El Encuentro - Parte 2

El Encuentro - Parte Dos

En la ducha
Todo lo que hicimos en la cama nos había dejado bastante estimulados y calientes y obviamente sudados. Sugerí que tomásemos una ducha juntos. No tuve que rogarte mucho para que accedieras. Yo me moría de ganas por sentir tu cuerpo con el agua cayendo por la regadera. Muchas veces me habías contado cómo te bañabas y había imaginado el agua recorrer tu cuerpo y deslizarse. Sobre todo, me imaginaba tus senos preciosos con el agua recorriéndolos y yo chupándolos.
Nos preparamos y encaminamos a la ducha. Mi pene aún chorreaba restos de semen de la eyaculación previa. Abrimos la llave del agua y graduamos la temperatura. El agua empezó a caer sobre nosotros y sentía como se discurría. Pegué mi cuerpo al tuyo desde atrás mientras mis manos jugaban con tus senos y mis dedos con tus pezones. Me alcanzaste el jabón y una esponja. Comencé a enjabonarte y pasarte la esponja por encima de tus senos para ir bajando poco a poco hasta llegar a tu conchita. Froté un poco el jabón para lavarte. Luego te empecé a jabonar las nalquitas y como producto del jabón empecé a deslizarme por entre tus nalgas y frotar tu hoyito virgen. A decir verdad el sólo saber que nadie había visitado esta parte de tu cuerpo me hizo recobrar los bríos. Y así agachado como me encontraba, sentí como mi pene empezaba a recobrar sus fuerzas. Comencé a explorar tu anito con uno de mis dedos. Tímidamente primero hasta que tu anito se acostumbró al dedo invasor. Metí un segundo dedo a la vez que besaba y mordía tus nalgas mojadas. Mí dos dedos empezaron a sentirse a gusto dentro de esta cuevita virgen. Me incorporé y con mi pene ya erecto me coloqué justo detrás de ti apuntando a la entrada de tu pequeño orificio. Lo coloque tranquilamente en la entrada. Ya intuías que seguiría. Muchas veces, te dije, había soñado que te desvirgaría atrás. Dudaste por unos momentos. Me dijiste: “No, por ahí no”. ¡Me va a doler! Cómo tratando de evitar lo que ya sabías que pasaría. Muchas veces te hablé de lo mucho que me encantaría estrenar tu culito. Te había contado muchas historias de cómo estrenaría ese culito tuyo, en el que más de una vez me había corrido mirándolo por la cámara web o en las fotos que tu me mandabas. Tantas pajillas virtuales imaginándome hacerlo y ahora estaba a punto de cumplir esa fantasía mía.
Yo me acerqué a tu cuello y lo empecé a besar. Con mi mano derecha coloqué mi pene en la entrada de tu anito virgen y empecé a forzar su entrada. Un gemido profundo se escapó de garganta. El agua seguía discurriendo por nuestros cuerpos. Sólo metí la cabeza y lo dejé ahí. No me moví. En esos momentos tu empezaste a empujar hacia atrás para que se vaya metiendo un poco más. A pesar de la estrechez de tu anito, mi pene empezó a deslizarse más y más hacia adentro. En pocos segundos mi pelvis chocó con tus nalguitas. Una vez más me quedé quieto. Quise dejar que se amoldara al intruso que por vez primera visitaba su intimidad. Te quebraste un poco para resaltar tu trasero y pude apreciar claramente como tus nalgas engullían mi pene. Te apoyaste sobre la pared de la ducha y yo empecé un lento mete y saca. Tu empezaste a gemir intensamente y pedirme que siguiera. Aunque yo ni loco pensaba sacarlo de donde estaba. Con una de mis manos comencé a frotar tu clítoris. Con la otra mano jugaba con tus senos. Yo me sentía en la gloria. Te estaba estrenando el culito y para mí no había nada más rico en aquel momento. Trataba de ver como entraba y salía de tu derrière mi pene, de gozar cada momento. Lo sacaba y enterraba con el mayor de los placeres. Cada gemido tuyo era un premio para mi. Sentía como tu hoyito apretaba mi pene y yo disfrutaba cada vez que entraba y salía. Estuvimos en este vaivén unos diez minutos cuando te dije que iba a terminar. Con tus mansos abriste más tus nalgas y no quería que esto terminara, pero la naturaleza y los deseos intensos me indicaban que este placer estaba a punto de terminar. Aceleré mis embestidas y pronto sentí como subía el semen desde mis testículos para depositarse en el fondo de tus entrañas…..no transcurrió mucho tiempo hasta que tu hoyito expulsó al invasor…..me lavaste el pene con cariño….y le diste un beso. Nos dispusimos a salir de la ducha. Nos secamos y nos fuimos a la cama. Yo no tardé mucho en dormirme. Y creo que tu también. Luego de que nos despertamos nos dispusimos a continuar lo que comenzamos. Esta vez tu conchita sería la protagonista…..

 

Supustamente iba a haber una tercera parte, pero la casada que inspiraba estas historias desapareció. Se cambió de cell y se mudó y no supe más de ella...(con esta son 12 historias / experiencias con ella a lo largo de 3 años que duró...)...