Crónicas del Placer Don Pepe, un viejo gordo y libinidoso (Parte 05)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Salta Montes, 12 Abr 2024.

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¿Sería necesario que Martha cuente todo a su esposo?

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    Salta Montes

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    El sol, que antes quemaba con su intensidad implacable, cedió ligeramente, dejando una sensación de frescura en el patio. Pero esa brisa ligera no logró calmar el torbellino de emociones que me envolvía. En ese instante, me vi atrapada en una lucha interna entre el miedo paralizante y la necesidad de resistir. Una telaraña de emociones contradictorias me envolvía, dejándome sin aliento mientras luchaba por encontrar una salida ante la presión abrumadora que ejercía sobre mí la presencia seductora de Don Pepe.

    La visión apoteósica del miembro viril de Don Pepe colgaba entre sus piernas, como un símbolo de masculinidad desbordante. Ejerció sobre mí un poder magnético, una atracción que me dejaba sin aliento, mis ojos permanecieron fijos y maravillados ante esa imagen grotesca y fascinante. Cada centímetro de ese miembro imponente pareciera emitir una aurea de peligro y deseo, tentándome con promesas de placer. Algo dentro de mí clamó rendirse ante el gigantesco falo y sucumbir ante los deseos que despertó en mí, y quedarme allí sumisa ante la muecas de deseos de Don Pepe y entregándome a la tentación sin reservas.

    Me incorporé con cautela del pequeño mueble en que me encontraba, sintiendo la calidez del suelo bajo mis pies descalzos. El patio parecía más pequeño de lo habitual, como si se hubiera encogido a mi alrededor, atrapándome en su claustrofóbico abrazo. Apenas me erguí, él se acercó lentamente hacia mí, quedando frente a frente ante la cabeza ligeramente arqueda del coloso palpitante, mi corazón latió con tanta fuerza en mi pecho. En un instante fugaz, mis labios se separaron y envolvieron la monstruosa cabeza del falo. Un maremoto de sensaciones se desató en mi interior, cada célula de mi ser vibraba con una intensidad abrumadora. Mis dedos temblorosos acariciaron el ancho grosor de su miembro, luchando por sujetarlo con firmeza. Un rugido gutural brotó de la garganta de Don Pepe, llenando el patio de un sonido salvaje y primitivo mientras se entregaba al placer desenfrenado.

    En aquel momento me sentí sumergida en un remolino de pasión y deseo, entregándome sin reserva al torbellino de emociones que nos envolvió. Aunque sabía que me estaba adentrando en un territorio peligroso, no pude resistirme a la irresistible atracción de su pinga que ejercía sobre mí. Ya no me importó el tamaño exacto, si eran veinte o veinte cinco centímetros de largo, ni mucho menos el grosor que desafiaba los límites de mi mano. Cerré los ojos en cada embestida, dejándome llevar por el placer que emanaba de aquel miembro imponente. Cada embestida que él realizaba lo hundía hasta el perímetro de mi garganta, y me provocaba un torrente de sensaciones qué inundaba toda mi boca, que apenas podía contenerlo. Sus toscas manos sujetaban por atrás mi cabeza para evitar que su pinga saliera y hacer más profunda su embestida victoriosa, que por momentos me dejaba sin respiración. Saboreé con deleite los primeros flujos seminales que se deslizaron por mi lengua, un sabor embriagador que avivaba más mis deseos y excitación, en ese instante me entregué por completo sin reservas ni tapujos a él. Ignoré por completo el paso del tiempo, mientras me entregaba al placer y a la sumisión profunda. En ese momento solo lo que me importaba era saborear con pasión desenfrenado aquel falo vigoroso.

    Una explosión volcánica estalló dentro de mi boca, cuando su miembro poderoso alcanzó su clímax, inundándome con su esencia viril. Mil sensaciones entrelazaron dentro de mí, arrastrándome hacia un éxtasis insoldable. Mientras tanto, los gritos de Don Pepe resonaron mis oídos como los rugidos de un salvaje en plena cacería, y yo su indefensa presa. Manifestando así de esa manera, su deleite desenfrenado y su poder sobre mí, envolviéndome en un vendaval de emociones que me consumió por completo. El gigantesco y viril miembro, salió airoso y victorioso de mi boca, embarrado de flujos. Don Pepe trago desesperadamente anchando más su barriga una bocanada de aire y lo arrojó con deleite. Observé su cara de satisfacción e infinito placer cuando de un sólo trago me pasé todo su semen, empecé como gata cariñosa a lamer con placer todas los líquidos que aún se quedaban en su pene.

    —¡Te has comportado como una gran zorra! —pronunció con frenesí quebrando al silencio reinante, esa palabra me causó un extraño estremecimiento de placer.

    Don Pepe no hizo más que vestirse con una rapidez sorprendente, como si quisiera borrar cualquier rastro de lo sucedido. Con un gesto casi indiferente simuló darme un beso al aire, dio media vuelta y se encaminó hacia la puerta principal del apartamento. Permanecí sentada, aún aturdida por la intensidad del encuentro sexual. Observé como él abría la puerta con delicadeza asegurándose de que no hubiera testigos indiscretos fuera. Su discreción al cerrar la puerta sin hacer más mínimo ruido me dejó con una sensación ambivalente de sorpresa y satisfacción. Aunque su partida me dejó en un estado de desconcierto, no pude evitar sentir un atisbo de gratitud por el alivio momentáneo que supuso su marcha. Sin embargo la experiencia me dejó con un torbellino de emociones contradictorias y preguntas sin respuestas alimentando la incertidumbre que ahora se cernía sobre mí.

    Me erguí del pequeño taburete en el que me encontraba, consciente de mi desnudez en la penumbra de la habitación. Mis descalzos pasos vacilantes me llevaron de regreso a mi dormitorio, donde la luz del día apenas penetraba tímidamente por las cortinas entreabiertas. Al llegar, una sensación de humedad en mi ropa interior me tomó por sorpresa, recordándome el tumulto de sensaciones que acababa de experimentar. Mi cuerpo aún vibraba con la intensidad del encuentro, y la persistente humedad entre mis piernas era un testigo silencioso de la turbulencia emocional que me había envuelto.

    Con manos temblorosas, me despojé de la ropa interior, observé mi mojada vagina entreabierta y me sumergí en la ducha, dejando que el agua fría lavara no solo mi piel, sino también las huellas de aquel encuentro inesperado. Mientras el agua caía sobre mí, me hallaba perdida en un torbellino de pensamientos y emociones, incapaz de encontrar respuestas a las preguntas que se agolpaban en mi mente. Las lágrimas brotaron sin control, un torrente que arrastraba consigo toda la angustia y el desconcierto que me invadían. Me recosté sobre la cama, sintiendo el peso de la realidad aplastándome el pecho. Era como si de repente hubiera perdido una parte de mí misma, como si la sombra del pasado se hubiera apoderado de mi presente. Cada sollozo era un eco de la pérdida, un lamento por la inocencia que se desvanecía entre mis dedos. Recordé los días de niñez, cuando la vida era simple y las preocupaciones eran tan lejanas como las estrellas en el cielo. Ahora, me encontraba en un mundo oscuro y confuso, donde la traición y el dolor se entrelazaban en una danza macabra.

    Me aferré a las sábanas como si fueran mi única tabla de salvación en medio de un mar agitado de emociones. ¿Cómo había llegado hasta aquí Don Pepe? ¿Cómo permití que todo esto sucediera? Las preguntas se amontonaban en mi mente, sin encontrar respuesta. El eco de mis sollozos resonaba en la habitación vacía, como un lamento silencioso que se perdía en la oscuridad de la incipiente noche. En ese momento, me sentí vulnerable y perdida, como si hubiera perdido el rumbo en medio de la tormenta. Y mientras las lágrimas empapaban mi almohada, supe que nada volvería a ser igual.

    Después del impactante encuentro con Don Pepe, me sentí como si hubiera sido arrastrada por un torbellino de emociones encontradas, cada pensamiento cada recuerdo de aquel momento turbulento se repetía una y otra vez en mi mente como un eco persistente que no dejaba en paz. Intenté desesperadamente apartar de mi cabeza la imagen de su cuerpo imponente, de aquel falo erecto que había despertado una pasión prohibida en lo más profundo de mi ser. Pero cuando más lo intentaba, más fuerte resonaba su presencia en mi mente como un recordatorio constante de una danza peligrosa en la que me había visto envuelta. A medida que pasaban los minutos el peso de la culpa y la confusión se hacía cada vez más insoportable. ¿Cómo podía ser yo, una mujer casada y respetable sintiera una atracción tan intensa hacia un hombre como Don Pepe? cuyas intenciones no eran más que para hacerme suya, y cuya presencia ejercía para mí un poderoso magnetismo. Me sentía atrapada en un laberinto de deseos oscuros y prohibidos incapaz de encontrar una salida, mientras la tentación seguía llamándome con su canto seductor. A pesar de que mi instinto clamaba por alejarme de aquel obeso hombre libinidoso, una parte de mí anhelaba volver a caer en su prominente pene en una danza peligrosa de pasión y peligro que amenazaba con consumirme por completo. Así, entre el remordimiento y la tentación me encontré sumergida en el torbellino de emociones encontradas, sin saber hacia dónde me llevaría aquel camino incierto y peligroso de la infidelidad. Pero una cosa era segura Don Pepe había despertado en mí, una pasión que no podía ignorar y estaba dispuesta a enfrentar las consecuencias sin importar lo que el destino tuviera reservado para mí.

    (CONTINUARÁ)

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    Salta Montes, 12 Abr 2024

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    #1

    golosisimaperu

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    Me encanto tu relato, no hay nada como sentir el miembro de nuestro hombre en la boca y disfrutar de su olor, de su sabor, sentir como se hincha y como late dentro de nuestra boca, es sublime sentir como ese hermoso miembro se incha y los testiculos se mueven para terminar botando todo su contenido. no importa la edad o el fisico del macho he tenido experiencia con hombres maduros con un miembro que se ha portado a la altura ademas de que un hombre con experiencia sabe como llevarte un grado mas arriba, ademas es muy morboso para ambos. saludos
     
    golosisimaperu, 15 Abr 2024

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    #2
    A Bisonte1977, LuisGarraCrema y Salta Montes les gusta esto.

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