Mi chica y el repartidor de pizza

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Srdestroyer, 4 Oct 2020.

    Srdestroyer

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    No solo era la cuestión del calor de verano la causa de tal idea, sino de que ya había visto experiencias parecidas en vídeos de páginas pornográficas, y si bien no había el acto sexual en sí, me excitaba tan solo la mera imagen y las sensaciones que ésta evocaba...

    Así que en plena tarde, con el sol muy reluciente y metiendo su luz entre las grandes ventanas, le dije: -¿Y si pedimos una pizza?, -ya pensando en cómo le diría mi siguiente petición-. Aceptó, pero solo porque aún no le había contado de mi fantasía. Así que decidí esperar mientras provocaba que la circunstancia sea acorde a la imagen mental que ya me había proyectado.

    De tal manera me puse a su espalda y con suaves manoseos masajeé sus hombros y cuello. -¿No es un poco temprano para esto?, -me dijo con los ojos cerrados y claramente disfrutando de mis atenciones manuales.-

    -Para nada, -le respondí yo.- Quiero que hagamos un pequeño juego. En cuanto venga el repartidor, quiero que tú le recibas y le dejes pasar al menos un rato a la casa, como para que deje la pizza en la mesa.

    -¿Y para qué quieres que haga eso?, -preguntó aún sin saber a fondo mi deseo, mientras que aún seguía yo dándole suaves masajes por el cuerpo, cada vez más sensibles.

    De pronto supe que era momento de mencionarle toda la idea, justamente cuando ella, sensible al tacto, era más susceptible de darme una respuesta positiva.

    -Solo quiero que lo recibas como cuando me recibes a mí en las noches.-

    -¿Cómo exactamente?, -ya había abierto los ojos con una mueca interrogativa.

    -Ya sabes... en ropa interior.-

    No niego que la idea le cayó como un baldazo de agua fría a su cuerpo caliente, pero en tanto seguimos negociando, y mientras ella seguía comprendiendo las maquinaciones de mi mente, logró por fin conectar con mis deseos. Es más, incluso diría que sus deseos también: de ser ella misma el objeto de admiración.

    Perfecto, me dijo, pero nada más. Yo pensé que ella se iba a arreglar o algo, pero solo nos quedamos casi en silencio con los masajes hasta que por fin escuchamos el timbre de la puerta sonar. Había llegado el momento pero no sabía exactamente cómo ella se iba a preparar para el momento.

    Entonces se paró frente a mí, mirándome cómplice. Me dijo:

    -¿Cómo quieres que lo reciba?, -mientras tanto desabrochó el botón de su pantalón, abrió el cierre y bajó el mismo hasta un poco más abajo de las caderas- ¿Así te gusta?

    La imagen era claramente provocadora: se notaba a la perfección su ropa interior, tanto por detrás como por delante. Tan solo de salir así provocaría una notable erección en cualquier hombre de mundo.

    ¿Pero para qué ser moderados en un momento como éste? -Mejor así, -le dije mientras le bajaba el pantalón por completo para hacer que se quede sin éste.- Ya está, así le recibes como si no te importara en absoluto.

    Y así, caminando ella sensualmente -para mí- en un polito muy pequeño de tela fina, unas medias diminutas que cubrían hasta el tobillo y un sensual calzoncito tipo tanga de color blanco y de encaje, se acercó hasta el hoyuelo de la puerta para ver que, en efecto, era el joven repartidor que tendría la dicha de ver a mi novia en ropa íntima.

    "Escóndete", me susurró desde la puerta. "Un momento, le respondí", mientras escondía mi celular en modo de grabación en una maceta, oculto entre las hojas, y por donde se veía por completo aquella escena. Salí entonces de la sala y los espié desde la puerta entreabierta del cuarto.

    Ni bien dejó de sentir mi presencia física, ella abrió la puerta en su totalidad, brindando al "desdichado" joven la figura completa de una preciosa mujer de elegante belleza en prendas íntimas, dándole la presencia de vulnerabilidad erótica.

    La reacción no era de esperarse, puesto que el muchacho ni bien la observó, empezó a tartamudear estúpidamente, haciendo que efectivamente el tiempo de exposición se alargase. "Pasa", le dijo ella, indicándole que ponga la caja y gaseosa en la mesa de la sala, justo al frente de la puerta que ella juntó para que otro externo no la vea.

    Ella lo guió hasta la mesita, y como estratégicamente había puesto el monedero sobre el sofá delante de la misma, ella fue hasta allí quedando totalmente frente a él. De pronto el siguiente paso fue sacar el dinero, ¡Pero de qué forma!

    Ella misma se agachó quedándose en una posición como "en cuatro", mostrándole el culo directamente y la forma de la tela de la tanga metiéndose sabrosamente entre sus nalgas, para luego erguirse nuevamente y, caminando desinteresadamente frente a él, le entregó el dinero en sus manos.

    -Cuéntalo, -le dijo.- No sé cuánto de vuelto me tienes que dar.

    El joven contó el dinero nerviosamente, obviamente de excitación y no saber qué hacer ante tal preciosura en ropa interior. Luego sacó una mano de monedas de su canguro y se lo entregó en las manos de mi chica.

    Ella lo dirigió nuevamente hacia la puerta para despedirlo, abriéndola totalmente, para luego él pasar bajo el pórtico. Pero de pronto algo inesperado. Antes de volverse para terminar con su trabajo, el chico volteó para dar un último vistazo entero de cuerpo entero, de pies a rostro, y sin más -posiblemente con todo el riesgo que se traía consigo- le dijo: Gracias, usted es muy linda.

    Mi chica no dijo nada, ni se inmutó en darle una sonrisa. Gracias a sus tan fríos modales ante personas extrañas, la última jugarreta que se le ocurrió hacer, para luego contármelo, fue de bajar su mano derecha hacia la tanga y estirarla hacia abajo, dejando ver su perfectamente depilada vagina a la completa disposición de la vista del joven trabajador.

    El muchacho no dejaba de mirar tal cosita que se presentaba sin vergüenza alguna, sino más bien, con un total orgullo de la dicha de tener una perfecta anatomía femenina. Y es que en ese momento, según lo contado por ella, se sentía totalmente excitada de mostrar una bellísima vagina lozana, muy suave, con labios rosados y con la sensación de perfecta suavidad.

    Y ante tales segundos que parecieron una eternidad, al final ella solo cerró la puerta y le puso seguro. Yo salí de mi escondite con un temblor evidente, resultado de mi corazón que estallaba a mil por hora. ¿Qué había sido eso al final? Me pregunté. Todo había salido incluso mejor de lo que imaginaba.

    Al final de esa tarde la pizza se enfrió por el sexo previo que tuvimos, con toda su intensidad luego de haber sido partícipe de tal fantasía. Lo hice con tal pasión, que tuvimos que repetir el coito incluso después de comer y toda la noche siguiente.

    Aquella experiencia nos dejó con mayores ansias de repetir la misma aventura.
     
    Srdestroyer, 4 Oct 2020

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