Mi psicóloga / terapia

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Srdestroyer, 7 Sep 2020.

    Srdestroyer

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    Había contactado con ella por referencias de amigos, y necesitaba arreglar un tema interno de ansiedad de tipo social. De esa manera terminé quedando con Karen para hacerme unas terapias dos veces a la semana en su consultorio en una oficina muy bien amoblada en una zona comercial. La joven hace poco había hecho cursos de especialización fuera del país, una mujer graduada de la Universidad de Lima con un futuro cómodo y un porte extremadamente bello. Tanto por fuera como por dentro.

    Ni bien la saludé, no solo me impresionaron sus grandes ojos verdes, sino que de éstos rebotaban grandes dosis de empatía e inteligencia. No sé si todas las psicólogas sean así, pero me miraba muy fijamente cuando empezaba a abrirme emocionalmente. ¿No es un poco distractor cuando tienes a una persona extremadamente hermosa al frente? Me fue difícil al comienzo, pero tenía que hacer valer el dinero que estaba pagando, que no era nada barato.

    Era verano y Karen me recibía con atuendos casi formales, al inicio con pantalones de tela y camisa, algo simple, pero definitivamente muy bien combinado. Con las sesiones que iban avanzando ella vestía otras cositas, pero realmente no pude contener la emoción -y también nerviosismo- cuando me recibió ese martes a las seis con un traje que me quitaba el aliento. La muy elegante vestía una delicada camisa con una falda pequeña -pero no tanto- con pantimedias oscuras que cubrían sus esbeltas piernas.

    Cuánto habrá sido mi nerviosismo que no podía pensar -ni expresarme- bien, puesto que mientras yo estaba echado cómodamente en el diván, ella justo frente mío estaba sentada en una cómoda silla con las piernazas cerradas y cruzadas. Era casi imposible dejar de mirar esos tobillos y canillas muy bien formados y suaves, oscurecidos por la translucidez de la elástica tela de las pantys. Pero debía controlarme, concentrando siempre mi tema de conversación en mis problemas personales.

    Después descubrí un patrón: cada vez que llegaba a un meollo del asunto, es decir, a un momento central de mis turbaciones, la joven psicóloga -de manera inconsciente-, o bien movía sus piernas de forma rápida y constante o daba vueltas con la silla que giraba sobre su eje. Pero luego del instante cuando me daba cuenta de tales oscilaciones, mi atención se centraba más en sus extremidades que en mis propios problemas. Era imposible seguir la terapia por causa de tales piernas.

    Otros días era exactamente lo mismo, siempre fijándome en sus blancas piernas. Cada vez que acababa la sesión e iba a mi casa, manejaba siempre pensando más en esas bellas columnas griegas que en mis avances, y por tal motivo fue que tuve que extender los encuentros. Mejor para mi, peor para mi economía. Y estando a tal nivel de locura, me masturbaba ideando formas para hacer que la regia profesional, de alguna manera, separe sus muslos para, por fin, ver algo más. En el fondo llegué a pensar que solo pagaba para ver sus piernas.

    Bien, me dije, llegado el siguiente día de terapia, le daré información tan oculta de mí que provoque mayor interés sobre el caso, sabiendo que al hacerlo, sus movimientos involuntarios serán mayores. ¡Tan solo quería que separe esas benditas piernas de una vez por todas!

    Llegó el día. Había preparado mi speech el día anterior mismo actor de cine. Me senté eché en diván y ella frente a mí, como siempre, con las piernas cruzadas. Es ahora o nunca. -Lo he estado pensando bien, -le dije-, y he llegado a una serie de conclusiones que creo que son las verdaderas causas a mi problema de ansiedad.

    Karen se emocionó y, como lo supuse, sus piernas empezaron a moverse de a pocos, a señal de verdadero interés por el avance en la terapia.

    -La primera razón -le expliqué-, es que cuando era pequeño...

    Boom. Ahora sus movimientos inconscientes eran cada vez más agresivos, ahora mecía de arriba a abajo la canilla que estaba encima de la otra. Carajo, pensé, cada vez que sacaba más información valiosa ella respondía más fuertemente. ¿Realmente no se daba cuenta que lo único que me importaban eran sus piernas? ¿Y la separación entre ellas? Bien, pensé, es mejor que me concentre aún más y siga el plan. Había un plan.

    Sin mirar sus cimientos, me agaché hacia el maletín que había dejado debajo. Lo abrí y saqué un folder manila. Dentro del folder habían una serie de dibujos y documentos de vital importancia, tan reveladores -incluso para mí-, que también me emocionaba. Su rostro fue de pura fascinación, sin lugar a dudas estaba estupefacta por el material que le iba a entregar.

    -Esto que traigo aquí son una serie de dibujos que hice cuando era pequeño, nunca se los he mostrado a nadie y quiero que tú... -extraje unos dibujos que realmente nada tenían que ver con mi pasado traumático-. Quiero que me expliques qué significa esto. Por favor, examínalo bien.

    "Examínalo bien, sí claro", lo único que quería examinar bien eran sus extremidades cada vez más excitadas por el avance de mi caso. Perfecto, Karen recibió una serie de dibujos mal hechos de "mi niñez" y se quedó mirándolos atentamente. Mientras tanto, para evitar que deje de moverse sin saberlo, le iba explicando mis más profundos pensamientos sobre aquellas imágenes. De esa forma logré que la atención de mi bella terapeuta quede plasmada sobre los papeles mientras que aumentaba su emoción con la información que iba añadiendo.

    De tal forma que por fin descruzó las piernas, estando ellas ahora juntas y en paralelo, como dos líneas hermanas apuntando a un mismo punto, y entre ellas, era inevitable un espacio vacío donde no cabía más músculo. Pero estaba oscuro, oh sí que estaba oscuro. Era una caverna, una cueva ensombrecida cuyo interior guardaba mi mayor tesoro. Bien, hasta ahora todo bien, sigamos aumentando la intensidad.

    Sustraje de mi maletín una serie de escritos hechos en mi adolescencia, con todos mis enojos y pesares de la vida. Esto, junto a los dibujos infantiles, sí que habrían de condimentar la sesión de tal día. Ni bien se los di, y ella ni bien a leerlos, prácticamente le recité aquello plasmado, como un guión memorizado. Aquella mayor cantidad de información hizo que la mente de la bella joven quede totalmente concentrada en los materiales que le había proporcionado. Supuse que no pensaba en nada más que mi historia, olvidando que existía un exterior, que había unos ojos que miraban y que deseaban entrar en su interior.

    Y lo hice, Karen estaba totalmente hipnotizada con mi historia, con mis letras y palabras que fluían en su mente, en su imaginación, que recorrían cada parte de su cuerpo como una corriente eléctrica que empezaba desde la punta de la raíz de sus cabellos hasta las uñas de los dedos de sus pies. Y sin mayor interés por lo que había fuera de ella misma sino en mis palabras, su cuerpo empezó a seguir sus movimientos erráticos e involuntarios: sus pies se separaban, sus pantorrillas se decían adiós, mientras que unos aplastados muslos poco a poco iniciaban un viaje separados de ellos mismos, y la bendita cueva se abría, oh que se abría, se expandía, dejando de lado su habitante oscuro para al fin dar la bienvenida a la luz.

    La luz, la claridad, la exposición... la excitación. Tanto para mí como para ella, de otro modo. Pero por fin, luego de jugar bien mis fichas psicológicas, logré que la fina joven, despreocupada ella, abriera las piernas de par en par, mientras su mirada aún pasmada se centraba en mis devenires históricos. Y lo vi todo. Lo vi absolutamente todo. Dentro de aquella caverna se encontraba un hermoso tesoro blanco que salía de las garras de la red oscura de la tela que cubría todas sus piernas, tal vez hasta la cadera. Pero era obvio, aquello era inevitable, indiscutiblemente la tela escondida era un blanco muy intenso, que hacía de contrapartida a las sombras que lo cubrían.

    Aquello no podría ser más maravilloso. Karen, la finísima Karen, me daba un expectáculo total de su perfecta ropa interior en total armonía con su esencia de mujer de elevada categoría, algo quizá inalcanzable para la gran mayoría de los hombres. Ya no había necesidad de seducirla, ¿qué pues podría hacer? Ella era tan profesional como bella. No tenía chance para incluso invitarla a salir: aquello escapaba del contrato profesional implícito conmigo, el cliente.

    Así que hice lo único que podía seguir haciendo, aumentar la intensidad de mis palabras y secretos personales. Cabría bien decir que ese día me desnudé completamente con tal de ver un pedazo de posible desnudez de Karen, algo que solo muy pocos podrían mirar de manera correspondida. Y sin perder más tiempo, di rienda suelta a mi último pedazo de información: la ilación de cada causa y consecuencia de mi vida.

    La mujer aún más atolondrada por mis ocurrencias y vaivenes, olvidaba que sentaba con las piernas un poco más abiertas que antes. Esta vez la tela de su falda subía, como el agua desparramada, se extendía por la extensión de sus muslos, al tiempo que sus bordes finales se expandían y estiraban, haciendo que la presencia de la prenda parezca incluso menor. Ahora la separación entre ambos muslos era la de dos puños cerrados enteros, es decir, que no había ya ahora nada que pareciese sospechoso: la imagen era total. Ahora supe, y nunca olvidaré, que la joven tenía una refinada tanga blanca que empezaba desde los bordes superiores, mismo océano, y que terminaba en un fino estrecho, a modo de aguja, por entre sus piernas. Y no había mayor detalle que la total blancura que resaltaba por la iluminación interior que caía directamente hacia su interior. De tal forma ella estuvo así, unos muy buenos minutos, que quizá finalmente logró darse cuenta -disimuladamente- de su indecente postura.

    Como era de esperar, el telón habría de cerrarse completamente, justo cuando mi historia hubiera también terminado, y cuando su atención ya hubiera sido más consciente de sus posturas corporales. Cerró la piernas, tal vez sintiendo que ya hubiera visto más que suficiente, aunque eso nunca lo sabré. Y como modo de finalizar, ella regresó a su colocación inicial de siempre: cerrada.

    Esa fue mi historia con tal psicóloga. Nunca hubiera podido invitarla a salir, menos de tener algo carnal con ella... sencillamente, los protocolos profesionales lo impedían. Pero para poder lograr ello, tendría que presentarme ante ella ya no como paciente, sino como algo más.

    Art.
     
    Srdestroyer, 7 Sep 2020

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    cachaperras

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    Tmr cofrade pense que iba a terminar en un buen cache a la ojiverde
     
    cachaperras, 7 Sep 2020

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    Icelos230680

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    Hummmm una panocha dulce parece esconderse allí
     
    Icelos230680, 7 Sep 2020

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    A grindo doido le gusta esto.

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    tirarse a la psicoloca que rico debe de sentirse
     
    Carashito, 12 Oct 2020

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