No lo leas

Estaba en un paradero la panamericana cuando la vi. Tenía un escote que cubría a duras penas sus tetas enormes. Su falda apenas podía disimular su tremendo culo. Sus tatuajes llamaban la atención. Me pareció una de esas kines que se van a trabajar. A unos metros de distancia estaba su caficho. Vigilante para que ella no hiciera algún movimiento en falso. Todos subimos al bus, me fui al fondo, y me senté, y de pronto noté que ella se sentó delante de mi con su caficho al lado. Pasó como media hora y él se durmió. Tenía pinta de choro. Ella me miró y susurró su nombre y me dictó su número.

Su mirada era el sueño erótico de todos los pajeros de esta ciudad. Tengo el número en mis manos. Lo regalaré. Ya he probado suficientes lobas. Haré una donación a la comunidad.