Otra vez las chamas

Me arrepentí pronto de no pedirle su número porque después de quedarme sin leche me sentí culpable de nuevo y quise cortarme solo ese camino. Habían pasado tres semanas y ya sentía que algo malo había despertado en mí, un lado que pensaba que se había dormido tras la partida de Nadia. No tenía ganas específicas de volver con una trabajadora sexual cualquiera, siquiera encontrar una sugar baby, sabía claramente que quería replicar lo que había vivido con esa chama anónima esa noche.

No lo pude soportar, fui un hombre débil que pensó equivocadamente y un mal novio. Acabé regresando a la zona de risso, a pesar de las experiencias ganadas que me gritaban mi error a todo pulmón. Me tapé los oídos y peiné la zona, hambriento y ansioso volteando los ojos a cualquier chica que cumpliera con mis parámetros.

Me llamó la atención una chica delgada que me confundió inicialmente, los lentes que tenía puestos me hacían dudar de su condición de prostituta callejera y le daban un aire más formal e impropio del estereotipo. Opté por tomar el riesgo y la seguí a una distancia prudente unos minutos, viendo si salía de la zona rosa. No lo hizo, y en los momentos que pude verla más de cerca pude comprobar que era lo que estaba buscando, pues a pesar de su pantalón de verano casual tenía unas tetas que parecían artificiales y un tatuaje en la zona bajo la caja torácica. Como buena chama también era atractiva, por supuesto.

Me decidí a abordarla después de peinar la zona una última vez. La chica con vibidí rosado estaba junto a otra, que a diferencia de ella sí tenía toda la pinta de ejercer el oficio más antiguo del mundo. Me puse a su lado y la ausculté con atención antes de hacer la ya a estas alturas protocolar pregunta de preguntar por su tarifa. Como todas, cobraba 250 la hora, ninguna novedad. Pero incluso en el pequeño instante antes de hacer la pregunta había una pequeña parte de mí que no estaba del todo segura de si aquella chica era lo que aparentaba. Su respuesta, por supuesto, eliminó todas mis dudas.

Le confirmé que quería su servicio y caminamos brevemente hacia el hotel decente más cercano. Pensaba en que si fuera jefe definitivamente contrataría a una chica como ella para cachármela a placer, que su lugar correcto era como la engreída del jefe en vez de prostituirse en la calle. Pero a mí me ponía durísimo esa idea y no podía alejarla de mi cabeza. Prefería sin duda encerrarme en la habitación con aquella prostituta venezolana en lugar de buscar a mi novia. Era un asco, pero mi segunda cabeza no dejaba de mandarme imágenes de aquella puta desnuda en mi cama después de recibir mi dinero. , no sabía qué sería de mí.

Quedaba por el momento cacharme de nuevo a una chama, esa más esperada que la anterior.

 

Espero dé detalles de la faena… primero el goce y luego el sufrimiento

 

Buen aporte compa
Saludos!

 

La chica me daba un aire de secretaria aun allí, dentro de la habitación de hotel. De verdad sentía que era un jefe que había quedado con su joven amante para sellar su aumento salarial. La chama me pidió el dinero correspondiente, a lo que yo le pagué por la hora. Se ausentó brevemente en el baño y salió en ropa interior, pero antes de poder ponerle la mano encima para paletearla se acercó al interruptor y apagó la luz. Nada que no esperara, las mañas típicas de las chicas de aquella zona. Sin embargo, antes de que consiguiera apagar la luz del cuarto pude ver el cuerpazo que se manejaba, digno de la reputación de las chicas del país del sur.

Decidí manejar la misma estrategia que con la anterior, ir hacia la yugular y ofrecerle más dinero. 100 extra si dejaba su guion y se entregaba bien. Ella me dijo que 150, yo le respondí que 180 si se quedaba calata y me la chupaba sin condón. Quedamos en 190 porque en ese momento era más huevón que ahora y estaba que estallaba como el Krakatoa. Imagino que muchos otros pueden entender cuando les digo que hay un morbo distinto en las putas callejeras, incluso mayor que las que ves en los night club con ropas más atrevidas. Por eso estaba tan ardiente y emocionado, feliz de tener a aquella chica para mí a pesar de saber bien que cualquier otro hombre habría podido hacer lo mismo.

No sabía su nombre de batalla pero sí que tenía unas tetas muy bien hechas, que pude ver en todo su esplendor cuando se quitó por fin el sostén. Acerqué su cuerpo al mío con mis manos y las paseé alegremente por sus curvas, por su culo, por sus tetas y por los varios tatuajes que adornaban su cuerpo. Se quitó los lentes mientras la manoseaba y dejó de repente de parecer una oficinista seria y aparentó por fin lo que era, una prostituta callejera con las tetas siliconeadas. Guapa, con un cuerpazo morboso, pero que al fin y al cabo había encontrado alquilándose en la calle para cualquiera que pudiera pagarle.

Le dije que me la chupara, pero antes encendí bien las luces. Ella no dijo nada, ya había tomado mi dinero. Me eché en la cama y esperé a que ella misma fuera hasta mi pantalón para liberar mi pinga, que ya estaba erecta a más no poder. Sentí que dudó unos segundos, que me iba a pedir que me pusiera el condón protocolar, pero esa duda se despejó y se puso a hacerme sexo oral de la manera en que habíamos acordado. Quedé contento porque la puta chupaba bien, más allá de que la situación sola de tener a una chama riquísima chupándome la pichula era suficiente para estarlo. La observé tanto a través de mis ojos como del reflejo de la pared, que gracias a la luces encendidas daba una imagen nítida. La chama chupaba, se metía mi trozo entero en la boca haciendo ruido y visitando mis huevos mientras yo le manoseaba las tetazas que se cargaba. Probablemente ni siquiera en el país caribeño hubiera podido cogérmela así, porque trabajaba en algo diferente alejado de lo que hacía aquí. Pero la crisis provocada por Maduro y Chávez habían traído a ese mujerón hasta el barrio de Lince, donde yo podía tomar su servicio de prostitución callejera.

No fue barata la gracia, como conté al principio, pero la hice valer porque la chama cumplió su parte del trato. Me la caché en todas las poses posibles siempre viendo al espejo, que reflejaba rebotar sus tetotas y mi pinga entrar una y otra vez dentro de ella. Me cebé con sus tetas pero ella lo permitió, me saqué el condón después de la segunda corrida y ella aceptó volverla a chupar, sabía que había tenido suerte en encontrar una puta así de dispuesta. Le pregunté, ahora sí, su nombre de batalla: Valeria. Añadí la pregunta de su número, pero en eso no estaba segura porque, como era obvio, la vigilaban. Pero yo estaba satisfecho con su trabajo como puta y quería repetir; insistí y ella, viendo que iba en serio y el dinero extra que le había dado, aceptó. Mientras se volvía a vestir guardé su contacto, viendo de reojo cómo se ponía de vuelta los lentes y el aura de secretaria atrevida. Con una ropa diferente no hubiera que era una puta callejera, una chica que podías recoger en la calle y cachar en el hotel más cercano.

Guardé su número y salí junto a ella del cuarto, con intención de que no fuera la última vez que la viera o que tomara el servicio de una prostituta de la calle.

 

• 

Gracias por seguir este buen aporte compa
Saludos!