El profesor y sus alumnas (pre-universitarias)

Historia 1: La primera.

Las historias personales que contaré son a partir de experiencias cien por ciento reales. Fui profesor pre-universitario por varios años y en esos años pude conocer la osadía y arrechura de varias de mis alumnas. Chibolas de entre 18 y 22 años que no solo querían ingresar a la universidad sino probar la experiencia y destreza cacheril de su profesor.

La primera historia data de inicios de abril de 2011. El ciclo de verano se iba terminando y una mañana, durante uno de los recreos, una alumna de 18 añitos recién cumplidos —bajita, agraciada, cachetoncita y de mirada y sonrisa vivaz, de ricas piernas y un culito formadito y carnoso— se acercó a pedirme mi correo electrónico para hacerme preguntas, según ella, sobre la clase. Teniendo en mente la carita de mamona y la mirada y sonrisa pícara que ponía cada vez que hacía un chiste en doble sentido en clase, me di cuenta al toque que esta chatita quería algo más. Con el tiempo aprendí a identificar a las chibolas que podían resultar accesibles con un poco de decisión, cautela y un floro medido. Chibolas que a pesar de su edad podían tener ya su kilometraje.

A penas un día después recibí su correo. Aún recuerdo que en esa época usaba Hotmail y Hi5 seguía siendo popular. Ella en su perfil tenía fotos bien provocativas en un shortcito negro, posaba arrodillada en su cama, casi en cuatro. Como lo intuía, en su correo, no me hizo ninguna pregunta sobre la clase sino que me dijo que le gustaba y que quería conocerme, pero que me equivocaba si pensaba que ella era como muchas otras chicas. Como todavía el ciclo no acababa tardé un poco en responder hasta que faltando una semana no dejé pasar la oportunidad y le contesté. Le dije que yo también quería conocerla, que me parecía una chica simpática. Vía correo intercambiamos nuestros números y coordinamos para vernos un viernes por la tarde, el último día del ciclo. Yo justo ese día no dictaba. Lo pendejo fue que ella se fue a mi encuentro saliendo de clase. Nos vimos como a las 2:30 de a tarde.

La cité en la plaza Washington. Llegamos casi al mismo tiempo. Cuando apareció la vi más pequeñita de lo que me la imaginaba. La chibola estaba nerviosa y me rehuía la mirada. La llevé a un restaurante colombiano, en el que vendían sandwiches y jugos, pero también trago. Le ofrecí comer algo y no atracó. Como dije, lucía nerviosa. Mientras me contaba de ella le ofrecí tomarnos unos tragos y curiosamente atracó. Me dejó pedir dos pisco sour. La chibola lucía muy palteada así que descarte que pasara cualquier cosa ese día. Recuerdo que por sí acaso, cuando salí de casa, cargué un condón en mi bolsillo. Pero mientras el encuentro se desarrollaba pensaba que tendría que trabajarla más. Sin embargo, cuando nos acabamos los tragos y ya no sabíamos de qué hablar y qué hacer, y afuera hacía un calor de , le dije para irnos a “descansar” a un cuarto de hotel mientras el sol bajaba. Fue bien cojudo ese argumento, pero sorprendentemente la chibola atracó.


Fuimos a un hotel que está en la primeras cuadras de Arenales, antes de Cuba, en una calle medio caleta. Había ido allí unos años antes con mi flaca de entonces. Ya en la habitación nos echamos y nos pusimos a hablar un rato mientras veíamos videos de HTV. En un momento la comencé a besar. La chibola no se resistió. Chapaba rico. Ya sin el nerviosismo y la timidez inicial jugaba con su lenguita como toda una experta. Estuvimos en ese plan por un rato hasta que decidió ponerse encima mío. Por primera vez amasé su culito rico, carnosito y bien formado que tenía bajo ese jean apretado, mientras la seguía besando y la apretaba hacia mí. Le hice notar el rico culo que tenía y me contestó: “¿cómo sabes que es rico si aún no lo has tocado por debajo?”

Asumí que quería que le quitara el pantalón y proseguí, pero se puso nerviosa cuando lo intenté. Me dijo que esperara. Y se echó boca abajo mientras intentaba calmarse. Pensé que la había cagado, pero al rato ya estaba dejándose quitar el pantalón y el calzón blanco de bordes rosados. Calzón de teen. Ella estaba boca arriba y yo arrodillado a la altura de sus piernas entreabiertas. La parte de arriba no quiso quitárselo y tampoco me dejó amasar sus pequeñas tetas. Comencé a acariciar su papita de 18 años. Estaba muy lubricada y no era muy peludita. A pesar de no ser blanca tenía una papita bien rosadita. Me puso que se mojara tanto y ese olor a papita limpia. Comencé a meterle dos dedos mientras me cogía la pinga. Parece que nunca había visto a alguien haciendo eso que me dijo: “¿Qué haces? Eres un loco”.

Al rato me puse el único condón que traía y coloqué una almohada debajo para levantarle la pelvis. Parece que nunca nadie la había acomodado así que me seguía preguntando qué hacía con su voz de niña. Cuando comencé a metérsela nunca hubiera imaginado que tuviera una papita que ajustara tanto y tan rico. La papa que mejor se ha acomodado a mi pinga. Comencé a darle en misionero. Suave al principio. La chibola no era virgen. Aunque le faltaba experiencia tenía toda la actitud. Me arrechó que se liberara y comenzara a gemir y a hablarme al oído con voz de puta: “dale, papi”, “así, papi”. Yo le daba al principio despacio, pues pensé que le dolería por lo estrecha que era. Cuando comencé a darle más fuerte dijo: “ahora sí, qué rico, así papi, así”, “sigue así”. Comenzó a gritar más y más que me arrechó un montón. Y yo que pensaba que por lo estrecha le gustaría suave o se quejaría. En el sexo, cófrades, no hay lógica que valga. Cada mujer es un mundo particular por explorar. La situación me puso tanto y su papita de teen ajustaba tan rico que me vine en one a pesar de llevar condón.

Quedé palteado de venirme tan rápido y ella con las ganas de tirar me dijo: “ponte otro condón”. Le dije que no traía. Me dijo: “Baja a comprar más”. La chibola estaba desatada y con ganas. Me vestí y bajé por más condones. Sabía que ese segundo round sería bueno y así fue. La chibola ni bien me vio entrar al cuarto se lanzó sobre mí, tal y como la había dejado. Sin calzón y con la parte de arriba puesta. Esta vez se dejó quitar la blusa, pero no el sostén mientras chapábamos parados. Comenzó a cogerme la pinga por sobre el pantalón. Me desnudé y me puse el condón. Ya la tenía parada otra vez y ella se había ido a la cama sin que le dijera nada. Se echó donde se la había metido hace rato. Subí a la cama y sin decirle nada la jalé bruscamente hasta al borde, a una esquina de la cama. Yo parado en el piso y ella boca arriba con las piernas levantadas comencé a darle y darle como a ella le gustaba: fuerte. Me arrechaba que hablara y gimiera mientras se la metía: “así, papí, “ahora sí, así, qué rico”, “qué rico me cachas”.

Cuando nuevamente tuve ganas de venirme decidí parar y por fin ver en toda su magnitud ese culito. La puse en cuatro en ese mismo borde. No sabía como ponerse en cuatro. Le expliqué que tenía que empinar el culo y quebrar la espalda mientras la acomodaba. Entendió rápido. Le expliqué que así no solo se veía más rica sino que le podía dar con más facilidad en su punto G. No me había equivocado, ese culito medio caleta bajo el jean se veía de buen tamaño en cuatro. Y la textura era carnosita y muy suave. Tenía el chico cerradito. Cuerpo de chibola. Comencé a darle sacándola y metiéndola toda. Me volvió a decir: “¿Qué haces, loco”. No le respondí y comencé a darle frenéticamente. Me convencí plenamente que así le gustaba. Nuevamente me dijo las cosas que me arrechaba hasta que noté que se descontrolaba un poco más y se venía. Luego que ella se vino le di un rato más y me vine hasta derrumbarme sobre ella. Nos quedamos un rato allí. Yo sobre ella. En la patadiera de la cama. Agitados, recuperando el aire. Sudados.

Luego de ese segundo round vimos tele un rato mientras se iba haciendo tarde. Yo tenía que ir a la universidad donde estaba empezando una maestría y luego ir a ver a mi flaca de entonces; y ella debería ir a su casa a estudiar para su examen de admisión. El hecho que yo estuviera en una relación complicaron las cosas después, pero esa ya es otra historia. Así fue mi primer encuentro con una de mis alumnas pre-universitarias. Historia 1: La primera.

Las historias personales que contaré son a partir de experiencias cien por ciento reales. Fui profesor pre-universitario por varios años y en esos años pude conocer lo osadía y arrechura de varias de mis alumnas. Chibolas de entre 18 y 22 años que no solo querían ingresar a la universidad sino probar la experiencia y destreza cacheril de su profesor.

La primera historia data de inicios de abril de 2011. El ciclo de verano se iba terminando y una mañana, durante uno de los recreos, una alumna de 18 añitos recién cumplidos —bajita, agraciada, cachetoncita y de mirada y sonrisa vivaz, de ricas piernas y un culito formadito y carnoso— se acercó a pedirme mi correo electrónico para hacerme preguntas, según ella, sobre la clase. Teniendo en mente la carita de mamona y la mirada y sonrisa pícara que ponía cada vez que hacía un chiste en doble sentido en clase, me di cuenta al toque que esta chatita quería algo más. Con el tiempo aprendí a identificar a las chibolas que podían resultar accesibles con un poco de decisión, cautela y un floro medido. Chibolas que a pesar de su edad podían tener ya su kilometraje.

A penas un día después recibí su correo. Aún recuerdo que en esa época usaba Hotmail y Hi5 seguía siendo popular. Ella en su perfil tenía fotos bien provocativas en un shortcito negro, posaba arrodillada en su cama, casi en cuatro. Como lo intuía, en su correo, no me hizo ninguna pregunta sobre la clase sino que me dijo que le gustaba y que quería conocerme, pero que me equivocaba si pensaba que ella era como muchas otras chicas. Como todavía el ciclo no acababa tardé un poco en responder hasta que faltando una semana no dejé pasar la oportunidad y le contesté. Le dije que yo también quería conocerla, que me parecía una chica simpática. Vía correo intercambiamos nuestros números y coordinamos para vernos un viernes por la tarde, el último día del ciclo. Yo justo ese día no dictaba. Lo pendejo fue que ella se fue a mi encuentro saliendo de clase. Nos vimos como a las 2:30 de a tarde.

La cité en la plaza Washington. Llegamos casi al mismo tiempo. Cuando apareció la vi más pequeñita de lo que me la imaginaba. La chibola estaba nerviosa y me rehuía la mirada. La llevé a un restaurante colombiano, en el que vendían sandwiches y jugos, pero también trago. Le ofrecí comer algo y no atracó. Como dije, lucía nerviosa. Mientras me contaba de ella le ofrecí tomarnos unos tragos y curiosamente atracó. Me dejó pedir dos pisco sour. La chibola lucía muy palteada así que descarte que pasara cualquier cosa ese día. Recuerdo que por sí acaso, cuando salí de casa, cargué un condón en mi bolsillo. Pero mientras el encuentro se desarrollaba pensaba que tendría que trabajarla más. Sin embargo, cuando nos acabamos los tragos y ya no sabíamos de qué hablar y qué hacer, y afuera hacía un calor de , le dije para irnos a “descansar” a un cuarto de hotel mientras el sol bajaba. Fue bien cojudo ese argumento, pero sorprendentemente la chibola atracó.


Fuimos a un hotel que está en la primeras cuadras de Arenales, antes de Cuba, en una calle medio caleta. Había ido allí unos años antes con mi flaca de entonces. Ya en la habitación nos echamos y nos pusimos a hablar un rato mientras veíamos videos de HTV. En un momento la comencé a besar. La chibola no se resistió. Chapaba rico. Ya sin el nerviosismo y la timidez inicial jugaba con su lenguita como toda una experta. Estuvimos en ese plan por un rato hasta que decidió ponerse encima mío. Por primera vez amasé su culito rico, carnosito y bien formado que tenía bajo ese jean apretado, mientras la seguía besando y la apretaba hacia mí. Le hice notar el rico culo que tenía y me contestó: “¿cómo sabes que es rico si aún no lo has tocado por debajo?”

Asumí que quería que le quitara el pantalón y proseguí, pero se puso nerviosa cuando lo intenté. Me dijo que esperara. Y se echó boca abajo mientras intentaba calmarse. Pensé que la había cagado, pero al rato ya estaba dejándose quitar el pantalón y el calzón blanco de bordes rosados. Calzón de teen. Ella estaba boca arriba y yo arrodillado a la altura de sus piernas entreabiertas. La parte de arriba no quiso quitárselo y tampoco me dejó amasar sus pequeñas tetas. Comencé a acariciar su papita de 18 años. Estaba muy lubricada y no era muy peludita. A pesar de no ser blanca tenía una papita bien rosadita. Me puso que se mojara tanto y ese olor a papita limpia. Comencé a meterle dos dedos mientras me cogía la pinga. Parece que nunca había visto a alguien haciendo eso que me dijo: “¿Qué haces? Eres un loco”.

Al rato me puse el único condón que traía y coloqué una almohada debajo para levantarle la pelvis. Parece que nunca nadie la había acomodado así que me seguía preguntando qué hacía con su voz de niña. Cuando comencé a metérsela nunca hubiera imaginado que tuviera una papita que ajustara tanto y tan rico. La papa que mejor se ha acomodado a mi pinga. Comencé a darle en misionero. Suave al principio. La chibola no era virgen. Aunque le faltaba experiencia tenía toda la actitud. Me arrechó que se liberara y comenzara a gemir y a hablarme al oído con voz de puta: “dale, papi”, “así, papi”. Yo le daba al principio despacio, pues pensé que le dolería por lo estrecha que era. Cuando comencé a darle más fuerte dijo: “ahora sí, qué rico, así papi, así”, “sigue así”. Comenzó a gritar más y más que me arrechó un montón. Y yo que pensaba que por lo estrecha le gustaría suave o se quejaría. En el sexo, cófrades, no hay lógica que valga. Cada mujer es un mundo particular por explorar. La situación me puso tanto y su papita de teen ajustaba tan rico que me vine en one a pesar de llevar condón.

Quedé palteado de venirme tan rápido y ella con las ganas de tirar me dijo: “ponte otro condón”. Le dije que no traía. Me dijo: “Baja a comprar más”. La chibola estaba desatada y con ganas. Me vestí y bajé por más condones. Sabía que ese segundo round sería bueno y así fue. La chibola ni bien me vio entrar al cuarto se lanzó sobre mí, tal y como la había dejado. Sin calzón y con la parte de arriba puesta. Esta vez se dejó quitar la blusa, pero no el sostén mientras chapábamos parados. Comenzó a cogerme la pinga por sobre el pantalón. Me desnudé y me puse el condón. Ya la tenía parada otra vez y ella se había ido a la cama sin que le dijera nada. Se echó donde se la había metido hace rato. Subí a la cama y sin decirle nada la jalé bruscamente hasta al borde, a una esquina de la cama. Yo parado en el piso y ella boca arriba con las piernas levantadas comencé a darle y darle como a ella le gustaba: fuerte. Me arrechaba que hablara y gimiera mientras se la metía: “así, papí, “ahora sí, así, qué rico”, “qué rico me cachas”.

Cuando nuevamente tuve ganas de venirme decidí parar y por fin ver en toda su magnitud ese culito. La puse en cuatro en ese mismo borde. No sabía como ponerse en cuatro. Le expliqué que tenía que empinar el culo y quebrar la espalda mientras la acomodaba. Entendió rápido. Le expliqué que así no solo se veía más rica sino que le podía dar con más facilidad en su punto G. No me había equivocado, ese culito medio caleta bajo el jean se veía de buen tamaño en cuatro. Y la textura era carnosita y muy suave. Tenía el chico cerradito. Cuerpo de chibola. Comencé a darle sacándola y metiéndola toda. Me volvió a decir: “¿Qué haces, loco”. No le respondí y comencé a darle frenéticamente. Me convencí plenamente que así le gustaba. Nuevamente me dijo las cosas que me arrechaba hasta que noté que se descontrolaba un poco más y se venía. Luego que ella se vino le di un rato más y me vine hasta derrumbarme sobre ella. Nos quedamos un rato allí. Yo sobre ella. En la patadiera de la cama. Agitados, recuperando el aire. Sudados.

Luego de ese segundo round vimos tele un rato mientras se iba haciendo tarde. Yo tenía que ir a la universidad donde estaba empezando una maestría y luego ir a ver a mi flaca de entonces; y ella debería ir a su casa a estudiar para su examen de admisión. El hecho que yo estuviera en una relación complicaron las cosas después, pero esa ya es otra historia. Así fue mi primer encuentro con una de mis alumnas pre-universitarias.

 

se vienen mas historias con las mocosas con ganas de comerse el mundo... recuerdos inolvidables

 

bien jugado, buena historia.

 

Excelente

 

Buen relato, fácil de leer y sin complicaciones. Se nota que eres profe.

Esperamos las siguientes historias.

 

Muy buena historia siga Maestro

 

excelente relato estimado, pensé que eso de que los profes se levantaban flacas era floro, pero ya lo confirmo y por 2da vez que es 100% real jaja Diablito, siga con su relato que está muy bueno, una vez más felicitaciones

 

Cuando estuve en la preparatoria de la Trilce para la Católica el profesor que teníamos era un chibolo y me daba cierta envidia porque las flacas de todos los salones de le iban encima... Nunca tuve mucha confianza con el como para preguntarle si es que se había comido a alguna pero por tu relato prácticamente daría por hecho que lo hizo... Creo que me dedicaré a dar clases,porque haciendo buena memoria como ahí mismo estaba el colegio pues las de último año también se

 

Gracias por sus comentarios. He retomado la saga después de años. y esta vez espero terminarla.

 

Excelente inicio de saga cofra, estaremos atentos a sus próximas entregas. Se agradece.

 

Bien jugado 2011 Mare de seguro te levantaste a mis 5rampitas de la pre

 

Buena con la chinita

 

uy esto promete, relatos de carnecita tierna tipo teen, adelante profesor

 

Suerte de los profesores Pre.

Como no puedo entrar a trabajar ahi, al menos quisiera entrar a enseñar idiomas al Columbia. Hasta gratis lo haría.

 

Jaja, siempre tuve la fantasía de entrar a trabajar allí, aunque supongo deben de pagar muy mal. Sobre todo quise en la época que los diseños de los vestidos era diferente y parecía que ponía ricotona a toda flaca que lo llevase.

 

Ser profesor de un instituto o universidad es para loquearse con las ricas chibolas resien salidas del colegio y aun virgenes buena experiencia cofra

 

Sí, ya vendrá la historia de la virgen. No abundan pero siempre hay.

 

Así es, realmente son recuerdos inolvidables...

 

Gracias!

 

Y verdadera. Esa es la consigna siempre.