Wilber, chófer de la 22 (Callao - Sta. Anita)

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Antes de la pandemia, chambeaba en un local de lencería en el Mall de Santa Anita. No ganaba mucho, pero me permitía comprarle algo a mis hijos y darme un gustito de vez en cuándo.
Todas las mañanas, a las ocho en punto, tomaba la 22 en el Jirón Bolognesi y me bajaba en la Carretera Central. A la tarde, cuándo salía, lo mismo pero al revés. Así todos los días. Esa rutina me permitió conocer a uno de los choferes, Wilber, no fue el primero que intentó hablarme, pero sí con el que mejor vibra hubo.
Con el tiempo ya no me cobraba pasaje y hasta me reservaba el asiento de adelante de la cúster. Pero no crean que fue algo inmediato, para nada, llevó su tiempo. Desde que nos dijimos los nombres, hasta que cachamos, debió pasar cerca de un año.
Generalmente manejaba él sólo, aunque a veces venía como cobradora su mujer, entonces ahí sí, tenía que pagar los tres soles hasta Santa Anita, y sentarme en algún otro lugar, ya que ella ocupaba el asiento delantero. En esas ocasiones no nos hablábamos, apenas una mirada y una sonrisa por los espejos, lo que le agregaba más morbo a nuestra incipiente relación.
Mi hora de salida era a las tres, así que tres y quince ya estaba en el paradero. A esa hora, él ya venía de vuelta para el Callao, por lo que solía esperarlo. Una tarde veo que viene vacío. Le pregunto que le pasó y me dice que viene fuera de servicio. Ah, entonces me tomo el de atrás, le digo. Pero antes de que llegue a bajarme, me dice que me invita a tomar unas chelas. Hace rato que venía esperando que me invite a tomar o a comer algo, ya era tiempo, por lo que cuándo me hizo la propuesta, le dije que sí de inmediato.
Fuimos hasta la avenida Circunvalación, en dónde deja la cúster estacionada en una calle lateral. Nos bajamos, y como si fuera algo premeditado, mientras caminamos con dirección a Canadá, nos tomamos de las manos.
Miramos sobre la avenida algún lugar para entrar a tomar algo, pero entonces los dos nos fijamos, al mismo tiempo, en el hostal de la esquina, el que está sobre Inkafarma. Me mira como preguntándome, y sin necesidad de palabras, le digo que sí con un gesto. Así que entramos.
En la recepción compra una cerveza, y ya en la habitación brindamos por nosotros y ese momento. El beso que nos dimos fue el desenlace lógico y previsible de todo lo que nos veníamos guardando desde hace tiempo, desde la primera vez que cruzamos más de una palabra...

Continúa...

 

Buen comienzo, no te animas a encontrarte con alguno de los foristas de este foro, y luego cuelgas la historia en este tread. Intenta animarte que dices.

 

Bienvenida Estefany35, interesante tu relato, continua.....saludos

 

Que buenas historia, continúa porfa

 

Buen relato espero continúes pronto

 

.... Las manos del chófer van a mis pechos con la misma urgencia que las mías a su paquete. Sin dejar de besarnos, le abro la bragueta, manoteándole ansiosa el pincho. Me inclino para besárselo, pero entonces se levanta y bajándose el pantalón y el calzoncillo, me lo ofrece en todo su esplendor.
Me someto de rodillas ante él. Le beso los huevos y le paso la lengua de abajo hacia arriba, sintiendo en todo momento esa tensión y energía que me atrae sin que pueda hacer nada para resistirme.
Me lo meto en la boca y se lo chupo con avidez, mientras él me agarra de los pelos y me lo entierra hasta el fondo de la garganta, arrancándome unos sonidos ahogados y guturales.
Tiene una verga preciosa, muy chupable, de esas que te pasarías horas mamando, surcada por un entramado de venas que parecen encauzar toda su fuerza vital a ese punto específico de su anatomía.
Me saco la ropa, y echándome de espalda en la cama, le entrego, ahora yo, mi intimidad para que la saboree a su antojo.
La forma en que me chupa, me deja pedaleando en el aire. Se nota su experiencia en tal ámbito, ya que sabe dónde tocar para que el placer sea más intenso.
Dejándome la concha hecha una sopa, se pone un condón, se me echa encima y me la mete toda de un solo envión.
Wilber sabe que no estoy ahí para hacer de enamorada o noviecita, que lo que quiero es que me rompa a pingazos, así que me embiste con todo, haciendo rebotar una y otra vez la cabecera de la cama contra la pared.
Cuándo estoy en un telo, soy de gritar, no me contengo ni cohibo, así que cada ensarte va acompañado de unos quejidos más que expresivos.
Sin pausa alguna me da la vuelta y me embiste desde atrás, en cuatro, asestándome una fuerte nalgada cada vez que me la manda bien adentro.
Estoy tan arrecha que me retuerzo las tetas, tratando de canalizar esa pulsión que me tiene de rehén desde hace rato.
Se hunde en mí hasta los pelos, grueso, hinchado, embrutecido, galopándome con un frenesí desbocado.
Me gusta que me cachen así, duro, brutal, cómo a una puta que se levantó en la zona roja.
Dejándomela adentro, me agarra de los pelos, me levanta y manteniéndome bien entubada, me pone contra la pared, castigándome con mucho más brío todavía. Me desquicia, me enloquece, a pura clavada.
-¡Que rica cachera resultaste...!- me dice sin dejar de bombearme, pasándome la lengua por el cuello.
-¡Tú me pones así con esa pinga que te mandas...!- le devuelvo, parando más la cola, dejándome taladrar hasta dónde el cuerpo me aguante.
Me vuelve a agarrar del pelo, y me revolea sobre la cama. Caigo de espalda, las piernas abiertas, la brecha dilatada y enrojecida. Se echa encima mío y me chupa las tetas, retorciéndome los pezones con los dientes. Lo levanto y lo beso en la boca, enredando mi lengua con la suya.
-¡Cachame... hazme tuya de nuevo!- le pido casi en un delirio orgásmico.
No tengo que insistirle, me penetra, mandándome todo el pincho bien hasta el fondo, y me vuelve a loquear con esas bombeadas que parecen licuarse en mi interior.
Acabamos juntos, escandalosamente, cómo si compitiéramos para ver quién grita más.
Luego del polvo, nos terminamos la cerveza, nos duchamos juntos, y volvemos a la Cúster. Cómo buen caballero me acerca hasta a mi casa, aunque luego tiene que darse la vuelta y volverse a Santa Anita.
Esa fue mi primera experiencia con Wilber, el chófer de la línea 22...

 

Asu que rico.... Espero concretar algo contigo

 

Para mí si debería concretar con alguno de lo cofras de Lima y suban la experiencia

 

Excelente relato , que deja mucho a la imaginación de cada uno.

 

Me encantó este relato en fondo y forma, se me escapó varias gotas imaginando esas escenas, excelente, eso me gusta de estos relatos cuando lo hace una mujer, que no está con webadas que ay no me critiquen que soy una dama, simple y conciso.

 

excelente relato, corto y muy bueno

 

Saludos cofra, pero esa dama a la que te refieres te respondio, pero nunca le respondiste. Creo que ya desaparecio del foro, porque solo tenía una historia, le salieron muchos defensores, seguro querían una oportunidad con ella. Cómo muchas aves de paso desaparecio, pero en mi opinión pudiste responderle. Saludos.

 

Muy buen relato, como dicen los cofrades, deberías de animarte a salir con alguno de este grupo, y cuentes la experiencia, si te animas, aquí te estamos esperando. Y continúa con tus experiencias me han imaginarme cogiendote

 

Cómo todos los sábados, salí a hacer las compras. Estaba parada en la Plaza de Armas esperando para cruzar al Mercado, cuándo se para frente a mí una custer de la línea 22. Le hago señas para decirle que no voy a subir, que yo no lo paré, cuándo veo que el chófer se asoma y me saluda. Era Wilber, con quién había tenido una aventura poco tiempo antes de la pandemia.
Siempre tomaba su carro cuándo iba a trabajar, pero con la cuarentena perdimos el contacto. Tenía pocos pasajeros, así que se baja y me saluda con un beso. Yo me sentía avergonzada, porque todos nos miraban, no solo los que estaban arriba del vehículo, sino también los transeúntes y los de los autos que le tocaban el claxon para que avance.
Me pregunta que cuando podemos vernos, que le pase mi celular para arreglar algo. Nunca doy mi número, porque aunque te juran y perjuran que no te van a llamar, te terminan llamando.
Ese sábado mis hijos estaban en lo de los abuelos y mi marido tenía una juntada con su promo, así que estaba libre. Cuándo se lo digo se le ilumina la mirada.
-¿Que te parece a las cinco? A esa hora ya estoy de vuelta- me sugiere.
-Perfecto. Te espero en éste mismo lugar- le digo.
Se despide con otro beso y se sube al bus para seguir con su recorrido.
Hago las compras, vuelvo a casa, preparo el almuerzo, y después de que mi marido sale, me cambio y me arreglo.
Unos minutos antes de las cinco, ya estoy en la Plaza de Armas, sentada en una de las bancas, esperando a mi cita. Cuándo lo veo venir, con el letrero de ”Fuera de servicio" en la luna delantera, me levanto y me acerco a la pista. Se detiene y abre la puerta.
-¿Sube señora?- me pregunta haciéndose el chistoso.
-Claro que sí, caballero- le digo, a la vez que me trepo a la unidad.
Justo en ese momento una señora quiere subirse también, creyendo que está en servicio, pero le cierra la puerta en la cara. La mujer le reclama golpeando el vidrio.
-Tome el de atrás, señora...- le grita por la ventanilla y arranca, mientras los dos nos reímos por la cara que pone la vieja.
Tomamos unas chelas, un poco de licor y tras ponernos al día, vamos a un hostal. Desde el local en el que estuvimos tomando, vamos abrazados, como una pareja de enamorados, mi brazo en su cintura y el suyo sobre mi hombro.
Me gusta ese reencuentro, y así se lo hago saber cuándo estamos en la habitación y nos besamos. No con piquitos ni con besos cortos y rápidos, sino con unos chupones largos, jugosos, apasionados.
Ya está con el pincho parado, le acaricio el bulto por encima del pantalón, mientras él me aprieta bien rico las nalgas.
Se calatea y se tumba de espaldas en la cama, ofreciéndome su tentadora erección. Le hago un striptease mientras se la menea. Desnuda me subo a la cama, se la agarro y ahora soy yo la que se la sacude, mientras le paso la lengua por todo el glande.
Mmmmm...!!! Me encanta saborear su humedad. Se la chupo con todas mis ganas, reconociendo aquella verga que me hizo pasar tan buen momento en un hostal de la avenida Canadá. Ahora estábamos en uno de mi distrito, Magdalena, a pocas cuadras de mi casa. No sé, como que eso le agregaba más morbo al asunto.
Me monto encima suyo y me empiezo a mover, imparable hasta que tengo un orgasmo, recién ahí me detengo, disfrutando esa sensación maravillosa, mientras me manosea y aprieta los pechos.
En medio de mi goce, baja las manos, me sujeta de las nalgas y me empieza a bombear desde abajo. Me mojo de nuevo, arqueando la espalda y soltando una profusa exhalación de suspiros, con la cabeza echada hacia atrás.
Cuándo me recupero, me empiezo a mover de nuevo, de cuclillas ahora, subiendo y bajando con toda mi energía, haciendo que su verga entre y salga en su totalidad. Apoyada en sus brazos veía como los huevos PAP PAP PAP chocaban una y otra vez contra mi vagina.
Me levanto, le saco el condón, que está todo mojado, no solo por dentro, con sus fluidos, sino también por fuera, con los míos, y se la vuelvo a chupar. La tiene durísima, con las venas bien marcadas, y doblada en esa forma que me resulta tan incitante.
-Esta vez quiero que me la metas también por atrás- le digo, poniéndome en cuatro y levantando bien las nalgas.
Se pone otro preservativo, se coloca de rodillas tras de mí, y luego de bombearme bien la concha, me empieza a puntear el culito. Tiene que hacer fuerza, ya que como hace tiempo que no lo utilizaba, lo tenía cerradito. Así que tiene que lubricar e insistir para conseguir su premio. Y vaya si lo consigue, cuándo ante tanta insistencia, el esfinter cede de pronto y toda su verga se hunde en mí con un solo envión. Y cuando digo toda, es toda, ah...
Suelto un grito al sentir como me rompe el culo, y muchos más cuándo me empieza a culear, aunque de a poco el dolor inicial se va diluyendo para ser reemplazado por un placer incomparable.
Está tan arrecho mi amigo Wilber, que tras unas cuántas metidas, acaba en medio de un rugido casi animal.
-Eres una bestia...- le digo cuándo se derrumba exhausto a un lado, lo que aprovecho para sacarle el condón y chuparle el pincho, todo impregnado de semen.
No es el final, solo una pausa, así que pedimos una botella de licor a la habitación, para seguir brindando. Mientras tomamos, se le pone dura de nuevo.
Deja el vaso y se echa encima mío. Me abre las piernas y me chupa la vagina. Lo hace con unos lengüetazos bien profundos, de esos que parece que te lamieran hasta el útero. Me chupetea el clítoris, que parece ya un dedo pulgar de tan arrecha que estoy.
No es que Wilber me excitara particularmente, es un hombre de lo más común, tan simple y vulgar como cualquiera, lo que de verdad me daba morbo era estar en un telo con el chófer de un bus.
Luego de dejarme la conchita toda babeada, se pone un preservativo y me penetra. Estoy de espalda, con él encima, así lo rodeo con brazos y piernas, reteniéndolo contra mi cuerpo, sintiendo su hombría hundirse una y otra vez en mi sexo.
Nos besamos, nos mordemos los labios, nos chupamos las lenguas, en un momento hasta me escupe dentro de la boca. Estamos tan excitados que todo está permitido.
Se levanta y me pone de costado. Estuvimos juntos hace como tres años, quién sabe cuándo volveremos a vernos de nuevo, así que me lo quiere hacer en todas las poses posibles. Es lo que les pasa a algunos, se creen actores porno. Yo le sigo el juego encantada.
Ansiosa por sacarle también el máximo provecho a esa dureza, me levanto de la cama, y apoyando las manos en la pared, quiebro la cintura, ofreciéndole toda mi retaguardia. Viene hacía mí, se escupe los dedos y me los mete en el culo, para volver a dilatarme. Y cuando supone que ya está lo suficientemente abierto, me empieza a culear así, de parados, haciéndome tener un orgasmo que ésta vez me líquida.
Caigo en la cama rendida, exhausta, desfallecida. Lo veo a Wilber ir al baño, sacarse el condón rebosante de semen, tirarlo en el tacho, orinar y sacudírsela con energía. Me resulta una vista encantadora.
-¡Me mataste huevón...!- le digo cuando vuelve conmigo.
-Este potito estaba con hambre...- me dice, acariciándome y metiéndome un dedo que provoca que una corriente eléctrica me recorra la espina dorsal.
Salimos del hostal, lo acompaño hasta dónde dejó la custer, y nos despedimos hasta la próxima, prometiéndonos que ésta vez no dejaríamos pasar tanto tiempo para volver a vernos.

 

Delicioso reencuentro el que tuvo Estefany, suertudo el hombre que goce del morbo y sensualidad que usted despliega... estoy seguro que siempre será con trampas. Pues con su marido estoy también seguro de que no disfruta de esa manera...
espero usted pueda relatar pronto máa excitantes experiencias, saludos.

 

Buen relato, directo y sin rodeos, tanto que se puede percibir en el aire, el morbo, el olor a sexo del momento...eso es disfrutar de la sexualidad y gracias por compartirlo en la comunidad !

 

Estefany35, que buena continuación, recontra inesperado el encuentro. Creo que así siempre se disfruta más.
Saludos,

 

buen relato se nota un mujer que sabe lo que hace y donde se mete, por curiosidad siempre lo hace de esa manera busca una victima ?? leo tambien que le gusta el morbo del hombre que la posee, como cuales son sus preferencias? gracias

 

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Ufff muy delicioso ese remember steffy