Mi primera virgen

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Darth Plagueis, 6 May 2010.

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    Darth Plagueis

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    Esta historia es de mi juventud, los nombres han sido cambiados y muchos de los diálogos son reconstruidos e inexactos puesto que ya han pasado más de 25 años, pero la historia es esencialmente cierta.

    Mi primer trabajo fue en el departamento de ingeniería de una institución militar. Había sólo una secretaria, para el jefe del departamento, y un secretario (hombre) para todo el pool de ingenieros, el Sr. Carbajal, uno de esos burócratas que se conocía todos los tejes y manejes de la burocracia estatal, si te llevabas bien con él te podía conseguir casi cualquier cosa. Como al año de ingresar me dieron el puesto del renunciante jefe de mi sección; no es que yo fuera un genio ni que tuviera vara, sino que era el único de los ingenieros del departamento que dominaba el idioma Inglés y algo del Alemán, idiomas de las empresas europeas con las que manejábamos convenios de transferencia tecnológica. Y entonces llegó Olguita.

    Era una muchacha muy humilde; hija de la ex-empleada doméstica de algún general quien, gracias a su ‘padrino’ entró como practicante de mecanografía en el departamento de ingeniería. No era bonita pero tampoco fea; alta, delgada, de facciones finas casi mediterráneas y una piel trigueña bien oscura bastante maltratada por la falta de cuidados. Su tipo físico casi europeo y su piel ayacuchana la señalaban como hija ilegítima del patrón quien, por ese motivo, le habría conseguido el puesto. Pero Olguita, que al comienzo no sabía ni qué era una máquina de escribir, se ganó el cariño de todos por su sencillez y sus ganas de aprender; era una chica sencilla, dulce, respetuosa, dócil, puntual... y totalmente inocente, pronto todos los ingenieros la habíamos ‘adoptado’ como nuestra protegida.

    Un día, al cabo de un año, Olguita se encerró en el baño a llorar; tuvimos que recurrir a la secretaria del departamento para que la sacara y al viejo Carbajal para descubrir la explicación a su comportamiento. Rojo de indignación Carbajal nos contó que, con su padrino ya retirado y viviendo en el extranjero, el jefe de personal (un teniente) le había insinuado que tendría que negociar la renovación de su contrato directamente con él, después de horas de oficina, ‘en un lugar más privado’. A Olguita, que estaba saliendo con un joven suboficial, se le vino el mundo encima, pero dijo que prefería quedarse sin trabajo antes que ceder al chantaje. Pero todos sabíamos lo que el trabajo significaba para ella, era una chica muy pobre que vivía en una invasión en lo más alto de Villa María del Triunfo y este trabajo era su única esperanza de salir adelante.

    Como jefe de la sección, sin ninguna segunda intención y sólo por el cariño sincero que, como todos en la oficina, le tenía, me acerqué para decirle que no se preocupara; que hablaría con el jefe del departamento de ingeniería, un viejo mayor que no sólo tenía más rango sino mucha más ‘cancha’ que el joven teniente de personal y que de ninguna manera dejaría que la chantajearan así. Nuestro jefe, enterado del problema, habló con Olguita en privado cinco minutos y se fue de frente a la oficina del jefe de personal donde los dos se encerraron por menos de diez minutos; al volver al departamento de ingeniería nuestro jefe le dijo a Olguita en voz alta, en medio de la oficina:

    - Todo arreglado hijita, mañana después de almuerzo te vas al departamento de personal a firmar tu contrato, ya no como practicante sino como mecanógrafa, con el aumento correspondiente.

    Ese día, a la salida del trabajo, Carbajal, yo y como cinco de los ingenieros, todos de mi sección, invitamos a Olguita a celebrar con una jalea y unas chelas en una chinganita cerca de la oficina; para Olguita era la primera vez porque ella acostumbraba irse de frente a su casa. La flaca estaba radiante de felicidad y agradecidísima conmigo; en su mente era yo el autor de su ‘rescate’ aunque en realidad, como públicamente lo reconocí en un brindis, el verdadero héroe había sido nuestro jefe, el mayor, quien lejos de ‘tapar’ las cochinadas del teniente de personal lo amenazó con investigar si había otros antecedentes de conducta similar. Pero Olguita parecía sentirse protegida conmigo y no se despegó de mi lado; además yo era muy joven entonces y ella tenía como 19, seguro que prefería un héroe de veinticinco antes que uno de cuarenta-y-tantos. Desde ese momento ella me trataría con mayor deferencia que al resto de los ingenieros, siempre pendiente de lo que yo necesitara, tanto que muchos empezaron a referirse a ella como ‘la secretaria del ingeniero Fulano (o sea yo)’.

    Pocos meses después se produjo otra crisis de llanto. Para entonces, ya tenía yo suficiente ascendiente sobre ella como para encerrarnos en mi oficina, abrazarla y preguntarle cariñosamente qué le ocurría.

    - Los hombres son todos unos cochinos, murmuró, sólo quieren una cosa.

    - No hables así, sabes que estás exagerando.

    - El teniente Barboza (el jefe de personal) lo mismo, mi jefe anterior lo mismo, todos los hombres lo mismo. Por eso he terminado con el Julián (su novio, que estaba destacado en Iquitos) se quejó, no me dejaba en paz, yo quería esperar hasta estar casados pero él...

    - Bueno, le dije, qué otra cosa puedes esperar, eres una muchacha bellísima, sólo un maricón no querría acostarse contigo. No me digas que sólo por eso han terminado.

    - No sólo por eso, él me engañó, tiene otra mujer allá en Iquitos, me han contado y él no ha podido negarse. Encima dice que yo tengo la culpa.

    - Bueno, ya no llores, él no vale la pena. ¿Por qué no me dejas invitarte a comer algo a la salida? Nos vamos la Chorrillos, al muelle a comer un cebichito, o si prefieres unos anticuchos y unos picarones, allí conversamos y me cuentas todo. Ya verás que todo va a estar bien.

    Le dejé mi pañuelo y salí de mi oficina para darle algo de privacidad mientras paseaba por los escritorios de los otros ingenieros conversando sobre los distintos trabajos. ‘Terminó con el novio ¿no?’ era el comentario en voz baja, un mudo asentimiento mío reclamaba paciencia y comprensión. Al poco rato Olguita estaba de nuevo sentada frente a su máquina de escribir.

    Habíamos quedado en encontrarnos en el paradero donde ella cambiaba de micro, para no provocar habladurías saliendo juntos de la oficina, y allí la encontré. Subió a mi carro y nos fuimos al quiosco ‘Paquita’ en el circuito de playas ¿Alguien se acuerda? ‘Paquita’ y ‘María’ eran los dos puestos de anticuchos y picarones más buscados de la costa verde en esa época. Pedimos anticuchos, choclo con queso, picarones y un par de chelas grandes (una y una como decíamos en esa época) pero Olguita no quería hablar, decía que le daba vergüenza hablar en público. Terminados los anticuchos y los choclos con queso nos trajeron los picarones y entonces yo, que ya estaba más arrecho que toro en celo, me pedí una cocacola de a litro una chatita de ron y unos vasos descartables, pagué la cuenta y moví el carro hacia el estacionamiento de la playa. Eran apenas las cinco y media de la tarde y mi excusa fue…

    - Aquí podemos conversar sin que nadie nos moleste y, de paso, vas a ver qué linda puesta de sol hay en esta playa…

    Sentados en mi carro, nos comimos los picarones acompañados de un roncito con cocacola ya que la cerveza la habíamos terminado en el quiosco. Para cuando terminamos los picarones ya era la hora de la puesta de sol así que midiendo la chata de ron, mezclé un par de vasos bastante suaves y nos pusimos a ver la puesta del sol mientras conversábamos de banalidades relativas a la chismografía del trabajo. Una vez que el sol se retiró para dar paso a una oscuridad cómplice que convertía el carro en un ambiente privado, le puse el brazo por sobre sus hombros, la atraje hacia mí sin resistencia y empecé a tocar el tema álgido.

    - ¿De veras que no quisiste acostarte con tu novio? Debe ser que no lo querías tanto como decías.

    - Sí lo quería. ¿Acaso el acostarse es lo único que hay? Todo no puede ser sólo sexo. Tiene que haber cariño, amor de verdad como el que tienes por tu mamá o tus hermanos, que no depende del sexo, eso es lo que te hace familia y la familia es para siempre. Yo lo quería, quería casarme con él, formar una familia y tener hijos, pero él no me respetó, no me esperó, él se lo pierde. Si él me hubiera amado como decía, me hubiera esperado.

    - No es así tampoco. El amor entre un hombre y una mujer es mucho más que sexo pero también es sexo. El sexo es una parte importante en toda relación de pareja. Por eso cuando es más que sexo se le dice ‘hacer el amor’. Cuando una mujer ama a un hombre quiere hacer el amor con él, no es algo que acepta con resignación, es algo que ella también quiere, se muere de ganas de hacerlo. Cuando tú dices ‘te amo’ pero no quieres tener sexo estás diciendo ‘te amo, pero no lo suficiente’. Si tú lo hubieras amado como decías, no lo hubieras hecho esperar.

    - Eres muy cruel al decirme eso, me dijo y se puso a llorar mojándome toda la camisa, ¿Acaso crees que yo también no tengo ganas? Pero me controlo, no es malo querer casarme virgen.

    - Ya, no llores, salud (recargando su vaso), no es malo pero es prehistórico, ya nadie se casa virgen. ¿Cómo vas a saber, si no, si vas a querer acostarte sólo con esa persona todos los días del resto de tu vida?

    - Pero yo no quiero terminar como mi mamá, todos mis hermanos tenemos distinto papá y ninguno sabe quién es, mi mamá no dice. Yo creo que mi padrino es mi papá pero no lo sé de seguro y mis hermanos ni eso y mi mamá sigue sola. Y siguió llorando a mares.

    Yo la acaricié, le besé los ojos, me bebí sus lágrimas, le invité más trago y le susurré al oído

    - Pero eso no tiene que pasarte a ti, si tú me quisieras a mí, por ejemplo, yo te cuidaría para que no te embaraces; cualquier hombre decente haría eso por su pareja, tú misma deberías saber cómo cuidarte. Además ya tienes casi 20 años, ningún novio que tengas esperará que seas virgen; así tan linda como eres ninguno creerá siquiera que eres virgen, pensará que te niegas porque no lo quieres.

    - ¿Tú de veras crees que soy linda...?

    ¡Bingo! En ese momento supe que ya era mía.

    --------------------------

    Continuará...
    .
     
    Darth Plagueis, 6 May 2010

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    chessss, muy buena la historia, aunque los dialogos no sean exactamente como los recuerdas este me impactó bastante, como para ponerte en la mente de una mujer humilde, honesta y trabajadora como la describes ahi debe haber un gran trauma, muy buena redacción no como otros... esperamos la continuación.
     
    JUANITXO, 6 May 2010

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    muy buen relato, PERO POR FAVOR CONTINUEEE
     
    Danielon77, 6 May 2010

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    ta' mare me dejastes con el cíclope lloroso...termine la historia maestro Diablito
     
    gilmour, 7 May 2010

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    Espero que te vaya bien como ingeniero pero lo tuyo es la literatura... MAESTRO
     
    KingCock, 7 May 2010

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    Buena , se reconoce el dominio de las letras, ya picaste, ahora solo seguirla continue
     
    maycol100, 7 May 2010

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    k buena historia con su dosis de drama y temores como es la vida misma, aver pss brother continuela.

    Saludos
     
    miguel2020, 7 May 2010

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    Muy buen relato y redaccion, como es de esperarse de un cofrade de experiencia. Sabe ubicar bien al lector en la situacion, dando detalles del ambiente peor sin ser muy engorroso.. y la historia es buena, quien no ha tenido una "misia" cachable que con floro y deslumbrandola un pcoo con cosas simples termiann cachandolas, hace poco tuve una asi, recien llegada de abancay. ya subire el relato. Saludos esperamos la sgeunda parte
     
    xellasaunkcobren, 7 May 2010

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    A ver cómo terminamos esta historia.

    Estábamos en el carro y yo había logrado llevar la conversación al punto en que pude decirle que me gustaba...

    - ¿Tú de veras crees que soy linda...?

    Por el tono de su voz, parecía sorprendida.

    - No te burles de mí, le dije, sabes que eres preciosa. Te miro todos los días en la oficina y tengo que aguantarme. ¿Acaso no te has dado cuenta?

    - Pero nunca me has dicho nada.

    - Porque te respeto, yo soy tu jefe y tú tienes novio.

    - Ya no...

    La besé y se dejó besar, empecé a acariciarla tentativamente, primero en la cintura, luego en las caderas, luego en las rodillas y los muslos, subiendo por debajo de su falda. Empecé a besarla en el cuello y seguí bajando por su escote...

    - ¿De veras te gusto?

    - Muchísimo, ¿no me se nota?

    - ¿Me amas?

    Pregunta complicada...

    - Podría enamorarme perdidamente de ti ahora mismo, en un instante. ¿Eso es lo que quieres? ¿Quieres que me enamore de ti? Eres una bandida, estás jugando conmigo.

    Y diciendo esto me aparté de ella, me senté derecho frente al timón, me preparé otro vaso de ron con cocacola (muy poco cargado) y me puse a tomar mirando la oscuridad al frente. Ella me acercó su vaso vacío y se lo llené con partes iguales de ron y gaseosa.

    - Esto está muy fuerte, me voy a emborrachar.

    Hice la finta de probarlo y le dije…

    - Es cierto, no deberías tomar ron, tengo en la maletera una botella de vino dulce de Cuatro Bocas, muy suave, te va a gustar. ¿Quieres?

    - Sí, mejor, ya no quiero más ron.

    Saqué mi botella de la maletera, la destapé con mi llavero/destapador/sacacorchos (accesorio indispensable de los jóvenes solteros de mi generación) y le llené el vaso.

    - Pruébalo. ¿Te gusta? Está bien suave.

    - Este vino está muy rico, yo casi nunca tomo vino pero este está muy suave.

    Pasamos un largo rato en silencio mientras yo ostensiblemente tomaba mi ron y ella se vaciaba en silencio un vaso del traicionero vino dulce de Cuatro Bocas que yo, atento, me apresuré a rellenar. Ella tomó todavía algunos sorbos más mientras parecía meditar en lo que haría y diría a continuación.

    - Yo no estoy jugando contigo, me dijo finalmente como pensativa, pero sí tengo miedo. Te he contado todo, pero tengo miedo. Los chicos como tú no toman en serio a las chicas como yo. Sólo nos quieren para… ya sabes.

    - Y tú piensas que yo soy así, una basura, un cochino como todos los hombres que conoces...

    - No digas eso, yo sé que tú eres diferente, tú me ayudaste con lo de Barboza, también respetaste mi relación... ¿De veras que me miras en la oficina?

    - Claro que sí, pero ya veo que ha sido por gusto, ni siquiera te diste cuenta. Tal vez debí ser como los otros hombres que conoces, parece que son los que te gustan. Yo te ayudé sólo porque me gustabas mucho y no quería que te fueras, mucho menos que atracaras con Barboza. Pero ahora no sé. No sé si te gusto o sólo estás jugando conmigo.

    Entonces fue ella la que se volteó hacia mí y, a pesar del estorbo del timón, me puso las manos detrás del cuello y me besó, largo, suave, muy dulce.

    - Para que veas que no estoy jugando, me dijo entre beso y beso.

    Sus besos sabían a miel... literalmente (ahora, a los años, sospecho que en realidad fue la miel de los picarones) y, para ser virgen e inocente, besaba como deben besar las diosas.

    - Ya estoy medio mareada, comentó luego de largos minutos de chape, volviendo a su asiento y reclinando a medias el espaldar.

    Yo retrocedí el mío totalmente, para evitar el timón, y pasando sobre el espacio entre los dos asientos la abracé y me puse a besarla con mucho cariño. Accionando la palanca del espaldar con mi mano izquierda terminé de reclinar totalmente su asiento para quedar casi completamente sobre ella.

    La mocosa parecía estar totalmente entregada al momento así que empecé a besarle el cuello bajando lentamente hacia su seno mientras mi mano acariciaba sus muslos subiendo lentamente hacia sus partes más íntimas. Ella sólo gemía mientras sus manos aferraban mi cabello por detrás de la cabeza, apretando intermitentemente mi boca contra su boca, su cuello, su escote o lo que fuera que estuviera besando en ese momento. Sentí que doblaba una rodilla y después la otra, frotando sus muslos uno contra el otro mientras yo metía la mano izquierda por debajo de su trusa para acariciarle delicadamente su papita virgen y totalmente sin depilar que ya empezaba a mojarse abundantemente. Mientras tanto volví a besarla en la boca mientras mi mano derecha entraba por debajo de su blusa, acariciándole la espalda y desabrochando su sostén, volví a bajar con mis besos a lo largo de su cuello y su escote para luego desabotonar apenas dos botones de su blusa de uniforme, encontrar sus oscuros pezones con mis labios y acariciarlos con mi lengua hasta ponerlos duros como piedras.

    Ella seguía jadeando en silencio mientras apretaba con fuerza mi cabeza contra su pecho hasta hacerme difícil respirar, mientras yo seguía masturbándola delicadamente con la mano. Le había levantado el frente de la falda y, sin sacarle la trusa, la había hecho a un lado para descubrir su conchita... hasta que al sentir que se acercaba al orgasmo dejé de masturbarla un momento para abrir la bragueta de mi jean y sacar de su encierro a mi pene ya totalmente erecto.

    - Sigue... sigue... me susurró mientras con su mano buscaba a tientas la mía para que la siguiera masturbando.

    Yo le tomé la mano y la llevé hasta el respaldo del asiento a un lado de su cabeza mientras me colocaba sobre ella apoyando mi pieza sobre su clítoris y frotándola a todo lo largo para seguir masturbándola.

    - Por favor, no, por favor... tengo mied...

    La silencié con un largo beso antes de decirle,

    - No te preocupes amor, no te voy a hacer ningún daño...

    Mientras ella soltaba mi cabello para abrazarme con fuerza a la altura de la cintura, yo seguí frotando frenéticamente su clítoris con la parte inferior de mi pene, arriba y abajo, hasta que sentí que se venía violentamente y, entonces, hice un movimiento hacia abajo un poco más largo y, de golpe, se la metí hasta el fondo.

    - Aaahhhh...

    Su ahogado gemido era más de dolor que de placer pero sus manos soltaron mi cintura para bajar hasta mis nalgas y apretarme con fuerza contra ella.

    - No te muevas... me duele...

    Pero era ella la que se movía en las interminables convulsiones de un violento orgasmo. Yo, con las justas, logré salirme apenas a tiempo para descargar mi semen sobre su vientre, su trusa, su falda y mi pantalón.

    Me quedé echado sobre ella besándola cuando me percaté de las lágrimas que salían abundantes y silenciosas de sus ojos negros. Le besé los ojos en silencio, me bebí sus lágrimas y la seguí besando con ternura mientras ella sollozaba.

    - No quería que mi primera vez fuera así... en un carro... en la costa verde...

    - No llores, tu primera vez fue con alguien a quien le importas mucho, que te quiere mucho; significó mucho para mí, te aseguro que tanto como para ti.

    - Para ti soy sólo una más...

    -Cómo puedes decir eso, para mí tú eres la primera. Nunca antes una chica me había dejado ser el primero en su vida. No importa qué pase con nuestras vidas, tú siempre serás la primera.

    Y la seguí besando hasta que una sensación cálida y pegajosa que había sentido desde el momento en que eyaculé, empezó a ser realmente incómoda.

    - Tenemos que asearnos, le dije, tengo papel higiénico en la guantera.

    Y diciendo esto me levanté, rodé para volver a mi asiento y prendí la luz interior para sacar el papel y limpiarnos lo mejor posible. Entonces fue cuando la magnitud del daño se hizo evidente. ¡El asiento de ella era un enorme charco de sangre!

    Nunca había estado con una virgen, no le había mentido en eso, pero nunca después me ha tocado una virgen que sangre tanto, eso también es cierto. No sabíamos qué hacer. El asiento, su trusa, su falda, mi pantalón y mi ropa interior, todo era un embarradero de sangre. Ella se desesperó, se sacó la trusa y, haciéndola un puño, la oprimió contra su conchita como tratando de detener la hemorragia mientras yo me gastaba todo el papel higiénico tratando de limpiar el desastre. Al final también me saqué el calzoncillo para usarlo como trapo para limpiar sangre.

    Una vez que hubimos secado todo lo mejor posible nos fuimos a buscar una farmacia de turno (no había las de 24 Hrs en esa época) para comprar una bolsa de mimosas que ella se puso luego de improvisar una especie de pañal con un pañolón que usaba para el pelo, ya que su calzón estaba hecho una desgracia luego de haberlo usado como tampón y como compresa para detener la sangre. Al final botamos por la ventana del carro tanto su calzón como mi calzoncillo, totalmente ensangrentados, mientras nos dirigíamos a su casa.

    Luego de dejarla me dirigí a la casa de mis padres (donde viví hasta los 31 años cuando me casé) y entré a hurtadillas, eran como las 12 de la noche y mis viejos se acostaban temprano pero siempre esperaban despiertos a que llegara hasta el último de sus 6 hijos. Le dije a mi vieja, desde afuera de su cuarto, que no se levantara a calentarme la comida porque había comido con unos amigos del trabajo, me fui a mi cuarto y me desvestí al toque para ponerme mi pijama. Luego cogí mi blue jean manchado de sangre, me dirigí a la lavandería y en una batea puse agua con media bolsa de Ace y lo puse a remojar. El ruido hizo que mi vieja levantara la voz para preguntar qué estaba haciendo, yo le dije que me había manchado con grasa del carro (cosa que ocurría a menudo) y que no quería que se secara la grasa y malograra mi jean nuevo; ella reaccionó previsiblemente diciendo en voz alta desde su cuarto...

    - Ah no, hijito, ni pienses que yo te lo voy a lavar. Ya estoy harta de que no cuides la ropa, al menos ya te la compras con tu plata, pero ni sueñes que yo te lo voy a lavar...

    A la mañana siguiente, antes de salir a trabajar, enjuagué mi jean y lo puse en el tendedero... ya no quedaba en él huella alguna de los sucesos de la noche anterior. Los asientos de mi fiel toyotita del '78 eran de marroquín negro así que, luego de la apresurada limpieza de la noche anterior, se veían algo sucios pero nada que delatara la naturaleza de las manchas; esa tarde después del trabajo, una escobilla y un poco de Ace terminarían de borrar las últimas evidencias de su aventura playera.

    Olguita se reportó enferma ese día, después me contó que no tenía otra falda de uniforme, así que se había tomado el día para poderla lavar; siendo la mayor de sus hermanos y la que ponía la plata para el diario, nadie le cuestionaba en su casa lo que hacía ni lo que dejaba de hacer.

    Cuando al segundo día se presentó a trabajar era obvio, al menos para mí, que caminaba adolorida; pero no conversamos ni tuvimos más contacto que el estrictamente profesional de jefe a secretaria.

    Esa tarde sin embargo la volví a recoger en el mismo paradero... pero esa es ya otra historia.
    .
     
    Darth Plagueis, 7 May 2010

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    Muy buena historia maestro.
     
    juan-k, 7 May 2010

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    es algo redundante pero totalmente nescesario darle las gracias por el aporte, no voy a descubrir su talento para narrar las historias, ya demostrado con creces anteriormente, pero es admirable como de una historia simple, corta y que en realidad no tiene mucho de erotismo, haya dejado pasmado y con la intriga al maximo a los lectores de este foro (segun cus mismos comentarios)... gracias y esperamos continue "con la otra historia"
     
    Chiquitín, 9 May 2010

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    q siga buena historia pero q tarde la cuentas =D
     
    RoccO147, 9 May 2010

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    Darth Plagueis se le agradece que se tome su tiempo para compartir su historia , espero que escriba mas relatos
     
    DJPAJAX, 9 May 2010

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    Realmente tien Ud. muy buena prosa.
    Lo felicito y gracias por compartirla.
    Saludos
     
    Julio Andrade, 12 May 2010

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    mis respetos maestro, muy buena salida con la "pregunta complicada" :D ... en verdad Ud. es un MAESTROO :first::first:
     
    Danielon77, 12 May 2010

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    Buen floro doctor algo para aprender de catedra, buen relato, pero particularmente prefiero levantarme una mayor con experiencia, que una virgen, las 3 chicas que he tenido el placer de ser su primera experiencia, no ha sido un buen polvo.

    Hace 1 mes me desvirgue a una trampita que la venia jodiendo desde hace 6 meses ahora ya veo porque me la hacia tan larga. No fue gran cosa, quizas lo cuente como relato erotico, pero hay lagrimas, remoridimiento y felicidad lo normalmente contradictorio en una mujer.

    Gracias por el relato buena pasta de escritor.
     
    atrevian, 16 May 2010

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    #16
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    Nada más cierto, maestro, nunca he tenido un buen polvo con una virgen y este que he relatado, como todos pueden ver, tampoco lo fue.

    Pero hay algo especial en ser el primero en la vida sexual de una flaca y, la mayoría de las veces, los siguientes polvos con la ex-virgen son lo máximo... aunque no siempre ;)
     
    Darth Plagueis, 17 May 2010

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    #17
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    Yo estoy entonces con los polvos "que no siempre son buenos", a veces se me hace la estrecha a pesar de que ya me la he levantado 3 veces desde hace 1 mes, por ejemplo hoy se me fue enojada y me dejo con los porongos llenos, total a una trampa no se le aguanta caprichos de niña.

    Siga con los relatos maestro, bienvenido sea.
     
    atrevian, 18 May 2010

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    #18

    Machin69

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    En el paraíso, con cada diablita que me encuentre!
    Simplemente relatas con una pulcritud y acierto en cada palabra que enlazas, y lo que veo muy pertinente es la forma cómo relatas, diría casi perfecto, por que pude ver unas fallas pequeñísimas, minúsculas(espero no caer pesado con este comentario, pero se dice que siempre es bueno recibir una crítica, por que eso nos hace ser mejor cada día)...Y el detalle, es que siendo ingeniero, el relato lo haces de una forma asombrosa, muy bien hecho, usando las reglas ortográficas al mínimo, yo también soy ingeniero y siempre veo horrores ortográficos en los que dicen ser ingenieros, pero en ti...veo a una persona plagada de muchas cualidades, del que rescato la forma tan sutil y carismática que haces en tu redacción, en el cual llegas a todos los niveles culturales con las palabras empleadas, esta tremenda historia que le tocó vivir cuando era mozo y que, lo hizo de una manera tal...que creo Ud. sirvió de ejemplo para Mario Luna, Mystery, Derek Vitalio, en sus libros que salen hoy en día...me imagino que sabe a qué me refiero, e incluso hace referencia a palabras usadas en libros de Walter Risso...

    No me explayo más, por que luego no quisiera que confundan comentarios, puesto que aquí hay de todo, tan solo reciba una FELICITACIÓN más por tan magnífica historia.

    Atte Machín!!!
     
    Machin69, 19 May 2010

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    #19
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    Como ya les comenté, esa tarde después del trabajo la volví a recoger en el paradero donde cambiaba de micro para ir a su casa. Todo el día habíamos estado jugando a evitarnos, era obvio que ambos estábamos incómodos, como si el estar juntos en la oficina pudiera hacer que todo el mundo supiera lo que habíamos hecho dos días antes. Yo la seguí discretamente a la salida, la ví bajarse del primer micro y, antes que pudiera tomar el siguiente, le toqué la bocina y le hice señas de que subiera a mi carro. Ella al principio no quería y me hacía señas de que siguiera de largo pero yo me quedé ahí parado haciendo escándalo con la bocina hasta que ella, roja de vergüenza, se subió.

    - Vas a hacer que todos se den cuenta, me reclamó.

    - Nadie aquí nos conoce y eres tú la que está llamando la atención, no yo, al evitarme así todo el día en la oficina. ¿Quieres que todo el mundo se empiece a preguntar por qué faltaste un día y desde entonces no me diriges ni siquiera la mirada?

    - ¡Es que todos se van a dar cuenta!

    - Todos se van a dar cuenta si sigues actuando así. Tenemos que ser cuidadosos, ya sabes que hay normas muy estrictas contra las relaciones entre las secretarias y los oficiales o los ingenieros, tenemos que seguir actuando como antes si no quieres que nos despidan a los dos.

    Mencionar la posibilidad de un despido era un argumento muy poderoso para ella.

    - Además no sé ya para qué me buscas, ya conseguiste lo que querías así que ya te puedes olvidar de mí. Eso es lo que hacen los chicos como tú con las chicas como yo, dijo con los ojos llorosos y la cabeza gacha, hablándole a los botones su blusa

    Yo le pasé la mano por detrás de la nuca, atrayéndola hacia mí, le besé los ojos y le dije…

    - ¿Cómo puedes pensar eso de mí? Me estás insultando. Mira, vámonos otra vez a la playa a ver la puesta de sol y a conversar, quiero que todo quede claro entre nosotros.

    - No quiero. Tú quieres volver a hacerme ESO y yo no quiero, me duele mucho todavía y me sigue saliendo sangre.

    Yo no sabía si eso era normal, nunca había tenido una virgen antes y había asumido que, a pesar de toda la sangre que salió ese día, el sangrado se detendría a las pocas horas. Estaba transitando por territorio desconocido así que decidí ser prudente.

    - Claro que quiero volver a hacerlo, ya te dije que me gustas mucho, pero no si tú no quieres y no si estás lastimada, tampoco soy un sádico. Pero creo que tenemos mucho que conversar.

    Ella no me contestó nada y siguió mirando los botones de su blusa así que yo enrumbé al toque hacia el circuito de playas, me dirigí al mismo sitio de dos días antes y, sin pasar por los anticuchos y los picarones, me estacioné en la playa y me volví hacia ella para besarla. Ella se dejó besar.

    No quería darle falsas ilusiones, a mí me gustaba considerarme un muchacho sano incapaz de aprovecharse de una chica y, a decir verdad, ella tenía razón, los chicos como yo no se casan con chicas como ella; pero ya la había probado y me invadían, por un lado, el deseo de repetir y repetir hasta la saciedad y, por otro lado, un violento sentido de posesión nuevo para mí y muy difícil de explicar. Esa chola era mía y yo no pensaba dejarla ir. Ese día estuvimos abrazados mirando la puesta de sol, besándonos y acariciándonos. Ella no pudo dejar de notar mi erección y tímidamente me acarició por encima del pantalón, pero no llegamos a más. Quedamos en seguir viéndonos y en no decir nada ni dejar que nadie en la oficina se enterase que había algo entre nosotros. Antes de dejarla en el paradero donde tomaba el micro para su casa le compré un mini peluchín que un vendedor ambulante ofrecía en un semáforo de la Javier Prado.

    En los siguientes días seguimos yendo a la playa a chapar y paletear un día sí y otro no, le vino su regla y yo la convencí de que por eso no le había parado el sangrado; quedamos en salir para tener otro encuentro sexual tan pronto como terminara su período, tuve que ponerme fuerte para convencerla.

    - Total… ¿Me quieres o sólo estás jugando conmigo? Ya no eres virgen, además eres mía, yo soy tu hombre y tú eres mi mujer, comprendo que estabas adolorida pero ya pasaron dos semanas… no pienso esperarte para siempre.

    Tres días más tarde la recogí como siempre del paradero; ella ya sabía que ese era ‘el día’ y estaba nerviosa y asustada, pero yo no pensaba dejarla dar marcha atrás.

    - No quiero volver a hacerlo en el carro, me dijo, no soy una puta.

    No sé qué idea tendría ella de lo que era una puta pero, en esos días, las putas que pululaban en las avenidas Arequipa y Petit Thouars, entre Primavera y el Hospital FAP, terminaban siempre llevando a sus clientes a la playa.

    - Cómo crees, te voy a llevar a un sitio muy bonito, por Salamanca, donde alquilan cuartos con cochera privada. Nadie tiene por qué verte ni saber que estamos allí.

    Entrando por Salamanca… no paré hasta llegar al más ficho de los hoteles del 5½. Claro que ella había oído hablar del 5½ pero no sabía dónde estaba y nunca había estado allí, para ella eso era Salamanca. El lugar la impresionó. Los empleados que se esforzaban en no mirar a la persona en el asiento derecho del carro, la cochera cerrada en el primer piso, la salita, el baño privado con ducha caliente y la enorme cama con espejos en el techo… No fue sino hasta tiempo después que me percaté que esos eran lujos que ella no tenía en su casa, viviendo en una invasión sin agua corriente ni desagüe, usando agua de balde y letrinas, para ella ese era un bungallow de lujo.

    Nos duchamos juntos. Tuve que romper las barreras de su timidez pero me puse fuerte y posesivo ( Tú eres mi mujer, no lo olvides ) y, de todas maneras, no pensaba encamarme con ella sin una previa ducha. No se olviden que era una flaca que, a pesar de ser aseada, por razón de sus condiciones de vida no acostumbraba a bañarse más de una o dos veces por semana.

    Hay algo en los olores corporales, sin embargo, que una vez vencida la barrera cultural resulta sumamente erótico. Ya en las veces que, teniéndola abrazada en la playa, hundía mi cara debajo de su barbilla para besarle el cuello y la parte alta de los senos, había sentido su distintivo olor a hembra que reforzaba el carácter sucio y erótico de lo que habíamos hecho y lo que pensábamos hacer. Pero esta vez tenía la intención de iniciarla en el sexo oral y quería asegurarme de que nada nos desanimara, ni a mí ni a ella. Además esa era la forma más rápida y simple de convencerla para desnudarnos los dos sin entrar en una discusión ni lidiar con sus temores y recelos.

    Limpios los dos nos metimos a la cama y empezamos el juego de besos y caricias que habíamos practicado tantas veces en la playa. Luego empecé a descender por su cuello para besarle las tetas, pequeñas pero duritas y paraditas como dos copas de champagne (de las de antes). Tratando de ignorar la aspereza de sus manos que acariciaban mi espalda, seguí descendiendo hasta su ombligo para hurgarlo con la lengua y arrancar nerviosos gemidos de sorpresa y placer. Y seguí descendiendo, acariciando sus largos y delgados muslos con las manos para, al llegar con la boca a su parte más íntima, separar ligeramente con las manos sus rodillas para besarla ahí donde yo sabía que podía hacerla incendiarse de placer y deseo. Esta chica no se afeitaba para nada así que, mientras con una mano le apretaba donde el muslo se vuelve nalga, con la otra apartaba su vello púbico para descubrir una papita ya húmeda y olorosa, con unos labios mínimos y negrísimos. Le besé el clítoris succionándolo suavemente hasta sacarlo de su envoltura y acariciarlo con la punta de la lengua provocando que la flaca se retorciera de placer.

    - ¿Qué haces? ¡Qué cochino eres! ¡Qué roche, me da vergüenza!

    - ¿Quieres que pare?

    - No pares, sigue, sigue…

    Pero yo me detuve igual.

    - ¿Qué pasa? Huelo feo ¿Es eso?

    - No, hueles rico y sabes deliciosamente sexy. Pero yo te dije que siempre te cuidaría ¿No? Esto es para cuidarte.

    Y diciendo eso me dirigí a donde había dejado mi ropa para sacar un preservativo y ponérmelo. Ella miraba nerviosa mi pene erecto y a mí no me quedaban dudas que estaba recordando el dolor de la primera vez. Pero yo no estaba dispuesto a dejarle tiempo para que la idea diera vueltas por su cabecita y, rápidamente, me volví a zambullir entre sus piernas para sopearla lo mejor que sabía. Cuando sentí que su respiración se hacía entrecortada, los gemidos se le escapaban y en su papita empezaban las contracciones del orgasmo, me acomodé rápidamente sobre ella y la penetré de golpe.

    - Aaahhh…

    - No me digas que te duele, le dije.

    - No, no me duele, sigue, sigue…

    Y seguí dándole duro mientras ella me envolvía con sus piernas y me apretaba con fuerza al tiempo que convulsionaba violentamente. A medida que su orgasmo iba pasando, yo seguí dándole con movimientos largos y pausados pero violentamente profundos, como buscando tocar su fondo, hasta que finalmente yo también terminé.

    Continuará…
     
    Darth Plagueis, 26 May 2010

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