La Talaritis del año 2001

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Vienen a mi mente los recuerdos de aquellos meses que viví en Talara. Mejor dicho, en la deprimente caleta de negritos: una covacha a 10 minutos en carro de Talara (o a 1 hora en combi, que pasa por la jato de todos pa llenar el carro). Estaba yo haciendo mis pininos en mi poco lucrativa carrera de ingeniero X en una empresa petrolera de la zona. Los que siguen ahí sabrán quienes éramos, los que nos fuimos no extrañamos el arenal. Talara es un lugar para pasar, no para quedarse.

La vida era una buena en ese pueblucho del carajo (disculpen mi cariño). El polvo le llega a uno al chopin el primer día. El calor a la media hora. 4 meses viví una vida asquerosa caracterizada por una compañera de estudios bastante perrita (con todos menos conmigo) y con su poca disposición a colaborar. Afortunadamente, en la segunda mitad de mi vida en ese pueblo olvidado cambié radicalmente mi vida: formé parte de una buena manchita, hicimos música, nos emborrachamos seguido, y la pasábamos de la puta madre.

Fue en ese pueblo de donde por primera vez me vacié en la boca de una flaca.

Me explico.

[Si, si se la tomó]

Vuelvo a la explicación.

En Talara hay dos discotecas llenas de las mismas trampas de siempre con el mismo objetivo de siempre. Una funciona viernes y sábado y la otra solo los sábados. De más está explicar la mecánica de los fines de semana en este hueco olvidado de Dios.

Ese viernes en particular no tenía nada de particular. Habíamos empezado en la jato de siempre con la buena música, la guitarra, el buen trago. El taxi nos recoge a la medianoche para, picados, salir de negritos rumbo a Talara. Viernes estándar. Lo mismo para el día siguiente.

El churrupaco y yo estábamos en la barra de este relativamente amplio antro. Esa era mi vida: yo, un tímido de que jamás había ligado nada en su perra vida y se chupaba hasta para hablarle a la mas puta de las ruflas talareñas. No me malentiendan. No he cambiado mucho que digamos, quedado he sido y quedado soy.

Volviendo al tema, mi chela ya se estaba acabando. El churrupaco empezaba su segunda Harry. Eran las 2 am. Había gente, habían perras, había trago. El Master y Pijepe estaban en medio del ambiente, en medio de la salsa, en medio del baile, gileando, perreando, haciéndola. Yo seguí bebiendo a sorbos mi siguiente chela que, ya caliente, daba más sed que motivación. La tercera entró rauda en mi paladar.

El Master y Pijepe estaban con dos culos en un rincón cercano a la pista de baile. Yo observo desde el bar: Una más o menos alta, trigueña, de pelo negro, flaca con un poco de engorde, buen par de tetas, de cara no la veo porque el Master se la está agarrando (o al menos eso parece). La otra, recontra flaca de pelo castaño oscuro ensortijado, más chata, cara de tramposaza, conversando con Pijepe. Las habíamos visto antes al llegar al antro y las habíamos descartado por no ser suficientemente ricas. Pa que vean lo que hace el trago.

Me acerco a despedirme. Pijepe me saluda. La flaquita me invita a sentarme. Me sonríe maliciosamente. Se me para la pinga. Me siento. Pido una jarra.

Pero ustedes no quieren leer todo esto. Saltemos a la parte interesante.

 

Entre agarre y agarre en el taxi en el que la dejé en su jato, quedamos para el dia siguiente en la otra discoteca. Era de día ya así que ni que decir que ese sábado la pasé jateando y rumiando si iba o no.

Cuando llegamos a la disco al toque la saludé. No estaban esperando, así que no hubo que hacer mucho esfuerzo. El que hizo esfuerzo fue el Master, a quien no le gustaba repetir y que hacía todo lo que podía para quitarse de encima a la dizque “hermana” (hermana de huevo será). No me quedó otra que irme para otro lado con la flaca que, entre una y otra, me chapaba cada que podía.

Por supuesto, esa noche estaban todas las chibolas del campamento, y mi nombre (o como sea que me llamaban) quedó para siempre manchado cual leproso en un paraíso de chibolas quasi-vírgenes. Pero bueno, esa es otra historia.

Llegó el momento obvio de zafar de la discoteca y llevármela al telo. El master había fugado con otro culo (la dizque hermana se fue llorando), pijepe encontró a sus patas de otra empresa y se quitaba con ellos, el churrupaco se ponía terco.

Llegamos al telo como a las 5 de la mañana, después de dejar al cholo terco en el campamento (20 lucas de taxi!!!), luego de que ella rechazara muchos telos (por que será?). Ni que decir, pasamos de frente a la accion:

La flaquita media como metro y medio mas los tacos, era de piel blanquiñosa y muy flaca, con el pelo rizado largo castaño. Simpática, chapaba como si estuviera comiéndose una pichula a mordiscones. Los chapes y manoseos duraron poco antes que comience el desrope. Primero salieron las tabas (ahí tuve que agacharme más), después salió el pantalón. No se quiso quitar en una el calzón así que metí mano y mas agarre. Nos tiramos a la cama y mientras me la chapaba le sobaba el clítoris vehementemente como un inexperto. No podía tranquilizarme y encima estaba picado.

Me arrodillé en la cama y la empujé contra el colchón. Le quité las pantimedias que tenía puestas y de paso le lamí los dedos de los pies. Ella se rió: eso no la excitaba, cambio de estrategia. Le quité el top y salió con todo y brassiere. No tenía mucha pechonalidad, pero unos pezones tremendos y marrones que gritaban. Tiré la ropa al costado mientras ella me miraba y zambullí mi boca de frente a su teta izquierda, mientras mi mano volvía a su clítoris. Ella empezó a moverse de placer y a gemir cuando mordía su pezón. En un movimiento cambié de teta y esta la agarré con la mano que tenía libre y la metí casi toda en mi boca. La flaca gritó. Estaba mojada y yo quería probar su jugo.

 

Le quité el calzón rojo que tenía. Me sonrió y se abrió de piernas. Agarró mi cabeza con sus manos y me dijo “bésame”. No necesitó empujar mi cabeza. Me zambullí a su concha, a chaparme su concha con lengua y con todo. Ahí empecé a tranquilizarme mientras sentía sus pies masajeando mi espalda y sus contorsiones. Le metí un dedo mientras la lamía ferozmente y no dijo nada. Ella empezó a gritar suave, así que dejé de lamerla y la miré a la cara. Ella me miró como diciendo “sigue” pero yo le metí dos dedos en la concha (podía entrar mi mano) y le dí duro. Ella echó la cabeza hacia atrás y empezó a moverse. Mi muñeca de guitarriste de metal estaba a 1000 revoluciones. Cuando empezó a gritar metí la lengua y empecé a sobar su clítoris. Ella gritó y me empujó. Me miró y me dijo “quitate la ropa”. “Ven, quítamela”, le respondí.

Me quitó la correa, me pidió que lo me saque el pantalón. Me senté en la cama y me lo saqué. Ella agarro mi calzoncillo y me lo arrancó en una. Vio mi pichula tiesa y se fue de frente a ella. Yo lo vi en cámara lenta: ella vio la pinga, abrió la boca y se abalanzó a chupármela. Era una lobaza. Que mamada!!! Si no hubiese estado con trago no aguantaba. Me la chupó poco. Succionaba rico, me miraba arrecha, jugaba con su lengua y la cabeza de mi pinga. Me lamió todo el tronco. Yo estaba en la gloria.

Le agarré la cabeza y la tiré contra el colchón. La abrí de piernas tanto como podía: ella era recontra flexible. Le metí la pinga. Decepción: no ajustaba nada. Me acomodé de manera que mi pinga entrara rozando las paredes de su vagina, alternando arriba, abajo, etc…mientras chupaba sus pezones duros y marrones, alternando con su boca, chapes de lengua pura, mi dedos en su boca después de haber estado en su concha. “prueba tu concha”, le decia. A ella no le gustaba pero lo hacía para cagarme el cerebro. Si cerraba las piernas le decía “no, no, no las cierres, déjame entrar con todo”.

Ella me ponía una cara de arrobo mientras, echada en la cama, abría las piernas recibiendo mi pichula. Ella estaba feliz de que se la estuvieran cachando. Como una niña comiendo torta. Me miraba diciéndome “que rica tu pinga, te gusta cacharme??” Ella era feliz así. Era su destino, ella había nacido cachera. Cambiamos de pose a perrito, ahí si no sentí casi nada pero igual le dí un rato. La poca fricción y el cero ajuste hicieron que mi entusiasmo bajara. Ella detectó la flacidez y me preguntó si me había venido o cansado. “No”, le dije, “volvamos a la anterior”. Ella no quiso y me montó. Se esforzó como . Casi me rompe la pinga. Pero era diferente con ella encima: ella quería hacer que me venga. Yo quería ver su cara de arrecha, la agarré y la eché en la cama.

Le dí bastante rato sin venirme, por el trago. Pensaba que después del polvo no me quedaría para nada más. Quería meter pinga, punto. Se la metía duro, ella soltaba gemidos. Me daba su mirada de niña contenta. Calculo que total fueron unos 30 o 40 minutos. Ella se vino por segunda vez y a lo grande: me agarró como una llave de judo y soltó un grito como si la estuvieran matando. Rico, pero al toque su vagina se secó.



Ella quedó se echó a mi costado y agarró mi pichula con su mano y la empezó a acariciar. Me preguntó si me había venido, le dije que aún no. “Aun no?”, me preguntó con los ojos completamente abiertos. “Me he concentrado para no venirme, para seguir cachándote” le dije. “Casi me vengo cuando me la besaste, pero felizmente no”. Su mirada lo dijo todo. Echada como estaba me dijo “ponla en mi boca”

 

La puse en su boca y empezó a succionar. Le dije que arrancara despacio y que después mas duro. Le mentí: “te aviso?” Asintió con mi verga en su boca, incapaz de decir otra cosa, concentrada en mi miembro. Fue una deliciosa mamada, que empezó suave y tomó matices de intento de homicidio. Ella succionaba y me pajeaba fuerte. Yo le agarraba la cara, haciéndole caricias fuertes. Me estaba cachando su boca, fuerte.


No le avisé, me vine en su boca: el primer chorro fue de gotas, el segundo fue con todo. Ella quiso zafarme pero le dije que no pare. La flaca empezó a succionar y a pajearme mas duro. Yo grité de placer, ya no daba más. Ella sonreía y reia mientras su lengua sobaba la pinga que no podía dejar de eyacular a pesar de haber vaciado todo. Ella estaba feliz: era feliz cuando cachaba y cuando el hombre se venía. Se la tomó toda en mi cara, para cagarme el cerebro. Sus ojos brillando tirada en la cama junto a la ventana, su sonrisa de satisfacción manchada de semen, sobando mi pinga con su mano.

Cuando salimos paramos su mototaxi para llevarla a su casa. El mototaxista ya sabía donde vivía, no le tuvo que decir. Durante el camino a casa en combi tuve tiempo para deleitarme con los recuerdos de ese polvo rico y sin tapujos. Un polvo con una mujer que es puta por vocación y no por plata.


Epílogo
En el camino a casa, en combi, escuchando pasillos y cumbia, me puse a pensar en todas aquellas cosas que no quería ver hasta el momento: en que no la conocía ni 24 horas, en su abiertaza, en que el taxista conocía su jato, el mototaxista también, en su manera de cachar, en su comportamiento, en que no me pidió mi fono porque se sabía el número del campamento. Me puse a pensar si me acosaría después (cosa que si hizo) y que me la había jugado en serio.

Al llegar me crucé con las chibolas que estaban la noche anterior en la disco que me miraron con odio. Avergonzado, me dirigí al comedor a tomar mi desayuno. El inefable Veguita me sirvió al toque. No había nadie más.

“Veguita”, le pregunto, “como hace uno para recuperar su reputación aquí en Talara?”

Veguita, amablemente, solo me sonrió.

 

Esta usted relatanado experiencias interesantes de su aburrida ida de INGENIERO( que incomprendidos somos).. jeje.
Siga Ing siga.. que esta interesante..

 

Conozco Talara Y Negritos Asi Es Como Se Vive Por Esos Lares Que De Vez En Cuando Algo Sale A La Luz Por Que De Otra El Muchachon Se Muere De Hambre Buena Historia

 

Buena historia inge....pero si usted el personaje de la historia tengo q decirle q se arriesgo bastante oiga, ya que para agarrarse a una tramposa como la q describe habiendola conocido recien y sin proteger al compañero de batallas con su ponchito, es muy muy riesgoso...

 

buena , yo tambien estube 3 años viviendo en talara y negritos por temas de trabajo y la juerga se arma en talara, los viernes era en Pub que se llama cabo blanco y despues la continuas en las disco del costado, los sabado en la disco el sotano que justamente queda en el sotano del hotel pacifico, eso 3 años la pase muy bien por que casabas una flca distinta todos los fines de semana,las juergas empiezan los viernes y terminan los domingos con su cevichito y su chelas. tu relato me trajo nostalgia ya regresare.

 

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Carajo! vargas llosa quedo chico inge!!! Talara es una ciudad de respeto fijo el mototaxista estaba con ella y minimo se llevo sus cien lucasas y si son conocidas esa debio llamarse rosita la que tenia un tatuaje de una rosa en la espalda, provecho y gracias por recordarme esos tiempos por Talara..... ah! date una chequeada por que tambien entregan premios sorpresa.