Operacion Valquiria (Plan para derrocar a Adolf Hitler)

Tema en 'Humanidades (Economía, Derecho, Antropología, etc)' iniciado por Tolkien Creed, 11 Abr 2018.

    Tolkien Creed

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    El proyecto de derrocar a Adolf Hitler empezó a gestarse de manera difusa y solapada en 1938, por parte de algunos altos oficiales de la Wehrmacht deseosos de evitar una gran guerra a gran escala en Europa. Entre estos conspiradores estaban el general Ludwig Beck, antiguo jefe de Estado Mayor, y el mariscal de campo Erwin von Witzleben; sin embargo la indecisión de los generales del ejército, Franz Halder y Walther von Brauchitsch impidió ejecutar tales planes, mientras la política de apaciguamiento seguida por Reino Unido y Francia en esos años les desanimaba de realizar un acto concreto contra el régimen nazi.



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    En 1941, tras el comienzo de la Operación Barbarroja, se forma otro grupo de resistencia dirigido por el coronel Henning von Tresckow, quien trabajaba como parte del Estado Mayor del general Fedor von Bock, su tío. Tresckow pensaba que la guerra contra la Unión Soviética estaba perdida de antemano y que desangraría a Alemania en hombres y recursos, colocándola frente a un abismo como nación. El reclutamiento de opositores era muy difícil. Se hacía con mucha cautela y muy discretamente en las residencias de los cabecillas y fuera de Berlín.


    En 1942, Tresckow con ayuda del general Hans Oster logró reclutar en su núcleo de oposición al general Friedrich Olbricht, quien dirigía la oficina principal del ejército en Berlín, controlando allí un sistema de comunicaciones autónomo que unía a las unidades militares de reserva aún estacionadas en territorio de Alemania. A fines de año, Tresckow y Olbricht intentaron asesinar a Hitler con bombas barométricas en dos oportunidades, una en el aeródromo de Smolensk y la otra en Berlín, pero ambos planes fracasaron debido al fallo en los artefactos. También buscaron sin éxito unir a su conspiración a los mariscales de campo Erich von Manstein y Gerd von Rundstedt, dos militares veteranos que gozaban de gran prestigio en la Wehrmacht por sus éxitos y conocimientos de táctica en combate, quienes podrían ayudar a un efectivo derrocamiento del régimen nazi y no a un mero asesinato de Hitler y, aunque éstos rehusaron unirse al derrocamiento, no delataron la conspiración.



    En 1943, los planes para un golpe de Estado contra el Tercer Reich se vieron favorecidos por el curso tomado por la guerra con la grave derrota de la Batalla de Stalingrado, absolutamente desfavorable para la Alemania nazi, la contraofensiva soviética que culminó en la batalla de Kursk, y la total derrota germana en África del norte tras la batalla de El Alamein, que propició un ambiente de descontento entre los militares por la dirección de la guerra que hacía Hitler en el frente oriental. A mediados de ese año Tresckow reclutó para la conspiración al coronel Claus von Stauffenberg, herido de guerra en África, quien se mostró dispuesto a realizar personalmente el intento de asesinar a Hitler. Ese año Olbricht sugirió a Tresckow un proyecto de golpe de Estado ya avanzado: la organización estaba basada en un plan aprobado por Hitler en caso de un estado de anarquía.



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    PREPARATIVOS


    Desde 1938, existían grupos de oposición al régimen nazi en una dependencia tan importante como el Ministerio alemán de Asuntos Exteriores, donde Ulrich von Hasell, Friedrich Graf von der Schulenburg y Adam von Trott zu Solz, todos diplomáticos profesionales, trabajaban activamente formando una red de opositores a Hitler. Otro ente lleno de actividad de oposición al régimen nazi era el servicio de inteligencia militar, Abwehr, dirigida por el almirante Wilhelm Canaris donde colaboraba el general Hans Oster, un convencido antinazi protegido por Canaris, que logró incorporar a su círculo al expresidente del Reichsbank Hjalmar Schacht.



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    A estos grupos ya bastante extendidos se unía la red secreta de opositores formada desde 1938 por el ex alcalde de Leipzig, el derechista conservador Carl Friedrich Goerdeler, junto con otro político de la misma corriente, Johannes Popitz, a ellos se uniría después el socialista Julius Leber en su esfuerzo por preparar planes para un derrocamiento de Hitler y un nuevo gobierno para Alemania. Simultáneamente se formaba otro grupo opositor secreto, el «Círculo Kreisau» dirigido por Helmuth James Graf von Moltke, alto funcionario del Ministerio Alemán de Asuntos Exteriores. Todos estos grupos empezaron a reunirse como un solo ente en 1943.

    Aun cuando hacia 1943 todos estos grupos se unieron a los conspiradores ya existentes dentro de la Wehrmacht, los círculos de civiles mostraban grandes diferencias entre sus miembros, había monárquicos, conservadores, liberales, socialistas, antiguos aristócratas, cuyo único punto en común solía ser la necesidad de terminar con el régimen nazi.
    El 1 de julio de 1944 el coronel Claus von Stauffenberg quedó agregado al Cuartel General del Ejército de Reserva en Berlín, como jefe de Estado Mayor del general Friedrich Fromm, lo cual le permitía acudir a las conferencias de Hitler con los altos jefes militares, fuera en Berlín, en Prusia Oriental, o en Berchtesgaden, esta puerta abierta en forma inesperada aceleró la ejecución del plan. Cabe destacar que Fromm, de personalidad muy ambigua, ya conocía los planes de los conspiradores, pero en su fuero interno decidió no dar señales de absoluta participación quedando a la espera del desarrollo de los acontecimientos.
    Tal nombramiento causó que el mismo Stauffenberg presionase a Tresckow para ejecutar el plan de golpe de Estado, en tanto ahora Stauffenberg era el conspirador ejecutivo en mejor situación para asesinar a Hitler.



    20 JULIO DEL 44


    A inicios de julio de 1944, Von Stauffenberg ya había acudido a dos conferencias militares de Hitler con una potente bomba oculta en su maletín, mas no la había activado porque según Goerdeler y Beck era necesario que junto con Hitler muriesen también sus posibles sucesores Hermann Goering y Heinrich Himmler, según argumentaban, era inútil matar a un loco para que un lunático ocupase su puesto, haciendo alusión sobre todo a Heinrich Himmler, que se había ganado esa fama por méritos propios; una de esas oportunidades se había presentado el sábado 15 de julio. La presencia de Stauffenberg obedecía a la necesidad de crear 15 nuevas divisiones para cubrir las brechas del Grupo de Ejércitos Centro, tarea que había sido encargada por Hitler al mismo Himmler; por tanto el Ejército de Reserva se puso a disposición del Reichsführer de las SS.


    Tal situación dificultaba el plan, pues Himmler, en calidad de jefe máximo de las SS, recibía órdenes directas de Hitler y rara vez iba a conferencias militares de la Wehrmacht; se desconoce si estuvo presente aquel día. El sábado 15 de julio, ante la presión del tiempo, se permitió que Stauffenberg ejecutara el asesinato en cuanto pudiese, sin requisitos previos. El plan consistía en que Stauffenberg llevase su maletín con una bomba, lo dejase al costado de Hitler en medio de la conferencia, pretextase una excusa para salir del recinto y luego huyese a Berlín para reunirse con los otros conspiradores en el Cuartel General del Ejército de Reserva, situado en la avenida Bendlerstrasse (llamado por ello el Bendlerblock). Tras esto, Fromm iniciaría la «Operación Valkiria» movilizando las tropas en apoyo al nuevo gobierno, arrestando a los líderes nazis; semejante plan era arriesgado y dependía de una gran coincidencia de hechos para tener éxito.


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    El día martes 18 de julio, Stauffenberg supo que la Gestapo podría arrestarlo en cualquier momento y se decidió a matar a Hitler en la primera ocasión viable. Para ello salió de Berlín por avión en la mañana del jueves 20 de julio hacia Rastenburg, localidad de Prusia Oriental; a 15 km al este de dicha población se hallaba el cuartel militar de Hitler llamado Wolfsschanze ('Guarida del Lobo') y allí se dirigió Stauffenberg con un par de bombas plásticas ocultas en el maletín. Lo acompañaba el mayor Von Haeften como ayudante.

    A las 12:40 la bomba explotó con gran potencia destruyendo gravemente la sala de conferencias, matando a cuatro oficiales e hiriendo gravemente a otros cinco, pero dejando a Hitler, Jodl y Keitel sólo con heridas relativamente leves. No obstante, Stauffenberg observó la humareda desde fuera de la Wolfsschanze, y supuso que era imposible que Hitler hubiese sobrevivido y con gran dificultad pudo salir de Wolfsschanze deshaciéndose de la bomba que no había utilizado y retornó a Berlín a las 13:00 creyendo que Hitler estaba muerto.

    Poco antes de las 15:00, el general Friedrich Fromm recibió una llamada desde Rastenburg del general Erich Fellgiebel, del Cuerpo de Señales y participante de la conspiración, quien avisó a sus demás cómplices que Hitler había sobrevivido al ataque. Tal noticia alertó a los conspiradores reunidos en el Bendlerblock pues calcularon (tal vez con acierto) que si Adolf Hitler estaba vivo las tropas de reserva no obedecerían la movilización de la «Operación Valkiria» ordenada por Fromm. En la Wolfsschanze mientras tanto, se supuso en un primer momento un bombardeo aéreo, pero ante la ausencia de informes de aviones enemigos en la zona, se empezó a sospechar de un atentado. Himmler fue llamado en el acto junto con Kaltenbrunner; Martin Bormann fue el primero en sospechar de Stauffenberg al no encontrarse entre los heridos o presentes.

    El momento decisivo ocurrió a las 19:00, cuando Hitler estaba lo bastante recuperado para llamar por teléfono. Hitler pudo llamar a Goebbels, quien hizo arreglos para que aquel hablara con el comandante de las tropas que rodeaban su ministerio, el mayor Otto Remer, para persuadirle de que estaba vivo y exigirle reprimir inmediatamente la revuelta en Berlín; esa misma noche Hitler ordenó que el mayor Remer fuese ascendido a coronel. A las 20:00 un furioso Witzleben llegó al Benderblock y discutió airadamente con Stauffenberg, quien todavía insistía en que el golpe podía continuar. Witzleben abandonó el edificio poco después. Alrededor de esta hora la toma del poder en París había sido abortada, cuando el general Stülpnagel fue arrestado por el general Günther von Kluge (otro participante que se desentendió de la conspiración al enterarse este último de que Hitler había sobrevivido).

    Los miembros menos resueltos de la conspiración en Berlín comenzaron entonces a cambiar de bando. Estalló la lucha en el Bendlerblock entre los conspiradores que apoyaban el golpe y los leales a Hitler (entre estos últimos está el general Friedrich Fromm) y Stauffenberg fue herido. El general Ludwig Beck, al convencerse de que no había esperanza, se suicidó (el primero de numerosos suicidios cometidos en los siguientes días). Hacia las 23:00 el general Fromm fue liberado y había retomado el control del Bendlerblock, destruyendo huellas de su colaboración con los conspiradores, arrestó a Von Stauffenbergjunto con el general Friedrich Olbricht, Albrecht Mertz von Quirnheim y al ayudante de Stauffenberg Werner von Haeften. Fromm presidió él mismo el consejo de guerra sumarísimo que condenaría a muerte de forma inmediata a los cuatro conspiradores capturados, desobedeciendo la orden oficial de Hitler dada a Remer de capturar vivos a los conspiradores.

    A las 0:10 del 21 de julio los cuatro hombres condenados fueron fusilados en el patio del edificio "Bendlerblock".3 Otros ya habrían sido fusilados, pero a las 0:30 irrumpió en el Bendlerblock Otto Skorzeny con un batallón de la SS, prohibiendo nuevas ejecuciones hasta determinar fielmente cuántos militares había participado en la sublevación. Fromm prefirió no enfrentarse a las SS y se dirigió al día siguiente a visitar al ministro de Propaganda Joseph Goebbels, atribuyéndose el mérito de haberse enfrentado a los rebeldes. No obstante en ese mismo acto Fromm es arrestado, tras señalar Himmler lo apurado que estaba en dejar enterrados a los cabecillas y tras descubrirse su participación en la conspiración por documentos encontrados en su caja fuerte, muere fusilado en marzo de 1945

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    Tolkien Creed, 11 Abr 2018

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    El 2004, al cumplirse 60 años del atentado contra Hitler, se escribió mucho acerca del hipotético resultado del éxito del mismo. La conclusión a la que muchos llegaron fue que Alemania no se habría convertido en una democracia sí Hitler hubiera muerto en aquella conferencia en la Guarida del Lobo el 20 de julio de 1944 y los militares tomado el poder y negociado con los aliados.

    El factor principal para llegar a dicha conclusión fue el carácter de la conjura, el alto mando, la casta militar prusiana, los sucesores de los generales del káiser que evadieron su responsabilidad política de la derrota de Gran Guerra adjudicándola a los políticos y a los judíos. Lo mismo habrían hecho en el poder en 1944. Alemania se habría convertido en una dictadura militar y los nazis sus chivos expiatorios para lavarse las manos, nuevamente, de la responsabilidad que tenían de la guerra.

    Además, no tenían posibilidad de éxito en tratar de llegar a un acuerdo con los aliados occidentales. Si algo había quedado claro en las grandes conferencias aliadas de 1942 y 1943 era el compromiso de la URSS, USA y el RU de no negociar la paz por separado con Alemania y proseguir la lucha hasta la derrota del nazismo. Ese compromiso era el fundamento de la legitimidad de la causa aliada, pues no se trataba de un bloque de naciones luchando contra otro sino de algo superior, las Naciones Unidas. Esa parte de la historia política de la 2GM es la menos resaltada, pero constituye un elemento decisivo en la construcción de los cimientos del mundo contemporáneo.

    Alemania debía ser vencida y reeducada. Esta vez los aliados no cometerían el error de la primera posguerra, dejar que los alemanes se salieran con la suya. Su derrota era el único medio de aprender a asumir su responsabilidad ante el mundo.

    Ojo, la receta era la misma para el Japón. El compromiso era luchar unidos hasta vencerle. En ese caso la URSS jugaba un rol más ambiguo, porque aún mantenía relaciones diplomáticas con los japoneses. Entrar en guerra contra ellos fue un acto de oportunismo, una de las primeras movidas de la Guerra Fría.
     
    drais, 11 Abr 2018

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    Bien explicado y redactado mejor dificil. gracias por el interés y aportes al tema.
     
    Tolkien Creed, 12 Abr 2018

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    Ewald von Kleist, último de la Operación Valkiria

    Stauffenberg también le reclutó para otro atentado suicida contra el líder nazi que no llegó a materializarse

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    JACINTO ANTÓN
    17 MAR 2013 - 01:10 CET

    Raras veces entierras a una persona dos veces. Hoy tenemos que hacerlo con el último superviviente de la conjura contra Hitler. El 1 de mayo de 2008 fallecía el barón Philip von Boeselager, al que se tenía —y así se hizo eco todo el mundo— por el último que quedaba del grupo de oficiales alemanes que trataron de matar a Adolf Hitler el 20 de julio de 1944 en el curso de la Operación Valkiria. Pues no. El pasado 8 de marzo ha muerto otro militar que realmente era el último —esperemos que ahora sí— de aquellos valientes encabezados por el coronel Claus von Stauffenberg. Ewald-Heinrich von Kleist-Schmenzin, fallecido en su casa de Munich a los 90 años, se implicó en las conjuras contra Hitler —incluso como candidato a un atentado suicida— y tuvo un papel activo en el golpe de aquel terrible 20 de julio.

    Figura mucho menos popularmente conocida que la de Von Boeselager, que hasta escribió un libro, es cierto que el papel de Von Kleist fue el día del atentado poco relevante en comparación con los grandes protagonistas del drama (el comandante Boeselager, por ejemplo, consiguió los explosivos para el atentado y debía sumar al golpe una brigada de caballería), pero sin duda el entonces joven oficial se jugó la vida, y estuvo en el meollo de la acción. Efectivamente, durante las tensas y decisivas horas del 20 de julio en el Bendlerblock, el puesto de mando del ejército de reemplazo en Berlín, que fue el núcleo de la Operación Valkiria, Kleist estuvo muy afanoso junto a los conspiradores senior (Beck, Olbricht, Hoepner o el propio Stauffenberg) y, por ejemplo, ayudó a retener al general Von Kortzfleisch, que se negaba a creer que Hitler había muerto y quería marcharse de allí “para cuidar mis plantas”. Olbricht —que sería fusilado con Stauffenberg horas más tarde— envió asimismo a Kleist a comprobar si el batallón de guardia había aislado el barrio del Gobierno. Años después, Kleist decía que había sido “el chico para todo” de los conjurados.

    Cuando la conspiración fracasó y se ejecutó en el mismo patio a los cabecillas, Kleist fue arrestado y solo podía esperar lo peor. Pero evitó, por falta de evidencias, el Tribunal Popular, que le hubiera costado la horca. Lo enviaron a Ravensbruck y, sorprendentemente, lo sacaron de allí para devolverlo al frente oriental para el resto de la guerra. No cabe duda de que, como el príncipe de Homburg de su tocayo el poeta Heinrich von Kleist, tuvo muchísima suerte.

    Ya la había tenido antes. En enero de 1944, cuando después de haber sido herido en Rusia estaba destinado en el batallón de reemplazo de Postdam, fue citado por los conspiradores. Stauffenberg, que estaba en busca desesperada, tras muchos intentos frustrados, de un asesino para matar a Hitler (papel que finalmente asumiría él mismo), le preguntó si se apuntaba a la empresa. Había una oportunidad en el horizonte: Hitler iba a asistir a una exposición de equipamiento y Kleist le guiaría como oficial con experiencia bélica. Le propusieron llevar una bomba en la maleta. Kleist solicitó 24 horas para reflexionar y pidió consejo a su padre, un activo opositor a Hitler desde el comienzo, confiando en que su progenitor, padre al fin, le disuadiría. Pero, al contrario, le animó a cometer el atentado. Eso es un padre de miras amplias. El hijo le dijo a Stauffenberg que sí. Le iban a dar un explosivo plástico y un detonador de granada de mano. Kleist pensó atarse los explosivos alrededor del estómago. Finalmente el atentado no se llevó a cabo.

    Otros atentados suicidas similares, a cargo de diversos oficiales, fueron también sucesivamente anulados. Paradójicamente, el que acabó perdiendo la vida a causa del intento de matar a Hitler fue Von Kleist padre: lo ahorcaron en la cárcel de Plötzensee tras el atentado del 20 de julio.

    Ewald-Heinrich von Kleist-Schmenzin (nada que ver con el mariscal Kleist) nació en 1922 en Pomerania, en el seno de una familia de viejos terratenientes prusianos. A los 18 años se alistó en la Wehrmacht. Tras la guerra, perdidos el hogar y la finca familiar, entró en el negocio editorial. Hombre discreto, poco dado a figurar, decía que se apuntó a la resistencia porque consideraba el nazismo “un reinado intolerable de la injusticia”.

    Recordaba aquel 20 de julio de su agitada juventud con una curiosa euforia y decía que durante la espera de la confirmación de la muerte de Hitler “casi podías sentir cómo la historía pendía del filo de un cuchillo”.
     
    drais, 13 Abr 2018

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