MARCELA....la asistente contable...

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Debo empezar diciendo que con el paso de los años, me he vuelto más mañoso. No recuerdo haber tenido la libido tan alta como ahora. Me imagino que no soy el único, de allí la expresión “viejo verde”, no?? Recuerdo que ya hace unos años, estaba en el auto de un amigo, y paramos en una luz roja, en San Isidro. Cruzando la pista estaba una flaquita de largas piernas, mini-vestido negro, ceñido, pantimedias negras, cabello largo, ensortijado…y mientras caminaba, cual yegua, nuestras cabezas giraban, lentamente, de derecha a izquierda, siguiendo cada movimiento de tan fino espécimen de mujer….cuando terminó de cruzar, mi amigo y yo nos miramos, soltando tremenda carcajada y opinando que con el paso de los años, nos habíamos vuelto unos viejos verdes. Y así como aquella fémina, no había flaca de buenas piernas y de buen trasero a la que no le quitara el ojo. Y con la mirada, la imaginación no se hacía esperar.

Lo que les voy a contar me pasó el año pasado. Trabajo en un edificio, donde la planta es compartida por distintos negocios: hay oficinas de venta de seguros, hay una agencia de viajes, hay una oficina de contabilidad, y así. Todos separados por cubículos. Cada negocio es independiente, pero se tiene mucho espacio en común, la entrada, los baños, pasadizos, ascensor, etc. Marcela venía todos los años a trabajar temporalmente en la oficina del contador. Ya la conocía de hace unos años, pero todo fue siempre muy cordial y profesional. Este año la noté algo cambiada, no sé, creo que ahora se planchaba el cabello, lo que le daba un aire sexy, que contrastaba con su cara de niña buena. De piel clara, nariz chiquita, ojos marrones, labios carnosos, casi no me había dado cuenta de su físico todos estos años.

Marcela usaba una blusa blanca, casi transparente, que dejaba entrever su brassierre también blanco, con encaje, muy femenino, que abrazaban con ternura sus redondos senos, pudiéndose ver, acaso si apenas, un ligero rastro de aureola, para los mirones. Un collar negro distraía (o atraía) las miradas que querían ver qué había debajo de la blusa. Su pantalón era de sastre, plomo, algo ceñido, marcaban bien sus caderas. Sus nalgas, redondas, firmes, se movían en perfecta armonía. Sus tacos altos, estilizaban aun más su figura. Rafa ahora notaba su cuerpo, la revelación del invierno ante sus ojos. Era delgada, pero con suficiente carne en los sitios de interés. Nadie se imaginaría su edad (que bordeaba los treinta) ni que aquel cuerpito ya había cobijado un hijo. Todo estaba en su sitio, los senos – no grandes - que bailaban dentro de aquella blusa, las nalgas que seguían el ritmo impuesto por su pisada, firme, confiada, para un lado, para el otro, para un lado, para el otro…y sus labios, rosados y protuberantes que dibujaban una inquietante y traviesa sonrisa…Rafa estaba jodido…

 

continué cofra

 

[ En un par de horas, subo el resto de la historia. Pregunta: no se permite subir fotos? Subí unas fotos, para acompañar el relato, pero fueron borradas...]

 

Digo lo mismo esta gueno el relato, te hecho porras

 

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Pasaban las semanas del duro invierno en el hemisferio norte, y nuestra amistad crecía. La hora del almuerzo y la salida, eran los momentos para interactuar con los demás ocupantes del local. Marcela y yo conversábamos cada vez mas, contándonos anécdotas, historias, tonterías. Al igual que yo, era casada y pasaba por un momento difícil en su relación. No voy a ahondar en los problemas maritales de cada uno ahora. Basta decir que al parecer, ambos queríamos saber como sabía el agua del otro vaso. Su vestimenta también cambió, para mejor: vestidos cortos, leggins, botas altas, chompas o blusas ceñidas. Su anatomía ahora se lucía y realmente me estaba dejando cojudo. Las conversaciones eran cada vez más cercanas, físicamente. De estar frente a frente en la mesa del comedor, pasamos a estar lado a lado, pierna tocando con pierna. Un día, mi mano rozó la de ella, y luego nos agarramos, se la apretaba y ella a mi. Por la noche, al irnos, nos vimos en el comedor común, y nos besamos. Ella estaba muy nerviosa. Nada extraordinario, pero fue el inicio. Me contó que su estancia en la oficina del contador iba a llegar a su fin en semana y media. Pensé que si quería hacer algo debía de actuar pronto.

Marcela trataba de contenerse, su corazón latía a mil por hora. Muchas cosas pasaron por su mente: su hijo, el marido en casa, la iglesia, su madre, sus amigas…el beso no duró mucho, porque ella lo quiso así, sentía que se mojaba, no había sentido eso en mucho tiempo. Creía que hasta la pierna se había mojado. Estaba lista y ella lo sabía. Los senos le quemaban. Se sentía vulnerable, qué le pasaba, y los pezones estaban erectos y firmes. Lo abrazó con fuerza mientras sus labios se entrelazaban por un instante, un poco de lengua sobre las bocas, y luego, ella lo apartó. Tan pronto empezó, todo terminó. Marcela se fue casi corriendo al estacionamiento, casi sin decir adiós.

Pensé que la había cagado, que tenia que haberla calentado un tiempo más. Esa vez su conciencia pudo más. Los dos sabíamos lo que queríamos. Solo era cuestión de tiempo. Hallar el momento adecuado. Los mensajes de texto eran cada vez más calientes. Ella hasta me envió fotos de sus muslos, en la tina, cubiertos con espuma, mientras se bañaba. No obstante, quería mantener el tono a cierto nivel, dejar que la calentura suceda pero en los hechos. Le decía lo linda que se veía, lo bien que le quedaba el vestido, la dulzura de su perfume, la belleza de su sonrisa. Nos volvimos a besar el día siguiente, también a la salida. Y el día después. Pero pasaban los días y me era esquiva a veces, tenía que ir a casa rápido, que la reunión en la iglesia, que los boy scouts, que la reunión de padres de familia, putamadre, ya me estaba llegando, y ella se rehusaba a tener un encuentro fuera de la oficina. Ese fin de semana nos enviamos textos hasta casi la una de la mañana. Que qué vestías, de qué color es tu truza? tienes frío? Me gustaría abrazarte y sentir tus brazos, cuánta falta me haces, Y yo quiero que estés aquí, besaría tu cuello, tu espalda y con mis manos acariciaría tus senos. Quien diablos te escribe tan tarde? Putamadre! El trabajo amor. Es del extranjero y por la diferencia de hora, debo contestar ahora. Sorry. Ya termino, sigue durmiendo. Casi me friegan. Me había convertido en adicto al Blackberry, por su culpa. Hasta que llegó la última semana, ya era jueves. Los días habían pasado demasiado rápido. Sólo quedaban dos días. Ella llegó temprano, se acercó a mi cubículo y me sorprendió con un beso en la boca. . Lo que me dijo me fregó la mañana. Este día sería su último. No vendría el viernes. Se iba de viaje, a visitar familia en Nueva York. ! Almorzaríamos juntos, pero con una amiga.

Marcela usaba un blue jean, apretado, a la cadera, marcaba su figura y dejaba muy poco a la imaginación. Por momentos, se delineaba sus labios vaginales, cuando la luz del restaurante iluminaba su vientre. Sus nalgas parecían dos melones, envueltos en denim, pero no eran desproporcionadas a su talla y se lucían bien. Siendo su último día había venido “casual”. Su top era ceñido, Polo, naranja, sus senos, 34B, estaban erguidos, orgullosos, sus pezones querían dejarse notar, pero no mucho. Habían ido a almorzar con una amiga en común, no lejos de la oficina. Rafa y Marcela se sentaron juntos, la amiga, enfrente. Ese día el juego de manos, debajo de la mesa, no cesó. Marcela agarraba la mano de Rafa, la estrujaba y la soltaba para luego delinear cada uno de sus dedos. Luego acariciaba su pierna, desde la rodilla hasta su cadera. Justo pasaba una mesera que se ganó con el asunto. Y ella logró tocar una parte de sus bolas, lo suficiente para provocar una reacción en la erección que Rafa tenia desde hace ya un buen rato. El pene le iba a estallar. Solo faltaba limpiar la mesa en ese instante y echarse a follar allí mismo. La amiga ya se había dado cuenta y como que estaba medio incómoda. Rafa también pasaba su mano por el muslo de Marcela, y tocaba su entrepierna, sintiendo con fuerza esa entrepierna, y cada vez que intentaba tocar su sexo, ella se lo impedía, agarrando su mano fuertemente y retirándola. En verdad, ella hubiese querido que siguiera y que la penetrara con sus dedos, que le sobara el clítoris hasta venirse por completo. Pero no se podía, allí no. De vez en cuando, Rafa la miraba, y Marcela no podía ocultar la cara de coqueta, por momentos se mordía los labios, dejando saber que le gustaba, mientras su cabello ensortijado le caía sobre la cara que la hacía ver recontra pendeja.

 

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Por cuestiones del azar y la inercia, terminamos de almorzar esa tarde. No se cómo. Nuestra amiga en común estaba ya avergonzada. Sabia que los dos éramos casados. Los dos nos quedamos hasta que todos se fueran. El último en irse fue el vendedor de seguros que estuvo casi toda la tarde con un fulano que se había sacado la en un accidente, con las justas se movilizaba con las muletas y demás fierros que le habían colocado. Vino a mi cubículo y me besó, nos abrazamos y la cargué por unos segundos, por la fuerza del abrazo.

Marcela soltó un pequeño gemido. Nuevamente, estaba agitadísima. No se reconocía, esa pasión la desbordaba, la enloquecía, la ponía fuera de control. Pasaba sus manos por el cabello de Rafa, lo besaba con ímpetu, comía su boca, con su lengua se enfrascaba en una lucha, con la de Rafa. Lo hacía rápido, después despacio. Las manos de Rafa recorrían el cuerpo de Marcela, rápidamente, sacando el polo que lo tenía metido dentro del blue jean. Le agarraba las nalgas, firmes, redonditas, la cintura, la espalda. Su torso era delgado, sentía sus costillas. Luego los senos, erguidos, los pezones reventando. Metió su mano por debajo de su polo, acarició sus senos, eran suaves. Los agarró con las dos manos, mientras ella gemía, entreabría su boca, jadeando, su cabello algo alborotado. Qué estamos haciendo? Gimió otra vez, cuando pasaba sus manos por sus nalgas, las acariciaba, como si fueran una bola mágica. Sshhhhhh! Le dijo. Su figura esbelta, hacia resaltar su trasero en ese jean. Sintió el encaje de la truza que llevaba, negra, cómo le gustaban esas truzas, metió su dedo medio por entre sus nalgas…La erección que Rafa tenia llegaba a su máxima expresión al deleitarse, sintiendo su dedo, sus manos en las nalgas de Marcela. Se seguían besando y ella ahora acariciaba el bulto que él tenia en el pantalón. Con su palma, lo sobaba de arriba hacia abajo, lo frotaba, lo agarraba entre la ropa, ubicó el glande y lo apretaba. Seguían tocándose, besándose. Rafa volvía a buscar esos senos, esta vez, desabrochó el brassiere, soltando esos pequeños melones, acarició sus pezones, parecían unas pepas pequeñas de olivo, de lo erectas y por su color. Sus aureolas eran marrones, de buen tamaño, hacían juego con el color miel de sus ojos. Besaba sus senos, ponía su cara entre los dos, los besaba una y otra vez. Rafa se sacó la correa y se abrió la bragueta. Qué haces? No! Ay Dios! Shhhh! Acércate! Se siguieron besando, ella con el polo a medio subir, mostrando la mitad de sus senos, él le acariciaba las caderas y luego pasó sus manos por su vagina. Sentía sus labios a través del jean, que los marcaba perfectamente. No se contuvo más y le abrió el cierre, bajando un poco ese jean apretado.

! Que ricas tetitas! Mmmm! Sus pezoncitos, que ricos!! Su calzón estaba húmedo al tocarla por delante, metí mi mano para sentir su sexo, auscultarla, que rico, afeitadita, uy! Que rico, sus labiecitos, mojaditos, putamadre, que rico. Carajo, no había comprado condones, qué . Dedito, que rico, uy, como está de mojada, cómo besa, cómo jadea, putamadre. Uuyy!

Marcela soltó un gemido que a Rafa lo puso más arrecho que nunca. Era un gemido de placer, lleno de vergüenza y de timidez, pero placer al fin. Rafa le había abierto los labios con sus dedos y había logrado insertar su dedo medio a su vagina. Uuuuuymmm! Qué me haces? Con su pulgar sobaba su clítoris, con movimientos circulares. Uuuuymm! Su gemido era casi como un quejido, cerraba los ojos y contorneaba las caderas mientras Rafa seguía estimulando su clítoris, con el dedo medio o con el pulgar. Me vas a hacer venir! Si mi amor, vente, vente! Los jugos de Marcela mojaron toda su palma. Y seguía. Ay! Ella seguía gimiendo y quejándose a la vez, mientras él seguía incesante con la estimulación en su clítoris, su labia, besos en el cuello. Qué rico olía pensó luego. Aauuy! Ay no pares! Me voy a venir, me voy a venir. El falo de Rafa estaba a punto de explosionar en su pantalón mientras Marcela lo abrazaba y se retorcía de placer. El la besaba en la boca, en el cuello sin dejar de mover sus dedos allá abajo, soltó un chillido agudo, me vengo, seguía gimiendo, quejándose, retorciéndose, temblando, mientras un orgasmo inmenso recorría su cuerpo entero. Fue largo y él la seguía estimulando, más suave, con ritmo, y ella lo besaba y lo abrazaba mientras sus manos se dirigían a su pene. Estaba ya casi afuera, lo agarró y lo empezó a estrujar, desde la cabeza hasta sus bolas, esparciendo toda su humedad. Se agachó y lo metió en su boca, chupándolo con locura, casi con fervor, lo lamía, de abajo hacia arriba, y se detenía en la punta, en la cabecita, para lamer todo el borde, lo embocaba nuevamente, lo mordía con sus labios y lo chupaba frenéticamente mientras su mano acariciaba sus bolas, y la otra recorría y tiraba de su falo. Rafa estaba en éxtasis.

Cómo me lamentaba no haber comprado condones. La podría estar taladrando en todas las posiciones ahora! Pero esta chupada estaba de campeonato. Qué rico chupaba! Hasta método creo que tenía.

Marcela ahora lo masturbaba con su mano, alternando con su boca, sentía que él se agitaba, a la vez que la cabeza del pene se hinchaba, siguió con unas chupadas más con su boca y sintió el primer chorro de semen, caliente, estallar dentro de ella, lo sacó y siguió con su mano, y su pene seguía botando aquel líquido lechoso, por sus labios y mejillas. Ambos estaban en un éxtasis sexual inigualable. El terminó y ella se paró, se limpió la cara con papel tisú, y se acercó a él para acariciarlo, besarlo. Todavía se sentía su sabor en sus labios.

Nos limpiamos, nos arreglamos y salimos. Era ya fines de Abril. Anochecía ya más tarde El parking estaba cubierto de una luz anaranjada mientras se ponía el sol. La acompañé a su auto, me subí en el asiento de copiloto y nos besamos, lenta y dulcemente. Me dijo que estaríamos en contacto. Textos, emails. Pero no. Sus mensajes fueron esporádicos. En uno de los últimos, me dijo que ya no podíamos seguir. Seguir qué dije yo. Seguir hablándonos, textearnos, ya no. Quería intentar arreglar sus cosas en casa. Y no lo podía hacer si no cortaba conmigo. Le dije que podíamos tomar esta primavera/verano como un paréntesis en nuestras vidas, en nuestros problemas. Pero su decisión ya estaba tomada. Sólo me escribió un par de veces más, muy cortos, para reiterar lo ya dicho. Me fregó que no me lo haya dicho en persona sino por email. Pero no me quedaba más que respetar su decisión.

El verano llegó, luego el otoño. Con ello algunos cambios en el trabajo que también condujeron a cambios en mi ubicación. Me trasladaron al sur de la ciudad, lejos de mi anterior ubicación. Llegó nuevamente el invierno, el fin del año y las fiestas. De Marcela ya no supe nada.

Es ya febrero del presente año. El invierno ha sido benévolo. He vuelto a mi antigua oficina. Por cuestiones del destino me encuentro en este lugar que tan buenas vivencias me ha dado. No sabíamos qué pasaría con la asistente del contador. Vino una chica por unos días, luego se fue para no volver más. El viernes regresó Marcela. Vino a saludar aquella amiga en común, trajo a su hijo. Se sorprendió al verme. Me acerqué a saludarla. Ella me extendió la mano, yo me acerqué y le di un beso en la mejilla. Ella apretó mi mano. Evitaba mirarme y sólo se despidió con un chau y movimiento de la mano. Dijo que empezaría desde el próximo lunes.....

Hoy vino luciendo un pantalón negro, corduroy, apretadisimo, una blusa beige, con adornos de encaje en el pecho...Veremos cómo va, mis amigos...y les contaré.

 

Siga asi cofrade, excelente relato, asi suele pasar cuando se presentan estos candentes amores imposibles ehhh.....casadita, rica y necesitada...falta describir por fin como fue la batalla cuerpo a cuerpo, yo hasta sin condon le hubiera dado, luego la pildora de emergencia con tal q te sienta....bon apetite !!

 

gracias me gusto la manera que describes el relato, suerte y espero que nos sigas contando tus vivencias

 

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Gracias por sus comentarios. Tengo varias historias que contar...y esta última que actualmente estoy viviendo, con Marcela...ya les contaré. Y sí, quise usar otro tipo de narración. Gracias nuevamente.