Follé con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 2)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Felipe Vallejo, 21 Nov 2020.

    Felipe Vallejo

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    Capítulo II: El chantaje de Esperanza

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    Una vez que me vestí, decidí que lo mejor era marcharme. Salí del cuarto de Majo y me quedé allí quieto por un instante. Por la cabeza me pasó el pensamiento de averiguar si Esperanza nos había escuchado o no. Luego recapacité y pensé que no tenía mayor importancia, al fin y al cabo Majo ya me había dicho que debía marcharme.

    El pasillo estaba oscuro, de hecho todo el apartamento lo estaba; todas las luces apagadas, reinaba la quietud y el silencio. Caminé en dirección a la salida buscando no hacer ruido. De repente una mano me agarró del brazo, casi muero de un infarto. Era Esperanza, estaba recostada en el marco de la puerta de su habitación.
    Allí estaba, esperando, como quien acecha a su presa. Apenas me agarró del brazo y vio mi reacción de susto, me hizo un gesto con el dedo sobre sus labios, buscando que yo no hiciera ningún ruido. Me haló del brazo y me metió en su cuarto. Cerró la puerta con mucho cuidado mientras mantenía el dedo sobre su boca y la mirada fija en mí. Llevaba puesta una bata de baño, el pelo amarrado y estaba descalza. Apenas cerró la puerta, puso sus manos sobre su cintura y luego, lentamente, desajusto el cordón que cerraba su bata. Quedó al descubierto. Yo no podía creer lo que estaba viendo.

    Esperanza es muy parecida a Majo, es casi idéntica. También es muy delgada, eso sí, tiene un poco más de carne en las piernas y en las caderas. Sus caras se parecen mucho, la diferencia está en el color de sus ojos, son de un café más tenue, más miel, al igual que su pelo, que es de un castaño más claro. Ese pelo café y rizado que en ese momento llevaba amarrado sobre su cabeza. La otra gran diferencia es que Esperanza tiene unos senos de un tamaño más aceptable. Ligeramente caídos, pero preciosos.

    Una vez que abrió su bata se quedó mirándome fijamente, yo estaba totalmente quieto, casi congelado sin poder creer lo que estaba pasando. Muy despacio dio un paso hacia delante, acercó su cara hacia la mía y me besó en la boca. Fue un beso corto al que yo no respondí, solo permanecí allí, inmóvil. Continuó diciéndome al oído “de aquí no sales sin follarme”. Una vez alejó su cabeza y quedó nuevamente parada frente a mí, la tomé de las manos, le expliqué que no podía ser, no podía pasar. Le dije que no se lo tomara a mal, pues tenía muchas razones para que eso no pasara. Le dije que amaba a Majo y que no pensaba destruir nuestra relación por un rato de placer. Le expliqué que no era falta de deseo hacia ella, es más, tuve que confesarle que apenas se había abierto la bata, a mí se me había puesto durísimo el pene, pero que debía comprender que era bastante riesgoso y no era correcto. Le di un beso en la frente, tratando de asumir una actitud paternal hacia ella, le dije que olvidáramos lo ocurrido y que se fuera a dormir.

    Apenas me dirigí a abrir la puerta, ella volvió a agarrarme del brazo. Me haló con fuerza hacia ella, e inmediatamente me dijo, “la cosa está así, o me lo haces ahora mismo o empiezo a gritar fingiendo que te metiste abusivamente a tocarme… eso si terminaría definitivamente tu relación con Majo ¿o no?”
    Estuve en silencio por un instante, mirándola fijamente a los ojos; ella permanecía igual, su mirada era desafiante, parecía decidida a conseguir lo que quería. Notó que me tenía arrinconado entre la espada y la pared, y ante mi impotencia y mi silencio, tomó mis manos y se recargó contra la pared. Estando allí de pie, recostada contra el muro, abrió sus piernas y aún sosteniendo mis manos entre las suyas dijo, “por última vez te lo digo, o me follas o tu relación se acaba ahora mismo”

    Permanecí en silencio por unos segundos, mantenía mi mirada fija en su rostro, buscaba intimidarla, hacerle saber que la odiaba por lo que me estaba haciendo. Cuando la vi abriendo su boca dispuesta a gritar arrojé mi cara contra la suya y empecé a besarla. Le saqué la bata y le dije que accedería a su pedido pero que todo tenía que ser muy rápido y en silencio; no podíamos dar oportunidad a que Majo se enterara y aprovecharíamos mientras ella se bañaba.

    Esperanza rápidamente dijo que no, que en lo del sigilo estaba de acuerdo, pero que no quería algo fugaz. “Quiero que hagas conmigo exactamente lo que hiciste con Majo”. Siendo así, estando en sus manos no tuve otra opción que pasar saliva y resignarme a cumplir con las órdenes de Esperanza. Inmediatamente me agaché y empecé a lamerle su coñito. Lo llevaba depilado, al ras, se veía delgado, ajustadito y especialmente muy tierno. Era un coño con apariencia de inocencia, aunque minutos más tarde iba a comprobar que no había nada de inocencia en la cabeza enferma de esta chica Lentamente movía de arriba a abajo mi lengua sobre su joven vagina. Ella me agarraba del pelo con una de sus manos mientras lo hacía, pedía constantemente que no me detuviera, con la otra mano se acariciaba los senos.

    Mientras estaba allí, paseando mi lengua sobre su concha, traté de agudizar mis oídos. La escuchaba pasar saliva, suspirar, notaba como se aceleraba su respiración. También escuchaba el agua caer, sabía que Majo aún estaba bañándose. Pensaba en que esto no habría ocurrido si Majo me hubiera permitido quedarme a dormir. Busqué justificar todo pensando que esto también era culpa de Majo, luego recapacité; tuve claro que ni Majo ni yo éramos culpables por esto. Todo era culpa de Esperanza, esa pequeña ninfómana que sabía vender a sus seres queridos esa apariencia de chica inocente.

    Esperanza parecía complacida, contemplé proponerle en que lo dejáramos ahí. En que yo le comiera la concha mientras Majo se bañaba y luego me dejara marchar a mi casa. Pero Esperanza pensaba diferente, mientras yo imaginaba como zafar de esa situación ella me agarraba del pelo y me halaba hacia arriba, hasta hacerme quedar de pie. Estando cara a cara me dice “fue suficiente, ahora vamos por lo bueno”. Agarró mi pene entre sus manos y lo introdujo lentamente en su vagina, que para ese momento ya estaba lo suficientemente lubricada.

    Aún se escuchaba el agua caer al otro lado de la pared, mientras tanto yo empezaba a deslizar mi pene dentro de la vagina de Esperanza. Lo primero que hice fue taparle la boca con mi mano izquierda, con la otra mano buscaba acariciar su cuerpo, en especial sus senos, esos bellos pechos que desafortunadamente Majo no tenía.

    Pero no podía, al hacerlo perdía el equilibrio y tenía que apoyarme sobre la pared. Esperanza lo notó y en ese momento cruzó sus brazos por detrás de mí cuello, dio un pequeño salto y cruzó sus piernas alrededor de mi espalda. Yo la sujetaba por debajo, por el culo con mi mano izquierda, con mi otra mano tocaba su cuerpo, pasando por su espalda, sus senos y sus piernas. Cuando sentía que perdíamos el equilibrio, la apoyaba contra la pared; la penetraba fuertemente, y fue allí que empezamos a tener problemas. Primero porque nuestros cuerpos hacían bastante ruido al chocar y ella, aunque trataba de reprimirse jadeaba y ocasionalmente gemía. Apretaba sus labios entre sí para no dejar salir sus gemidos, pero por ratos se le hacía imposible. Los dos nos concentrábamos en escuchar el agua caer, mientras Majo estuviera bañándose no tendríamos el problema de ser escuchados.

    A pesar de que ya me había dejado llevar y estaba disfrutando de follar con Esperanza, aún continuaba rondando en mi cabeza ese delirio paranoico de que Majo podría oírnos. Lo peor estaba por llegar. Mientras culeábamos contra la pared, los dos notamos como paró el sonido del agua chocando contra el piso, sabíamos que el duchazo de Majo había terminado y estábamos obligados a no hacer el más mínimo sonido. De hecho, le propuse que dejáramos todo ahí, pero Esperanza estaba decidida, quería terminar lo que habíamos comenzado. Lentamente puso sus pies en el suelo, me tomó una mano y me condujo hacia su cama.

    Ni siquiera ella sabía cómo terminar lo que habíamos comenzado, no sabía cómo continuar culeando sin hacer ruido. Me dejó acostado en su cama, ella se levantó, recogió su bata, se la puso de nuevo y volvió a la cama. Una vez estuvimos bajo las cobijas me dijo “Esto que empezamos lo acabamos hoy o lo acabamos, no hay otra opción. Si es necesario que esperemos a que Majo se duerma, esperaremos. Si es necesario que te quedes a dormir, lo harás. A mí no me dejas iniciada”. Estaba convencida, pero más allá de eso yo pensaba que estaba loca; me preguntaba si a ella no se le pasaba por la cabeza el riesgo que estábamos corriendo.
    Una vez que terminó de hablar, empezó a besarme, agarró mi mano y la condujo hacia sus senos; yo los tocaba por debajo de su bata. Seguimos acariciándonos durante un buen rato. Por momentos dejé de lado el temor, la pesadilla paranoica de ser descubiertos; me calentaba mucho la situación.

    Como tal, todas las mujeres de esta familia me generaban una atracción, pero como les conté anteriormente, no me cruzaba por la cabeza la idea de estar con alguna que no fuera Majo. Esperanza era quizás la que menos había despertado deseos sucios en mí, pero ahora que estaba ocurriendo, me daba cuenta del apetito inconsciente que tenía hacia ella.

    Estando bajo las cobijas escuchamos el crujido de una puerta abriéndose. Majo estaba saliendo de su cuarto. Para mí el mundo se vino abajo, pensé que se había dado cuenta y que venía histérica hacia nosotros. Esperanza también sintió miedo, se cerró bruscamente la bata y me arrojó al suelo, rápidamente y hablando bajito me pedía que me metiera bajo la cama. Si Majo nos había escuchado no habría dudado en buscar hasta en el último rincón, pero no había en donde más esconderse. Saltar por la ventana no era una opción, estábamos en un noveno piso. Lo pensé por un momento, para mí esto era la debacle, en ese entonces era casi tan fatal perder a Majo como el mismo hecho de saltar desde un noveno piso, sin embargo, solo fue un delirio, una ocurrencia fugaz de una mente desesperada. Así que permanecí estático y en completo silencio bajo la cama, esperando que Majo no viniera hacia acá, rogando porque fuera hacia la cocina o quizás a asegurarse de que la puerta del apartamento estuviera con llave.

    Pasaron un par de minutos y Majo no había venido hacia nosotros, seguramente fue a poner el cerrojo de la puerta, ya que se suponía que yo me había marchado hace unos minutos, por esto la puerta del apartamento estaba sin cerrojo. Esperanza, con un ligero murmullo, me decía que volviera a la cama, que Majo no venía hacia acá. Yo le respondía, también hablando muy bajo, que debíamos ser prudentes, que hasta que no escucháramos la puerta del cuarto de Majo cerrándose era mejor permanecer como estábamos.

    Y de verdad que tuve la razón al pedirle prudencia a Esperanza, porque fue en cuestión de segundos que vimos como la puerta se abría lentamente y con ello entraba un destello de luz proveniente del pasillo. Yo no podía ver mucho al estar debajo de la cama, tan solo pude apreciar los pies de Majo; estuvo parada bajo el marco de la puerta por unos segundos. Esperanza nuevamente fingió estar dormida, profunda y plácidamente. Majo se dio vuelta y cerró la puerta. Segundos después escuchamos cuando cerraba la puerta de su cuarto. Era hora de salir, de continuar cogiendo.

    Volví a subirme en la cama y ahí estaba ella, tumbada, con la bata abierta, las piernas separadas, se había soltado el pelo; con un gesto insunuante en su rostro; era una invitación explícita para que la follara. Obviamente yo sabía que debía esperar un rato, por más caliente que estuviera, por más deseos que tuviera de penetrarla, debía esperar porque Majo aún podía estar despierta. Empecé a lamer muy despacito la cuquita de Esperanza, ella me decía que el miedo que había sentido hace un momento le había generado, además de terror, mucha excitación. Estaba ansiosa porque la follara. Su posición sugestiva lo decía todo.
    Continué por unos minutos complaciéndola con mi lengua, pero al ver que su excitación crecía, y con ella aparecían ligeros gemidos, decidí pedirle que cambiáramos de rol. Le pedí que me complaciera con su boca. Le dije “me pediste que hiciera contigo lo que hice con Majo. Pues bueno, ella me la chupó, así que lo vamos a hacer exactamente igual”. Majo no lo había hecho, me lo había quedado debiendo, y de por sí, esa era una gran falla ya que una de las cosas que yo más disfrutaba, era una buena mamada de Majo. Era una diosa con sus labios y su lengua.

    Majo no lo había hecho, pero Esperanza no lo sabía, así que sin protestar accedió. Mientras yo estaba de rodillas en la cama, ella se inclinó y empezó a meterse mi pene en su boca. Con esto evitábamos hacer ruido por un rato, por lo menos mientras nos asegurábamos de que Majo estuviese dormida. Además, debía aprovechar la situación y ya que ya se había ido todo al demonio, no quedaba más remedio que disfrutar al máximo. Pero Esperanza no era tan hábil con la lengua como Majo. No lo hizo mal, pero no estuvo ni cerca de hacerme sentir el placer que genera Majo con una de sus magistrales mamadas.

    Esperanza se cansó de complacerme con su boca y reclamaba porque la penetrara. Ya habían pasado por lo menos unos quince minutos desde que Majo se había ido a dormir. Era cierto que ahora podíamos estar más tranquilos, podíamos dejar fluir todos nuestros deseos de sexo, muy seguramente Majo ya estaría dormida. Pero a mí había algo que me decía que no, que no podía dejarme llevar sin asegurarme de que Majo no se iba a dar cuenta. Se lo dije a Esperanza y ella me respondió, “pensé que te había quedado claro, me follas o armo un escándalo”. Le hice saber que tenía claro el chantaje al que me estaba sometiendo, es más, le dije que no pensaba dejar de lado lo que habíamos empezado, solo que quería asegurarme de que pudiéramos pasarla bien, pero sin arriesgar tanto.

    Le propuse ir al cuarto de Majo mientras ella me esperaba ahí en la cama, abrir suavemente y fijarme si ella dormía. Era descabellado; ¿y si no dormía y me veía entrar a su cuarto? ¿Qué se suponía que iba a decirle?
    Sabía que era un riesgo enorme, pero hasta no ver a Majo dormida no podría sentirme tranquilo. Esperanza lo entendió, aprobó mi plan, pero bajo una condición, una jodida condición que solo puede proponer la cabeza enferma de esa mujer. “Vas a ir a ver si Majo duerme, pero vas a ir, así como estás, vas a ir desnudo”. Seguramente pensaba que si me vestía podía escaparme. Accedí. En todo caso si Majo dormía, no me iba a ver entrar desnudo a su cuarto y, si no dormía daba lo mismo si estaba vestido o no, porque lo primero que debía explicarle era ¿Qué hacía allí?

    Abrí la puerta del cuarto de Esperanza sin hacer ningún ruido, caminé cuidadosa y silenciosamente por el pasillo hasta estar en frente a la habitación de Majo. Ahora el gran reto era abrir la puerta de ese cuarto sin que hiciera el habitual crujido. Giré la perilla muy despacio, pero la puerta la abrí rápidamente. Éxito, cero ruidos.

    La vi allí acostada, estaba profunda; al parecer se había ido a dormir desnuda; estaba arropada con sus cobijas, pero hasta la altura de su cintura. Sus pechos estaban al aire. Me quedé contemplándola por unos segundos, verla así me calentó bastante. De repente sentí un pellizco en el culo, me tragué el grito que me generó el susto e inmediatamente giré mi cabeza, allí iba Esperanza corriendo hacia su cuarto en medio de risas. Cerré la puerta del cuarto de Majo y alcancé a Esperanza para, por fin, terminar con eso que habíamos dejado inconcluso hace un rato.

    Capítulo III: Vendetta, inquina y punto final al doblete


    Ícono Ángela Gach.jpg

    Habiéndome asegurado de que Majo estaba dormida y ante la rabia que me había generado el aprieto en que me había metido Esperanza, decidí follarla duro, con furia. Ella quedó sorprendida porque mi actitud sumisa había desaparecido, ahora era yo quién llevaba las riendas de la situación. Me había convertido en una bestia que no quedaría tranquila hasta haber explotado de placer con esa mujer que me había metido en este aprieto. Al fin y al cabo, si esperanza se comportaba como una puta, como una puta la iba a tratar...
     

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    Felipe Vallejo, 21 Nov 2020

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    enrique7843, 22 Nov 2020

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