Follé con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 11)

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Felipe Vallejo, 26 Nov 2020.

    Felipe Vallejo

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    Capítulo XI: Karma o Karla

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    Al otro día, todos desayunamos al tiempo. Majo seguía un poco delicada por lo del día anterior, evitaba mirar a la cara a la mayor de sus hermanas. Yo hablaba con ella, con Karla, como si nada hubiera pasado y ella respondía del mismo modo. Karla guardaba bastante compostura, y yo de verdad no entendía porque Majo era tan susceptible frente a este tipo de situaciones; si al final de cuentas era obvio para su familia que nosotros deberíamos tener sexo.

    Y fue así que empezó un día tortuoso, un calvario, un día de . Con toda su familia pasamos casi todo el día en la playa. Cuando empezó a caer la noche, invité a Majo a comer en un restaurante en el centro de la ciudad. Luego de eso dimos un paseo en un coche antiguo y finalizamos con un paseo por el muelle. Busqué pasar un momento romántico con Majo, a ver si esto podía tranquilizarla, pero lo único que obtuve fue unos besitos, abrazos, caricias, pero ni la más mínima insinuación sexual.

    Volvimos a la cabaña y nos fuimos a dormir. Yo me sentía algo molesto y pensé que se me pasaría durmiendo. Parecía que iba a ser una noche cualquiera pero en plena madrugada mi sueño se vio interrumpido por algo que ni si quiera había imaginado y que me iba a costar trabajo creer.

    Karla estaba arrodillada junto a la cama, estaba chupándome el pene mientras dormía. De inmediato la aparté con las manos, susurrando le pedí que parara y se fuera a su cuarto. Majo estaba durmiendo junto a mí, arropada con la sábana, dormía plácida, muy profunda, hasta ese momento no había visto nada. Le insistí a Karla, le rogaba que se fuera, pero era terca, obstinada; estaba dispuesta a continuar con lo que hacía, es más, ni siquiera disminuía el volumen de su voz al hablar. No le importaba si Majo, Esperanza o su novio despertaban. Como vi que estaba decidida a continuar, que no habría nada que la detuviera; y yo no quería armar un escándalo, me levanté y salí junto a ella del cuarto. Apenas cerramos la puerta, volví a pedirle que se marchara a su cuarto, no quería más problemas con Majo. Pero mientras yo hablaba, Karla no hacia otra cosa que besarme por el cuello. Me agarraba las manos para que se las pasara sobre sus senos y su culo.

    Karla era la mayor de este grupo de hermanas, aunque no por ello había ido a menos. Era alta, su piel era blanca y muy suave; su pelo era negro, liso y muy largo. Sus piernas tenían muy buena forma y volumen, su culo también era grande; de hecho no le hacía falta carne en ninguna parte de su cuerpo. Era una mujer de unos 32 años aproximadamente. Sus senos no eran pequeños, tampoco muy grandes; de un tamaño medio y bastante paraditos. Su cuerpo era fenomenal, una exquisitez, pero lo que más me gustaba de ella era su cara. A simple vista un rostro normal, uno que no ameritaba salir en la tapa de una revista, pero al fin y al cabo un rostro destinado a mostrar gestos de placer.

    No les puedo negar que la situación me tenía caliente, más contemplando que Majo no había querido terminar de follar conmigo la noche anterior, ni hacerlo durante ese día. Pero yo sabía que debía resistirme; hace un buen tiempo que había pasado lo de sus hermanas y lo de su madre y, durante ese tiempo, no había dejado de taladrar en mi cabeza la sensación de culpa que eso me había generado. Aun así Karla no se detenía, no escuchaba razones. Me decía que desde la noche anterior, cuando nos había sorprendido a Majo y a mí, le había empezado un incesante deseo de follar conmigo. Al ver que no había forma alguna de disuadir a Karla, le dije que cedería a su pedido, pero con una condición. Alejarnos de allí.

    “Lo más lejos que estoy dispuesta a ir es al balcón”. Me parecía una locura pero igual conservaba la ilusión de que, al ser un lugar abierto, era propicio para hacer que el ruido se disipara con rapidez.
    El balcón de esa casa quedaba justo detrás del cuarto donde dormían los padres de Majo. Ya sabiendo lo inminente, sabiendo que iba a follar con Karla, la más buena y linda mujer de esta familia, pensaba en todo lo que le iba a hacer. Pero al llegar al balcón me decepcioné. Karla se apoyó sobre la baranda del balcón, bajó sus pantalones y su tanga hasta la mitad de sus piernas, volteó su cara y se quedó mirándome como invitándome a que la penetrara. Me acerqué a ella y me agaché para devolverle el favor que me había hecho hace unos minutos en la habitación, pero no quiso. Solo quería que la penetrara. Así lo hice, sin ningún tipo de asco o de piedad, tampoco hubo tiempo para ir despacio.
    Karla era una mujer de las que siempre piden más y más. Yo la complacía, la follaba mientras la baranda temblaba soportando nuestro peso, parecía que a Karla no le importaba nada, esta mujer no gemía, gritaba. Al oírla yo mermaba la intensidad con que la penetraba, pero inmediatamente ella pedía para que le penetrara con vehemencia. Karla era una adicta al sexo con rudeza.
    No sabía qué hacer, no podía cogerla tranquilo porque sabía que era inminente que con esa forma de gritar nos iban a descubrir tarde o temprano. Y así sucedió.

    Mientras dejaba perder mi pene en las profundidades de esta caliente y recorrida concha, Mariajosé salió al balcón. Se quedó mirándonos, luego se acercó y nos increpó, “¿qué creen que están haciendo?”.

    Yo le decía desesperadamente que no era lo que ella imaginaba, claro está, que por más que yo inventara lo que inventara, era imposible negar lo que había visto. Cuando todo parecía irse al demonio, cuando se volteaba para ir por Majo y dejarme en evidencia, Karla intercedió. “¿No sé cuál es el problema?... igual también te lo tiraste mamá, ¿o lo vas a negar?, me di cuenta el día que tomamos junto a la piscina, la forma en que se miraban los delató. Si quieres vas y le cuentas a Majo, pero entonces también se va a enterar de que tú también has sido parte de esto”.

    La caliente, y en ese momento enfurecida, señora permaneció en silencio. Se quedó allí, como supervisando lo que hacíamos. Yo estaba bastante nervioso, no podía concentrarme en follar a Karla; la presencia Mariajosé en ese lugar era insoportable. Karla se separó de mí, se dio la vuelta y empezó a darme una mamada para reavivar mi excitación. Paró de momento para decirle a su madre si quería unirse, “a ver si este chico termina su trabajo…”, dijo la pícara hermana mayor.

    Pero allí seguía, Mariajosé. Perpleja, estática, mirándonos con furia por lo que hacíamos. Mientras tanto Karla alteraba su boca con su mano, el resultado fue una tremenda descarga sobre sus bellos senos. Apenas esto ocurrió, miraba a su madre y reía. Yo, mientras tanto, miraba con cara de arrepentimiento a la enojada madre de mi novia. Luego Karla limpió su pecho, se puso de pie, subió su pantalón y se fue caminando lentamente y justo cuando pasó al lado de su madre le dijo, “ahí te lo dejo…no sé, digo nada más por si te quedaste con las ganas”.

    Capítulo XII: La calma previa a la tormenta

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    Estando solo los dos en el balcón, me acerqué a Mariajosé, ella aún lucía enojada. Por mi cabeza jamás pasó la idea de cumplir con la sugerencia de Karla, solo quería contarle mi versión de lo que había pasado para contrarrestar lo que había visto. Cuando me disponía a explicarle que lo ocurrido con Karla había sido prácticamente una obligación, ella me interrumpió y sin titubear me dijo, “disfruta de los días que vas a compartir acá con Majo, porque apenas termine este paseo quiero que te alejes de ella. No quiero verla ni un día más junto a ti. Y si tengo que confesarle que hasta yo he sido partícipe de esto, lo haré”...
     
    Felipe Vallejo, 26 Nov 2020

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