Un casco blanco inesperado

Que tal cofras, aprovechando el invierno, seguiré con las aventuras que esta vida me va permitiendo experimentar, con las esperanzas de que recordar estos sucesos eróticos me calienten un poco. En un post anterior ya describí el principio de todo: mi primera vez. Por si desean leerla, les pongo el link: https://perutops.com/foro-relax/threads/empezando-por-el-principio.399613/

Ahora sí, continuaré con mis anécdotas.

Había pasado ya casi un año desde que dejé mi alma mater, y era un joven con miles de ideas y metas en la cabeza. Aun estaba fresco el recuerdo de Lorena, y el no tener ya contacto con ella me causaba cierta tristeza. Era imposible para mi dejar de recordar cómo en un arrebato de inesperado valor había perdido mi virginidad. Sin embargo, como era de esperarse, sin un nuevo estímulo en mi vida, la timidez volvió a tender sus cadenas sobre mi voluntad. Dentro de mi lugar de trabajo, en ese entonces, no era más que el típico pulpin chancón, hasta cierto punto nerd, que no juerguea y que por ende, tampoco tira. Y lo triste en ese entonces era que lo último era verdad. La última mujer con la que había estado era Lorena, y en casi un año, me vi sumido por mi conducta introvertida en la total abstinencia.

Tenía 22 años, casi 23 en ese entonces, y trabajaba en una empresa contratista. Mis funciones eran principalmente las de apoyar en la evaluación financiera de las obras que se presentaban, y encargarme de temas logísticos de las obras que se venían ejecutado, motivo por el cual, eventualmente me mandaban a provincia para coordinar con los ingenieros de las obras temas de presupuestos, etc. Fue en uno de estos viajes en que conocí a Rosario.

Ella era una chica joven, risueña, de cabello corto, color negro. Tenía unos ojos profundos y unos labios carnosos cual fruta de la cual el más afortunado de los hombres no se cansaría nunca de probar. Era una chica delgada que gustaba vestir una casaca marrón que ocultaba su linda figura y sus pechos juveniles, y jeans azules que le formaban un lindo trasero. Sin embargo, la primera vez que la vi, lo que más me sorprendió no fue su belleza ni su cuerpo, sino, perdónenme los prejuicios, el casco blanco que llevaba sobre la cabeza: Rosario era una linda bachiller en ingeniería civil que apoyaba a los ingenieros de una obra en la ciudad de Jauja.

La primera vez que la veo, ella estaba junto a un ingeniero, cargando un folder con el brazo. Me acerco entonces, decidido a presentarme y decirles los motivos que me llevaban a aquella tierra agrícola del valle del Mantaro. Conforme me fui acercando sin embargo, sentí como la maldita timidez empezaba a asomar sus tétricas fauces delante de mi. Nunca me había pasado eso antes, pues hasta esa fecha, todos los ingenieros y asistentes de ingeniería con los que había tratado eran varones. Siento que mis mejillas empiezan a calentar, y un miedo súbito a que me vea rojo como tomate empieza a crecer dentro de mi.

Una vez delante de ellos, ambos, el ingeniero y Rosario, me dirigen la mirada, esperando que fuese yo quien empiece la conversación. Me acerco entonces y estrecho la mano del ingeniero, y luego estrecho la mano de Rosario, sin siquiera verle a los ojos. Ahora que recuerdo este pasaje de mi vida, me doy cuenta de lo rudo que debí haber parecido al saludar a alguien y no verle a los ojos.

- Buenas tardes ingeniero, soy Lorenzo - Les dije, mientras mis ojos, en una actitud defensiva, estaban enfocadas en el ingeniero, buscando huir de cualquier contacto con la mirada de Rosario. En ese momento estaba convencido de que si su dulce mirada se cruzaba con la mía, me convertiría en piedra, y no podía permitirme eso. - Me enviaron de Lima para coordinar unos temas de la obra con usted.

- Hola muchachón, que bien - Me dice el ingeniero - Mira, ahorita no tengo tiempo, pero acá Charito te puede dar la información que necesitas.

El ingeniero se va entonces, y me deja solo con ella, con Charito, quien me miraba con una sonrisa en los labios. ¡Qué hermosa sonrisa! Y esa hermosura no hacía más que acentuar mi timidez. Estaba rígido, y por un momento, se me había olvidado todo lo que había ido a coordinar. El silencio se hizo presente, hasta que que por fin, este se ve interrumpido por ella.

- Hola Lorenzo, soy Rosario - Me dice - Dime que necesitas para ver si lo tengo acá mismo - Agrega, haciéndome una indicación al folder que llevaba en el brazo.

Pero yo no respondo. Me quedo callado, frustrado por la ridícula facilidad con que dejaba que la timidez tome rienda de mis acciones. Solo atino a sacarme la mochila que llevaba en las espaldas, abrir el cierre, y comenzar a buscar dentro el cuaderno en el que había apuntado las cosas que necesitaba coordinar. Sin embargo, notaba que mis movimientos eran torpes, apresurados, lo cual motivó que en un instante, la mochila se me escapara de las manos y caiga al suelo. No había manera en que me sienta más avergonzado en ese momento. Sentí que mi timidez había subido un peldaño más en la escalera, y fue entonces en que me di cuenta que si no hacia algo, esta iba a terminar por destrozar mi vida.

- Tranquilo hombre, ¿estás bien? - Me dice Rosario - Parece que están con fiebre.

Al oír esto, recién caigo en cuenta que estaba sudando. Mirada esquiva, movimientos torpes, y encima sudando. Vaya la impresión que le estaba generando. Sin embargo, encontré en eso una salida a mi penosa situación.

- Dddeebe ser el soroche - Le dije - Me siento algo mal, creo.

- A yah, eso debe ser... Creo que tengo unas pastillas en mi mochila, sígueme un ratito para dártelas. No vaya a ser que te desmayes - Me dice, y empieza a sonreir.

Yo sonrío también. Sin embargo, por dentro me siento fatal. Lo último que esperaba era que alguien sienta lástima por mi, y muchos menos que ese alguien sea una chica tan bonita como Rosario.

Aquel día, la sigo hacia donde ella tenía su mochila, de donde saca dos pastillas, las cuales tomo sin objetar, pues que cosa peor me podría pasar ya. Desde mi punto de vista, habiendo cometido tantas torpezas, solo morirme, y hasta esa opción, en esas circunstancias, no me pareció tan mala idea.

Nos sentamos luego sobre unas piedras, y más calmado ya, saco mi mochila, tomo mi cuaderno y le explico el motivo de mi presencia. Así conocí a Rosario, Charito, la primera mujer de ingeniería que conocía en mis 22 años de existencia.

En esa oportunidad, me quedé en Jauja por una semana, tras la cual regresé a Lima. Para ese entonces, mi timidez había facilitado las cosas, pues para simplificar mi existencia, consideraba a Rosario como una amiga de trabajo, una hermana, y no como una mujer con la que eventualmente podría acostarme. Bueno, eso era lo que quería creer, y en cierto modo, lo creí, pues como dije, mi timidez bajó la guardia y pude desenvolverme mejor estando con ella.

Al regresar a Lima, pensé que quizá no la volvería a ver. Sin embargo, como lo dije antes, la vida te puede sorprender en un abrir y cerrar de ojos, y pasados dos meses, me encontraba viajando a Jauja de nuevo, y no pude evitar la emoción de saber que nuevamente estaría cerca de Rosario.

Durante este viaje, las cosas se dieron con mucha más facilidad. Rosario era un "inge" más, como solía llamar a los ingenieros en las obras a las que iba, y además, ya era una amiga con la que después del trabajo, me quedaba a conversar. En esos viajes, yo me hospedaba en Huancayo, muy cerca del bello parque Constitución. Ella vivía cerca de allí también, sin embargo, nunca pasó por mi mente acompañarla hasta su casa, y tampoco nunca pasó por la mente de ella, invitarme. En las noches, sin embargo, acordábamos encontrarnos en el parque Constitución para de allí, ir a cenar algo y conversar un poco sobre la vida. De ese modo, empecé a conocerla más, sobre sus objetivos en la vida, sobre los motivos por los que se animó a estudiar ingeniería civil en Lima, sobre sus padres. Aun recuerdo la fascinación con que la escuchaba, y la calidez de su cuerpo junto al mio, mientras estábamos sentados en una banca, con el cielo huacaino sobre nuestras jóvenes cabezas. Una semana transcurrió de ese modo. De día, coordinando asuntos de la obra, y de noche, paseando por las frías calles de Huancayo. Una semana que al terminar, me dejó convencido de dos cosas: que Huancayo es una ciudad muy bonita para pasear, y que me estaba enamorando de Rosario. Sin embargo, no me animé nunca a decirle nada al respecto, así que cuando llegó mi hora de regresar a Lima, simplemente me despedí de ella con un abrazo, al cual ella correspondió, agregando un cálido besito en mi mejilla, un cálido besito con esos labios tan hermosos, y de cuyo néctar estaba seguro que me iba a ser imposible disfrutar.

Regresé a Lima, y fue entonces que supe que mis viajes a Jauja habían terminado por el momento. La obra ya estaba por acabarse, y no eran necesarias más coordinaciones. Lamenté esa noticia, sin embargo, una vez más, decidí someterme a mi destino, al cual excusé nuevamente apelando a mi timidez: ¡Viajar de nuevo hubiera sido en vano, pues nunca me hubiera atrevido a decirle a Rosario que me gustaba!.

Pasaron 4 meses desde la última vez que había viajado a Jauja. Y si bien aun recordaba a Rosario de vez en cuando, ya no me entristecía tanto saber que no volvería a verla. Se acercaba la fecha de aniversario de la empresa, y nuestro gerente en ese entonces, un ingeniero que en paz descanse, en vista de lo bien que le había ido a la empresa en el año anterior, decidió organizar una fiesta a la que invitó a diversos partners. Por ese entonces yo ya no vivía con mis padres, y alquilaba un cuarto por Jesús María. Este cuarto era de regular tamaño, y en el había acomodado una cama, una librería, una cocina, una mesa y un pequeño sofá que mi papá me regaló cuando me independicé un año antes. Y con todo eso, tenía dentro el suficiente espacio para moverme con libertad.

El día de la fiesta de aniversario, me preparo para ir, más por obligación que por gusto, pues no quería que me tomaran por un antisocial. Salgo y tomo un taxi hacia el local por Miraflores en el que se había organizado todo. Al llegar, me encuentro con unos compañeros de trabajo, a quienes veo cuchicheando hasta que me acerco a saludar.

- Lorenzote, hombre, pensé que no ibas a venir... Te hubieras perdido de algo interesante. Mira, has visto a esa flaquita rica que está por allá - Me dice uno de mis compañeros, mientras apunta a una chica de espaldas, con blusa celeste, que dejaba una parte de la espalda al descubierto y hacía relucir una figura fina y sensual, y un pantalón que le resaltaba el derrier. - Esa flaquita va a ser mia, vas a ver...

Miro a la mencionada flaquita, quien está sola junto a una mesa, y por algún motivo, noto algo familiar en sus movimientos. ¿A quién me recordaba? Estaba de espaldas, y movía las caderas lentamente al ritmo de una salsa que sonaba estrepitosamente. De pronto, la "flaquita" se volteá, y su mirada se cruza con la mía.

Temo que me es difícil explicar los sentimientos que experimenté en ese momento. Me imagino que hubo algo de emoción, algo de sorpresa, definitivamente alegría, y muy dentro de mi ser, algo de lujuria. Todo ello me generó el cruzar la mirada con esa "flaquita", pues aunque no me lo podía creer, esa "flaquita" no era más que Rosario, Charito, la "inge" de quien me estaba enamorando hace 4 meses.

Continuará...

 

Buen relato bro! Esperamos la continuación...

 

Gracias cofra. Si, no se preocupe, ayer pensaba acabarlo pero se me hizo demasiado tarde y tuve que cortar la historia. Este fin de semana de hecho la termino. Saludos y gracias por tomarse el tiempo de leer.

 

Intrigante el relato, esperamos la continuación a la brevedad posible jajajaja, tranquilo cófrade, tómese su tiempo pero no mucho

 

Que tal cófrade?? Continúa su relato.... Está de lo más interesante

 

esperare voy a guardar unas chelas para el siguiente capitulo gracias

 

Interesante e intrigante como dijeron, se nota la timidez hasta en contarlo porque la haces bieeen larga, pero se nota que vale la pena.

 

Muy larga la haces... Falta algo de sustento a la historia

 

esperemos que valga la pena como acaba ya que si la haces larga, buena trama

 

adelante muy bueno, estaremos esperando por el desenlace...

 

Continúa master, muy bien descrito

 

Estimados cofras, agradeciendo el haberse dado su tiempo para leer mi relato, y disculpando por "hacerla larga", es que a veces no puedo evitar que mis recuerdos se dilaten demasiado. Para el siguiente relato que haga, primero haré la versión larga en word, y luego postearé por acá la versión resumida. Dicho esto, continuaré con el desenlace de esta historia.

Y allí estábamos los dos, frente a frente. Una hermosa sonrisa se dibujó en su rostro, una sonrisa que me invitaba a acercarme.

Sin embargo, la maldita timidez aún no había sido superada, y en la medida de que yo ya no la veía como una amiga, sino como una mujer a la que deseaba, sentí como una ansiedad y un temor por cometer alguna tontería iba apoderándose de mí. Quería estar cerca de ella, pero a su vez, me daba miedo. Temía decirle que me gustaba y que ella me rechazara. Entendí en ese momento que si no tomaba las riendas de mi voluntad, estaría condenado. Así que di un respiro hondo, y con un paso inusitadamente firme, me acerqué a ella.

- Hola Charito, ppero qué sorpresa - Le dije, mientras mi mirada se fijaba en sus ojos, y de vez en cuando, se escapaba hacia sus pechos, sus bonitos pechos que antes eran escondidos por la casaca que siempre solia usar, y que ahora, detrás de la delgada tela de su blusa, aparecían como dos montes de lujuria que ansiaba explorar.

- Hola Lorenzo - Me dijo - Pues sí, acá vine con la gente del proyecto para celebrar.

- Te ves muy bonita - Le dije, tratando de ocultar mi pasmada fascinación.

- Gracias, te ves muy bien también - Me dijo - ¿Te gustaría bailar un poco?

- Si, con mucho gusto - Le dije, tras lo cual, ella toma mi mano y me lleva hacia la pista de baile, en la que ya habían algunas parejas moviéndose al ritmo de la música.

Bailamos aquella canción. Me fascinaba verla mover sus caderas, y contonear su cuerpo junto al mío. Sentí que una nube de sensualidad comenzaba a envolvernos. No pude evitar recordar a Lorena, y pensar que esa noche podría terminar del mismo modo.

Durante la noche, bailamos y bebimos, o mejor dicho, ella bebía, pues yo solo atinaba a sostener mi vaso y darle eventuales sorbo a la cerveza. Sin darme, al rato noto que Rosario está mareada, ante lo cual le pregunto:

- Rosario, ¿estás bien?

- Creo que no – Me dice – Creo que estoy un poco borracha. – Agrega y se echa a reír.

- ¿Tienes adónde ir? – Le pregunto.

- Si – me responde, aun riéndose – Iba a ir a la casa de mis tíos, por el Agustino.

- Vaya Rosario, ahorita es un poco peligroso por allí – Le digo - ¿Qué te parece si descansas en mi cuarto y ya mañana vas más tranquila.

- Estás bien Lorenzito – Me dice – Porque si creo que estoy borracha jajajaja- Y empieza a reír de nuevo.

Entonces decidimos retirarnos, luego de despedirnos de la gente. La ayudo un poco a caminar y tomamos un taxi hacia mi cuarto. Durante el trayecto, Rosario se notaba somnolienta, pero su sonrisa nunca se desdibujó de su hermoso rostro. Al llegar, la hago pasar, y le ayudo a recostarse en mi cama, y la cubro con unas frazadas.

Durante la noche, yo solo atino a verla dormir, hasta que el sueño también me invade y me quedo dormido. A la mañana siguiente, ella despierta con los malestares propios de la borrachera. Era domingo, así que no había que trabajar, por lo cual me ofrecí a ayudarla para aliviar sus malestares. Lo primero fue prestarle el teléfono fijo que tenía en mi cuarto para que llamase a sus tíos para decirles que ella se encontraba bien. Luego, le preparé un desayuno ligero, le compré una botella de agua mineral para que se rehidrate. Para la tarde, ella ya se encontraba casi normal. Entonces, ella me dice:

- Muchas gracias Lorenzo, has sido muy bueno conmigo, espero no haber arruinado tu domingo.

- Al contrario Charito, estoy para servirte - Le digo - Ahora, ¿vas a ir donde tus tíos?

- No, ya es tarde, en la noche creo tomaré un bus para irme a Huancayo.

Me quedo sin palabras, y me imagino que mi mirada expresó mi tristeza de saber que ella se iría pronto, pues noté como ella se quedó mirándome a los ojos, hasta que me preguntó lo siguiente:

- Lorenzo, ¿yo te gusto, no?

Decidí que la timidez no podía destrozar ese momento. Así que la miré juntado todo el valor que disponía en el momento, y le dije:

- Sssssi, sí Charito, me gustas mucho.

Ella entonces sonrió, sin dejar de mirarme, puso sus pequeñas manos sobre mis hombros, y se acercó para darme un beso en los labios.

- Tú también me gustas Lorenzo.

No fueron necesarias más palabras. Comenzamos a besarnos con pasión. Saborear sus dulces labios era la gloria para mí, pero sabía que nos deparaban placeres más profundos que los generados por nuestros besos. Poco a poco, llegamos a mi cama. Sin dejar de besarnos nos echamos. Ella entonces se pone encima de mí. Sentía como sus pezones comenzaban a erectarse sobre mi pecho, mientras nuestras lenguas se enmarañaban en nuestras bocas, buscando placer.

Luego, ella se levanta, y lentamente se quita la blusa que llevaba puesta, sacando a relucir sus senos cubiertos por un sexy brasierre blanco. Entonces le quito el brasierre, y ella me acerca sus pechos para que pueda probarlos. Comencé entonces a besar sus pezones, mientras ella comenzaba a acelerar su respiración. Mis manos comienzan a dirigirse hacia su ingle, y empiezo a acariciarla lentamente.

Ella entonces me comienza a besar nuevamente, con pasión. Siento a los minutos como sus pequeñas manos rebuscan mi entrepierna, sintiendo como mi pene se endurecía. Entonces ella baja mi cierre, y mi pene salta erecto ante ella.

- Me gustas mucho, Lorenzo - Me dice, mientras con su pequeña mano empieza a acariciar mi pene, mirándome traviesamente.

Entonces, ella baja la cabeza, y con su lengua comienza a recorrer mi glande. Luego, empieza a hacerme una tímida felación. Me dejo llevar por el placer mientras lo hace, atinando solo a poner mis manos sobre sus cabellos cortos, haciendo ligera presión hacia abajo. Ella no se queja, y deja que mi pene ingrese lentamente dentro de su boca, llegando a su garganta. Era la primera vez que sentía lo que era una garganta profunda, y se sentía muy bien. Pude ver como ella entonces comienza a ponerse algo roja, y unas ligeras lágrimas brotan de sus ojos. Ante eso, yo retiro mi pene, y preocupado le digo:

- ¿Estás bien Charito?, Discúlpame por mi brusquedad, soy un bruto...

- No te preocupes - Me dice - Me gusta así.

Entonces, ella toma mi pene y lo sacude lentamente, y acerca su boca para nuevamente engullirlo. Me echo, y me dejo llevar por el momento.
Al rato, ella se detiene. Se levanta y se baja el jean que llevaba puesto. Sus hermosas piernas me deslumbran. Lleva un calzón blanco, el que ella misma baja, permitiéndome verla desnuda. Yo hago lo propio y termino de quitarme los pantalones. Luego, Rosario se echa sobre mí, y comienza a besar mi cuello.
Al rato, siento que mi pene roza su vulva, ansioso por ingresar y sentir su húmeda calidez. Pero no me atrevo a meterlo. Siguen los rozamientos, mientras ella me besa el cuello, el pecho, los labios. Al rato sin embargo, ella se levanta, toma mi pene erecto, y con sutileza lo alinea con su pelvis. Luego, con unos movimientos pausados, baja la pelvis, dejando que mi pene ingrese lentamente. Un calor delicioso invade mi miembro, conforme éste se va introduciendo dentro de su ser.

Mientras ella me montaba, yo le acariciaba los pezones. Ella me miraba a los ojos, con su respiración. Al rato comenzamos a besarnos. Los movimientos pélvicos se aceleran, y siento que ya voy a terminar, pero entonces la tomo de las caderas, deteniéndola por un momento. Luego, la hago girar, de manera que esta vez yo me encontraba encima de ella. Ella ríe ante este súbito movimiento mío, y luego me besa. Ahora me tocaba a mí el realizar los movimientos pélvicos, en la pose del misionero.

Éramos uno, mientras la penetraba con pasión. Nuestros labios se enredaban en un frenesí de placer. Sus pequeñas manos sobre mi espalda presionaban mi piel, mientras yo le tomaba la cabeza, acariciando los cabellos de su nuca.

Al rato, flexiono mis rodillas, y levanto mi torso. Luego tomo sus piernas, y las levanto separándolas un poco, de manera que podía ver claramente como mi pene ingresaba dentro de ella. Ella me mira a los ojos, se muerde los labios, y mientras lo hace, siento como empieza a realizar contracciones con su vagina, brindándome una placentera sensación. Ella se acaricia sus pechos, y yo me siento a punto de llegar al orgasmo.

Al parecer ella lo nota, y con una resquebraja voz, me dice:

- Termina fuera…

Ante la inminente eyaculación, saco mi pene de su húmeda y caliente vagina. A los segundos, me siento desfallecer de placer mientras mi semen brota como un torrente sobre su pelvis. Ella me mira, y con sus manos frota el semen de su pelvis, llevándose un poco hacia su vientre. Al rato, yo me echo sobre ella y la comienzo a besar.

-Rosario, me gustas mucho – Le digo, dejándola de besar por un momento.

-Lo sé – Me dice – Ya tenía mis sospechas, jejeje – Agrega, y me da un beso.

Nos quedamos recostados por unos minutos, hasta que vamos juntos al baño para ducharnos. Luego de eso, conversamos por horas, ambos recostados sobre la cama que había sido cómplice de nuestra pasión.

Llegada la noche, tomamos un taxi rumbo al terminal de Yerbateros, y la espero hasta que ella tome su bus. Antes de subir, sin embargo, nos despedimos con un efusivo beso, prometiéndonos hacer lo posible para volver a vernos.

Rosario fue la primera enamorada que tuve. Nuestra relación duró por dos años, y terminó por culpa mía, pues dejé que el trabajo sea una prioridad sobre ella. Esa rotura dio inicio a una nueva etapa de mi vida. Una etapa marcada por llamadas telefónicas, encuentros clandestinos y citas sin amor. Pero todo ello, las anécdotas de esa nueva faceta mía, serán motivo de nuevos relatos.

Muchas gracias por leer. Saludos.

 

Exelente relato cofraa, solo debes aclarar algo. Cómo ella directo de la fiesta se va contigo y luego al terminal, osea ella ya vino así vestida para la fiesta desde huancayo?

 

Mis felicitaciones cofrade lorenzote, después de tiempo que leo en esta zona un relato fresco e interesante. Aunque pienso pudo explayarse más, por ello cito lo siguiente:

Cofrade, no se deje influenciar no tiene porque disculparse, cuando uno escribe es dueño de lo que quiera expresar; los que leemos nos queda respetar ese derecho, para eso es esta zona "para leer" y a quienes les parece que la "hace larga" pues creo con todo respeto, que esta no es su zona.

No cometa el error de entregar versiones resumidas, ya que así un buen relato pierde consistencia. Se lo digo por experiencia.

Estaré atento a nuevos relatos de parte suya.

Mis Saludos.

 

Muy buen relato man siga asi, salio ganadazo

 

Esos detalles decidí obviarlos en aras de no irme mucho por las ramas. Sobre su ropa, en si no era un vestido ni nada. El asunto fue que nunca antes yo la había visto con una blusa que dejara ver mejor su cuerpo, pues ella siempre solía vestir una casaca, blusas largas o chompas. Por eso al verla así, me causó una gran impresión, entiendan que era un pulpin con poca experiencia y fácil de fascinar. Para mi fue como ver una versión más sensual de la misma chica, una versión que estuvo oculta principalmente por su forma de vestir.
Ademas, ella había venido con una mochila en la que guardaba una chompa celeste, que era con la que había venido desde provincia. Chompa que se puso a la hora de enrumbarse nuevamente hacia Huancayo. Me imagino que no vino con más ropa pues su plan era divertirse un rato y luego regresarse, y no contaba con que iba a estar yo, pues como dije, tenia fama de aburrido en la oficina, y esos rumores traspasan fronteras.

 

Buen relato bro! Adelante con sus historias y no hagas caso a las criticas cojudas que leo por aca..

 

Tomaré su consejo cofrade.

 

buen relato... mucho más si el cofra taparte le dice que está chevere ya tiene un aval...
pd: un buen relato secundo la verdad