Cuentos sabrosos

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Roca y Boloñas, 12 Jun 2007.

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    Roca y Boloñas

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    Que tal cofrades. Quisiera abrir un nuevo tema: el de cuentos sabrosos. Ya tenemos el tema de Relatos Eroticos, a traves del cual los cofrades relatan sus picaras y emocionantes aventuras sexuales, mas o menos tal como ocurrieron y yendo directamente al grano. Lo que propongo es crear un tema similar pero en el cual, sobre la base de experiencias sexuales o amorosas vividas o que uno ha conocido de cerca, se crea un cuento, es decir, una breve obra literaria en la cual el argumento puede tener o no asidero en la realidad.

    Voy a empezar con un cuento que relata la apasionada aventura de un bombero de un pueblo del interior. En este caso la historia es veridica, pero se han cambiado nombres de persona y lugares. Me la proporciono una persona muy cercana a mi y yo, en sucesivas noche de trabajo, contribui a darle una forma literaria. Espero que les guste porque hay mas. En todo caso agradecere sus comentarios. La coloco en tres partes porque es relativamente larga.

    El Capitán Buleje: primera parte

    A sus sesentitantos años el Capitán Buleje luce impresionante con su uniforme rojo de Bombero. Es un negro alto y espigado, de apariencia noble y serena. Todo el pueblo de Casma lo mira con respeto pues lo conocen desde siempre. Algunos, los que tienen cierta confianza con él, le dirigen comentarios burlones cuando se cruzan en la calle, y Buleje siempre les responde con sorna y palabras de doble sentido, lo que termina en un sonoro estallido de carcajadas, tanto de los que forman parte del diálogo, como de los transeúntes que circunstancialmente se encuentran por allí.

    En sus años mozos Buleje fue trabajador del Municipio de Casma por varios años. Empezó realizando labores de limpieza, luego de vigilancia y finalmente fue ascendido a cobrador de arbitrios municipales. Todos los días se le veía transitar por las calles polvorientas de Casma montado en su bicicleta, dirigiéndose a buscar a los vecinos para cobrarles los arbitrios y notificar a los morosos para que cumplan sus obligaciones para con el Municipio.

    Pero Buleje, a pesar de mostrarse muy valiente como Bombero, en el fondo tenía el corazón blando y como cobrador era un desastre...le contaban tantas historias que al final de la jornada regresaba triste al Municipio y muchas veces con cobranza “en cero”. En ocasiones le tocaba cobrar a contribuyentes que eran familiares o compadres; entonces, apenas llegaba, afloraban las excusas de falta de dinero; luego se pasaba a hablar del clima cambiante, de los hijos, sus travesuras y genialidades, mientras que simultánea y distraídamente se abría una botella de ese excelente pisco de la zona. Al final del día el negro Buleje regresaba al Municipio tambaleante en su bicicleta, maldiciendo al alcalde del pueblo, a los congresistas y hasta al presidente de turno.

    Un día Buleje tuvo una ingeniosa idea. Como ya lo habían suspendido en el trabajo en dos oportunidades en vista de los magros resultados de la cobranza, tenía que hacer algo para que no lo fueran a echar. Es así que, después de pensarlo detenidamente, creó una clave para aplicarla con las personas más pobres, aquellas familias que él consideraba que no tenían ninguna posibilidad de pagar; era algo así como quedar bien con Dios y con el diablo. Esta consistía en tocar tres veces el timbre de su bicicleta cuando se acercaba a la vivienda del deudor, de modo que éste se hiciera humo, como por arte de magia, segundos antes de que él llegara. Al final de su gestión de ese año en el Municipio, Buleje logró dos cosas: se ganó el cariño eterno del pueblo casmeño y paralelamente el Municipio obtuvo la recaudación más de baja de su historia.

    Comentan que en una oportunidad, un contribuyente se acercó al Municipio, a la oficina de Buleje, para decirle que ese día martes no podía realizar el pago formalmente comprometido. Entonces el ayudante de Buleje que había recibido al vecino le dijo en voz alta a su jefe. “¡ Jefe, el Señor Torrejón dice que hoy no puede pagar, que va a venir el viernes!”. “¡Está bien - le gritó Buleje-, hazle una nueva citación para el viernes!”. “¡Jefe -volvió a gritar el ayudante- viernes se escribe con v chica o b grande!”. Buleje se quedó pensando y al poco reaccionó: “ Ya carajo, dile que venga el lunes!”.

    Esta anécdota y muchas más tiene el Capitán Buleje. Otra que le gusta recordar es una que sucede cuando era bombero-alumno y tuvo su primera clase de manejo en la máquina de rescate. Su instructor le dijo claramente: “Negro, siéntate tranquilo, enciende la máquina en neutro, pones primera y sales despacito”. El pobre negro trataba de hacerlo lo mejor posible y sudaba a chorros de puro nervios. Dada la indicación, el instructor se bajó del vehículo, observó que Buleje encendió el vehículo, puso esforzadamente el cambio en primera y a continuación se quiso bajar del vehículo, casi reptando, como un gato después de robarse la comida de la despensa. Según él, estaba cumpliendo fielmente las indicaciones del instructor.

    Pocas veces se le ha visto a Buleje levantar la voz, pero un día mientras viajaba en un microbús por las afueras de Casma, en un sector llamado Pampa Gallinazo, el cobrador, un cholito distraído, gritó “Llegamos Pampa Gallinazo, ¿baja?”, preguntó mirando a Buleje. “¡ Que confianza te he dado para que me digas gallinazo!”, le retruco Buleje.

    Pero al margen de estas sabrosas anécdotas, el respeto es la mayor virtud de Buleje. Sucedió un día que, mientras dábamos un paseo por la playa a media tarde, estando los dos sin más compañía, encontramos un lugar agradable donde descansar. La conversación giraba en torno a rescates riesgosos realizados por los Bomberos y otras aventuras no menos interesantes, cuando en eso Buleje se sobreparó y de improviso, pero con mucha decisión, me dijo: “Yo le voy a contar, Don Jorgito, la aventura más riesgosa de mi vida”. Y empezó así:

    (....continuará)
     
    Roca y Boloñas, 12 Jun 2007

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    - Don Jorge, sepa usted que el día que más miedo he tenido, no ha sido cuando estuve apagando incendios pavorosos, ni rescatando a gente de entre los fierros retorcidos de los vehículos accidentados.

    - Le cuento que no cumplía aún los 50 años. Yo me había casado joven y mi señora era una mujer muy buena, seria y muy rigurosa con los horarios. Yo nunca le he faltado el respeto a mi señora. Siempre cuando salía del trabajo, me iba a una posada que quedaba cerca de la Compañía de Bomberos. Allí tomaba un café y me servía mis cachangas, hasta que un buen día apareció en escena una sobrina de la esposa del dueño. Era una negra joven que venía de El Carmen, allá en Chincha. Su familia era muy pobre y la negra Carlota -que así se llamaba- necesitaba trabajar.

    - Sucedía, Don Jorge, que cada día que yo iba al café, venía a atenderme la negrita. Ella me miraba con sus ojos grandazos y me regalaba una sonrisa. En una oportunidad me fui uniformado y ella me dijo – “Qué bonito le queda el rojo, señó”- y cada vez que pasaba entre las mesas, recogiendo las tazas vacías, topaba su trasero con mi brazo o mi hombro y me sonreía. Tantas veces ocurrió aquello, Don Jorge, que se me puso la cabeza caliente. Por las noches me dormía pensando en el poto torneado y durito de Carlota y en sus senos firmes que parecían apuntar al cielo. Hasta que un día tomé una decisión: me fui al mercado y compré un calzón y un sostén rojo, lo guardé en el bolsillo de mi pantalón y saliendo de trabajar me fui como siempre a tomar mi café. Esperé que la gente se fuera del local. Entonces, cuando se acercó la negra a recoger mi taza de café, la tomé de la mano y sucedió este diálogo:

    - Tengo un regalo para usted, Carlota.
    - ¿ Y po qué me quiere regalá uté, si hoy no celebro santo?
    - Pero no es necesario el santo de uno para recibir un regalo, usted lo merece por ser tan linda.
    - Bueno, y ónde etá ese presente, pué!
    - Te lo voy a entregar hoy a las ocho de la noche, en el cañaveral, detrás de la parroquia vieja.

    - Carlota me miró con ojos de complicidad y asintió con la cabeza. Recuerdo ese día, Don Jorge, como si fuese hoy; era jueves y a las ocho en punto apareció la negra. Meneaba sus caderas y traía en su mano derecha una rama seca. Con ella iba arañando las paredes de adobe para guiarse por donde pasaba mientras se acercaba al lugar de la cita.

    - Al fin llegó donde yo estaba. Nunca pronunció palabra alguna. La tomé del brazo y la llevé impulsivamente entre las cañas allí donde todo era más oscuro. Tomé su rostro redondo con mis dos manos, ella me miraba con sus hermosos ojos que se humedecían al igual que nuestros cuerpos. Estaba nervioso, la besé en los labios y me sentí tan raro... Después de tantos años besaba en los labios a una negra joven, como cuando yo mismo era un negrito enamorador. La negra Carlota aceptaba dócilmente mis requerimientos, la llevé con suavidad y la acosté sobre la grama seca; con cuidado le quité su vestido lentamente, y me quedé observándola. Su cuerpo desnudo brillaba bajo la luna llena. Nos amamos tantas veces que no recuerdo cuantas… Nunca nos dijimos nada ni nos prometimos nada a cambio; sólo disfrutábamos compartiendo esos momentos de pasión sin límite, instantes inolvidables y maravillosos. Cada vez que terminábamos nos acostábamos boca arriba, observando la luna llena mientras recobrábamos el aliento.

    - Esa noche nos amamos tan intensamente que perdí la noción del tiempo.Antes de que Carlota se vistiera saqué de mi bolsillo su regalo y se lo entregué sin dejar de acariciarla. Ella se puso el calzón y el sostén nuevos emocionada y me agradeció con un último beso.
     
    Roca y Boloñas, 12 Jun 2007

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    - Tomamos cada uno el regreso a casa. De pronto, en un acto impulsivo miré mi reloj y comprobé que era casi la medianoche. ¡ Dios mío! Recordé que era jueves y ese día constituía una costumbre de años en mi casa servir a las nueve de la noche frejol colado, junto a toda la familia. ¡Carajo, Don Jorge! comencé a correr para llegar a casa. Estando aún a media cuadra vi a mi señora que me esperaba parada en el marco de la puerta. Entré de golpe. Mi mujer me observó de pies a cabeza y me preguntó mirándome a los ojos – “¿ Y se puede saber de donde viene usted?”. Así, todo despeinado y con hojas secas pegadas a la ropa, se me hizo un nudo en la garganta, Don Jorge. Imagínese el miedo que podemos sentir de perder a la esposa después de tantos años, por un acto impulsivo, culpa exclusiva de uno. Instintivamente me pasé la mano por el pelo y con la otra mano quise sacar mi pañuelo, pero el diablo a veces se mete dentro de uno, aunque no sea nuestra intención provocarle. En lugar del pañuelo… ¡saqué el calzón viejo de Carlota!. Me lo había guardado como un trofeo, pero en ese momento de alta tensión no me acordé de ello en absoluto.

    - Dicen que los peruanos somos ingeniosos. No sé como cobré ímpetu y empecé a hablar… Las palabras salían solas y con mucha seriedad y tono grave llegué a decirle: “Mujer, usted me conoce a mi de tantos años… yo nunca la he defraudado. Me ofende al dudar de mi, vengo ahorita de ayudar a una familia en desgracia que se le derrumbó su techo de cañas viejas, ese es el motivo por el que llego tarde y sucio”. “¿Y el calzón?” – retrucó mi mujer. “El calzón lo encontré tirado por ahí y lo guardé para limpiarme los zapatos”, le contesté en el límite de mis posibilidades.

    - La señora me quedó mirando y tras una breve pausa me dijo: “Yo quiero creerle a usted Buleje, pero si me quedo con la duda hoy, dudaré toda mi vida.. .Así que esta noche, en la cama, yo le voy a examinar a usted los cojones”.

    - Entonces, Don Jorge, me fui al baño a hacerme el aseo antes de acostarme. Al lavarme la “cuestión” emanaba un fuerte olor que me había dejado la negra Carlota. Yo no sé si sería mi imaginación, pero sentía que cada vez olía más fuerte. Busqué tras el espejo y encontré dos mejorales, gasa y mentolathum. Entonces, después de lavarme tantas veces sin resultado aparente, como último recurso me unté mentolathum en todo el miembro y me acosté. Al rato vino a acostarse mi mujer y me dijo: “No sople la vela Buleje”, y comenzó a tantearme, en la penumbra, mientras yo encomendaba mi alma a Dios y al diablo.

    - A continuación, don Jorge, sucedió un milagro en Casma: el pene comenzó a arderme por el mentolathum y las caricias de la señora, por lo que se me infló rápidamente como cabeza de tramboyo. Ella se me trepó y se metió un clavado como de trampolín olímpico en medio de un gemido placentero mientras con palabras entrecortadas decía “¡quema!, ¡quema carajo!”. Estuvo gimiendo como media hora. Cuando acabó, al fin se echó sobre mi pecho y me dijo: “Perdóneme, Buleje, por haber dudado de usted. No sé que pasó, pero hoy día usted ardía de deseo. Será que últimamente está apagando muchos incendios, como que le ha ido calentando la sangre...no?”. “Está bien, mujer, la perdono -le contesté– pero nunca más dude de mi. Le comento también.. me parece que hoy me picó un bicho y por eso me eché un poco de mentolathum en el miembro”. “Será eso tal vez”, dijo la señora. Y se durmió feliz y contenta mientras que yo también caía rendido pero profundamente aliviado.

    - Al día siguiente me despertó mi hija y me dijo: “Pá, dijo mi má, que lo despierte, se sirva usted su desayuno”. Me fui a la mesa y vi un enorme plato de chicharrones, algo que sólo se servía en casa en ocasiones especiales.

    - Mientras desayunaba, hambriento, le pregunté a mi hija: “¿Dónde está su mamá?”, y ella me contestó: “se fue al pueblo a buscar botica”. “Qué ¿alguien está enfermo?” le dije. “No -contestó ella- dijo que necesitaba urgente un mentolathum grande, no sé para qué”.

    Y aquí termina esta historia. Antes de irme de Casma me acerqué a la Compañía de Bomberos, a despedirme de Buleje. Él estaba ocupado, hablando por la radio a Lima; solamente nos despedimos con un gesto, haciéndonos adiós con la mano.

    Cuando había avanzado una cuadra aproximadamente volví la mirada mientras me acomodaba la mochila sobre los hombros y vi que Buleje salía a la puerta del local y encendía un cigarrillo, erguido, mirando al frente. A sus espaldas su Compañía de Bomberos y él formaban una sola figura sobre el paisaje…

    FIN
     
    Roca y Boloñas, 12 Jun 2007

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    Excelente historiaaaaaaaaa,,,de las mejores que he leidooo
     
    dias880, 24 Nov 2008

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