Asumio la gerencia general a los 76 y hizo crecer su empresa 80%!

Tema en 'Humanidades (Economía, Derecho, Antropología, etc)' iniciado por electro, 16 Ago 2011.

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    Julieta Calvo: "Es bueno saber que uno no sabe"
    Empezó a trabajar a los 17. A los 21 se casó y no laboró más sino hasta hace cuatro años en que decidió asumir la fábrica que había gestado su esposo y desarrollado su hijo. El sentido común, el buen gusto y la obsesión por los buenos acabados, son sus armas. Ella sabe que se ha ganado el cariño de su gente, pese a que a veces estalla


    Foto: Richard Hirano
    Julieta tenía 21 años cuando con su hermana decidieron visitar La Habana antes de aterrizar en EE.UU. Allá las acogería una tía lejana. Una amiga de esta comprometió a sus hijos para que las lleven a pasear. El menos interesado era Salvador. Cuando la vio, se disculpó por estar en mangas de camisa, pidió que lo esperen, que no se vayan, que regresaba en un minuto. “Se fue a poner la cosa más elegante que uno se ponía en La Habana: una guayabera (ríe); y nos llevaron a El Tropicana… Después de la tercera noche, le dije a mi hermana: ‘Mira, me voy a quedar porque me gusta el de lentes’. ‘Oye, ¿no te has fijado en que los tres usan lentes?’… Y dos meses y medio después, nos casamos”. Era el verano de 1953.

    Salvador había iniciado una fábrica de colchones con su padre y hermano. La hermana de Julieta trabajó allá con él cuatro meses. Ya en Lima acompañó a su padre a tentar un negocio con el gerente general de Sears. Terminaron ella y él hablando de colchones. En el Perú no había entonces quien los fabricara con resortes. Entonces el ejecutivo supo de Salvador. Julieta y su esposo dejaron La Habana en 1955. En Recuay 855, Breña, él abrió su primera planta. La demanda fue tal, que cuatro años después ya operaba en la actual, en el Callao. En 1983, falleció. José, el tercero de sus hijos, justo acababa de graduarse de administrador de empresas en la Universidad de Tulaine (EE.UU.), y asumió la entonces ya reconocida fábrica de colchones Komfort. Hasta entonces, Julieta no había tenido mucho que ver con esta, salvo en el período entre la partida de Salvador y el arribo de José, cuando tuvo que supervisar la culminación de un área de la planta. Todo cambiaría décadas después, el 2005, y aún mucho más el 2007, cuando decidió asumir la gerencia general. Hecho que, según hemos podido comprobar, sus trabajadores agradecen. Detalle adicional: en estos últimos cuatro años con Julieta al timón de Komfort, las ventas han crecido en un 81%. ¿Qué tal?

    Está por cumplir 80 años…
    ¡No pues! Di que todavía tengo 79, si pones 80 van a creer que se trata de una señora con bastón.
    Está bien. Tiene 79, si no solía venir a la fábrica, ¿cómo entender que a partir del 2007 haya asumido el control de la empresa?
    Venía a directorios, veía qué cosa era lo que no dejaba que esto caminara mejor, y quise hacer el cambio. Mi hijo José no estaba muy de acuerdo…

    ¿Qué cambio?
    No queríamos estar en línea económica. Yo he tenido muchas modistas, la última me hizo un vestido por 2.500 dólares. Entonces, yo sé la diferencia entre una buena costura, una mediana y una mala; y quería que todo lo que se hiciera acá fuera como lo que me hacía mi costurera. Además habíamos sufrido un revés, cuando el 2000 quebró en Banco Nuevo Mundo. Yo había puesto mi dinero ahí, y cuando nos hizo falta, sentimos el haberlo perdido, porque hasta entonces cuando surgía alguna necesidad, nosotros mismos la cubríamos.

    Su visión empresarial entonces, pese a no tener más estudios que los hechos décadas atrás en el colegio, se rigió por el sentido común: usted quería dar lo mejor a quien lo pudiera pagar.
    Así es… Si tú ves mis colchones, están hechos cuidando hasta el mínimo detalle para que el que compre -ya sea el colchón más caro o el más económico, porque aquí no hay nada barato- tenga algo bonito para la vista y cómodo para el cuerpo. Pero esa no fue la razón por la que mi hijo dejó la empresa, él se fue porque yo comencé a venir. José dijo: “¿Trabajar contigo? Imposible”.

    ¡Por qué!
    Porque no debo ser fácil, pues… Entonces me dijo: “Voy a buscar mis propios intereses”.

    A ver, pero ¿y por qué se le ocurrió comenzar a venir?
    Porque si ya no tenía mi plata, necesitaba un ingreso. Entonces, dije: “Si vengo a trabajar, voy a poder ganar”. Yo tengo el 68% de las acciones. De esta empresa depende mi ingreso, ¡y no me lo iban a dar estando yo sentada en mi casa! Tenía que merecerlo. Pero, además, lo necesitaba. Esa fue la razón principal para volver.

    De nuevo: pero si su hijo, que es administrador, estaba al frente; y usted hasta entonces había permanecido casi al margen, ¿por qué?
    Porque aquí no tenemos trabajadores fantasma. Si quería ganar un sueldo, tenía que venir; y una vez que vine, me involucré en el negocio. Muchas veces pienso que los estudios me hubiera servido de mucho -lo lamento, pero nunca quise estudiar-, pero de inmediato me puse a trabajar de secretaria. Lo fui durante cuatro o cinco años y, la verdad, pienso que es un mal ‘background’.

    ¿Por qué?
    Porque a uno lo acostumbran a recibir órdenes. Había muy poco de iniciativa. A pesar de que yo demostré que la tenía cuando comencé a preparar los informes mensuales. Trabajé en el Scipa (Servicio Cooperativo Interamericano de Producción de Alimentos) y después en Cerro de Pasco Cooper Corporation.

    ¿A qué edad?
    Entré a los 17, saliendo del colegio; porque mi papá me preguntaba en qué había gastado la propina, y yo no quería decirle que comiendo hot dog con Coca Cola porque él pensaba que el hot dog era dañino para la salud. Entonces dije: “Voy a ganar mi plata para no tener que dar explicaciones”; y al tercer mes de haber terminado el colegio, empecé a trabajar. Entonces las secretarias ejecutivas eran muy bien remuneradas. Tal es así que, dos años después, cuando entré a la Cerro de Pasco, tenía un enamorado que era químico farmacéutico y ganaba 1.500 soles cuando yo ganaba S/.2.500. Él me decía: “No es que tú estés muy bien pagada, soy yo el que está muy mal pagado”.

    ¿Pero cómo si usted no tenía estudios más que escolares?
    ¡Tenía! En lugar de hacer el colegio normal, en tercero decidí seguir media comercial. Yo escribo 80 palabras por minuto, en máquina de escribir; en un teclado de computadora puedo escribir más palabras todavía… Y cuando me percaté de qué se trataban los informes mensuales, yo misma comencé a elaborarlos. Pero cuando llegué a La Habana no me gustó la forma de trabajar de mi esposo. Él era muy desordenado. Mi hermana sí estuvo dispuesta a ayudarlo, y trabajó con él cuatro meses antes de regresar a Lima. Yo trabajaba en una agencia de viajes.

    Y cuando aquí abrió Komfort, nunca trabajaron juntos.
    No. A él no le gustaba mi estilo, pero yo sí le oía hablar de todo. Yo sabía que el alambre tenía diferentes diámetros, sabía el número de resortes que necesitaba tal tipo de cama, que él había comprado una máquina que había costado cien mil dólares pero que no la ponía a trabajar. ¿Sabes por qué? Porque él tenía un amigo con el que había llegado de Cuba, y como este también tenía una de estas máquinas, había decidido no hacerle competencia a su amigo... Mi marido era lo más noble que podía existir sobre la tierra. Cuando Ivcher llegó a instalarse -y empezó de nada-, venía y le pedía alambre prestado. Salvador le mandaba el alambre que entonces él traía importado de Bélgica; y cuando le devolvían, le devolvían ¡lo opuesto!

    Entonces, si bien usted no venía a la planta estaba enterada; pero cuando él fallece y asume su hijo…
    Ya supe menos. José llegó con sus conocimientos y lo manejó todo muy bien, hasta que nos hizo daño la quiebra del banco (Nuevo Mundo). Porque desde cuando estaba vivo mi marido, nosotros no acostumbrábamos a pedirle dinero al banco. Cuando la empresa necesitaba, poníamos de nuestros ahorros. Pero mi hijo me dijo: “¿Cómo vas a poner tu plata? ¿Por qué no pedimos un pagaré? Pon tu dinero de aval”. ¿Y qué pasó? Que terminé debiendo pagar US$450 mil... Eso nos golpeó un poco, y él tuvo que lidiar con los peores años.

    Dejó la empresa el 2005.
    Sí. A partir de entonces tuvimos un gerente interino -a pedido de José-, que hizo muy bien su trabajo, una reestructuración muy buena, pero al año y medio yo dije: “¿Por qué va a venir un ajeno a ganar un sueldazo que yo no gano?”. A ese señor le pagábamos 7.000 dólares. Entré yo y me pagaron US$3.500, no más (ríe).

    ¿No pesó sobre sus hombros la responsabilidad de asumir sabiendo que…
    ¿Que yo no sabía nada? Bueno, ¡pero es muy bueno saber que uno no sabe! Porque empiezas de cero, y vas aprendiendo… El señor Julio Mimbela, por ejemplo, era uno de nuestros vendedores, y en una ocasión vino a decirme que nuestros vendedores no estaban en sus puntos de venta. Entonces yo no estaba contenta con nuestro jefe de Ventas, así que le dije: “¿No quiere venirse a trabajar con nosotros?”. Y así, de ser vendedor en Ripley, el Sr. Mimbela pasó a gerente de Ventas. ¿Por qué? Porque yo creo que se aprende en el lugar, y que muchas veces el que dice que sabe, no necesariamente conoce tanto como quien está en contacto con el cliente: el que ha sido vendedor. Ese ha sido el criterio para escoger a todos quienes colaboran acá, y aprendemos día a día. ¡Todos! Esta es nuestra universidad.

    Aprenden en la cancha.
    De verdad que sí.

    Y su fuerte…
    ¡Es mi sentido común! El ser realista y aprender in situ. Yo estoy muy agradecida por ser muy intuitiva y sensata. Sensata porque sé que tengo una empresa, pero que esta no es para que yo me la meta al bolsillo. Jamás he sacado algo que la empresa no pueda pagar.

    ¿Cuánto ha cambiado su vida desde que ha asumido este reto?
    Ya había comenzado a venir desde que pusieron al señor que reestructuró esto. Él venía unas horas por la mañana y por la tarde, y cuando lo hacía estaba en contacto con la tesorera, con el personal; y viéndolo actuar, durante esos dos años, yo aprendí mucho de él.

    Claro, usted empezó a venir el 2005. Tuvieron que pasar ¡cincuenta años! desde el nacimiento y desarrollo de esta empresa, por eso se lo vuelvo a preguntar: ¿Cuánto ha cambiado su vida desde que ha asumido esto?
    Estoy más feliz. Mis amigas dicen que se levantan y, lo que tiene adelante, son días vacíos. ¿Y yo? ¡Al contrario! Me falta tiempo.

    ¿Y qué tal su vínculo con el personal?
    Mira, tengo la suerte de haber venido vieja, porque ya no era ningún pollito. Entonces, yo creo que tengo el respeto y hasta el cariño. Pese a que a veces me pongo brava… ¡Qué les queda! Además, este es el lugar donde mejor me porto (ríe)… Yo tengo la suerte de que los que trabajan conmigo creen que soy útil (ríe más)… ¡Ah! Y yo estoy en contra de los gastos inútiles. Yo tengo una prótesis de cadera derecha, y me pusieron un chofer. Al tercer mes, dije: “Ya no más”. Y acá: “¡Cómo es posible! ¡Usted lo necesita!”.

    ¿Usted maneja hasta acá?
    Todos los días... A qué voy con esto: yo no quiero ser una piedra para Komfort. Yo quiero ayudar.

    ¿Qué es lo mejor de ser empresaria?
    Sentir el cariño y el respeto de la gente que me rodea, y el placer de saber que cada comprador, cuando se acuesta, piensa en mí (ríe)…

    O sea que todos sus compradores se van con usted a la cama.
    Eso… Quisiera compartir con todos para que me cuenten sobre la gran diferencia que hay entre dormir en cualquier colchón y en un Komfort.

    FICHA
    Nombre: Julieta Calvo Pesso de Salinas.
    Colegios: María Alvarado.
    Estudios: “He hecho cursillos, pero ninguno de administración”.
    Edad: “Voy a cumplir 80 en marzo”.
    Cargo: Gerenta general de Komfort.

    Komfort
    Fábrica de colchones que el marido de Julieta abrió en 1955. Fue proveedor exclusivo de Sears. En 1983 asumió su hijo José y, desde el 2007, ella está al frente.

    Crecimiento
    Tiene 220 empleados, diez puntos de venta propios en Lima y provincias y posee el 22% de las ventas de colchones en las tiendas por departamentos.
     
    electro, 16 Ago 2011

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    En otras sociedades los CEOs de las grandes empresas pasan con holgura los 70 años. En cambio en las sociedades latinas si uno no es el dueño lo mandan a su casa a descansar.

    Mas vale la experiencia de vida, el sentido común que se fortalece. Y es bueno llegar de afuera porque asi se tiene una buena perspectiva inicial de las cosas. A veces cuando llega visita a mi obra mis amigos detectan al toque cosas que se me pasan por estar metido ahi todos los días. Visceversa, cuando voy a las obras de ellos igual me doy cuenta de detalles que mis colegas no ven. Es bueno por eso siempre pedir consejo de personas que no estan involucradas en nuestros proyectos porque a veces sin querer podemos engañarnos.


    Inxs
     
    inxs, 17 Ago 2011

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    Increible la historia de la señora
     
    Kolarov, 18 Ago 2011

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