Un encuentro con mi vieja amiga gotica

Era un martes cualquiera, sumido en la rutina de la oficina, cuando un mensaje inesperado iluminó la pantalla de mi celular. Julia, una vieja amiga a quien no veía hacía un par de años, me escribía con un simple pero provocador: “Hola, ingrato. ¿Qué es de tu vida?”. Bastó leer esas palabras para recordar nuestros encuentros furtivos, y supe de inmediato hacia dónde se dirigía aquella conversación.
Sonreí y, con un toque de nostalgia, respondí con una frase que solo ella entendería: “¿Te parece si lo conversamos en la reunión financiera, este jueves a las 3 p.m.?” Dudé por un segundo, esperando que quizá soltara una carcajada al recordar nuestras escapadas de antaño en horario de oficina. Pero en lugar de eso, su respuesta llegó precisa y certera: “Listo. En la sucursal de Lince a la hora pactada”.
Sabía que aquella cita nos llevaría mucho más allá de una simple conversación.

 

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