Me apaixonei en Brasil y con tres hermanas me enredé

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por gnussi98, 11 Ene 2023.

    gnussi98

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    (Sexta parte)

    Larissa tenía un gran historial de una vida llena de desventuras. Incluso en una conversación con mi pata Moné, me había contado que siendo ella muy joven, mientras estudiaba en el colegio, había mantenido una relación con un policía de muchos años mayor que ella y que tenía esposa e hijos. Aunque no se conocían muchos detalles acerca de esta relación, la fofoca (chisme) decía que el policía había considerado dejar a su familia por Larissa. Sin embargo, un día, el cuerpo del policía fue descubierto flotando en una laguna cercana, víctima de un suicidio por disparo en la cabeza. Muchos afirmaban que Larissa había desencadenado estos terribles sucesos; incluso la familia del policía decidió mudarse de la zona después de lo ocurrido.

    A pesar de haber oído diversas historias sobre ella, mi pasión y arrechura por Larissa crecía de manera irrefrenable cada vez que me encontraba cerca suyo, desde aquel primer instante en que la vi en la celebración navideña. Su presencia era imponente, con una estatura de 1.83 metros, unos senos grandes que parecían esculpidos con precisión para satisfacer al amante de turno, una cintura delicada sus caderas amplias y un culo hermoso y grande. Desde aquel primer encuentro, cuando la observé con un short ajustado y noté como su tanga blanca se delineaba al agacharse, mi mente se llenaba de planes para acercarme a ella; cuando no tenía una mujer cerca, me apuñalaba pajazos pensando en ella, en mis fantasías imaginaba su aroma y la forma de su anatomía. En más de una ocasión, mientras hacía el amor con Fabiana y luego con Ariane, mi mente la recreaba; sentía que mis emociones se intensificaban aún más y pinga se ponía aún más dura. Después de un año de imaginarla, finalmente la tenía a mi lado, mostrándome su conchita depilada mientras me miraba extasiada y se mordía el labio, dibujando en su rostro una expresión cómplice. Ambos estábamos bajo la influencia de lo que habíamos estado esnifando durante el trayecto, con el murmullo del motor del viejo jeep como música de fondo.

    Durante el trayecto no hallaba la hora de llegar y saborear cada parte de su anatomía. Larissa sacó una botella de licor y empezamos a beber, en ese momento mis ideas estaban completamente enfocadas en todo el esplendor que el cuerpo de Larissa me ofrecía. Larissa sacó nuevamente el origami y volvimos a esnifar otro poco, entre risas, sacó un pirulito o chupetín y empezó a chuparlo de forma provocadora, para ese momento tenía la pinga dura y sentía que mi boxer estaba completamente húmedo, lo pasaba por sus labios y lo chupaba de forma arrechante, con esa visión y su mirada arrechante me estaba volviendo loco. Larissa riéndose por efecto de la droga y el alcohol ni se inmutó cuando tomó el pirulito y se lo metió a la conchita depilada, empezó a jugar con el pirulito dentro de su conchita y gemía poniendo la cabeza hacia atrás, en un momento de pura locura saco el dulce de su conchita y me lo ofreció, sin reparo alguno empecé a chuparlo y sentía la mezcla de sus fluidos y el dulce de la golosina.

    Aceleré el auto a más no poder y llegamos a la casa de campo de Cassinho, apenas si bajamos del auto y Larissa me abrazó y me plantó un beso apasionado, su lengua entró sin impedimento a lo más profundo de mi boca y mis manos por fin acariciaban su hermoso culo. Pegados como perros en celos entramos como pudimos al lugar. Larissa emanaba sexo, pasión y arrechura por cada uno de sus poros. Imaginen, mis amigos, la emoción que sentí al ver como ella se iba desprendiendo, casi en cámara lenta, de su top, su brassier y su minifalda. Como lentamente cada una de sus prendas caía despacio al piso y me dejaba en estado de shock. Sus caderas habían sido creadas por los mismos ángeles o por algún genio malvado y experto en lujuria. Entre la raya que dividía su pierna izquierda y su pelvis tenía dibujado un tatuaje que invitaba al sexo y al desenfreno.

    Mi capacidad de raciocinio estaba es un estado calamitoso. Solo podía pensar en Larissa, su hermoso cuerpo, en sexo, la sinapsis de mis neuronas había dejado de funcionar correctamente. Casi por instinto me arrodillé ante ella, en esa posición me acerqué como un niño tímido y me embriagué nuevamente con el aroma de su sexo, empecé a recorrer lentamente su sexo con mi lengua, era el más delicioso manjar que probaba, Larissa me jalaba los cabellos y gemía estrepitosamente como una perra en celo. “Chupa toda minha buceta seu safado”, me decía, con convicción como ordenándome hacerlo. Yo, como un esclavo, seguí escarbando con mi lengua su conchita, tal cual era su deseo. Larissa me tomó con ambas manos del rostro y repitió: “seu Safado, vc gosta de chupar essa mudinha não gosta?!!”, solo asentí como mi cabeza, su conchita estaba toda encharcada, no sentía ya mi lengua, mi mandíbula estaba dura después de tanto rato en esa posición. Ella me levantó de mi posición y me estampó nuevamente un beso apasionado, Larissa tenía que agacharse un poco para besarme, con una mano le acariciaba el culo y mi otra mano continuaba el trabajo que segundos antes había estado haciendo mi lengua en su conchita.

    Larissa me quitó el polo que llevaba puesto y yo me quité de inmediato el resto de mi ropa, nos quedamos ambos desnudos de pie, ella se fue sin decir palabra a la cama, dándome la espalda, se arrodilló sobre la cama y apoyó lentamente sus brazos sobre el colchón, entregándome una visión, que aún hoy en día vienen no sólo en mis recuerdos, sino en varios sueños que hasta el día de hoy tengo con total claridad. “Vem cá”, me ordenó, me acerqué nuevamente a ella y me quedé un buen tiempo observando la forma de su culo en es posición, Larissa entonces me dijo: “Hoje você vai provar uma gata de verdadee, agora chupa safado, chupa cachorro, a sua boca é gostosa, delicia, tesão, chupa minha buceta, chupa meu cu, me faz gozar na sua boca”. Tal cual me lo ordenó, comencé a chuparle el culo y la concha, mientras ella gemía de placer y soltaba “palavrões”, qué solo me excitaban más y más. Sentía como llegaba al orgasmo, el sabor de sus fluidos cambiaba, ella se retorcía y temblaba, de cuando en cuando colocaba su mano debajo de su cuerpo y abría su concha para que yo pudiera ir más profundo dentro de ella.

    No se cuanto tiempo estuve así, mi noción del espacio-tiempo estaba fuera de control. Acerqué mi pinga para poder penetrarla, ella a media voz sólo me preguntó: “vai me furar sem camisinha?”, “Sim”, le respondí, “Quero sentir você completamente”, ella se inclinó un poco más y empecé a penetrarla en esa posición, su concha botaba fluidos y cada penetrada mía sonaba como una melodía en mis oídos. Veía las manos de Larissa que apretujaban las sábanas, “Me fode assim, desgraça, com mais força. Faça o que você sempre quis, desde a primeira vez que me viu. Você esperou tanto tempo, me foda com mais força, seu cachorro, sem vergonha”. Larissa inclinaba más el culo, toda mi pinga entraba dentro de ella, en un momento, subí mis piernas también la cama y la penetraba con todas mis fuerzas, Larissa pasó de los gemidos arrechantes a dar gritos ahogados de placer. Mi pinga estaba dura y completamente adormecida, pero continuaba sin venirme, quizá los efectos de lo que habíamos consumido. Larissa se echó boca a bajo y yo seguí penetrándola. Cuando estaba punto de venirme Larissa se salió, como si tuviera un resorte y como adivinando lo que vendría, sin decir nada de un solo movimiento me engulló toda la pinga y empezó a mover la cabeza mientras sus manos me cogían el culo y se atragantaba con todo mi pinga hasta que me vine dentro de su boca, por primera vez sentía que eyaculaba, luego paraba unos segundo y volvía a correrme más, nunca había tenido esa experiencia eyaculé como si hubiera estado guardando una cantidad increíble de semen dentro mío y Larissa nunca se despegó de mi pinga, por el contrario, oía el sonido de como engullía cada chorro de semen.

    Caímos rendidos en la cama, sudorosos y con aroma a sexo y lujuria pura. Larissa se levantó de la cama, regalándome nuevamente un vistazo de su espectacular anatomía y sacó de nuevo el origami para poder esnifar un poco más. Conversamos un poco más y nuevamente tenía la pinga dura, nuevamente cachamos en una nueva posición, sus piernas largas, larguísimas sobre mis hombros, rodeando mi cabeza, el 69, montada sobre mí, bebimos y esnifamos nuevamente, así borrachos y drogados nos quedamos dormidos cuando afuera ya se veía el amanecer.

    Al día siguiente desayunamos algo rápido, abrimos un nuevo paquete de los origamis que había comprado, y nos volvimos a cachar y a deleitarnos con el sabor de nuestros cuerpos y nuestros fluidos. Cerca a la casa de Cassinho, había un riachuelo con una pequeña “cachoeira” (cascada), fuimos ahí a darnos un chapuzón, por suerte no había nadie, Larissa tenía un bikini negro, después de baño, cachamos nuevamente en el riachuelo como animales en celo. Ese sueño en ese lugar escondido era como un pequeño edén para mí. Estuvimos ahí seis o siete días, la rutina era la misma, comíamos, cachamos, bebíamos y nos drogábamos a más no poder, y luego volvíamos a cachar, como si era lo único que importaba, mi mente estaba en blanco completamente. Un día, en la mañana, Larissa me dijo que quería comer “Pão de queijo”, para el desayuno, cogí el jeep para ir al pueblo que estaba a unos 15 minutos en auto. En la panadería una rubiecita me hizo el habla, no llegaban muchos foráneos al lugar. Después de la pequeña conversa, me puse duro nuevamente mirándole las tetas y me fui a la casa para meterme otro polvo con Larissa, como todo cuento de hadas o de terror, todo termina. Larissa no estaba, había simplemente desaparecido, las pocas cosas que trajo no estaban, me preocupé por un rato, pero casi por reflejo fui a ver mis cosas. El dinero que llevaba en mi billetera había desaparecido, así como mi ipod y un par de cosas con cierto valor.

    Sólo atiné a sentarme en la cama y cagarme de risa, un ataque de risa que nunca más paró. Me quedé nuevamente dormido con la esperanza cojuda que quizá vuelva y en mi mente sonaba una canción de Sabina: “Me desperté abrazando la ausencia de su cuerpo en mi colchón, lo malo no es que huyera, con mi cartera y con mi ordenador, peor es que se fuera robándome además el corazón”.

    Ordené y limpié como pude el lugar y subí al auto para dirigirme nuevamente a devolverlo. Casi por suerte del destino, pude llegar con un mínimo de petróleo, Tenía un poco más de dinero en mi habitación y por suerte mi gran amigo Cassinho me dio un poco de dinero extra. Mi pata Moné, vino presuroso a mi encuentro, me contó que dos patas habían estado preguntando por mí, primero en la favela y luego llegaron al taller de Cassinho, mi patas les habían dicho que yo estaba en Rio de janeiro y luego me arrancaba Paraguay. Cassinho me preguntó que cuando me iba a regresar a Perú, “agora mesmo”, le respondí con la poca cordura que me quedaba. Mi mochila estaba lista, esa misma noche me despedí, como pude, de la Señora Fátima y de su hija Silvana, del resto de las hermanas no pude despedirme. Cassinho me llevó a la estación de buses junto con Moné. Ahí nos despedimos, le prometí a Cassinho que algún día le iba a contar que pasó exactamente. Mientras viajaba a Sao Paolo, la radio del bus pasaba una canción:

    Minha vida é andar por esse país
    Pra ver se um dia descanso feliz
    Guardando as recordações das terras onde passei
    Andando pelos sertões e dos amigos que lá deixei

    Había pasado tantas experiencias y salí, casi huyendo, de ese lugar, que había olvidado que ese día tenía cumpleaños y cumplía veintidós años. Una risa cojuda me acompañaría durante los diez días que duró mi viaje a Lima. En el trayecto de retorno tuve un par de aventuras más, pero quizá en otra ocasión me permitan contar.
     
    gnussi98, 9 Ago 2023

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    Varios años pasaron desde aquella experiencia en tierras brazucas. Hace cinco años me mudé a Ámsterdam, Países bajos, después de casi diez años de haber vivido en Alemania. La empresa donde trabajaba me envío a visitar algunos proyectos que teníamos en México, Brasil, Colombia y Chile. Cambié la agenda para que Brasil sea mi última parada. Hable con mi jefe de aquel tiempo que después del viaje me gustaría tomarme un par de semanas en Brasil para aprovechar y visitar a “familiares” que tenía por allá, mi jefe conocía mi responsabilidad y dedicación con el trabajo y aceptó sin objeciones. Aproveché entonces para irme a Minas Gerais. Visité a mi exjefe Cassinho, se alegró de verme, el taller se había convertido en una pequeña empresa, a pesar de que estaba cargado de trabajo, se tomó un día para enseñarme los cambios que había hecho en su casa de campo, la casa estaba bellísima. Hicimos una ruta en MTB por las montañas y después del recorrido, sacó un cigarrillo de esos que dan risa y me lo ofreció junto a unas cervezas. “Agora, sim peruano, me diz que porra aconteceu?” mientras se cagaba de risa. Le conté con lujos de detalles, lo que hice, él conocía a Larissa de vista y siempre se deleitaba viéndola, mi historia lo hizo cagarse de risa aún más. Llamamos por video-llamada a mi pata Moné, él se había mudado al interior de Minas, tenía tres hijos y trabajaba en una fábrica de zapatos. Se alegró mucho recordando nuestra antigua amistad.

    Luego fui a visitar a mi amigo el panadero, su mamá, la señora que me había hospedado durante el año que había vivido en Brasil había fallecido tiempo atrás, le pedí que me acompañe al cementerio para llevarle flores. Luego visité a Silvana, se alegró de verme. Me contó que Ariane se había casado y tenía dos niños, trabajaba en la Policía Federal, se había graduado con honores como abogada y su esposo era un juez. La “loira” Fabiana aún vivía con su mamá y su hijo. Respecto a Larissa, pues también tuvo una hija y se mudo a Brasilia con su esposo, no me dijo más. Silvana llamó a Ariane y le contó de mi visita, Ariane me dijo que quería verme y podíamos encontrarnos al día siguiente para almorzar.

    Ariane estaba tan bella como siempre, su sonrisa sincera y el brillo de sus ojos me trajeron cierta nostalgia. Conversamos casi dos horas durante el almuerzo, estaba feliz de verme. La invité a ella y su familia a Europa cuando quisiesen, me enseño fotos de sus hijos, el mayor de sus hijos llevaba coincidentemente (o no) mi nombre. No quise preguntar más. Nos abrazamos y nos despedimos, a veces nos comunicamos por el Facebook. Me quedé un par de días más, en esa ciudad, luego tenía planeado visitar, esta vez sí, Rio de Janeiro.

    Cuando fui a despedirme de Silvana, me encontré con la “loira” Fabiana, conversamos un rato, me dijo que había empezado una relación con un tipo tranquilo y trabajador, su hijo ya estaba grande. Le dije que me iba a Rio de Janeiro, quería conocer las playas de allá, de forma socarrona me dijo que ella no había estado tampoco por allá. Casi por instinto la invité a ir juntos, ella se rio, la misma sonrisa que yo conocía y que no había cambiado en nada. “O que vamos fazer lá?”, me dijo “O que sempre gostamos de fazer”, le respondí mientras le robaba un beso. Ella aceptó.

    Hay cosas que nunca cambian.
     
    gnussi98, 9 Ago 2023

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    Gracias por el buen relato!
    Estaba esperando un cierre para el capítulo ocurrido en Brazil.
    Atento por si te animas a contar alguna historia, cofra!
     
    JeiOne, 9 Ago 2023

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    En Peru dos meses al año
    Relato maestro, felicidades, por acá curiosamente una chica similar. Mismos países y tiempos
     
    caraho114, 9 Ago 2023

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    Que gran relato, tuvo sus buenas brasileñas gozando.
     
    Luman, 10 Ago 2023

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    Que buen final y esperemos ver si tienes más relatos de tu ruta devuelta a peru de Brasil
     
    luislimasjl, 10 Ago 2023

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    Buen relato men , lo disfrute por completo
     
    SuperPantro, 16 Ago 2023

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    Dado el aprecio que algunos cofrades y lectores han mostrado hacia estas historias, les extiendo una cordial invitación a seguir explorando esta saga.

    Un último regalo de despedida

    Mi retorno a Lima fue como una marea de emociones agitadas. Llegué a São Paolo temprano en la mañana. La estación de Tietê me recibió con su bullicio característico, y mi ansiedad me impulsó a asegurar un boleto directo a Lima en el acto. Una extraña amalgama de temor y paranoia me envolvía, como si había echo enojar a alguien desde el episodio con Larissa.

    En ese entonces, solo había una o dos compañías de autobuses que ofrecían rutas directas hacia Lima, y me dijeron que tenía suerte: un autobús partiría esa misma tarde, con un último asiento disponible.
    Un destello de alivio cruzó mi mente, pero pronto fue reemplazado por preocupación cuando la empleada revisó mi pasaporte. Me informó que había excedido mi estadía legal por unos meses y que necesitaba resolver esta observación en la oficina de migraciones antes de comprar el pasaje. ¡Puta mare! Frustrado, averigüé cómo llegar a la oficina y tomé el metro hacia allí.

    Además de la puteada que me dieron, tuve que desembolsar unos reais extra y si no recuerdo mal, me comunicaron que estaría prohibido ingresar a Brasil durante los siguientes seis meses. Aunque esta situación apenas me inquietaba, mi único deseo era cruzar la frontera. Había aprendido mi lección y me prometí a mí mismo que llevaría una vida más equilibrada y serena. Ya había tropezado con suficientes problemas autoinfligidos. Salí presuroso de aquella oficina y tomé el metro de vuelta rumbo a la estación de buses.

    Repentinamente, un negro como de dos metros de altura y una mujer morena de unos treinta años con cabellera ondulada me adelantaron y se detuvieron frente a mi. El zambo se me acercó, y se puso frente a mi, mirándome directamente a los ojos. Mis sentidos se agudizaron, cogí con una mano mi correa, sabia que tendría que reaccionar rápido en caso quieran atacarme. "Isso é seu?", preguntó enseñandome mi pasaporte. Me quedé atónito y metí rapidamente mi mano al bolsillo. ¡Soy un huevón!, exclamé en voz alta. Me habían seguido desde que salí del metro. En un descuido tonto, había dejado caer el pasaporte. "Obrigado cara!", le dije amablemente, la mujer de cabellera ondulada dijo algo y se rió, no le presté atención. Frente a mis ojos ambos se dieron un abrazo breve y se despidieron. Yo seguí caminando, pero la mujer pronto me alcanzó. Comenzamos una breve conversación, no quería ser descortés, así que continué hablando. Resultó que ambos nos dirigíamos a la misma compañía de transporte. Me contó que estaba de paso en São Paulo y se dirigía a Rio Grande do Sul.

    Al llegar al mostrador, la empleada me dijo que había vendido el último boleto para el próximo autobús y tendría que esperar una semana para el siguiente. Mencioné mi urgencia, y tras consultas repetidas a su pantalla, propuso una "opción especial". Sin embargo, tendría que esperar hasta el día siguiente, y lo peor de todo: el precio casi duplicaba la tarifa estándar. Quedé atónito, ya que no disponía de tanto dinero. Significaría gastar el poco dinero que llevaba encima y llegar a Lima con apenas unas monedas, en el mejor de los casos. Me estaban "metiendo la rata" completita y mi capacidad de acción era limitada.

    Mis pensamientos batallaron por un momento, mientras la mujer de cabellos ondulados, convertida en compañía involuntaria, intentó ayudar, aunque con escaso impacto. Le pagué molesto y resignado la suma exigida. Ni siquiera me quedaba dinero para poder pernoctar en algún lugar de mala muerte. Lamenté haber querido darmela de cacherito, pero ya no habia vuelta atrás.

    Con el boleto en mano, mis pensamientos danzaron en torno a la búsqueda de fondos adicionales en aquel instante desafiante. La mujer de cabellera ondulada se me acercó de nuevo y me pregunto si podía ayudarme. Recordé en ese instante que unos meses atras habia comprado una pequeña camara digital usada, que recien empezaban a popularizarse. Se lo ofrecí a la dama en cuestión. Le dije que lo pruebe. Ella me miró atónita, tenía una mirada sincera. Lo miró y me dijo que lo haría por ayudarme. Se lo agradecí mucho. Le dije que iba a buscar un lugar para pernoctar, ella me propuso invitarme algo de comer, quise rehusarme amablemente, pero sabía que debia ser cauteloso con cada moneda.

    Se llamaba Mariana, debía bordear los treinta años. Su piel era morena y tenia una cabellera ondulada y exuberante. Mariana era un poco mas baja que yo, hasta ese momento no me había percatado más sobre ella. Su piel morena la hacía ver mas joven de lo que realmente era. Tenia un rostro agradable, y una sonrisa amplia. Su cuerpo era delgado, pechos pequeños y un culito acorde a su contextura. Llevaba unos jeans holgados a la cadera. Decía que vivia en Rio Grande do Sul, llegó a São Paolo dos días antes, debía traer una mercadería, llevaba un negocio con su ex esposo.

    Durante nuestra charla, desvelé algunos retazos de mi historia en Brasil, aunque cuidadosamente editados para omitir detalles que podrían pintarme como un hombre irresponsable o desordenado. En su lugar, potencié los aspectos profesionales y académicos, aquellos que encajaban mejor con las circunstancias y conferían a la conversación un tono apropiado.

    Durante el almuerzo le saqué varias sonrisas. Ese dia tenía que hacer unas diligencias y recién volvería al dia siguiente a su casa, me contó. Después del almuerzo nos despedimos y le agradecí sinceramente su apoyo. Le dije que quería darle un beso de despedida, ella se avergonzó un poco, me confeso que estaba saliendo con una persona allá en su ciudad, pero le intrigaba mucho el beso de un peruano. Con esa respuesta ambigua, me acerqué para besarla. Estuvimos besándonos un buen rato. Cuando nuestras bocas se separaron, me dijo que no busque aún un lugar para dormir. Propuso que haga algo de tiempo mientras ella tenia que arreglar sus asuntos, luego nos podiamos ver al final del dia. Así lo acordamos y me fui a dar un breve paseo a la ciudad.

    Nos encontramos a la hora pactada, paseamos un buen rato mientras conversábamos. Me contó un poco mas sobre ella y yo correspondí con breves historias de mi persona en Peru y luego en Brasil. Finalmente me preguntó si me gustaría pasar la noche en su habitación. Me recalcó varias veces que no pensara mal, que lo hacía por ayudarme, ella habia sido testigo de que estaba pasando por una situación incómoda y, ¿quién era yo para negarme a semejante propuesta?

    Llegamos juntos a su hotel, era un hotel decente, la habitación era pequeña. La recepcionista apenas me miró. Cuando llegamos pedí usar la ducha, ambos sabíamos que iba a suceder luego. Después de ducharme ella entró presurosa con la ropa puesta, llevando su ropa limpia, seguramente para cambiarse dentro. Yo esperaba sentado en la cama. Cuando escuché que finalmente cerró la llave del agua, me desnudé por completo y entre al baño sin avisar.

    Mariana me quedó viendo de pies a cabeza, la notaba perpleja, en su mirada noté vergüenza y miedo, pero sobre todo mucha complicidad. Yo estaba parado desnudo frente a ella con un erección que hacía a mi pene apuntar casi al techo. Ella desnuda aún húmeda y con la toalla en una mano. Trato de taparse un poco con la toalla, pero conforme me iba acercando, su miedo y vergüenza también desaparecían, dando paso a una invitación para poseerla.

    Me acerqué hasta la ducha y la besé, esta vez un beso apasionado, con arrechura. Ella cerraba los ojos y correspondía a mis besos. Me agaché un poco para chuparle las tetas pequeñas. Sus pezones eran oscuros y pequeños, los chupé con pasión almacenada, queriendo cumplir con mi agradecimiento completo. Mi mano jugaba con su conchita rasurada. De a pocos sentía en mis dedos su humedad interna. Marina también jugaba con mi pinga erecta. Así nos quedamos jugando un buen rato. Cuando estuve listo la voltee, puse sus manos contra la pared y le abrí un poco las piernas. Con mi mano verifique que estaba completamente húmeda. Me puse el condón y no fue difícil penetrarla en esa posición.

    Mariana inclinaba mas su cuerpo hacia mi, el eco de la ducha provocaba que el sonido de mi piel chocando con la suya se amplifique un poco mas. Ambos gemíamos al unísono, eso me excitaba mas. Empecé a penetrarla con más fuerza, y mis manos cogían sus tetitas, ella apoyaba sus manos con la pared de la ducha. Era una escena fascinante. Después de un rato, ella jadeante me susurró: "Vamos nos deitar!". Así lo hicimos y cayó de espaldas en la cama, su conchita se abría hacia mi, invitándome a disfrutarla. Me fui directo a chuparle esa hendidura húmeda por la lucha de nuestros sexos. Mariana disfrutaba de cada embestida de mi lengua en su botoncito y su clítoris. Brasil o el destino me estaba brindando un regalo de despedida, me había jurado llevar una vida ordenada, pero la invitación de esa carne morena era mas grande que mi voluntad.

    Me reincorporé sobre ella y la penetré por un largo rato. Me recosté en la cama y la invité a ponerse encima mio, Mariana aceptó gustosa, buscó mi pene con su mano y se la introdujo nuevamente. Me cabalgó con fuerza mientras mis manos presionaban su culo cada vez con mas fuerza hasta que finalmente pude eyacular. Descansamos un rato y volvimos a hacer el amor. Mariana sugirió luego salir a cenar, pero le dije que mejor pediamos una pizza o algo para comer en la habitación. Esa iba a ser nuestra única y ultima noche juntos y valía la pena sacarle todo el provecho posible. Mariana se rió, me cogió la pinga con la mano y me dijo: "Quero que você me dê tudo hoje, até a última gota".

    Asi lo hice. Cuando terminamos el último polvo, en la madrugada, apenas si eyaculaba algo de líquido seminal casi imperceptible. Mariana me habia dejado literalmente "seco".

    A la siguiente mañana llegó el momento de la despedida. Ella expresó su gratitud por la noche compartida, y yo no escatimé en agradecerle por todo lo que había hecho por mí, a pesar de conocerme apenas. Aquella tarde me esperaba un agotador trayecto en autobús de casi veinte horas hasta Asunción, Paraguay. Sin embargo, mi viaje de regreso estaba aún lejos de terminar, como si el universo se negara a permitir que abandonara el caos. En la distancia, algunas nuevas aventuras aguardaban, ansiosas por manifestarse.
     
    Última edición: 27 Ago 2023
    gnussi98, 26 Ago 2023

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