Foto Relato Erótico 1

¿Cómo puedes aguantar el trabajar para una mujer hermosa, es su misma casa?

Esa pregunta es muy fácil de responder cuando no te encuentras en la circunstancia, solo decías que era un trabajo y debías hacerlo de forma ética. Bueno, las cosas cambian. Las cosas cambian cuando ya tienes un tiempo regular allí metido en la situación. ¿Qué haces cuando ves algo apetecible frente a ti por mucho tiempo? Es elemental, tarde o temprano sucumbes ante tu propia presión para satisfacer tu deseo. Y es que tu deseo se encuentra allí, delante tuyo, todo el tiempo. Como si fuera un regalo tentador que debe ser aprovechado.

Recuerda la primera vez que entraste a trabajar como vigía de la lujosa casa de una familia muy pudiente. Era tu primera vez en el campo, nunca antes habías pisado un lugar con tal lujo de detalle. Aquello te enfermó en el principio, te sentías mareado, pero te acostumbraste. Estabas tan feliz como agradecido a la familia por acogerte en su hogar, dándote muchas comodidades. El trabajo siempre ha sido sencillo, lo único que tienes que hacer es pasear por la casa y cuidar de que todo esté en orden. Oficio bastante sencillo la verdad, pero luego de cierto tiempo debes lidiar con el aburrimiento. Buscas nuevas maneras de mantenerte entretenido. Entonces es cuando te das cuenta de algo que siempre te ha llamado la atención: la hija mayor de la casa.

Es fácil describirla. Es una muchacha joven y bella, tal cual como muchísimas de sus amigas quienes la suelen visitar a la casa o con quienes suele salir de noche. Todas ellas son bellas, la verdad, pero esta es la única que sabes que se encuentra a tu disposición. Aún así, tienes la certeza de que nunca podrías tenerla de pareja o de amante. Aquello te desanima, lo sabes, pero tuviste esa certeza desde el primer día que la viste. Sabes que eres un hombre de otra cultura. Pero todos los hombres se enamoran. Y todos soñamos.

Es tan simple imaginarla, pero es mejor observarla siempre. Cada detalle de ella hace que te enamores más pero, como nada es perfecto, sabes también que tiene defectos muy peligrosos. Defectos que sabes que hacen de ella nada más que una flor marchita. Es una déspota. Cruel. Incluso podría llamarla estúpida. Pero toda esa rabia que siento por dentro es balanceada perfectamente con mi deseo hacia por ella. siento que la odio a profundidad, pero también que la deseo sin más.

Esta es ella dando su mejor rostro, aquella facción angelical que es opacada por valores negativos. La amo y detesto a la vez. Le deseo la vida y la muerte. Aún así, imagino que no podría vivir sin su presencia avasalladora. Maldita belleza la que traes. Te amo tanto.



Es muy gentil, dulce y educada cuando tiene que serlo. Pero eso solo se da cuando llegan visitas de su nivel, esas personas que para ti te parecen organismos extraterrestres debido a que provienen de lo más alto de la sociedad. Asimismo demuestra su mejor rostro cuando vienen jóvenes guapos, obviamente, para expresarles simpatía y así llegar a hacer qué cosas. Conmigo no es así. Nunca me saluda y me habla de forma dominante, como si yo la perteneciera. Graciosa ignorante, yo quisiera ser suyo para siempre. Me repugnas, pero no puedo dejar de desearte completamente.



Recuerdo la primera vez que tuve mi primera aventura contigo. Ese día en el que, embriagado por el deseo luego de que tus padres y toda la familia saliera, te quedaste sola en casa. No, yo no soy de hacer daño a nadie. Pero últimamente me he vuelto partícipe de la observación minuciosa. Desde hace ya tiempo que rondaba en la casa para poder explorar más de ella. Había entrado en mi esa perversa curiosidad de saber qué detalles íntimos poseyera ella. De a pocos lograba obtener ciertos avances. Como esa vez que luego que la empleada se vaya a dormir, te acercaste a la cinta donde se tiende la ropa y miraste cuáles prendas suele usar, para luego husmear. Deliciosos detalles y prendas.

He aquí que es importante que recuerdes con exactitud lo que pasó aquel día que lograste conocerla mucho más.

Cierto día, y como había mencionado ya, notaste que todos excepto ella habían salido de la casa. Al comienzo no te pareció importante, hasta que la ráfaga de pasión e imaginación llegó a tu mente.
¿Qué estará haciendo ahora? Te preguntas. Recuerdas aquella vez que conociste sus prendas interiores y te excitaron en demasía. ¿Qué estaría usando ahora? Las formas que miraste no hacen más que evocar en tu mente figuras de siluetas y poses. Oh, mi bella déspota, cómo serías tú desnuda. Poco a poco tu fuego se va encendiendo y se te prende el foco. Tengo que hacer mi labor, te dices. Sabes que tienes que asegurarte de que todo en la casa esté bien. Por ese motivo te dispones a dar un paseo vigilante por todos los rincones de la casa, solo para asegurarte de que no haya ningún intruso que pueda hacerle daño. Comienzas a dar los primeros pasos, pero como sabes que esta vez tiene que ser distinto, tus pisadas cada vez se hacen menos sonoras y más truculentas. Pasas por varias partes de la casa, hasta que oyes música en su habitación. El morbo total te invade el cuerpo. Una ansiedad recorre tu totalidad, comenzando desde la barriga y, con cada acercamiento que das, tu corazón palpita aún más. Puedes oír la música más de cerca y una ventana abierta con cortinas cerradas. La luz está prendida. Notas que las melodías son sensuales cada vez más. Tu piel se eriza con la brisa del poco viento que pasa por allí. De pronto escuchas unas pequeñas risas. Y sabes inmediatamente que es ella, y que está haciendo algo. Necesitas observarla, tu deseo te corroe. De repente, saliendo de tu frialdad, te acercas cada vez hacia aquella ventana, temeroso con cada pisada que das. Ella aún sigue sin saber que estás allí, te das cuenta porque no ha cambiado su comportamiento. Notas su silueta a través de la cortina, cuya sombra se proyecta perfectamente hacia ti. Sostiene con su mano un celular, y al momento parece ser que se está tomando fotos y mensajeando con alguien. ¿Qué irá a hacer?

Como un espía, lentamente, te acercas más hacia la cortina, ubicando tus manos con mayor proximidad ante la tela. Entonces, con el mayor cuidado del universo, comienzas a deslizar la franela, de tal forma que no sea, en lo absoluto, notorio. Al abrir la cortina, puedes observar el interior de su cuarto, luego su cama y finalmente luego ella. Echada en su cama se encuentra. Está vestida con unas largas medias blancas y un pantalón licra que recalca muy bien el contorno de su cuerpo. El morbo en ti que había antes se maximiza.



De repente, la música comienza a cambiar. Si antes era música agradable, ahora es más sensual. Tú no dejas de observar cada detalle de su contorneado cuerpo. Al moverse ella más, tú miras absorto el constante cambio de posición de sus caderas. Los movimientos ondeantes de arriba hacia abajo y de costados, provocan en ti el deseo de llevar tu mano a tu miembro, que cada vez más te pide ser frotado. Entonces llevas tu mano a tu zona genital y te frotas lenta pero profundamente. De repente, ella queda en una sola posición de caderas. Y se toma una foto.



Si antes estabas entusiasmado por verla, ahora te sientes extasiado. La excitación de encontrarla en esa pose realza un fuego en tu interior. Mientras que ella se mantiene así y baila, tú solo observar un punto en específico, el centro. Quieres tratar de notar qué y cómo es lo que se encuentra dentro de esa tela negra. Ella no hace más que seguir riendo, eventualmente, y tomándose fotos. ¿A quién las mandaría?

Tu movimiento excitatorio continúa mientras miras a detalle sus glúteos y muslos. Ella aún no logra saber que la espías, lo cual te parece muy divertido. La diversión recién acaba de comenzar.

Con el compás de la música se mueve delicadamente, frotando sus pies y piernas entre ellas. Sus manos dan leves masajes a sus muslos, de arriba hacia abajo y en movimientos circulares, como tratando de decidirse para hacer algo. Aquellos masajes los continúa haciendo durante un instante, durante el cual, con cada frotación hacia abajo que hace ella, su delicado pantalón da pequeños bajones sobre su piel, mostrando cada vez más, minúsculas partes de su cintura. Tú te limitas a observar el show. El movimiento repetitivo sigue cada vez más y más, demostrando mayores porciones de su piel, hasta que logra llegar a una pequeña tela que te es muy conocida. Reconoces de inmediato su ropa interior, es negra, elegante, delicada y, como bien te gusta, con detalles. Mientras ella sigue bajando lentamente su pantalón, tu puedes darte cuenta la totalidad de esa prendita que te causa mucha excitación. Te frotas más profundo conforme ella va demostrando, en una manera muy sugerente, su tanga y luego sus piernas. Finalmente, como ya habiéndose decidido, se quita de un tirón el pantalón, quedándose en medias y esa bellísima tanguita negra. Tú sabes que nunca antes la habías visto así. Pero ahora tienes esta gran oportunidad.



Ahora tienes por comprendido cómo es que esa mujer se ve casi en su intimidad. Esa tanguita negra la deja totalmente descubierta, débil, inofensiva. Aquella mujer que suele burlarse de la pobre empleada, a veces llamándola bruta, incompetente o, cuando se pasa del límite, zorra. A un joven jardinero una vez humilló fríamente delante de sus compañeros llamándolo estéril, feo y pobre. Es esa misma monstruosidad que se encuentra en el cuerpo de una mujer tan bella lo que la hace impredecible. Cuántas personas han sufrido por culpa de esta mujer. Suele ser despectiva, es creída, no respeta a nadie que no sea de su "nivel". Así de enferma es esta mujer. Es el capricho hecho en carne y vida. Hay veces en que me gustaría darle un buen grito, pero se que eso no me conviene a mi. Yo solo soy el guardián. Nada más. Si me preguntan qué humillaciones he recibido, diría que fui capaz de aguantar insultos de esta mujer cuando llegaba ebria a casa. Me llamó de varias formas, pero la que me dolió más fue burlase de mi madre, quien vive en provincia. No pienso repetir lo mismo acá, pero tiene que ver con el trabajo de la prostitución. Estaba punto de renunciar debido a esa falta de respeto. Hasta que descubrí una mejor manera de dejar de lado toda esa maldad, espiándola. Observando cada parte de su intimidad de tal forma que yo pueda cobrar mi venganza. Y he aquí a donde he llegado.

Ahora, con esa prendita, ya no me parece la misma mujer dominadora y malcriada que suele ser, ahora veo que se ha quitado gran parte de su escudo, casi desnudándose ante mi, haciendo que vea en ella un ser desarmado. Ahora siento que ninguna palabra que ella diga puede herirme, puesto a que puedo ver su intimidad, se ha quitado su escudo y ahora no es nada. Está indefensa. Fácilmente podrían venir sus víctimas, en sed de venganza, y cobrárselas allí y ella no podría hacer nada. Por el simple hecho que se ha casi desnudado. Presentando algo que no es debido a ella presentar a cualquiera.

En lo que reiteraba las vejaciones que me dio, ella se levantó un instante para traer comida. Ahora no es más que una mujer desnuda comiendo un plátano y tomándose una foto.



Aquella acción tan simple de comer un plátano hizo que venga en mi un pensamiento. Ni la persona más poderosa puede superar a las necesidades básicas, por lo tanto, es todo aquello lo que nos hace humanos, es decir, iguales. Ella allí, sentada con sus medias y su tanga, no es más que la empleada a la que acaba de despreciar. Ni al jardinero que humilló frente a sus amigos. En ese instante, cómo deseé que ambas personas estuvieran allí, frente a ella, y ella así, casi desnuda, tratándose de defender. Cómo me hubiera gustado que el joven jardinero la vea tal y como la veo yo, a ver si así a ella le dan los ánimos de ponerse tan malcriada como suele hacerlo. ¿Qué pasaría si eso fuera posible? La respuesta me da siempre una suerte de dos elementos combinados: venganza y excitación.

¿Qué haría ese joven jardinero si es que viera a esta mujer tan despreciable de esta forma?



O si es que, a la fuerza, abriera la puerta de su cuarto y la viera así. En casi una total desnudez de cuerpo y alma. Me pregunto: ¿Le sobrarían las fuerzas a esta muchacha de humillarlo de tal forma que lo haga llorar?



Un monstruo se puede encontrar de muchas formas, pero la cual es siempre la más implacable y peor, es cuando se viene disfrazado de ángel. Un ángel de pechos desnudos, como incitándote a succionar leche de sus pezones. Pero una vez que te acercas lo suficiente, te apuñala de mil formas, provocando en ti ira y dolor. ¿Es acaso un dolor que muchos estaríamos dispuestos a soportar? Es decir, con tal forma de satisfacer el placer carnal que tanto nos llama la atención. Y he aquí ella, con los pechos desnudos frente a mi, enseñándome fielmente quién es. Oh, pero qué belleza es. Nunca habías visto unos pechos iguales en vivo. Sabes que son bellos, pero son peligrosos y traicioneros. No te pertenecen y nunca te pertenecerán. Sabes que la vida de aquella muchacha está destinada al sufrimiento. La odias con toda tu alma, pero a la vez la deseas tanto. Es tu droga. Es tu razón de vivir.



Finalmente, para terminar con tremenda reflexión, siempre es importante saber que cada persona tiene su punto débil. Aquel punto en el que es siempre vulnerable, aún así sea la mujer más peligrosa y bella del planeta. Siempre hay un punto de quiebre que es capas de hacerla retorcer de deseo y debilidad. Toda persona, al final, se puede rendir ante ti. Siempre y cuando puedas encontrar aquel punto donde puedas penetrar tu influencia. En este caso, ella me enseñó más que eso. Me enseñó de dónde venimos todos, la humanidad. Ella me enseño su humanidad. Ella me enseñó de dónde vine yo, ella y todos nosotros. He allí ahora ella, tan vulnerable, tan débil. Bastó con el simple hecho de sacarse esa telita negra que cubría la mayor parte de su intimidad. Ahora ella puede sentirse tan indefensa como esa empleada o ese jardinero. Y ¡Oh! Cómo desearía que ellos dos estén presentes para presenciar tal belleza de una mujer tan marchita por la sociedad. Me excitaría, más que introducir mi pene en su vagina, observar qué es lo que le dirían ellos dos a ella, y ella así, en esta pose, totalmente indefensa, tratando de establecer su dominancia.



Así se encuentra ella ahora, en cuatro, enseñándote todo. Y al fin, como ya era hora, aprovechas para frotarte dentro del pantalón. Entonces es el momento en el cual tu pene te lo agradece. Ella se realiza las mismas frotaciones, gime de placer... Ahora parece tan humana. Y cuando hubieron terminado ambos de realizarse placer propio, ella vuelve a su posición principal. En medias aún.



Al final de todo, cuando el torbellino acabó, tú te dispones a salir y de repente oyes una risa malévola con una frase: Eso estuvo rico ¿No? Espero que hayas disfrutado del show, grandísimo hijo de puta.


Fin.

-Estas fotos fueron sacadas de la web y sirven para fines didácticos, espero poder realizar mis propias fotografías con alguna modelo para crear nuevas e intrigantes historias-

 

Me reído mal, me he reído bien. ¡Buenísimo el giro del final! ¡No te pierdas hombre! Leerte es como comer torta de chocolate de Miscelanea.

 

Muchas gracias No sé cómo agradecer tu comentario. Seguiré escribiendo siempre que tenga nuevas ideas (las cuales siempre tengo) ¡Un saludo!

 

Muy buena historia y gran final

 

buen relato