Poemas Eróticos y Relatos Curiosos

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Hay varios cofrades que tienen el don de escribir muy bien, y tambien otros que no tenemos muy buena pluma pero somos arriolas en potencia, creo este post para ponernos inspirados y escribir relatos cortos eroticones ineditos, de repente se podria premiar con alguna distincion para el mejor relato hasta el fin de año.
En estos momentos no estoy muy inspirado pero en estos dias luego de atenderme con alguna kine me siento a escribir algo, a ver quien da el ejemplo.

 

Aquí les mando un poema que hice hace unos años inspirado en una noche con una amiga kine. Espero que les guste a ustedes, cofrades, y a todas las amigas kines que ya visitan la página. Saludos. Drais

Una mujer ordinaria
Soy una mujer ordinaria,
eso siempre me dices,
Pero cuando nos acostamos,
Y guardo tus sueños,
yo te sueño
De pies a cabeza.
Cierras los ojos,
tus labios se humedecen,
tus pechos se agitan
Tu sexo
espeso bosque,
y tus pies
Alas de mariposa.
Tu duermes
Y yo me encadeno a tí
no te quiero despertar
Me gusta verte dormir
Mi mujer ordinaria

 

Te felicito cofrade drais, buena pluma, yo por mas que trato de escribir algo erotico, no me sale, mañana luego de visitar a una kine ojala me venga la inspiracion.

 

Pero a quien hay que agradecer más es a nuestras amigas kines. Ese poema es la historia de un encuentro, una botella de vino y una noche de primavera. Drais

 

Estimados cofrades:
Aquí les mando un nuevo poema. Espero que les guste.

Saludos

Drais

La vampiresa
Yo soy la mujer de la mirada que provoca/
Yo soy la mujer de la sonrisa perfecta/
Yo soy la mujer de la palabra precisa/
Yo soy la vampiresa.

Me visto como a ti te gusta,
Estoy sola tal como tu deseas/
Y sólo para atraparte/
Con una mirada provocadora/
Con una sonrisa perfecta.

Pero yo no estoy para complacerte/
Sino para beber de tu sangre,/
Para ser por siempre joven y bella/
Y la satisfacción de quién ríe al último…

Tu último abrazo es el que yo te doy/
Yo, epilogo de la vida y de la muerte/
Yo,la vampiresa.

 

Estimados cofrades:
Comparto con ustedes una nueva biografía que seguramente será de su interés. Este personaje es muy rico e interesante porque responde, de muchas formas, las preguntas de un tópico de discusión en el forum: ¿Porqué se convierten en kines? Personalmente, no he resumido esta biografía con ese animo. Si así fuera, estaría juzgando a alguien y una época pretérita.

Sin embargo, quiero destacar la humanidad del personaje para que, en nuestro tiempo y circunstancias, podamos ver más allá de lo evidente. Digo esto porque lo que más me conmueve de la historia de Marie Duplessis es el que haya tomado el nombre de Marie. Hace muchos años atrás una amiga de la catequesis de la universidad dijo que también había que encontrar la humanidad de la Virgen María en las prostitutas. En ese momento estaba próximo al OD y me pareció muy ofensivo. Lo que pasa es que el OD – al que pertenece un ministro del actual régimen – es bastante misógino. Ahora, casi nueve años después de experiencias con toda clase de kines y sauneras, puedo entender a mi amiga. No la puedo explicar pero si entenderla. Les digo con franqueza que me conmueve ver las marcas de martenidad – grandes o pequeñas – en sus abdómenes. Me gusta besarlas pensando no en ellas como objetos sino como sujetos que traen la vida al mundo. El ser humano es incompleto, pero más incompleto en ese aspecto es el hombre. Así que este trabajo lo dedico a todas las muchachas que visitan regularmente esta página. Con todo cariño y respeto, este tiempo y esfuerzo en esta biografía sucinta es para ustedes.

Saludos cordiales,

Drais




La verdadera Dama de las Camelias
Marie Duplessis (1824 – 1847)

Detrás de todo personaje literario, siempre hay una persona que fue su prototipo. Tal es el caso de Marguerite Gautier, la célebre “Dama de las Camelias”, del escritor francés Alexandre Dumas hijo (1824 – 1895).

La inmortal novela de Alexandre Dumas, hijo, se inspiró en la vida de una prostituta parisina con quién mantuvo una corta pero intensa relación amorosa, Rose Alphonsine Plessis.

Rose Alphonsine Plessis nació en St. Germain - de – Claireuille, Normandia, el 15 de enero de 1824. Su abuela paterna había sido prostituta y su abuelo un sacerdote disoluto. Su padre, Marin Plessis, era comerciante ambulante y su madre, Marie Deshayes, una campesina de un origen más respetable. De este desgraciado matrimonio nacieron dos niñas, Rose Alphonsine y Delphine, quienes crecieron en la granja de un pariente materno. Con poca o ninguna educación más allá de los trabajos agrícolas, las hermanas Plessis crecieron en el más completo desamparo. Rose Alphonsine se enamoró a los doce años de un joven mozo de granja y al poco tiempo perdió su virtud. Al enterarse del hecho su tutor, la muchacha pasó a custodia de su padre, quién no dudó en entregarla a un lascivo amigo suyo a cambio de una pequeña suma de dinero. Luego la niña volvió con el padre, quién se desprendió de ella enviándola a París, a la casa de unos parientes lejanos. No transcurrió mucho tiempo para que Rose retomara los malos pasos en el disoluto Barrio Latino, además de trabajar en una taberna, como moza de recados en una corsetería y empleada de una sombrerería. Sus biógrafos cuentan que a los dieciséis años “no era más que una zafia muchacha campesina, de la que decían los aldeanos que había sido vendida a la lujuria de su padre, que tenía mal de ojo. Apenas sabía leer y escribir. A los veinte años, ya se había convertido en una mujer refinada, una árbitro del buen gusto en el frívolo y blasé París: tenía en una casa seis sirvientes; leía a (Víctor ) Hugo, Eugene Sue y (Alfred de) Musset; recibía a la sociedad de París; causaba revuelo en los salones del Faubourg Saint – Germain y arruinaba a los hombres más ricos de Francia”.

¿Cómo se produjo esta sorprendente transformación?

Un domingo cualquiera, a los dieciséis año, Rose acompañó a dos amigas a una excursión campestre fuera de París. Fue entonces que un comerciante la vio y se prendió de ella. Al poco tiempo Rose se convirtió en su amante y vivía cómoda – pero modestamente – en un departamento en la Rue d’Arcard. Una noche fue vista en el teatro por el conde Ferdinand de Monguyon y, de la noche a la mañana, cambió al pequeño burgués que la mantenía por un rico miembro de la nobleza. De manos de Monguyon pasó a las del duque de Guiche – Gramont, con quién tuvo un hijo que el padre dio en adopción. Hubo una época que fue mantenida por un colectivo de siete amantes que disponían de una noche cada uno de ellos para disfrutar de sus favores. El afecto colectivo que sentían hacía ella quedó simbolizado en un lujoso tocador con siete cajones.

En 1844 nada quedaba de la muchacha alocada del Barrio Latino. Rose Plessis se había convertido en Marie Duplessis. Sus biógrafos cuentan que escogió el nombre Marie porque era el nombre de la Virgen y el Duplessis por sonar más aristocrático. Su amante de turno era el conde de Stackelberg, un viejo y rico noble ruso que había sido embajador del Zar ante la corte del rey Luis Felipe de Orleáns. En “La Dama de las Camelias” fue caracterizado en el personaje del anciano duque de Mauriac. La realidad de la relación entre el conde Stackelberg y Marie Duplessis no era la del recuerdo de una hija pérdida, como relata Dumas en la novela, sino la del hombre mayor que tenía una amante mucho más joven que él.

No obstante, Marie Duplessis tenía otros amantes que satisfacían su lado romántico y sensual. Ella era habitué de los más altos círculos sociales de París y se le veía con frecuencia en la Opera y el Jockey Club. Quienes la conocieron la recuerdan como la imagen del ideal de belleza de la época, “alta, delgada, de cabello negro y tez blanca y rosada. Tenía la cabeza pequeña, alargados ojos esmaltados como los de una japonesa, muy resplandecientes y vivos. Sus labios eran de color más rojos que las cerezas, sus dientes los más bonitos del mundo; parecía una figurilla de porcelana de Dresden”.

Su expresión casi virginal causaba asombro pues era público que se dedicaba a la prostitución de alto nivel. Cuando se le preguntaba al respecto, ella ocultaba la cara y respondía: “ ¿Por qué me vendo? Porque el esfuerzo de una muchacha que trabaja jamás me hubiera proporcionado el lujo que tan irresistiblemente anhelo. A pesar de las apariencias, te juro que no soy codiciosa ni corrompida. Quería conocer los refinamientos y los placeres del gusto artístico, la alegría de vivir de una sociedad elegante y cultivada. Siempre he escogido a mis amigos. Y he amado, ¡Oh! Sí, he amado sinceramente, pero nadie ha correspondido jamás a mi amor. Este es el verdadero horror de mi vida. Es malo tener corazón cuando se es cortesana. Se puede morir de eso”.

Además de una vida sin amor, Marie Duplessis vivía otra drama mucho más trágico: la tuberculosis. Detrás de su aparente gusto por la vida elegante, las cenas con gente de mundo, sentía una creciente inutilidad de su existencia. Se consolaba diciéndose a sí misma que su legado iba a ser hacer decente, digno y decoroso el vicio. En cuanto al amor, ella dijo: “¿Con qué estas enamorado de mí? Dilo sin rodeos, es más sencillo.”

Alexandre Dumas hijo conoció a Marie Duplessis en 1842. Dos años después eran amantes y, gracias a ella, logró hacerse de cierto renombre en los círculos literarios lejos de la sombra de su padre. “La Dama de las Camelias” es la versión de Dumas hijo de la intensa pero corta relación que tuvo con Madame Duplessis. Fue su vida, sus gestos tales como el llevar un ramillete de camelias y mordisquear golosinas en su palco del teatro que dieron carácter a Marguerite Gautier.

Entretanto, la tuberculosis de Marie Duplessis empeoró y tuvo que retirarse al campo. Todos los tratamientos fueron inútiles y volvió a su antigua vida. Conoció al músico austriaco Franz Listz cuando éste fue a dar una serie de recitales en la ciudad luz. Fue su último amante. El pianista siempre la recordó con especial cariño: “Fue la primera mujer con la que estuve enamorado. En general no soy partidario de una Marion Delorme o Manon Lescaut. Pero Marie Duplessis era una excepción. Tenía mucho corazón, una viveza de espíritu completamente ideal y la consideró única en su clase. Duma la comprendió muy bien. No tuvo que hacer gran cosa para crearla de nuevo; era la más absoluta encarnación de la feminidad que jamás ha existido”.

Marie Duplessis murió el 3 de febrero de 1847, a la edad de 23 años. Su muerte fue todo un acontecimiento social. Fue enterrada multitudinariamente en Montmartre, su lapida de fino mármol italiano tenía grabada unas camelias. La subasta de sus bienes fue sumamente exitosa, llegándose a pagar fortunas por todo aquello que le hubiera pertenecido a la “Dama de las Camelias”.

Alexandre Dumas hijo empezó a escribir su inmortal novela, elegía dedicada a Marie Duplessis, en agosto del mismo año. Era su historia de amor, idealizada según la moda romántica de la época. La novela no alcanzó el éxito inmediato que esperaba, sino hasta que fue llevada al teatro en 1852. Entre los miles que vieron la obra en su versión teatral estaba el compositor italiano Giussepe Verdi, a quién el tema le inspiró su ópera “La Traviata”, estrenada en Venecia en 1853.

Alexandre Dumas hijo contrajo matrimonio dos veces hasta su muerte en 1895. En su vejez estuvo obsesionado con la maldad de la prostitución y propuso que el Estado se convirtiera en el tutor legal de todas las mujeres solteras sin instrucción ni oficio, y que todas las prostitutas fueran deportadas a las colonias. Sin embargo, muchas de las camelias de su tumba en Monmartre fueron recogidas y puestas en la de Marie Duplessis, “La Dama de las Camelias”, símbolo de una época en que el romance de la vida en una época de la historia marcada por el surgimiento del materialismo en todas sus formas.

 

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La prostituta que quiso ser presidenta de USA
La prostituta que quiso ser presidenta de USA
Victoria Woodhull Martin (1838 – 1927)

Nueva York, 1868. Dos jóvenes y un anciano esperan a la puerta de la mansión del hombre más rico de los Estados Unidos, el comodoro Cornelius Vanderbilt. La mayor de las mujeres se llama Victoria C. Woodhull, tiene 30 años, es atractiva y muy ambiciosa. Su hermana, Tennessee, tiene 22 y es alegre y desprejuiciada. El hombre que las acompaña es su padre, Reuben W. Claffin, sin oficio ni beneficio conocido, pero que en aquella ocasión servía de chaperón a sus hijas, cuya meta no era otra que conquistar al viejo y achacoso millonario, quién también era conocido por su despotismo y su lujuria. La hermana mayor es la capitana de tan arriesgada empresa, pues confiaba ciegamente en la promesa que le había hecho el espíritu del orador griego Demóstenes, que le había augurado un brillante futuro de riqueza y poder. La pequeña comitiva no es recibida de inmediato por el comodoro Vanderbilt, quien era asediado por toda clase de charlatanes que le ofrecían numerosas e inverosímiles curas a sus males. Victoria C. Woodhull se presenta como una médium y sanadora espiritual, y a su hermana Tennessee como curadora magnética, que, con el solo contacto corporal, recuperaba la salud de los enfermos*. La audacia de las hermanas Claffin seduce al tirano que todo Wall Street le temía y, al poco tiempo, la pequeña Tennie se convierte en su amante. Entretanto, Victoria aprende del arte de los negocios de su viejo protector, y con el dinero que éste les facilita, decide abrir la primera agencia bursátil dirigida por mujeres, Woodhull & Claffin cia.

20 de enero de 1870. La casa bursátil Woodhull & Claffin cia abre sus puertas al público. El New York Herald informa a su público sobre el acontecimiento así: “Corre el rumor entre los fracasados y los viejos zorros de Wall Street que en el fondo de este experimento se encuentra Vanderbilt, el zorro más viejo de todos ellos”. Para Victoria C. Woodhull empezaba una larga y escandalosa carrera pública, durante la cual postularía a la presidencia de los Estados Unidos en las elecciones de 1872, cuando aún las norteamericanas – salvo en el territorio de Wyoming – ni siquiera tenían el derecho de sufragio.

Victoria C. Woodhull nació en Homer, Ohio, el 23 de setiembre de 1838. Su numerosa familia era el típico ejemplo de las condiciones de pobreza en las que vivían los colonos en la frontera. Salvo la fe en el espiritismo y la curación de las enfermedades por intermedio de los espíritus, Victoria apenas tuvo educación formal. Cuando tenía 11 años toda la familia tuvo que abandonar su pueblo natal por el fallido intento de estafa al seguro por parte del padre. La familia se instaló en el pueblo de Mount Gilead, donde la madre organizó a toda la familia para la producción de un jugo vegetal para embellecer el cutis. Muchas décadas después, cuando Victoria ya estaba casada con un rico banquero británico, sus detractores – entre los que se encontraba su ex – amante el periodista T. Tilton – acusó a las hermanas Claffin de haber ejercido, al mismo tiempo, la adivinación y la prostitución. Victoria siempre tuvo cuidado de mezclar ambos asuntos, y gastó una fortuna para borrar esos episodios de su vida, sin mucho éxito.

Victoria Claffin se casó con el doctor Canning Woodhull en 1853. Fue un matrimonio desgraciado, pues mientras el doctor buscaba llevar una vida respetable, pero la inquieta joven quería la fama y la gloria. Así, Victoria arrastró a la ruina a su marido, de quién se divorció acusándole de infidelidad, para luego casarse con su amante, el coronel James Blood, un veterano de la Guerra Civil. Así, en compañía de su amante, su hermana y su nutrida familia, la familia se mudó a la costa este, donde Vickie y Tennie se dedicaron profesionalmente al espiritismo y las terapias alternativas, muy en boga en aquel entonces. Cabe anotar que – al igual que el mundo del teatro – la profesión de médium no era respetable, pues muchas veces era fachada para el ejercicio de la prostitución2 . Durante una sesión en Pittsburg, el espíritu de Demóstenes apareció a la señora Woodhull y le dijo que fuera a Nueva York, donde le esperaba su destino.

1872. A medida que se alejaban las preocupaciones económicas, Victoria Woodhull tomó interés en la política. Era presidente de los Estados Unidos el general Ulises S. Grant, un alcohólico cuyos dos mandatos (1868 – 1872, 1872 – 1876) fueron la cúspide de la corrupción en los Estados Unidos de América. Victoria Woodhull no tenía ideales políticos definidos, salvo una natural simpatía – de genero, por supuesto – hacia las primeras sufragistas, que luchaban por el voto de la mujer. Fueron el coronel Blood y el excéntrico filósofo Stephen P. Andrews quienes le dieron un norte socialista y libertario a la inquietud política de Victoria. Para difundir esa plataforma política fundó un periódico, el Woodhull & Claffin Weekly, en el que se defendía el amor libre, el control de la natalidad, la legalización de la prostitución, el divorcio y la educación sexual en las escuelas, sobre todo de las niñas. Este periódico fue el primero en publicar en su integridad el “Manifiesto Comunista”, de Karl Marx, íntegramente en los Estados Unidos.

Victoria Woodhull se caracterizó por ser una mujer decidida, así que no dudo en actuar además de hablar en público. Muchas veces fue arrestada con su hermana por desacato a las leyes que limitaban a las mujeres. Así, por ejemplo, las hermanas Claffin fueron solas a un restaurante de noche, los mozos se negaron a atenderlas a menos que tuvieran compañía masculina y no dudaron en traer a un cochero de la calle para que cenara con ellas. Al mismo tiempo, trataba de limpiar su imagen para hacerse popular entre las sufragistas, que el 11 de enero la proclamaron su líder. Fue un triunfo pasajero, pues el fantasma de su poca respetabilidad la persiguió toda su vida. Poco tiempo después de aquel triunfo, Victoria Woodhull era denunciada ante el publico por inmoral, por convivir bajo el mismo techo con marido y su ex – marido. Ella respondió con una cerrada y aguda defensa del amor libre, además de una diatriba contra la corrupción a la que el hombre había sumido la relación sexual, poniendo como ejemplo el caso de un respetado predicador que tenía como amante a una de sus feligresas. Esta denuncia tuvo repercusión nacional y casi la hundió por completo. Su discurso, propio de las feministas radicales de un siglo después, no encajaba en un país donde, en sus propias palabras, “la hipocresía era el tributo que pagaba el vicio a la virtud”. No sorprende, pues, que sus opiniones, aunque compartidas por muchos en USA, no le permitieran ganar un solo voto estatal en las elecciones de 1872. Sobre su derrota electoral, ella declaró: “ Si Jesucristo hubiera sido el oponente de este hombre (Grant), también habría sido derrotado”.

En 1877 muere el viejo comodoro Vanderbilt y su heredero, William, entrega a las hermanas Clafflin una generosa suma de dinero por atestiguar a favor suyo en el juicio de impugnación de testamento iniciado por sus hermanas. La única condición que tenían que cumplir era exiliarse de los Estados Unidos. Así lo hicieron y se establecieron en Inglaterra, donde se casaron con acaudalados hombres de negocios. Ambas mujeres volvieron muchas veces a los Estados Unidos, una para intentar limpiar su nombre y otra, en su feliz inconsciencia, para fundar una red de casas para prostitutas reformadas en el sur. Victoria Woodhull Martín adquirió para los Estados Unidos el hogar ancestral de George Washington en 1914. Tennessee murió en 1923, dejando sola a Victoria. Cuatro años después moría Victoria en su mansión campestre, parte de la cual había sido dedicada a la enseñanza de agricultura y otros oficios a muchachas pobres. Su hija Zulú Maud murió en 1940, legando su fortuna al Royal Institute, para investigaciones eugenésicas.

El legado histórico de Victoria Woodhull Martín es controvertido. En su obituario se recordaba la adquisición de la casa de la familia Washington en Inglaterra, su apoyo económico a los primeros vuelos transatlánticos y que fue, en 1872, candidata a la presidencia de los Estados Unidos. Para aquel momento tanto norteamericanas como británicas votaban, usaban faldas cortas y disponían de los primeros medios anticonceptivos modernos. Los más críticos, que recordaban su pasado, dijeron que debían colgar su cadáver y, en el lugar de la horca, hacerle un monumento. Hoy en día, en un mundo donde el desafío se ha convertido en pose – sino léase la columna de la periodista Jennifer Llanos en la revista Somos de “El Comercio” – vale la pena recordar a personajes como Victoria Woodhull Martín, prostituta y adivina, abogada del amor libre.

Notas de pie de página
* Esta creencia era muy antigua y databa de la Edad Media. A fines del siglo XVIII, una jovencita inglesa, Emma Lyon, que posteriormente se convertiría en la amada del gran héroe naval inglés Lord Nelson, ejercía este oficio en el consultorio de un médico charlatán en Londres.


2 Este fenómeno estaba ampliamente extendido en Europa y los Estados Unidos, pero no en nuestro medio. La información que se tenía al respecto provenía de los cablegramas de los periódicos europeos y norteamericanos.