Follé con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 6)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Felipe Vallejo, 23 Nov 2020.

    Felipe Vallejo

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    Capítulo VI: Rompiendo esquemas y algo más

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    Camino a casa pensaba en varias cosas. ¿Por qué el drástico cambio de actitud de Mariajosé después de que follamos? ¿Le habría pasado algo a Majo? ¿Habría llegado ya a casa de su amiga? ¿En verdad habría ido a casa de su amiga o a otro sitio?...

    Apenas llegué a mi apartamento pensé en llamarla para saber cómo le había terminado de ir. Pero era algo tarde, me pareció mejor preguntarle por Whatsapp. Majo respondió rápidamente, me dijo que ya estaba en casa de su amiga, que de hecho ya estaba acostada tratando de conciliar el sueño. Me agradeció por preocuparme por ella y me deseó una linda noche en medio de zalamería. Quedé un poco más tranquilo y decidí ir a darme un duchazo, después de todo me sentía algo pegajoso después de esa noche agitada.

    Mientras estaba en la ducha me sentí como un estúpido; si Majo me había respondido tan rápido el mensaje, debí haberla llamado en ese momento, al final de cuentas no era lo mismo para mi acostarme a dormir sin haber escuchado su voz. Una vez que terminé de bañarme, tomé el celular y la llamé. No contestó. Hice un segundo intento pero nuevamente timbró y timbró hasta que me mandó al buzón de mensajes. Asumí que ya estaría dormida y sin pensar más en ello me fui a dormir. Estaba exhausto.

    Al siguiente día, muy temprano en la mañana llamé a su amiga, a Camila. Era su mejor amiga desde hace muchos años, pero a mí, sinceramente, me desagradaba. Me parecía una mujer hueca y superficial, era una ignorante de tiempo completo. Eso sí, debo decirles que estaba bastante buena. No voy a dar mayores detalles sobre ella; lo único cierto es que tenía un cuerpo bastante provocativo. Su cara por el contrario, era un espanto.

    La llamé y le pregunté por Majo. Al instante me la pasó al teléfono. La noté iracunda. Me reclamó groseramente del porqué la llamaba al celular de su amiga. “¿Acaso no confías en mí?... si te digo que dormí en la casa de Camila, espero que me creas y no que empieces a jugar al detective”. Al terminar la frase colgó.

    Estuvimos de pelea un par de días por eso pero luego todo volvió a la normalidad.

    Sin darnos cuenta llevábamos saliendo ya dos años y medio. Nuestra relación sufrió el deterioro obvio del paso del tiempo. Si bien aún nos queríamos, compartíamos momentos especiales, disfrutábamos juntos de cualquier tipo de placer; parecía que algo fallaba. Ya no era igual que en un comienzo. Tenía claro que aún la amaba y daba por hecho que ella lo hacía de igual manera, pero ahora discutíamos con más frecuencia, por cualquier cosa; es más, gran parte del tiempo andábamos de pelea. Era como si constantemente el uno quisiera imponerse sobre el otro, era una guerra de dominio. Aunque casi siempre resolvíamos nuestros problemas de la mejor manera posible, con polvos desenfrenados y agresivos.

    Laura, su otra hermana que vivía en casa, llevaba varios meses planeando su boda. Se iba a casar y por supuesto que estábamos invitados. Tenía bastante claro que yo iría a ese matrimonio solo por ser el novio de turno de Majo. Laura y yo, hasta ese entonces, nunca pudimos entrar en confianza. Nuestra relación se daba en un tono muy formal, era respetuosa a tal punto que no admitía conocer detalles específicos o íntimos de nuestras vidas.

    Recuerdo que cuando empecé a salir con Majo, la hermana que me generaba más fantasías era Laura. Pero su carácter cortante y frío hizo que ese deseo se fuera diluyendo. Para ese entonces me calentaba bastante ver a Laura con cualquier tipo de pantalón. Era una mujer a la que siempre se le marcaba la entrepierna, sin importar lo que llevara puesto; bueno, cuando usaba faldas era imposible que se le marcara algo, pero con cualquier otra prenda era imposible no mirarle allí.

    Al igual que sus dos hermanas menores, heredó una contextura delgada. Era bastante flaca, no tanto como Majo; de hecho se parecía mucho más a Esperanza. Pero era más alta, su pelo era castaño y liso. Sus ojos también eran marrones, eran grandes y expresivos como los de sus hermanas. Sus senos eran considerablemente grandes, un poco más que los de Esperanza pero no tanto como los de su madre. Su culito era pequeño, pero destacaba por su forma perfecta, por esa curvatura que le hacía decir presente a todo momento.

    Ahora, luego de conocerla por un largo par de años, mi fascinación por ella había disminuido, básicamente por su frialdad, por su antipatía, pero era innegable que su bella figura lograba despertar mis instintos más básicos. Es más, he de confesar que más de una vez, fornicando con Majo, imaginé estar haciéndolo con Laura.

    El matrimonio de Laura implicaba dos hechos que tenían muchísima importancia para Majo y para mí. Al casarse se iría a vivir con su esposo, lo que significaba que, en los momentos en que Majo y yo nos poníamos calientes en su apartamento, tendríamos que estar pendientes de una persona menos. También traía consigo otra buena noticia para nosotros, había una boda, seguida de una recepción para invitados con fiesta incluida. Para Majo y para mí esto significaba que teníamos la oportunidad de follar en dicho evento, era una fantasía que teníamos, jamás lo habíamos hecho en la fiesta de una boda y, estando tan cerca la fecha, nos moríamos de ansiedad porque ese día llegara.

    El día de la boda pasé por el apartamento de Majo para recogerla. Lucía hermosa. Todas las mujeres de esta familia resplandecían, Laura, Esperanza y su madre. Yo odiaba usar corbata, pero esta era una de esas ocasiones en que se hacía necesario. Finalmente, me convencía a mí mismo de que valía la pena hacer dicho sacrificio si la recompensa era follar con Majo en el evento.

    Llegamos a la Iglesia, allí se encontraron con muchos familiares, fue un momento algo incómodo para mí. Como no era directamente familiar de nadie allí, pasé de largo saludando a los presentes sin detenerme a intercambiar una conversación. En el banquillo me senté junto a Majo como era de esperarse, y junto a una señora que sentía mucho entusiasmo cantando las canciones de la iglesia. ¡Qué vieja insoportable! Pero, dispuesto a todo debes estar, si en la recepción de la boda quieres follar…

    Era inaudito. Durante la misa de matrimonio, Esperanza, que estaba en diagonal hacia nosotros, miraba de reojo y aprovechaba cualquier descuido de Majo para coquetear conmigo. A esta altura ya no me incomodaba sino que me hacía gracia. Al lado de ella estaba Karla, la hermana mayor. Karla realmente es medio hermana de este grupo de provocativas mujeres. Es la mayor de todas y es producto de un descuido juvenil de Mariajosé; en la época en que aún no conocía al padre de sus otras tres hijas: Majo, Laura y Esperanza.

    La misa terminó, afortunadamente, y todos los allí presentes salimos rumbo a un pequeño salón de eventos que no quedaba muy lejos de la iglesia donde estábamos. Majo y yo sabíamos que nuestro deseo estaba a punto de cumplirse, solo era cuestión de tiempo para poder concretar dicha fantasía.

    Llegamos al lugar del evento y todos los invitados nos fuimos acomodando en las mesas de acuerdo a la importancia que tenía cada uno en referencia a la cercanía o vínculo familiar que se tenía con los novios. No lucía bien esta situación, yo, por ser el novio de Majo estaría en la mesa destinada a los hermanos y hermanas de los novios. Por supuesto que sería complejo soportar a Esperanza en la misma mesa, pero al fin y al cabo yo tenía claro a lo que iba.

    Y mientras los invitados charlaban y bebían, esperando por la comida y luego por un brindis por los recién casados, Majo abandonó su puesto. Pidió disculpas a los que estábamos allí en la mesa diciendo que iría al tocador. Inmediatamente fingí que entraba una llamada a mi celular, no sé si lució creíble o no, pero lo cierto es que me dio la posibilidad de abandonar la mesa sin parecer grosero con quienes estaban allí.

    Alcancé a Majo en la entrada a los baños, optamos por entrar y hacerlo en el de mujeres ya que habitualmente es más limpio.

    Nos encerramos en un cubículo y empezamos a besarnos. Como sabíamos que parecería sospechoso que ambos desapareciéramos al mismo tiempo, intentaríamos no demorarnos y por supuesto no volver juntos a la mesa.

    Majo apenas se subió el vestido lo suficiente, corrió su tanga hacia un costado, mientras yo bajaba por completo mis pantalones. Me montó y empezamos a fornicar sentados sobre el inodoro. Majo se cubría la boca con una de sus manos, tratando así de evitar el ruido y llegar a ser descubiertos.

    Rápidamente cambió el ritmo y empezó a sacudirse fuertemente sobre mí. No mirábamos fijamente a los ojos y éramos cómplices de esa situación que tanto nos calentaba. Tuvimos suerte, durante los cortos cinco minutos en que follamos a todo dar, nadie entró en el baño. El momento de mi orgasmo fue un dilema; podía manchar con facilidad el lindo vestido de Majo, o mis pantalones, que eran negros. Majo fue muy hábil. Estuvo siempre muy pendiente de detectar en mis gestos cuando llegaría ese momento. Cuando lo vio venir, rápidamente se quitó y se arrodillo buscando atrapar todo mi semen con su boca. Era difícil porque tenía que ser justo allí, de permitir que cayera en cualquier otra parte de su rostro, se arruinaría su maquillaje.

    Capítulo VII: Adultera a regañadientes

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    Una vez cumplida nuestra fantasía, acordamos que ella saldría, echaría un vistazo a la puerta y me avisaría si era seguro salir de allí, fue sencillo. Volví a la mesa, no había pasado hasta ahora nada nuevo. Majo llegó cinco minutos después y se sentó al lado mío, como si nada hubiese ocurrido...
     
    Felipe Vallejo, 23 Nov 2020

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