La hija de la dueña

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Srdestroyer, 14 Abr 2021.

    Srdestroyer

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    -Ven acá... apresúrate. ¡Y cierra la puerta!

    -No entiendo señorita, qué quiere que haga.

    -Solo cierra la puerta, . Y quédate allí, no te muevas.

    El asustado hombre hizo lo que la joven hija de la dueña le ordenó. Entró entre medio tímido y asustado por el severo tono de voz de la mujer, quien lo esperaba con los brazos cruzados como quien espera que se realice su orden. Sin otra opción que hacerle caso, el pobre sujeto una vez pasado el umbral de la puerta, la cerró despacio y sin hacer ruido. Luego volteó y se quedó frente a ella, aún con el pánico de tener al frente suyo a quien era capaz de dejarle no solo sin trabajo, sino sin nada.

    -Bien, acércate un poco más -le ordenó en tono muy serio-, pero apúrate papito que no tengo todo el puto día.

    -Señorita, la verdad es que no sé qué debo hacer -dijo el empleado doméstico bajando la mirada, esquivando la inquisitiva vista de aquellos intensos ojos verdes-. ¿Aquí está bien?

    -Ya sí, qué , quédate allí nomas y espera-. La joven volteó un momento y fue a dejar su saco de tinte corporativo sobre una silla. Ella, quien había tenido un pésimo día en su trabajo como asistenta de gerencia, aún estaba vestida con el atuendo de oficina que consistía en una camisa blanca con botones, una falda negra que caía hasta por encima de las rodillas, la cuales estaban cubiertas por unas pantimedias negras y finalmente unos tacones oscuros. Todo en ella respiraba un equilibrio perfecto entre seriedad y atractivo visual, puesto que su fina figura configuraba su contorno femenino. Al agacharse para colocar bien el saco de tal forma que éste no se arrugue, sus lacios cabellos arrubiados se mecían en el aire como un humo fantasmal por lo finos que eran, además de largos y muy bien cuidados con lociones y acondicionadores caros.

    -Señorita, por favor, debo retirarme a mi despacho porque creo que me están esperando... por favor. -El joven hombre en sus treintas nunca había tenido que lidiar con el temperamento de una muñeca mimada toda su vida, acostumbrada a dar ordenes en vez de seguirlas y de obtener lo que desee con los chasquidos de sus dedos, prácticamente.

    Ante la patética figura de su interlocutor, ella no sintió más que disgusto por el sujeto, pero más por su falta de valentía, como de quien está acostumbrado a seguir siempre direcciones. Entonces lo miró de reojo y reconoció que entre él y ella había toda una vida de diferencia, comprendiendo que cualquier cosa que exista entre ellos no podría ser nada más que anecdótico. Entonces tomó una decisión.

    -¿Sabes qué? Cierra la boca por un momento y no digas nada. Considera esto como parte de tu pago, ¿ya? -dijo ella muy seriamente con su vocecita de joven de clase alta.

    -Es que no entiendo nada.

    Sin chistar, de repente, como quien tuviera toda la confianza de la intimidad de su dormitorio, la joven empezó a desvestirse y posar sus prendas sobre la silla donde había colocado su saco. Se desabotonó la camisa y se la deslizó sobre su espalda, dejando a la vista directa su negro sostén Victoria's Secret. Luego, aún de espaldas, dirigió sus manos sobre la cremallera de la falda y la descendió hasta el fondo, abriendo totalmente la abertura por donde toda esta caería libremente hasta el suelo, alrededor de sus tacones y sus blancos pies. La tanga que traía puesta era para morirse, ya que era una diminuta prenda que tenía hilos en los costados y un fino triangulito que se escondía a modo de línea entre sus redondos glúteos. El color, para hacer juego con el sostén, era igual y de la misma marca, claramente un conjunto de encaje muy elegante para ocasiones especiales. Las pantimedias recién empezaban en sus muslos con un listón elástico que se agarraban a las piernas.

    -Quédate en tu sitio.

    El perturbado hombre la miraba nerviosamente sin creer lo que tenía directamente frente a sí. La misma hija de la dueña de la empresa se había despojado de sus ropas para quedar en prendas íntimas sin el menor signo de vergüenza. Ella que aún no le hacía caso, volteaba sus prendas y las dejaba ordenadamente sobre la silla, todo esto a sus espaldas.

    -Señorita por favor, tengo una esposa y una hijita. No les puedo hacer esto.

    -Me importa un carajo lo que tengas. Hoy he tenido un día de y todo me llega al pincho, ¿sabes?

    -Pero si desea le puedo ayudar en lo que sea, menos esto por favor. Si su madre se entera me saca de la empresa y necesito pagar las cuentas. Por favor.

    -¡Oye, pedazo de idiota! Si no haces lo que yo te pida yo misma te saco de la empresa, ¿ok?

    Por fin ella se volteó frente suyo y caminó decididamente sin siquiera mirarle a los ojos, ya que para ella, él no era más que un simple obrero más. Para ella, él no tenía ningún valor más que para saciar sus gustos y desfogarse cada cuando tenía un problemón.

    -Por favor...

    -Mira que te estoy haciendo un favor y te quejas. No te muevas.

    El hombre cerró los ojos del terror que le producía el ser descubierto por sus jefes, pero era la hija de la dueña, ¿qué más podía hacer sino quedarse quieto y hacer lo que le pedía? Mientras tanto la vista de la viciosa joven no tenía otro interés que la zona peneana del plúmbeo sujeto que no hacía más que quejarse como un debilucho. Entonces como un impulso automático puso las manos sobre sus genitales a modo de estúpida protección.

    -Quita las manos de ahí baboso. Quiero ver qué tienes.

    -No, por favor, se lo ruego. No me quiero meter en problemas.

    -¿En problemas? -la voz de la mujer era totalmente desinteresada de las necesidades del hombre y sólo quería saciar un apetito particular-. ¿Sabes que he tenido un día de , no? En problemas te vas a meter si no te dejas. ¡Saca la mano, cojudo!

    Ante la orden específica él las separó tímidamente hacia los costados, como un soldadito carne de cañón. Así, teniendo el camino libre, la joven cogió con su mano derecha los testículos y pene del subalterno, apretándolos, palpándolos.

    -¡Ay no!

    -¡Ay, sí! No te muevas.

    Suspiró con temblores sin decir nada.

    -No cierres los ojos maricón. Quiero que me veas para que se te pare. ¿Acaso en toda tu vida has visto a una mujer como yo que se te regale así tan fácil?

    -Señorita, mi esposa...

    -¡A mí que me importa la huevona de tu esposa, solo no se lo digas y ya! Además ni cagando está tan rica como yo. ¡Abre los ojos !

    Ahora ella estaba frente a él, con sus enormes ojos inquisidores mirándole frente a frente. Una carita angelical definitivamente, pero con actitudes realmente déspotas, rayando con lo cruel. En ese momento se acordó de las historias de su familia, de cómo habían trabajado para hacendados explotadores. Esta era la misma cosa. Pero en el proceso, ella le seguía manoseando los genitales libremente, mientras le susurraba:

    -Mírame bien, mira mi cuerpo. ¿Acaso tu mujer se cuida tanto como yo? ¿Ah? Seguro es tan aburrida que se pone calzones de abuela.

    La mirada del hombre se abrió lentamente, bajando desde sus ojos hacia sus labios, luego hacia sus pechos cubiertos por el sostén y finalmente hacia su calzoncito. Eso era lo que más le atormentaba, ya que siempre había tenido un gusto enorme por la ropa interior femenina: le encantaban los hilos dentales y las tangas. Siempre que tenía momentos para él solo, se ponía a ver fotos de chicas rubias o de tipo elegante en ropa interior, eso le gustaba aún más que el porno mismo. Para su insatisfacción también, su misma esposa era tan conservadora que solo usaba calzones cómodos, de esos grandes, ya que al ser religiosa, no gustaba de usar prendas tan pecaminosas. Pero aún así se mantenía asustado, a pesar de que la joven siempre le había parecido hermosísima, totalmente alejada de su realidad.

    -Ya pues, dime, ¿tu esposa te excita, ah?

    -No. No mucho, señorita.

    -¿Y eso por...?

    -No es como usted así de bella.

    -¿Y qué es lo que tengo yo que no tiene ella?

    -Todo, se-ñorita. [Uhmm] Todito.

    -¿Te gusta lo que ves? -sus caricias genitales se hacían más gentiles y excitantes en tanto que el acobardado subordinado respondía a sus preguntas.

    -Sí señorita. [Uhmmm, sí] Me gusta mucho, más que mi mujer.

    -¿Qué es lo que más te gusta ver?

    -Su [Ohh], su calzoncito. Me gusta su calzon[Uhmm]cito.

    -¿Te gusta mi tanga, dices? -sus dedos abrían la cremallera y rozaban el calzoncillo del hombre, sintiendo su pene que engordaba constantemente-. Mírala todo lo que quieras. Pero no me toques animal.

    -Sí... sí [Oh, ahh] Me gusta verla siempre. No se compara a mi [Uhm] esposa.

    -Eso me gusta... -sus manos descubrían algo de su interés-. A ver qué tenemos acá. Oh, pervertido, te la está creciendo.

    -No pare por favor.

    -Dime qué es lo que no te gusta de tu esposa pero sí de mí y te hago algo especial, ¿ya?

    -Como diga, mi señorita, estoy a sus ordenes.

    Una abertura carnosa, rojiza, babosa, cubría de a pocos la cabeza del miembro del extasiado sujeto y una especie de lombriz viva daba vueltas alrededor de su prepucio cerrado.

    -Sí [Ahhh], mi esposa no se compara a usted tan bella [Uhm]. No le gusta usar calzoncitos como los suyos todo chiquitos [Ah, madre mía]-. A medida que la comparaba, sentía esta misma abertura húmeda deslizarse más al fondo poco a poco. -Ya no me gusta, está bien gorda y se ha descuidado y [Ohh, sí] siempre me han gustado las chicas como usted... Solo que siempre las veía de lejos y nunca le hablé a una [Ohhhh, sí, sí, ahhh]

    La degenerada joven seguía haciendo de las suyas allí abajo mientras que el otro hablaba sus estupideces, ya que además del pleno acto en sí, nada más la excitaba sobremanera el que la pongan en el pedestal más alto, acaparando la absoluta atención de todos. Eso la hacía sentir especial siempre. Siempre quiso sobresalir en todo aspecto, haciendo de ella un ser con carcasa bellísima pero un interior tan podrido como los despojos del tacho de basura. Pero esa desmedida atención también se relacionaba con otra cosa. Jamás había tenido el atrevimiento de tener sexo con alguien a quien ella considerase inferior en todo sentido, ya que todas sus conquistas eran chicos de entornos similares al suyo. Tenía al mundo a sus pies, pero luego de tanto experimentar del mismo, quiso algo más. Por eso, solo bastaba que uno de sus días sea en absoluto malo para desfogarse con alguien del escalafón más bajo. La completa adoración del sujeto añadida al acto exótico la excitaba como nunca lo había sentido. La misma imagen mental surtía sus efectos en sus labios inferiores, porque si bien su objetivo primario era el de solamente despojarse de sus prendas frente al otro y hacerle un sexo oral magistral, no tenía inicialmente las ganas de ser tocada por él, menos aún ser penetrada de alguna manera. Pero su cuerpo provocaba el deseo de pasar del límite permitido para ella.

    En cuclillas, con las piernas separadas, se masturbó sobre la tanga, dando movimientos ondulantes y circulares por encima de sus labios vaginales ahora ya hinchados del placer. Mientras que desde arriba, el sujeto podía ver claramente esos cabellos mecerse adelante y atrás en la medida que ella introducía y volvía su garganta del pene ya bien erecto, pero en lo que más se fijaba el fetichista era en la perfecta forma de corazón de sus nalgas abiertas con la fina tanga que nacía por entre las dos protuberancias y formaba ese triángulo de tela.

    [Ohh, ahhh, ohh, ahhh, ahhhh, !Ahhh¡] Ese último gemido fue la señal del volcán en erupción.

    -Vente adentro.

    -¿Te las vas a tomar?

    -Sí, toda, no me la saques.

    -Está bie... [¡Ahhh!]

    Todo ese chorro en propulsión se disparó hasta lo profundo de su garganta, sintiendo la tibieza del espeso líquido lechoso discurrir viscozamente dentro de su interior, cuyo sabor ferroso la hizo sentir como toda una puta. Pero en ese momento se sentía la prostituta más feliz del planeta, ya que mientras se tragaba el semen del hombre, sus dedos jugaban también en su propio sexo.

    -Ya, quiero más.

    -¿Cómo ahora?

    -Hazme lo que quieras ahora, voy a ser tu perra, ¿ya?

    -¿Lo que quiera?

    -Sí, quiero jugar a ser tu puta.

    -Está bien. Párate entonces y date vuelta.

    Ella hizo lo que le mandó y se irguió, dando el culo directo frente a su pene. Pero antes de mandarse al ataque, lo que hizo primero fue tocar por fin esas naglas a profundidad sin creer su suerte. Luego la abrazó desde su espalda y con las mismas también palpaba frotando el pubis y piernas de la mujer que también se excitaba. Al igual que ella había hecho con él, agarró casi como apretando la vagina mientras le besaba el delgado y largo cuello, cuyo olor era exquisito.

    -¿Te gusta que haga eso?

    -Sí [Ah...]

    -¿Por qué a mí, ah?

    -Eso no importa. Pero insúltame.

    -Perra

    -Sí [Ahhh]. Eso soy, ¿no?

    El hombre se agachó completamente descendiendo sus ojos al frente del perfecto culo de la joven. Con sus manos abrió sus glúteos como un libro y observó como es que la fina línea de tela apenas cubría un hoyuelo oscuro. Entonces sin perder el tiempo introdujo enteramente el rostro por dentro de las nalgas, oliendo por dentro y sintiendo la piel de la elevada mujer. Ella gimió. Su lengua ahora jugaba con la tela y daba indicios de tocar con la húmeda lengua su ojete perfectamente limpio. Ni corto ni perezoso, al darse cuenta de que no protestaba, hizo lo que siempre le quiso hacer a su esposa, hacerle un hermoso y perfecto beso negro.

    -¡Ah, puta madre! ¡Qué rico, [Ahh] no pares!

    El beso duró lo que tuvo que durar.

    -Ahora ponte en cuatro con esa silla... perra.

    Una vez ella en posición, suavemente deslizó la elegante tanga hacia el costado y, como ambos miembros se presentaban ya húmedos, introdujo su palpitante pene por dentro de la cálida y rosada vagina de la finísima hija de la dueña de la empresa. Y así empezó el empuje que entraba y regresaba que caracteriza el coito.

    -¿Deseas por el ano?

    -No, por ahí no. Sigue como estás. [AHH]

    No hubo mucho que explicar más que por los gemidos de placer de ambos compinches. Ella al borde de la locura por su primera experiencia exótica y él por haber cumplido sus sueños de tener sexo con una mujer de alcurnia como ella. La intensidad fue tal que repitieron otra vez más, y una más, y otra más. Se ponían más imaginativos y se colocaban encima de una mesa, luego en otras posiciones que ambos proponían.

    -¡Ahhh, sí! ¡Métemela más duro, papi!

    -¿Así te gusta perra rica?

    -¡Sí, conchasumadre! ¡Es [AHH] lo más rico que he hecho en toda la vida!

    -¿Lo vamos a repetir?

    -[Ahhh, ahhh, ahhh]

    Una vez terminados, el sujeto observó como en un sueño la forma en que ella se volvía a colocar las prendas y arreglarse para una reunión laboral. Su antes faz de placer ahora cambiaba por el mismo temperamento discriminador de siempre.

    -¿Lo volveremos a repetir? -dijo por fin el animado trabajador.

    -No -, dijo secamente la joven-. Ni una palabra de lo que hemos hecho. Si hablas o me vuelves a mencionar el asunto hago que te despidan, ¿me entendiste?

    -Pero...

    -Ni una palabra, . Ya has visto y hecho suficiente. Ahora lárgate después de que yo me vaya.

    -¿Qué le digo a mi jefe?

    -¡Yo qué sé! Dile lo que sea, no es mi roche.

    Sorprendido por el extremo cambio de parecer, no dijo ninguna palabra siquiera de despedida para la mujer que ahora ya se retiraba.

    -Ah, una cosa más. No me vuelvas a ver más. Si me cruzo contigo no me mires, ¿ya? Ahora chau.

    La puerta se cerró fuertemente y el desconcertado hombre casado no podía creer lo que había pasado ni cómo había cambiado todo tan rápidamente. Se sintió usado, casi sucio, extasiado del placer pero incrédulo, la amaba pero también empezaba a aborrecerla. Amaba todo su cuerpo y cómo se sentía penetrarla duramente, jamás había hecho el coito con una mujer de esa talla, pero a la vez sentía que la odiaba por lo último.
     
    Srdestroyer, 14 Abr 2021

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    Buen relato continua
     
    piuranosolitario, 14 Abr 2021

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    Buena, si hubiera fotos para hacer más gráfico el relato sería paja
     
    Azazel22, 14 Abr 2021

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    Pobre perdió la oportunidad de cubearla, ojala que en la segunda parte le perfore el anubis
     
    louis72, 14 Abr 2021

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    Una vez paso algo similar solo que no fui sumiso ni acepte huevadas..... La bofetee
     
    Icelos230680, 14 Abr 2021

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    Siga, cofrade! Queremos saber si le soltó el ano
     
    Gatón Acurio, 14 Abr 2021

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    Srdestroyer

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    Eso de verdad es una buena idea! Voy a ver cómo ilustrar la historia.
     
    Srdestroyer, 15 Abr 2021

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    buena la historia pero se la perdio el fulano
     
    joshenco, 18 Abr 2021

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    Interesante relato kofra
     
    ozil, 18 Abr 2021

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    #9

    ozil

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    ozil, 18 Abr 2021

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    #10

    mercenary

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    Claro mano, si yo hubiese sido el trabajador en el momento de la penetración dónde la pendejita estaba arrechaza simplemente sacaba mi miembro y la haría rogar si es posible de rodillas para que se la meta, ya me imagino a la condenada rogando, suplicando por su medio kilo de carne
     
    mercenary, 16 Jun 2021

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