Follé con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 10)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Felipe Vallejo, 26 Nov 2020.

    Felipe Vallejo

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    Capítulo X: Infragantis

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    El día de nuestra llegada no había podido ser mejor. Majo y yo nos sacamos esas ganas que veníamos guardándonos por largos quince días. Esa primera noche quedamos exhaustos. Al otro día me fue muy difícil despertarme. Recuerdo que desperté porque escuché a Majo discutir. Le reprochaba a Esperanza andar desnuda por el cuarto. Por estar aún somnoliento no pude verla, aunque claro está, ya conocía bastante bien su cuerpo, pero no sobraba un segundo vistazo después de tanto tiempo. En todo caso no pudo ser, no pude ver de nuevo su bello y esbelto cuerpo sin recubrimiento alguno.

    Luego de bañarme me senté a desayunar con Mariano, el padre de Majo. Fuimos los últimos en despertar y por eso desayunamos más tarde que el resto. Este señor me tenía en buen concepto, parecía agradarle bastante. Mariano pensaba que yo era un joven responsable y muy dedicado a mi trabajo, por lo que aprobaba por completo mi relación con su hija. Cuando terminamos de desayunar me invitó a acompañarle a la ciudad, debía comprar unos víveres y quería que yo lo acompañara. No era el mejor plan que había, pero bueno, era una buena forma de mejorar la relación y ganar confianza por parte del padre de mi novia.

    Cuando volvimos a la cabaña, Mariano me invitó a tomar unos tragos de whiskey. Fuimos a la piscina del complejo turístico y abrimos la botella. Nos sentamos a beber junto a la piscina, al rato llegó Majo, Karla y la madre de estas bellas mujeres, Mariajosé. Karla se metió un rato en la piscina mientras Majo, sus padres y yo charlábamos en la mesa.

    Karla salió de la piscina, por supuesto completamente mojada, la observé con disimulo; las gotas se deslizaban lentamente por su piel mientras ella tomaba una toalla para secarse. Una vez que secó su cuerpo se sentó junto a nosotros para beber un trago y charlar un rato. Era una mujer muy extrovertida, muy alegre y abierta a hablar casi sobre cualquier tema.

    Evidentemente no se puso sobre la mesa ningún tema caliente, era más bien una charla familiar, muy amena y tranquila. Mariajosé, la madre de mi novia, notó como Karla robaba mi atención por ratos. Me miraba y con sus ojos trataba de advertirme, “ni se te ocurra”. De a pocos el licor fue haciendo su efecto; ese exquisito Macallan 1947 había conseguido sacarnos de la realidad a cada uno de los que departíamos en esa mesa.
    Yo buscaba no perderme en el trabajado cuerpo de Karla, ni en el escote de su madre. Haciendo un gran esfuerzo buscaba desviar mis ojos cada vez que intentaban mirar a estas hermosas mujeres. Buscaba centrar mi atención en los bellos ojos de Majo, pero era difícil. Cuando no resistí más, me levanté; de una forma muy decente me despedí de Karla y de sus padres, tomé a Majo de la mano y les dije que ella y yo iríamos a dar una vuelta por la ciudad.

    A la playa no volveríamos, no luego de lo que nos había pasado la noche anterior. Pensé por un momento que por más temporada turística que fuera, alguna de las casas que se alquilaban en el complejo turístico debería estar vacía. Fuimos revisando una por una, nos asomábamos a la ventana, veíamos y evaluábamos si existía la posibilidad de que hubiese gente allí. Cuando vimos que no teníamos suerte, que todas estaban ocupadas, decidimos volver a la nuestra, a nuestra cabaña y arriesgarnos a follar allí. Esperando a que no hubiera nadie; que Esperanza y su novio no estuvieran, igual que Laura y su marido, y obviamente esperando que Karla y sus padres decidieran alargar su estadía en la piscina. Y como en tantas otras ocasiones, tuvimos suerte. La cabaña estaba vacía, a nuestra completa disposición para dejarnos llevar por nuestros impulsos y nuestros deseos. Entramos al cuarto, cerramos la puerta pero no pudimos dejarla con seguro porque no tenía.

    Y ahí estaba Majo, nuevamente ‘cara a cara’ con mi pene, colocándolo en su boca y de nuevo haciéndome tocar el cielo con las manos. Después de un corto pero completo paseo de mi sexo por la sensual boca de Majo, la levanté con suavidad, la hice poner de pie y la recargué contra la pared. Subí su falda y empecé a acariciarle con mis dedos sobre su tanga, una vez que estaba concentrada en disfrutar; cerrando sus ojitos y reclinando su cabeza contra la pared, bajé su tanga bruscamente. Me encantaba hacerle esto, consentirla, acariciarla lentamente y con suavidad, y luego sorprenderla con un abrupto cambio de actitud.

    Luego me incliné, casi sentándome en el suelo pero sin poner el trasero sobre las frías baldosas. Majo se hizo frente a mí, en un inicio poniendo su concha frente a mi cara, y cuando yo me disponía a lamerla por un rato, bajó e introdujo mi pene lentamente en su apretada vagina. No hubo tiempo para follar lentamente, desde un comienzo lo hicimos fuertemente; Majo saltaba y rebotaba con mi cuerpo mientras que yo disfrutaba sin poder tocarla, dejando que ella fuera la dueña de la situación.

    Me costaba un poco sostenerme, al fin de cuentas estaba sosteniendo mi peso y el de Majo con mis piernas y mis brazos, pero lo que más me afectaba era verle saltar sus pequeños senos frente a mi cara sin poder tocarlos; acercar mi cara a la de ella para besarla y aceptar el momento en que ella quisiera hacerlo, sin poder agarrar su cabeza para traerla hacia a mí y comerle la boca. Nunca lo habíamos hecho así, y si bien esta posición tenía sus limitantes, debo admitir que la disfruté.

    Majo y yo tirábamos sin restricción alguna, estábamos sumidos en el placer y por ello nos habíamos olvidado del tiempo y del espacio. Y cuando pensamos que todo acabaría de la mejor manera alguien abrió la puerta. Karla puso un pie en el cuarto y nos vio. Inmediatamente agachó un poco su cabeza, se dio vuelta y nos dijo que venía buscando a Esperanza, luego pidió disculpas por la interrupción y se fue. Qué incómodo que fue, muy incómodo. Especialmente para Majo. A mí me dio un poco de pena, pero a la vez creo que ser descubiertos por Karla me calentó. Sin embargo tuvimos que parar. Majo se puso colorada, se levantó rápidamente y salió corriendo, entró al baño y abrió el grifo de la ducha. Por lo menos eso escuché. Karla ya se había dado la vuelta y se había ido de la habitación. Yo había quedado tremendamente caliente, Karla nos había interrumpido en el mejor momento, justo cuando yo estaba por acabar. Entonces seguí a Majo, entré al baño para terminar lo que habíamos empezado, pero Majo me apartó, “ahora no, de verdad que ahora no quiero”, le escuché decirme cuando yo entraba a la ducha.

    Entendí lo que Majo me decía, realmente se veía conmocionada por lo que acababa de pasar. Para mí no podía ser peor; estaba tremendamente caliente, mi novia no quería follar y de hecho sería difícil volver a hacerlo durante el paseo, ya que estaba fresco el recuerdo de la primera vez que nos habían sorprendido. Buscar el desahogo con alguna de sus hermanas no era una opción; Laura me detestaba, aparte estaba con su marido y lo peor, por lo menos para mí, es que estaba embarazada, y yo con una embarazada no me animaba.

    Buscar a Esperanza podía ser tentador, al fin y al cabo ella siempre había demostrado querer follar de nuevo conmigo, pero ahora tenía novio, se suponía que estaba enamorada. Además, no quería volver a sufrir su intensidad, bastante me había atormentado con sus insinuaciones, que por cierto eran poco o nada discretas. Mariajosé, la caliente madre de estas chicas tampoco era una opción; durante el paseo estaba casi siempre junto a su marido, además que me parecía muy riesgoso volverlo a hacer. Y Karla me parecía especialmente atractiva pero a la vez inalcanzable ¿Y entonces? ¿Debía resignarme a pasar el resto de lo que quedaba de vacaciones sin follar?

    Era una tortura pensar en ello, con solo ver a Majo ya me calentaba y acá era peor, porque era verla a ella, a sus hermanas y a su madre, verlas a todas, a veces juntas, ligeritas de ropa.

    Capítulo XI: Karma o Karla

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    Al otro día, todos desayunamos al tiempo. Majo seguía un poco delicada por lo del día anterior, evitaba mirar a la cara a la mayor de sus hermanas. Yo hablaba con ella, con Karla, como si nada hubiera pasado y ella respondía del mismo modo. Karla guardaba bastante compostura, y yo de verdad no entendía porque Majo era tan susceptible frente a este tipo de situaciones; si al final de cuentas era obvio para su familia que nosotros deberíamos tener sexo...
     
    Felipe Vallejo, 26 Nov 2020

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    Muy interesante la novela
     
    enrique7843, 26 Nov 2020

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