Mi enamorada, su amigo con enanismo y yo.

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Srdestroyer, 7 Oct 2019.

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    Srdestroyer

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    Esta es una historia que pude experimentar de primera mano y la cual me fue relatada por su protagonista, quien no pudo evitar contármela debido a su grado de erotismo.

    Héctor se llamaba el amigo de mi enamorada -Carla- que tenía la condición de enanismo, su pequeño tamaño no había sido impedimento para realizar su vida tranquilamente, pero tuvo un problema al empezarle a gustar su amiga -mi enamorada-, quien encontró el amor conmigo y por ello nos emparejamos. Esto, claramente, fue un fuerte problema para Héctor, quien siempre tenía buen sentido del humor y un carácter muy atractivo. De hecho, era tan amigo de Carla, que ella incluso llegaba a contarle sus problemas y abrirse emocionalmente hacia él, incluso antes de mi llegada a su vida. Ciertamente le dolió mucho al hombre el que yo llegara y le quitara a esa persona a quien deseaba, pero esto es un problema que le pasa a todo el mundo, incluyéndome. Pero fue tan notorio el dolor, que incluso ella llegaba a ser consciente del dilema, era pues escoger, ¿debía terminar conmigo para consolar a su amigo o debía mantenerse conmigo fiel a sus emociones para alejarse de Héctor?

    Era evidente cómo el hombre cambiaba su rostro y estado anímico cuando nosotros -Carla y yo- concordábamos en reuniones sociales, y su uso del alcohol aumentaba toda vez que tenía que acercársenos para luego, en el modo que fuera posible, conversar, tratando de dar la impresión de que todo estaba bien manteniendo ese mismo sentido del humor que siempre le fue característico. Pero no daba la impresión. Y ese mismo estado de embriaguez no solo aumentaba su resentimiento, sino que, por momentos, viraba ese estado de ánimo hacia un lado más carnal de forma errática. Constantes chistes en doble sentido y miradas perdidas hacia zonas privadas de Carla ya nos eran muy comunes, no era algo suave, sino algo evidente lo que pasaba.

    Carla me llevó durante esa reunión a un lado para conversar en privado, nos excusamos de Héctor y fuimos a una esquina del lugar, me dijo: - Héctor ya está bien extraño. Parece que no le hace bien vernos juntos.- Ciertamente asentí y no pude evitar sentirme culpable por el hecho de que yo era la causa de tal ruptura amical, o incluso, amorosa. Y fue por esa misma sensación que le dije a Carla que estaba bien, -Ve a bailar con él si quieres y conversen a solas. Tal vez así se sienta un poco mejor.- Decisión rara, incluso para ella, al ver salir esas palabras de mi boca, pero lo entendió muy rápidamente y me dijo que lo haría, mientras tanto yo estaría por allí sentado pasando el rato. Entonces salimos del lugar y nos separamos, ella iría donde Héctor, mientras que yo buscaría un sofá donde sentarme y tomar un trago tranquilamente, tal vez para observar lo que ocurría a mi alrededor.

    Pasaron como quince minutos estando yo allí, tranquilo, tomando mi trago y conversando con quien viniera conmigo; desde casi el inicio de mi descanso olvidé momentáneamente cómo estarían Carla y Héctor, me preguntaría, ¿habrían ya hecho las paces, si es que hubo algo? Luego entonces empezaría a hurgar con la mirada dentro de todas aquellas siluetas bailantes para poder detectarlos, no fue tan fácil con toda esa cantidad de chicos y chicas bailando conjuntamente, pero enfocando un atisbo de concentración -cada vez más difícil por el estado del alcohol-, pude ver una pequeña silueta que volteaba, dándome su perfil. Era Héctor evidentemente, pero también noté a Carla, con quien bailaba de una forma muy... junta. Estaban tan juntos que parecía que Héctor estaba abrazado a ella como si fuese una madre. El alcohol se me bajó de golpe y sentí un profundo gancho al pecho, ¿era cierto lo que veía? Carla también hacía lo suyo, si bien él estaba aferrado a ella, ella también lo abrazaba junta a él, bailando de un lado a otro como si fuesen una hamaca.

    Me levanté rápidamente y fui directo hacia donde estaban ellos, para comprobar lo que mi vista incrédula me daba a saber, y cuando iba caminando entre la gente, la vi mirando hacia el espacio donde yo entraría para dar conmigo. Nos vimos en ese instante, pero supe también que en su mirada había cierta compasión, como si me dijera "no te preocupes, sé lo que pasa y lo dejo pasar." Me detuve antes de salir de las sombras para notar que Héctor no solo estaba bailando con Carla, sino que se estaba aferrando a ella como algo que había perdido y luego encontrado. Comprendí que el hombre que había estado sufriendo tanto por mi llegada tenía un momento de paz y éxtasis, era como si todo ese momento le perteneciera a él solamente. No pude evitar ver en el rostro de Carla una señal de asentimiento, dicéndome, "déjalo ser." Y lo dejé ser completamente, teniendo en cuenta que todo su cuerpo estaba pegado al de ella, que su rostro tocaba su diafragma, justo por debajo de sus pechos y que sus manos aprisionaban sus glúteos, explorándolos por la superficie. -Está bien,- me dijo susurrando desde la lejanía, solo noté sus labios moverse pero comprendí lo que decía. Y desde allí, busqué un asiento frente a la barra, para sentarme observándolos juntos, prestando atención a todo lo que hacía Héctor y lo que asentía Carla. No tomé más hasta que ellos vinieron a mí, luego de notar cómo Carla se agachaba hacia él para escuchar algo. Supuse que ella ya se estaba despidiendo y que vendría a mí para finalmente salir.

    Pero no fue exactamente así, puesto que ellos juntos caminaron hacia donde estaba yo. -¿Vamos ya?-, me preguntó Carla, alzando las cejas. Dudé un leve instante antes de responder, pero lo único que salió de mi boca fue otra pregunta en forma de respuesta: -¿Los tres?-, dije. -Sí, los tres, vamos-, me respondió ella tomando mi mano y jalándome hacia la salida. Extrañamente, también noté que le había tomado la mano a Héctor y dirigido igual que a mí, entonces supe exactamente qué era lo que posiblemente iba a pasar, y mientras lo pensaba, no podía dejar de sentirme muy extraño, porque era algo que, de suceder, sería la primera vez en mi vida: estaba un poco agitado y ansioso.

    Caminamos los tres hacia el parking, donde había dejado el carro, saqué mis llaves del bolsillo, apreté el botón de alarma y el auto sonó desactivando el seguro. Rodeé el capó y fui a mi puerta de piloto, mientras tanto Carla y Héctor se quedaban en el otro extremo; sospeché de algo inusual, puesto que si bien el lugar de ella es a mi costado -el copiloto- se detuvo en la puerta para preguntarme algo que era muy posible ya tenía en mente, -¿puedo ir atrás?- Eso confirmaba mi sospecha inicial, ella no solo quería consolar emocionalmente a su herido amigo, ¡sino también de forma física! La miré a los ojos y ella a mí, tuvimos una conexión inmediata al saber qué era lo que posiblemente iría a pasar, pero en su mirada había decisión y aquella pregunta no solo era para que yo respondiera, sino que me lo estaba dando a entender desde el inicio. Mi respuesta vino por inercia luego de una muy extraña sensación de primerizo, puesto que solo atiné a decir un -sí, claro- tan neutral como dando a entender que no me pasaba nada, pero dentro de mí había un torbellino. Ella me sonrió de vuelta y bajó la mirada, abrió la puerta y entró atrás, Héctor entraría justo inmediatamente después.

    Encendí el auto, pero antes de conducir, tenía la necesidad de saber qué harían los dos allí. Bajar el espejo retrovisor tanto sería una insensatez, por lo que se me ocurrió poner mi celular en la salida del aire acondicionado, justo a la altura de la radio, inclinándolo un poco para hacer reflejo claro de la imagen de atrás, enfocado en los dos. Avancé el auto y salí a la carretera. El viaje fue silencioso con respecto a voces, pero alto música, sintonicé una emisora fiestera y pasaron las típicas canciones de moda romanticonas, esperando yo ver alguna reacción allí atrás, pero no lo vería hasta un poco más adelante pasando un peaje que pagué. Pasé unos instantes concentrado en el camino, cuando luego, por el reflejo de la pantalla de mi celular, noté como una pequeña mano posaba sobre un muslo descubierto por la falda, ciertamente estaba tocando de forma directa la pierna de mi enamorada; y como no pude contener la curiosidad, volteé hacia atrás y los noté más juntos aún, ella me miró de reojo y bajó su vista hacia Hector, quien observaba directamente sus piernas casi abiertas y las tocaba como si fueran un tesoro recién descubierto. Era obvio que no solo ellos dos disfrutaban, sino que también yo empezaba a apreciar la escena, puesto que era una especie de morbo erótico observarla ser tocada por otro mientras disfruta. Teniendo en cuenta mi incapacidad para tener volteada cabeza atrás todo el tiempo al conducir, bajé el retrovisor de tal forma que pudiera tener una vista clara de todo lo que pasaba allí atrás. Y no me llevé ninguna decepción.

    De cuando en cuando veía como Héctor la tocaba de forma casi respetuosa sin ser intrusivo en sus manipulaciones: era algo tierno de ver, sus manos solo se centraban en rozar sus piernas sin llevarlas a abrir completamente. Era Carla quien voluntariamente abriría o cerraría las piernas para que Héctor solo las toque cariñosamente. Era tal el respeto, que incluso él no aprovecharía la oportunidad incluso de poder ver su ropa interior, y Carla, apreciando esto, acercaría más sus muslos para que él les de delicados masajes. Vale mencionar, que en aquel trayecto, Héctor nunca forzaría nada: ni vería nada que no debiera ser visto, ni tocaría nada que no debiera ser tocado -por el momento-. De esta forma, en algún instante, Carla tomaría su casaca, se la colocaría en entrepierna para cubrirse, y separaría los muslos descaradamente para que su amigo la pueda tocar aún más. Yo ya conducía con una clara erección en ese momento, sintiendo un placer no físico pero sí muy psicológico; ella, en cambio, sentada de aquella forma, reclinó su cabeza hacia atrás en indicio del placer que le causaba ser masajeada suavemente por su amigo “fiel”.

    Ciertamente no quería que ello acabe ni bien termine de conducir, pero luego me vino al recuerdo la pregunta inicial: “¿Vamos ya?” Pues, “¿vamos ya a dónde?”, me pregunté, si bien nunca me dijo algún lugar específico, ya era clara la intención, pero si aquella intención era solamente ser manoseada por su amigo en el carro, pues el que la escena escale era total responsabilidad mía. -Piensa, piensa,- me dije, tratando de imaginar lugares: “¿su casa?, ¿mi casa? No, eso no tenía sentido”. Si esa situación era tan nueva y especial como parecía, pues el lugar también tenía que ser diferente. Entonces se me ocurrió la única opción posible, a parte de lógica, y puse el auto en marcha directa. “Espera allí”, pensé diciéndole a Carla, mientras ella disfrutaba a ojos cerrados de las aún cariñosas manos masajeadoras en sus blancas piernas.

    Encontré el edificio bien iluminado y entré al estacionamiento, aparqué sin decir nada. De hecho, nadie dijo nada del lugar al cual me había dirigido, es más, nadie dijo nada. Carla cerró sus piernas y elegantemente sustrajo prenda de entre sus músculos, luego abrió la puerta del auto y salió suavemente, como si era intención suya dejarse notar por cada movimiento sensual que hacía. El amigo la siguió hipnotizado y yo cerré la puerta sin mayor chiste. Entramos por esa puerta de vidrio y me dirigí al empleado, pasé la tarjeta y me fue dada una llave, donde había el número de una habitación especial. Los seguí por detrás, era Carla quien dirigía aquella fila, siendo yo el último, teniendo la posibilidad de observarlos caminar. Llegamos al cuarto y abrí la puerta con la llave. Esa habitación era muy elegante, con una sola cama king size y, alrededor, grandes alfombras de color rojo vino, muy llamativas a la vista. Había en una mesita al costado unas copas y, teniendo en mano el Whiskey, me dirigí hacia allá para empezar a llenar los vasos. Iba a empezar una gran madrugada.

    -- Continuará---
     
    Srdestroyer, 7 Oct 2019

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    Carla apagó las luces grandes del cuarto y se prendieron unas más tenues, luego se dirigió hacia la cama, pero antes de pisar la alfombra se quitó los tacos. Caminó descalza hacia al borde de la cama, donde se sentó para esperar-nos. Yo ya tenía los vasos con el trago listo, pero justamente como hizo ella, antes de pisar la alfombra, me tuve que quitar los zapatos, Héctor hizo lo mismo. Nos sentamos a su costando, estando ella al centro, sin decir palabra alguna. Les di los vasos a cada uno y empezamos a dar sorbos de forma automática. Si saber si fuera por el efecto del alcohol o no, Carla empezaría a sonreír, como dando pequeñas risas botando el aire por la nariz; yo la miré a los ojos, cogí su mentón y le di un beso en la boca. Durante ese instante que duraría el beso, Héctor aún tomaba de su bebida, sin hacer avance alguno, pues parecía que sólo haría algo si es que ella lo permitía; de manera que, al no ser partícipe de la inicial acción, se paró de la cama e iba a empezar a caminar alejándose, si no fuera porque Carla tomó de su mano y lo detuvo. Héctor volteó hacia nosotros y nos miró, ella dejó de besarme un instante y, aún sosteniendo su mano, lo dirigió como a un niño, con presión hacia abajo, le había dado la orden de echarse boca arriba en la alfombra, cosa que hizo obediente. Ella se paró e hizo lo mismo conmigo, me tomó de la mano, caminó rodeando a Héctor echado en el suelo y me detuvo frente a la cabeza del pequeño, era una posición extraña, pero luego comprendí, la intención era ponerse ella encima de él, pararse justo con sus pies a los costados de su cara y, aprovechando que miraba arriba, pudiera observar justo por debajo de su falda. Entonces, mientras me empezara a besar nuevamente, él la estaría observando desde abajo y allí, en esa posición, ella abriría las piernas poco a poco hasta tener una vista clara de su entrepierna, cubierta por ropa interior.

    Aquel beso fue incluso más intenso, puesto que yo también quería saber cómo se vería desde abajo. Cabe aclarar que no tenía idea en ese entonces qué prenda estaba usando Carla en ese momento, ¿acaso se había puesto algo siquiera? Estaba a punto de descubrirlo. Pero como no tenía intención de cambiar turnos con él, solo seguí con el beso. Observé un poco allí abajo y noté cómo Héctor miraba fijamente el interior de Carla, mientras que con una mano se frotaba el miembro y la otra sostenía un tobillo. Dándome la oportunidad de hacer otra movida, la tomé por los brazos y ejercí presión hacia abajo, indicando que se arrodille, de esta forma, el amigo tendría un vistazo aún más cercano. Ese beso fue alucinante, pero ciertamente mi interés por cambiar sitios era aún más potente, felizmente, ella notaría esto y le daría la oportunidad a su amigo para besarla, justo como yo lo había estado haciendo. Siguiendo la naturalidad del momento, le tomó de la mano que tocaba el muslo y le dirigió a que se levante, estando ella aún arrodillada. Héctor se paró y yo me acomodé allí abajo, justo por debajo de su falda; y cuando todos estuvimos en la posición correcta, ambos empezaron a besarse apasionadamente, como si hubieran esperado ese momento por mucho tiempo. Debajo, yo tenía la vista perfecta: esas blancas piernas que se encontraban en un centro muy sensual, tenían la peculiaridad de acabar en una vagina muy linda que aún estaba cubierta por una delicada y elegante tanga de color blanco, que presentaba unos bordes finamente ubicados y ciertas transparencias estratégicamente posicionadas de tal modo que no dejaban ver esa fina línea oscura que dividía los labios ya detectables por la evidente excitación del momento. Pero todo esto no era un vistaso estático, puesto que por el apasionado beso que se daban los amigos, veía cómo el movimiento de sus caderas hacían que la vista que yo tenía sea dinámica, dándome la posibilidad de mirar todas las formas posibles que tomaría esa prenda íntima con respecto al movimiento de la carne.

    Y fue en ese estado de excitación que me arrodillé detrás de ella, mientras aún lo besaba, y toqué sus glúteos carnosos, me dirigí al cierre de la falda, lo abrí y dejé caer la misma, dejando expuesta en totalidad esa prenda. Sin alarmarse, ella seguía en su actividad, solo que esta vez, dando leves gemidos de placer; entonces yo también empecé a besarla, a partir de entre sus nalgas y sus costados. Allí arriba, Héctor también haría lo suyo e indicaría a Carla a desabotonarse la blusa, quedándose en sostén solamente, calzón y pantimedias. La imagen de la mujer semidesnuda era extasiante, estaba allí delante mío y de su fiel amigo, que jamás había tenido la oportunidad de tenerla de esa forma, pero que recién se había ganado el derecho a tener. Paramos un rato para verla completamente en su casi desnudez, era como ver un ángel, una modelo exclusivamente para nosotros. Entonces la hicimos pararse y echar en la cama con sus piernas apuntando hacia nosotros dos, como si cada una nos perteneciera. Lo que hicimos era lo natural, irla desnudando suavemente; casi como cómplices, cogimos cada uno una pierna, buscamos el límite de sus pantimedias, y bajamos suavemente la tela que se iba deslizando por sus muslos y pantorrillas hasta salir por sus pies. Ambos, de acuerdo, besamos sus pies, cada uno con el que le pertenecía, y así en dirección hacia más arriba de las piernas. Carla sólo se movía conforme a las sensaciones que le provocábamos, que eran muchas, y era ya evidente escucharla gemir cuando nuestras bocas subían a través de sus muslos para terminar en esa elegante tanga blanca. Cuando llegamos justo en ese punto, parecíamos ambos dos leones comiendo de una sola presa, pero respetando el espacio de cada uno, y nuestra forma de comérnosla era besando y sintiendo con la lengua los contornos, límites y extensiones de su truza.

    De repente, sintonizados de igual manera, morderíamos cada uno los elásticos de los costados, separándolos de su piel hasta tal punto de que ya no era posible, y como deportistas disciplinados, empezamos a deslizar con nuestras bocas esa tanga que se desprendía de su espacio de comfort y que cubría su sexo; y cuando llegó el punto en el que era necesario bajar más para poner a descubierta su vagina, ella posó su mano encima para negarnos momentáneamente la vista directa, cosa que aceptamos por el momento mientras que aún nuestras bocas seguían deslizando a través de las piernas, esa trusa sumamente delicada. Cuando ésta hubo finalmente salido por los pies, Héctor la tomó y, casi religiosamente, la besó como si la besara a ella misma, hecho que agradó a mi enamorada de tal forma, que le invitó a él primero a acercarse donde estaba su mano cubriendo su sexo, y con su otra mano, lo tomó de la cabeza para que se acerque aún más; así, misma princesa, él besaría esa mano guardiana que finalmente se apartaría para dejar frente a él, las puertas abiertas a mirar y experimentar sus segundos labios.

    Así Héctor, mismo príncipe de Troya, héroe y elegido, besaría con labios y lengua esa rosada vagina, tal y como lo había imaginado en sus sueños húmedos. Y cuando vi echada a mi novia, ella me miraba con aquella expresión de placer, susurrándome sólo a mí: -Déjalo, que yo te amo solo a ti.-

    Esa noche el que más se divirtió fue él, hizo cuanto pudo con ella, teniendo en cuenta sus capacidades y límites. Tuvimos sexo con ella ambos, tanto vaginal como anal; y compartimos los tres una experiencia inolvidable que nunca se nos olvidará. Ese día amanecimos desnudos, yo claramente abrazado de ella, más Héctor, haciendo ventaja de su tamaño, había dormido profundamente frente a los glúteos de Carla, colocando incluso sus cachetes contra éstos a modo de almohada y besándolos cada vez que podía para luego volver a dormir. Despertando, él satisfizo oralmente a mi chica, como era de esperarse, mientras ella me daba un profundo beso de buenos días. Al vestirnos, como modo de querer tener un recuerdo, pidió quedarse la tanga con él, cosa que luego de pensarlo lo aceptamos, pero más ella porque era una prenda cara.

    En el regreso en el auto, ahora Carla me acompañaría en el asiento de copiloto, como era de esperarse.

    Y esa fue una buena historia de amistad, empatía y cooperación, algo que deberíamos compartir muchos, quizá, para hacer del mundo un lugar mejor… ¿o tal vez no?

    Fin.
     
    Srdestroyer, 7 Oct 2019

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    Que historia!! entonces ahora son hermanos??
     
    sic2005, 7 Oct 2019

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    Ptm me cagaste con esa historia...
     
    cachaperras, 8 Oct 2019

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    Excelente narración, me recuerda las historietas de bolsillo drama y erotismo sin ser vulgar... es un muy buen aporte al foro
     
    anderlay92, 8 Oct 2019

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    Bien ahí cofrade, ya tiene un amigo y hermano a la vez, yo suelo ser muy egoísta, pero se respeta y se le felicita por dicha experiencia.
     
    christianhs, 8 Oct 2019

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    Pucha broder, bien por ud que no le molestó y participó del juego pero en mi caso, a la marcacion no la comparto con nadie, igual respeto su decisión. Creo que ud es el típico "Buen pata". :D
     
    destrabator, 9 Oct 2019

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    La historia estuvo espectacular, pero hubiese sido mejor si dabas más detalle de cómo entre los dos se cacharon a la flaca... Uffff.. Hubiera sido la cereza del pastel. Igual genial historia.
     
    EL_FÜHRER, 9 Oct 2019

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    La única razón por la cuál no detallé eso fue por la falta de tiempo. Me tardé en escribirla, pero sí tengo los detalles del asunto. Las voy a escribir de forma tal como se relatan.
     
    Srdestroyer, 9 Oct 2019

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    Luman

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    Asu , compartiendo a la firme, pues se respeta sus gustos. Y que fue con el chato aún sigue siendo su hermano de leche.
     
    Luman, 10 Oct 2019

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