Dominando a mi ex (parte 1)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Beyonder, 11 Dic 2020.

    Beyonder

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    Dejando de lado el estrés laboral, doy paso al estrés de cuarentena. Forzado a estar aislado por más de 21 días, aunque felizmente estable y sin síntomas dramáticos, encuentro tiempo para insistir con estás historias. Espero tenga buena... acogida.

    Todo hombre tiene una parte ficción en su propia historia. En esta, mi nombre es Santiago y la realidad se mezcla con la teatralización, todo lo necesario para ocultar identidades y todo lo conveniente para que valga la pena ser leída.

    Iba haciéndome paso entre el humo del tercer cigarro mientras que, con cada pitada, recordaba algún momento tóxico de aquella relación. Así, cada exhalación de humo era un suspiro de arrepentimiento que se extendía tanto como mis ganas de mandarla a la mi erda. Me ahogaba en humo.

    Tengo que reconocer, sin embargo, mi cuota de responsabilidad en esa relación que nunca debió existir, pues, ya con 27 años no fui lo suficientemente directo como para dejar en claro mis intenciones, o mejor dicho, mi ausencia de intenciones.

    A esta jovenzuela la conocí al empezar la especialidad. Admito que estaba un tanto emocionado por la posibilidad de conocer flacas jóvenes y dispuestas en el Post grado, además; ya trabajaba y gozaba de suficiente independencia como para impresionar a una jovencita que apresuradamente se metió a hacer una especialidad ni bien acabó la carrera. El hecho es que me llevé un chasco. La más buena de las flacas tenía enamorado desde el pregrado y también estaba haciendo una especialidad en la misma universidad; las otras no me entusiasmaban.

    Mientras pasaron los meses se estrechó la confianza con Lourdes, a fuerza de compartir la ruta de vuelta a casa. Así, reuniones van, reuniones vienen; me encontré sentado en un Rústica, solo con ella y una jarra de Maracuyá Sour. Antes de chapamerla pasó por mi mente la idea de no hacerlo, un primitivo instinto me sugería no mezclar el placer con el deber, pero bueno, me la chapé y seguí chapando. Luego cometí el error de seguirle el juego, tal vez confiado por una vaga promesa de que se iría del país, quizá por una aún no superada mansedumbre… No. Mientras me dirigía a su casa tenía claro que la única razón por la que le había seguido el juego fue porque podía. Quise seducirla porque sí, como quien se come algo a su alcance; de modo que mi responsabilidad y torpeza radicaron en no habérselo dejado en claro a la primera escenita.

    Así había empezado una relación que al inicio fue solo de amantes, luego Lourdes se autoproclamó mi enamorada. Cuando me dijo “Santi, NECESITAMOS un carro, ¡UR-GEN-TE!” supe que todo tenía que terminar. Habíamos durado unos dos meses, quizá tres, no estoy seguro. Ante la puerta de su casa recordé lo infernal de nuestra relación.

    Reclamos, silencios forzados, desplantes, acoso telefónico, roches grupales, tormento al momento de hacer trabajos con otras compañeras, frases ridículas, celos enfermizos, llanto en persona y por teléfono, indisposición ante mis colegas y compañeros de especialidad, insultos, críticas destructivas que buscaban ofender mediante la desvalorización de la personalidad; pero nada me molestaba más que cuando era pegajosa... me parecía ridículo. Cuando me llamó un día y me dijo “te pienso”, supe que tenía que terminar. Y terminamos.

    La termine dos veces en una semana y me odio por casi un mes. Cuando estuve tocando la puerta de su casa, aun me odiaba. La gran desventaja de haberme metido con una jovenzuela de 23 años, compañera de posgrado, es que de todos modos teníamos que hacer trabajos juntos. Ahora bien, algo especialmente jodido es que ella me trataba como si yo tuviera la obligación de enseñarle o hasta hacer parte de su trabajo. La maldita tesis, en específico, requería de unas cepas bacterianas que habíamos comprado en conjunto (mucho antes de la toxicidad), lo cual nos ataba en su disposición dentro de los laboratorios de microbiología.

    -Ah, ya estás acá. (se dio media vuelta luego de verme con desprecio) Sube de una vez.

    Estaba con un buzo que le remarcaba las caderas. Al verla en su puerta, me concentré en sus pechos. Era lo más resaltante que tenía. De cara era normalona, digamos que con cara de mamona, no muy alta; metro sesenta máximo. Su piel canela no llegaba a ser negra, pero era más oscura que el mestizo promedio y sus pezones marrones eran como dos chocolates kisses. Pensar en sus pezones era pensar en su buen par de tetas, bamboleándose cuando estaba encima de mí. Viéndola en su puerta, caminando hacia a dentro, recordé que me había vendido la imagen de mujer súper liberada, experimentada en el sexo. Es más, recordé que luego de haber tirado por primera vez me contó experiencias sexuales en las que, según ella, le había pedido a los patas que se vengan en su boca, había hecho anal, hasta le habían dejado una lesión intra vaginal de tanto coger. Naturalmente, conmigo no pasó nada eso, al punto que cuando una vez le dije “ponte de perrito” me respondió “¿qué es eso?” y después me dijo que le parecía una pose rara. Hija de puta. Cuando entré, cerré la puerta pensando “Debí haber ido a Rústica con un polo que diga <<No tengo la intención de ser enamorado de nadie>>. Puta madre”.

    Antes de subir todas las escaleras al segundo piso ya se habían acabado mis ganas de coger. Había planeado terminar los deberes, irme a Lince para un polvo kinero sabatino y cerrar almorzando tarde un chifita. Todas mis ganas se fueron al diablo, sustituidas por una inmensa frustración derivada del recuerdo de todas las ridículas discusiones que tuvimos, en nombre de nada. Loca de .

    Si bien en ese momento aún me odiaba, era menos que al principio; incluso habíamos tirado una vez luego de que la dejé. Digamos que me odiaba tan poco como para hablarnos sínica y civilizadamente.

    -Santi no entiendo cómo hacer esto. A ver, pásame cómo lo has hecho para ver. Apura
    -Bien, ahí está.

    Maldita. Le pasé mi usb a sabiendas de que no entendería por más que viera. Guardé silencio y esperé que me pidiera ayuda. Luego de un rato decidí acortar la incómoda situación. Quería irme a dormir lo antes posible.

    -Mira, guárdalo en tu laptop y vamos de una vez al laboratorio. Leemos los resultados y ya, lo que sigue es estadística e interpretación. Cada uno en su laptop.

    Me miró como si se tragara una mentada de madre. Fuimos al laboratorio e hicimos lo que teníamos que hacer. Regresamos a su casa, que estaba sola, y pasamos los datos a Excel. Ya todo estaba consumado y era momento de irme.

    -Santi, tengo sed. Voy a hacer limonada, pero no me voy a acabar una jarra. Te invito. Para que veas que soy gente.

    Puta madre. Esa situación ya la conocía. Me invitaba limonada, conversábamos hasta sentirnos cómodos, nos acercábamos y agarrábamos. Con la excusa de ese ambiente me comprometía para ayudarla en el trabajo y para lidiar con su aparente soledad derivada de su incapacidad para mantener relaciones. Pensé “¡Ja, por supuesto que nadie te aguanta, loca de !” y cerré mi pensamiento con el recuerdo de ella lanzándome un vaso de café en plena avenida Ricardo Palma, 10 minutos antes de ver al jefe de un curso.

    Cuando terminé de guardar mis cosas llegó con la jarra y dos vasos. Le dije “Bueno Lourdes, pero no tengo mucho tiempo”, a lo que me respondió “¡Ve este! No te hagas el sobrado”. Caraj0. Ya estaba sentado y cediendo al clima. Le había retirado la mano de mi rodilla discretamente pero ya estábamos demasiado cerca.

    -Lourdes. Voy a ser lo más claro y tajante posible. No quiero estar contigo. No quiero tirar contigo. Quiero irme a hacer cualquier cosa y vernos de nuevo, en clases, para tratarnos civilizadamente.

    A pesar de lo que dije, mi intención perdía fuerza porque se lo dije mirándole los pechos. Está bien que me llegue al pincho, pero una mujer que se te regala, es una mujer que se te regala.

    - ¡No me digas Santi! ¿Por eso estás que me miras las tetas? ¿Qué pasa, las extrañas? Tú sabes lo que va a pasar, por qué le das vueltas, no te hagas el difícil.

    Le volví a quitar la mano de mi rodilla. No podía evitar sentir mi erección, pero me sentía como un imbécil, como alguien acorralado, como cuando vas a la Sunat a pagar la primera cuota de refinanciación de tu deuda.

    Qué habrá sido, quizá el recuerdo de lo tóxica que había sido, tal vez puro carácter; el hecho es que no quise ceder en nada.

    -Lourdes. No te quiero. No quiero nada contigo. No me provocas nada
    - ¿Qué te pasa? (me agarra la pieza encima del jean) ¿Me vas a decir que no se te para? ¿Ya no te acuerdas que hacíamos el amor?
    -La verdad no Lourdes...

    Para cuando terminé de hablar Lourdes estaba encima de mí, intentando besarme, cerrando y abriendo los ojos, respirando fuerte. Yo la esquivaba y separaba su cabeza de mí, actuando una expresión dura, mirándola como galán ranchero de película mexicana en blanco y negro.

    -Ya pues Santi. Hace meses que nada de nada. No tengo tiempo de salir y no quiero tirar con el primer desconocido que pase. No me digas que no quieres.
    -¿Estás como loquita, no? Ahora vas a ver
    -¿Que?

    La acomodé encima de mí a la vez que me desabrochaba el jean y me bajaba el cierre. Empecé a chapármela con salvajismo, sin una pizca de ternura. Extendí mis besos por su cuello a la vez que acariciaba con firmeza sus caderas y el resto de su cuerpo, le bajé la blusa hasta la cintura y le amasé los pechos sin dejar de besarla.

    -¡Ay Santi! ¿No que no querías? ¿Ves que todavía te gusto? ¡Te mueres por hacerme el amor!
    Lourdes me decía todo eso gimiendo, extraviada en el trance de las caricias previas, seguramente convencida de arrojarse a sus instintos y nada más ¡Ja!
    -¡De ningún modo! No me gustas y definitivamente no te voy a hacer el amor. Lo que te voy a hacer no se puede llamar “hacer el amor”
    -¿Qué hablas?
    -Cállate y déjate llevar.
    -¡Ay!
    Los pocos reparos que tenía se fueron cuando llevé mi mano dentro de su ropa interior. Mis besos eran esforzados, así como la presión de mis labios en sus pezones; igualmente, mi lengua latigueaba sus aureolas y su piel. Le daba chupetones desde el cuello hasta sus grandes tetas, a la vez que mis dedos estimulaban su clítoris. Estuve así hasta que mi muñeca perdía sensibilidad; luego, le metí los dedos en búsqueda de su punto G. Me guiaba de su increíble cara de mamona, sus ojos y de cómo se mojaba, para medir su excitación.
    -¡Ay Santi! ¡Aaay! ¡Ya hay que hacerlo mi amor!

    Entonces comenzó lo bueno...
     
    Beyonder, 11 Dic 2020

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    Excelente cofra, esperamos el desenlace.
     
    Diacar, 11 Dic 2020

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    Buena histiria se agradece
     
    piuranosolitario, 11 Dic 2020

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    Empezó bien la historia, continúe cofra por favor. Supongo que para dominar a la toxica habrá sido un buen mamey y su respectiva entubada
     
    louis72, 11 Dic 2020

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    - ¡Nada de mi amor! ¡No soy tu amor! ¿Quieres que siga? ¡Vas a hacer lo que te digo!
    - Oye (seguía gimiendo) qué... ¡Aaaay! ¿qué quieres hacer?
    - Sígueme la corriente, si te gusta verás que es otro mundo ¡Ahora vas a hacer lo que digo!
    - ¡Oye… Aaah! No digas nada y bésame. Bésame mi amor

    Entonces dejé de estimularla, en no menos de 30 segundos. La cogí de los brazos y la miré directamente.

    -Acá se hace lo que digo, o me paro y me voy. Si entiendes dime “Sí papi”.

    Ignoro qué habrá pensado, qué habrá sentido, solo leía en su rostro las facciones de una mamona. Tomé la decisión y la aparté de mí, la dejé en el sillón y me puse de pie. No había terminado de abrocharme la correa cuando escuché.

    -Sí, papi.
    -Muy bien.

    Estábamos de rodillas en el sillón, ella hizo el ademán de besarme y la volví a tomar de los brazos. “No me beses, no hagas nada si no te digo. ¿Entiendes?” “Sí, papi”. Me respondió con una risa nerviosa, yo volví a tomar sus pechos en mi boca y su vagina con mis dedos. Luego de un rato estaba mojada otra vez, veía como se mordía los labios y le dije “¿quieres que te la meta?”

    -Si Santi

    Le quité toda la ropa a la velocidad de la luz y la volteé. La puse en cuatro sobre el sillón, con su cara casi pegada al brazo, acerqué mi pene a la entrada de su vagina y me recliné sobre ella mientras lo sobaba. Sentía como empujaba e intentaba acomodarse para que la culee, pero la empujé hasta que su cara chocó con el sillón, le cogí los brazos y le até las muñecas con mi correa.

    -Escucha Lourdes, ahora eres mi sumisa. Vas a hacer lo que te digo, ¿entiendes?

    Le di una nalgada sonora y repetí “¡Entiendes!” me respondió “Ay sí, lo que quieras, pero házmelo”. La corté con otra nalgada.

    -Silencio. Di si entiendes lo que te digo. ¡Di si entiendes!
    -Sí (me lo dijo con algo de temblor, y le metí otra nalgada. Ya estaban algo rojitas sus nalgas)
    -¡Sí, que!
    -¡Sí papi!
    -Bien… ya vas entendiendo. Levanta el culito, ¡levántalo!

    Con ella en esa posición contemplé su culo, que se veía más ancho de lo normal, y se la enfundé, aprovechando que estaba tan caliente por la estimulación. Al mismo tiempo tomé la vaselina, que había llevado para usar en el laboratorio, y se la unté en la entrada del chico. Para disimular el acto mis embestidas fueron intensas desde el inicio. Lourdes gemía y en cuanto quería erguirse yo le empujaba la cabeza de vuelta contra el sillón, además de nalguearla.

    -¡Muy bien! Ahora vas a ser mía, me vas a dar todo. ¡TODO!
    -¿Ahh?

    Ya había metido dos dedos envaselinados en el culo, así que cuando le separé las nalgas brillaba un poco; ese huequito dilatado dejaba ver algo de uso, que naturalmente no había sido conmigo. Le apoyé mi glande en la entrada del orto y con algo de ayuda de mi mano empecé a meterlo.

    -Ayy Santi.

    La interrumpí con una sonora nalgada y le espeté “¡No digas mi nombre! ¡Dime papi o calla!” Bastante a gusto con su aceptación le abrí más las nalgas y parándome un poco se la metí a todo lo que dio. Sentí que se acomodaba. Yo sabía que ya lo había hecho con otros, pero dudo que así.

    Ya habiéndosela metido por el culo tomé el lazo que hacía mi correa al atrapar sus muñecas y, jalándolo, comencé a empalarla.

    -Aay, pero despacio, papi, despacio.
    -Silencio (Le respondí con una nueva nalgada) yo te la meto como quiera ¡¿Entiendes?! ¡Dime que entiendes!
    -Sii papi, entiendo
    -Muy bien, ahora eres mía, tu culo es mío. ¡Toda tú eres mía!
    -Ayy

    Entonces se la fui metiendo lentamente, mientras le jalaba las muñecas con mi correa. Fui adecuándome al ritmo y escuchando sus gemidos, que eran más largos que de costumbre. Luego de un rato me sentí poseído totalmente por un ánimo de revancha. Recordé, o mejor dicho sentí, toda la toxicidad de esa relación de mi3rda, toda la frustración acumulada en forma de sus dos nalgas, cuya línea fronteriza merecía ser invadida y tomada hasta el colapso. En ese momento, las ganas de partirle el chico me hicieron ver su culo mediamente ancho y mestizo, como un culo extraordinario, magnífico, un señor culazo en mi mente; lo que dio paso a que me sintiera con ganas de emular un video casero de Xvideos titulado “Chris Soifer siendo cachada”.

    Es así que, sin dejar de metérsela, la tomé de las caderas con ambas manos y con mis dientes sujeté la correa. Le jalé las manos súbitamente al erguirme y mis embestidas aumentaron de intensidad. La vaselina cumplía su efecto y mi miembro corría con cierta facilidad en su cavidad anal, al punto que algunas veces llegaba a golpear sus nalgas con mi pubis. El movimiento se volvió frenético, mis manos aprisionaban sus caderas y yo me movía como una metralleta.

    -Ay.. ¡Aayy Santi! ¡Me duele Santi, más despacio! Ayyy
    Dejé de morder la correa y le di una nalgada sonora “¡Silencio! ¡Solo hablas si yo te digo!” Le metí otro lapo en el culo y continué
    -Escucha, eres mía ¿Entiendes? Yo hago contigo lo que quiera, porque eres mía, ¡Mía! ¡Di que eres mía! ¡Dilo!
    -Ayy, soy tuya Santi, soy tuya
    -¡No digas mi nombre! (una nueva nalgada) Ahora eres mía, yo te digo qué decir ¡Di fuerte que eres mía! ¡Solo eso!
    -Aayyy ¡Soooy Soy tuya!, ¡soy tuya!
    -¡Sígue diciéndolo, no pares de decirlo mientras te la meto!
    -Ayyy ¡Soy tuya! ¡Soy tuya! ¡Soy tuya! ¡Soy tuya!
    -Ahora di que eres mi mujer, ¡Dilo o te dejo de coger!
    -Soy.. Ahh Aaah Soy tu mujer, soy tu mujer ¡Soy tu mujer! ¡Soy tu mujer! ¡Soy tu mujer! ¡Soy tu mujer! Ayyy, ¡Soy tu mujer!, pero más despacio
    -¡Que te calles! (nuevamente lapo en la nalga) No, no eres mi mujer. ¿Sabes qué eres?, eres mi perra, mi perrita. Eres mi perra y te cojo como quiero, cuando quiero, ¿Entiendes? ¡Di que eres mi perra! ¡Dilo!
    -Soy tu perra
    -¡Dilo más fuerte! Y repítelo mientras te la meto
    -¡Soy tu perra! ¡Soy tu perra! ¡Soy tu perra! ¡Soy tu perra! ¡Soy tu perra!
    Solo puedo explicar que me siguiera el juego, apelando a su sobrexitación. En ese punto sentía que su culo era mío, que toda ella era mía; en una especie de complicidad morbosa que jugaba con las pasiones ocultas en roles ancestrales: dominante y dominado. Decidí entonces que no había marcha atrás, me dejé llevar por lo que mi subconsciente había guardado de los años de consumo de porno, hentai y lecturas de la página “Todo relatos”.
    Me apoyé sobre los pies, casi de cuclillas, y le taladré el chico con una fuerza e intensidad que me resecaba la garganta mientras resoplaba.
    -Aaayyy. ¡Me duele! ¡Me duele! ¡Me duele!
    -No voy a parar, perrita, ¿entiendes?
    -No papi, Aaaauu, no pares, AAuuu Aayyy
    -¡¿Te gusta como te la meto, ah perrita?! ¡Di que te gusta!
    -Me gusta, me gusta
    -¿Qué te gusta? ¡Di que te gusta que te la meta!
    - Me gusta… Aaaaayy, me gusta, me gusta que la metas
    -¡Di que te gusta que te cache!
    -Me gusta que me caches
    -¡Repítelo!
    -AAauuuu ¡Me gusta que me caches! AAauuuu ¡Me gusta que me caches! ¡Me gusta que me caches!
    -Solo yo te cacho así
    -Si, Si. Solo tú me cachas así, solo tu papi, ¡solo tú! AAuuu Aayyy
    -¡Eso! ¡Eso! ¡Ya entiendes, mi perrita! Siente como te la meto, como te cacho, ¡cómo te rompo el culo por tóxica! ¡Ahora di que tu culo es mío! ¡Dilo!
    -Es tuyo, solo tuyo, tuyo papi, tuyo. (me lo dijo entre jadeos)
    -¿Qué cosa es mío? ¡Dilo completo!
    -Mi culo, Aaaauuuuu, Ayyyy ¡Mi culo es tuyo! ¡Mi culo es tuyo! ¡Mi culo es tuyo! ¡tuyo!

    Hubo un momento en el parecía que me iba a infartar. Decidido, sin embargo, a darlo todo, me apoyé más en su culo y con una mano le presioné la cara en el brazo del sillón, para arremeter con la energía que me quedaba, dispuesto a sacarle del culo siete hemorroides.

    -Tu culo es todo mío, Lourdes, mío. Ahora eres mi puta, mi perra y yo te cojo como quiera, por donde quiera y cuando quiera. Tu culo, todo cuerpo es mío ¡Di que solo yo te la meto!
    -Aaauuuu Ya, Yaaaa… Solo tú me la metes (jadeaba y casi no le entendía, por estar su cara presionada contra el brazo del sillón) ¡solo tú me la metes! Ayyyy Yaaa, yaaa yaaa

    Me estaban perturbando ya sus gritos y la pose me cansaba. De hecho, estaba teniendo dificultad para entrar y salir de su culo, así que decidí ir por el gran final. En ese momento ya no pensaba, era un zombi sexual guiado por un propósito reflejo, automático; destinado por la naturaleza de los eventos a una única forma de… acabar.

    Se la metí toda de una embestida brusca, que se acompañó de un gemido más parecido a un lamento. Luego, realicé una maniobra cuyo resultado no comprobé. Cogí el segmentado enrollado del preservativo con mis dedos, los presioné conta su culo y retiré abruptamente mi pene. La idea era que el preservativo se le quedé atrapado en el chico, pero me puse a inspeccionar.

    Una vez con el pene libre, la puse de rodillas en el suelo y me paré. Ella me veía con los ojos ligeramente brillosos y puso la boca, ávida y consciente de lo que venía. A pesar de las muchas veces que me la había chupado, esta vez el acto fue dirigido todo por mí. Pisé mi correa al punto de mantener sus muñecas detrás e inmovilizadas y puse mi glande en su boca, que ya me esperaba abierta.

    -Ahora, chúpamela

    Así, sin usar sus manos, se entrego al fellatio que conocía, lamiéndome la cabeza y engullendo la pieza, de arriba abajo lentamente, controlando ella la velocidad. Rápidamente saqué mi pieza de su boca y le puse las bolas en los labios. No tuve que decirle nada para que me las lamiera y chupara; lo que llevó a lo siguiente.
    Con su cabeza debajo de mi pene yo procedí a hacer algo que nunca le había hecho. La tomé de la nuca y se a sacudí en la cara, dándole “cachipollazos” en los cachetes, nariz y frente, hasta que le dije:

    -Ahora, no me la vas chupar. Te voy a coger por la boca.

    No había terminado de decirlo y otra vez mi pene estaba en su boca, solo que esta vez tomé su cabeza con mis dos manos, y procedí a metérsela hasta que sus labios tocaron mi pubis. Estuve meneando de atrás a adelante la cadera hasta que sentía las arcadas, entonces se la sacaba y en unos segundos volvía. No había resistencia.

    -Ahora, tu boca, tu garganta es mía. Después de esto, todo tu cuerpo es mío, para que lo coja, es mío. Di que te gusta chupármela
    -Oaahh Me gusta chupártela
    -Di que te encanta chupármela
    -Me encanta chupártela.
    -Si Lourdescita, (Seguía yo ocasionándole arcadas al moverle la cabeza de arriba a abajo) me la vas a chupar, porque te encanta mi pinga, ¿te encanta chuparme la pinga?
    -Sí, me encanta chuparte la pinga (me dijo casi sin aire)
    -Entonces pídeme la leche, ¡Pídemela!
    -Dame, dame tu leche

    En estás últimas palabras noté que perdía el convencimiento, así como noté que se había puesto algo rímel en los ojos. Al ver su maquillaje ocular corrido ya no aguantaba más. La tomé por la nuca y me masturbé compulsivamente apuntando hacia su cara. Lo último que le dije fue “Con esto ya eres mi sumisa”
    Después de esas palabras me vine en su cara. Recuerdo que tenía la boca entreabierta, no sé si cerró los ojos; lo que quedó en mi retina fue como los disparos de semen le impactaban en la frente, en la nariz y los cachetes, dejando el maravilloso contraste del blanco líquido con su rostro cobrizo. Yo ya estaba en éxtasis, pero complementé mi estado viéndole el rostro cubierto con mi semen. Ella ahí, de rodillas, cogida por sus tres lados, sometida por mis frases y marcada con mi personalísimo e indiscutible sello en la cara.

    Dejé de pisar la correa y rápidamente se liberó para dirigirse al baño. Apenas entró me vestí, raudo y automáticamente; para salir de su casa en menos de 30 segundos luego de que cerrará ella la puerta del baño. Caminé rápidamente hasta la avenida principal, donde al instante conseguí un taxi. No fui directo a mi casa, me bajé en el parque municipal. Todo el trayecto estuve en trance, sin un solo pensamiento, obnubilado por mi hazaña de dudosa honorabilidad. Atravesé el parque mientras se incubaban en mí reproches, sentimiento de culpa “¿tuve derecho de tratarla así?, ¿fue adecuado lo que hice? ¿Acaso la he humillado sacando provecho… de qué?” Mis pensamientos se interrumpieron con ese exasperante sonido de mensajes de wsp. Era ella, que me había escrito una sola palabra: “Imbécil”

    Toda la culpa cristiana cayó sobre espíritu. Caminé hasta el malecón totalmente arrepentido de mis actos, contemplando en mi cabeza a la pobre Lourdes sintiéndose maltratada por mis actos. Ya ensayaba una disculpa, alguna justificación y todos los propósitos de enmienda que cupieran en un mensaje de wsp. Traté de escoger las palabras adecuadas y supuse que el malecón en una tarde sabatina las inspiraría. Vi el mar, desde las alturas de la Costa Verde, imponente y bello, reflejando todas las posibilidades de los miles de sentimientos en su historia. Vi también a las parejas, compartiendo el paisaje y el camino, mientras sonreían y se mostraban afecto, convirtiéndose en la ternura que justifica compartir tu vida con alguien. Y también vi a unas jóvenes patinadoras, muy risueñas, hasta gráciles, ejecutando movimientos que solo podían hacer pensar en que el mundo es de ellas.

    Vi todas esas cosas bellas, pero lo más importante fue a una clásica vendedora de rosas, de aquellas que insisten. Expuesto a todo esto, solo pude pensar y sentir una cosa: “¡No me jodan!” La verdad es que, recordando a Lorca, “Me comporté como quien soy/un gitano legítimo”. Osea, la flaca estuvo totalmente de acuerdo, y la verdad, me llega al pincho y yo le llego al pincho. Es webona pretende agarrarme de cojudo con lo de la tesis, y yo no estoy para esas cosas.

    Prendí un cigarro más satisfecho que nunca, quizá pensando que debía tomar una foto de mi vaceada en su cara, pensando en que quizá no se repita la faena, pero de seguro ya quedo claro que no hay jueguitos cojudos conmigo. Entonces decidí escribirle “Eso no me lo dijiste en la última hora. Supongo entonces que no contarás con un imbécil de apoyo en la tesis” Horas después, ya en mi casa, bañado y luego de almorzar leí su respuesta “¿Quee? Yo te decía que eres un caballo, por irte sin despedirte y sin decir nada. Nos vemos en clase. Emoticon de diablito morado riendo”
     
    Beyonder, 20 Dic 2020

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    buena dominada a la toxica
     
    Carashito, 21 Dic 2020

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    bien hecho. pudiste desquitar tu ira y descubriste su lado sumiso. 2 por 1
     
    fvmaster1, 21 Dic 2020

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    Fabricio2030si

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    acabo de imaginármela gritando en los últimos minutos del anal; a la que relato
     
    Fabricio2030si, 22 Dic 2020

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