Crónicas del Placer Don Pepe, un viejo gordo y libinidoso (Parte 6)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Salta Montes, 15 Abr 2024.

    Salta Montes

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    El sol empezó hundirse en el horizonte del cielo limeño y a filtrarse tímidamente por las cortinas, pintando de tonos dorados la habitación. Me levanté lentamente, sintiendo el peso de la resaca emocional que aún me embargaba. Mis ojos, hinchados por el llanto, recorrieron la habitación en busca de algún atisbo de consuelo. Recordé que mi esposo llegaría de noche.

    Frente al espejo, mi reflejo me devolvía una imagen desolada, marcada por la tristeza y la confusión. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cómo había permitido que mi vida se convirtiera en una sombra de lo que solía ser? ¿Cómo Don Pepe había llegado tan lejos conmigo? Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de mi teléfono fijo, que resonaba en la mesita de la sala. Con manos temblorosas, contesté la llamada, ¿Quien me llamaría?

    —¿Hola? —mi voz sonaba débil y quebrada.

    —¿Marta? Soy Daniela, tu vecina de abajo del segundo piso. ¿Estás bien? Escuché llantos hace una hora, a través del tragaluz y me preocupé.

    La voz amable de Daniela resonó en mi oído, ofreciéndome un atisbo de consuelo en medio de la oscuridad:

    —No, no estoy bien —admití con sinceridad, dejando que las palabras fluyeran sin filtros— Necesito hablar con alguien.

    Sin decir una palabra más, Daniela se ofreció a pasar por mi apartamento en unos minutos. Mientras esperaba su llegada, me vi envuelta en un torbellino de emociones encontradas, me arrepentí de que viniera. La presencia de Daniela, aunque era sola una vecina, me brindó un rayo de esperanza en medio de la tormenta que me había consumido. Aún estaba desnuda, me vestí con una blusa sencilla y una minifalda.

    Cuando finalmente llamó a mi puerta, lo recibí con los brazos abiertos, agradecida por su gesto de amabilidad en un momento de tanta oscuridad. Juntos, nos sentamos en el sofá y me dispuse a contarle otra cosa que no sea la verdad que hay detrás de mis lágrimas, pero necesitaba encontrar alguna algún alivio a mi soledad.

    Daniela irrumpió en mi apartamento con una energía que contrastaba con mi propia melancolía. Su presencia era como una ráfaga de aire fresco en medio de la pesadez que me envolvía. Con su sonrisa encantadora y su mirada comprensiva, me hizo sentir un poco más ligera, como si el peso de mis preocupaciones se desvaneciera por un instante.

    Su belleza era evidente a simple vista, cada rasgo de su rostro parecía esculpido por los dioses, y su cuerpo irradiaba una sensualidad natural que no podía pasar desapercibida. Vestida con un polo ajustado que resaltaba sus curvas y una minifalda que dejaba al descubierto sus largas piernas, Daniela emanaba un aura de irresistible magnetismo.

    Nos sentamos juntas en el sofá, y mientras me contaba anécdotas divertidas sobre su día, sentí cómo el peso de mis preocupaciones se desvanecía poco a poco. Su risa era contagiosa, y por un momento olvidé el dolor que había estado consumiéndome.

    Sin embargo, en medio de nuestra conversación ligera, una sombra de preocupación cruzó su rostro.

    —Marta, ¿qué es lo que realmente te está pasando? Sé que no es solo un día difícil, porque tú esposo no está —preguntó con voz suave pero firme.

    Me horrorizé y quedé en silencio por un momento, indecisa sobre si debería confiar en ella con la verdad. Pero al mirar sus ojos llenos de empatía, supe que podía contarle todo sin temor al juicio, pero en estos momentos no.

    Y así, entre susurros y lágrimas, le comenté una mentira, que mi hermana había sufrido la perdida de su suegra y eso me afectó mucho, y en ese momento brotaron de mi boca muchas mentiras que yo misma me sorprendí. Daniela escuchó atentamente cada palabra, sin juzgarme ni interrumpirme, ofreciéndome su apoyo incondicional en un momento de necesidad. Pero al finalizar mi relato, como por arte de magia, me sentí liberada de un peso que había estado cargando durante esos días. Daniela me abrazó con fuerza, prometiéndome estar a mi lado en cada momento, la sentí sincera. En ese momento, supe que había encontrado en ella algo más que una simple vecina; había encontrado una amiga en quien confiar, pero más adelante le podría confesar algo.

    La puerta se abrió con un chirrido suave, anunciando la llegada de mi esposo. Su presencia llenó la habitación con una sensación de familiaridad y calidez que había estado ausente durante tanto tiempo. Al verlo, sentí un cosquilleo de alivio recorrer mi cuerpo, como si su sola presencia fuera suficiente para disipar todas mis preocupaciones.

    —¡Hola cariño! —exclamó con una sonrisa radiante, depositando un beso suave en mi frente—. ¿Cómo estuvo tu día?

    —Hola amor —respondí con una sonrisa forzada, tratando de ocultar el remanente de preocupación en mis ojos—. Mi día estuvo bien, tranquilo. ¿Y el tuyo?

    Mi esposo se sentó en el sofá, y me jaló sentandome encima de él, relatando los eventos de su jornada laboral con entusiasmo. Sus manos acariciaban mis blancas piernas y sus dedos finos jugueteaba debajo de mi calzón. Sus palabras fluyeron como un río tranquilo, llevándome lejos de mis propios pensamientos tumultuosos por un momento.

    —Fue un día agotador, pero todo valió la pena. ¡Y ahora estoy aquí contigo, mi amor! —dijo con una mirada cariñosa, besando mi cuello y escarapelando mis orejas al rozar su nariz.

    Asentí con una sonrisa, sintiendo un nudo en la garganta al darme cuenta de cuánto lo amaba y cuánto me importaba protegerlo de la verdad que me estaba consumiendo por dentro.

    —Me alegro de que estés aquí —respondí sinceramente, desviando la mirada para ocultar las lágrimas que amenazaban con emerger—. Tu presencia siempre me reconforta.

    Mientras él continuaba hablando, me permití perderme en sus palabras reconfortantes, encontrando un refugio temporal en su amor y apoyo incondicional. Sin embargo, en lo más profundo de mi ser, sabía que no podía seguir escondiendo la verdad para siempre. Tarde o temprano, tendría que enfrentar los demonios que habían estado acechando en las sombras. Pero por ahora, me aferré a la calidez de su compañía, encontrando consuelo en el hecho de que no estaba sola en esta batalla interna.

    Me dejé llevar por la rutina marital en la habitación, por la expectativa de lo que debería ser una buena esposa, pero mi mente divagaba en terrenos desconocidos, en los recuerdos de aquel encuentro oscuro y prohibido con Don Pepe. Sentía su presencia como una sombra acechando en las profundidades de mi ser, tentándome con promesas de placer y liberación.

    Aunque mi esposo se esforzaba por
    satisfacerme, por explorar cada
    centímetro de mi piel con sus labios y sus
    caricias, yo anhelaba algo más, algo que
    solo Don Pepe había despertado en mí.
    Sus besos, aunque tiernos, no lograban
    encender la misma pasión que había
    experimentado en aquel encuentro
    clandestino. No me encendía la introducción de su diminuto pene comparado con la grotesca estampa arqueada de mi vecino libinidoso.

    Mientras tanto, mi esposo, ajeno a mis
    pensamientos turbios, continuaba su
    exploración con fiel devoción, tratando de
    encontrar el camino hacia mi placer y no halló nada. Pero en lo más profundo de mi ser, sabía que solo había un hombre capaz de despertar el fuego que ardía dentro de mí, un hombre cuyo recuerdo se había convertido en mi más oscuro deseo.


    CONTINUARÁ:
    (SI TE GUSTÓ LA HISTORIA COMENTA Y DALE UN LIKE)
     
    Salta Montes, 15 Abr 2024

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    Me gusto este capitulo, exploras las emociones y sensaciones vividas después de esta "infidelidad?" No la llamaría así pero no ubique otra palabra
     
    golosisimaperu, 17 Abr 2024

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    Hola @golosisimaperu , la protagonista Marta experimenta después del encuentro con Don Pepe, Marta se encuentra inmersa en una
    cónclave de emociones turbulentas y
    contradictorias. Experimenta una mezcla
    de miedo, confusión, excitación y culpa.

    Por un lado, se siente abrumada por el
    miedo a lo desconocido, a lo prohibido y a
    las consecuencias de sus acciones. Por
    otro lado, experimenta una sensación de
    atracción magnética hacia Don Pepe, una
    fuerza irresistible que la lleva a cuestionar
    Sus propios deseos y límites.
    La presencia seductora de Don Pepe ( Aunque es un gordo, nada simpático tiene una herramienta muy importante entre sus piernas) despierta en Marta un torrente de deseoss Oscuros y prohibidos, sumergiéndola en un abismo de tentación y conflicto
    interno. Se debate entre la necesidad de
    resistir y el impulso de entregarse al
    placer prohibido que él representa. Esta
    lucha interna la deja emocionalmente
    agotada y confundida, sin encontrar una
    salida clara ante la presión abrumadora
    que ejerce sobre ella la presencia de Don
    Pepe.

    Gracias por comentar. Espere por favor la siguiente aportación.
     
    Salta Montes, 17 Abr 2024

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    Gusto de leer tu respuesta, entiendo a la protagonista porque alguna vez sentí mucha atracción por un hombre maduro y más aya del detalle del miembro en mi caso me volvía loca sus actitudes, su forma de ser, de brindarme tanto placer provocandome llegar una y otra vez al clímax. Si bien es cierto los mil demonios que debe tener en su cabeza no hacen otra cosa que dejarla caer al pecado y disfrutar con lo prohibido y es que a veces en lo prohibido está el más sucio placer... ansiosa por leer la siguiente parte, he publicado algunos relatos en esta página espero los leas y me des tu sincera opinión
     
    golosisimaperu, 19 Abr 2024

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    #4

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    Gracias @golosisimaperu por tu comentario. Y me daré un par de vueltas por tus publicaciones.
     
    Salta Montes, 19 Abr 2024

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    Veo con mucha satisfacción que una gran historiadora se está rebelando. Las historias de golosisima también son geniales. Qué bueno que más damas se abran y nos cuenten relatos tan emocionantes desde todo punto de vista. Muchas gracias por compartirlo.
     
    Josephsen, 21 Abr 2024

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    Gracias por la mención, saludos
     
    golosisimaperu, 24 Abr 2024

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