Vane, la gata caliente

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por maradonita, 20 Sep 2011.

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    maradonita

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    -Voy a hacer el amor contigo- es lo primero que pensé al verla emerger del humo que cubría al lugar. Estaba lleno de rostros, pero el de ella refulgió en medio de la masa, casi como una moneda en un desierto.

    Era alta, de pechos apenas sostenidos por un top que relucía sus pezones salientes. Dibujaba en su sonrisa una sensualidad atípica para las kinesiólogas que merodeaban el recinto; todos le decía Vane, pero su nombre nadie lo conocía, ni siquiera quien fuese dueño de ese local tan concurrido.

    Apenas paseaba por las mesas sobándose contra pelvis inidistintas. Sus piernas, muy bien contorneadas las ponía encima de las mesas para lucir el portaligas de color negro. Introduje un billete de veinte soles- eso había pensado que se hacía según había visto en las películas gringas- sin embargo, el cuidador me tomó por la espalda. Era un tipo alto, con brazos de boxeador y cara de pocos amigos, apenas había caído en cuenta que había hecho algo incorrecto cuando terminó de pronunciar: a las chicas no se les toca, si quieres con ella, al final compadre.

    Y dicho esto, la esperé al término del show. Bajó del escenario y un séquito de hombres quisieron adelantarme. Pero yo estaba ahí, dispuesto con un billete de a 100 en la mano y listo para sacarla del local. Sin embargo ella siguió de largo, se encerró en su cuarto sin dejar entrar a nadie.

    Nunca había tenido la necesidad de recorrer estos recovecos nocturnos. Apenas en la televisión las noticias del mediodía informaban sobre incursiones policiales a este tipo de lugares. Sin embargo, el motivo que me había conducido hacia ese patíbulo lleno de seres extravagantes, era el amor que sentía por mi novia. Teníamos tan solo diecinueve años. Eramos inexpertos, nos tocábamos con frecuencia alternada para apaciguar nuestras hormonas.

    Ella-mi novia- había decidido que la experiencia en los artes amatorios debía ser importante. El placer, al igual que todo lo delicioso en la vida, requiere de experiencia para ser disfrutado al máximo. A pesar de ser ella conservadora y pía en querer mantener su virginidad hasta el matrimonio, apeó a mis instintos dándome permiso para ir a estos lugares. Según ella, el trabajo de esas muchachas era honrado, no hacía mal a nadie y el hombre a diferencia de la mujer es quien debe marcar el ritmo del sexo. Siempre y cuando no te enamores de una de esas mujerzuelas- había dicho- todo bien si el día del matrimonio me brindas placer.

    Yo, ni loco ni perezoso, esa misma noche fui hacia un local llamado la gata caliente. Ahí esperé por el show de Vane, la kinesióloga de la que varios me habían adelantado, era realmente una tigresa capaz de devorar a cofrades- dicha terminología, la había extraído de un foro relleno de peritos en la materia del sexo.

    Pero Vane se había ido, no abrió más la puerta y la noche se volvió sosa, sin gracia, si es que no fuera por Ingrid, quien me cogió del fundillo y me condujo sin remilgos hacia su habitación, todo hubiera quedado en nada.

    Era morocha, de cintura delgada y sexo afeitado, todo lo necesario para succionar mi falo en llamas, ardiendo, a punto de convulsionar en sus contornos violentos. Ella apretujaba el glande con la lengua, succionando los alrededores y luego lamiendo con delicadeza cada uno de los depósitos de calentura que me abochornaban. Ambos sudábamos, ella se entregaba cabalgando incesantemente sobre mí y yo, completamente excitado la veía a ella hacer una labor prolija, bien hecha, tanto así que luego de todo, se aproximó a mis labios y me dio un beso:

    -No hago esto con todos mis clientes, eres primerizo, te dejo el vicio ahí...

    Luego, se acomodó las prendas y su trasero erectó nuevamente mi pene que volvió a arder.

    - Otro más, te pago.

    Sonrió.

    - Lo siento, esta noche ya es suficiente...
    - ¿Qué hay de esta tal Vane?
    - ¿Vane?
    - Si, ella, que tal atiende
    - No te la recomiendo

    Y a partir de ese diálogo, se inició otro tipo de efluvios sobre mi cuerpo. Ingrid narraba con lujo de detalles la personalidad de esa tal Vane, de quien nadie sabía más allá del día en que llegó a 'La gata caliente'.

    Si quieren saber quién era Vane, los espero en el siguiente post, a la misma hora y por el mismo foro ;)

    Saludos cofradía!
     
    maradonita, 20 Sep 2011

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    Vane no era peruana, según Ingrid, era de Uruguay y nadie sabía nada acerca de ella, solo que era extranjera. Atendía selectivamente a sus presas por teléfono, en ese local solamente bailaba. Pero aún así, aquella personalidad difusa y completamente cerrada, daba que pensar.

    Ingrid se incorporó todavía con el torso desnudo. Sus senos lentemente volvían a la normalidad y pude comprobar que era una experta socavando pasiones. Quise dormir con tranquilidad esa noche, pero todo intento era inútil. Vane me tenía como loco, quería acostarme con ella a como diera lugar, quizás ir nuevamente a 'La gata Caliente' hasta demostrarle que tuviera la solvencia económico suficiente como para llevármela a la cama.

    Así lo hice durante toda una semana completa, pero ella ni se inmutaba. Quizás debía de ir mejor presentado y comencé a usar sacos y corbatas de buena marca, lo suficientes como para que finalmente, como atraída por la miel se me acercó:

    - Vos hace rato estás que me miras ¿Que querés?
    - Llevarte a la cama- respondí intentando ponerme osado para demostrar que mis intenciones eran serias.

    Ella sonrío.

    - ¿Y piensas que te haré caso porque vienes a este lugar de ?
    - Tu bailas en este lugar de , lo engalanas...no creo que sea tan cagón después de todo.

    Encendió un cigarrillo.

    -Quizás...mirá que sos atrevido eh. Generalmente se van cuando les digo algo fuerte y vos estás muy quieto querido.
    - Es que me gustas, dime cuánto y yo te pago.
    - Aquí no boludo, en estas colchas me da asco. Mirá, pagale al dueño y yo salgo al tiro.

    Hice efectivo el pago con un tipo que parecía ser el que las cuidaba. Ingrid me miró de soslayo, como quién admira a alguien a punto de cometer un acto inverosímil. Quizás sus intuiciones no fallaron del todo, ya que al esperar afuera me tomó cerca de veinte minutos dando vueltas sin sentido hasta que finalmente ella apareció y tomó un taxi. Subí con ella y me llevó hasta un hotel en la avenida aviación.

    No hablaba mucho, era verdad lo que me habían contado y quizás lo poco que murmuraba mientras lo hacíamos, me valía lo suficiente como para estar extasiado.

    Cabalgaba sobre mi pelvis y acariciaba mi pecho, perdía sus dedos en la inmensidad de vellos que rodeaban mi estómago y las tetillas. Con las manos suaves que tenía, acariciaba suavemente mis testículos que rozaban su vagina. Impoluta, delgada, apenas con unos cuántos vellos que rodeaban su tesoro de color rosado como algodón de azúcar. Sentía que me apretaba el pene y lo empapaba de efluvios propios de la excitación. Advertí que ya estaba todo a punto de terminar cuando ella me pidió, por primera vez en toda la noche, que no lo hiciese.

    Aguanté las convulsiones. Solo cuando ya estaba seguro de que nada más me ocurriría, decidió pasear el falo por entre sus enormes pechos, casi tan enormes que me era imposible no querer manosearlos con holgura. Ella acercaba su rostro y fruncía el seño mientras se mordía los labios pasándose la lengua. El preservativo se había vuelto un despojo empañado por su saliva, y vio maculada su estructura con aquel chorro fortísimo de sémen que salió expulsado con violencia.

    Sin inmutarse, lo retiró. Se cambió, me pidió que le pagara y se fue. Refutando todo tipo de intentos por conversar que le insinuara. Aún así, esta historia no termina todavía.

    Los espero a la siguiente parte, por el mismo foro y a la misma hora.
     
    maradonita, 24 Sep 2011

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