Follé con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 5)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Felipe Vallejo, 22 Nov 2020.

    Felipe Vallejo

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    Capítulo V: Lecciones de una suegra preocupada

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    Apenas terminó la frase se soltó todos los botones de su camisa, se la quitó y la hizo a un lado. Siguió con su sostén mientras yo, anonado, la miraba sin poder creer lo que ocurría. Su torso estaba al desnudo, sus senos eran una verdadera maravilla de la naturaleza, de buen tamaño, en forma de gota o campana, con una base ancha y una parte superior más fina, ligeramente caídos, aunque realmente no tanto, no por lo menos si se considera que amamantó a cuatro hijas. Ya con su pecho al descubierto, encendió otro cigarro y apenas le dio la primera pitada me preguntó, “¿qué tal me ves?”...

    Tartamudeé al responder. Pero esta preciosa madura me dio aliento, “no te pongas nervioso que ya sabes en qué va a terminar esto”. Parecía que eso de ser golfa y meterse con la pareja de algún familiar, era algo genético, o quizá una especie de tradición familiar, no sé, lo cierto es que Mariajosé era ya la tercera mujer de esta familia que se me ponía a pedir de boca.

    Se juntaba los senos con las manos mientras me miraba, En un abrir y cerrar de ojos me había puesto muy caliente. ¡Vaya que era una diosa esta mujer!

    Se desapuntó el pantalón mientras meneaba sus caderas, se lo quitó y posteriormente hizo lo mismo con su tanga. Una vez que estuvo completamente desnuda, me pidió hacer lo mismo. Antes de dejar mi ropa a un lado miré para comprobar la hora. 7:10 pm, tenía 35 minutos para coger a la mamá de mi novia. No era mucho tiempo, pero sabía que debía aprovecharlo.

    En esta ocasión no sentí el remordimiento que tuve cuando pasó lo de Esperanza. Era algo que yo consideraba imposible, era quizás una de mis más grandes fantasías y ante la real evidencia de que estaba a punto de cumplirla, no podía darme el lujo de negarme, era algo de lo que me arrepentiría el resto de mi vida.

    Agarró mi pene entre sus manos, con mucha suavidad. Poco a poco acercaba su cara, sacaba la puntita de la lengua y hacía el amague de que lo introduciría en su boca, pero luego retiraba la cara. Hizo una pausa para verme a la cara. Sonreía la condenada y caliente madura, luego repitió lo hecho un par de veces. Acercó sus senos y ubicó mi pene en medio de los dos. Empezó a hacerme una paja con sus preciosos senos. A esta altura estaba por reventar y sabía que hasta ahora estábamos empezando. Luego de hacer esto por un par de minutos, se metió, por fin, mi pene en su boca. Y de ese tema, sí que sabía esta mujer.

    Majo era una diosa dando mamadas pero su madre la superaba con creces, era la diosa mayor en lo que a felaciones se refiere. Un par de minutos con mi pene en su boca le bastó para hacerme venir. Cuándo eso ocurrió me dijo, “¿no será solo esto lo que le das a Majo?”.

    Pero ciertamente esta mujer no sabía el deseo que despertaba en mí. Se podía quedar tranquila porque si se trataba de ella, esto hasta ahora empezaba. Sonreí y la aparté un poco. Le di vuelta y la hice subirse al sofá apoyándose en cuatro. Empecé a chuparle el coño; no sé si por su edad o por falta de deseo demoró en lubricarse. Pero luego de unos minutos y de un buen masaje de lengua, lo conseguí. Mire el celular y comprobé la hora antes de quedar desnudo.

    Introduje mi pene fácilmente en ella. Estaba durísimo a pesar de que había conseguido hacerme venir hace solo unos minutos. La agarré fuerte de las caderas y empecé a empujarla con mi pene adentro. La caliente madre de mi novia se resistía a dejarme ver sus gestos de placer. Fingía no disfrutarlo, pero ocasionalmente se le escapan unos deliciosos gemidos que la delataban.

    Incrementé el ritmo. A medida que la follaba más fuerte, ella dejaba deslizar sus brazos hacia delante, elevando así más su culo y aplastando su pecho y su cara contra los cojines del sofá. Pasados unos minutos y habiéndonos sumergido en un caliente coito, Mariajosé, la mujer que había parido a la mujer que amaba, no solo gemía si no que gritaba a plena confianza. Nos dejamos llevar y no había reparo alguno para demostrar la auténtica excitación, A pesar de que el reloj corría en contra, yo anhelaba que esto nunca terminara.
    Cuando la vi al borde de la inconsciencia del placer me detuve. La hice voltear para penetrarla en la tradicional posición del misionero. Ahora estábamos frente a frente, viéndonos la cara mientras fornicábamos desenfrenados.

    Empecé lentamente, buscando también recuperar un poco el aliento. Poco a poco fui incrementando el ritmo. La forma de gozar el sexo por parte de la mamá de mi novia era muy diciente, pero, a decir verdad, si tengo que comparar lo exquisito de un gemido o lo provocador de un gesto, me quedo con los de mi Majo, la descendiente, la flaquita y fogosa chica que venía camino a casa y que podría encontarme en plena faena con su madre. Tenía que apurarme.

    Nuestros cuerpos chocaban sin ningún tipo de delicadeza, buscaba penetrarla todo lo que fuese posible, asaltar su humanidad sin ningún tipo de reparo. Ella, entre jadeos y gemidos, me pedía continuar, no detenerme. Estando así, sumergidos en un excitante momento; Mariajosé interrumpió el disfrute abriendo sus ojos y marcando en su rostro un gesto de terror. “¡Para!”, me gritó. Quedé inmóvil, me imaginé lo peor, había llegado Majo.

    Rápidamente me volvió el alma al cuerpo cuando esta mujer me dijo que no se trataba de eso sino que nos habíamos olvidado de usar un condón. Le dije que yo no tenía; como solo tenía planeado ir a comer con su hija no llevaba ningún preservativo conmigo. Fue rápidamente a su habitación a buscar a ver si había alguno en la cómoda de su marido. Aproveché para ver la hora. Eran las ocho, inmediatamente me pregunté por Majo. La llamé y me dijo que estaba atrapada en el tráfico. Según ella, llegaría tipo nueve o pasadas las nueve porque la congestión de las vías era fatal.

    “Querido, no te distraigas”, escuché apenas colgué el celular. Allí estaba nuevamente esta señora, Mariajosé, la mayor de las ‘Majo’; ya con un condón para así continuar en lo que estábamos. Se paró en frente a mí, se agachó y me puso el condón con la boca. Me dijo, “¿Majo te hace esto?”. Respondí negativamente, expresando mi deseo porque así fuera.

    Me pidió que me sentara en el sofá, luego ella se subió encima de mí. Apenas empecé a penetrarla le pregunté si ella era feliz. Si era feliz con su marido. “No del todo. Me hace feliz que juntos hayamos sacado a nuestras hijas adelante. Me hace infeliz que en la cama la pasión se extinguió hace mucho, así como su romanticismo. Nuestros polvos son esporádicos y casi siempre fugaces”.

    Empezó a sacudirse fuertemente sobre mí, yo la agarraba por ratos de los senos y por ratos del culo. Otra vez estábamos fornicando fuertemente, sin reparos. Mientras saltaba fuertemente sobre mí, y con la respiración algo cortada, me dijo que debía apurarme porque en cualquier momento llegaba Laura. Ella parecía ya bastante conforme con el rato que le había hecho pasar y yo, al verla inmersa en un inmenso delirio de placer me dejé sumergir en un profundo orgasmo, el cual me será imposible de olvidar. Ella me miraba directamente a la cara mientras veía como yo me retorcía en medio del placer extremo. Una vez recuperé la consciencia, situé mis ojos en su rostro para verla sonreír con mucha picardía, para verle ese gesto de plena depravación.

    Se levantó, tomó el condón, con la otra mano alzó rápidamente su ropa y salió corriendo. Mientras corría hacia su cuarto me dijo que me vistiera rápido. Me levanté y me vestí. Fui al baño a mojarme la cara y a recomponerme un poco la ropa y el pelo. Estando allí en el baño llamé nuevamente a Majo. Ya eran las nueve y cuarto y ella aún no aparecía en casa.

    Aún estaba atascada en el tráfico, estaba contemplando quedarse en la casa de una amiga que vivía cerca al lugar donde estaba atascada. Al escuchar esto me decepcioné bastante. Inmediatamente lo pensé y me convencí que daba igual, porque de ninguna manera había perdido el tiempo. Es más, había vivido una de las situaciones más extremas posibles. De hecho, me quedé divagando por unos momentos, pensando en la posibilidad de quedarme y repetir lo que había terminado hace menos de diez minutos. Pero fue un pensamiento que se fue rápidamente; Laura, su hija mayor, que aún vive con ella, estaba por llegar. Quizás su esposo también o quizás Esperanza, eso yo no lo sabía, pero si tenía claro que era imposible cumplir con ese deseo. Salí del baño y fui a buscar a Mariajosé para despedirme, me iría a casa ya que Majo finalmente no llegaría esa noche.

    Ella se despidió de una forma muy fría, no entendí ese drástico cambio de actitud. Me acompañó a la puerta y yo emprendí mi camino. Llamé el ascensor y apenas se abrió la puerta me llevé una gran sorpresa. Esperanza venía en este, me quedé parado esperando a que saliera para luego entrar; ella permaneció inmóvil en el ascensor. “¿No me vas a saludar?”, dijo

    Fui a darle un beso en su mejilla, pero ella corrió su cara y terminó robándome un beso. Ella reía y se iba tomando confianza sin contemplación alguna. Me tomó con su mano por detrás de la cabeza, como queriendo continuar, pero yo la detuve y le dije no estar de ánimo. Por primera vez, y para mi sorpresa, la vi actuar consecuentemente, entendió mis palabras y me besó la mejilla, luego salió y se quedó parada en frente al ascensor.

    Capítulo VI: Rompiendo esquemas y algo más

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    Camino a casa pensaba en varias cosas. ¿Por qué el drástico cambio de actitud de Mariajosé después de que follamos? ¿Le habría pasado algo a Majo? ¿Habría llegado ya a casa de su amiga? ¿En verdad habría ido a casa de su amiga o a otro sitio?...
     
    Última edición: 22 Nov 2020
    Felipe Vallejo, 22 Nov 2020

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    Muy buen relato pero...
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    Aunque aún así... entretenido tu telenovela
     
    chicaliente, 22 Nov 2020

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