Crónicas del Placer Don Pepe, un viejo gordo y libinidoso (Parte 16)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Salta Montes, 25 May 2024.

    Salta Montes

    Cabo

    55%
    Mensajes:
    83
    Me Gusta recibidos:
    261
    Puntos de trofeo:
    22
    Después de aquel intenso encuentro con Don Pepe en el cuarto de limpieza, los días transcurrían con una mezcla de ansiedad y expectación. Cada vez que salía de mi apartamento, miraba furtivamente a mi alrededor, temiendo que alguien pudiera notar algo extraño en mi comportamiento.

    Fue en uno de esos momentos de tensión que me topé con Alejandro. Era una tarde calurosa y decidí bajar al patio del edificio para dejar las bolsas de basura. El sol del atardecer teñía todo de un dorado cálido y relajante, pero mi mente no lograba escapar del torbellino de pensamientos que me perseguían.

    Mientras caminaba hacia el tanque vacío de basura, sentí una mirada fija en mí. Al girar la cabeza, vi a Alejandro, el nuevo inquilino del tercer piso. Alto, con el cabello oscuro ligeramente despeinado y unos ojos verdes que parecían escudriñar hasta el más mínimo detalle.

    —Hola, Marta, ¿verdad? —dijo acercándose con una sonrisa amigable—. Soy Alejandro, me acabo de mudar aquí.

    —Sí, hola —respondí con una sonrisa tensa—. Bienvenido al edificio.

    —Gracias. Este lugar es más interesante de lo que esperaba —comentó, y aunque sus palabras eran amables, había algo en su tono que me hizo sentir incómoda.

    —¿Ah sí? ¿Por qué lo dices? —pregunté, tratando de mantener la calma.

    —Oh, ya sabes, en los edificios siempre pasan cosas. Gente yendo y viniendo, encuentros inesperados... —hizo una pausa, su mirada se tornó penetrante—. Por cierto, he visto a Don Pepe varias veces. Parece un tipo interesante.

    El comentario me tomó por sorpresa. ¿Qué estaba insinuando? ¿Había visto algo?

    —Sí, Don Pepe es... peculiar —respondí, tratando de sonar casual.

    —¿Peculiar? Esa es una forma de decirlo —dijo Alejandro, sonriendo de nuevo—. Bueno, espero que nos llevemos bien. Si necesitas algo, estaré en el tercer piso.

    Me despedí rápidamente, sintiendo un nudo en el estómago. ¿Qué sabía Alejandro? ¿Había visto algo? No podía permitirme que más personas empezaran a sospechar. Tenía que ser más cuidadosa.

    Unos días después, mientras subía las escaleras con una bolsa de compras, me encontré con Alejandro de nuevo. Esta vez, su actitud era más directa.

    —Marta, ¿tienes un minuto? —preguntó, deteniéndome en el pasillo.

    —Claro, ¿qué pasa?

    —He notado que siempre estás muy ocupada —dijo, observándome con esos ojos inquisitivos—. Y parece que tienes una relación muy... cercana con Don Pepe.

    —¿A qué te refieres? —traté de mantener la voz firme, pero sentí que mi corazón se aceleraba.

    —Nada en particular, solo que he visto algunas cosas. Este edificio tiene sus secretos, ¿no es así?

    Su insinuación era clara, y sentí un sudor frío recorrer mi espalda. Necesitaba encontrar una manera de desviar su atención, pero no estaba segura de cómo.

    —Mira, Alejandro, no sé qué crees haber visto, pero no hay nada raro. Solo trato de llevar mi vida como todos aquí.

    —Claro, claro —dijo él, levantando las manos en señal de paz—. No quería incomodarte. Solo me pareció curioso. Hasta luego, Marta.

    Me alejé de él rápidamente, sintiendo sus ojos en mi espalda. Tenía que hablar con Don Pepe y encontrar una solución antes de que las cosas se complicaran más.

    La preocupación por Alejandro me mantenía en vilo. Sus insinuaciones y su mirada inquisitiva no dejaban de rondar mi mente. Tenía que hablar con Don Pepe cuanto antes para alertarlo sobre el nuevo vecino y sus sospechas. Finalmente, encontré una oportunidad perfecta cuando me crucé con Don Pepe en el pasillo, mientras él salía de su apartamento.

    —Don Pepe, necesitamos hablar —le dije, mi voz baja pero urgente.

    —¿Ahora? —preguntó, levantando una ceja—. ¿Es algo importante?

    —Muy importante —asentí—. Vamos al cuarto de limpieza.

    Cómo siempre él me esperaría media hora, antes de ingresar al pequeño cuarto bajo las escaleras, el lugar de nuestros encuentros clandestinos. Cerré la puerta tras de mí y me aseguré de que nadie me había seguido.

    —¿Qué pasa, Marta? —preguntó Don Pepe, apoyándose contra la pared, su expresión se tornó seria al ver mi inquietud.

    —Es sobre el nuevo inquilino, Alejandro —dije, cruzándome de brazos—. Se ha mudado con su esposa hace poco. Parece muy observador y... sospechoso.

    Don Pepe frunció el ceño.

    —¿Sospechoso? ¿Qué te ha dicho?

    —Ha insinuado que sabe más de lo que debería —expliqué, recordando la inquietante conversación en el patio—. Ha mencionado haberte visto varias veces y se mostró muy curioso sobre nosotros.

    Don Pepe suspiró, rascándose la barbilla pensativamente.

    —No podemos permitirnos que alguien como él empiece a investigar demasiado. ¿Crees que ha visto algo realmente comprometedor?

    —No estoy segura —admití—, pero su actitud me preocupa. Está casado, pero parece que no tiene problema en entrometerse en la vida de los demás. Necesitamos ser más discretos.

    Don Pepe asintió, su expresión se endureció.

    —Tienes razón. Seremos más cuidadosos a partir de ahora. Evitaremos cualquier encuentro que pueda levantar sospechas.

    Me acerqué a él, bajando la voz.

    —Hay algo más. Alejandro y su esposa parecen recién casados. Podría estar buscando cualquier excusa para mantener su relación interesante. No quiero ser esa excusa.

    Don Pepe me miró con una mezcla de preocupación y determinación.

    —Lo entiendo, Marta. Vamos a manejar esto con cuidado. Mantendré las apariencias y trataré de evitar cualquier situación comprometedora. Tú haz lo mismo. Si Alejandro intenta hablar contigo de nuevo, desvíalo.

    Asentí, sintiendo una leve tranquilidad por su compromiso.

    —Gracias, Don Pepe. Solo quiero que todo esto pase desapercibido.

    Don Pepe se acercó un paso más, su expresión suavizándose un poco.

    —Todo estará bien, Marta. Nos cuidaremos mutuamente.

    Justo cuando estaba a punto de abrir la puerta para salir cuidadosamente, sentí una mano firme pero suave en mi espalda.

    —¿No te has dado cuenta de que he traído un colchón nuevo para nuestras intimidades? —dijo Don Pepe, su voz cargada de deseos.

    Me giré, sorprendida, y vi que había un colchón camuflado entre la pared y ir al baño de útiles de aseo, cubierto con una bolsa grande. Mi reacción fue de negación; la preocupación y la tensión que tenía en ese momento me impedían pensar en otra cosa.

    —Don Pepe, ahora no es el momento —murmuré, tratando de alejarme.

    Pero él, con una mirada intensa y apasionada, se acercó más, sus manos toscas y duras comenzaron a recorrer mi espalda con una suavidad electrizante. Sentí un escalofrío, mientras su toque se volvía más insistente.

    —Marta, sabes lo que deseas tanto como yo —susurró en mi oído, sus labios rozaron mi piel, encendiendo un fuego interno que no podía ignorar.

    Mis pensamientos estaban en conflicto; la lógica me decía que me apartara, pero mi cuerpo respondía de otra manera. Las caricias de Don Pepe se intensificaron, sus manos bajaron lentamente por mi cintura, y sentí como la atención se derretía bajo su toque.

    —Don Pepe, no... —intenté protestar una vez más, pero mi voz sonó débil, carente de convicción.

    Sus labios encontraron mi cuello, besándome con una mezcla de urgencia y ternura que hizo que mis rodillas flaquearan. Mis manos, que inicialmente habían intentado empujarlo, se relajaron y se aferraron a sus hombros. Sentí como mi resistencia se desvanecía, reemplazada por un deseo ardiente que crecía en cada segundo.

    —Marta, déjate llevar —susurró, y yo cerré los ojos, entregandome al momento.

    Un minuto después, con una fuerza calculada, Don Pepe, sacó el colchón y lo dejo cuidadosamente sobre el suelo, colocó unas sábanas limpias. Y me dejé caer suavemente sobre el colchón, sus manos expertas deslizándose bajo mi blusa descubriendo mi piel con una delicadeza que contrastaba con la urgencia de nuestros movimientos. Mi respiración se aceleró, mi corazón latía con fuerza, mientras él exploraba cada rincón de mi cuerpo con besos y caricias.

    Me levantó la minifalda sobre mi ombligo dispuesto a bajarme el calzón, le ayudé levantando mi cadera, y mi intimidad quedó libre frente a sus desencajados ojos lujuriosos. Abriendo mis piernas todo lo que podía, una lengua ardiente y sedienta recorrió mi clítoris hasta mi culito, en idas y venidas repetidas veces como quien trazara una línea mal dibujada, me dejé llevar y tuve una explosión riquísima. Me acompañó un misionero salvaje y su cuerpo cálido y lleno de pelos se fundió con el mío, y cada contacto, cada roce de sus vellos, encendía una chispa de placer que se propagaba como un incendio. El cuarto de limpieza se convirtió en un santuario, espacio donde solo existíamos nosotros dos, inmersos en una pasión desbordante. Terminé dos veces más y mis preocupaciones se desvanecieron momentáneamente; el mundo exterior se volvió irrelevante mientras Don Pepe y yo no se entregábamos a un ciclón de deseo y placer. Mis manos recorrían su ancha espalda velluda, mis uñas se clavaban suavemente en su piel, marcando el ritmo de nuestra unión. Luego suavemente me colocó en perrito. Sentí como toda su humanidad atravesaba lo más profundo de mi intimidad, con una furia insesante, me clavaba una y otra vez, escuchando como mis nalgas rebotaban en chasquidos electrizantes. De rato en rato, con ambas manos duras y toscas me daba unas nalgadas de sumisión recordándome qué él era el dueño de la situación.

    Luego me cogió de la cintura y empujó con firmeza su virilidad. En un torbellino de sensaciones, el clímax llegó como una ola arrasadora, dejándonos exhaustos y satisfechos. Nos quedamos tumbados, el encima sobre mí, y mi cara hundida en las sábanas. Recuperando el aliento, me abrazó por atrás cogiendo mis senos, un abrazo que prometía más que palabras. Poco después, se retiró suavemente de mi encima y giré mirando las telarañas del techo.

    —Marta, eres increíble —murmuró suavemente Don Pepe, besando mis pezones, mientras su mano tocaba mi mojada vagina.

    —Tú también, Don Pepe —respondí, con una sonrisa de puta cachonda, cansada y satisfecha.

    A pesar de la situación tensa con Alejandro, esos momentos con Don Pepe me recordaban lo vivos que estábamos, como nuestras almas se encontraban en un encuentro furtivo y prohibido, Y cómo, a pesar de todo, seguíamos buscando el uno al otro, impulsados por una fuerza despiadada llamada sexo que parecía no extinguirse.

    Al día siguiente, mientras volvía de hacer algunas compras, me encontré con Alejandro y su esposa en la gradas del segundo piso del edificio. Ella era una mujer joven y atractiva, con una sonrisa amable que contrastaba con la mirada penetrante de Alejandro.

    —¡Hola, Marta! —saludó él, su tono demasiado jovial para mi gusto—. Quiero presentarte a mi esposa, Laura.

    —Encantada de conocerte, Marta —dijo Laura, extendiendo su mano—. Alejandro me ha hablado de ti.

    —Igualmente, Laura —respondí, estrechando su mano y forzando una sonrisa—. Bienvenidos al edificio.

    —Gracias —dijo Laura, sonriendo—. Alejandro y yo estamos encantados de estar aquí. Espero que podamos ser buenos vecinos.

    —Seguro que sí —respondí, notando cómo Alejandro no quitaba los ojos de encima.

    —Estábamos pensando en organizar una pequeña reunión para conocer a todos los vecinos —sugirió Alejandro, su mirada fija en la mía—. ¿Te gustaría venir?

    La idea de pasar más tiempo cerca de Alejandro me ponía nerviosa, pero no podía rechazarlo sin levantar sospechas.

    —Claro, suena divertido —respondí, tratando de mantener la calma.

    —Genial —dijo Alejandro, su sonrisa ampliándose—. Te avisaremos de la fecha y la hora.

    Me despedí rápidamente, sintiendo una opresión en el pecho. Necesitaba mantenerme alerta y asegurarme de que ni Alejandro ni Laura descubrieran demasiado sobre mi vida y mis encuentros con Don Pepe.


    ************
    ¿Que te pareció este nuevo episodio?
    ¿Podrá Marta manejar la creciente curiosidad de los nuevos vecinos ?
    ¿Que pretende Alejandro?
    Ahora Marta tendrá que lidiar con esta intriga compleja que cierne sobre su prohibida relación.
    ¿Qué planeará Don Pepe ante esta situación?
    *********

    CONTINUARÁ, si deseas preguntar algo haz un COMENTARIO, y dale un ME GUSTA. Se te agradecerá.
     
    Salta Montes, 25 May 2024

    ¿Quieres

    Caletitas Reales
    Mejor Contenido
    Más Diversión

    ?

    #1
    Invas, Esteban_1992, Darth Tyranus y 2 otros les gusta esto.

    Invas

    Recluta

    13%
    Mensajes:
    5
    Me Gusta recibidos:
    1
    Puntos de trofeo:
    3
    Género:
    Masculino
    Interesante el relato ,esperamos la continuación
     
    Invas, 26 May 2024

    ¿Quieres

    Caletitas Reales
    Mejor Contenido
    Más Diversión

    ?

    #2

    Wall-e

    Recluta

    83%
    Mensajes:
    26
    Me Gusta recibidos:
    71
    Puntos de trofeo:
    5
    Género:
    Masculino
    Calentón el relato como todos con Don Pepe...y hasta ahora Don Pepe esta recontra ganadazo u no hay quien le quite ese lugar
     
    Wall-e, 26 May 2024

    ¿Quieres

    Caletitas Reales
    Mejor Contenido
    Más Diversión

    ?

    #3
Cargando...

Compartir esta página