Género Cine épico de carácter Histórico y Leyenda

Tema en 'Cine' iniciado por Walia, 27 Ene 2010.

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    los tercios Españoles

    Fuente wikipedia
    Y pORTAL DE PELICULAS ESPAÑOLAS


    [​IMG]

    [​IMG]
    Aunque fueron oficialmente creados por Carlos I de España tras la reforma del ejército de 1534 como guarnición de las posesiones españolas en Italia y para operaciones expedicionarias en el Mediterráneo, sus orígenes se remontan probablemente a las tropas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia, organizadas en coronelías que agrupaban a las capitanías, que a su vez tiene origen en la evolución de ejército de los Reyes Catolicos en la guerra de Granada, cunado crearon un ejército profesional y dependiente de la corona, cosa facilitada por la larga tradición de peonaje de la Reconquista. El modelo de piqueros suizo, adaptado durante esa época, se completó con la creación de escudados (espadachines) y hombres con armas de proyectiles, fundamentalmente ballestas pero con algunas armas de fuego. No tardaron mucho en desaparecer espadachines y ballesteros a favor de las armas de fuego. En las guerras de Italia, el proceso estaba completandose.Los tres primeros tercios, creados a partir de las tropas estacionadas en Italia, fueron el Tercio Viejo de Sicilia, el Tercio Viejo de Nápoles y el Tercio Viejo de Lombardia. Poco después se crearon el Tercio Viejo de Cerdeña y el Tercio de Galeras (que fue la primera unidad de infantería de marina de la Historia). Todos los tercios posteriores se conocerían como Tercios nuevos.
    El objetivo del Tercio era poder contar con cuerpos móviles y poderosos para afrontar las múltiples campañas militares a las que se enfrentaban los gobernantes españoles de la época.
    Estaban inspirados en la Legión romana, por lo que algunos historiadores cree que pudieron ser bautizados así debido a la tercia, la legión romana que operaba en Hispania. Sin embargo, otros autores apuntan a que el nombre de Tercio puede venir del hecho de que los primeros tercios italianos estuvieran compuestos por 3.000 hombres. En todo caso, lo más problable es que el término "tercio", se refiera sencillamente a una parte de las tropas. De la misma forma que en esa época en los abordajes, se dividia a los hombres en "tercios" o " trozos", uno para el asalto y otros para la defensa del barco.
    Organización de los Tercios

    La organización de los tercios vario muchísimo durante su existencia (1534-1704). La estructura original, propia de los Tercios de Italia, dividia cada tercio en 10 capitanías o compañías, 8 de piqueros y 2 de arcabuceros, de 300 hombres cada una. Cada compañía, aparte del capitán, tenía otros oficiales: un alférez, un sargento y 10 cabos (cada uno de los cuales mandaba a 30 hombres de la compañía); aparte de los oficiales, en cada compañía había un cierto número de auxiliares (oficial de intendencia o furriel, capellan, músicos, paje del capitán, etc).
    Posteriormente, los Tercios de Flandes adoptaron una estructura de 12 compañias, 10 de piqueros y 2 de arcabuceros, cada una de ellas formada por 250 hombres. Cada grupo de 4 compañías se llamaba coronelía. El estado mayor de un tercio de Flandes tenía como oficiales principales a los coroneles (uno por cada coronelía), un Maestre de Campo (jefe supremo del tercio nombrado directamente por la autoridad real) y un Sargento Mayor, o segundo al mando del Maestre de Campo.
    Los tercios solían presentarse en el campo de batalla agrupando a los piqueros en el centro de la formación, escoltados por los arcabuceros y dejando libres a algunos de estos últimos en lo que se denominaban mangas, para hostigar y molestar al enemigo.
    El personal de cada unidad era siempre voluntario y entrenado especialmente en el propio tercio, lo que convierte a estas unidades en el germen del ejército profesional moderno.
    A medida que trascurrieron los años, los tercios fueron tanto disminuyendo en número de hombres como aumentando la proporción de arcabuceros y mosqueteros sobre la de piqueros, eliminando cualquier vestigio de algunas armas aún comunes en el momento de creación del tercio (por ejemplo, la ballestas o el escudo redondo o rodela).
    Legado

    Aunque Felipe V disolvió el tercio en su reforma de 1704, este nombre se conserva aún hoy dia en tres cuerpos de la legión española y en el cuerpo de infantería de marina.
    Libros sobre los Tercios

    [​IMG] Los tercios, René Quatrefages, 1983, ISBN 84-500-8427-X
    [​IMG] La revolución militar moderna: el crisol español, René Quatrefages, 1996, ISBN 84-7823-473-X
    [​IMG] De Pavía a Rocroi. Los Tercios de infantería española en los siglos XVI y XVII, Julio Albi de la Cuesta, 1999, ISBN 84-930790-0-6
    [​IMG] Tercios de Flandes, Juan Giménez Martín, 1999, ISBN 84-930446-0-1
    [​IMG] Los Tercios en las Campañas del Mediterráneo, s. XVI (Italia), Eduardo de Mesa, Almena (Guerreros y Batallas, nº 4), 2001.
    [​IMG] Los Tercios en las Campañas del Mediterráneo, s. XVI (Norte de África), Eduardo de Mesa, Almena (Guerreros y Batallas, nº 6), 2002.
    [​IMG] Nördlingen 1634. Victoria Decisiva de los Tercios, Eduardo de Mesa, Almena (Guerreros
     
    Walia, 24 Sep 2010

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    Prólogo

    ¿Quiénes eran?, ¿Cómo combatían?, ¿Eran tan buenos o son exageraciones?, ¿Eran crueles?, ¿Unos fanáticos?
    Muchas veces a lo largo de la historia y gracias al desconocimiento general sobre su propia historia, los españoles se han preguntado cosas así. Eso, en el caso más afortunado, porque gran parte de los aficionados a la historia en España, no suelen detallarse en estas unidades militares más que para resaltar su crueldad y sus motines.
    Intentaré (y espero que con la ayuda de mas foristas) dar a conocer, como eran, quienes eran y demostrar que han sido la mejor unidad militar que ha existido nunca. Puede parecer algo pretencioso, pero creo que los hechos que se expongan aquí confirmarán esta afirmación.

    La Génesis de los Tercios

    Durante las últimas etapas de la Edad Media y debido a los constantes enfrentamientos contra los musulmanes en España, se promulgaron varias medidas para dar "permanencia" a las tropas reunidas para combatir.
    Una de las primeras medidas está recogida en la Partida II del libro de Alfonso X el Sabio, donde da instrucciones para las obligaciones de los "alcaydes", misiones de los caballeros, adalides, almocadenes y almogávares. También relata como formar líneas de batalla, formaciones y tácticas.
    En las Cortes de Burgos de 1.338, se toman acuerdos donde se organiza el servicio de los vasallos, recibiendo a cambio una "soldada" en tierras o dinero. Estos vasallos eran los "peones" o acompañantes a pie de los caballeros. Así surgió el soldado, que no combatía como obligación, sino por contrato.
    Durante los siguientes años, se dictan sucesivas normas, con mayor o menor fortuna, para asegurar la existencia de un "armamento general" para ser utilizado en caso necesario. Pero tendrá que ser con los Reyes Católicos, donde estas medidas se llevarán a cabo de una manera más eficaz.
    El renacimiento militar en Europa, significó una vuelta al primer plano de la infantería. Durante la edad media, el caballero, había sido la principal arma ofensiva. Aunque en España también fue así, en Castilla, el peón no dejó de tener su importancia, posiblemente debido entre otros motivos a lo abrupto del terreno y a la importancia dada a las milicias de los concejos en las tareas de la reconquista.

    Por ejemplo en España, una lanza equivalía a un solo soldado, mientras que en Francia eran 3 al principio de siglo y seis a fines del XV. Hay quien también achaca esta relativa importancia a la influencia romana, de las cuales alguna de sus obras, como "De re militari" de Vegecio, poseía una copia en latín y otra en castellano la reina Isabel de Castilla.
    Ya en 1.482 se tienen referencias de la llegada de peones suizos a España. Parece ser que no solo eran mercenarios, sino instructores de su forma de combatir, ágil, sin apenas armadura. Su presencia terminaría en 1.492, aunque sus descendientes servirían durante siglos bajo las banderas españolas, hasta bastantes años después. Es indudable la influencia del modelo militar suizo en las tropas españolas, pero perfeccionándolo y elevándolo a categoría de arte.
    En 1.493 y ante los más que previsibles conflictos con Francia, los Reyes Católicos crearon las Guardias de Castilla. 25 unidades con 100 lanzas cada una. 20 eran hombres de armas, acorazados de pies a cabeza, con lanza y caballo con barda. Las 5 restantes eran "ginetes", un tipo de caballería única en Europa, claramente influenciada por la cultura militar árabe, con armas ligeras y con caballos rápidos y veloces.
    Como curiosidad decir que en Francia, el regente Beaujeu suprimió en 1490 la infantería de ordenanza creada por Luis XI en 1448 y los gendarmes en 1445.
    Las medidas militares se tradujeron en "ordenanzas", organizando y regulando multitud de disposiciones relativas a crear una "reserva" para tiempos de guerra, organizada y apoyada en los concejos municipales. Se regulaba incluso las multas que deberían pagar los municipios que no proveyeran el armamento necesario.
    Los futuros conflictos con Francia llevaron a una Ordenanza en 1.496. Había habido dos anteriores, que detallaban todo el sistema de "milicias", pero esta tercera, se puede decir que es el origen de la organización del poderío militar español durante siglos.
    Desarrollaba toda la cuestión administrativa, que a la larga sería clave para mantener, con tan menguados medios (en comparación con otros países) territorios tan extensos.
    La ordenanza de 1.496, determinaba la estructura de la tesorería de guerra y el procedimiento de gestión. Desarrollaba el concepto de permiso y el de licencia, desde el soldado hasta el general.
    Ordenaba que los encargados de la economía militar, contadores y veedores, vivieran con sus capitanías y regulaba el "libro de sueldos" donde figuraban todos los contratos, llevando la contabilidad de cada uno de los hombres.
    Regulaba las revistas por parte de los mandos superiores, para garantizar el buen estado, tanto material y espiritual de la tropa.
    Marcaba los sueldos para cada combatiente, según su especialidad y los castigos a repartir en caso de desbandada.
    También castigaba lo que ahora se conoce como "sedición", reunión de la tropa sin permiso.
    Esta larga Ordenanza, marcaba el sistema de centinelas, las obligaciones de los "castellanos" (señores de castillo), la utilización de espías... un sinfín de disposiciones que fueron perfilando lo que sería el primer ejército moderno de la historia
    Una buena representación de estas medidas está en el ejército que mandó Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia en 1.501. Era el ejército "intermedio" entre el medieval y los futuros tercios. Contaba con 549 lanzas distribuidas en 6 capitanías. Los peones 3.243, divididos en 30 capitanías. Los soldados a pie iban armados según la Ordenanza de 1.497:
    "puf(s)ofe en efte tiempo nueva ordenanza en la gente de guerra...repartieronfe los peones en tres partes: el un tercio con lanças, como los alemanes los trayan, que llamaron picas, y el otro tenía el nombre antiguo de efcudados (los rodeleros) y el tercero de ballesteros, y efpingarderos... y aun eftos peones repartidos en quadrillas, de cincuenta en cincuenta".
    Se adoptaba la pica en sustitución de la lanza pero añadiéndole coraza al piquero, no como el suizo o el lansquenete que no portaba. Otro tercio con espada y rodela (efcudados) para intentar alcanzar, entre la maraña de piqueros a los enemigos, y por último, los tiradores a distancia. De momento se combinaba la ballesta y las primitivas armas de fuego.
    No cabe duda, que aquí tenemos el origen de la palabra “tercio”, que mas tarde daría nombre a las unidades militares españolas.
    Las Ordenanzas recogen términos como Capitán y la unidad que manda, Capitanía, en lugar de Almocaden. La capitanía está formada por escuadras. A su mando los quadrilleros o cabos de escuadra. Las escuadras tienen al comienzo unos 40 hombres para ir reduciéndose hasta unos 25. El empleo de Sargento se utiliza por primera vez hacia 1.520.
    El Alférez, segundo al mando, con la misión de enarbolar y proteger con su vida la bandera. Creo interesante recordar aquel Alférez que hacía el año 1000 cubrió la bandera de Castilla con su cuerpo para evitar que fuera capturada, y con su sangre dio el color rojo a la hasta entonces blanca bandera de Castilla.
    El detalle alcanzado era tal, que para el pago de los sueldos se empleaba una detallada contabilidad, donde cada maravedí quedaba justificado, de tal modo que los RRCC, sabían que el coste del ejército expedicionario a Italia costaba 114.403.560 maravedíes al año, siendo el gasto total 365.000.000.
    Todavía se menciona la almogavaría pero no a los almogávares, sino peones o lacayos (sin carácter despectivo). Hasta 1506 no aparece la palabra infante.
     
    Walia, 24 Sep 2010

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    Coronelías

    Uno de los organizadores de las nuevas unidades fue Gonzalo de Ayora. Experto conocedor del sistema militar suizo y que parece ser, fue el "inventor" de la "Coronelía". Está por lo tanto considerado el primer Coronel de la historia.

    Habida cuenta que las Capitanías eran demasiado pequeñas para participar en combate por si solas, se decide agruparlas en una unidad superior, la "Colunela", derivada de la palabra italiana "columna". Al jefe se le dio primero el nombre de "Colonnelo" y posteriormente al evolucionar en "Coronelía" del mismo modo evolucionó "Coronel" en 1.508. Quien mandaba todas las colunelas era el Coronel General.
    No tenía un número fijo de capitanías, sino que se agrupaban en el comienzo de las campañas y al terminar, se volvían a separar. De esta manera, el número no era fijo pero no excedían de 1.500 ni bajaba de 800, siendo lo normal, 1.000 hombres. Poco tiempo después, estas reformas, junto con las de Gonzalo Fernández de Córdoba darán lugar a la Coronelía. La Coronelía estaba formada por 10 "compañías" o "batallas", de 500 hombres, divididos en 200 piqueros ordinarios, 100 arcabuceros y 200 rodeleros. Además había 2 compañías de piqueros "extraordinarios"
    Coronelía
    1 Coronel
    12 Capitanes
    12 Alféreces
    60 Cabos de batallas
    600 Cabos de a diez
    12 Tambores
    2000 piqueros (incluyendo los cabos de a 10).
    1000 piqueros extraordinarios (incluyendo los cabos de a 10)
    2000 rodeleros (incluyendo los cabos de a 10)
    1000 arcabuceros (incluyendo los cabos de a 10).

    El ejército se componía normalmente de 2 Coronelías (o escuadrones que también recibía a veces este nombre), al mando de un Capitán General.
    El ejército contaba con un escuadrón de 300 jinetes ligeros y 300 hombres de armas por Coronelía. En total un ejército estaba formado por 12.000 infantes y 1.200 jinetes.

    Esta organización era la teórica, lógicamente en campaña era difícil de mantener y tampoco era rígida. El impulsor de esta organización fue Gonzalo Fernández de Córdoba, en el que se aprecian ya algunas características importantes que debemos resaltar.
    De una manera "más o menos" oficial, se resalta la importancia de la infantería sobre la caballería, pasamos por lo tanto de la Edad Media, al pleno renacimiento militar. Dentro de la caballería, tanta importancia (respecto al número) tienen los jinetes ligeros como los pesados jinetes acorazados. La utilización de los piqueros, irá relegando su papel, para quitarles el papel protagonista en los campos de batalla.
    Por otro lado, el ejército se organiza de una manera racional, se tienen en cuenta todas las posibilidades del combate y las unidades están organizadas para ello. Los piqueros para parar a la caballería enemiga (y a los piqueros enemigos), los rodeleros para introducirse entre las picas enemigas y las armas de fuego para desgastar por el fuego a distancia. Los rodeleros españoles cobrarán fama, haciendo auténticas carnicerías en las campañas contra los franceses en Italia. Curiosamente no duraron mucho ya que se consideraba un entrenamiento demasiado especializado para una tarea que podían hacer los arcabuceros, que poco a poco irán cobrando más y más preponderancia.
    Para dar una semblanza de las Coronelías, nada mejor que verlas en acción, para ello creo que sería interesante ver su actuación en la Batalla de Pavía.

    Comentarios de la época

    Pero antes, para conocer algo sobre los antecedentes de las Coronelías, pondré algunos comentarios de la época sobre los soldados del Gran Capitán, en sus campañas de Italia. Creo que es importante, y que los ejemplos son esclarecedores de una época, porque aquí se empieza a vislumbrar lo que será la principal "arma" de los Tercios, su moral.

    Tras el sitio de Barletta, de nueve meses, según las crónicas de la campaña: "el ejército sufrió muy grande necesidad, pues no se hallaba trigo, ni cebada ni otro mantenimiento alguno".
    Los españoles aguantaron 9 meses y solo tras recibir permiso del Gran Capitán rindieron la fortaleza, con la condición de reincorporarse al ejército español. Los españoles que quedaban (400) mandados por Pedro Navarro, salieron desfilando, con las banderas desplegadas y gritando "¡España! ¡España!", el cronista francés DÁuton escribió: "Yo no quiero en mi crónica dejar en olvido los buenos hechos de los españoles, antes bien, decir lo que por su virtuosa defensa deben tener como honorable elogio".
    El Gran Capitán ordenó a sus tropas en la misma época:
    “...mando luego echar un bando con gran severidad que todos tratasen muy bien a los prisioneros, porque querían que los españoles no sólo venciesen a las demás naciones; más en la humanidad, en el tratamiento, en la liberalidad, en la cortesía, en la crianza, que sin esfuerzo les hacían tanta ventaja".

    Años después en la campaña del Garellano, se libran duros combates en un puente. García de Paredes expone a Gonzalo las dificultades y aconseja abandonar el puente. Gonzalo le responde:
    "García de Paredes, pues no puso Dios miedo en vuestro corazón, no lo pongáis en el mío, continuad".

    El valiente soldado respondió: "...seguro está vuestro campo de miedo si no entra en él más que el que yo trajera".
    Dicho esto, se lanzó al puente y lógicamente venció.

    En ese mismo combate el Alférez Hernando de Illescas, pierde las dos manos por un disparo de cañón. Pero continúa enarbolando la bandera con los muñones y se pone a la cabeza de sus hombres gritando ¡España, España!
    Otro ejemplo es la orden que Gonzalo da a sus capitanes, entre los que se encuentra el futuro conquistador del Perú, Pizarro, para la toma del pueblo de Rocaseta. "Señores, a Rocaseta he elegido para vuestra victoria o para vuestra sepultura".
    Aprovecho para hacer un inciso, creo interesante. Entre los soldados ya hay un sentimiento "español". Gritan en repetidas ocasiones "España".
    Creo que esto puede decir algo lo que pensaban en la época, sobre el sentimiento de pertenencia a una nación, España.
    Tan importante era la preparación moral para el combate que Gonzalo opinaba (escrito por Diego de Salazar en su obra "De Re Militari"):

    "No traigas jamás a tus guerreros a dar la batalla, si primero no estás seguro de sus corazones y conocido están sin temor y que están ordenados, ni los pruebes si no ves que ellos esperan vencer".
    Este texto es importante porque recoge lo que será una de las máximas más importantes de los futuros Tercios: solo combatirá el soldado (ejército) cuando esté preparado para ello.
    Como antecedente de lo que harían los Tercios, en la batalla de Ravenna (1.512), victoria francesa las Coronelías se comportaron así:
    Cronista Alonso de Santa Cruz:
    "... la qual artillería francesa comenzaron a tirar contra la vanguardia de los hombres de armas españoles e hizieron con ellos tanto vacio que más no podía ser, porque eran muchos tiros gruesos y cañones y culebrinas. Que vino vez llevar de un tiro a quince o veinte hombres juntos. Y como esto vido la Infantería de la vanguardia española, se echó en tierra y cubrió por ciertos valladares que allí avia. Y también hizo el artillería mucho daño en los escuadrones de la batalla y retaguardia española y los capitanes no entendían sino en mandar que cada uno de los suyos estuviera constante y firme en el martirio y que no se partiesen de la orden que tenían. Y la infantería española, como avia estado echada en tierra para no ser ofendida de la artillería de los contrarios, como vieron que ya no tiraban por andar la batalla travada con los españoles, se levantó en pie e acometieron a la infantería de los gascones, normandos y picardos, de tal manera que la rompieron toda, matando la mayor parte della, y los demás hombres los lanzaron al río Ronco. Visto esto, la infantería alemana arremetió a los españoles por vengar a los gascones y travóse entre ellos una cruel batalla y al cabo fueron casi todos los alemanes muertos y los españoles estuvieron por todo el campo, haciendo muchos estragos entre los infantes enemigos, como victoriosos, y se los dexo ir sin hacer molestia alguna, con sus atambores sonando y con sus banderas".
    Otro cronista sobre el mismo hecho de armas:
    Fray Prudencio de Sandoval:

    "...y los franceses sitiaron a la ciudad de Rávena, a la cual fue a socorrer el campo de la Liga. Y las voluntades y ocasiones llegaron a términos que con todas sus fuerzas se dieron en una de las más sangrientas batallas de Europa, domingo 12 de abril de 1.512. En la cual, aunque los franceses se tuvieron por vencedores, murieron tantos de su parte y personas tan señaladas, con su capitán general, Monsieur de la Foix, que se pudo dudar mucho de la victoria. Y después de rompidos los campos, quedó un escuadrón de infantería española que nunca la pudieron romper, y pasó por medio de todos los franceses dejándolos ir en salvo".
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    Los tercios españoles los immortales de alatriste

    FUENTE ; legendarios archivo historico español

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    “Españoles en la mar quiero, y si es en tierra San Jorge nos proteja”…

    Así reza un proverbio inglés desde hace siglos al buen hacer de la infantería española y al gran manejo que con las armas hacían los mismos en los combates cuerpo a cuerpo, especialmente con la espada y la daga –llamada vizcaína-, eran manejadas por aquellos infantes españoles con una destreza y bravura como ningún otro soldado de su época…

    Los Tercios españoles dominaron los campos de batallas de Europa durante todo el siglo XVI y el primer cuarto del siglo XVII, siendo muy temidos y respetados por todos aquellos adversarios que la joven España tenía por aquellos remotos y controvertidos siglos.
    Fue el emperador Carlos V, Rey de España y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, quien creó los Tercios de manera oficial en el año 1534, formando los primeros Tercios en Italia -conocidos como “Tercios viejos”-, pero podemos remontarnos al reinado de los Reyes católicos cuando ya unidades de infantería comparables a los Tercios fueron creadas para defender las posesiones españolas en Italia y realizar las incursiones en el Norte de África en la lucha contra los piratas berberiscos que amenazaban las costas españolas.

    Los hombres que nutrían las filas de los Tercios españoles, eran voluntarios en su gran mayoría, contratados para campañas militares concretas o para periodos de tiempo establecidos, eran soldados mercenarios, con el transcurso del tiempo se fueron convirtiendo más en tropas profesionales permanentes, que habían acabado enrolándose en gran parte como salida a una vida de penurias y de hambre, eran gentes de procedencia humilde o hidalgos venidos a menos, pero todos ellos endurecidos por la crudeza de la vida en aquellos tiempos, otros eran simples mercenarios que no sabían otra cosa que no fuera desenvainar su espada y envainarla manchada con la sangre de sus enemigos y donde los futuros botínes que pudieran tomar en los saqueos y capturas al enemigo eran suficientes para reclamar su atención. También el hecho que se pudiera ir ascendiendo dentro de la jerarquía militar, peldaño a peldaño, sin importar la condición social de que se viniera, significaba un gran reclamo, ya que en aquella época daba mucho prestigio y era algo apreciadísimo en la sociedad española la distinción y jerarquía que se tuviera…en definitiva eran hombres endurecidos por la batalla y por la vida que les tocó vivir, pícaros, disciplinados como ningún otro en los campos de batalla, diestros con la espada, enormemente valientes y con un gran sentido del honor que aquella época requería y emanaba.
    Los Tercios españoles estuvieron formados por todo tipo de nacionalidades que comprendían por aquellos años las posesiones españolas a lo largo del Continente, por tanto podíamos encontrar; italianos, valones, suizos, borgoñones, flamencos…aunque las tropas españolas, siempre se procuraron que estuvieran en Tercios independientes a los extranjeros, eran la base de aquella máquina perfecta de guerreros que recordaban a las antiguas legiones romanas, eran la flor y nata del ejército.
    Los tiempos de gloria de la infantería española estuvieron dirigidos a cargo de generales ilustres y que han pasado con letras de oro a la historia militar española y mundial: Don Gonzalo Fernández de Córdoba “el Gran Capitán” quizás sea su principal precursor y uno de los mas afamados jefes de los ejércitos españoles, pero no el único…Don Juan de Austria, Alejandro Farnesio, Ambrosio de Spínola, Conde de Tilly o el mismísimo Duque de Alba, por poner algunos ejemplos, han dirigido a la infantería española por tierras hostiles y lejanas, infundiendo el temor y el respeto que su solo nombre producía en los enemigos de España.

    Los Tercios españoles fueron evolucionando y variando en su organización en gran medida con el paso de los años, pero podemos enfocar el encuadramiento de dicha unidad en tres clases de combatientes: piqueros, arcabuceros y mosqueteros, aunque antes de la evolución que tomaron las armas de fuego, se utilizaban ballesteros y espingarderos junto a los piqueros. Estaban encuadrados en compañías (unos 250 hombres aprox. cada una), y cada cuatro compañías se establecía una coronelía (1000 hombres), y tres de éstas formaban el Tercio, que solía constar de unos 3000 hombres aproximadamente, aunque a la hora de la verdad las filas estaban siempre bastante mermadas y el número real de combatientes distaba mucho de lo que se presuponía.
    Al frente del Tercio estaba un maestre de campo, establecido por nombramiento real, seguido de un sargento mayor que hacía las funciones de primer ayudante y segundo jefe al frente del Tercio correspondiente. Cada coronelía era dirigida por un Coronel, y las compañías eran dirigidas por los respectivos capitanes, encargados de reclutar a la tropa cuando así se requería y responsables de la formación de la misma.

    Dentro de los Tercios había una figura muy importante: El Alférez, era el lugarteniente del Capitán a quien sustituía cuando éste se hallaba enfermo, herido o ausente. Era responsable de la bandera, que debía portar en los combates y en las revistas.
    Además dentro de cada compañía había una figura, los sargentos, que ayudaban a mantener la disciplina en las filas y velar por que se cumplieran y realizaran adecuadamente las ordenes recibidas por el capitán.

    Además en todos los Tercios había capellanes, cirujanos, pífanos, tambores, que realizaban las labores propias de su cargo. Especialmente la religión estaba muy inculcada en los ejércitos españoles donde la función de los capellanes era fundamental para inculcar la fe y la fuerza divina en los bravos guerreros españoles.

    Junto a los Tercios en las campañas militares, les seguía un tropel de personas vinculadas a los mismos sin pertenecer a la estructura militar, como familiares, prostitutas, vivanderos…etc, en cierta medida recuerda a todo el séquito que seguía a las legiones de Roma en sus campañas y que formaban auténticas ciudades en torno a los campamentos militares.
    Evidentemente los mandos intentaban mantener una férrea disciplina en sus hombres para que todo este conglomerado social no se convirtiera en un desmadre.
    En los siglos que tratamos no había una uniformidad establecida, sino que cada cual vestía conforme su condición económica y social se lo permitía, sus ropas iban convirtiéndose con las inclemencias del tiempo y las duras condiciones de los combates, en harapos y mas bien en muchas ocasiones como consecuencia de la indebida reposición de vestimenta, tenían mas aspecto de vagabundos que de los soldados de uno de los mas grandes Imperios que el mundo ha conocido.
    Para su identificación con las armas españolas, aparte de los estandartes propios de cada unidad, los ejércitos españoles de la época abanderaban la Cruz de Borgoña – según los manifiestos se empezó a utilizar por primera vez en la batalla de Pavía en Febrero de 1525-, los componentes de los Tercios solían llevar un aspa en el pecho o bien lazos o trozos de tela en el cuerpo siempre de color rojo. Contaban con el mejor acero de la época y con la mejor formación que los expertos veteranos iban inculcando en los nuevos reclutas que iban sumándose a las filas de los ejércitos españoles.

    Durante la época que tratamos de los Tercios, principalmente durante el siglo XVII, las guerras solían llevarse acabo estableciendo sitios a plazas principalmente, pero era en campo abierto donde la infantería española marcaba su supremacía absoluta, era una fuerza de choque de amplia autonomía y gran capacidad de maniobra y de potencia de fuego, debido a la acertada combinación entre armas blancas y de fuego.

    La gran cohesión existente entre cada una de las clases de combatientes que antes se han expuesto hacía que los Tercios se convirtieran en una magnífica máquina de guerra, se establecían formando un cuadro de formación cerrada, llamado escuadrón de picas, en el que los piqueros -con lanzas que superaban los 4 metros de longitud- formaban una barrera infranqueable y tras la cual se refugiaban los mosqueteros y arcabuceros, una vez que hacían fuego sobre el enemigo, éstos estaban apostados en las esquinas del cuadro dando protección al mismo y mezclados entre las líneas de picas.
    Los Tercios eran apoyados por artillería y en algunas ocasiones contaban con pequeñas unidades de caballería para proteger sus flancos o perseguir al enemigo una vez eran derrotados.
    Estas técnicas innovadoras en el arte militar durante el siglo XVI y magistralmente llevadas acabo por los grandes generales con que contó la infantería española fueron copiadas por los enemigos del Imperio español y perfeccionadas a lo largo del siglo XVII por enemigos tan brillantes como Gustavo Adolfo II de Suecia.

    En aquellos tiempos para el Imperio de los Austrias, en que poseían tierras a todo lo ancho y largo del mundo, donde decían que en sus territorios “nunca se ponía el Sol”, mantenía una poderosa flota con la que proteger sus posesiones y rutas con América, de la cual procedía principalmente la riqueza que costeaba las guerras en las que estaba España inmersa. Ingleses y holandeses fueron superando poco a poco a la Armada española en cuanto al control de los mares e incluso superándola en tácticas navales y el adiestramiento de los marineros que ocupaban las embarcaciones, por lo que los galeones españoles procuraban abordar las naves enemigas, sabiéndose de la enorme superioridad en el cuerpo a cuerpo de su infantería, hasta en la mar eran temidos los infantes españoles cuando de manejar la espada y el arcabuz se trataba…

    Las victorias españolas de Ceriñola (1503), Garellano (1503), Orán (1509), Bicocca (1522) Pavía (1525), Mühlberg (1547), San Quintín (1557), Gravelinas (1558), Gemmingen (1568), Lepanto (1571), Mock (1574), Maastrich (1579), Amberes (1585), Ostende (1604), Breda (1625), Nördlingen (1634), han pasado a la historia como grandes gestas de nuestros Tercios en los campos de honor, en esos campos llenos de la sangre derramada por aquellos hombres que sin ser ejemplo del momento histórico que les toco vivir en lo social y humano, si fueron los mejores soldados de su tiempo.

    Nuestros Tercios combatieron en África, Italia, Europa central, a lo largo de todo el Mediterráneo e incluso muchos de esos primeros hombres soldado que estuvieron a las ordenes del “Gran Capitán”, cruzaron el inmenso mar del Atlántico en busca de fortuna y aventuras hacia el Nuevo Mundo, pero es en tierras flamencas, en tierras de Flandes, donde nuestros afamados Tercios sostenían a sangre y fuego los territorios que los Austrias se negaban a dejar en manos de protestantes y herejes flamencos, donde las guerras de religión se llevaban hasta las mas terribles consecuencias y donde la sangre y el odio sembraban unas tierras que tardarían en ver la paz, allí es donde se originó la leyenda de tan bravos soldados.

    Fue allí, en Flandes, donde nuestros ejércitos lucharon contra todas aquellas potencias que estaban destinadas a relevar en la supremacía mundial a las armas españolas; franceses, ingleses y holandeses, todos ansiaban desposeer de aquellas tierras de los Países Bajos a la poderosa pero exhausta España, por allí nos desangrábamos, allí se fundieron principalmente las riquezas que llegaban de América, en las interminables, costosas y sangrantes guerras de Flandes.
    Allí España se veía rodeada y amenazada de enemigos por todos lados, en tierra hostil, donde cada vez se hacía mas difícil establecer rutas para el suministro y abastecimiento de las tropas que allí estaban acantonadas, o bien para los nuevos refuerzos que se solicitaban, de ahí el dicho “poner una pica en Flandes”, dando a entender un hecho que conlleva bastante dificultad para llevarse acabo, en alusión al grave problema que ocasionó a España durante el siglo XVII la recluta y formación de buenos soldados y el poder enviarlos en rutas seguras hasta tierras de los Países Bajos.
    La grandeza y efectividad de los Tercios fue decreciendo con el paso del tiempo y con la llegada a la corona española de reyes ineptos y despreocupados de las tropas que tantos títulos, súbditos y tierras les habían otorgado. Atrás quedaron reyes vinculados a sus hombres de armas como fueron el gran Carlos V y su hijo y sucesor Felipe II, que sin tener el carisma de su padre, fue un monarca de buen hacer. Con la llegada al trono de reyes como Felipe III y Felipe IV, despreocupados de los problemas que acuciaban al Imperio y a las tropas españolas que lo sostenían, establecidas en la interminable y desmoralizante guerra de Flandes, crearon un descuido imperdonable en los ejércitos españoles, que yacían mal vestidos y alimentados, descuidados, y en las ocasiones en que permanecían ociosos se dedicaban al saqueo y al pillaje, provocando motines, en muchas ocasiones producidos por la falta o retraso en las pagas, la escasez de alimentos y las duras condiciones de vida, conocido es el tremendo castigo y terror que producía en las poblaciones la llamada “furia española”, como ocurrió por ejemplo en el saqueo de Amberes en 1576.

    Este horror y odio que sembraban los soldados españoles fue en detrimento de España que veía como la causa protestante en los Países Bajos se hacía cada vez mas enconada y conseguía mas afectos.

    Todas estas desavenencias unidas al estancamiento en las tácticas militares y el avance que sus enemigos habían llevado acabo en el campo militar, provocaron la decadencia paulatina de los Tercios españoles, que fueron dejados a su suerte por unos monarcas despreocupados de sus responsabilidades y que dejaron en manos de validos como en el caso del Duque de Lerma, que bien solo se preocuparon de desangrar aún mas las arcas del Estado para su propio beneficio, y que sin estar capacitado lo mas mínimo para una empresa tan difícil y necesaria como requería España, se comportó mas como enemigo de la Nación que como un soberano del Imperio. En otros casos hubo gobernantes como el Conde-Duque de Olivares que a pesar de tener buenas intenciones en sus actos y de intentar por todos los medios mantener los territorios españoles, las continuas guerras a las que el Imperio estaba sometido, la quiebra económica producida por los enormes gastos de la corona y los continuos levantamientos ya vinieran de fuera o dentro de nuestras fronteras provocaron el descalabro del Imperio español en Europa y su supremacía del Continente en detrimento de Francia.

    Siempre se ha hecho creer que la batalla de Rocroi acontecida en Mayo de 1643, frente a los ejércitos franceses, fue la sepultura de los Tercios españoles, pero su ocaso fue paulatino y progresivo y no podemos establecerlo de repente en esa fecha fatídica para las armas españolas y en las que el desenlace de la batalla estuvo muy cerca de ser una victoria para los ejércitos imperiales.

    Atrás quedan tiempos de gloria y tiempos de ocaso para nuestros Tercios, que grabaron con el filo de sus picas y espadas y el tronar de sus arcabuces y mosquetes la furia española, la bravura de los hombres de Castilla, de Aragón y de tierras vascongadas, esos gritos de: Santiago! y Cierra España! que aún retumban por tierras de Europa, de África o América donde los infantes españoles lucharon y quedaron imperecederos ante el paso del tiempo, junto a las antiguas legiones de Roma, como los mejores infantes que los campos de batalla han conocido.
    España mi natura,
    Italia mi ventura,
    Flandes mi sepultura.
     
    Walia, 24 Sep 2010

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    SACADA DE

    FUENTE FORO DE HISTORIA ESPAÑOLA POR EL REY Y SUS COLONIAS

    Batalla de Gembloux

    [​IMG] por thingol24 el Sáb Ene 02, 2010 8:35 pm


    La batalla de Gembloux tuvo lugar el 31 de enero de 1578 entre el ejército reclutado por los Estados Generales de los Países Bajos y las tropas de la corona española en el marco de la Guerra de los Ochenta Años. El ejército de los Estados fue completamente destruido.
    [​IMG]
    La campaña
    Tras el fracaso del
    Edicto Perpetuo como fórmula para mantener bajo soberanía española las provincias de los Países Bajos, los Estados Generales levantaron un ejército para oponerse a las tropas españolas que Don Juan de Austria había hecho volver al mando de Alejandro Farnesio. Estas se encontraban sitiando Namur, a donde se dirigió el ejército de los Estados. Tras pasar unos días acampados a varias millas de la ciudad, levantaron el campamento y se dirigieron hacía Gembloux. Don Juan de Austria salió en su persecución.

    La batalla
    El 31 de enero las tropas de Don Juan divisaron la
    retaguardia de la columna del ejército de los estados. Se envió a la caballería para que acosara al ejército pero con órdenes de no entablar ningún combate serio hasta que el grueso del ejército les diera alcance. Alejandro Farnesio advirtió que el ejército enemigo flaqueaba ya en las primeras escaramuzas por lo que se lanzó con la caballería a atacar a la caballería enemiga. Esta se desmoronó rápidamente y en su huida chocó y desorganizó a su propia infantería. En hora y media el ejército de los Estados fue completamente destruido. Don Juan hizo ejecutar a varios millares de soldados capturados.

    El resultado
    Tras la batalla Don Juan capturó la
    ciudadela de Namur y varias ciudades menores.
    El efecto más importante fue minar la confianza de los Estados Generales en sus posibilidades para hacer frente a España y que un año más tarde llevaría a la ruptura de la unión de las diferentes provincias, acordada en la
    pacificación de Gante, y a que varias de ellas acepten de nuevo la soberanía española.Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Gembloux"

    [​IMG]


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    [​IMG]

    [​IMG] [​IMG]
    [​IMG] Batalla de Jemmingen

    [​IMG] por thingol24 el Sáb Ene 02, 2010 8:40 pm


    La batalla de Jemmingen, librada el 21 de julio de 1568 en el marco de la Guerra de los Ochenta Años, fue una victoria total del ejército español al mando del duque de Alba en la que derrotó por completo a las fuerzas rebeldes holandesas comandadas por Luis de Nassau

    Campaña
    Tras la
    batalla de Heiligerlee, Luis de Nassau intenta tomar la ciudad de Groninga, pero el duque de Alba le obliga a retirarse mediante una serie de escaramuzas sin arriesgarse a presentar batalla, ya que una derrota pondría todos los Países Bajos a merced de las fuerzas de los rebeldes holandeses. Luis de Nassau comete el error de encerrarse en una península entre los ríos Ems y Dollar, donde el duque de Alba decidirá presentarle batalla.

    La batalla
    Debido a la estrechez del
    campo de batalla, el duque de Alba envía por delante a varios cientos de arcabuceros y mosqueteros, que entablan escaramuzas con el ejército holandés, y forma al resto del ejército en cuadros uno tras otro. El duque hace avanzar a otros 500 arcabuceros y Luis de Nassau, creyendo que todavía no ha llegado el grueso de las fuerzas españolas, lanza a todo su ejército contra estos, pero son rechazados por el fuego de arcabuceros y mosqueteros. En ese momento, el duque inicia el asalto haciendo huir al ejército rebelde. Los españoles persiguen durante dos días a lo largo de más de 15 km a los fugitivos. Luis de Nassau pierde más de 7.000 hombres.

    Resultado
    El ejército de Luis quedó totalmente destruido y éste tuvo que refugiarse en Alemania, dejando al duque de Alba con las manos libres para dirigirse contra el de su hermano
    Guillermo de Orange, al que también vencería unos meses después en la batalla de Jodoigne.

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    [​IMG] [​IMG]


    [​IMG] Asedio de Castelnuovo

    [​IMG] por thingol24 el Sáb Ene 02, 2010 8:44 pm


    Bueno, ahora voy a poner una derrota heroica, ya la comente por encima al principio.

    El Asedio de Castelnuovo (actual
    Herceg Novi, en Montenegro) de julio de 1539 por parte de Jeireddín Barbarroja culminó con la reconquista otomana de la plaza, tomada por el tercio viejo de Nápoles el año anterior durante la campaña de la Santa Liga contra el Imperio otomano y abandonada después a su suerte por quienes debían socorrerla. Casi la totalidad de los defensores, que se negaron a rendirse a pesar de estar en franca minoría, perecieron en el asedio.+

    [​IMG]

    Contexto
    Tras el fallido
    asedio turco de Viena en 1529 y la invasión de Austria por parte de los otomanos en 1532, los protestantes decidieron aparcar por un momento sus diferencias con Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y hacer la guerra contra el enemigo común en Centroeuropa, al que se consiguió expulsar hacia sus bases en Hungría. La amenaza turca quedó así conjurada en tierra, pero en el Mediterráneo la gran flota turco-argelina de Jeireddín Barbarroja seguía representando un gran peligro para las naves y puertos cristianos. En 1535 la flota hispano-genovesa de Álvaro de Bazán y Andrea Doria consiguió reconquistar Túnez al propio Barbarroja, poniendo en entredicho el poder otomano. Tres años después el Emperador, la República de Venecia, el Papa Pablo III y el Archiduque Fernando de Austria formaron la Santa Liga con el fin de atacar a los otomanos en ese momento clave, destruir la flota turco-berberisca e incluso capturar Constantinopla. Andrea Doria fue nombrado responsable de la flota aliada y Ferrante Gonzaga, virrey de Sicilia, de las operaciones terrestres en los Balcanes. Sin embargo, los sueños de destruir a los otomanos comenzaron a alejarse muy pronto al reunirse sólo 130 naves (aproximadamente las mismas que los turcos tenían entonces en el Mediterráneo) y no las 200 acordadas. Paralelamente, se extendió la discordia entre los jefes de la Santa Liga; los italianos, que aportaban más naves (aunque muchos menos hombres) recelaban de los españoles que componían la mayor parte de la tropa y ocupaban los mandos superiores, Francia amenazaba de nuevo con reanudar la guerra con el Imperio y las propias Cortes de Castilla se negaron a apoyar una empresa que se veía lejana y poco lucrativa.
    Estas discordias tuvieron tal efecto que cuando Barbarroja fue cercado en el
    Golfo de Artá por los cristianos, éste pudo escapar de una destrucción que parecía garantizada sin sufrir daño alguno, perdiéndose una oportunidad única. Aún así los tercios españoles, apoyados por refuerzos venecianos, decidieron pasar a la acción entablando batalla en tierra y capturaron con éxito la estratégica fortaleza de Castelnuovo, en la abrupta costa dálmata. Fernando de Austria incluso se permitió entonces negarse a seguir pagando tributo al sultán de Constantinopla, como se había visto obligado a hacer tras el asedio de Viena. No obstante, en lugar de contribuir a la unidad de la Liga, esta victoria no hizo sino despedazarla aún más.
    Los venecianos reclamaron de inmediato la cesión de la fortaleza, situada entre sus enclaves de
    Ragusa y Cattaro e imprescindible para garantizar su dominio sobre el Adriático, pero por razones que aún no se explican los historiadores, Carlos V se negó a ceder la posición. A resultas de ello los venecianos rompieron su alianza con éste, precipitando la disolución de la liga y retirando sus naves a las que siguieron las del Papa. Castelnuovo quedó entonces defendida por apenas 3.000[1] hombres del tercio de Nápoles bajo el mando de Andrés de Sarmiento y con la única ayuda de las 49 naves de Doria para abastecerla y defenderla de las 200 que podían reunir los musulmanes. Esta brutal diferencia, unida a las nuevas presiones francesas, llevaron a Doria a no arriesgarse y retirar todos sus barcos de la zona. Los defensores quedaron entonces aislados de forma completa, ante la pasividad de los venecianos y sus propios superiores en Italia.

    El asedio
    En
    julio de 1539 Barbarroja dispuso los preparativos para asediar la fortaleza tanto en tierra como en el mar. La flota turco-berberisca que bloqueó el acceso desde el mar estaba al mando del propio Barbarroja y se componía de 130 galeras y 70 galeotas auxiliares tripuladas por 20.000 marinos veteranos. Mientras tanto, un ejército de 30.000 hombres dirigidos por el Ulema de Bosnia se desplegó en tierra. A pesar de su gran superioridad, y de que los defensores no disponían de alimentos frescos, los primeros asaltos fueron un fracaso para los musulmanes. Los turcos decidieron entonces ofrecer una rendición honrosa a los sitiados, pero Sarmiento se negó a aceptarla y les contestó que «viniesen cuando quisiesen».
    Barbarroja decidió entonces recurrir a la
    artillería, que había ordenado desplegar en lugares estratégicos durante las negociaciones. Durante varios días los gigantescos cañones turcos bombardearon la plaza, como años atrás lo habían hecho con las mucho más resistentes murallas de Constantinopla o Viena, pero ni siquiera cuando las estructuras defensivas se desmoronaron y los defensores quedaron reducidos a sólo 600 hombres se rindieron. Al contrario, cuando los turcos asaltaron las ruinas los supervivientes se batieron espada en mano con ellos y les obligaron de nuevo a retirarse, cayendo un gran número de hombres en ambos bandos. Sarmiento y todos sus capitanes perecieron en los últimos combates, tras lo cual los 200 españoles, en su mayoria heridos, que aún quedaban en pie se rindieron. Algunos fueron ejecutados allí mismo, poco después de la batalla, y el resto fueron enviados como esclavos a Constantinopla.

    Consecuencias
    La valentía demostrada por el tercio de Sarmiento causó amplia admiración en toda Europa y fue protagonista de canciones y poemas en su época, aunque con el paso de los años fuese cayendo en el olvido. Por su parte, la destrucción de Castelnuovo y en general la fallida operación de la Santa Alianza de 1538 contribuyó a reforzar el poder naval otomano en un momento en el que se le podía haber puesto freno para siempre. En los años siguientes los turcos cosecharon amplias victorias como las de
    Argel (1541), Trípoli (1551), Bugía (1555), Chipre (1570) y La Goleta (1573), e incluso se aliaron con los franceses para atacar Niza en 1543. Los austriacos fueron obligados a pagar tributo de nuevo, y las naves turcas fueron una amenaza constante para los navíos españoles en el Mediterráneo hasta la Batalla de Lepanto de 1571.

    Nota
    Existe cierta discrepancia en torno al número de tropas que se encontraban en Castelnuovo en julio de 1539. Las cifras varían desde los 2.500 soldados defendidos por Francisco de Laiglesia a los 4.000 ó 4.500 que cita Manuel Fernández Álvarez. Modesto Lafuente, Fernando Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca y Catalá coinciden en la cifra de 3.000 hombres.

     
    Walia, 24 Sep 2010

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    Comentarios mios
    esta es la mejor version pero en su literatura es muy variada y rica de matices

    fuente cine de siempre
    Drácula, de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992)



    [​IMG]

    En 1897 el escritor irlandés Bram Stoker publicaba Drácula, una de las novelas más influyentes de la literatura moderna. Precedido por otros autores como Polidori o Sheridan Le Fanu, el texto de Stoker asentaría definitivamente el arquetipo del vampiro en el imaginario colectivo. Drácula supone pues el origen incontestable de muchas de las historias sobre este ser de las tinieblas, especialmente las cinematográficas. Casi cien años más tarde, el director Francis Ford Coppola quiso regresar a ese punto de partida para rodar uno de sus mejores trabajos.

    La historia es conocida por todos, no así sus orígenes. En esta película el Conde fue antaño un poderoso caballero defensor de la fe cristiana que tras la injusta muerte de su enamorada abrazó los poderes de la oscuridad. Siglos más tarde nos reenganchamos al argumento original de la novela con la llegada del abogado inglés Jonathan Harker a las brumosas tierras de Transilvania. Harker se convierte progresivamente en un prisionero dentro del castillo del Conde pero el destino se interpone cuándo el vampiro descubre una fotografía de su prometida, un calco exacto de su perdida Elisabeta.

    [​IMG]

    Es menester empezar esta reseña sentenciando que el título de la película es intencionadamente engañoso. Si bien Drácula se vende como una adaptación fiel de la novela de Stoker, lo cierto es que esta fidelidad es meramente formal. En efecto, el film reproduce de manera casi anecdótica los extractos de diarios y cartas que forman la estructura del libro. Ante todo, Coppola y el guionista James V. Hart quisieron presentar a su vampiro no como un muerto viviente sediento de sangre, sino cómo un ser atormentado y desesperadamente vivo, casi un antihéroe romántico podría decirse, una humanización del monstruo apoyada además en un intercambio de personalidades con su antagonista, el profesor Van Helsing.

    De otra parte, Coppola no teme introducir en la historia una clara alegoría acerca de la sexualidad reprimida. No es nada forzado si se piensa en las connotaciones metafóricas del vampirismo y la sangre. A nadie se le escapa el papel sumiso de la mujer en la sociedad victoriana, reprimida en sus impulsos por una férrea educación religiosa y moral. El desconcierto de Mina y Lucy al observar un Kamasutra se opone a las lúbricas apariciones de las vampiresas. Dicho de otro modo, cuando Mina huye de su prometido para arrojarse a los brazos del Conde, escapa también de un futuro gris, de toda esa muerte espiritual y pasional (no solo física) que le aguarda. Paradójicamente, para ella la verdadera vida se encuentra en la no-vida que el vampiro le ofrece.

    [​IMG]

    El trabajo de los actores es excepcional. No es de extrañar si se tiene en cuenta que inicialmente la película estaba concebida cómo si de una obra de teatro minimalista se tratase, una idea que se fue diluyendo tras profundas reestructuraciones en las que el propio reparto colaboró. Gary Oldman firma aquí la interpretación de su vida dando vida a un Drácula que inspira terror y piedad, respondido por una Winona Ryder en estado de gracia. Algo más discutibles resultan los trabajos de un poco carismático Keanu Reeves o del histriónico Anthony Hopkins. Completan el reparto los secundarios Sadie Frost, Bill Campbell, Richard E. Grant, Cary Elwes y el cantante Tom Waits cómo Renfield en una sorprendente interpretación. Los más observadores también podrán reconocer a Monica Belucci en uno de sus primeros papeles.

    Drácula es en si misma un hermoso homenaje al séptimo arte. La película está plagada de referencias cinematográficas, destacando los guiños a Kurosawa y al cine japonés en general. No es casualidad, ya que Coppola fue uno de sus introductores en Estados Unidos. Así, podemos reconocer fragmentos del Kwaidan de Kobayashi en los siniestros ojos que observan el tren desde el cielo o escuchar ecos de las batallas de Kagemusha en la crepuscular lucha de sombras chinas que abre la película. Como no podía ser de otro modo, también se nos aparece en ocasiones la sombra del Nosferatu de Murnau. Es imposible olvidarse de la inquietante y maravillosa banda sonora de Wojciech Kilar, acompañada en los créditos por la voz de Annie Lennox. Siguiendo con la influencia del país del sol naciente, el contundente vestuario de Eiko Ishioka viste de geisha a una pálida novia vampiro o se da el lujo de aludir a Klimt en sus diseños de vestuario.

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    Pero quizás el homenaje más llamativo de la película sea el que toca a la elaboración de sus efectos especiales. Coppola quiso hacer uso de todos los trucos tradicionales del cine clásico en el centenario de su nacimiento, una tarea titánica que acabó con parte del equipo de especialistas en la calle. Recurriendo a maquetas, juegos de espejos, un espectacular maquillaje y otros trucos no digitales se consiguió una recargada atmósfera barroca y en ocasiones claramente operística. Podemos ver algunos de estos primeros inventos en esa escena -completamente inexistente en la novela- en la que el Conde visita el cinematógrafo. La analogía entre vampirismo y cine es hermosamente precisa: Al igual que el vampiro, el cine tiene algo de sobrenatural, reproduce la vida pero la deforma, hipnotizando a quienes lo contemplan con su belleza engañosa.

    [​IMG]

    A pesar de un discreto palmarés en los Oscars (cuatro nominaciones de las cuales ganó las de mejor maquillaje, vestuario y edición de sonido) y una recepción controvertida, la película obtuvo un notable éxito en taquilla y devolvió a su director no solo el crédito artístico perdido en los últimos años, sino también una estabilidad económica mermada después de numerosos fracasos comerciales. Vilipendiada por los más acérrimos seguidores de la novela, apasionada hasta la incoherencia e irregular en su desarrollo, detrás de la cámara se intuye en todo momento la megalomanía de un visionario amante del cine. No cabe duda de que Drácula, de Bram Stoker es ante todo el Drácula de Francis Ford Coppola.

    [​IMG]
     
    Walia, 24 Sep 2010

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    FUENTE DE CINE Y LITERATURA


    Dracula, Prince of Darkness - Terence Fisher (1958)
    Bram Stoker's Dracula - Francis Ford Coppola (1992)
    Drácula, novela de Abraham Stoker (1847-1912)

    Del diario de Jonathan Harker




    5 de mayo. Debo haber estado dormido, pues es seguro que si hubiese estado plenamente
    despierto habría notado que nos acercábamos a tan extraordinario lugar. En la oscuridad, el patio parecía ser de considerable tamaño, y como de él partían varios corredores negros de grandes arcos redondos, quizá parecía ser más grande de lo que era en realidad. Todavía no he tenido la oportunida d de verlo a la luz del día.

    [​IMG]
    Cuando se detuvo la calesa, el cochero saltó y me ofreció la mano para ayudarme a descender. Una vez más, pude comprobar su prodigiosa fuerza. Su mano prácticamente parecía una prensa de acero que hubiera podido estrujar la mía si lo hubiese querido. Luego bajó mis cosas y las colocó en el suelo a mi lado, mientras yo permanecía cerca de la gran puerta, vieja y tachonada de grandes clavos de hierro, acondicionada en un zaguán de piedra maciza. Aun en aquella tenue luz pude ver que la piedra estaba profusamente esculpida, pero que las esculturas habían sido desgastadas por el tiempo y las lluvias. Mientras yo permanecía en pie, el cochero saltó otra vez a su asiento y agitó las riendas; los caballos iniciaron la marcha, y desaparecieron debajo de una de aquellas negras aberturas con coche y
    todo.
    Permanecí en silencio donde estaba, porque realmente no sabía que hacer. No había señales de ninguna campana ni aldaba, y a través de aquellas ceñudas paredes y oscuras ventanas lo más probable
    era que mi voz no alcanzara a penetrar. El tiempo que esperé me pareció infinito, y sentí cómo las dudas y los temores me asaltaban. ¿A qué clase de lugar había llegado, y entre qué clase de gente me encontraba? ¿En qué clase de lúgubre aventura me había embarcado? ¿Era aquél un incidente normal en la vida de un empleado del procurador enviado a explicar la compra de una propiedad en Londres a un extranjero? ¡Empleado del procurador! A Mina no le gustaría eso. Mejor procurador, pues justamente antes de abandonar Londres recibía la noticia de que mi examen había sido aprobado; ¡de tal modo que ahora yo ya era un procurador hecho y derecho!
    Comencé a frotarme los ojos y a pellizcarme, para ver si estaba despierto. Todo me parecía como una horrible pesadilla, y esperaba despertar de pronto encontrándome en mi casa con la aurora luchando a través de las ventanas, tal como ya me había sucedido en otras ocasiones después de trabajar demasiado el día anterior. Pero mi carne respondió a la prueba del pellizco, y mis ojos no se dejaban engañar. Era indudable que estaba despierto y en los Cárpatos. Todo lo que podía hacer era tener paciencia y esperar a que llegara la aurora.
    En cuanto llegué a esta conclusión escuché pesados pasos que se acercaban detrás de la gran puerta, y vi a través de las hendiduras el brillo de una luz que se acercaba. Se escuchó el ruido de cadenas que golpeaban y el chirrido de pesados cerrojos que se corrían. Una llave giró haciendo el conocido ruido producido por el largo desuso, y la inmensa puerta se abrió hacia adentro. En ella apareció un hombre alto, ya viejo, nítidamente afeitado, a excepción de un largo bigote blanco, y vestido de negro de la cabeza a los pies, sin ninguna mancha de color en ninguna parte. Tenía en la mano una antigua lámpara de plata, en la cual la llama se quemaba sin globo ni protección de ninguna clase, lanzando largas y ondulosas sombras al fluctuar por la corriente de la puerta abierta. El anciano me hizo un ademán con su mano derecha, haciendo un gesto cortés y hablando en excelente inglés, aunque con una entonación extraña:
    —Bienvenido a mi casa. ¡Entre con libertad y por su propia voluntad!
    No hizo ningún movimiento para acercárseme, sino que permaneció inmóvil como una estatua, como si su gesto de bienvenida lo hubiese fijado en piedra. Sin embargo, en el instante en que traspuse el umbral de la puerta, dio un paso impulsivamente hacia adelante y, extendiendo la mano, sujetó la mía con una fuerza que me hizo retroceder, un efecto que no fue aminorado por el hecho de que parecía fría como el hielo; de que parecía más la mano de un muerto que de un hombre vivo. Dijo otra vez:
    —Bien venido a mi casa. Venga libremente, váyase a salvo, y deje algo de la alegría que trae consigo.
    La fuerza del apretón de mano era tan parecida a la que yo había notado en el cochero, cuyo rostro no había podido ver, que por un momento dudé si no se trataba de la misma persona a quien le estaba hablando; así es que para asegurarme, le pregunté:
    —¿El conde Drácula?
    Se inclinó cortésmente al responderme.
    —Yo soy Drácula; y le doy mi bienvenida, señor Harker, en mi casa. Pase; el aire de la noche está frío, y seguramente usted necesita comer y descansar.
    Mientras hablaba, puso la lámpara sobre un soporte en la pared, y saliendo, tomó mi equipaje; lo tomó antes de que yo pudiese evitarlo. Yo protesté, pero él insistió:
    —No, señor; usted es mi huésped. Ya es tarde, y mis sirvientes no están a mano. Deje que yo mismo me preocupe por su comodidad.
    Insistió en llevar mis cosas a lo largo del corredor y luego por unas grandes escaleras de caracol, y a través de otro largo corredor en cuyo piso de piedra nuestras pisadas resonaban fuertemente. Al final de él abrió de golpe una pesada puerta, y yo tuve el regocijo de ver un cuarto muy bien alumbrado en el cual estaba servida una mesa para la cena, y en cuya chimenea un gran fuego de leños, seguramente recién llevados, lanzaba destellantes llamas.

    [​IMG]
    El conde se detuvo, puso mis maletas en el suelo, cerró la puerta y, cruzando el cuarto, abrió otra puerta que daba a un pequeño cuarto octogonal alumbrado con una simple lámpara, y que a primera
    vista no parecía tener ninguna ventana. Pasando a través de éste, abrió todavía otra puerta y me hizo
    señas para que pasara. Era una vista agradable, pues allí había un gran dormitorio muy bien alumbrado y calentado con el fuego de otro hogar, que también acababa de ser encendido, pues los leños de encima todavía estaban frescos y enviaban un hueco chisporroteo a través de la amplia chimenea. El propio conde dejó mi equipaje adentro y se retiró, diciendo antes de cerrar la puerta:
    —Necesitará, después de su viaje, refrescarse un poco y arreglar sus cosas. Espero que encuentre todo lo que desee. Cuando termine venga al otro cuarto, donde encontrará su cena preparada.
    La luz y el calor de la cortés bienvenida que me dispensó el conde parecieron disipar todas mis antiguas dudas y temores. Entonces, habiendo alcanzado nuevamente mi estado normal, descubrí que estaba medio muerto de hambre, así es que me arreglé lo más rápidamente posible y entré en la otra habitación.
    Encontré que la cena ya estaba servida. Mi anfitrión estaba en pie al lado de la gran fogata, reclinado contra la chimenea de piedra; hizo un gracioso movimiento con la mano, señalando la mesa, y dijo:
    —Le ruego que se siente y cene como mejor le plazca. Espero que usted me excuse por no acompañarlo; pero es que yo ya comí, y generalmente no ceno.
    Le entregué la carta sellada que el señor Hawkins me había encargado. Él la abrió y la leyó seriamente; luego, con una encantadora sonrisa, me la dio para que yo la leyera. Por lo menos un pasaje de ella me proporcionó gran placer:
    "Lamento que un ataque de gota, enfermedad de la cual estoy constantemente sufriendo, me
    haga absolutamente imposible efectuar cualquier viaje por algún tiempo; pero me alegra decirle que puedo enviarle un sustituto eficiente, una persona en la cual tengo la más completa confianza. Es un hombre joven, lleno de energía y de talento, y de gran ánimo y disposición. Es discreto y silencioso, y ha crecido y madurado a mi servicio. Estará preparado para atenderlo cuando usted guste durante su estancia en esa ciudad, y tomará instrucciones de usted en todos los asuntos."
    El propio conde se acercó a mí y quitó la tapa del plato, y de inmediato ataqué un excelente pollo
    asado. Esto, con algo de queso y ensalada, y una botella de Tokay añejo, del cual bebí dos vasos, fue mi cena. Durante el tiempo que estuve comiendo el conde me hizo muchas preguntas acerca de mi viaje, y yo le comuniqué todo lo que había experimentado.
    Para ese tiempo ya había terminado la cena, y por indicación de mi anfitrión había acercado una silla al fuego y había comenzado a fumar un cigarro que él me había ofrecido al mismo tiempo que se excusaba por no fumar. Así tuve oportunidad de observarlo, y percibí que tenía una fisonomía de rasgos muy acentuados.
    Su cara era fuerte, muy fuerte, aguileña, con un puente muy marcado sobre la fina nariz y las
    ventanas de ella peculiarmente arqueadas; con una frente alta y despejada, y el pelo gris que le crecía escasamente alrededor de las sienes, pero profusamente en otras partes. Sus cejas eran muy espesas, casi se encontraban en el entrecejo, y con un pelo tan abundante que parecía encresparse por su misma profusión.
    La boca, por lo que podí a ver de ella bajo el tupido bigote, era fina y tenía una apariencia más bien cruel, con unos dientes blancos peculiarmente agudos; éstos sobresalían sobre los labios, cuya notable rudeza mostraba una singular vitalidad en un hombre de su edad. En cuanto a lo demás, sus orejas eran pálidas y extremadamente puntiagudas en la parte superior; el mentón era amplio y fuerte, y las mejillas firmes, aunque delgadas. La tez era de una palidez extraordinaria.
    Entre tanto, había notado los dorsos de sus manos mientras descansaban sobre sus rodillas a la luz del fuego, y me habían parecido bastante blancas y finas; pero viéndolas más de cerca, no pude evitar notar que eran bastante toscas, anchas y con dedos rechonchos. Cosa rara, tenían pelos en el centro de la palma. Las uñas eran largas y finas, y recortadas en aguda punta. Cuando el conde se inclinó hacia mí y una de sus manos me tocó, no pude reprimir un escalofrío. Pudo haber sido su aliento, que era fétido, pero lo cierto es que una terrible sensación de náusea se apoderó de mí, la cual, a pesar del esfuerzo que hice, no pude reprimir. Evidentemente, el conde, notándola, se retiró, y con una sonrisa
    un tanto lúgubre, que mostró más que hasta entonces sus protuberantes dientes, se sentó otra vez en su propio lado frente a la chimenea. Los dos permanecimos silenciosos unos instantes, y cuando miró hacia la ventana vi los primeros débiles fulgores de la aurora, que se acercaba. Una extraña quietud parecía envolverlo todo; pero al escuchar más atentamente, pude oír, como si proviniera del valle situado más abajo, el aullido de muchos lobos. Los ojos del conde destellaron, y dijo:
    —Escúchelos. Los hijos de la noche. ¡Qué música la que entonan!
    Pero viendo, supongo, alguna extraña expresión en mi rostro, se apresuró a agr egar:
    —¡Ah, sir! Ustedes los habitantes de la ciudad no pueden penetrar en los sentimientos de un cazador.
    Luego se incorporó, y dijo:
    —Pero la verdad es que usted debe estar cansado. Su alcoba esta preparada, y mañana podrá dormir tanto como desee. Estaré ausente hasta el atardecer, así que ¡duerma bien, y dulces sueños!
    Con una cortés inclinación, él mismo me abrió la puerta que comunicaba con el cuarto octogonal, y entró en mi dormitorio.
    Estoy desconcertado. Dudo, temo, pienso cosas extrañas, y yo mismo no me atrevo a confesarme a mi propia alma. ¡Que Dios me proteja, aunque sólo sea por amor a mis seres queridos!
    7 de may o. Es otra vez temprano por la mañana, pero he descansado bien las últimas 24 horas. Dormí hasta muy tarde, entrado el día. Cuando me hube vestido, entré al cuarto donde habíamos cenado la noche anterior y encontré un desayuno frío que estaba servido, con el café caliente debido a que la cafetera había sido colocada sobre la hornalla. Sobre la mesa había una tarjeta en la cual estaba es crito lo siguiente:
    "Tengo que ausentarme un tiempo. No me espere. D."
    Me senté y disfruté de una buena comida. Cuando hube terminado, busqué una campanilla, para hacerles saber a los sirvientes que ya había terminado, pero no pude encontrar ninguna. Ciertamente en la casa hay algunas deficiencias raras, especialmente si se consideran las extraordinarias muestras de opulencia que me rodean. El servicio de la mesa es de oro, y tan bellamente labrado que debe ser de un
    valor inmenso. Las cortinas y los forros de las sillas y los sofás, y los cobertores de mi cama, son de las más costosas y bellas telas, y deben haber sido de un valor fabuloso cuando las hicieron, pues parecen tener varios cientos de años, aunque se encuentran todavía en buen estado.
    Vi algo parecido a ellas en Hampton Court, pero aquellas estaban usadas y rasgadas por las polillas. Pero todavía en ningún cuarto he encontrado un espejo. Ni siquiera hay un espejo de mano en mi mesa, y para poder afeitarme o peinarme me vi obligado a sacar mi pequeño espejo de mi maleta. Todavía no he visto tampoco a ningún sirviente por ningún lado, ni he escuchado ningún otro ruido cerca del castillo, excepto el aullido de los lobos. Poco tiempo después de que hube terminado mi comida (no sé cómo llamarla, si desayuno o cena, pues la tomé entre las cinco y las seis de la tarde) busqué algo que leer, pero no quise deambular por el castillo antes de pedir permiso al conde. En el cuarto no pude encontrar absolutamente nada, ni libros ni periódicos ni nada impreso, así es que abrí otra puerta del cuarto y encontré una especie de biblioteca. Traté de abrir la puerta opuesta a la mía, pero la encontré cerrada con llave.
    En la biblioteca encontré, para mi gran regocijo, un vasto número de libros en inglés, estantes enteros llenos de ellos, y volúmenes de periódicos y revistas encuadernados. Una mesa en el centro estaba llena de revistas y periódicos ingleses, aunque ninguno de ellos era de fecha muy reciente. Los libros eran de las más variadas clases: historia, geografía, política, economía política, botánica, biología, derecho, y todos refiriéndose a Inglaterra y a la vida y costumbres inglesas. Había incluso libros de referencia tales como el directorio de Londres, los libros "Rojo" y "Azul", el almanaque de Whitaker, los catálogos del Ejército y la Marina, y, lo que me produjo una gran alegría ver, el catálogo de Leyes.
    Mientras estaba viendo los libros, la puerta se abrió y entró el conde. Me saludó de manera muy efusiva y deseó que hubiese tenido buen descanso durant e la noche.
    Luego, continuó:
    —Me agrada que haya encontrado su camino hasta aquí, pues estoy seguro que aquí habrá
    muchas cosas que le interesarán. Estos compañeros —dijo, y puso su mano sobre unos libros han sido muy buenos amigos míos, y desde hace algun os años, desde que tuve la idea de ir a Londres, me han dado muchas, muchas horas de placer. A través de ellos he aprendido a conocer a su gran Inglaterra; y conocerla es amarla. Deseo vehemente caminar por las repletas calles de su poderoso Londres; estar en medio del torbellino y la prisa de la humanidad, compartir su vida, sus cambios y su muerte, y todo lo que la hace ser lo que es. Pero, ¡ay!, hasta ahora sólo conozco su lengua a través de libros. A usted, mi amigo, ¿le parece que sé bien su idioma?
    —Pero, señor conde —le dije —, ¡usted sabe y habla muy bien el inglés!
    Hizo una grave reverencia.
    —Le doy las gracias, mi amigo, por su demasiado optimista estimación; sin embargo, temo que me encuentro apenas comenzando el camino por el que voy a viajar. Verdad es que conozco la gramática y el vocabulario, pero todavía no me expreso con fluidez.
    —Insisto —le dije— en que usted habla en forma excelente.
    —No tanto —respondió él—. Es decir, yo sé que si me desenvolviera y hablara en su Londres, nadie allí hay que no me tomara por un extranjero. Eso no es suficiente para mí. Aquí soy un noble, soy un boyar; la gente común me conoce y yo soy su señor. Pero un extranjero en una tierra extranjera, no es nadie; los hombres no lo conocen, y no conocer es no importar. Yo estoy contento si soy como el resto, de modo que ningún hombre me pare si me ve, o haga una pausa en sus palabras al escuchar mi voz, diciendo: "Ja, ja, ¡un extranjero!" He sido durante tanto tiempo un señor que seré todavía un señor, o por lo menos nadie prevalecerá sobre mí. Usted no viene a mí solo como agente de mi amigo Peter Hawkins, de Exéter, a darme los detalles acerca de mi nueva propiedad en Londres. Yo espero que usted se quede conmigo algún tiempo, para que mediante muestras conversaciones yo pueda aprender el acento inglés;
    y me gustaría mucho que usted me dijese cuando cometo un error, aunque sea el más pequeño, al hablar. Siento mucho haber tenido que ausentarme durante tanto tiempo hoy, pero espero que usted perdonará a alguien que tiene tantas cosas importantes en la mano.
    Por supuesto que yo dije todo lo que se puede decir acerca de tener buena voluntad, y lepregunté si podía entrar en aquel cuarto cuando quisiese. Él respondió que sí, y agregó:
    —Puede usted ir a donde quiera en el castillo, excepto donde las puertas están cerradas con llave, donde por supuesto usted no querrá ir. Hay razón para que todas las cosas sean como son, y si usted viera con mis ojos y supiera con mi conocimiento, posiblemente entendería mejor.
    Yo le aseguré que así sería, y él continuó:
    —Estamos en Transilvania; y Transilvania no es Inglaterra. Nuestra manera de ser no es como su manera de ser, y habrá para usted muchas cosas extrañas. Es más, por lo que usted ya me ha contado de sus experiencias, ya sabe algo de qué cosas extrañas pueden ser.
    Esto condujo a mucha conversación; y era evidente que él quería hablar aunque sólo fuese por hablar. Le hice muchas preguntas relativas a cosas que ya me habían pasado o de las cuales yo ya había tomado nota. Algunas veces esquivó el tema o cambió de conversación simulando no entenderme; pero generalmente me respondió a todo lo que le pregunté de la manera más franca. Entonces, a medida que pasaba el tiempo y yo iba entrando en más confianza, le pregunté acerca de algunos de los sucesos extraños de la noche anterior, como por ejemplo, por qué el cochero iba a los lugares a donde veía la
    llama azul. Entonces él me explicó que era creencia común que cierta noche del año (de hecho la noche pasada, cuando los malos espíritus, según se cree, tienen ilimitados poderes) aparece una llama azul en cualquier lugar donde haya sido escondido algún tesoro.
    Que hayan sido escondidos tesoros en la región por la cual usted pasó anoche —continuó él—, es cosa que está fuera de toda duda. Esta ha sido tierra en la que han peleado durante siglos los
    valacos, los sajones y los turcos. A decir verdad, sería difícil encontrar un pie cuadrado de tierra en esta región que no hubiese sido enriquecido por la sangre de hombres, patriotas o invasores. En la antigüedad hubo tiempos agitados, cuando los austriacos y húngaros llegaban en hordas y los patriotas salían a enfrentárseles, hombres y mujeres, ancianos y niños, esperaban su llegada entre las rocas arriba de los desfiladeros para lanzarles destrucción y muerte a ellos con sus aludes artificiales. Cuando los invasores triunfaban encontraban muy poco botín, ya que todo lo que había era escondido en la amable tierra.
    —¿Pero cómo es posible —pregunté yo— que haya pasado tanto tiempo sin ser descubierto, habiendo una señal tan certera para descubrirlo, bastando con que el hombre se tome el trabajo solo de mirar?
    El conde sonrió, y al correrse sus labios hacia atrás sobre sus encías, los caninos, largos y agudos, se mostraron insólitamente. Respondió:
    —¡Porque el campesino es en el fondo de su corazón cobarde e imbécil! Esas llamas sólo aparecen en una noche; y en esa noche ningún hombre de esta tierra, si puede evitarlo, se atreve siquiera a espiar por su puerta. Y, mi querido señor, aunque lo hiciera, no sabría qué hacer. Le aseguro que ni siquiera el campesino que usted me dijo que marcó los lugares de la llama sabrá donde buscar durante el día, por el trabajo que hizo esa noche. Hasta usted, me atrevo a afirmar, no sería capaz de encontrar esos lugares otra vez. ¿No es cierto?
    —Sí, es verdad —dije yo—. No tengo ni la más remota idea de donde podría buscarlos.
    Luego pasamos a otros temas.
    —Vamos —me dijo al final —, cuénteme de Londres y de la casa que ha comprado a mi nombre.
    Excusándome por mi olvido, fui a mi cuarto a sacar los papeles de mi portafolios. Mientras los estaba colocando en orden, escuché un tintineo de porcelana y plata en el otro cuarto, y al atravesarlo, noté que la mesa había sido arreglada y la lámpara encendida, pues para entonces ya era bastante tarde. También en el estudio o biblioteca estaban encendidas las lámparas, y encontré al conde yaciendo en el sofá, leyendo, de todas las cosas en el mundo, una Guía Inglesa de Bradshaw. Cuando yo entré, él quitó los libros y papeles de la mesa; y entonces comencé a explicarle los planos y los hechos, y los números. Estaba interesado por todo, y me hizo infinidad de preguntas relacionadas con el lugar y sus alrededores. Estaba claro que él había estudiado de antemano todo lo que podía esperar en cuanto al tema de su vecindario, pues evidentemente al final él sabía mucho más que yo. Cuando yo le señalé eso, respondió:
    —Pero, mi amigo, ¿no es necesario que sea así? Cuando yo vaya allá estaré completamente solo, y mi amigo Harker Jonathan, no, perdóneme, caigo siempre en la costumbre de mi país de poner primero su nombre patronímico; así pues, mi amigo Jonathan Harker no va a estar a mi lado para corregirme y ayudarme. Estaré en Exéter, a kilómetros de distancia, trabajando probablemente en papeles de la ley con mi otro amigo, Peter Hawkins. ¿No es así?
    Entramos de lleno al negocio de la compra de la propiedad en Purfleet. Cuando le hube explicado
    los hechos y ya tenía su firma para los papeles necesarios, y había escrito una carta con ellos para enviársela al señor Hawkins, comenzó a preguntarme cómo había encontrado un lugar tan apropiado. Entonces yo le leí las notas que había hecho en aquel tiempo, y las cuales transcribo aquí:
    "En Purfleet, al lado de la carretera, me encontré con un lugar que parece ser justamente el requerido, y donde había expuesto un rótulo que anunciaba que la propiedad estaba en venta. Está rodeado de un alto muro, de estructura antigua, construido de pesadas piedras, y que no ha sido reparado durante un largo número de años. Los portones cerrados son de pesado roble viejo y hierro, todo carcomido por el moho.
    "La propiedad es llamada Carfax, que sin duda es una corrupción del antiguo Quatre Face, ya que la casa tiene cuatro lados, coincidiendo con los puntos cardinales. Contiene en total unos veinte acres, completamente rodeados por el sólido muro de piedra arriba mencionado.

    [​IMG]


    El lugar tiene muchos árboles, lo que le da un aspecto lúgubre, y también hay una poza o pequeño lago, profundo, de apariencia oscura, evidentemente alimentado por algunas fuentes, ya que el agua es clara y se desliza en una corriente bastante apreciable. La casa es muy grande y de todas las épocas pasadas, diría yo, hasta
    los tiempos medievales, pues una de sus partes es de piedra sumamente gruesa, con solo unas pocas ventanas muy arriba y pesadamente abarrotadas con hierro.
    “Parece una parte de un castillo, y está muy cerca a una vieja capilla o iglesia. No pude entrar en ella, pues no tenía la llave de la puerta que conducía a su interior desde la casa, pero he tomado con mi kodak vistas desde varios puntos. La casa ha sido agregada, pero de una manera muy rara, y solo puedo adivinar aproximadamente la extensión de tierra que cubre, que debe ser mucha. Sólo hay muy pocas casas cercanas, una de ellas es muy larga, recientemente ampliada, y acondicionada para servir de asilo privado de lunáticos. Sin embargo, no es visible desde el terreno.
    Cuando hube terminado, el conde dijo:
    —Me alegra que sea grande y vieja. Yo mismo provengo de una antigua familia, y vivir en una casa nueva me mataría. Una casa no puede hacerse habitable en un día, y, después de todo, qué pocos son los días necesarios para hacer un siglo. También me regocija que haya una capilla de tiempos ancestrales. Nosotros, los nobles transilvanos, no pensamos con agrado que nuestros huesos puedan algún día descansar entre los muertos comunes. Yo no busco ni la alegría ni el júbilo, ni la brillante voluptuosidad de muchos rayos de sol y aguas centelleantes que agradan tanto a los jóvenes alegres. Yo ya no soy joven; y mi corazón, a través de los pesados años de velar sobre los muertos, ya no está dispuesto para el regocijo. Es más: las murallas de mi castillo están quebradas; muchas son las sombras,
    y el viento respira frío a través de las rotas murallas y casamatas. Amo la sombra y la oscuridad, y prefiero, cuando puedo, estar a solas con mis pensamientos.
    De alguna forma sus palabras y su mirada no parecían estar de acuerdo, o quizá era que la expresión de su rostro hacía que su sonrisa pareciera maligna y saturnina.
    Al momento, excusándose, me dejó, pidiéndome que recogiera todos mis papeles. Había estado ya un corto tiempo ausente, y yo comencé a hojear algunos de los libros que tenía más cerca. Uno era un atlas, el cual, naturalmente, estaba abierto en Inglaterra, como si el mapa hubiese sido muy usado. Al mirarlo encontré ciertos lugares marcados con pequeños anillos, y al examinar éstos noté que uno estaba cerca de Londres, en el lado este, manifiestamente donde su nueva propiedad estaba situada. Los otros dos eran Exéter y Whitby, en la costa de Yorkshire.
    Transcurrió aproximadamente una hora antes de que el conde regresara.
    —¡Ajá! —dijo él—, ¿todavía con sus libros? ¡Bien! Pero no debe usted trabajar siempre. Venga; me han dicho que su cena ya esta preparada.
    Me tomó del brazo y entramos en el siguiente cuarto, donde encontré una excelente cena ya dispuesta sobre la mesa. Nuevamente el conde se disculpó, ya que había cenado durante el tiempo que había estado fuera de casa. Pero al igual que la noche anterior, se sentó y charló mientras yo comía. Después de cenar yo fumé, e igual a la noche previa, el conde se quedó conmigo, charlando y haciendo preguntas sobre todos los posibles temas, hora tras hora. Yo sentí que ya se estaba haciendo muy tarde, pero no dije nada, pues me sentía con la obligación de satisfacer los deseos de mi anfitrión en cualquier forma posible. No me sentía soñoliento, ya que la larga noche de sueño del día anterior me había fortalecido; pero no pude evitar experimentar ese escalofrío que lo sobrecoge a uno con la llegada de la aurora, que es a su manera, el cambio de marea. Dicen que la gente que está agonizando muere generalmente con el cambio de la aurora o con el cambio de la marea; y cualquiera que haya estado cansado y obligado a mantenerse en su puesto, ha experimentado este cambio en la atmósfera y puede creerlo. De pronto, escuchamos el cántico de un gallo, llegando con sobrenatural estridencia a través de la clara mañana; el conde Drácula saltó sobre sus pies, y dijo:
    —¡Pues ya llegó otra vez la mañana! Soy muy abusivo obligándole a que se quede despierto tanto tiempo. Debe usted hacer su conversación acerca de mi querido nuevo país Inglaterra menos interesante, para que yo no olvide cómo vuela el tiempo entre nosotros.
    Y dicho esto, haciendo una reverencia muy cortés, se alejó rápidamente.
    Yo entré en mi cuarto y abrí las cortinas, pero había poco que observar; mi ventana daba al patio central, y todo lo que pude ver fue el caluroso gris del cielo despejado. Así es que volví a cerrar las ventanas, y he escrito lo relativo a este día
     
    Walia, 24 Sep 2010

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    [​IMG]
    Su recuerdo produce escalofrios. Vlad Tepes, conocido como Drakul palabra rumana que significa demonio, personaje sobre el que Bram Stocker se basó para su libro Dracula, murió en diciembre de 1475 o en enero de 1476 cerca del monasterio de Snagov, a 40 kilómetros de Bucarest, donde se cree que hoy reposan sus restos. Al parecer, fue víctima de una traición, le tendieron una celada y fue muerto por los turcos que, según una de las versiones, enviaron su cabeza a Estambul. La última de sus leyendas afirma que, tiempo después de su muerte, los habitantes de los bosques de Snagov creían verle paseando de noche en su caballo, sin cabeza, con arreos militares y a la búsqueda de sus enemigos para cobrar venganza. Y así entró en la leyenda negra…


    El historiador Nicolae Serbanescu en su libro Historia del Monasterio Snagov, en la tumba del príncipe valaco Vlad el Empalador (Vlad Tepes), que vivió en el siglo XV e inspiró al escritor irlandés Bram Stocker para su novela Drácula, sólo se encontraron huesos de caballo. Los historiadores Nicolae Iorga y Dinu Rosetti, que realizaron excavaciones en la tumba de Vlad en 1933, encontraron sólo huesos de caballo y un anillo con las armas de Valaquia, que se supone perteneció al príncipe, pero su cuerpo allí no está.
    El famoso príncipe por las guerras contra los turcos y también por su crueldad, murió asesinado en 1476 a los 45 años y fue enterrado a escondidas por los monjes en la iglesia del monasterio Snagov (construida en el siglo XIV).
    Poco antes de que Stoker publicara su novela sobre el conde-vampiro, la tumba de Vlad fue profanada en 1875 y sus huesos fueron enterrados en otro sitio que todavía no ha sido descubierto. No ha sido descubierto o fue deliberadamente escondido? He aqui lo inexplicable.
    En aquel entonces, el máximo jerarca de la iglesia cristiana ortodoxa, el patriarca Filaret, había ordenado que fuera borrada la inscripción de la piedra sepulcral de Vlad el Empalador, considerado un criminal.

    Abajo, el verdadero castillo de Drácula ubicado en Poenari, que nada tiene que ver con el Castillo cuyas coordenadas habría dado Stocker en su libro.
    [​IMG]

    FUENTE DE ESCALOFRIOS
     
    Walia, 24 Sep 2010

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    Introducción

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    Parte de un retablo del altar de la iglesia de Santa María, en Viena, pintado en el año 1460. Parece ser la única representación de Vlad Tepes pintada en vida de éste que ha llegado hasta nuestros días.
    Parte de un retablo del altar de la iglesia de Santa María, en Viena, pintado en el año 1460. Parece ser la única representación de Vlad Tepes pintada en vida de éste que ha llegado hasta nuestros días.
    Nació en la ciudad burgo-rumana de Sighişoara (Transilvania), en noviembre de 1431 y murió en batalla en diciembre de 1476 cerca de Bucarest. También es conocido como Vlad Ţepeş (pronunciación: tse'pesh ) o Vlad el Empalador.
    Gobernante de carácter volcánico e impredecible, fue el más duro de todos los gobernantes de Europa Oriental en el Siglo XV. Para algunos fue un heroico defensor de los intereses e independencia de su país, y un dueño justiciero. De Vladislaus III, voivoda de Valaquia, se cuentan numerosas historias y leyendas. Fue rehén de los invasores otomanos hasta los diecisiete años de edad, cuando logró tomar el trono de Valaquia, del cual fue depuesto poco tiempo después. Sin embargo, en 1456, tras la Batalla de Belgrado, Vlad ascendió de nuevo al trono, tras matar a su contrincante Vladislav II, y ya no lo abandonó hasta 1462. Después vivió en el exilio hasta 1474, momento en que se lanzó de nuevo a la batalla para recuperar el cargo, lo que conseguiría en 1476. Sin embargo, en diciembre de este año caería luchando contra los turcos, rodeado de su leal Guardia Moldava.
    La leyenda negra
    Como su apodo Ţepeş indica, tenía predilección por el empalamiento, una técnica de tortura y ejecución que consiste en introducir un palo de aproximadamente 3,50 m de longitud sin punta (ya que esto aseguraba un mayor sufrimiento en la víctima), por el abdomen, fijarlo a la carne con un clavo y después levantarlo para que la víctima muriese lentamente.
    Entre 40.000 y 100.000 personas murieron de esta manera, o a través de otros métodos de tortura, a manos de los hombres del Empalador, durante los siete años que duraron sus sucesivos reinados: enemigos, traidores, delincuentes de todo tipo. Vlad odiaba, más que cualquier cosa, los robos, las mentiras, el adulterio, y no perdonaba a nadie por su rango; más aún, cuanto más alto era el rango del traidor, más duro era el castigo. Consiguió acabar con los boyardos decadentes de su tiempo.
    Un delegado papal en la corte húngara lo describió así:
    No era muy alto, pero sí corpulento y musculoso. Su apariencia era fría e inspiraba cierto espanto. Tenía la nariz aguileña, fosas nasales dilatadas, un rostro rojizo y delgado y unas pestañas muy largas que daban sombra a unos grandes ojos grises y bien abiertos; las cejas negras y tupidas le daban aspecto amenazador. Llevaba bigote, y sus pómulos sobresalientes hacían que su rostro pareciera aún más enérgico. Una cerviz de toro le ceñía la cabeza, de la que colgaba sobre unas anchas espaldas una ensortijada melena negra.
    Vlad hizo y deshizo alianzas tanto con turcos como con húngaros, siempre por los intereses de su patria, Valaquia. Durante todo su reinado se caracterizó como un auténtico patriota y siempre defendió los intereses de su pueblo ya que tanto húngaros como turcos miraban a sus territorios como región a conquistar. Casi siempre contó con un ejército reducido y muchas veces utilizó las tácticas de la guerrilla (utilizaba la táctica de tierra quemada, infectaba los pozos de agua, mandaba enfermos de tuberculosis a los campamentos turcos) para luchar contra sus enemigos.[cita requerida]
    Sus hechos fueron inmortalizados por el juglar alemán Michel Beheim, en su obra poética Von ainem wutrich der hies Trakle waida von der Walachei en 1463.
     
    Walia, 24 Sep 2010

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    Biografía

    FUENTE WIKIPEDIA


    Símbolo de la Orden del Dragón.
    Fue uno de los tres hijos legítimos de Vlad Dracul ("Dracul" en Rumano significa "el Demonio", el pueblo no entendía que el símbolo del dragón no era lo mismo que el Demonio del cristianismo), quien fue admitido en la Orden del Dragón, creada en 1428 por Segismundo de Luxemburgo, rey de Hungría y posteriormente emperador germánico. El rey de Hungría había otorgado tierras en la región de Transilvania (entonces controlada por el Reino de Hungría) a los Señores nobles valacos por sus hazañas contra los turcos otomanos y entre ellos, Vlad II Dracul habría sido uno de los beneficiados por sus heroicos hechos.
    Vlad era príncipe de Valaquia (antiguo principado danubiano, que formó con Moldavia el reino de Rumania en 1881). Hoy en día, constituye dos regiones geográficas bien definidas: la Muntenia, situada al este del río Olt, y la Oltenia, al oeste, e históricamente siempre fueron dos regiones rumanas distintas.
    Su traumática infancia fue muy determinante a la hora de formar su futuro como príncipe. A los 13 años, en 1444, fue entregado a los turcos como rehén junto con su hermano Radu por su padre, como muestra de sumisión al Sultán y como garantía. Fue criado por el mismo Murat II (padre de Mehmet II, el cual lo tuvo como a un hermano) en ciudades como Adrianópolis, Egniojsor, Ened y Ninfamén, con el propósito de evitar una nueva traición por parte del padre de Vlad.
    Cuando volvió del exilio supo que en 1447 su padre, Vlad Dracul, había muerto apaleado y a su hermano Mircea le habían quemado los ojos con un hierro candente antes de enterrarlo aún con vida. Ambos hechos fueron ordenados por el conde Juan Hunyadi (antiguo aliado de Vlad II) y apoyados por los boyardos (la aristocracia local), a los cuales Vlad tuvo desde entonces odio eterno.
    Los turcos lo apoyaron hasta convertirlo en rey de Valaquia (antes incluso llegó a ser Príncipe de Transilvania, pero sólo durante unos meses), en septiembre de 1448, pero los húngaros lo expulsaron unos meses después por orden de Juan Hunyadi.
    Durante ocho años Vlad estuvo viajando por los lugares limítrofes de Valaquia buscando apoyo. Se sabe que en este tiempo contactó con su primo Esteban el Grande de Moldavia, quien lo ayudaría en el futuro contra los turcos cuando éste se convirtió en voivoda de su país. Además aprendió varias tácticas político-militares.
    Estuvo en la corte de Juan Hunyadi, el cual, impresionado por su conocimiento de los turcos y su odio del sultán turco Mehmed II, lo perdonó y lo tomó como consejero. Eventualmente, se convertiría en el candidato húngaro al trono de Valaquia.
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    Principado (1456-1462)


    Vlad Ţepeş (pintura en acuarela, Alemania, S. XVI).
    Cuando Vlad supo que los turcos habían sido rechazados por los húngaros se lanzó al ataque del poder que ostentaba Vladislav II, apoyado por los húngaros y la población de origen alemán y protegido de los turcos. Junto con un contingente de Transilvania, que lideró acompañado por un noble de la Casa de Báthory, derrotó al voivoda e hizo que lo ejecutaran en la plaza pública de Târguşor (cerca de Târgovişte, la antigua capital de Valaquia, justo donde había muerto su hermano). Una vez convertido en príncipe, en 1456, los reinos cristianos lo reconocieron como tal.
    La primera parte del reino de Vlad estuvo dominada por la idea de eliminar amenazas a su poder, especialmente de grupos de nobles, como los boyardos. Esto se consiguió por eliminación física, pero también reduciendo el rol económico de la nobleza: las posiciones más importantes en el Concilio de Príncipes, que iban normalmente a los más poderosos boyardos, fueron dados a individuos desconocidos, algunos de origen extranjero, pero leales a Vlad.
    Para posiciones menos importantes Vlad también ignoró a los boyardos. Una de las bases del poder de la nobleza de Valaquia eran sus conexiones a las ciudades autónomas de Transilvania pobladas por gente de origen sajón. Vlad actuó contra ellas eliminando sus privilegios en relación con Valaquia y organizando ataques contra ellos.
    Fue despiadado y en las ciudades donde no lo aceptaban se realizaban ejecuciones por empalamiento de hombres, mujeres y niños, como en los casos de la ciudad transilvana de Kronstadt (Braşov) y Hermannstadt (Sibiu), ambas ciudades habitadas por colonos alemanes que no querían comerciar con él o que no querían pagarle tributo. En 1459 hizo que 30000 colonos alemanes (sajones) y oficiales fueran empalados.[1] [2] [3]
    Con ello iniciaría su carrera de brutales masacres, entre las que se le atribuyen el exterminio de entre 40000 y 100000 personas entre 1456 y 1462, hechos detallados en documentos y grabados de la época, que pusieron de manifiesto su gusto por la sangre y el empalamiento, por lo que se le comenzó a llamar Ţepeş que significa en rumano: empalador (véase Empalamiento).

    Venganza contra los nobles boyardos
    Una de sus acciones de empalamiento masivo fue en su venganza contra los boyardos, asesinos de su padre y de su hermano mayor. Vlad llevó a cabo esta venganza en la Pascua de 1459, invitando a los boyardos a una gran cena de Pascua y pidiéndoles a éstos que se pusieran sus mejores galas. Cuando terminaron de cenar, Vlad mandó empalar a los más viejos, mientras que a los jóvenes los obligó a ir desde Târgovişte hasta un castillo en ruinas que había en un monte cercano al río Argeş. Los boyardos fueron a pie y muchos perecieron en el camino, pero los que llegaron aún con vida fueron obligados a construir el castillo de Drácula y, así, sus preciosas ropas de gala quedaron convertidas en harapos, mientras, obligados a construir el castillo, iban muriendo de cansancio y agotamiento a través de los meses ante el deleite del Empalador.
    A Vlad le gustaba organizar empalamientos multitudinarios con formas geométricas. La más común era una serie de anillos concéntricos de empalados alrededor de las ciudades a las que iba a atacar. La altitud de la estaca indicaba el rango que la víctima había tenido en vida. Con frecuencia, Vlad los dejaba pudriéndose durante meses. Un ejército turco que pretendía invadir Valaquia se volvió atrás, aterrado, cuando encontró a varios miles de empalados descomponiéndose en lo alto de sus estacas, a ambas orillas del Danubio.
    Los bosques de empalados contra sus enemigos


    Vlad Tepes desayunando ante unos empalados.
    Luchó y descargó toda su brutalidad tanto contra cristianos como contra musulmanes. Defendiendo lo que le convenía en cada momento, luchaba contra aquél que le hiciera pagar tributos.
    Tanto musulmanes como cristianos lo tenían por maldito, quedándose él en una posición media, obligando a musulmanes de su país a luchar contra los musulmanes turcos y a los católicos a matar ortodoxos.
    El Día de San Bartolomé de 1459, Vlad hizo empalar a la mayoría de los sajones de Braşov, una ciudad transilvana que se había rebelado contra él, ya que habían apoyado al pretendiente Dan II junto con desleales húngaros y rumanos, y a continuación organizó un festín en el centro de este nuevo bosque de empalados aún aullantes, frente a la tarima donde un verdugo descuartizaba lentamente a los cabecillas de la sublevación y sus familias. La peculiar celebración duró hasta muy entrada la noche, cuando, para iluminarse, Vlad y su ejército prendieron fuego a la ciudad ante los ojos de sus 30.000 agonizantes ciudadanos. Incluso a los que no mandó empalar los amontonó e hizo que sus soldados los mataran a sangre fría con espadas, picas y cuchillos. Poco después atacó las ciudades de la región Ţara Bârsei, en donde también hubo varios empalamientos.
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    Al año siguiente arrasó las ciudades de Amlaş y Făgăraş por rebelión, resultando la gran mayoría de sus habitantes empalados, quemados o muertos en combate. Estas ciudades tardaron varias generaciones en recuperar su población, quedando desiertas algunas de ellas durante un siglo. Vlad, al firmar la paz con Transilvania, exigió que este principado no acogiera a ningún

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    Conflictos externos
    Una vez que hubo resuelto los conflictos internos, Vlad se alió con los húngaros, especialmente con el rey de Hungría Matías Corvino (hijo de Iancu de Hunedoara). En 1459 dejó de pagarles tributos, y en 1460 se alió con Corvino y lanzó una serie de campañas contra los turcos. Aunque las campañas resultaron exitosas al principio, no le proporcionaron victorias duraderas, debido tanto al escaso apoyo del mencionado rey húngaro como a los limitados recursos de Valaquia.


    Vlad Draculea en una pintura del castillo de Esterházy (Siglo XVII).
    En 1461, Draculea libró una de sus más famosas batallas. El Sultán turco Mehmed II, conquistador de Constantinopla, le tendió una trampa. Envió a su encuentro al colaboracionista griego Catavolinos, en calidad de embajador, para citarlo en Giurgiu, puerto danubiano cerca de Bucarest, con el fin de "solucionar un pequeño problema fronterizo". En el lugar de la cita esperaba un destacamento al mando del general Hamza Beg. Vlad Tepes fingió caer en la trampa y se presentó con parte de los tributos pendientes e incluso algunos presentes para el sultán pero, a su vez, llevó consigo a un nutrido ejército de caballería que derrotó a los turcos con relativa facilidad. Después de esta batalla, Catavolinos y Hamza Beg fueron conducidos junto al resto de los prisioneros hasta Târgovişte, donde murieron empalados, aunque otras fuentes aseguran que Hamza Beg fue abandonado con vida en la frontera tras serle cortados los pies y las manos.
    Este mismo año, Mehmed II, un hombre al que no se le conocía precisamente por su repugnancia ante la efusión de sangre, retrocedió cuando pretendía invadir Târgovişte y volvió a Estambul enfermo de violentos vómitos ante la visión del Bosque de los Empalados. Este peculiar "bosque" era un valle donde se habían talado todos los árboles para obtener estacas. Estacas suficientes para empalar a más de 23.000 prisioneros turcos, húngaros, rumanos, búlgaros y colonos alemanes y sus familias empalados allí mismo, repartidos por todo el valle, en lo alto de los palos.[4]
    Animado por estos éxitos, Vlad III cruzó el Danubio y penetró en territorio otomano, donde derrotó a las tropas turcas. El 11 de enero de 1462 Draculea envió una misiva a Matías Corvino, informándole del recuento de las cabezas de 24.000 enemigos, a los que había que sumar los muertos en los incendios de sus casas, cuyos cadáveres no fueron recuperados. Además de la carta también envió al rey húngaro dos grandes sacos con orejas, narices y cabezas de sus víctimas. Fue tal el terror desatado entre los turcos por estas incursiones que buena parte de la población musulmana de Estambul abandonó la ciudad por miedo a que fuera conquistada por Vlad con el apoyo de los numerosos habitantes que aún echaban de menos el esplendor bizantino.
    Enfurecido por el avance de los valacos, Mehmet II atacó ese año con un ejército de 150.000 hombres (según una carta que él mismo escribió a un gran visir) y una flota que ascendió por el Danubio. Estas tropas incluían a 4.000 soldados de caballería comandados por Radu el Hermoso, hermano de Vlad III. No hay acuerdo respecto a la cantidad de hombres de los que dispuso Draculea, pero diversas fuentes barajan cifras entre los 22.000 y los 30.900. Lo que sí es seguro es que Vlad III no pudo evitar que los turcos ocuparan la capital, Târgovişte (4 de junio de 1462), por lo que se sirvió de estrategias como la guerra de guerrillas y la tierra quemada para enfrentarse a los turcos durante la primavera y el verano de 1462, además de diversos ataques. El más importante tuvo lugar entre el 16 y 17 de junio, cuando Vlad y algunos de sus hombres disfrazados con ropas turcas se introdujeron en el campamento turco e intentaron asesinar a Mehmed. Además, para desmoralizar a los invasores, ordenó evacuar todas las ciudades de Valaquia y sacar de ellas cualquier objeto de valor. Éstos se retiraron tras fracasar en el asedio a la fortaleza de Chilia (al sur de Moldavia), con sus tropas diezmadas por la peste, y dejaron a Radu el Hermoso para que continuara la lucha.
    Esta sería la última gran batalla de Draculea. Pese a las victorias, a Vlad se le oponía la nobleza, que apoyó a su hermano Radu. Mehmet II, una vez en Estambul logró, usando una serie de intrigas que incluyeron la falsificación de documentos, que Matías Corvino encarcelase a Vlad III en agosto de 1462.
    El ejército turco, dirigido por su medio-hermano Radu, rodeó la fortaleza de Poenari, donde se había refugiado el príncipe valaco. Un arquero lanzó una flecha a través de la ventana, avisando de que el ejército turco se acercaba. McNally y Florescu explican que el arquero era un antiguo sirviente de Vlad, que lanzó el aviso por lealtad, pese a haberse convertido al Islam para escapar de la esclavitud por los Turcos. Su mujer, la princesa Cnaejna, al leer el mensaje se arrojó a un afluente del río Argeş para evitar ser apresada. De acuerdo con la leyenda, dijo que "prefería que su cuerpo se pudriera y ser comida por los peces del Argeş antes que ser apresada por los turcos". Hoy, el afluente es llamado Râul Doamnei (el río de la dama). El mismo Vlad fue recluido en la torre real cerca de Buda, tomando posesión del trono su hermano Radu, quien actuó como un títere de los turcos.
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    Walia, 24 Sep 2010

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    Último ascenso al poder de Valaquia
    No se sabe por qué, Draculea fue liberado en torno a 1474, pero no hay duda de que participó en la batalla de Vaslui (en la región de Iaşi, Moldavia), junto al príncipe Esteban Bathory de Transilvania. Juntos invadieron Valaquia con un ejército formado por transilvanos, boyardos valacos y un pequeño número de moldavos enviados por el primo de Vlad Draculea, el príncipe Esteban el Grande de Moldavia. Tras esta batalla Draculea recuperó el trono, pero Esteban Bathory volvió a Transilvania, dejándolo en una posición muy débil frente a sus enemigos.
    Su última acción fue tres días después, cuando Vlad se lanzó a atacar a los turcos. Estos habían preparado otro gran ejército para conquistar Valaquia y poner en el poder a Basarab Laiota. Los turcos estaban apoyados por los nobles boyardos, quienes les dejaron vía libre para penetrar en Valaquia. Y fue Basarab quien se lanzó contra Vlad Dracula en una emboscada en la que murieron él y la mayoría de su guardia personal de moldavos, de los que sólo quedaron diez soldados. Tras su muerte, su cara y su cabellera fueron separadas del cráneo y llevadas como trofeo a Estambul.
    Tradicionalmente se ha considerado el monasterio ("la isla") de Snagov como el lugar de enterramiento de Drácula, y ciertamente se encuentra allí, junto al altar, una tumba con su nombre, aunque en su interior sólo se han hallado restos de animales. La posible explicación parece ser, como devela el documental "Los padres de Drácula" (Bloodlines: Dracula's family tree"), que los monjes griegos, que se hicieron tiempo después con el monasterio, no quisieron que un personaje tan despiadado estuviera enterrado en el lugar más sagrado del monasterio, así que sacaron sus restos y los enterraron en otra tumba junto a la entrada. Esa tumba se derrumbó por efecto de una riada y los restos de Drácula se perdieron en el lago. Las excavaciones de 1932 encontraron el sepulcro del voivoda vacío, pero no obstante, su cadáver decapitado y ataviado con la vestimenta de su rango fue hallado a unos metros. Los restos, muy mal conservados, se perdieron durante la década de 1940.
    Vlad III tuvo dos hijos con la princesa Cnaejna: Vlad IV Ţepeluş, muerto en 1500 y Minhea III "el Malo" (1462-1510), príncipe de Valaquia de 1508 a 1510.
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    Walia, 24 Sep 2010

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    FUENTE TURISMO
    En Rumanía uno de los grandes mitos que existen es la historia de Drácula que todos hemos oído y que muchos turistas quieren visitar este lugar donde mucho valientes vienen a poder descubrir este mito. Transilvania es el lugar más conocido de Rumanía y en donde los turistas se acercan por la novela de Drácula de Bram Stoker.
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    Al llegar a este lugar si es de día es menor aterrador ya que por la noche puede ser una aventura muy interesante. Junto a Transilvania nos encontramos los montes Cárpatos que hacen de este lugar mucho más tenebroso de lo normal. El paisaje hay que comentar que es realmente hermoso y bastante montañoso. Además destacan espesos bosques de la zona que también son muy característicos que dan un carácter muy sombrío y misterioso.

    Desde luego lo que el turista viene a ver es el castillo de Bran que es la auténtica atracción de Rumanía ya que hoy en día sigue siendo muy popular. En Transilvania lo primero que se quiere hacer es visitar a este castillo. En este castillo vivió Vlad Tepes que fue una persona muy cruel y se cree que fue quien dió vida al personaje de Bram Stoker.
    Se le conocía como el empalador ya que le gustaba torturar a sus enemigos.
    Estar cerca de este castillo es adentrarse en el mundo de la leyenda de Drácula que sigue hoy vigente y es atractivo importante de Transilvania. Las calles aledañas son adoquinadas que le dan un carácter medieval y realmente misterioso. Es un lugar para visitar, disfrutar de todo el misterio incluso para tener algo de miedo y vivir todo el misterio de Drácula desde su sitio de origen. Es un lugar sólo para valientes y que se atrevan a acudir a la morada de Drácula
     
    Walia, 24 Sep 2010

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    ¡Manyen! A la izquierda está Francisco de Quevedo, aquel literato que le dijo "coja" a la Reina de España.
     
    User2019-01, 24 Sep 2010

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    Si, es el personaje de Francisco de Quevedo en Alatriste, en el film es perseguido por sus escritos.
     
    stethorus, 14 Oct 2010

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    Datos y comentarios dejado amablemente por el comentarista José Ubillus

    Según la historia universal a principios del siglo XIII, Genghis Khan unificó las tribus de un amplio territorio asiático y fundó el Imperio Mongol que perduró hasta el siglo XIX.
    El director ruso Sergio Bodrov en los mismos lugares agrestes y desérticos donde se desarrollaron estos sucesos, filmó la película Mongol con notable fotografía. Se sabe que antes de realizarla, visitó al Gran Chaman de este pueblo para asesorarse y obtener el “visto bueno de los espíritus ancestrales” y tal parece que surtió efecto pues obtuvo una obra que fue nominada al Oscar. Bien documentado describió un caudillo humanizado en su hábitat auténtico, la vida nómada de esa época, costumbres, creencias de los mongoles, y su destreza como jinetes y eficientes guerreros con el arco y flecha.

    Es casi inevitable comparar esta cinta con la que hizo Hollywood en 1956 protagonizada por John Wayne corpulento y maquillado, interpretando al Khan, destacándose coloridas batallas, pero apartados de la descripción real de esta cultura.
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    Con 120 minutos de metraje, hablada en dialecto oriental, tiene pasajes algo lentos pero compensados por la actuación del japonés Tadanubu Asano, quien con su expresividad dice más que el diálogo.
    El argumento se ciñe a un marco y relato histórico, iniciándose con la niñez de Temudgin, que con la muerte de su padre transforma su vida, es perseguido, esclavizado y hereda la responsabilidad de liderar a su gente, soportando con estoicismo las vicisitudes que se presentan, pero con ayuda de los dioses y su esposa Borte, alcanza los objetivos que se trazó convirtiéndose en el guerrero mítico que formó y expandió por China y Rusia un gran imperio.
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    Walia, 6 Nov 2010

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    san juan de lurigancho
    El ejército mongol fue durante los siglos XII y XIII el mejor del mundo por su movilidad y estrategias, que lo hicieron temible entre sus coetáneos. Gengis Kan y otros militares mongoles introdujeron varias innovaciones que permitieron a su ejército conquistar vastos territorios aun estando en desventaja numérica durante las batallas que enfrentaron.
    El sistema militar mongol se fundamentaba en el estilo de vida nómada de los mongoles. Con el tiempo se sumaron al mismo otros elementos inventados por Gengis Kan, sus generales y sus sucesores. Por otro lado, la tecnología que los mongoles utilizaron para atacar fortificaciones fue adaptada a partir de otras culturas, y consecuentemente se integraron a las estructuras de mando expertos técnicos extranjeros
    Organización de las tropas
    Sistema decimal
    Gengis Kan organizó a sus soldados en grupos basados en un sistema decimal: 10 (arban), 100 (jaghun), 1,000 (mingghan), 10,000 (tumen), y cada grupo tenía un líder (Noyan). La unión de 2 a 5 tumen daba lugar a una hordu, o ejército, palabra de la cual se deriva el término horda. Cada hordu estaba bajo el mando del kan o de sus generales (Boyan).
    Los líderes en cada nivel de la cadena de mando podían hasta cierto punto ejecutar sus órdenes del modo que les parecía más adecuado. Esta estructura de mando probó ser bastante flexible y efectiva, al permitir al ejército mongol atacar en masa, dividirse en pequeños grupos para rodear a sus enemigos o llevarlos a una emboscada, o dividirse en grupos pequeños de diez hombres para acabar con un ejército derrotado y en retirada.
    ] Ruptura de las conexiones tribales
    Cuando integraba soldados nuevos dentro de su ejército, Gengis Kan los dividía y los ponía a cargo de distintos líderes para acabar con las conexiones sociales o tribales, para así evitar cualquier enemistad inspirada en su etnia o alianzas tribales. En todas sus campañas, los soldados viajaban junto con sus familias. La disciplina se mantenía con severidad, y hasta las menores infracciones eran fuertemente castigadas; cada líder de unidad era responsable de la preparación y entrenamiento de sus soldados, y era reemplazado si se consideraba que no cumplía con su trabajo. Los ascensos en el ejército se basaban únicamente en el mérito de cada persona (con la excepción de los parientes de Gengis Kan, a quienes se les otorgaba los más altos puestos de comando).
    Tropas y armas
    Entrenamiento y disciplina
    La mayoría de ejércitos europeos consistían en unos pocos soldados profesionales, aparte de caballeros, y un gran número de plebeyos o milicianos. De ellos, sólo los caballeros y los pocos soldados profesionales entrenaban regularmente, y su entrenamiento enfatizaba el combate individual, en perjuicio de las tácticas de combate en grupo. En contraste, los ejércitos mongoles constantemente practicaban la equitación, la arquería y las tácticas de unidad, así como también distintas formaciones y rotaciones. Este entrenamiento se mantenía por medio de una disciplina dura, pero razonable.
    Los oficiales, por lo general, podían cumplir sus órdenes como mejor les pareciera, siempre y cuando lo hicieran lo más pronto posible y los objetivos del plan trazado por sus superiores fueran logrados. No obstante, todos los miembros del ejército debían ser incondicionalmente leales entre sí, y sobre todo leales al Kan. Si un soldado huía del peligro en medio de la batalla, tanto él como sus nueve compañeros del mismo arban eran sentenciados a pena de muerte. También si un general huía abandonando a sus tropas a su suerte era castigado duramente en la Corte imperial con el exilio (tal compromiso del comandante con sus tropas era solo en el caso de soldados mongoles).
    Un método único que usaban los mongoles para entrenar fueron las grandes excursiones de caza organizadas anualmente en las estepas. Los jinetes mongoles formaban un gran círculo, y obligaban a todo tipo de animales a ir al centro; después, a la orden de su comandante, empezaban a matarlos. Si un cazador mataba a cualquier animal antes de tiempo, o si dejaba que un animal escape del círculo, era castigado. Este era un excelente modo de entrenar, pues además de practicar las maniobras dinámicas que usaban en el campo de batalla, se divertían por medio de la caza, y también reunían grandes cantidades de comida para banquetes masivos.

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    Walia, 10 Nov 2010

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    Caballería
    Los mongoles, bajo el liderazgo de Gengis Kan y sus descendientes, tuvieron las mejores tropas de caballería ligera y arqueros a caballo. Seis de cada diez soldados mongoles eran arqueros a caballo, y los cuatro restantes eran lanceros, mejor armados. Los soldados de caballería ligera mongoles, llamados Keshik, eran asimismo extremadamente rápidos comparados con las fuerzas de caballería de otros ejércitos. Esta cualidad les permitió practicar tácticas y falsas retiradas que resultarían poco prácticas para un enemigo menos ligero (como por ejemplo los caballeros europeos). Por lo general los soldados también portaban hachas y cimitarras.


    Caballo mongol.
    Los caballos mongoles son relativamente pequeños pero extremadamente resistentes, razón por la cual los mongoles podían recorrer grandes distancias con rapidez, a menudo sorprendiendo a sus enemigos, llegando a su encuentro varios días, incluso semanas, antes de lo previsto. Como las fuerzas de caballería de los otros ejércitos portaban armaduras pesadas, los mongoles, con sus armaduras ligeras podían superarlos en velocidad. Todos los caballos mongoles estaban equipados con estribos. Los estribos habían sido inventados por los hunos, pero permanecieron desconocidos para el resto del mundo. Gracias a ellos los mongoles podían pararse sobre su montura.
    Arquería
    Las armas principales de los mongoles fueron sus arcos. Siempre llevaban al campo de batalla varios de estos y muchas flechas (cerca de 60 por soldado) con puntas de hierro. El disparo de estos arcos, a corta distancia, podían llegar a atravesar una cota de malla, usando flechas especiales. Según ciertos historiadores, existían tres calibres de flechas. El tamaño pequeño del arco mongol no sólo permitía a los mongoles usarlo montando a caballo, sino también dispararlo en cualquier dirección mientras galopaban. Los mongoles disparaban sus arcos en sincronía con el galope de sus caballos, para un tiro suave y estable, proporcionado en gran medida por su singular forma.
    ] Estrategia
    La filosofía militar de Gengis Kan en general era derrotar a sus oponentes con el menor riesgo y costo para los mongoles, y para lograrlo confiaba en sus leales soldados y generales electos por meritocracia. Una de las tácticas más frecuentemente utilizadas por los mongoles fue la retirada fingida. En medio de la batalla, una o más unidades mongolas se retiraban repentinamente, dando a su rival una falsa confianza. Después, al perseguirlos, los soldados enemigos se veían rodeados por soldados mongoles que rápidamente procedían a bañarlos con flechas. Los mongoles evitaban el combate cuerpo a cuerpo, y preferían luchar a distancia usando sus arcos.
    ] Planificación
    Antes de invadir un área enemiga, Gengis Kan y sus generales hacían sus preparativos en un Kurultai, o consejo militar, para decidir cómo conducir la guerra inminente y cuáles generales iban a participar en ella. Mientras lo hacían, los mongoles acumulaban exhaustivamente a través de su sofisticado sistema de inteligencia cuanta información pudieran de sus oponentes, con la cual se podía calcular el curso de las hostilidades. A partir de ese plan de campaña, decidían cuántas tropas iban a necesitar. Así, por ejemplo, antes de invadir Europa, Batu Kan (nieto de Gengis Kan) y el general Subotai enviaron espías al corazón de Europa, quienes hicieron mapas de los antiguos caminos romanos, establecieron rutas de comercio, y determinaron la capacidad de cada principado para resistir una invasión.
    [editar] Movilidad
    Los soldados mongoles eran bastante ágiles comparados con sus contrapartes de otros ejércitos. Esto derivó en un mejor escudriñamiento del terreno y aprendizaje de rutas, una rápida asimilación del conocimiento local de cada territorio y el reconocimiento de los mejores lugares para colocar trampas en el campo de batalla. La superior movilidad de los mongoles junto con su excelente organización política y militar (que estaba basada en la velocidad de la caballería) dio lugar a una compleja y eficaz red de inteligencia y comunicaciones, que les permitió a los mongoles siempre contar con el campo de batalla a su favor. Las tropas exploratorias iban hasta 150 km delante de la fuerza principal para evitar emboscadas. Cada jinete mongol llevaba consigo varios caballos por lo que podía cambiar de animal en cuanto este se cansaba, pudiendo recorrer en un día entre 80 a 110 km, algo impensable para los demás ejércitos de su tiempo.

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    Walia, 10 Nov 2010

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