Carne argentina

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Beyonder, 8 Mar 2021.

    Beyonder

    VIP MEMBER
    67%
    Mensajes:
    633
    Me Gusta recibidos:
    813
    Puntos de trofeo:
    157
    Género:
    Masculino
    Cofradía lectora, fiel a mi costumbre de irme en floro les dejo un relato. Espero sea de su agrado

    Todo hombre tiene una parte ficción en su propia historia. En esta, mi nombre es Santiago y la realidad se mezcla con la teatralización, todo lo necesario para ocultar identidades y todo lo conveniente para que valga la pena ser leída.

    Me gusta pensar en cómo el paso del tiempo cambia los lugares que conocemos y en cómo cada quien le impregna algo de sus propias vivencias, creando una historia emocional individual y diferente para cada lugar de la ciudad. En el distrito limeño de Barranco hay un cruce de caminos, donde se encuentran las avenidas Grau y Bolognesi. Su intersección forma una vereda triangular, que en otro tiempo tuvo un uso distinto a la mera decoración del paisaje y que en el 2010 fue el punto de partida de todo un capítulo nuevo en mi joven vida.

    La madrugada de sábado estaba lo suficientemente avanzada como para que poca gente anduviera por aquella primera cuadra de la avenida Grau. Pasando el puesto de salud que está aún en la esquina de aquella primera cuadra se demarcaba una especie de frontera, un punto a partir del cual esa calle parecía ser un pedazo triangular de concreto apartado del bullicio del Boulevard y de Trapiche, creaba la ilusión de ser una isla citadina en el mar del cielo nocturno. Las luces de los postes y la sombra proyectada por los altos y antiguos edificios le daban a ese pedazo del distrito un aura de intimismo, abandono e inseguridad ciudadana; que por su corta longitud invitaba a lo clandestino o al reposo; a prender un vate o a comer un sanguchón.

    -Che, acá está bárbaro. Queda muy cerca de todo
    -Sí, queda genial.

    “¿Queda genial?” ¡Qué hasta las huevas! Aún hoy recuerdo que en ese momento me sentí un imbécil. A pesar que estaba guiando a una desinhibida y dispuesta ciudadana argentina a uno de los dos hostales que estaban (y aún hoy están) en esa exigua calle barranquina, sentía un nerviosismo general consecuencia de una inseguridad cultivada desde la más tierna infancia, crecida durante la adolescencia y madurada hasta mi adultez temprana. Precisamente esa inseguridad empezaba a pudrirse de madura y a determinar para mí una vida ultra jodida. Pero, ¿cómo había llegado ahí?

    El honor me obliga a mencionar a dos amigos sin los que no habría sido posible. En ese entonces me sentía el aprendiz de bluesman interpretado por Ralph Macchio en Crossroads “un hombre bueno sintiéndose mal, mientras piensa en la mujer con la que alguna vez estuvo”. Así de cliché. En ese estado me animaban mis dos amigos de colegio, a quienes llamaremos Enrique y Mario. A Enrique lo conocí en la banca de los partidos de fútbol en una clase de Educación Física durante la primaria, a Mario en la banca de los que no entraban a la piscina, en secundaria. Ellos eran vecinos y cultivamos una amistad colegial, genuina.

    El hecho es que tenía tiempo de haber sido abandonado por mi flaca de toda la vida universitaria y parecía empecinado en hundirme en un estereotipo de forever alone, antes de que la frase fuera popular. Pero ahí estuvieron ellos, devotos en su amistad, sacrificando su potencial de tirar por sacarme del hoyo. Llegada una noche de viernes del 2010 estábamos chupando en una discoteca que parecía más bar, una casa roja gigante, colonial y venida a menos en medio del Boulevard de Barranco.

    -Oye webón, ya es tiempo de que te dejes de tanta cojudez. Es webona no puede ser la excusa para que siempre estés así.
    - ¿Así cómo?
    -Cagado, webón, cagado. Vas a acabar la universidad sin haberte levantado ni una sola flaca además de esa webona.
    - ¿No te das cuenta, de que si pasa mucho tiempo ya no hay vuelta atrás? Mira, de adolescentes no aprendimos a bailar y ahora es recontra difícil aprender, porque se supone que ya deberíamos saber y todos esperan que sepamos. Si no fuera porque el Reggaeton está de moda seríamos los eternos ridículos.
    -Igual bailamos hasta las webas.
    -Ese no es el punto. ¡El punto es que ya no estés tan hasta las webas! Siempre con cara de cojudo, siempre hecho mierd@, jugando a dar pena con referencias cojudas.
    -Es como la vez 500 que decimos lo mismo, y no llegamos a nada.
    -Sí, pero de hoy no pasa.
    -De hoy no pasa.
    - ¿De hoy no pasa?
    -Si, de hoy no pasa. Hoy tu noche va a ser como un capítulo de novela de Bryce.
    - ¿Cómo así?
    -Bueno, ya hemos establecido tu personalidad. Debes partir por esperar lo posible. No vas a ser Ranma, te gustaría encontrar la máscara como Jim Carey, pero eso no va a pasar.
    -Hay que buscarte algo según tu personalidad. Levantarte a una flaca en un ambiente en el que te sientas cómodo y no forzado.
    -Ya, ya. Hemos teorizado que ni cagando me levanto a una desconocida de una mesa ni que me pego a una bailarina borracha. Que mi estilo es conocer a alguien en un ambiente y de ahí acercarme poco a poco, como en la universidad. Precisamente por eso estoy hasta las webas, en la universidad esta mi ex, la gente que conozco ya tiene pareja y mi círculo social es más cercano a ella que a mí, por haber compartido toda la carrera con ella, así que…
    -Así que vamos a ubicarte en una situación que imite un ambiente. Déjame explicarte: Sabes que me vengo levantando a todas las de intercambio y a las de comunicaciones y las de letras en general. He ido a un huevo de reuniones y he aprendido mucho. ¿Te has dado cuenta de que a determinada hora se ven a algunas webonas con pinta de mochileras o pastrulas al lado de alguien más o menos mayor? Te lo resumo. Hay colombianas, argentinas, uruguayas, paraguayas y hasta brasileras que viene en plan mochilero; con casi ni de plata, a pasar el rato por aquí, y Barranco es como un punto de reunión ideal, o al menos para gente de nuestro vuelo.
    - ¿Cómo así?
    -Pues -tomó la palabra Mario- en Miraflores pican como , es común que jateen solo unas horas y pretendan que estés con ellas hasta después del almuerzo. Acá es más simple y funciona así: las flacas están chupando en la barra, les haces el habla y si les pareces simpático se quedan contigo lo que dure la chela y después de las doce ya es posible que te las lleves. Ellas quieren que alguien que recién conocen y que les caiga bien se las lleve a un telo, tiren hasta donde puedan y después se quitan. Osea, tú te quitas y dejas a la flaca ahí, pagando el cuarto. Cosa que la flaca se queda al menos hasta el mediodía ahí. Es parte de la magia mochilera.
    -Tipo la película Hostal, pero sin todo el gore.
    -Jajaja. Sí webón. Y nosotros sabemos distinguirlas. De hecho, Mario conoce a varias porque suelen ir a esos eventos artísticos de hippies.
    -Así es. Y da la casualidad de que hay unas webonas en la barra de Walhalla (discoteca que estaba al frente de donde estábamos, al costado de Bierhaus) que buscan posada. Yo manyo a una, te hacemos el bajo. El propósito es que tengas la seguridad de poder levantarte a una flaca, para levantar tu autoestima de mierd@. De este modo no hay pierde.

    En retrospectiva, me conmueve. Dudo hallar semejante acto de amistad en lo que me queda de vida. Omito el proceso mediante el cual nos acercamos a las flacas, como mis patas armaron toda una conversa en la que yo pude ser protagonista, en la que celebraban mis chistes, me sugerían referencias y en cómo pude sacar a bailar reggaeton a una argentina de casi un metro setenta, cabello negro y con las puntas decoloradas. Tenía además dos trenzas tipo jamaiquinas, decoloradas y pequeñas en un costado. Un detalle exótico, iba bien con sus piernas largas y delgadas, como de bailarina de ballet, su abdomen plano, plano, vegano y unos pechos pequeños, como dos puños cerrados, que se notaban firmes y parados. Culo culo, no tenía, pero el marco de su cara era parecido a la uruguaya Romina Gachoy y sus ojos grandes, expresivos. Podría extenderme 50 hojas o más contando como llegué a salir de la discoteca tomando a la flaca por la cintura, con una sonrisa nerviosa al coro de “¡¡Dale campeón, dale campeón!!” Jaja.

    -Flaco, ¡tus amigos son re conchetos!

    “¿Conchetos, qué mierd@ significa eso?” Le contesté “sí, nos conocemos de toda la vida”. Su risa enmascaró mi desconcierto, no solo por no saber qué significaba la palabra esa, sino por no saber cómo llevarla hasta el telo. Mis patas me habían dateado que los telos que estaban en la primera cuadra de Grau se prestaban para la vaina de estas mochileras, así que caminé con ella hasta ese límite marcado por el centro de salud y Trapiche, crucé esa frontera imaginaria y por primera vez noté como ese pedazo de ciudad parecía una isla triangular de concreto, flotando en el cielo nocturno. Ya cerca de los telos sentí todo el temblor de las rimas de Bécquer, la incapacidad brotando desde mi más profundo subconsciente, al punto de reducir el valor del objetivo, la gran cobardía que se maquilla en consuelo.

    Será que ahí se desencadenó la madurez marcada en mi destino; que siguió su mecanismo viniendo a mí en forma de una mezcla de canciones, un ending de Supercampeones “Como si fueras por cielo azul…”, una parte del opening de Inuyasha y la canción de Joaquín Sabina, El pirata cojo. Vi entonces la calle decorada por sus luces y sombras, y pensé en que era momento de ser capitán de mi destino, que no sería un personaje secundario en la película/anime de mi propia vida y que, por último, no se trataba de recuperar el Húascar. Ahí estaba, esa argentina a quien llamaremos Romina. Sus ojos grandes y su estilo moderno la hacían lucir con más calle que yo, algo intimidante, pero di lo mejor de mí:

    -Bien, ¿te parece pasar un rato bajo techo?

    Le señalé con la mirada el hostal de puerta alta y escaleras empinadas. No sabía qué esperar, a pesar de saber que la flaca salió de la discoteca con ese propósito, que incluso ella estaba esperando que yo la llevara desde antes de conocerla, que cualquiera la llevara; que de hecho ella se lo habría propuesto a otro si no se encontraba conmigo; a pesar de todo, mi último acto de inocencia fue no saber qué esperar.

    -Che, acá está bárbaro. Queda muy cerca de todo
    -Sí, queda genial.

    Entramos al telo y dejé mi DNI. El cuarto que nos dieron era básico, con una tele y un baño, felizmente. Estando ahí decidí dejar que todo fluya. Me invadía una sensación de seguridad única, después de toda una vida universitaria con una sola flaca estaba en un telo con una argentina que acababa de conocer, a punto de cachar.

    Ella volvió de lavarse la cara y se lanzó a la cama, cuando encendí la tele ya había prendido un wiro.

    -Che, Santi, ¿querés un poco?
    -No, Romi, cuando mezclo el tabaco con la hierba me mareo.
    Prendí un pucho y me recosté a su lado. Vi cómo se levantaba un poco su polo y dejaba el ombligo a la vista. Imaginaba como se verían sus piernas, blanquísimas y estilizadas.
    - ¿Pensas en algo?
    -En una canción
    -Ah, ¿Cuál?
    -No sé su nombre, pero la canta un grupo argentino
    -A ver, decime
    -El cuarteto obrero
    Se mató de risa. Se rió y me puso todo el brazo encima del pecho, su cabeza en mi hombro y reía a carcajadas.
    - ¡Sos un sabadinja! Jajajaja
    -Bueno, no sé si habrá otra oportunidad para mencionar al gran Yayo y salirme con la mía.
    - ¿Con la tuya? Jajaja, entonces te aprovechás de que cogemos sí o sí para mencionar a Yayo, jajaja. ¡Tú si sos fan! A ver, cantame la canción.
    - ¿Quieres que te cante? Vamos a ver
    -Ayyy jajaja

    La tomé por la cintura y me la chapé. La dejé solo con sostén y echado sobre ella le decía “Todas esas noches/que me toco en vano/no paro de imaginar/ Si te agarro te parto en ocho/ Te dejo el culo como un bizcho”

    -Jajajajaja ¡Sos terrible! Con esa cara de yo no fui. Jajaja ¿Me vas a “ensartar con la bombacha puesta”?
    -Wow, ¡una chica que cita a Yayo mientras le quito el pantalón! Vuelvo a creer en la magia.

    Le besaba el cuello y le desabrochaba el pantalón. Pude ver el esplendor de sus piernas, por mucho, lo mejor de su cuerpo delgado. Largas, finas, con el ancho ideal en los muslos, blancas y bellas. En aquel momento debió iniciar mi fetiche con las mujeres altas y de piernas largas. Puse su pie en mi hombro y le besé desde el tobillo hasta la raja, tan lentamente como el humo de su wiro y el de mi cigarro permitían percibir el tiempo. Algo me contuvo de lamerle el clítoris, quizá respeto, no sé, pero me engolociné como pocas veces con ese estupendo par de piernas blancas. Ya sin noción del tiempo le fui besando el vientre hasta sacarle el sostén. Me habré quedado viendo, perdido, esas tetas pequeñas pero erguidas y de pezones claros, después de engullirlos como masmellows, porque la flaca me dijo

    -Che, flaco, no me salgás con cosas lentas… Mirá que hay que dejar recuerdo, ¡así que ponete las pilas!

    “Ponte las pilas…” Esas palabras retumbaron en mi cabeza hasta que se sentó y me chapó salvajemente mientras me acariciaba la espalda, nos lamíamos el cuello y parecíamos empecinados en hacer fuego con el roce de nuestra piel. Vi esa dinámica dionisiaca reflejada en el burdo espejo y el retumbar en mi cabeza tomó camino hacia todas las zonas de mi cuerpo que sintetizan testosterona.

    La seguí besando hasta que tiré de su cabello y quedó con la cabeza haca atrás, mientras que la lamía y presionaba mis labios en su cuello. La volteé de un giro brusco y le di la primera de las muchas nalgadas que daría en mi vida. Su culo no era la gran cosa, pero el sonido de mi palma en sus nalgas era el coro de bienvenida triunfal a una nueva vida… sexual. La acerqué a mí para poder recorrer su espléndida esbeltez, presionar con fuerza su teta izquierda e invadir su vagina con mis dedos; moviéndolos según mi instintiva interpretación de sus espasmos, humedad y jadeos.

    Luego de un rato la tumbé y así, con la bombacha puesta (jalada a un costado gracias a su diseño), se la metí mientras jalaba sus piernas. Era un movimiento errático que se hizo incómodo rápidamente. “Che, para, ahh, para que me mareo” Entonces vi una cómoda antigua y alta. Una mirada cómplice hizo innecesarias las palabras y mientras seguía chapándola puse una almohada encima y la senté; para tomarle la cadera con decisión cavernícola y me la clavé, nuevamente con la bombacha puesta.

    - ¡Ahhh, ahhhh, ayyyy, flaco, ahhhh! ¡Seguí, seguí, seguí!

    Me movía como un poseído, estimulado por su figura estilizada apoyada sobre sus manos en 45 grados, mordiéndose los labios y poniéndose rojita mientras gritaba “Así, así, la conchadetumadre, así, ¡cojeme toda ahhhh, ayyy, ahhhh!” Sus tetitas no rebotaban de lo firmes que eran, pero hipnotizaban por como complementaban la imagen. Cuando el sonido de la cómoda raspando el suelo se confundió tanto con mis jadeos, sus gemidos y el choque de nuestras pelvis; todo parecía una sinfonía haciendo de fondo musical a su cuerpo estirado y rendido, a una escena que miré por 10 segundos en el espejo simplón del cuarto… Los 10 segundos más cinematográficos de mi vida.

    Ya cansados la lancé hacia la cama, donde le quité por fin la bombacha y “se la puse” de misionero. “Apretame las muñecas, apretámelas” Me pidió que la aprisionara, que no le dejara mover los brazos; así que le tomé las muñecas y jalándolas le mantuve los brazos estirados y pegados a las caderas. Su cuerpo entero estaba estirado, como acalambrado, mientras jadeaba como una loca hasta que me dijo “Dale, venite con todo, ¡dale papi! ¡Venite fuerte!” Así que con todo mi brazo izquierdo le rodeé los brazos y la cadera, mientras con mi mano derecha en su cabeza presionaba su cuerpo entero hacia abajo, como empujándola hacia mi pelvis, a la vez que hacía unos movimientos de penetración más intensos y desesperados que una paja adolescente. “Ahhhhhhh, Ayyyyyy Hijo de putaaaaaaa, hijo de puta ¡aaahhhhhhhhh!”.

    Me vine y fue grandioso, terminamos con un chape inconcluso, ambos con una sonriente boca abierta. “Che, flaco, sí que te esmerás, eh”. La charla que vino fue banal y cómica; opiniones ligeras sobre los videos de Internet de la época y la típica crítica juvenil a la estructura social que condenaría a un grupo de jovencitas andando solas por Sudamérica y cogiendo con desconocidos amigables.

    Los minutos dieron paso al sueño, habremos dormitado 20 minutos. Su culo en mi pelvis despertó el ánimo entre mis piernas, de modo que tenté su cuerpo mediante caricias de cucharita. Sus muslos hermosos eran como los hielos eternos de Siberia, firmes, blancos e imponentes; mis dedos los acariciaban pretendiendo su secreto. Le besé el cuello y sobaba sus pezones con el esmero de un principiante, buscando despertar a esta bella durmiente.
     
    Beyonder, 8 Mar 2021

    ¿Quieres

    Caletitas Reales
    Mejor Contenido
    Más Diversión

    ?

    #1

    Icelos230680

    General

    GOLDEN BOY MEMBER

    Cuenta Verificada
    100%
    Mensajes:
    5.951
    Me Gusta recibidos:
    4.463
    Puntos de trofeo:
    139
    Género:
    Masculino
    Profesión:
    Estibador
    Ubicación:
    Lima
    Buena eh?? Sigue con la argenta
     
    Icelos230680, 9 Mar 2021

    ¿Quieres

    Caletitas Reales
    Mejor Contenido
    Más Diversión

    ?

    #2
    A grindo doido y Beyonder les gusta esto.

    Beyonder

    VIP MEMBER
    67%
    Mensajes:
    633
    Me Gusta recibidos:
    813
    Puntos de trofeo:
    157
    Género:
    Masculino
    Gracias cofra, aquí la humilde continuación.

    -Che, ¿querés coger de nuevo? Mirá, estoy algo cansada… Dame de perrito, ¡pero por el orto no! No seas cagón.

    Sus piernas giraron y levantó la cadera, me ofreció el culo como una especie de cortesía, de ritual amigable. Naturalmente, lo interpreté como una ofrenda de victoria, una especie de agasajo.

    No me contenté con la simple idea de meterla, así que le besuqueé el cuello mientras le estimulaba el clítoris en esa postura. “Tu descansa, relájate. Yo me encargo de todo”. No sé qué me respondió, pero luego de un rato me dijo “Che, ya me mojaste. Ahora tenés que responder, eh”

    Esas palabras sonaron a reto y recompensa. Rompiendo la barrera del sonido me puse un preservativo y se la metí en la concha con suavidad. “Ahhhh, seguí donde estás. No vayás a cambiar de posición” No sé si fue una advertencia para que no se la meta por el culo, pero lo interpreté como que había alcanzado la posición erógena ideal; lo que combinado a la inigualable visión de su espalda quebrada me sobrexcitó y motivó mi decisión de acabar como Flash.

    La tomé de las caderas como debió haberse agarrado Jack de la tabla para no morir y se la metí de abajo hacia arriba, compulsivamente, con tanta fuerza que le marcaba los dedos en la piel. “Ayyy, pará un poco, aaayyyy” Le tomé nuevamente de las muñecas, las puse a la altura de sus caderas y con una mano se las inmovilicé y con la otra le jalaba el pelo. Me movía con toda la dedicación que no le puse a las clases de Educación Física y con una resistencia que me habría valido un 16 de promedio. “Ayy, ayyy, ahhhhh. ¡Metémela toda! Así, con todo, dale, con todo” Con un gemido profundo se dobló más. Le liberé las muñecas y vi que arañaba las sábanas a la vez que mordía la almohada y gemía cosas indescifrables. Su culo era mío y se la metía con embestidas cada vez más cortas entre sí, más duras, más desenfrenadas “Ahhhh, ahhhhh, Che, dale, dale, Ahhhhh” Sus gemidos fueron el coro para venirme. Acabé viendo su cuerpo en una magnifica posición, estirada, pero con el culo levantado; una figura artística.

    -Ay flaco, ahora sí estoy muerta. Dejame que duermo algo.

    Ya en el nirvana post orgásmico me cuestioné toda la aventura. Me bañé raudamente, me vestí y contemplé a esa mujer que nunca más vería. Mientras buscaba su wiro me dijo, somnolienta “Flaco, cerrá bien la puerta que en un rato no me levanta nadie”. “Claro, te dejo dos botellas de agua” “Cuidate. Sos un amor”.
    Con esas palabras me despedí de una extraña a la que nunca más vería. En aquel momento recuperé mi DNI, salí del hostal y, mientras caminaba las escazas calles que me separaban de casa, me sentí el máximo rey del mundo. A través del humo del cigarro vi esa cuadra de la avenida Bolognesi, que parecía formar un pedazo triangular de concreto, una isla citadina al interceptarse con la avenida Grau; que hace muchos años formaba la estación del tranvía rumbo a Chorrillos. En otro tiempo, ese lugar fue punto de partida de muchos viajes, seguramente asociado, por la antigua memoria colectiva, con el sonido de un trayecto sobre los rieles. Para mí, ese pedazo de ciudad recuperó algo del tiempo de Domeyer, Pazos Varela, Aurelio Souza, Rodolfo Holtig, Juan de Arona o don Manuel Candamo. Como esos viejos pasajeros, aún hoy, en ese cruce de caminos del distrito de Barranco; cada cigarrillo que enciendo me transporta al inicio de un viaje que solo existe en mi mente, en forma de recuerdos, geniales recuerdos.
     
    Beyonder, 10 Mar 2021

    ¿Quieres

    Caletitas Reales
    Mejor Contenido
    Más Diversión

    ?

    #3
    A MrQuarzo, cesarshell y grindo doido les gusta esto.

    olevi

    Sargento

    16%
    Mensajes:
    117
    Me Gusta recibidos:
    50
    Puntos de trofeo:
    10
    Excelente relato!!! Que historia, muy buena epoca.
     
    olevi, 10 Mar 2021

    ¿Quieres

    Caletitas Reales
    Mejor Contenido
    Más Diversión

    ?

    #4
    A Beyonder le gusta esto.

    blackprince

    General

    Cuenta Verificada
    100%
    Mensajes:
    6.096
    Me Gusta recibidos:
    6.501
    Puntos de trofeo:
    227
    Che esta mina es re ardiente y media ninfómana. Que lo tiro.
    Lo felicito por su historia Papá
     
    blackprince, 10 Mar 2021

    ¿Quieres

    Caletitas Reales
    Mejor Contenido
    Más Diversión

    ?

    #5
    A Beyonder y grindo doido les gusta esto.

Compartir esta página