Doña Inés y el aventurero

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por HackCrack3x, 29 Dic 2020.

    HackCrack3x

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    El mesón Del Potro era conocido por medio mundo, es un deci, era muy conocido por casi todo el país,desde lejos y aunque llegasen tarde, los viajeros solitarios, transportistas e incluso políticos de viaje a la capital. Todos hacían lo posible para llegar hasta allí. En el mesón siempre encontraban el caliente plato apetecido, abundante y bien elaborado, y lo mejor de todo con un precio asequible para cualquier bolsillo. Sus especialidades eran los cocidos de carne de jabalí y ternera de una zona privilegiada.
    El que lo fundó lo hizo a primeros del siglo XX, cuando por ahí pasaba más caballería que coches cosa normal en aquella época. Doña Inés era la tercera generación que regentaba aquél histórico mesos. Muy jóven quédose viuda de un marido poco afortunado. Este, un día, que fue para olvidar se quedó dormido encima del caballo y cayendo de ese se golpeó la cabeza contra una piedra. A su alrededor no había nadie más Doña Inés con 33 años, se convirtió en una desconsolada viuda. Pero con mano firme continuó en aquel negocio de la hostelería de reconocido nombre y con una hija de dos años. Brava como era, como todos sus antepasados continuó luchando incansablemente mientras su hija se convertía en una preciosa mujer. A la hija pretendientes no le faltaban, pero a Doña Inés le hubiese gustado encontrar uno, pero la suerte no le acompañaba. Si en alguna ocasión pasó por el mesón algún hombre interesado en ella a todos les sobraban años. Doña Inés hubiese deseado un buen semental de la edad de su hija. Estaba claro que ellos a quién solicitaban era a su bellísima hija. Ambas tenían lo que todos los hombres buscan: curvas y curvas y un culo de campeonato, en esos tiempos una mujer con 55 años no tenía mucho gancho. Doña Ines desesperaba al ver que pasaba el tiempo y no había nadie en su cama. A su hija eso no le pasaba, su problema era que tenía que rechazar a muchos y pasaban como si fuese una procesión de Semana Santa.
    Fue un anochecer cuando al mesón llegó un jovén de unos 28/30 años acompañado de un hombre más mayor en un coche con matrícula francesa. Ambos pidieron la cena y pernoctaron en habitaciones separadas. Cuando el jovén bajó a desayunar, vio que su compañero le había abandonado allí, sin una nota, sin una explicación y llevándose una bolsa llena de dinero.
    Cristian , que así se llamaba el forastero, decidió quedarse un tiempo en el mesón, hasta que reorganizase su vida. El sabía que su compañero no volvería y tendría que decidir si se quedaba en ese país o regresaba a Francia. El dinero que llevaba encima solo le permitiría estar alli un par de meses, como mucho tres.
    Durante su primera semana se pasó el día dando largos paseos y llamando a teléfonos internacionales de los que no recibía respuesta. Durante esa semana, también tuvo la oportunidad de hacerse amigo de la bellísima hija de Doña Inés. Su porte de extranjero a ambas llamó la atención, así como su hablar a medias palabras en Francés, educado como era simpatizó con ambas. Simpatizó más con la hija,pues este, encajaba con sus gustos y sabía comportarse como un hombre de mundo. Al cabo del tiempo,ellas ya sabían tratarle como si fuese de casa, conocedoras de la situación le ofrecieron quedarse a trabajar allí el tiempo que necesitase.
    Cristian, aprendía con facilidad y era muy enérgico, poco tardó en demostrarlo cuando una tarde entraron en el mesón dos individuos que comieron apiparamente y se negaron a pagar y encima trataron de llevarse la recaudación del día amenaznado con un cuchillo de grandes dimensiones. Aquello fue un visto y no visto, a uno le pegó un golpe en la cabeza con una botella y al otro esquivando el cuchillo le pegó un puñetazo en la boca. Los dos compinches abandonaron el local tan rápido como le dieron las piernas. Afuera les esperaba un vehículo con el motor encendido para salir de ahí a toda velocidad.
    Tanto Doña Inés como su hija lo abrazaron como si fuera el salvador del mundo. Después Doña Inés agradecida, le abrió una botella de vino espumoso sirivendo incluso a un sorprendido cliente que lo había visto todo.
    Cuando Cristian se confió a las dos damas, les fue contando las aventuras vividas por varios países y los peligros que había pasado. Ellas más interesadas estaban en aquel atractivo hombre llegado de lejos, ciertamente misterioso así como sus aventuras. Ambas tenían claro que nunca habían conocido a nadie como el.
    Cuando esté entró más en detalle con sus historias,les explicó que durante dos años estuvo de mercenario en un país del Africa Negra, las dos seguian fascinadas su relato. Les contó que las nativas les requerian continuamente, ellas quedaron impactadas, tanto por los combates, como por las aventuras que vivió con aquellas mujeres, esas mujeres que de pronto se enamoraron de los valientes hombres blancos. Este les contó que cuando volvió a Europa le costó recuperar las fuerzas.
    Después de cenar se fueron a sus habitaciones, tanto Inés como su hija estaban muy calientes. Fue la hija quién tomo la decisión de ir a la habitación de ese bravo hombre para que continuase con esos calientes relatos. Sin llamar entro a la habitación levantó las sábanas y se tumbó junto a este y le dijo al oído que le contase más historias sobre los combates con aquellas negritas. El se giró y le dijo muy bajito que esas horas no eran para contar aventuras, era para ponerlas en pràctica. Con su mano le quitó las bagas y el camisón y le metio su miembro en aquella frondosa y húmeda cueva que le esperaba ansiosa. Mientras estaba con el sube y baja le apretaba los pechos su boca busco la suya que recibió extasiada la lengua de aquel hombre.
    -!Mueve el culo negra¡- Gritaba como si tuviese encima a una Diosa de ébano.
    Cuando el descargó dentro de ella rugió con fuerza
    -Métemela hasta los huevos mercenario!
    Cuando acabaron ella abandonó la habitación. Cerca de la madrugada, y como una repeteción fue Doña Inés quién se acercó a la habitación de este jinete. Poco tardo en despertar, pero a ella no tuvo que quitarle nada, y estaba desnuda.
    Doña Inés como si eso lo esperase como agua de Mayo, puso en la cara de estes u poblado bosque para que le metiese la lengua mientras ella se encaraba contra aquel maravilloso priapio, con una mano le acariciaba los huevos para después comérselos lujuriosamente.
    Después de un intenso orgasmo se quedó dormida en los brazos de aquel hombre, doña Ines le susurró que si se quedaba también podría tener a su hija en su cama. Le dijo que si se quedaba no tendría que trabajar solo darle placer a las dos.
    Unos meses más tarde Doña Inés y el aventurero se daban en si quiero mientras que su hija, lloraba de emoción.
     

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    HackCrack3x, 29 Dic 2020

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