El guardia en el condominio

Esta historia me la contó una vez un guardia que trabajaba en un condominio de lujo por La Molina.

Resulta que allí en una de esas casas vivía una joven bellísima. Rubia ella, me decía, de piel color leche y ojos verdes preciosos. Siempre que ella entraba en carro le saludaba con una sonrisa, quizá de cordialidad, pensaba él; pero para el hombre, aquella pequeña interacción era más que suficiente.

Pero lo que pasó justo en su última semana de trabajo lo marcó de por vida, o al menos jamás lo olvidará.

Me menciona que era común para él verla andar en ropa interior por su casa, ya que ella dejaba las cortinas abiertas de sus ventanas de primer piso. De tal forma que de noche cuando él rondaba por la calle y pasaba justo delante de su ventana, solía verla caminar en tangas bien pequeñas. Me las detalló incluso, porque aunque fueran vistas esporádicas, las recordaba como la palma de su mano.

Cuando era verano, por ejemplo, la flaca bajaba de sus escaleras vistiendo solo un polito pequeño y calzoncitos negros, blancos, e incluso uno de flores que le encantó. Tal vez esa era la razón por la cual ella le sonreía al entrar, pero nunca se supo. El hecho es que ella también sabía que la miraba, porque alguna veces ella misma lo observó de pasada, pero no hizo nada ante eso. Según él, parecía que le gustaba que la miren de esa forma.

El tema es que el guardia jamás había visto a una mujer tan bella de esa manera, y cuando la miraba no podía evitar las ganas de masturbarse en un lado donde no lo vean. Pero cuando llegó su última semana de trabajo, sabiendo ella o no, cuando él volvió a pasar otra vez de noche por esa casa, la encontró.

Pero la forma en cómo la encontró... Me dijo que la joven no tenía absolutamente nada debajo, ni pantalón ni medias. Andaba descalza y con un top pequeño encima. Su vagina, me menciona, estaba totalmente descubierta e iluminada por los focos; ésta era pequeña y hermosa, perfectamente depilada y de labios rosados, me cuenta. Así, estando prácticamente desnuda, se echa en un sofá con las piernas totalmente abiertas y empieza a meterse los dedos, primero poco a poco, luego ya más violentamente. La joven gemía de placer intenso, quizá sabía que la estaba mirando desde fuera. Pero no le importaba, ella tan solo se seguía masturbando frente a la ventana. Cabe decir que frente a su casa había una pared, por lo que ningún vecino la podía ver (y por eso gustaba de andar calata). Lo que el guardia me dijo fue que se escondió detrás de un arbolito y él también empezó a masturbarse mientras la miraba directamente. Al final ambos se vinieron, y como si nada, la joven se para y sube para el segundo piso.

Nunca supo si ella ya sabía que era su última semana y por eso le daba ese show, pero sí tenía la intuición que a ella le gustaba el exhibicionismo. Pero tremenda mujer, me dice él, jamás tendría a una mujer así, ni mucho menos podrá tener sexo con una. Pero esa imagen mental que generó allí jamás será borrada.

 

Buen relato continua

 

Los vigilantes, siempre tienen historias que contar. Esos se ganan con todo

 

Así es. Las historias de vigilantes son muy buenas.

 

Lastimosamente no hay más, eso fue lo que pasó jaja