Ayyyyyy!

    No sé cuánto tiempo estuve, pero debió ser mucho. Me mojó hasta el mentón y sus golpes a la cama iban a ritmo con sus gemidos, arañazos y movidas. En un momento me puso las manos con tanta fuerza en la nuca que no podía salir. En ese contexto solo atine a darle lengüetazos hasta recobrar fuerzas y desgraciarme contra su clítoris y entrada vaginal. Prácticamente me estaba chapando su concha mientras ella se doblaba, casi saltaba y me presionaba la cara contra su pubis.

    -AAAyyyyyy ¡Santi, eres lo máximo! ¡Eres lo máximo!
    -Ahora Vicky, vas a sentir algo más duro que una lengua.
    Me liberé y me puse en posición de misionero para chapármela. Ya con el condón puesto la tomé de los muslos, doblo las rodillas para dejar caer sus insospechadamente torneadas pantorrillas y le dije
    -Vicky, ¿quieres que te la meta?
    -Ahhh
    -Dime que quieres que te la meta
    -Métemela Santi, ¡Métemela duro!

    Ante tales palabras solo queda la acción. Se la clavé intensamente, y Vicky continuaba el estímulo que ya había iniciado con mi boca. Rápidamente pasamos a piernas al hombro hasta que se me ocurrió decirle.

    -¿Mario te daba de perrito?
    -¿Qué?
    -¡Que si te daba de perrito! No importa, ahora vas a ser mi perrita

    La puse en cuatro, con su cara a la pared y se la metí sin miramientos. Ella cogió una almohada para acomodarse y yo iba a buscando la posición adecuada. Aunque sabía que por la posición de su punto G le excitaría más una pose en la que ella esté horizontal o en 45 grados, tenía yo la ventaja de estar usando un condón con espuelas, para la ocasión. De manera que luego de unas embestidas de prueba empezaron los gemidos sostenidos.

    -¡Así, Santi, así! ¡no te muevas! ¡AAAyyyyy, ahhhh! ¡Sigue ahí, sigue, sigue!
    Complemente el momento con una nalgada y la frase “muy bien perrita, así te voy a dar”, porque soy un romántico. Agarrándole fuertemente las caderas el morbo de ver mi pinga entrando y saliendo de la flaca de mi pata me motivaba a hacer gemir más, así que la jalé de su ensortijada cabellera y me puse de pies sobre la cama, sin sacársela, y obligándola también a pararse le dije.

    -Cógete de los fierros de la ventana.

    Ella, bajo la inercia del placer se agarró de los fierros de la estética reja que cubría la ventana, sin levantar la cortina desde luego. Por mi parte, ya de pie y triando de su cabello me moví como un desquiciado. Vicky gemía tano que le hice morder la cortina para que no joda a los vecinos, y yo seguía deleitándome del acto de penetrarla en esa pose. Quise ser algo intenso así que la tomé de las caderas con fuerza y aumenté tanto la velocidad de mis embestidas que nuestras pelvis parecían aplaudirnos al chocar. Fue un movimiento intenso en el que puse todo lo que creía saber e inventaba sobre respiración, pues ya la garganta la tenía reseca de tanto resoplar.

    -Ay Santi, Ayyyy… Tú… ¡Tú cachas mejor que él!, sigue Santi, ¡sigue! Ahhhh, me partes ¡Santi! ¡Aaahhh!
    Le di unas fuertes nalgadas seguidas y aumenté la velocidad hasta el absurdo.
    - ¡No se insulta los amigos, perrita! ¡Acá el que te coge soy yo!
    -¡Ayyyy Santi!, ¡Saaantiiii! ¡AAAhhhhh!

    Me doblé sobre su espalda para acabarle y la pegué hacia mí, tomándola de los hombros, en dos últimos bombeos para acabar.

    Un largo gemido terminó nuestra primera faena de la noche. Nuestros cuerpos se separaron y mientras tomábamos aire cada quien se justificaba consigo mismo ese arranque de arrechura que acabábamos de consumar. Luego de un rato vi toda su silueta, recostada, era la primera vez que la veía como mujer y resueltamente la había hecho mía. ¿Pero, y el costo? ¿Mi valor de hombre gana o pierde con este incidente? ¿y los códigos?

    De pronto Vicky se voltea y puedo verla de frente, echada, iluminada por la escaza luz de una lámpara. Observo con pasividad su desnudez, la silueta que la juventud concede a las mujeres, sin la necesidad, aun, de hacer ejercicios; noté sus pequitas y sus pechos, medianos porque caían algo, digamos que alargados, y su rostro felino, enmarcado por la ensortijada cabellera que acababa de jalar. Las pequitas de su rostro podían seguirse en una línea imaginaria desde que cruzaba su rostro por debajo de los párpados. Aunque sus facciones eran pequeñas, sus labios pintadísimos de rojo parecían más largos, como el Nilo bajo la maldición de Dios, el mismo Dios que escribió en piedra “No desearás a la mujer de tu prójimo”. Puta madre.

    - ¿Qué pasa Santi, te sientes culpable? ¡Por favor! Tú bien sabes que a ese imbécil de yo le importo un carajo. Si estuviera lo suficientemente seguro de su sexualidad o borracho, fácil hasta se uniría a nosotros para hacer un trío, ahorita. ¿No me crees, si quieres lo llamo? ¿Eso te haría sentir menos mal por ese pedazo de mierd@?
    -Mmm. Vicky. Noto que este es el momento en el que te escucho hablando hablar toda la basura del mundo sobre Mario, ¿no?
    -Pues sí. Y te aguantas, porque es lo menos que puedes hacer. Mira que traerme a tirar en tu casa a la primera oportunidad que tienes… Eres un perro.
    -Solo quería que estuvieras feliz
    - ¡Ay, qué buena gente! ¡Gran samaritano el señor, muy bien! Pues si quieres que esté contenta me escuchas.
    - ¡Ja! No es que lo hayas pasada mal. Te aseguro que al menos dos vecinos podrán dar fe de eso en la mañana. Pero dale, escucho tu romería, solo porque soy un caballero… y porque para el segundo polvo me la chupas.
    - ¿Perdón? Yo no hago esas cosas papito
    -Ya veremos, perrita
     
    Beyonder, 13 Mar 2021

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    Buen relato contunua
     
    piuranosolitario, 13 Mar 2021

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    Me ha gustado tu relato cofrade.
     
    christianhs, 13 Mar 2021

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    Qué relato para original realmente bastante originaltendría usted atragantandose a la "desvalida" Vicky.... Jajajajajajaja
     
    Icelos230680, 13 Mar 2021

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    Se pone interesante supongo tendrá segunda parte
     
    louis72, 13 Mar 2021

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    Tiene que continuar. Está buena la historia
     
    luigui001, 13 Mar 2021

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    una experiencia colosal, jajajaja cayo usted en el momento preciso donde esa hembra necesitaba que la hagan sentir mujer una hembra de verdad que le importe a alguien que la traten bien....suerte la suya cofrade Santiago. saludos. buen relato.
     
    GIPSYMAN, 13 Mar 2021

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    Excelente, no solo por la historia en sí, sino por la excelenge redacción.
    Aseguraría que no fue el único encuentro que tuvieron, de ser así, esperamos la continuación cofra :p
     
    EL_FÜHRER, 13 Mar 2021

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    bueno el relato asi como los que narras son buenos ponerlos
     
    joshenco, 14 Mar 2021

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    ¡Gracias por el apoyo cofradía lectora! Durante esta pandemia me he privado del kineo y estos relatos son una genial manera de disiparse. Aquí les dejo la continuación y las respectivas disculpas por mi costumbre de irme en floro.

    -Idiota. Ahora resulta que eres tan imbécil como Mario
    -Sabes, es algo inapropiado hablar de quien no está presente, sobre todo si es para rajar.
    - ¡Ay, mira tú! ¿Y esto no te parece inapropiado?
    -Bueno… quizá sí es inapropiado, hasta un pecado. Y si se va pecar, bueno, ¡qué se peque bien!

    Luego de esas palabras le levanté la carita y le di un beso esmerado, pausado y profundo; como supongo que James Bond besa a sus amantes; aunque por la época mi cuerpo se parecía más al de Woody Allen. Así seguimos un rato, besándonos y acariciándonos, recorriendo su vientre, sus piernas y sus nalgas.

    -Santi, besas bonito. Parce que pidieras amor, je,je.

    Honestamente, aunque me perdía en su silueta y las sombras de la habitación, mi consciencia mantenía algo actividad, un atisbo de culpa. Supongo que había algo de razón en lo que me decía, mis besos tenían intención nerudiana. No quería que hable, me gustaba que calle, que esté como ausente, quería que un beso le cerrara la boca; tal vez así no mencionaría nada que me recuerde lo terrible de mis actos.

    - ¿Amor? -le respondí- Algo de comprensión tal vez. Una mirada compasiva a un hombre que es culpable, de vivir.
    -Ay -me dio una palmada en el pecho- ustedes tres son así, jajaja, dicen unas cosas… Pero sabes, -me miraba fijamente y sonriendo- recién me doy cuenta de que tus ojos son lindos. Será que te estoy viendo de cerca. Son lindos y más cuando hablas así.

    Mierd@, ahora sí me empezaba a sentir culpable. Por qué esta webona me dice esas cosas. Solo falta que remate diciendo…

    -En cambio al cojudo de Mario se le ponen chinos cuando se saca los lentes. Cuando está muy cerca parece el señor Miyagui, con esa barbita ridícula de candado.
    Hija de puta. A mí no me va hacer esa jugada. Aunque la voz de mi corazón me decía que lo correcto era terminar con esto, mi sentido práctico no paraba de repetir “ya estamos aquí” y, aunque Mario era de mis mejores dos amigos, de alguna manera los últimos concejos que me había dado (Carne argentina (perutops.com)) deberían hacerlo sentir orgulloso de mis actos. Lo resolví como un pragmático: me la tiraría hasta que me deteste, tanto que le dé roche hablarme de nuevo y hablar del tema. Con algo de suerte no lo mencionaría nunca y todos felices.

    -Vicky, mis niveles de testosterona no me permiten apreciar tu exquisita sensibilidad. Sin embargo, si quieres quejarte de Mario puedo pretender que te escucho, como los robots de Wally.

    Le dije esto mientras encendía un pucho y acercaba un vaso como cenicero. Quería recordar frases de Al Bondy para amenizar la situación, pero me sorprendió con una carcajada.

    - ¡Los robots de Wally! ¡Jajaja! Esos robots que hacen de estilista y dicen “Oh, cuéntame tu día, cariño” jajajaja. Me encanta Wally, ¡Amo esa película!

    Yo recordé otra película animada, una en la que dos niños ponen cara de cojudos mientras buscan una isla llamada LaPuta. Vicky me estuvo hablando de las películas de Pixar y de cómo Mario era un enfermo criticándolas, cómo era un insensible con sus muy lindas amigas y un desconsiderado en toda la expresión. Llegó un momento en el que sus palabras perdieron todo sentido lógico. Solo veía sus labios, aún muy rojos, moverse de arriba abajo, sus ojos muy abiertos y sus pecas como detalles finos. Me hizo recordar el videoclip de Maná “Hechicera” y solo pude ver, en su rostro, la imagen de esa odalisca bailando en el desierto con cara provocativa, con cara de sexo... Una vez más todo lo que percibía que me decían sus ojos, su boca, sus pecas y su cuerpo desnudo en mi cama era “cáchame”.
    Fiel a mis instintos, la subí sobre mí y me la comencé a chapar mientras sumergía mis dedos en su cabellera ensortijada. Mis besos eran más firmes y cortos, a la vez que mis manos recorrían su espalda para terminar acariciando su culo. Le di unas cuantas nalgadas e intenté deslizar mi dedo por el chiquito.

    - ¡Oye! No, no, no. Quita ese dedo
    - ¿Quito el dedo? Lo quito, pero meto otra cosa
    -Gracioso -nos metimos unos terribles chapes, y entre beso y beso siguió diciéndome- No vas a meter nada por ahí.
    -Por ahí no, pero ya verás por dónde.

    Me paré sobre la cama abruptamente y la dejé arrodillada. Las palabras sobraban para adivinar mis intenciones y ella se veía con los ojos muy tiernos y abiertos. Mi miembro apuntaba a su rostro como un ariete dispuesto a abrirse paso a su boca.

    -Oye -me dijo jadeando- cómo me pones eso así, de pronto.
    - ¿De pronto? ¡No friegues! Bien que ya se conocen. -la tomé por el cabello y se la sacudí en los labios- Anda y dale su besito.
    -Cómo eres. Ya te dije que no me gusta…. Un besito nomás

    Un besito nomás, jajaja. Con los ojos muy abiertos y las manos en las rodillas le dio un chape cariñoso, casi ceremonial, a mi glande. Se lo engullía despacio y haciendo un ruido cada vez que lo liberaba “mmtuoa, mmtuoa”. Dejó mi glande bastante ensalivado y me hacía sentir espasmos, una electricidad en toda la cabeza del pene.

    - ¿Te gusta así Santi? ¿Te gusta despacio?
    -Me gusta, pero…
    - ¿Pero?
    - Pero mejor, ya que tienes los labios pintados… ¡Métetela toda y déjame la pinga hecha un arcoíris!

    La tomé de la cabeza con ambas manos y la empuje hasta metérsela a la mitad. Ella hizo un ademán de espera con su mano y siguió el movimiento, aún con los ojos abiertos. Me la chupaba metiéndose mi pene a profundidad, aunque sin garganta profunda. Sentía que hacía algo con su lengua. Luego de un rato de estar chupándomela sin sacarla me pidió que me echara. Después de haber visto mi guasa entrando y saliendo de su boca estaba rendido. Me eché y ella siguió, pero esta vez con técnica. Me chupó las bolas unos segundos para pajearme y luego me empezó a lamer el glande como puta. Primero lentamente y luego movía la lengua en círculos, rápidamente, latigando con ella toda la cabeza de mi pene; mientras me miraba.

    Percibía algo más que lujuria en sus ojos, una emoción fuerte que solo pude relacionar con despecho, despecho puro y duro. Con cada lamida, con cada chupada, con cada pajeada que me hacía, proyectaba su ira hacia Mario. Hacerme venir era un desfogue que solo se completaría si sentía que estábamos cachando en serio. Bueno, al menos eso escogí pensar y procedí en consecuencia.

    -Vicky, no sabes cómo me pones. Estoy al palo con toda mi sangre ahí abajo.
    - ¿Ah sí? Glop, glop, glop; mmtuoa. Se nota.
    - Y ahora se va a notar más
    Apenas se volvió a meter mi pinga en la boca la bajé hasta lo máximo que daba. Hizo unos sonidos guturales que me indicaban su tope.
    - ¡Ggla,gla, glap!
    -Ahora, perrita, vas a chupar pinga como nunca.
    Puedo decir que esa fue la primera y de las pocas veces que me sadiqueé con el sexo oral. Prácticamente me hice una paja furiosa con sus labios. La oía atragantarse y hacer toda clase de ruidos, pero el que más recuerdo es un “Uummm,ummm gloa, aloa, ummm”. Cuando comencé a sentir sus dientes le desenfundé el sable de la boca y al toque la puse sobre mí.
    - ¿Te gustó chupármela Vicky?
    -Eres un salvaje Santi, ¡cómo me vas a hacer eso! Casi me atoro
    - Bien que te ha gustado, bien que has tenido experiencia.
    Le decía todo esto besándole el cuello, las orejas; acariciando sus nalgas y, ya con la debida protección se la metí hasta el fondo, de una.
    -Ayyyy Santi, ¿Así de pronto?
    -Así de pronto y así de fuerte.

    La tomé de las caderas y la penetré de un modo compulsivo, ilógicamente rápido, tanto que la humedad de nuestros cuerpos hacía algo insensible mi miembro. Seguía a ritmo descontrolado mientras ella gemía como loca “¡Santi, Santi, Ay, ay, ¡ahhhhh! ¡No te vayas a cansar! ¡Ahhhhh!” Cuando ya sentía que me infartaba bajé la velocidad y me concentré en chapármela y manosearle el culo en toda su extensión. Le metí unas buenas nalgadas y noté que esta vez ella se movía.
    Puso sus manos en mi pecho y sentí que se apoyaba en él. El primer movimiento fue lento, se levantó hasta que solo mi glande estuvo en su concha. Después, con los ojos cerrados y lentamente, como calculando, fue bajando, moviéndose en círculos hasta que logró, supongo, la postura más estimulante. Entonces fue que la resentida Vicky dio un sentón que despertó cada neurona disponible en mi plexo pélvico y evocó, nuevamente, esa figura del videoclip “es una hechicera…. Muy seductora”

    - ¡Ay mi amor, ay mi amor, ah, ah, ah, ah, ah, ah!
    -Muévete así Vicky, ¡muévete así!

    Cada segundo que cerraba los ojos veía a esa modelo bailando en el desierto y al abrirlos veía un magnífico pedazo de hembra cabalgando en mi pichula. Ya excitadísimo tomé sus pechos y atrapé sus pezones entre ambos pulgares e índices. Se los masajeaba a la vez que mis dedos estimulaban sus erectos pezones. La flaca estaba en trance. Resoplaba y gemía como desquiciada

    -¡Santi, Santi, Santi! ¡Ahhh! ¡Así Santi, Santi, Santi! ¡Asiiiiiiii Ahhhh! ¡No me sueltes los pechos, no me los sueltes! ¡Sigue papi, sigue Santi, sigue Ahhh!

    Sus movimientos eran desquiciados. Nuestras bocas estaban casi juntas de tanto que se había doblado. Estaba quebradita, hacia mí, y su cadera hacía todo el trabajo.

    - ¡Eres una perrita Vicky!
    - ¡Soy tu perrita Santi! ¡Ay, ay, ahhh! ¡tu perrita, uff!

    Resoplábamos y sentí que necesitábamos un cambio. Tan perturbada estaba mi percepción de la realidad que hice algo raro, que ni siquiera recuerdo del todo. Tomé las almohadas, sábanas desordenadas y cojines que estaban a la mano e hice una camita. La eché ahí pero no quedó echada, estaba reclinada con el pubis a cierta altura del colchón, el cuello apoyado en un cojín y su ensortijada cabellera contra la pared que estaba bajo la ventana con rejas.
    Ella se masturbaba intensamente mientras hacía todo eso así que me limité a abrirle las piernas y levantárselas para lamerle los muslos. Ella seguía con los dedos en la concha cuando volvimos a chapar.

    - ¡Santi, me vuelvo loca! ¡muérdeme los pechos!

    Ya lo estaba haciendo antes de que me lo dijera, pero me urgía clavármela. Le lamí y besé el cuello sin miedo a dejarle chupetones y con una mano me cogí de la reja de la ventana, la otra la metí debajo de su espalda, rodeándola, y apoyado en mis rodillas se me la metía y sacaba entera hasta encontrar el punto exacto. Ella también se acomodaba, se mordía los labios, arañaba el colchón hasta que la oí decir “¡Aaaahhhh, ahí! ¡Ahí Santi, ahí!”
    Contrario a lo que ella quería me moví despacio y constante, quería que ella se pusiera más loquita.

    -Santi, Santi -me susurraba, agotada- Santi, dame fuerte Santi, dame fuerte
    - ¿Quieres que te dé fuerte Vicky?
    -¡Si Santi! ¡Ah, ah, ah! ¡Dame fuerte!

    Me empecé a mover con más velocidad, esta vez tomándola de un hombro y empujándola hacia mí.

    -Si quieres que te cache, dímelo
    - ¿Qué? ¡ah, ah!
    - ¡Dime que quieres que te cache!
    Me moví más rápido unos segundos y luego volví más lento.
    - ¡Dímelo, dímelo!
    - ¡Ay Santi, Ay, ¡aaaayy! ¡Santi… quiero que me caches!
    - ¿Cómo? ¡Más fuerte!
    - ¡Quiero que me caches Santi! ¡Cáchame Santi!
    -Así perrita, ¡así! ¡Sigue moviéndote!

    Entonces reuní toda la fuerza que me quedaba y, otra vez cogido de la reja, se la clavé como un convicto celebrando su libertad, desesperadamente. Nuestras pelvis sonaban como aleteos frenéticos, nuestros jadeos dejaban escapar la energía de vidas futuras, éramos como La célula que explota, sin saber lo que pasaba adentro, ahogándonos en gritos, como dos gatos en celo; solo que “esa” estaba recontra parada.

    - ¡Ay, ay, ay, ahhhhh, ay Santi, Santi, sigue Santi, ay, ay ay! ¡Me haces venir Santi, me haces venir!
    -Entonces dímelo de nuevo, que quieres que te cache
    - ¡Cáchame Santi! ¡Cáchame! ¡cáchame!, ¡cáchame!
    - ¿Quién es mi perrita Vicky?
    - ¡Yo! ¡Yo soy tu perrita! ¡Soy tu perrita! ¡AAyyyyy! ¡Puta madre qué rico! ¡Aaahhhh!
    - ¡Eso perrita! ¡Ah, Vicky! ¿A quién se la has chupado? ¿quién te hace venir?
    - ¡Tú! ¡tú Santi! ¡Tú! ¡Tú, ahhh, tú, ah! ¡Tú me haces venir! ¡Túuuuu!
    -Dime que a quién se la has chupado, ¡Dime que te gusta que te cache!
    - ¡A ti Santi! ¡A ti te la he chupado Santi! ¡A ti! ¡Tú me haces venir Santi!
    -Y a mí me encanta cacharte Vicky. ¡Me encanta cacharte!
    - ¡Ah, ay! ¡Sí Santi, cáchame, cáchame! ¡cáchame así! ¡Cáchameee! ¡Ayyy, ahhh!
    - ¡Ahh, eso perrita! ¡Quién te cacha ctmr!
    - ¡Ah, ayyy, ahhh, aaaay, aaaay, aaay! ¡Ya no jodas! ¡No puedo hablar! ¡Ahhhh! ¡Sigue, sigue! ¡ahhh!

    Nuestro éxtasis nos había consumido el aliento. Pasamos de decir solo groserías a gemir y de ahí simplemente a resoplar. Parecíamos Baki y Kozue, sudados, unidos y agotados. Vicky parecía en trance. Tenía los ojos cerrados, se mordía los labios con fuerza y movía la cabeza como poseída; una potente imagen sexual que se había llevado mi lealtad y mi energía. En un arranque de última arrechura la tomé de las caderas y bombeé fortísimo, buscando acabar como pajero vigilado. Presagiando el final, envuelto en ruidos de orgía cavernaria, le rodeé de nuevo la cintura con un brazo y con el otro los hombros; para dejarme caer sobre ella. Nuestros cuerpos se acomodaron por memoria kinésica, instinto puro que explica aquello de “cóncavo y convexo”. Así, se la metí hasta el fondo y pude ver cómo se estiraba su cara de diablilla. Le besaba esas pequitas demoniacamente lindas y sus labios jodidamente tentadores mientras sólo movía mi cadera, de arriba abajo; al tiempo que nos besábamos sin fuerzas, sin terminar de juntar siquiera los labios, apuntando a cualquier lado del rostro, hasta que me vine, apretándola hacia mí con ambos brazos.

    No sé contar el tiempo que tardamos en separarnos, en echarnos. Volvimos a mirarnos, eso sí, de costado, y sin mediar palabra nos besamos intensamente. Quizá buscábamos lavar la culpa, ocultarla, o simplemente ignorar lo que vendría con la mañana.

    Antes de quedarme dormido recordé un par de gritos de algún vecino y los labios rojos de Vicky. Desperté a las 9 de la mañana, muerto de sed. Vicky dormía y en ese momento, luego de todo, solo la pude ver como un problema. Antes de entrar a bañarme quise pasarle la voz, pero lleno remordimiento e incomodidad solo atiné a quitarle la sábana. Se había puesto el calzón y malamente el brasier, que le colgaba. Estando ella ahí, la flaca de mi mejor amigo, echada y destapada, luego de habérmela tirado, solo pude pensar en una cosa: “Le hubiera acabado en la cara”

    Cuando ella abrió los ojos lo primero que debió ver fue mi glande, a centímetros de su nariz, dispuesto a dispararle entre los ojos. Lo segundo debió ser mi rostro, a poco más de un metro de altura. Su reacción de levantarse y hacerse a un lado hizo que el chorro impactara en su pecho semidesnudo.

    -¡Aaah! ¡Agg! ¡enfermo de ! ¡qué te pasa!
    -Ehh. Soy de lo peor.

    Me habrá insultado cincuenta veces hasta que salió del baño. No fue necesario decirle que tenía prisa por ir a clases, ella se fue rauda e indignada.

    -Santi, no pensé que terminarías siendo un imbécil tan grande. Peor que esos dos. Lo de ayer, no sé… ¿no me vas a decir nada? ¿te vas a quedar ahí con esa cara de imbécil, cojudo? ¡Jódete!

    Con esas palabras dejó el departamento y el edificio. Fui a la universidad oyendo canciones de los noventa para refugiarme en la nostalgia, había dormido casi tres horas. Todo el trayecto de vuelta me sentí como el más ruin de los seres. ¿En qué mierd@ estaba pensando? ¿cómo arriesgo la amistad de una vida por un polvo? Aunque, ¡qué polvo! ¡No, qué polvo ni que nada! ¿pensé como pragmático? ¿Qué Mario va estar orgullos? ¿Qué con suerte Vicky no lo mencionaría por roche? Puta madre, ¡qué tan huevonazo puedo ser! ¡Ahora mismo esa csmr debe estar llorándole a Mario y dejándome no como la cagada que soy, sino peor! Puta madre, Mario, Enrique; mis mejores patas de la infancia. Mierd@.
    Volví a casa con una estrofa de Pedro Suarez Vertiz retumbando en mi cabeza “debí tomar un vino, quizás una cerveza, y ni pensar en hacer el amor/ Ahora soy remolino de errores e impurezas/ mi mente no lo soportó”. Me quedé jato hasta casi las 9, cuando desperté tenía un mensaje en el celular “Acuérdate de bajar a Tizón, plan de 10”. Era Enrique que me había mandado el mensaje más temprano. Tenía tanta vergüenza que no atinaba a llamar a nadie, a averiguar nada. Vi el fondo de Keith Richards en mi celular y me decidí a afrontarlo todo cara a cara.
    Llegué a Tizón y apenas entré Enrique salía. Me saludó distraído, había salido para hablar por celular. Entré y vi a Mario sentado en un extremo de la barra. Estaba serio, o me lo parecía. No quise acortar lo inevitable así que me senté junto a él.

    -Habla Mario
    -Habla Santi -me saludó con frialdad, apenas me miró y volvió a ver la barra- ¿Qué tal todo?
    - ¿Todo? ¿cómo todo? Normal, supongo
    -Ah. Normal. Muy bien, normal.
    No podía guardar silencio, aunque quería. Alcancé a ver que tenía un arañón en la mano y una herida en el cuello. Até cabos, supuse una pelea. Lo di todo por perdido y me resigné a perder a mis mejores amigos, o al menos a uno, por un culo al que me solo me pude tirar una vez. Estábamos sentados el uno junto al otro, quizá por última vez
    -Oye Mario, sabes… Mira,
    - ¡Waaaaaaaa! ¡aaaaaaaaaa! -Mario no gritó, se diría que susurró, pero era claro que su intención era decirlo fuerte. Luego empezó a cantar
    - ¡aaaaaaaaaaa! Yo no sé por qué mi pinga huele a tu pichula
    y a veces tu chula huele a mi mujer.
    Yo no sé porque mi culo, que es el de mi flaca,
    huele como a wasa, ¡pero no a mi wasa!
    Yo no sé porque mi verga, a veces me apesta,
    como a ti te apesta a la misma vez

    Luego de eso me hizo una seña como para que continúe con la letra. Se estaba cagando de risa y había pedido tres Cuzqueñas. Vi en sus ojos nuestra amistad en fotogramas y sentí que se me salían las lágrimas, metafóricamente. Entre nosotros no había nada más que entender, así que respondí.

    -Porque la vagina de la que te tiras
    huele a la vagina de la que me tiré
    - ¡Será que somos!

    Y los dos cantamos al unísono ese fraternal coro: “¡hermanos de leche! ¡Será que somos! ¡Hermanos de leche!”. Nos abrazamos y nos cagamos de risa. Volvió Enrique, tomó cada quien su chela y brindamos al lema de “mi vino es tu vino, mis mujeres son tus mujeres… y mi papiloma es tu papiloma” Jajajaja. Ese día chupamos y le metimos floro a un grupo de extrañas que no nos dieron bola, no importó. Fue una noche de patas en la que terminamos cantando el himno Marista, en Tizón. Cuando ahora paso por ahí, y recuerdo aquella noche y otras muchas noches, supongo que siento lo que decía Kevin Arnold al final de Los Años Maravillosos “…lo curioso es que, después de todos estos años, aún lo recuerdo, maravillado”.

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    Unas fotitos de la época
     
    Beyonder, 15 Mar 2021

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    que pndj eres mal pata, yo lo hice pero no sabia que eran pareja hasta que terminaron lo suyo era secreto
     
    reptacolector, 22 Jun 2021

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