El viaje más erótico de mi vida. [Historia completa]

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Srdestroyer, 29 Jun 2020.

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    Saludos compañeros, aquí les ofrezco una muy extensa historia erótica. Es posible que muchos no la terminen de leer, pero les prometo que acaba muy bien. He pensado muy bien en el público femenino, masculino e insecto (ya lo descubrirán). ¡Que lo disfruten! (las partes siguientes continúan en los comentarios)

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    Me ofrecieron la oportunidad una vez de dictar una conferencia sobre un tema que domino muy bien en una región donde la empresa estaba iniciando operaciones. Para ello fue necesario que viaje con una compañera a la que conocía regular, pero que siempre le había echado el ojo por la belleza que manejaba siempre. ¿Cómo decirlo? De ese tipo de bellezas naturales propias de las clases más acomodadas, con todas sus particularidades y caprichos. Incluso el tono de voz era evidente, esa misma que marca diferencia en un lugar concurrido. Simplemente no hay manera de no mirarla.

    Pero bueno. El hecho es que, cuando me mencionaron lo del viaje, y no solo eso, sino que tendría que hospedarme, posiblemente en el mismo hotel que el de Nicole, varios de mis amigos me miraron con una medida combinación entre la traviesa aceptación como una profunda envidia, pues se imaginaban, ¿qué era lo que podría pasar allí? Y sus sentimientos eran verdaderos, puesto que, siendo realistas, ninguno hubiera podido, en circunstancias normales, entablar relación alguna con ella, o al menos, un acercamiento amical que estuviera por fuera de los ámbitos laborales. Y el que tuvo tal suerte fui yo, quien tampoco tuvo la fortuna de ser parte del mundo de Nicole, sino que por mi propio esfuerzo, logré desarrollar habilidades tales, que me hicieron indispensable para realizar tal viaje con tal mujer.

    De esa manera inició la historia, y no pudo ser mejor, que mostrando incluso las diferencias entre ambos en el modo de viaje: ella logró viajar en avión, mientras que yo fui en bus, demorándome más. Afortunadamente, el hotel ya estaba separado, también las habitaciones -separadas claro- en el centro de la ciudad; llegué en el taxi con mis maletas, las cuales ayudaron cargándolas el servicio del hotel. Las llevaron a mi habitación mientras que me indicaban cuáles serían los cuartos que ya habían sido reservados, felizmente, estaban de frente: ambas puertas se miraban. No había aún rastro de Nicole, pero me habían informado que su llegada ya había sido el día anterior -por la mañana- para hacer todos los arreglos y contactos correspondientes sobre la serie de conferencias que habría que dictar. Y como fue un duro viaje, me puse a dormir.

    Pasaron las horas, hasta que unos golpes en la puerta despertaron mi sueño. Con el rostro aun tratando de aceptar la condición de despierto, y caminando casi tambaleante, me dirigí hasta la entrada y la abrí de golpe, pensando que sería el servicio. Pero no. Era Nicole quien había sido prudente en dejarme tranquilo durante todas esas horas para que reponga energías, puesto que había que trabajar haciendo unas correcciones de última hora a la presentación. Era evidente su disgusto por hacer tal cosa, pero habían sido órdenes directas de la alta dirección, ella la habría de pasar, tal vez, mal la noche, pero yo ya había dormido. Tendía energías para trabajar. El problema sería mañana, ¿tendríamos la total disposición para hacer un excelente trabajo habiendo arreglado una casi interminable cantidad de diapositivas y material el día anterior?

    Quedamos a las 7, después de un lonche. En su habitación. Esto hubieran sido excelentes noticias para mí, si no fuera por el hecho de que había que hacer arreglos toda la noche y la tarea era tan urgente como interminable. Ni modo. Comí solo en el gran comedor del hotel, algo ligero realmente, para cuidar de que no me caiga mal la comida, pero mientras lo hacía, en mis pensamientos gravitaban aquellas imágenes de Nicole. Mi corazón palpitaba rápidamente cada vez que lo hacía, pensar en ella; era pues, evidente, mi nerviosismo. Cuántas veces la había visto en la oficina, y tan pocas solo hablándome de cosas fuera del trabajo: realmente no era nada más para ella que un simple compañero que desaparecería de su vida una vez que cambiásemos de empresa o hasta que se case. Sacudí mi cabeza a manera de sustraer esos malos razonamientos, ya que, si había alguna oportunidad de estar lo suficientemente cerca de donde ella dormía, pues habría que aprovechar cada instante de esa ocasión. Luego terminé de comer: era momento de subir y entrar a su habitación.

    Di tres golpes algo tímidos a la puerta y esperé un instante, luego escuché el seguro desactivándose -qué precavida, pensé- para luego sentir cómo giraba esa manija, a la vez que se abría la misma. Lo primero que asomó fue su blanco rostro con finos cabellos castaños casi rubios, y con una cordial sonrisa, pero quizá aislada de afecto, me dio un saludo. Ni dijo mi nombre. -Entra. -Me invitó a pasar. Su habitación no era un cuarto, literalmente, era más bien como un departamento, con una pequeña sala y varias puertas que daban al baño y a su habitación. "Lastima", pensé, no había forma de observar el lugar donde se echaba. Pero daba igual. Entonces me indicó la mesa donde habríamos de trabajar y donde había que poner nuestras computadoras personales. Y de ese proceder, tan impersonal, iniciamos nuestro arduo trabajo. Pasaron, de esa forma, las horas en las que editábamos el archivo desde el Drive, a veces juntos, en ocasiones separados.
    El paso del tiempo era totalmente notable, habían pasado ya casi cuatro horas de ardua labor. Mutuamente nos sentíamos fatigados, eran las once con algo de la noche, y ni entrábamos en la madrugada. Lo peor de todo era que no llegábamos ni a la mitad: era de ese tipo de faenas que apenas logras salir del comienzo luego de largo tiempo de discusiones y negociaciones. Ambos éramos tercos a nuestra manera, pero ella siempre salía ganando de alguna manera. Y así, ante el estrés, decidimos darnos un descanso de unos minutos en el que no haríamos nada más que estar en silencio, pues, ¿de qué cosas hablaríamos que tengamos tanto en común? Pasó media hora en el que navegábamos en nuestras redes sociales y apenas le diría una pequeña broma -como un paupérrimo intento de amenizar el ambiente- que ella simplemente respondería con un frío pero educado -Já-.

    Pasaron de las doce de la madrugada y ambos supimos que debíamos empezar, con todo nuestro hartazgo aún presente, la larga serie de diapositivas que debían ser corregidas. Para aquel entonces, mis deseos sensuales ya habían perdido todo su furor, y más que seguir allí con ella en su departamento yo ya quería salir para dormir o ver un buen porno. El estrés había sobrepasado con ganas mis deseos de Nicole. (Si hasta este punto, el lector que aún sigue la historia se pregunta, ¿para qué he leído todo esto si se supone que es un sitio de relatos eróticos? Pues le digo, así como se fue formando la situación, pues también aumenta la intensidad. Así que, amigo lector, esto se pone mejor).

    Eran las doce y cuarto, ambos en silencio modificando nuestras partes, sin ninguna palabra para ese momento. Yo, concentrado, no la veía; pero, a manera de casual sorpresa, noté que había separado una silla entre ambos, la había movido con los pies y acto seguido se habría sacado las zapatillas, quedándose en delicadas mediecillas blancas hasta el blanco tobillo, para ponerlas sobre el asiento que estaba justo entre los dos. De hecho, ella estaba sentada casi al frente mío, en diagonal, en el otro lado de la mesa y esta silla -con sus pies encima- apuntado hacia mi costado. Pero lo más curioso de todo era que sobresalían del espacio que cubría la tabla de la mesa, sobresaliendo y, prácticamente, tenía sus pies a mi costado.

    La –posiblemente- irreverente acción de Nicole distrajo mi posterior atención sobre mi trabajo, que ahora había reducido hasta la mitad de su eficiencia. Durante ese momento de personal tensión, noté que ahora avanzaba el doble de tiempo para cada diapositiva, simplemente, no podía operar tranquilamente. Me di cuenta que, quizá inconscientemente, agachaba la cabeza y, cubriendo mi mirada de la suya, bajaba ésta para observar esos delicados pies tan cerca de mí. Éstos estaban apoyados uno sobre otro y, en pocas ocasiones, cambiaban de posición. “”, pensé, ¡cómo me moría por tocarlos ahora! ¿Lo peor de todo? Que no había manera de sujetarlos sin parecer un maleducado mañoso.

    No sopesé el tiempo que me daría el razonar sobre las posibilidades, ya que, al darme cuenta, ¡habían pasado más de treinta minutos! Y pues, como estábamos mostrándonos los avances, era evidente mi retraso: ¿cómo pues decirle que eran justamente sus deliciosos pies los que me impedían pensar correctamente? De decirle eso, muy posiblemente ella se disculparía y los sacaría de allí, incluso, se acomodaría hacia el otro lado. No, no podía hacer que se mueva: ella era mi droga, la necesitaba. Pero incluso mientras lo discutía en mi mente, llegó su fina apreciación: “No haz avanzado con el punto 4.3”

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    Última edición: 29 Jun 2020
    Srdestroyer, 29 Jun 2020

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    Afuera hacía un cálido clima, era verano y el lugar estaba cerca al mar. Desde la ventaba se podía ver cómo la vegetación de la plaza central y los árboles se mecían con el leve susurro del viento. Allí fuera todo era paz, las pocas personas que allí caminaban no tenían mayor problema y tensión, simplemente disfrutaban del momento sin la preocupación del mañana, pero eran todos menos dos personas. Dos personas que empezaron a discutir dentro de una elegante habitación del hotel más exclusivo. Si hubiera habido un fisgón voyeur que pudiera observar desde fuera, notaría que dos personas, una bella mujer y un ordinario hombre –una imposible pareja-, hablaban con acentuados ademanes. Hubiera intuido ese voyeur que ambos discutían sobre algo.

    Luego la mujer se paró de su silla, cogió sus zapatillas en la mano y entró a una puerta. El otro hombre estaba aún sentado mirando atentamente su computadora, si hubiera alguna forma de saber lo que pensaba, probablemente era de que ya se quería ir de ese lugar. La joven mujer salió de ese cuarto con ropa distinta, un polo nuevo y un ligero pantalón, posiblemente pijama. Luego fue a la cocina y se trajo una bebida en una delicada tasa. Probablemente era café. Ahora ambos estaban en completo silencio, pero se sentía la tensión en el ambiente. La mujer se sentó frente a su aparato y posó sus pies en una vacía silla que estaba junto al otro sujeto. Y así se quedaron más rato.

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    El estrés y la tensión del ambiente habían explotado durante un preciso instante, provocando que Nicole se alterase, y si bien no había llegado a gritarme, era notoria su exaltación. Ello hizo que fuera a su cuarto para cambiarse la ropa y disipar un poco la energía que aún había allí dentro de ella. Parece que resultó, pues era posible que dentro, mientras se retiraba las prendas, hacía lo mismo con sus pesares, para luego cambiarlas por otros nuevos pensamientos, a la vez que se ponía nueva indumentaria. Ahora ella saldría con ropa ligera de su cuarto para ir a prepararse un café. Naturalmente, se sentaría con sus pies apoyados en la misma posición en la que estaba, pero noté algo más: había incluso cambiado sus medias, pues ahora eran rojizas, muy ligeras, incluso casi transparentes. Si antes había sido difícil, ahora se ponía peor la cosa. Pero esta vez ya no caería en el mismo error: no daría rienda suelta al estrés. Por primera vez, entonces, pensé en hacer un movimiento arriesgado.

    Lo planeé todo rápidamente durante menos de cinco minutos: elaboré un speech con el cual argumentaría unos puntos que eran importantes para el trabajo, y de esa manera usaría aquella estrategia para dos efectos, el primero, conectar unas ideas fundamentales que le darían a la exposición mayor importancia, mientras que la otra, la segunda pero con mayor significancia, el de desestrezarla. Era prácticamente un salto de fe, pero había tanto que necesitaba soltar –tensión- que era necesario el hacer algo ya. Así que, antes de que me venza el nerviosismo, procedí. –Nicole, mira…- empecé a recitar mis argumentos con intenciones personales.

    Inicialmente su mirada era de sospechosa incredulidad, “¿en qué estaría pensando?”, imaginé que diría en su cabeza. Efectivamente, mi posición era contraria a sus ideas, pero tenía una intención clara. En mi explicación, con adecuados movimientos de manos para reforzar mis puntos de vista, viajaba de un punto a otro, notando que, poco a poco, Nicole asentía cada vez más. ¡Perfecto! El plan seguía en marcha, hasta ahora, todo bien. De esa forma, según ella conformaba conmigo constantemente, movía mis manos cual mago, tratando de hipnotizar a mi espectadora. Era necesaria una señal, por lo tanto, para dar cabida a mi segunda –y más arriesgada- parte del plan. Hasta que lo vi. Una pequeña sonrisa. Era la trompeta, el señuelo, que estaba esperando; y de esa manera continué, como un conquistador avanza por tierras indígenas, sin parar.
     
    Srdestroyer, 29 Jun 2020

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    Sin haberlo notado, ambos interlocutores conversaban con afinidad, mientras que por el borde del techo un mosquito volaba en círculos. De repente se posó en la superficie y miró hacia abajo. Obviamente no entendía nada de relaciones humanas, pero fue un espectador presente de lo que acontecía, como cual contacto entre dos civilizaciones completamente diferentes, una pequeña aproximación beneficiosa comenzaba a gestar. La mano del hombre bajaba hacia su costado, hacia un punto específico, mientras éste decía ciertas palabras incomprensibles, pero mientras lo hacía, la mujer parecía coincidir constantemente. Como hipnotizados, ambos se miraban fijamente, sin notar que había de aparecer otro estímulo, pero esta vez, más físico. La mano derecha del macho descendía lentamente hasta tomar suavemente el pie sobresaliente de la hembra humana, para luego dar ciertos movimientos –con la misma intensidad- de arriba abajo, sobando, masajeando.

    La hembra, quizá embriagada por las palabras del macho, además del hecho de querer expeler ciertas energías negativas, tan solo afirmaba con cierta sonrisa lo que el otro declaraba, mientras que sus extremidades inferiores eran metódicamente frotadas. Y ésta ni se inmutó, sino que, aceptando completamente la realidad –incluso conscientemente- empezaría a conversar con el sujeto, el cual, con mayor confianza –confirmando el aval implícito de la frotación- sobaba esos delicados pies.

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    No lo podía creer dentro de mí. Estaba tocando completamente los pies de Nicole y ella ni dio un ápice de disgusto o queja. Tan solo el hecho de ver ese bellísimo rostro conversar conmigo sin importarle que un mediocre sujeto como yo la sostenía, suavemente, era motivo de éxtasis triunfal. Nadie me lo creería, pero, ¿qué importa? Disfrutaba frotando esos hermosos pies, apretando sus deditos por encima de la suave tela; ella, a su vez, incluso los movía lentamente como dándome a saber por dónde quería ser tocada. Un placer total. Incluso después de callados lo seguía haciendo, era pues evidente que ella no solo lo aceptaba, ¡sino que le gustaba! Para ese entonces, yo fingía que continuaba con mi aburrido deber; pero la verdad, era que estaba tan concentrado en aquella sensual tarea, que había dejado completamente de pensar en otra cosa que la sensación de mi mano sujetando ese caliente pie. Estoy muy seguro que ella sentía exactamente lo mismo.

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    Hacia el otro extremo de la plaza central, justamente de frente al famoso hotel, había una casa de varios pisos, donde, en la última habitación de la última planta, un humilde joven hospedado empezó a observar libremente. Como recién había salido a tomar aire, aún todos los detalles se le escapaban, pero con suficiente atención, pudo notar una única luz prendida de una gran ventana con las cortinas abiertas. Allí a lo lejos, pareciese que nada pasara, eran tan solo dos personas frente a sus computadoras personales; y aun así, el muchacho con su curiosidad, emprendió su atenta observación, en primer lugar, motivada por el aburrimiento, pero luego, con honda curiosidad, al notar que la mujer se paraba de su sitio para desaparecer a través de una puerta, su corazón empezó a latir. Así que se separó de la ventana rápidamente y, ansioso, buscó por su mochilita verde, aquella que usaba cuando salía de excursión. La encontró al fondo, por debajo de una mesita. Corrió a sostenerla y abrir para mirar su contenido: ¡Ajá! Allí estaba, su gran binocular, un caro regalo que le hiciera un bondadoso turista rico. Luego, para ocultarse, apagó la luz de su cuarto y se dirigió hacia la ventana nuevamente.

    Como buen fisgón, sostuvo en el marco de la ventana su aparato de visión, a modo de sostenerlo sin usar mucho los brazos. El ángulo fue de un leve picado, puesto que la altura donde se encontraba era ligeramente superior al de sus objetivos, teniendo de esa manera un mayor panorama con gran cantidad de detalles. Y como buen francotirador se puso a esperar tranquilamente. Aunque dentro de sí no esperaba nada espectacular, puesto que casi nunca sucedía, esta ocasión ocurrió todo lo contrario. Comprendió entonces que esa sería una larga madrugada, ya que pudo ver a lujo de detalle cómo la mujer salía de su habitación, completamente cambiada. Extrañamente, antes había entrado con una especie de pijama ligera, pero ahora, pareciese que hubiera ascendido de nivel: se exponía ahora solamente con una bata rosa de dormir, cerrada y sujeta por la cintura, cuya extensión acababa en los muslos, largamente expuestos. La mujer era evidentemente bella, de hecho, parecía toda una modelo. Y joven, a aproximadamente en sus medianos veintes. Si bien la bata cerrada estaba bien sujeta, el simple hecho de verla así, en todo su fino aspecto, le excitó sobremanera. Estaba claro que el hombre que estaba sentado también lo hacía, solo que no se movía de su sitio como su cabeza trataba de girar.

    La mujer caminó hacia el lado opuesto donde estaba la mesa con el hombre, desapareciendo un instante de la ventana para aparecer en otra, siempre caminando grácil. En lo que pareciese otra pequeña habitación que fuera una kitchenette, ella abrió unos estantes para sacar de allí algunas latas. Posiblemente café. Preparó la bebida en dos tazas y se asomó por el borde de la pared de que dividía los espacios, pareciese que preguntaba algo, ya que el sujeto movía la cabeza como si explicara algo. El mirón joven ajustó aún más el engranaje de enfoque de su aparato, ignorando totalmente al otro para dedicarse a ver todos los detalles de la figura de la joven que preparaba sus bebidas en una pequeña bata de dormir. De pronto, ella giró dando la espalda hacia el fisgón, quien seguía atento a sus movimientos. Abrió la compuerta de una refrigeradora para quedarse parada observando algo. Pareciese que aún conversaba algo, ya que de pronto, luego de estar estática un momento, agachó su torso para acercar el rostro hacia unos compartimentos inferiores.

    La espectacular vista que le dio esa anónima pero bella mujer al muchacho fisgón fue sensacional: agachándose ella para alcanzar algo, no notó –o ignoró- que la pequeña bata treparía por encima de sus muslos para detenerse hacia la mitad de sus glúteos, dejando a libertad de vista una hermosa forma de dos formados músculos divididos entre una fina línea de tela blanca, la cual iniciaba estrechamente para seguir, hacia abajo, abriéndose hasta un ligero abultamiento justo donde se separaban sus blancas piernas. Una escena espléndida la que tenía frente a sí, la mujer no reparaba en que era observada minuciosamente, y esto era evidente, puesto que lo hacía con detenimiento, posiblemente, al saber que su compañero no la podía mirar por estar en una sala contigua, separados por paredes blancas.

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    Srdestroyer, 29 Jun 2020

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    Desde el momento en que Nicole salió de su cuarto vestida de esa manera, supe inmediatamente que había sido por mi causa. Estoy seguro que le había masajeado tan bien los pies que se había animado a seguir con la situación. Por eso, cuando la vi con esa pequeña bata, no solo la noté mucho más suelta –y descubierta- sino que también me preguntó si quería algo para tomar. Café, le dije, no iba a pedirle nada de alcohol, lastimosamente, tanto porque debíamos seguir con nuestra labor como porque, tal vez, hubiera forzado sospechosamente el curso de los sucesos. Era mejor seguir portándome de la misma manera que había venido haciéndolo. Solo que ahora, tal vez los masajes no iban a ser suficientes. Rondaba en mi mente las preguntas sobre qué hacer ahora. ¿Debía aumentar el nivel del juego?, ¿Debía proponerle algo?, ¿O tal vez debía dejar que las cosas sigan su rumbo naturalmente, dejándome llevar por las circunstancias como si yo fuese el agua y ella el canal?

    Tomé la decisión más segura, estratégicamente hablando, esa mujer no era como el resto. O era sutil con mi comportamiento, o la ahuyentaría con una conducta de troglodita sexual. No había forma se seguir los mismos patrones que, tal vez, seguirían mis compañeros. Así que simplemente, esperé. Esperé a que las cosas se alineen, que se presten las circunstancias para seguir adelante de manera orgánica. Respiré hondo entonces, mientras ella seguía preparando mi bebida, entretanto que a la par, intentaba relajarme, pero siempre me venían en mente imágenes de posibilidades. Sencillamente, no podía controlar mis emociones, mis pulsaciones: tenía a una de las mujeres más bellas, no solo de la empresa, sino posiblemente del país vistiendo una delicada bata y a quién ya toqué los pies. “”, repetía en mi mente, era una escena totalmente sacada de un sueño húmedo, pero como era real, debía ser cauteloso. Con el tiempo lograría cosechar algo bueno, o rico.

    El carácter de Nicole al salir de la cocina era de seguridad, pues con ambas manos sostenía las tazas de suerte que éstos no rebalsen por los movimientos del caminar. La imagen que tuve de aquella escena era onírica, la joven se acercaba a mí con aquella bata tan bien ceñida a su cuerpo, y aunque no dejaba a vista libre algo más íntimo que quisiera notar, era notable el movimientos de sus largas piernas, sus bien formados muslos descubiertos que se dirigían con parsimonia hacia mi persona. Así logró alcanzarme la taza con el café bien caliente, del cual emanaba humo y un olor agridulce muy agradable. Al rato se paró a mi costado, sosteniendo su bebida, observando el avance de mis diapositivas que, evidentemente, no había avanzado. Más aún, había cometido un par de errores que ella habría de notar, pero, a diferencia de hace unas horas, en la que discutimos, ahora no solo no estaría de mal humor, sino que asentiría conmigo en que estábamos haciendo mucho esfuerzo, ¡y que requeríamos de un descanso!

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    Hacia el otro extremo de la plaza, en una habitación oscura, con una ventana abierta, un joven observaba a detalle cada evento. Con su útil herramienta, podía espiar muy claramente cada movimiento de ambos actores, mientras a que, a su vez, trataba de imaginar qué decían o qué hacían exactamente. Más aún, intentaba detectar el razonamiento de ambos pero, especialmente, de la mujer, quien parecía de otro mundo social al que pertenecía aquel hombre, de hecho a ambos, incluyéndole. Su perplejidad no solo se debía a toda esa escena que pudo ver a primera fila –especialmente en la de la cocina-, sino que también al hecho de que aquella mujer pertenecía a sus más profundas aspiraciones, algo del cual no poseía mayores esperanzas más que en sus sueños. Y si bien supo que aquel sujeto no era, claramente, su pareja, aquella envidia inicial se transformó en una profunda empatía, incluso capaz de sentir lo que aquel otro apreciaba personalmente. Lo imaginaba todo, mientras miraba con su herramienta, esperando en cada instante que esa incesante película aumente su intensidad. Dispuesto estaba en observar toda la madrugada hasta el amanecer.

    La joven mujer estaba a su costado, indudablemente hablando, sujetando su caliente bebida y dando pequeños sorbos. El otro, direccionado hacia ella, también hacía lo mismo. Parecía que la escena era totalmente normal y natural, eran tan solo dos personas hablando, ¿qué de interesante había en eso? Pero luego no solo se intercambiaban mensajes, sino también había pequeñas risas, quizá el tipo le contaba cosas graciosas haciendo que la joven sonriese. Incluso, tal vez la molestaba, motivo por el cual ella tocaba su hombro a manera de decir “¡basta”, de manera jovial. La intercomunicación entre ambos se mostraba en profunda sintonía, si antes sus movimientos eran dispares, ahora parecía que presentaran sincronía en sus comportamientos: si el hombre se recostaba en la silla, ella acompañaría inmediatamente tal conducta apoyándose hacia un costado; si él se tocaba el rostro como pensando qué decir, ella tocaba su cabello como peinándolo con la mano. En fin, ahora había realmente una sintonía entre ambos. Era tan solo cuestión de tiempo nomas, para que esa escena escale en su intensidad, y a juzgar por la confianza –ahora mayor- del hombre y la provocativa vestimenta de la joven, era probabilísticamente inevitable que brote algo más.

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    Srdestroyer, 29 Jun 2020

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    Un intruso caminaba por aquella sala en ese mismo instante en busca de un camino de regreso a casa, se había perdido. Subió por una perfecta pendiente de noventa grados y escaló. Su comportamiento errático le había llevado a ese preciso instante y lugar donde dos seres gigantes revelaban una conducta peculiar. La hormiga subió por la pared, muy lentamente, ya que el final de ésta pareciese interminable. Detrás de ella los dos seres seguían en su misma faena socializadora. La laboriosa hormiga se detuvo hacia aproximadamente la mitad de la distancia entre el inicio y el final de aquella pared, estando casi al mismo nivel de los dos gigantes que jamás notarían su presencia. Y así, en su incapacidad para comprender a los humanos, fue testigo del hecho que venía gestándose desde hace unas buenas horas, en las que el macho haría su primer acercamiento sensual a la hembra, la cual, dentro de sí, habría captado aquello totalmente, aceptándolo como una invitación hacia el ascenso de la intensidad de la situación. La hormiga, no comprendiendo nada, pero en su limitada percepción, observó el levantamiento de una de las piernas de la mujer hacia un soporte horizontal de la silla donde estaba el macho, quien, aun diciendo algunas palabras, notó ese evidente hecho.

    Y como si fuere la cosa más natural del mundo, el macho sostuvo con una mano, por detrás, la tibia de la mujer, como sobando un mástil, solo que éste estaba cubierto de piel y músculo. La hembra, por su parte, no habría reaccionado de mala manera, sino que siguió riendo ante los dichos del macho. Encontrándose de esta manera, entonces, no había tensión innecesaria durante ese momento, ya que ambos fluían según sus propias disposiciones hormonales, en plena sintonía. Y mientras el hombre frotaba la pantorrilla de la mujer, ésta se movía suavemente, como reaccionando a los estímulos físicos que recibía muy gratamente. Todo circulaba como las hondas del mar, cada vez más intensas, pero definitivamente sin elementos extraños que chocaban contra el agua salpicando afuera. La hormiga notaba ahora unas feromonas extrañas emanadas por aquella especie dominante, era una sensación familiar, como cuando es momento de aparearse, pero siendo criaturas completamente extrañas, no estaba segura de si lo que intuía habría de ocurrir.

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    Jamás hubiera pensado que todo esto estaba ocurriendo, peor aún con esa persona. Pero es que me pasaron tantas cosas que no pude controlar, que simplemente necesitaba desfogar cierta energía sobrante que, de no despedir, hubiera sido contraproducente, de alguna u otra manera. Además, lo que derramó el líquido del vaso finalmente, fue eso que hizo. Simplemente no me pude controlar, se sintió tan… bien. Mejor dicho: rico. Fue un viaje rápido, pero hacía tiempo que no recibía atención, y pues, mi situación sentimental no está tan bien que digamos. De esa manera me dejé llevar, ante todo, por la caricias del otro. Es algo de lo que espero no arrepentirme en el futuro y que realmente espero que no se entere nadie. Al final de todo lo que pudiera ocurrir, ya había pensado en cortar todo tipo de relación con él, puesto a que nunca estuve dispuesta a repetirlo. Al menos no con él. Pero es que en esa situación no me pude controlar, era como si una emoción extraña me controlaba completamente, de hacer que me ría de cada cosa, de hacer que, por primera vez en todo este tiempo, lo viera realmente atractivo. A partir de ahí confirmé mi sospecha de que nunca podemos controlar nuestras emociones e impulsos, y si nos gana la curiosidad de hacer algo, simplemente lo hacemos.

    Sentir esas caricias me hicieron recordar a mi primer enamorado, hace ya muchos años, quien en su ingenuidad, no sabía cómo satisfacer a una mujer. Bueno, yo tampoco sabía gran cosa. Pero una vez en mi casa, decidimos improvisar: le dije que podía empezar dándome suaves masajes a los pies antes de empezar lo demás. Aquello hizo que la pasáramos demasiado bien, puesto que incluso nos quedamos conversando horas mientras él seguía apretando y relajando mis pies. Fue como estar en el cielo. Luego, las cosas fueron aumentado de grado, recuerdo muy bien su cara cuando empecé a desabrocharme el pantalón, ¡era la primera vez iba a ver a una mujer desnuda frente a él! Tanto mis palpitaciones como, estoy segura, las de él, aumentaron sobremanera. Habiendo abierto totalmente el cierre, dejé que primero mire todo lo que quiera: ¡Qué bien se sentía ser observada de esa manera, era liberador! Recuerdo que en esa ocasión usé por primera vez esa tanga que había comprado hace unas semanas y que, a pesar de la incomodidad inicial, luego ni lo noté. Después la sensación de compartir ese momento con él superó toda sensación allí abajo.

    Entonces, años después, en esa habitación del hotel, recordé a mi primer enamorado y sus cálidos masajes a los pies. El sentir esa calidez evocó en mí esa memoria perdida y, pues, no había manera de escapar de ella, de no volverla a sentirla otra vez. Estaba en una encrucijada, mi mente consciente no quería hacer nada con él, pero me ganaron las emociones al invocar en mi mente su rostro. Por ese motivo fue el que concedí que lo hiciera, e incluso pedí más por dentro. Dejé mis pies allí porque quería que siguiera, que disfrutara tanto como yo. Pero de pronto, ante la situación de tensión anterior, por la amargura ante su trabajo, opté por cambiar de sintonía: quizá aquella ropa debía ser cambiada para conectar mi mente con mis emociones. Por ello me paré y me fui al cuarto, debía hacer un pequeño cambio, bueno, no tan pequeño. Me cambié la ropa hacia algo más cómodo, como soltando mis verdaderos sentimientos. Y funcionó. Me sentí mucho más abierta con esos pantalones ligeros, pero si bien había cambiado mi apariencia, aún faltaban los pies, por eso escogí los pares medias más parecidas que hube usado hace tantos años con mi primera pareja.

    Pero como intuí desde un primer momento, sabía que la situación iba a escalar. Es decir, sé muy bien que soy atractiva para los hombres, siempre me lo han dicho, es más, soy perfectamente consciente cuando me ven, ¡y creen que no me doy cuenta! Es totalmente comprensible que un sujeto como él aprovecharía cada oportunidad, en tanto estuviese en sus posibilidades, y bueno, aquí me tocó: ese preciso instante en el que me hizo evocar antiguas experiencias. Suerte la suya… y la mía también. Claramente no pude concentrarme en mi trabajo, justo cuando había estado regañándole –y gritándole por dentro- por su falta de agilidad. Simplemente no pude continuar, y mientras seguía masajeándome, las emociones en mí se movían caóticamente, era un maldito torbellino, pensaba a mil por hora, incluso pensé en lanzarme allí mismo hacia él. Pero como no podía hacer eso, pensando en: ¿Dónde acabaría mi dignidad?, lo detuve todo. Y así como intuyo que él hizo un salto de fe, yo hice el propio. De tal forma me paré y salí a mi habitación. Pero mientras caminaba, e incluso cerraba la puerta, imaginaba dentro de mí, o más bien rogaba, se él venga conmigo y abra la puerta para tomarme completamente. Pues no lo hizo: bien, era mi turno.

    Solo había usado esa bata en ocasiones especiales o cuando estoy segura de estar sola, y bueno, aquella tal vez era una situación especial. Me desnudé enteramente en mi cuarto, me eché en la cama y abrí mis piernas, dirigiendo mi centro interior hacia la puerta, con alguna esperanza de que el hombre por fin la abra y me satisfaga de la manera que ambos quisiéramos. Pero no pasaba nada. Qué mala suerte la suya de no tener que entrar a mi habitación, por alguna casualidad, para observarme de esa manera. Quise tocarme, pero me contuve, si lo hiciese, no habría forma rápida de parar. Y estoy segura de que hubiera hecho ruido, además de acabar sola. No, había que tomar iniciativa. De esa manera me paré de nuevo, me miré al espejo –noté un intenso agrado hacia mi forma, quería hacerme mía también- y saqué de entre mis maletas un conjunto especial que guardaba para ocasiones. No había duda, había que ponerme tal conjunto, pero no sin nada debajo, tampoco arriba. Así que sustraje también un lindo conjunto de encaje de Victoria’s Secret, el cual modelé para mí misma en el espejo antes de ponerme la prenda superior y salir al mundo de esa forma.

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    ¡Simplemente no creía lo que estaba pasando! Era una situación completamente surreal, un sueño entero del que nunca quería despertar. Ahora frotaba su pierna, ¿cuáles habrían sido las posibilidades de que aquello ocurriera? Sea como fuere, era tan real como el oxígeno que respiramos. Su regia pierna estaba sobre una base inferior de mi silla, sosteniéndose allí, mientras que mi mano estaba sobándola y mi mirada se moría por descender hacia una abertura de aquella prenda, que se abría para dejar pequeños vistazos de otra prenda interior, tal vez igual de blanca. No había la necesidad de forzar aún más las cosas, el plan seguía siendo el mismo desde el inicio: dejar que las cosas sigan su rumbo natural, ya que era evidente que ambos nos dirigíamos al mismo fin.

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    Desde el otro extremo el muchacho mirón daba fe de la realidad del asunto, efectivamente ocurría tal cosa: una mujer absolutamente bella que daba rienda suelta a su sensualidad ante un tipo físicamente mediocre. ¿Qué raro es el mundo, cierto? Era como un choque de civilizaciones, de culturas distintas disfrutando de un momento íntimo de un mestizaje mental. Aquellas distintas personas, en sus diferencias, ahora caminaban por un mismo camino, agarrados de las manos, fingiendo ser uno solo, para luego separarse luego de tal compenetración de almas, unidas en una misma carne, al menos momentáneamente. Su respiración también era agitada, sin duda, también sintonizaba con los cuerpos de los dos extraños. Era como magia, puesto que aquello que los dos sentían, podía asimismo sentirlo él, varias decenas de metros más alejado, oculto entre la oscuridad de la madrugada.

    Muy atento, con sus binoculares sujetos en una base sólidamente estable, lo observó todo como en una película, cada fotograma. Deseó muy profundamente tener un celular en ese momento, ya que solo tenía su curiosa y muy metiche mente que lo grababa todo, desde las actitudes de sus actores, hasta los vívidos colores de sus ropas. De tal forma que miró, como lo había hecho desde la cocina, cómo la joven escrupulosamente abría -como una hoja de libro- un extremo de su bata, revelando el costado de su prenda íntima, una bella trusa blanca con bordes finamente adornados y, al centro, una capa traslúcida que mostraba solo la parte frontal de su vientre cubierto, para luego, cubrir con una tela más gruesa la zona más crítica de su interior. De aquella manera se deleitó con la blanca piel de la joven mujer siendo destapada por esa prenda superior, algo que jamás en su vida olvidaría.

    Observó además, la respuesta del otro sujeto, quien no sólo admiró durante un instante lo que tenía delante, sino que dio unos leves toques a la superficie de esa piel y los inicios de la tela elástica que se prolongaban por su cadera. Ella, por su parte, hablaba sonriente, ¿qué pues iría a decir en tal situación? Lo único que imaginaba el fisgón era algo que le hubiera gustado que le digan: “¿te gusta? Puedes mirar todo lo que quieras.” Pensando en su respuesta, hubiera mencionado algo como un “me encanta, ¿puedo tocar un poco?” De esa manera imaginó cómo fue que el hombre hubiera rozado con sus dedos la cadera, vientre y ahora la superficie de la íntima prenda. Y era que mientras lo hacía, lentamente, la respiración del muchacho era ahora cada vez más honda, a veces, entrecortada, emulando a su vez la intensidad con la que observaba de la joven, al moverse su pecho al momento de inhalar y exhalar el aire de sus pulmones. Era evidente que ella disfrutaba cada momento de ese tiempo de descubrimiento mutuo, porque pareciese que amaba que el otro la tocase de esa manera, como un niño palpando algo que explora por primera vez.

    Pero como si no pudiese escalar aún más la cosa, la joven, que habiendo abierto –mismo libro- una pestaña de la bata, pues con su otra mano repitió la conducta, dejando completamente a vista libre la totalidad de su conjunto de lencería, claro, al menos de momento solo la parte de abajo. Aun quedaría la zona superior, que seguía estando cubierta por el lazo que amarraba a través de la parte superior de la cintura. Aun así, la perspectiva entera de la trusa lo extasiaba, más aun contemplando la perplejidad del hombre, el cual se detuvo para mirar –y deleitarse con- la misma delicada prenda que veía desde muy lejos, y del cual era un partícipe no esperado. Ahora el tacto del hombre era entero, sus palmas y dedos no solo rozaban delicadamente, sino que exploraban de manera juguetona las partes más respetables de la joven, puesto que aún no optaba por ir más abajo. Sin duda, aquel hombre se guiaba bajo una regla: fluir sin forzar. Y bajo esa premisa básica, el hombre hizo como que la abrazaba, con ambas manos por detrás de ella, muy posiblemente palpando sus níveas nalgas y, en esa postura, acercaba sus labios hacia la piel de la joven, quien respiraba cada vez más hondo y apresuradamente.

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    Srdestroyer, 29 Jun 2020

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    Cuando empezó a besarme perdí toda noción de la situación actual, perdí todo prejuicio y estereotipo. Me sentía plena en ese momento, cerré los ojos naturalmente, disfrutando del momento. Había llegado todo a ese punto sin realmente pensarlo inicialmente, nunca en mi vida hubiera imaginado que esto pasaría, me refiero, con alguien como él. Pero ahora, ¿qué importaba? Todo lo que él hacía era tan nuevo, se sentía exactamente como lo sentí con mi primer chico. Por eso mismo decidí desabrocharme completamente la bata y dejarla caer al suelo, ya esperaba con ansias ese momento, incluso desde que había empezado a tocarme los pies suavemente. Todo había llegado a ese punto tan prontamente que ya absolutamente nada me importaba. Por un instante, abrí los ojos y miré de frente, me entró un leve temor al notar que justo al frente nuestro había un mediano edificio con todas sus luces apagadas. Durante un instante quise detener el curso del destino para cerrar las cortinas, pero la insaciabilidad del otro evitó que lo haga. Es más, llegó un punto en el que no solo dejó de importarme, sino que, más bien, desee con todas mis fuerzas que alguien nos esté observando. Si ya había planeado llevarlo a mi cuarto para hacer el amor, ahora quería hacerlo allí, a ventanas abiertas. No me importaba el mundo, tan solo quería sentir algo adentro mío.

    Cómo sentía, Dios mío, sus besos subir por mi vientre, sus manos me sujetaban de los glúteos fuertemente, ahora ya más decidido jalaba incluso mi tanga, haciendo que la tela roce aún más mi interior, deseando sentir más y más. Dirigí mi mirada hacia el techo, a ojos cerrados, y toqué su cabeza: no eran exactamente unos cabellos lacios suaves, sino más bien unos secos y descuidados, pero ante aquella evidente desagradable sensación, vino luego, contradictoriamente, una huella de satisfacción: imaginaba pues a una bella y a una bestia en un acto carnal tan prohibido, pecaminoso y fatal, que no evité sentir muy por dentro una morbosa sensación de placer, como si ojos divinos me mirasen, sentenciándome al infierno, al fuego eterno, tan solo por dejarme llevar por el excesivo placer que sentía de dejarme ser parte -una misma carne- de un ser que estaría prohibido para mí. Era mi manzana del paraíso. Mi dulce y maldito fruto que me desterraría al mundo del total hedonismo egoísta mortal. Entonces, comprendiendo todo eso, gemí por primera vez.

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    Cuando escuché ese dulce sonido emitido por ella, supe que ya había abierto la misma caja de Pandora. Ahora ella pasaría a ser parte de mí, la tendría complemente en mi carne, y tanto la suya como la mía, sería una abominable masa movediza de músculos compuesta por pecado y placer puro. Ahora tenía una imagen perfecta de ella en lencería, en prendas tan caras e íntimas, solo para personas tan afortunadas, que indudablemente no estarían pensadas para alguien como yo, pero heme allí, disfrutando de todo ese gran espectáculo herético. Rocé, toqué, besé toda aquella escultura esculpida por los verdaderos maestros de la genética más pura, más bella. No existía ahora algún sentido de perversión, todo era exactamente igual, ya no importaba nada más que nuestros cuerpos unidos. De esa manera, por primera vez, introduje tanto mi mano como antebrazo debajo de su entrepierna, subiéndolos lentamente, sintiendo cómo sus muslos se iban cerrando suavemente a la par de que yo ascendía hacia el trono máximo. Durante ese instante mi consciencia fue plena, debía sentirlo absolutamente todo, toda mi atención y energías se enfocaban en el subir de mi extremidad hacia un punto específico que quería palpar desde ya hace mucho, mi mirada tan sólo observaba esa bellísima trusa blanca, especialmente, aquel punto donde se cerraba la forma triangular, la punta de la lanza, una punta, que poco a poco se tornaba menos aguda, sino más bien, componía una nueva silueta, un poco más abultada, dos pequeñas hinchazones iban dibujándose una frente a otra, como dos montañas dan cabida a un valle.

    La primera marea de placer puro no lo sentí yo, a pesar del que ya sentía en ese instante, sino ella, al sentir mi mano pulsar por dentro de esos dos labios que ya estaban listos para dar sus primeros besos. Dirigí mi dedo, muy exquisitamente, con meneos sinuosos alrededor de aquella zona críticamente nerviosa, tan sensible, que sólo debía dedicársele con suma fineza para ofrecer el supremo deleite. Y cuando por fin llegué hacia el punto máximo, aquel por donde se escondería, incluso de toda esa sensible zona, el mayor interruptor de satisfacción suprema, no solo sentí la textura de la tela, sino que, como una corriente eléctrica, la bella mujer tuvo un momento de conmoción tal, que al instante en que emitió un gemido aún mayor, su cuerpo tembló, no precisamente de temor, sino del máximo sentido de placer, el más extremo de todos. Y ante tal estímulo, tanto para mí como para ella misma, mi dedo siguió en su deliciosa tarea de frotar esa pequeñísima parte. No decidí perder más tiempo, sus compañeras falanges se unieron a la batalla hasta que, al fin, una escuadra de operaciones especiales se introdujera detrás de líneas enemigas para, por fin, estirar la elástica tela que lo cubría todo. Y así lo hice, ante una mágica escena donde tenía frente a mí la forma de la trusa que se deformaba según mis dedos la jalaban hacia abajo, para descubrir lo más bello que había visto hasta ese momento en mi vida: una perfectamente afeitada superficie color leche que terminaba en la más bella vagina que hubiera visto en toda mi vida.

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    Al otro extremo, el muchacho supo exactamente lo que pasaba, puesto que notó cómo la trusa caía a través de los muslos de la mujer hasta el suelo, donde sería pisada por unos delicados pies. Nunca más en aquella noche aquella tanga sería recordada o recogida hasta el día siguiente, con el sol iluminándola directamente. Ahora la cabeza del sujeto se encontraba frente a frente con su objetivo. Ahora empezaría a besar directamente, a realizar el solemne acto del beso entre labios, provocando así que ella abriera la boca en sentido de excitación constante. Sujetando su cabeza, ella también indicaría cómo habría él de deleitarla con sus desplazamientos de lengua. Podía escuchar muy claramente sus gemidos de placer, al menos en su mente, ya que pareciese que éstos eran vociferados. Aun así, el fisgón no pudo ser partícipe de los detalles con los que se deleitaba su némesis, no pudo contemplar esa hermosa vagina que apenas había podido advertir cuando éste había ido bajándole la pequeña prenda. Aun así, podía inspeccionar ese hermoso torso, conformado por cintura y pechos, aún cubiertos por el blanco sostén que hacían de juego con su compañero caído.

    Pero era cuestión de tiempo, y lo sabía muy bien, que todos aquellos secretos detalles serían descubiertos eventualmente. Y de esa manera, mientras ambos actores seguían ejecutando su acto erótico, la mujer, muy precisamente, llevó sus ambas manos detrás hacia su espalda (aquí, el intruso llegaría a su cénit de placer voyeur) para desabrochar el seguro de su sostén y dejarlo caer lejos de ella, tirándolo casi violentamente. Éste salió disparado de la vista libre de la ventana, desapareciendo en el suelo. Ahora, el fisgón tuvo frente a sí unos dos perfectos senos, abultados, con aureolas rosadas medianas. De hecho, eran perfectas, ni muy grandes, ni muy pequeñas: ella era simplemente un producto de la lotería genética adquirida de generación en generación por bellas personas que se enamoraban y procreaban. En ese instante de evidente placer, la joven mujer sostenía sus pechos, tocándose ella misma, sujetando sus pezones, estirándolos, aplastándolos cuales gomas. Ella estaría ahora completamente desnuda, frente a ambos sujetos incapaces de, en situaciones comunes, entablar relación alguna con la fémina. Pero el mirón no podía percatar un detalle fundamental, y era que Nicole no estaba enteramente desnuda, aún vestía unas pequeñas mediecillas que la protegían de la suciedad del suelo, pero de esto pudo percatarse aún mejor, cuando el hombre la alzó por la cintura hacía por encima de la mesa.

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    Hacia un rincón del techo, el mismo mosquito observaba cómo dos seres unían sus gigantescos cuerpos en una misma masa de calor. Esto era, sin duda, un deleite para el hambriento insecto ávido de sangre caliente, ya que había mucha de ésta allí abajo. Aun así, al percibir todavía suficientes movimientos como para ahuyentarlo, decidió esperar observando aquella escena –la cual no comprendía-.

    De haber sido una persona, habría captado la escena sin dificultad, pero ante esta evidente incapacidad, solo percibía la silueta de una hembra humana en su cénit de fertilidad y vigor sobre una mesa con las piernas separadas, como si estuviese en una posición de dar a luz a un vástago. Pero en vez de que una cabeza salga de su matriz, pues una cabeza se acercaba directamente, como queriendo entrar. Claramente el insecto no comprendía de estas cosas, tan solo notaba el calor que emanaban aquellas calientes figuras. Aunque, desde la ubicación donde se encontraba, era perfectamente claro todo el panorama; así, se percató de los meneos de la hembra ante los estímulos sensoriales del macho que brindaba con su hocico. Al mismo tiempo, de las cuerdas bucales de la humana expelían sonidos agudos muy elevados, como si tratase de respirar sin poder, como si algo la asfixiase, y la única manera de salvarse era de expulsar aire violentamente con un elevado grito. No sabía ese ignorante mosquito, que aquella hembra, lo que hacía, era no más que responder automáticamente ante el exceso de placer, con el cual tenía que expulsar la energía sobrante que sobreestimulaba su cuerpo. De esa manera no solo emitía elevados sonidos, sino que tanto sus piernas como su tronco y vientre se movían a forma de ondas según el macho la estimulaba.

    Pero luego algo maravilloso pasó, el espécimen masculino se despojó de sus ropas también (claro, nada de esto lo sabía el insecto), para quedar casi como ella, en el mismo estado de naturalidad. Había algo extraño en ese ser, de su vientre, donde la hembra tenía un rosado orificio, sobresalía una especie de estaca con una punta marcadamente redonda. La diferencia de colores entre ambos cuerpos era muy notoria, pero era algo completamente bello a la vez. Era quizá, una fantasía de la hembra, una de sus más íntimas y ocultas fantasías, ya que, de esa manera, no se explicaría otra razón más para escuchar aún más exaltados sonidos. De esta manera, aún encima de ellos, el mosquito observó que tanto el báculo del macho como del orificio de la hembra emanaban calores muy exquisitos. Moría de ganas por saborear toda aquella cálida sangre que pudiera emanar de ambas extremidades, pero sabía además, extrañadamente, que de la abertura de la hembra no salía sangre, como había notado anteriormente con otras heridas, sino más bien, de allí se expelía otro tipo de líquido viscoso. Aún desconocía la función de tal fluido, por eso no tenía ganas de acercarse a experimentar con su sabor, además del hecho de que el macho se acercaba ansiosamente hasta aquel hoyo con ese misterioso tronco.

    Lo siguiente que vio lo turbó un poco, ¿cómo era posible que algo que se introdujera dentro del cuerpo de alguien no le hiciera sangrar? ¿Acaso le estaba succionado la sangre a través de esa antena? ¿Y por qué esa hembra gritaba? ¿Lo hacía de placer o de dolor? Si fuera por lo segundo, tal vez ésta sangraría profundamente, mejor incluso, sangre gratis. ¿Pero si fuera de placer? Esto le parecía muy raro, aunque, aun así, el calor que emanaban ambos seres será muy intenso, además de notar que sus palpitaciones eran tan fuertes como sincronizadas. De esta manera, el espécimen masculino siguió introduciendo su duro bastón dentro del hoyo de la hembra, una y otra vez. De hecho, fue tan repetida esta acción, que el mosquito lo sintió como una eternidad. Y durante todo ese tiempo, la humana no paraba de gritar. Está bien, había llegado a una conclusión, ella vociferaba de placer, y su definición, más certera, sería la de gemido. Pero nada de esto sabía aquel estúpido mosquito.

    -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    De repente, en esa mesa, todo ocurrió como quería exactamente: quería que me penetrara duramente con todas las cortinas abiertas. Era tan excitante esa sensación, que gemí incluso más fuerte cuando tuve esa retorcida idea de que alguien ajeno nos estuviera observando. Por ese motivo abría mis piernas cuanto pudiera. Quería que, el que estuviese mirando, cualquiera que fuera, me vea tener todo el placer que estaba recibiendo y, por qué no, ofrecerle también un mismo placer, el de poder mirarme completamente. Quería más, mucho más en ese instante, no me conformaba con uno, quería el mundo entero, quería gentilicios, legiones dentro de mí. Nunca pude calmar aquellos pensamientos durante el momento de la intimidad, sencillamente me dejo llevar completamente ante la intensidad de la fricción dentro de mí. Es algo que nunca pude evitar, y justamente uno de mis principales problemas era que siempre exigía más, tanto, que sofocaba a mis parejas, quienes, creyendo aguantar –e incluso ganarme-, no podían con mi enfermizo hambre de sexo total. Incluso tuve que ir a una vergonzosa terapia para poder controlar mis impulsos: cierto que tuvo resultados, me controlé mucho más a partir de entonces. Hasta que llegó este maldito momento, aquel en el que dejé riendas sueltas a toda esa latente pasión que guardaba durante años. Y quién más para desatar todo ese caos a que aquel compañero de trabajo.

    De esa forma, bajo esos recuerdos, bajo la fuerza de mi pasado, renovadas energías me poseyeron, dejé de ser era pasiva mujer que quería que la atendieran, ahora sería yo quien domaría a la bestia, la cual me introducía deliciosamente su báculo. De tal forma que lo paré, le miré a los ojos –incluso pude percibir algo de temor por su parte-, lo cogí del cuello y dirigí su masivo cuerpo hacia la superficie de la mesa, la cual ya había calentado con mi calor corporal, mejor para él. Una vez recostado, me subí encima de él, observándolo directamente, mientras le decía cosas como que ahora era yo la que mandaba, que él se sujetaría a mis órdenes. Y como buen subyugado, accedió. Una vez puesto mi cuerpo encima del de él, lentamente dirigí con mi mano su miembro para empotrarlo dentro de mi vagina, para de esa manera, emprender la tarea de moverme de la manera que yo quería. Ahora eran mis reglas de movimiento. Y así lo hice. Todos esos años de control habían acabado justamente allí, donde desaté toda mi intensidad erótica: ahora solo quería ser una vez más, un ser pasa sentir plenamente de la potencia del sexo, del rudo sexo.

    Así lo cabalgué, cual caballo, durante largos momentos, era una princesa, una reina, una faraona, y él, un simple objeto, un juguete para mi uso personal. No servía para nada más que para bridarme el placer que mi ego requería, para darme mis derechos que obtuve desde mi nacimiento, mis privilegios dictaminaban que jugase con cualquier hombre que quisiera tener. Y a él lo quería tener dentro de mí en ese momento. Más adelante lo desecharía por otro, y otro, y otro. Cuando no pudo más, llegando a eyacular dentro de mí, y yo sintiendo todo ese líquido saliendo de mi interior, supe que otra brecha se había traspasado con creces. Exhausto el pobre sabandija, lo dejé reponerse unos instantes, en los que, luego de su final, le di una nueva orden, ahora habría otro lugar donde habría de sentir placer.

    Me posé sobre la mesa, pero con las piernas separadas sobre el suelo, le dije exactamente lo que quisiera que me haga. Con su semen, habría que lubricar mi segundo orificio, además de su pene. De esta manera tendría él que, delicadamente, penetrarme nuevamente, muy despacio, ya que de sentir el desgarrador dolor, lo mataría allí mismo, dejando su desnudo y aún erecto cadáver frente a la mirada atónita de los peritos, quienes nunca me tocarían ni un pendejo. Pero afortunadamente lo hizo muy bien, siguió mis órdenes con precisión, de tal manera que inició un nuevo proceso de placer intenso, por el orificio anal, el cual era muy ávida de pedir. Hacía demasiado tiempo que no experimentaba tal cosa, por lo tanto, cuando ocurrió, fue como tocar las mismas puertas del cielo para entrar sabiendo muy bien lo extrema pecadora que era en la tierra. De esa manera aumentó su intensidad, desde unos leves movimientos introductorios, hasta unos más potentes y entusiasmados. Ahora no solo era yo quien gemía, sino también mi juguete. Ambos gritamos tan fuerte que me sorprendió que nadie tocaba nuestra puerta para pedir que nos calláramos, aunque, sinceramente, le hubiera dicho a esa persona que se jodiera y que entre a penetrarme también. Tan solo quería mucho más. Es una pena que siempre quise de todo, tanto, que realmente nunca llegaba a saciarme: aquella era tanto mi bendición como mi condenación.

    Terminamos ambos exhaustos, ni él ni yo podíamos más; la mesa era un total desastre, había fluidos por doquier, incluso en el suelo. Era una completa barbaridad, ¿quién habría de limpiar tal cosa? Considerando luego que ya faltaban pocas horas para que amaneciera, no habíamos terminado el trabajo. Con mutuo acuerdo, decidimos dejarlo tal y como estaba, ambos improvisaríamos en el momento, bueno, dejaría que él lo haga, era su responsabilidad. Yo solo era la imagen de la empresa ante los posibles clientes, e igual, aunque todo estuviera fuera de control, siempre podía usar mi cándida imagen para atraer nuevos contratos. Yo nunca he fallado.

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    Srdestroyer, 29 Jun 2020

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    Fue el mejor sexo que tuve en mi vida, lo juro por toda mi familia; y aunque exenta de ese amor típico de pareja, la locura del momento fue tal, que no pensaba en nada más que en el placer que mutuamente sentíamos. Por eso, luego de terminar con nuestra faena, me dijo, sino, me ordenó que limpiara la mesa y el sueño. No había forma, estaba completamente agradecido. Aún desnudos en la sala, ella me observaba limpiar el desastre mientras se tomaba otra taza de café. La imagen era idílica, era prácticamente su sirviente, solo que tenía el privilegio de verla completamente desnuda. Y claro, de hacerle el amor. Mientras pasaba el papel toalla, aún me fijaba en su delicioso cuerpo, en la forma de sus senos, en sus piernas, en su pulcra –de vellos- vagina, claro, si no fuera por el hecho de que aún tenía restos de mi semen tanto dentro como fuera de ella. Me sentía el máximo vencedor de la historia, solo que nadie me creería, pero hasta este punto, ¿qué importaba? Noté otro detalle, que había pasado todo este largo tiempo: no estaba enteramente desnuda, ¡aún tenía puestas esas diminutas mediecitas! No pude sentir un fallido intento de erección, pero realmente, sentía que me dolía, aun así, verla de esa manera era increíble.

    No quería ser más adelantado de lo que ya había hecho y desistí de pedirle de dormir con ella. Intuyo que ella diría que no rotundamente, ya que esto lo descifré cuando me dijo que me retire a mi habitación. No había modo alguno de contradecirla, ¿para qué, pues? Entonces recogí toda mi ropa y la hice una bola en mis brazos, para antes de retirarme. Entonces, justo cuando caminaba hacia la puerta (había dejado mi computadora deliberadamente para regresar luego), ella me dijo que me detuviera, por lo que instintivamente volteé a mirarla, y acercándose ella a mí me dio un profundo beso en la boca, con lengua incluida. Me dijo, no, me mandó no decírselo a nadie, sino nunca me lo perdonaría. Asentí inmediatamente y continué con mi travesía hasta la puerta, para abrirla y salir al pasillo aún iluminado. No evité mirar atrás, para ver a una hermosa joven, la cual nunca tendré la oportunidad de tener en mi vida, pero con el inevitable recuerdo de aquella poderosa madrugada.

    -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Una vez que lo despedí, me sentí completamente satisfecha –y poderosa-, puesto que había obtenido el poder que antes había abandonado. Una vez le cerré la puerta con seguro, saqué un cigarro de mi bolso y me fui directamente hasta la ventana, donde imaginaba ser observada por un inoportuno fisgón, quien –esperaba- hubiera sido partícipe de todo aquello, de esa manera abrí la ventana, sacando mi torso desnudo hacia la calle, para luego dar unas pitadas a mi cigarro. Uno que no disfrutaba de hace mucho tiempo luego de un coito muy salvaje. De esa manera me despedí de mi espía personal, expulsé un amplio montón de humo hacia la calle y cerré la ventana. Luego cogí mi bata tirada en el suelo y me dirigí a mi cuarto, para poder finalmente dormir muy plácidamente.

    -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    El cuarto del joven también estaba hecho jirones, no solo lo había visto todo, sino se habría masturbado salvajemente, salpicando por la pared debajo de la ventana una exuberante cantidad de líquido seminal. Satisfecho plenamente, lo último que observó fue la marcada figura de la hermosa joven caminar hacia su cuarto, con sus dos vigorosos glúteos rojos moviéndose al compás de sus piernas. De esa forma, entonces cerró la puerta y se acabó el show.

    -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Al día siguiente, la joven recibiría al hombre en completa confianza, ya que, aunque no habiendo tenido buenos resultados en la conferencia, aún se presentaría ante él vistiendo un ligero polito, unas blancas medias y una tanga distinta: una de color negro. Y así trabajaron toda una nueva madrugada sin parar: aquella noche no habría sexo. Tampoco las siguientes, pero siempre ella estaría semidesnuda ante él, sin temor alguno, sin vergüenza, en completa confianza, en total seguridad. Aún mantenía las persianas abiertas, ya que agarró el gusto de ser observada por un espía personal, el cual, existía, y la amaba secretamente. Ni hasta el final de las conferencias ella le dejó tener sexo, ya había tenido suficiente, estaba completamente satisfecha: solo lo confortaba con su figura vistiendo prendas íntimas cada vez que él la visitaba.

    Luego de esa ocasión, nunca más tuvieron la oportunidad de juntarse nuevamente, ya que ella habría de conseguir un adinerado novio, con el cual se casaría al año siguiente. El otro hombre, en cambio, la recordaría hasta el final de sus días.

    Fin.
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    Srdestroyer, 29 Jun 2020

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    Excelente relato. Las emociones bien narradas desde la perspectiva de los diferentes actores. Marca la diferencia con otros ya aburridos y casi repetitivos relatos.
     
    Fredy56, 29 Jun 2020

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    #9
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    Buena pluma maestro, UD puede hacerle la competencia a Vargas . Relatazo.
     
    polo35, 29 Jun 2020

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    #10
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    Un formato diferente pero excelente el cofrade con su relato, y que fue del mosquito?
     
    kikin, 29 Jun 2020

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    #11
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    Pues es una buena pregunta, no le hice un final adecuado. Hay algunas posibilidades aún.
     
    Srdestroyer, 29 Jun 2020

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    #12

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    Dudo que esté a su nivel jaja, pero espero un día estarlo! Muchas gracias!
     
    Srdestroyer, 29 Jun 2020

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    #13

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    Muchas gracias!! Espero hayas disfrutado
     
    Srdestroyer, 29 Jun 2020

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    #14

    poots

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    Leí todo el relato, mucho texto y muy aburrido.
     
    poots, 30 Jun 2020

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    #15

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    Extenso, interesante,aunque debo admitir que por partes adelanté sin leer, para la próxima no le metas tantas hormigas, polillas,moscas, a mi entender en la simpleza del relato genera mayor atención.
     
    Diacar, 30 Jun 2020

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    #16

    albert3333

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    Así es, demasiado largo para decir que se levantó a su compañera de trabajo. Solo leí la octava parte, pues como la mayoría, no leo un libro por placer sino por necesidad. El tiempo es tirano para darme esos gustos, sin embargo no quita lo bien que escribe el patita.
     
    albert3333, 30 Jun 2020

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    #17

    mean

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    Muchas letras y cosas sin sentido solo para describir que te comiste a la inalcanzable de tu trabajo... mucho ruido y pocas nueces.
     
    mean, 30 Jun 2020

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    #18

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    Una narrativa, algo suntuosa, tiene un enfoque interesante al juntar perspectivas diferentes, pero abarca mucho y exagera un poco en la redacción, una historia diferente, algo agotadora, se agradece el esfuerzo, me gusto, pero la redacción pesada hace perder un poco el sentido del placer y el morbo en el lector. Gracias por el aporte
     
    mcbeeth, 30 Jun 2020

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    #19

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    Buen relato, se agradece el esfuerzo y la dedicación que se tomó en escribir.
    Pero, hay partes en los que menciona detalles sin importancia, como la cantidad de golpes que le dio a la puerta, el color de la mochila del joven espectador, etc. Más no explicó detalladamente cómo así pasó, de conversar con ella a tocarle los pies. ¿Ella se lo pidió, usted se lo propuso, o se aventó así por así?
     
    MiguelSW20, 30 Jun 2020

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    #20

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