Crónicas del Placer Don Pepe,un viejo gordo y libinidoso (Parte 11)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Salta Montes, 11 May 2024.

    Salta Montes

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    Los días pasaban con la incertidumbre latente en el aire, como una melodía de suspense que no terminaba de resolver su misterio. Desde aquel encuentro clandestino en el oscuro rincón del primer piso del edificio, donde la pasión y el deseo se entrelazaron en un torbellino de emociones, Don Pepe se había esfumado en el aire como un fantasma seductor.

    Cada vez que cruzaba el umbral de mi apartamento, un cosquilleo de expectativa recorría mi piel, como si en cualquier momento su figura imponente pudiera irrumpir de nuevo en mi vida. ¿Qué había sido de él?

    Mis pensamientos se perdían en un laberinto de incertidumbre, mientras el recuerdo de su presencia dominante seguía vibrando en mi mente. Ese enorme animal furioso, en su esplendor brillante había hecho de las suyas en mi interior, y esa explosión implacable que reventó dentro de mí, que se desparramó por todo mi cuerpo lo seguía viviendo en cada momento. Recordé que en el punto cumbre del clímax me exigió la llave de mi apartamento, sin poner resistencia lo entregué junto con mi cuerpo. Pero el tiempo seguía su marcha implacable, y yo me aferraba a la esperanza de que pronto volvería a sentir su presencia, ya fuera como un sueño fugaz o como una realidad apasionada.

    A pesar de la apariencia de normalidad que intentaba mantener frente a mi esposo, mi mundo interior era un torbellino de emociones contradictorias que amenazaban con desbordarse en cualquier momento. Cada gesto, cada palabra, era un esfuerzo por ocultar el secreto que ardía en mi pecho como una llama voraz.

    Mientras trataba de seguir adelante con mi vida cotidiana, mis pensamientos seguían anclados en aquel encuentro furtivo que había cambiado mi percepción del deseo y la pasión. Cada vez que miraba a mi esposo, una punzada de culpa se clavaba en mi corazón, recordándome la traición silenciosa que había cometido.

    Por fuera, podía parecer la misma mujer de siempre, pero por dentro, una batalla interna se libraba entre la lealtad y el deseo, entre la moralidad y la tentación. ¿Cómo podía reconciliar los mundos opuestos que habitaban en mi interior? ¿Cómo podía seguir adelante sin sucumbir al peso abrumador de la culpa y el remordimiento?

    Mis días se convirtieron en una danza de equilibrio precario, mientras luchaba por mantener las apariencias y ocultar el turbulento océano de emociones que amenazaba con engullirme. Pero en lo más profundo de mi ser, sabía que nada volvería a ser como antes. El fuego del deseo había sido encendido, y ya no había vuelta atrás.

    En mi afán de mantenerme alerta ante la posibilidad de un encuentro con Don Pepe, me sumergí en un juego peligroso de seducción y provocación. Cada día, cuando mi esposo partía a trabajar, cuidadosamente seleccionaba mi atuendo, consciente de que cualquier momento podía ser el indicado para su presencia inesperada.

    Me dejaba envolver por la sensualidad de prendas sugerentes, como una minifalda que apenas cubría mis muslos o una blusa transparente que revelaba más de lo que ocultaba. A veces, optaba por la comodidad de una bata liviana que se deslizaba sobre mi piel desnuda, invitando a la tentación con cada movimiento.

    Con cada elección de vestuario, jugaba con el fuego del deseo, consciente de que estaba tentando al destino y desafiando los límites de lo prohibido. Pero en el fondo, sabía que estaba buscando algo más que la simple atención de Don Pepe. Estaba buscando una liberación, una forma de escapar de la monotonía de mi vida cotidiana y sumergirme en un mundo de pasión y peligro.

    Cada vez que me vestía de esa manera, sentía una mezcla de excitación y miedo, preguntándome si ese sería el día en que finalmente se materializarían mis fantasías más oscuras. Y aunque una parte de mí temía el inevitable enfrentamiento con la realidad, otra parte ansiaba el momento en que mis deseos más profundos se hicieran realidad.

    Una mañana, después de cocinar. La calidez del agua acariciaba mi piel mientras me sumergía en un baño revitalizante, tratando de dejar atrás las tensiones y preocupaciones que habían plagado mis días recientes. Cerré los ojos y me permití disfrutar del momento, dejando que el agua me envolviera en un abrazo reconfortante.

    Cuando finalmente salí del baño, envuelta en una toalla y en una nube de vapor, me encontré con la sorpresa que había estado temiendo y deseando al mismo tiempo. Don Pepe estaba allí, sentado en el sofá, con su mirada ardiente clavada en mí como si fuera presa de su deseo incontenible.

    —Hola, Marta —dijo con una sonrisa pícara, que enviaba escalofríos por mi espina dorsal—. Te ves radiante como siempre.

    Traté de mantener la compostura, pero mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras me esforzaba por ocultar mi incomodidad y el deseo de ser poseída.

    —¿Qué haces aquí, Don Pepe? —pregunté, intentando sonar más segura de lo que realmente me sentía.

    —Solo vine a saludarte, querida —respondió él, levantándose del sofá y acercándose a mí con pasos lentos y seguros—. Y a pedirte algo.

    Su proximidad me hacía sentir vulnerable, pero luché por mantener una fachada de calma.

    —A pedirme qué —dije con firmeza, retrocediendo un paso para mantener la distancia entre nosotros—. No me pida nada.

    Él se detuvo frente a mí, tan cerca que podía sentir su aliento en mi piel.

    —¿No puedo verte desnuda? —preguntó, con una mirada intensa que me hacía temblar por dentro—. Porque parece que quieres mostrarme algo.

    Tragué saliva, luchando contra la oleada de emociones que amenazaba con abrumarme.

    —No quiero mostrarle nada —repetí, intentando mantener mi voz firme a pesar de mis nervios.

    Él asintió lentamente, como si estuviera evaluando mis palabras y mis gestos, y luego con una sonrisa enigmática me dejó desnuda de tirón que dió a mi toalla. Sus ojos se encontraron con una imagen que despertó un torbellino de emociones y deseos. Mis curvas, perfectamente delineadas, parecían desafiar la gravedad, y mis senos, redondos y tentadores, invitaban a ser acariciados. Una mezcla de emoción y exaltación recorría mi cuerpo al
    contemplar sus ojos de fiera en acecho, no había duda, estaba a su merced. Fueron segundos eternos que con su mirada escaneo milímetro a milímetro mi piel.



    —Estas bien rica Marta —dijo, antes de dirigirse hacia la puerta—. Recuerda, que tengo una llave y volveré en cualquier momento... y tú tienes que estar lista siempre para mí como una zorra en celo. ¿Me entendiste?

    Con una mirada hipnotica en mí, yo asentí. Y con eso, se fue, dejándome con el corazón latiendo desbocado y la sensación de que mi mundo había dado un giro inesperado una vez más.

    La presencia de Don Pepe siempre había sido una fuente de desconcierto para mí, pero esta vez, algo parecía diferente. ¿Por qué había sido tan reservado, tan distante? ¿Porque no me poseyó? ¿Acaso estaba cambiando su actitud hacia mí, o simplemente estaba jugando conmigo de una manera más sutil?

    Sus palabras resonaban en mi mente, llenándome de incertidumbre y confusión. ¿Qué significaba todo esto? ¿Había algo más detrás de su aparente incitación, algo que no podía ver?

    Mis pensamientos eran un torbellino de emociones encontradas mientras trataba de encontrar respuestas a las preguntas que me acosaban. Pero una cosa era segura: la presencia de Don Pepe seguía siendo un enigma para mí, una fuente constante de intriga y preocupación que amenazaba con consumirme por completo.

    A los pocos minutos el sonido del teléfono resonó en la habitación, rompiendo el silencio con una fuerza inesperada. Mi corazón dio un vuelco de emoción al escucharlo, aunque no sabía por qué. Al otro lado de la línea, la voz alegre de Daniela me saludaba con entusiasmo.

    ―¡Hola, Marta! ¿Cómo estás? ―dijo Daniela con energía―. Espero no interrumpirte.

    ―¡Hola, Daniela! No te preocupes, siempre es un placer hablar contigo ―respondí con una sonrisa, sintiendo la emoción crecer dentro de mí.

    ―¡Perfecto! Entonces, tengo una noticia para ti. Este fin de semana es mi cumpleaños, y estoy organizando una fiesta en mi apartamento. ¡Quiero que vengas! ―exclamó Daniela, su voz llena de emoción.

    Mis ojos se iluminaron ante la invitación de Daniela. Era una oportunidad perfecta para desconectar y disfrutar de la compañía de los vecinos.

    ―¡Claro que sí, Daniela! Estaremos encantados de asistir. ¡Gracias por la invitación! ―respondí con alegría, imaginando ya la diversión que nos esperaba en la fiesta.

    ―¡Genial! ¡Me alegra escuchar eso! También he invitado a todos los vecinos del edificio, así que será una gran reunión. ¡No puedo esperar para celebrar juntos! ―añadió Daniela, emocionada.

    ―¡Qué maravilla! Estoy segura de que será una fiesta increíble. ¡Nos vemos el fin de semana! ―respondí con entusiasmo, sintiendo cómo la emoción se apoderaba de mí ante la perspectiva de compartir momentos memorables con los vecinos.

    El ambiente en casa se tornó un tanto enrarecido tras la noticia del cumpleaños de Daniela. Mi esposo parecía sorprendido por la invitación, aunque finalmente aceptó con una leve sonrisa.

    ―¿De verdad quieres ir a esta fiesta, cariño? ―preguntó mi esposo, su tono de voz denotaba cierta reserva.

    ―Sí, creo que será divertido. Además, Daniela ha invitado a todos los vecinos, así que será una buena oportunidad para socializar ―respondí, tratando de disimular mi propia ansiedad.

    Mi esposo asintió con gesto pensativo, pero algo en su mirada denotaba una preocupación latente. Me pregunté qué estaría pasando por su mente en ese momento.

    ―¿Estás bien, cariño? ―pregunté con preocupación, notando su actitud distante en los últimos días.

    ―Sí, sí... solo un poco cansado por el trabajo, supongo ―respondió evasivamente, pero su mirada perdida en el horizonte revelaba más de lo que quería admitir.

    La tensión en la habitación era palpable, y yo me sentía atrapada entre mis propias culpas y remordimientos por lo sucedido con Don Pepe. Trataba desesperadamente de mantener una fachada de normalidad, aunque en mi interior luchaba contra un torbellino de emociones.

    ―Bueno, entonces nos vemos el sábado en la fiesta de Daniela ―dije, intentando romper el incómodo silencio que se había instalado entre nosotros.

    Mi esposo asintió con una sonrisa forzada, pero sus ojos reflejaban una tormenta de pensamientos que no lograba comprender. A medida que se acercaba el día del cumpleaños de Daniela, la tensión en casa parecía aumentar, y yo me preguntaba si algún día podría volver a sentirme en paz conmigo misma.

    El fin de semana por fin había llegado, y con él la tan esperada fiesta de cumpleaños de Daniela. Mi esposo había decidido tomarse el día libre, y ambos estábamos ansiosos por la noche que nos esperaba.

    ―¿Qué te parece este vestido? ―pregunté a mi esposo, sosteniendo dos opciones frente a mí mientras él hojeaba una revista.

    ―Hmm, creo que el azul te queda mejor. Resalta tus ojos ―respondió él, levantando la mirada de la revista para evaluarme con una sonrisa.

    Asentí con una sonrisa, agradecida por su opinión. El vestido azul que había elegido era elegante, con un escote sutil pero sugerente, apretado en la cadera visualizando las marcas del calzón, y lo suficientemente alto como para mostrar mis hermosas piernas. Después de elegir mi atuendo, ayudé a mi esposo a decidir qué ponerse. Juntos, logramos encontrar el equilibrio perfecto entre elegancia y comodidad para la ocasión.

    Después de arreglarnos, me despedí de mi esposo y salí rumbo a la boutique cercana al edificio. Quería comprar un regalo especial para Daniela, algo que realmente la sorprendiera y alegrara en su día especial.

    ―Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? ―me recibió la amable vendedora, con una sonrisa radiante.

    ―Estoy buscando un perfume para regalarle a una amiga en su cumpleaños. ¿Tiene alguna recomendación? ―pregunté, admirando los exquisitos frascos alineados en los estantes.

    Después de probar varias opciones, finalmente encontré el perfume perfecto. Pagué con una sonrisa de satisfacción, emocionada por ver la expresión de alegría en el rostro de Daniela cuando recibiera su regalo.

    Con el regalo en mano, me dirigí de vuelta a casa, emocionada por la noche que nos esperaba. La fiesta prometía ser una velada inolvidable, y estaba lista para disfrutarla al máximo junto a mi esposo y nuestros vecinos.

    Fuimos los primeros en llegar a la fiesta de Daniela, y ella nos recibió con efusividad, presentándonos a su esposo y a sus tres hermanas menores que habían viajado especialmente para la ocasión. Yo, a su vez, presenté a mi esposo con una sonrisa de complicidad.

    El apartamento estaba bellamente decorado para la ocasión, con detalles festivos que anunciaban la celebración de sus 28 años. Las luces suaves y la música sugerente creaban un ambiente acogedor y festivo, mientras una larga mesa adornada con detalles elegantes esperaba a los invitados para la cena.

    Poco a poco, los vecinos fueron llegando. Primero, la pareja del primer piso, con sus dos hijos adolescentes, seguidos por el vecino soltero, que llevaba consigo un regalo de gran tamaño. Luego se unieron los vecinos contiguos al departamento de Daniela, un hombre de mirada pícara acompañado de su esposa, una mujer de aspecto jovial. Un grupo de tres jovencitas universitarias que compartían el segundo piso también se sumó a la celebración.

    Finalmente, llegó Don Pepe con su esposa e hija, una niña encantadora de diez años. Al cruzar la puerta, sus ojos encontraron los míos, y me lanzó una sutil mirada llena de deseo que me estremeció hasta lo más profundo.

    Todos los vecinos nos saludábamos con alegría y emoción, compartiendo el ambiente festivo de la fiesta de Daniela. Al acercarnos a Don Pepe y su familia, no pude evitar un estremecimiento cuando él me saludó con un sutil apretón de manos y un beso en la mejilla.

    ―¡Hola, qué gusto verte por aquí! ― dijo con una sonrisa que me hizo temblar.

    ―El gusto es mío, Don Pepe ― respondí, tratando de mantener la compostura.

    Sentí un estremecimiento total en mis sentidos, como si una corriente eléctrica recorriera mi cuerpo.

    El esposo de Daniela tomó la palabra, levantando su copa en honor al cumpleaños de su esposa. Realizó un emocionante discurso que tocó los corazones de todos los presentes.

    ―¡Por Daniela, la mujer más maravillosa que he tenido el privilegio de conocer! ¡Que este día esté lleno de felicidad y amor! ― exclamó con emoción.

    Sus palabras resonaron en la sala, y noté cómo una lágrima de emoción se deslizaba por mi mejilla, movida por el discurso tan conmovedor.

    Mientras brindábamos, sentí la asediante mirada de Don Pepe, que disimulaba con la copa en la mano. Me sentí vulnerable, como si estuviera desnuda ante él.

    ―¿Estás bien? ―me preguntó mi esposo, notando mi expresión.

    ―Sí, sí, solo es que el discurso fue tan hermoso ―respondí, tratando de ocultar mi incomodidad.

    Él asintió y volvió su atención a las jóvenes estudiantes que estaban frente a nosotros, completamente ajeno a la tensión que se gestaba a su alrededor.

    La cena transcurrió en aparente normalidad, con conversaciones rutinarias, bromas y risas entre los vecinos.

    ―¿Has probado este platillo? ¡Está delicioso! ― exclamó Daniela, ofreciéndome un bocado de la comida.

    ―Sí, está increíble, ¡gracias! ―respondí, tratando de mantener una actitud relajada.

    Mientras tanto, procuraba mantenerme cerca de mi esposo, pensando que su presencia sería suficiente para disuadir cualquier intento de Don Pepe por acercarse a mí. Pero a pesar de mis esfuerzos, un torbellino de emociones me envolvía por dentro.

    ―¿Todo bien, cariño? ―me preguntó mi esposo, notando mi mirada distante.

    ―Sí, todo bien ―respondí con una sonrisa forzada, esperando que él no percibiera la ansiedad que me consumía.

    La atmósfera se impregnaba con el aroma de la comida y el murmullo de conversaciones animadas. Las risas resonaban en la sala, creando una sensación de calidez y camaradería entre los invitados.

    ―¡Qué noche tan animada! ―exclamó Daniela, levantando su copa en un brindis improvisado.

    ―Sí, es increíble cómo el ambiente cambia con un poco de música y baile ―respondió su esposo, tomando su mano y conduciéndola hacia el centro de la sala.

    Las luces suaves se transformaron en destellos de colores cuando las hermanas de Daniela activaron las luces de discoteca que habían instalado para la ocasión.

    La música comenzó a llenar el espacio, envolviendo a todos en su ritmo pegajoso y alegre. Parejas se levantaron de sus asientos, ansiosas por unirse a la diversión.

    ―¿Te animas a bailar, cariño? ―me preguntó mi esposo, extendiendo su mano hacia mí.

    Acepté con una sonrisa y me dejé llevar por la música, moviéndome al compás de la cumbia. Mientras girábamos por la pista de baile, noté la mirada penetrante de Don Pepe desde su asiento, como si estuviera calculando cada movimiento. Su presencia, aunque silenciosa, añadía una capa de tensión al ambiente festivo.

    —¡Qué increíble ambiente se ha creado esta noche! —exclamó Daniela, girando al ritmo de la música junto a su esposo— Estoy tan feliz de tenerlos a todos aquí celebrando conmigo. —añadió con una amplia sonrisa.

    —¡Realmente es una fiesta espectacular! —respondió uno de los vecinos, levantando su copa en un brindis improvisado. —¡Salud por Daniela y por muchas más celebraciones como esta!

    Mientras tanto, Don Pepe se acercó a mí con una sonrisa sugerente.

    —¿Te animas a bailar? —preguntó con tono juguetón, extendiéndome la mano.


    La invitación de Don Pepe para bailar me tomó por sorpresa. Instintivamente, busqué la mirada de mi esposo, quien asintió con una sonrisa, alentándome a aceptar la propuesta y disfrutar del baile con nuestro vecino.

    Con el permiso de mi esposo, me aventuré a la pista de baile al ritmo de una cumbia envolvente. A pesar de mi estatura, que me hacía sobresalir sobre Don Pepe con mis tacones altos, descubrí que tenía una destreza innata para el baile, una armonía que me dejó maravillada. Con sus manos firmes pero gentiles, me guiaba en giros suaves y rítmicos al compás de la música, creando una danza en la que me sentía transportada a otro mundo.
    Mi esposo me observaba con emoción mientras formábamos una pareja de baile espectacular. En ese momento, el esposo de Daniela se acercó con una cerveza en la mano, ofreciéndole una a mi esposo, y se sumergieron en una conversación animada. Sus ojos se apartaron de mí.

    Al compás envolvente de la cumbia, me sentí como una princesa en la pista de baile. Cada giro que Don Pepe me hacía desataba una oleada de emociones, mientras sus miradas ardientes parecían penetrar en lo más profundo de mi ser, despertando deseos que yacían ocultos en mi interior.

    Por un instante, me sentí en calma, como si hubiera encontrado un refugio temporal lejos del temor que Don Pepe provocaba en mí. Intenté reconciliar los mundos internos que habitaban en mí, ese torbellino de deseos prohibidos y el miedo que me atormentaba.

    Mientras danzábamos al ritmo frenético de la música de la cumbia sensual, noté que cada pareja estaba inmersa en su propio universo, sumidos en el hechizo del baile, mientras que aquellos que preferían permanecer sentados se entregaban a conversaciones animadas, impregnadas de risas y complicidad, alimentadas por la cerveza y el ambiente festivo.

    En medio de un giro de la danza, sentí la mano de Don Pepe deslizarse sutilmente hacia mis nalgas, un gesto que me heló por un instante, mientras él parecía deleitarse con su osadía. Incómoda, no pude evitar mostrarle mi disgusto, pero él, protegido por la penumbra de las luces de discoteca, no mostraba arrepentimiento alguno, sino más bien una sonrisa pícara que revelaba su satisfacción por haber cruzado límites. Y lo hizo una y otra vez, con una sutil destreza tocaba y apretaba mis nalgas, un electrizante deseo prohibido se encendía dentro de mí, acompañado de una extraña excitación.

    Mis miradas disimuladas eran hacia los vecinos y hacia mi esposo, nadie se percataba de lo que Don Pepe de lo que se atrevía conmigo. Me hallaba como una conejita en la telaraña de un desafío imposible de eludir.

    Cuando las últimas notas de la música se desvanecieron en el aire, Don Pepe, con una solemnidad que me desconcertó, tomó mis manos y me condujo de vuelta hacia mi esposo. En ese momento, me embargaron una mezcla de sorpresa, temor y excitación, como si todas las emociones del universo se agolparan dentro de mí.

    Mi esposo recibió la señal con una sonrisa, ajeno a mi torbellino emocional y a lo que él se había sobrepasado. Traté de unirme a la conversación con el esposo de Daniela, pero era imposible ocultar mi estado alterado.

    Mientras tanto, Don Pepe se retiró con su esposa y se sumergieron en una amable conversación que parecía interminable, mientras las parejas continuaban deleitándose con la música que llenaba el ambiente, envueltas en el éxtasis del bai
    le.

    CONTINUARÁ (SI TE GUSTÓ DAKE UN LIKE Y POR FAVOR COMENTA) GRACIAS.
     
    Salta Montes, 11 May 2024

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    Gracias por compartirla. Excelente relato.
     
    Josephsen, 11 May 2024

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    Gracias @Josephsen . Espero que te haya agradado la historia, sobretodo lo de este capítulo. ¿A qué no te imaginas que sucederá en la siguiente publicación? Hay algunas sorpresitas ardientes. Saludos
     
    Salta Montes, 12 May 2024

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    Pues la secuencia que sigues en verdad siempre sorprende y da giros inesperados. No me extrañaría que luego Daniela confiese algo.
     
    Josephsen, 12 May 2024

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    Hola @Josephsen eres asiduo e inteligente lector, la historia transcurre como un río que da en diferentes direcciones, cargando emociones y sensualidad, constantemente este río encuentra curvas que lo hacen impredecible Si va a la izquierda o va hacia la derecha.

    Daniela es una personaje alegre y extrovertida, le gusta destacar su feminidad con prendas que resalten sus curvas, pero también sabe adaptarse a diferentes situaciones, vistiendo de manera adecuada para cada ocasión. En eventos formales, opta por vestidos sofisticados y bien cortados, mientras que en situaciones más informales elige conjuntos modernos y juveniles que realzan su estilo. Además tiene algo muy importante muy aparte de ser bonita le gusta lucir lo que tiene, es sexi. Tiene una buena conexión con Marta, pero Marta percibe algo más que ella esconde.
     
    Salta Montes, 12 May 2024

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    Un paso mas adelante que tu!!!
    Opino igual algo va sacar del sombrero nuestra guia @Salta Montes, creo se vienen sorpresas, algo esconden esas escaleras y pasillos, que no creo se use solo para conectar ambientes, derrepente trios, aventuras fugases por que no amor correspondido o no entre niñas? infidelidades, un edifico es un infierno chiquito, el espoco no me termina de convenser, algo tiene, algo sabe, lago a hecho.
    Creo la imaginacion y la malicia de "piensa mal y acertaras" aca tiene mucho lugar de accion.
     
    Darth Tyranus, 12 May 2024

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    Ciertamente no será la única llave de Don Pepe. Muchas gracias Cofra Salta Montes por en inmerecido calificativo. El talento debe ser reconocido y en la autora de estos relatos hay mucho.
     
    Josephsen, 13 May 2024

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