La veterinaria

La inseguridad convierte una relación pauperrima de afecto y se convierte en hostigante cuando se aferra hasta el punto de llegar hacer daño a la otra persona. Hay situaciones donde el hombre como la mujer aprovechan esa debilidad para su beneficio.
Saludos

 

Maldito Covid-19: se llevó a un gran cofra. Q. D. G. G. y Q. D. E. P.

 

Al salir del departamento, estaba cansado, moreteado y completamente deslechado.
Llegué puntual a la puerta del edificio donde vivía Miriam, la llamé y ella bajó a recibirme radiante como siempre, pero ahora llevaba un vestido gris bien pegado al cuerpo, que hacia resaltar el gran culo que tiene. Mientras subíamos las escaleras, ella no paraba de sonreír y hablaba como si nada hubiera pasado entre nosotros, su actitud me sorprendió. Ya en el depa, me disponía a ir al grano y dejarle en claro que ya no la volvería a ver y que nuestra relación ya había terminado. Pero, ella ni bien me senté en el mueble de su sala, me alcanzó una copa de vino y se sentó frente a mi sonriente y hablándome de como le fue en el trabajo (sinceramente, me dejó desconcertado). Al poco rato me dijo:
Miriam: Sé que hoy es el último día que te veré y por eso quiero que te olvides de todo lo que ha pasado en estas semanas y disfrutemos juntos de esta tarde de despedida.
En ese momento trague saliva y solo asentí, finalmente iba a dejar ir a una flaca que si bien no era perfecta, tampoco era un caso perdido. Esas flacas que ya pasaron los 30 y no se casaron o formaron una relación estable, es muy difícil que encuentren un hombre que las tome en serio, ya a esa edad todos los hombres que las "cortejan" saben bien que son recorridas y tienen en su haber una buena cantidad de pingas deslechadas.
La conversación fluyó naturalmente y al terminarnos la última copa, ella ya estaba movida, se acercó, me tomo de la mano y me llevo hasta su habitación. Lentamente me quitó la ropa hasta dejarme completamente calato y procedió a darme una mamada como si el mundo se fuera acabar mañana, no resistí y solo me deje llevar. Cuando ya estaba a punto de soltar todo, ella dejo de mamármela y me dijo espérame echado ya vuelvo y tomo algo que estaba en su mesita de noche y fue al baño raudamente.

 

Solo un hilo rojo cubría un poco de su delicada concha, estaba echa una perra caliente y yo no me iba a quedar atrás, la levanté en peso y la tiré de espaldas en la cama. Lamí como un loco ese culazo que me había tirado muchas veces, ella solo se retorcía y gemía suavecito; pues, era de tarde y habían más personas en el departamento de a lado. Ya con el culo bien dilatado, procedí a lamer su conchita, estaba toda peladita y bien mojada con los jugos que habían caído de la lamida de culo que le había dado. Mientras lamía esa concha no paraba de abrirle las nalgas para excitarla aun más. Busqué mi pantalón y saque mis condones de emergencia, ya estaba listo. Puse mi pinga en la entrada de su concha y frote cuanto pude, mientras la perra no paraba de gemir, "Ruégame que te lo meta, puta". Ella: "Métalaaaaaa, ya métela, eres un imbécil, métela ya". Gente, esa fue música para mis oídos y de una sola embestida se la metí hasta el fondo y ella soltó un grito que fácil se escucho en todo el piso del edificio, esa perra estaba poseída, yo la tenía atrapada debajo mío, pero igual se daba maña para moverme el culo y succionarme la pinga como una maldita aspiradora. Me puse de costado y le levanté una pierna para penetrarla a mi gusto, cuando de pronto sentí como todos sus jugos chorreaban a mis piernas, había llegado y estaba hecha un trapo y yo recién empezaba. Puta madre, no me importó nada, la acomode al filo de la cama, coloque una almohada debajo de su vientre y me ubique de pie detrás de ella. Gente, se la metí con furia y a mil por hora, la perra solo gemía inmóvil, mientras su concha no paraba de chorrear sus jugos, eso me arrechó más y le metí sus buenas nalgadas para que reaccione, pero ella seguía desvanecida y recibiendo toda mi pinga adentro. La cogí bien de la cintura y le dí con tanta fuerza que sus nalgas estaban todas rojas, no me inmuté y seguí hasta botar toda mi leche dentro del condon, claro. Una vez que salió la última gota de leche de mi cuerpo, cogí mi ropa del piso, me vestí lo mas rápido que pude y dejé ese lugar, pues sabía que si me quedaba un poco más, no podría dejar nuevamente a esa rica veterinaria.

Y así terminó por completo mi relación con Miriam, la veterinaria.

 

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Se fue un sensei