Una de venecas

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por Beyonder, 9 May 2023.

    Beyonder

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    Cofradía lectora, les comparto esta historia que tuvo lugar el año pasado o a fines del 2021, no recuerdo bien. He encontrado unas cosas que creía perdidas que dan pie a enriquecer los relatos, así que tal vez los esté molestando con más entregas de otras historias. Espero que lo disfruten.

    Todo hombre tiene una parte ficción en su propia historia. En esta, mi nombre es Santiago y la realidad se mezcla con la teatralización, todo lo necesario para ocultar identidades y todo lo conveniente para que valga la pena ser leída.

    No son pocas las veces que ciertos dichos o refranes resumen bien la situación en la que uno se encuentra. Con el paso de los años, quiero pensar, la experiencia recogida alimenta cierta percepción de las cosas que solemos llamar sabiduría y en la medida que somos -o nos consideramos- más sabios entendemos y abordamos mejor las situaciones de la vida. En este caso, mi sabiduría fue tan limitada como la racha de Alianza en la Libertadores y solo alcanzó para razonar que mi situación desventajosa se podría resumir en el dicho “dar por sentado”.

    Entenderán, cofradía lectora, que dentro de los estragos que el tiempo hace en el carácter está el aburguesamiento, uno se aburguesa con la edad y lo que un inicio valora como novedad se va convirtiendo en costumbre, en un hábito que se aprecia por su carácter estable. Es así que cuando tienes lo que llamaré “una amante oficial” das por sentado muchas cosas; como que tienes una candidata fija para pasar una tarde de domingo, una pareja inmediata para salir en grupo o asistir a un evento, alguien a quien acudir para revelar las flaquezas de tu alma y lo más importante: un polvo fijo.

    Al tener un polvo fijo -sabrán entenderme- se adormeció mi instinto de acecho, disminuyó mi estímulo por la sorpresa y el sexo se incorporó a una rutina de familiaridad. Estaba, entonces, sumido en una relación con una dinámica en la que íbamos a comer algo y luego a tirar sin que hubiera la necesidad de especificarlo; lo cual me hacía menospreciar las otras oportunidades de desfogue sexual.

    En esas estaba cuando la conversación con un colega del trabajo se pone interesante

    -Hey compare, ¿ubicas a Esther de servicios generales?
    -La secretaria de servicios generales -le respondí a mi amigo- sí, la veneca. ¿Qué hay con ella?
    -La vieron en el cuarto de archivo, gimiendo en la parte de más al fondo, a la hora a la que solo está Adrián.
    -¿Adrián el archivero? No te creo, además, ¿quién los vería a esas horas?
    -¡Sí webón, el dato es firme!

    Mi incredulidad iba porque Esther y Adrián eran una pareja improbabilísima. Ella era una veneca que decía tener 38 años, pero yo le ponía 42. Aunque ya no era una jovencita estaba bien conservada para su edad, sin panza notoria, buenas tetas, un buen par de caderas típicas de las chamas y un rostro ovalado, algo frentona; una cara que hacía dudar sobre si era veneca o colombiana. Y ese era el punto, su cara. Esther tenía cara de cuarentona, pero de cuarentona pendeja, una expresión parecida a la de la Tía Patty, una forma de combinar el movimiento de sus ojos y de sus labios que te hacían pensar “esta flaca tiene al menos 2km de pinga en su haber”. Además, sus expresiones eran típicas de alguien que se maneja con soltura en el mundo, sin muchos tapujos. Por otor lado, Adrián era buen tipo, una bella persona en el sentido compasivo de la expresión y no solo por su carácter, sino también por su figura entera; quiero decir, Adrián era el estereotipo de un gordito nerd y webonazo. De hecho, se llegó a sospechar que tenía algún tipo de diagnóstico como Asperger leve o algo así; pero a mi ver era puro prejuicio y ganas de hablar, simplemente era un gordito con lentes, cachetón, con cara de cojudo, muy introvertido, torpe y con una tendencia a trabarse mientras hablaba. El caso es que me resultaba imposible ver cómo habría llegado el buen Adrián a tirarse a Esther, ni menos que fuera ella quien se lo hubiera propuesto precisamente a él.

    Dejé pasar el asunto y me perdí en mis labores. La semana estuvo llena de ocupaciones y nos saturamos de trabajo, al punto que no vi a mi “amante oficial”. La semana siguiente, entre pendientes, más trabajo y asuntos amicales; planté a mi flaca una vez más con absoluta tranquilidad; aún sabiendo que la semana que seguiría ella ya me había dicho que estaría ocupada y no podríamos vernos.

    Es así que pasaron tres semanas consecutivas de abstinencia, en la que mi sedentarismo sexual me hizo dar por sentado de siempre estuve a una llamada de meterme un polvo con mi flaca. En el inicio de la cuarta semana resulta que me topo con Esther, quien llevaba unos papeles

    -Doctorcito -me dice ella- qué tal, ¿mucho trabajo?
    -Hola, sí, mucha carga. ¿En tu servicio cómo van?
    -Hay doctor, igual, igual. Además de que mis compañeras están un poco insoportables.

    Esa última palabra la dijo con énfasis, buscando dar fuerza a su queja. La sabiduría que mencioné al inicio me hizo intuir que quería quejarse conmigo, desahogarse un poco. El tono de su voz y esos ojos que parecían adivinar, sin ofenderse, mi exclusivo interés en sus caderas; me hicieron pensar también que de quererlo podría fácilmente sacarla a tomar algo bajo la excusa de oír su catarsis. Yo fingiría interés en su necesidad de ser escuchada mientras ella fingiría no saber que en realidad no me interesaba oírla un carajo, hasta que la máscara de mutua hipocresía caiga y deje ver en nuestros rostros unas primitivas ganas de resolver cualquier conflicto de nuestro mundo interior con una buena y sensacional cogida.
     
    Beyonder, 9 May 2023

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    Excelente relato Beyonder, continúe con su buena redacción, picardía y fantasía. Cuídese y siempre lo mejor. Valeu.
     
    grindo doido, 18 May 2023

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    Que placer da leer su relato, su narrativa, su rico vocabulario, sin duda de una persona culta y con mucha experiencia en todo sentido...a la espera de la continuación, pinta para más que interesante este relato
     
    TuristaNocturno, 18 May 2023

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    #3
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    Don mario

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    Brother interesante relato necesitamos saber que paso con Esther
     
    Don mario, 19 May 2023

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    #4
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    Hola cofrade, Estherleidys era analera?
     
    Lylwayne, 21 May 2023

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    manuel2495

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    Buen relato ccofra siga!!!
     
    manuel2495, 21 May 2023

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    #6
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    Beyonder

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    Cofradía lectora, vuelvo a recorrer el foro luego de una obligada ausencia. Quería retomar este viejo relato, aunque quizá se haya perdido el interés. Me da algo de fastidio dejarlo inconcluso, así que prometo terminarlo sin dejar pasar mucho tiempo.

    La conversación con Esther siguió con frases genéricas y tono neutral, hasta que se fue. Pasaron los días sin que pensara en el asunto; tal vez una fugaz intención de especular cómo el gordito torpe con cara cojudo se había levantado a la veneca milf con cara de pendeja, pero nada más. Aún así, al cruzarnos un par de veces no pude evitar pensar: “A ver, si el buen Adrián se la pudo levantar, ¿será que es fácil?, ¿será que ya se la ha comido media oficina?, ¿a lo mejor es cosa de un café y una empanada?”, pero esa inquietud tenía la fuerza de los pensamientos vagos que te acompañan en la cola del supermercado; al menos por un tiempo.

    Sin sospechar lo que vendría después, cierto día la encontré sacando unas copias en una oficina de esas donde hay múltiples escritorios; mientras yo esperaba la respuesta a un trámite. Ahí, en ese ambiente sin paredes que parecía estar destinado a contener una sinfonía de tecleados, no pude evitar admirar su figura. De pronto todos sus rasgos parecían diseñados por un orden natural para concederle un rol en ese ecosistema: su mentón ligeramente fino, su rostro alargado y oval, sus pestañas y la forma de su boca, sin desmerecer sus importantes caderas venezolanas y un contundente par de pechos. Su figura, toda ella, era el estereotipo de “la putona de la oficina”. La resolución de mi trámite me hizo volver a la realidad, lo suficientemente atento como para notar cierta mueca que hizo al retirarse, una expresión de molestia quizá porque notó que la había estado mirando.

    Mientras regresaba a mi lugar de trabajo, el orgullo me hacía pensar “qué se cree esa webona, ¿que la estaba mirando? Si la miraba era porque ahí no hay paredes y a algún lado tienes que ver si se demoran con tu trámite. ¡Cojuda! ¡Ni que estuviera tan rica!” Y la verdad, no estaba “taaan” rica. Quiero decir, no niego que tenía buen cuerpo para su edad; pero tampoco era despampanante, más bien voluptuosa y hasta diría que cercana a una imagen vulgar. Además, su cara era de mamona, pero mamona de barrio. No era una venequita refinada, de labios rosados y finas facciones; era más de componente mulato, típico rostro con ángulos fuertes debajo de los ojos y frentona, ¡vamos!, la clásica forma del rostro que tienen las mujeres como la hija de Melcochita. Así, la sabiduría que mencioné al inicio del relato me hizo pensar “¡Ja! Mi flaca está mucho más rica. Es más joven y comparada con Esther, un cuerito fino fino, con la que además ya tengo química y para quedar con ella me basta una llamada o un par de wsps. Al toque, sin tonterías, una cena rica y a cachar”. De manera que dejé de pensar en Esther como mujer y como ser humano, hasta que cierta conversación la trajo de nuevo a mi cabeza.

    Luego de unos días, ya olvidado todo y con el absoluto convencimiento de que tenía a mi flaca para un polvito fijo, mi colega me vuelve a hablar de Esther.

    -Compare, confirmado. Adrián se tiró a Esthercita. De hecho, buena parte de la gente de archivo se la ha tirado.
    - ¿Cómo? ¿De dónde sacas eso?
    - ¡Ah! Pues de confesión propia. Te diré, es todo un caso la Esthercita. Pero te cuento con un cebichito y un par chelas.

    Mi pata me había dejado con tal intriga que atendí como nunca a los pacientes y a las 12:10 del mediodía ya estábamos en la cevichería más cercana. La historia comenzó con que mi pata, luego de una pichanga, oyó a otro trabajador administrativo jactarse de haberse metido un polvazo con Esther; otro tipo tan improbable como Adrián y que no tenía mucho contacto con el área en que normalmente trabajaba ella. Mi amigo paró la oreja y pudo rescatar la frase “El loco Robert me dio el pase gol”. Para no extenderme, después mi pata contactó con el ilustre trabajador “alias loco Robert” (eran del mismo equipo en las pichangas) y él le reveló el secreto.

    Resulta que Esther estaba trabajando bajo una modalidad conocida como “locador de servicios”, que quiere decir que no está en planilla. Como muchos era una trabajadora informal, con el agregado de que iba a tener problemas con su cédula por ciertas disposiciones del gobierno y/o su embajada. La cosa es que no iba a durar mucho en la chamba y ella misma había planeado quitarse al norte para de ahí salir del país.

    -Ya -le dije yo a mi pata- ¿y eso cómo lleva a los polvos?

    -Paciencia, compare, paciencia. Lo que pasa es que la flaca está en angustia y quiere hacer una bolsa de viaje lo más gorda posible. Acuérdate, a los locadores les pagan con recibos por honorarios, no siempre a tiempo. El hecho es que la flaca, parece que al saber que se quita definitivamente de Lima o del país se ha deschabado, pero deschabado pendejamente. El loco Robert se la pulseó, la sacó a comer, siguieron saliendo y un día en chelas se la llevó al telo. Según él, cuando terminó la vaina ella le dijo: ”Oye, si quieres repetir, normal, me avisas. Pero me das mi propina, ¿ya?”

    - ¡No jodas!

    -Ajá. Y le empezaron a entrar a todo, con propinas más grandes desde luego, hasta que un día la flaca, en angustia, lo llama al loco para pedirle que se vieran porque necesitaba un billete; pero el loco no podía o no tenía, no sé. La cosa es que entre broma y broma el loco le propuso pasarle el dato a otro pata… y la flaca aceptó.

    - ¡A la mierd@!

    -Sí, cágate de risa. Eso llevó a que los webones de las oficinas administrativas del segundo piso, sobre todo la gente que manya al loco, estén que se pasan a Esther desde hace meses, a cambio de "propinas".

    -Puta, qué pendejo lo que me dices. Webón, me parece increíble. O sea que Adrián…

    -Ajá, se la pasó el loco. Por 100 lucas se la culeó un rato en el archivo una noche.

    -¡! Y tú, ¿sabes todo eso porque te lo contó el loco?

    -Una parte, sí, claro. La otra parte Esther. Porque bueno, ¿quién no tiene 100 soles por ahí? Jaja

    -Jajajaja. ¡No jodas! ¡¿te la comiste también?! ¿Le pagaste 100 lucas para tirártela?

    -Puta, sí. Osea, fue más el morbo de saber que la flaca lo hacía y que es trabajadora de acá. No sé, es una mezcla de morbo con joda, ahora le digo al loco “habla, hermano” y nos cagamos de risa. Hay quien habla de crear un grupo de wsp llamado “los hermanitos” Y alucina que hasta Adriancito esboza una sonrisa maligna y me responde el saludo cuando le digo “brother”.

    -Oye, pero no jodas. Tampoco es que esté tan rica como para que uno aspire a tirársela, no sé. Osea como para pagar.

    -¡No jodas! Ya te digo que es puro morbo y afán de joda. No será una mamacita pero, no sé, desde que supe que era accesible de pronto se me hacía más rica, cachable. Te juro que hasta la veía dispuesta sin que todavía hubiera quedado con ella. Puta, es como algo que no puedes ignorar, ¡un deber patriótico, un llamado a la acción!

    -Jajaja. ¡Llamado a la acción! Jaja, ¡no me jodas! Pero, ¿le pagaste 100 lucas para tirártela?

    -De hecho, 150
    - Y ¿Era un polvazo?
    -La vive. Si le pones trago corto en la cama se empila y se entrega toda.
    - ¿Da chapes?
    -Con lengua
    - ¿Todas las poses?
    -Piernas al hombro, misionero, se sube encima y en el sillón tántrico. Le encanta de perrito
    - ¿Ajusta?
    - Lo necesario
    - ¿Dice groserías?
    - Dice “más duro, más duro papi” con su acento. Normal con las nalgadas y con que le jales el pelo de perrito.
    - ¿Alguna excentricidad?
    -Me echó algo de Pisco en el pecho y me lo lamió mientras me besaba, dirigiéndose hacia abajo.
    - ¿La chupa bien?
    - De las mejores que he tenido
    - ¿Se la come toda?
    -Hasta la base. Lo lame todo y juega con la lengua. Se traga las bolas como una campeona
    - ¿Entrega el culo?
    - Con lubricante. Por esos 50 de más se abre ella las nalgas y luego se agarra de la almohada.
    - ¿Se traga la leche?
    -Todita
    - ¿Tenía tatuajes?
    -Mmm… Esa pregunta es muy personal

    -Jajajajajajaja ¡Salud pues compare! ¡Salud por sor Esther y los hermanitos! ¡Jajajaja!

    - ¡Jajajaja! ¡Salud compare!

    La conversación siguió entre bromas y esa exquisita sensación que deja la cerveza bien helada combinada con el sabor de un ceviche en su punto de ají y limón. Yo lo jodía un poco con eso de “cacha viejas” y de que, en realidad, hasta podía ser dinero mal gastado porque Esther no era de lejos la veneca más rica del distrito. De hecho, le dije que por esos 150 fácil podría encontrar en cierta página de kines, una veneca más joven y rica por Megaplaza. De todos modos, entre risa y risa, una frase se quedaría grabada en mi subconsciente: “qué harías si tuvieras un polvo fijo saliendo de la chamba”.


    Bueno cofradia lectora, creo que me fui en floro. Pero prometo que el desenlace es buen y con un premio al final, jeje. En poco tiempo lo completo.
     
    Beyonder, 8 Nov 2023

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    A la espera del final, esther ya no estará en Perú me.imagino? Si no para entrar en los hermanitos jaja.
     
    Jyxto, 8 Nov 2023

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    Jajjajajaja gran hombre de cultura
    Referencia al bananero de Wolverine
    Excelente relato colega
     
    Dark Bear, 8 Nov 2023

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    enganchado con la historia!!, por favor continúe cofra @Beyonder
     
    xxxmarz, 10 Nov 2023

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    Pues qué buena continuación cofrade, tenga usted a bien continuar con la historia de cuándo se unió al "Club de los brothers" (de esos que no cumplen con "guardar celosamente el secreto"
     
    spadina72, 10 Nov 2023

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    #11
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    Así es, estimado cófrade. Esther (bajo su verdadero nombre) debe estar en algún país del noroeste sudamericano, o quizá en su natal Venezuela. ¡Pero bueno! Creo se llevó gratos recuerdos, jeje.

    ¡Saaaapee! Gracias por notar la referencia, toda esa segunda parte está estructurada así solo para poder meter la referencia. Saludos
     
    Beyonder, 10 Nov 2023

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    #12
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    Bueno cofradía lectora, aquí dejo la continuación de esta historia.

    Ya camino a casa, ese mismo día, pensé en esa frase “un polvo fijo saliendo del trabajo”.

    "¡Ja! De hecho, yo tengo eso. Un polvo fijo, gratis, con una webona mucho más rica, más joven, con cierto feeling trabajado por conocernos ya y con el adicional de que, podría decirse, nos queremos algo. ¡Ja!, pagar por esa veneca cuarentona solo por morbo y porque “está ahí” ¡Qué cojudez!" Eso pensé en aquel momento, guiado por aquella sabiduría de la que hablé al principio del relato, sin saber que sería víctima de mi propio ego y que el destino me daría una lección sobre dar las cosas por sentadas.

    Habían pasado los días suficientes como para completar cinco semanas desde que mi flaca y yo no nos veíamos. Cinco semanas en las que antepuse mis labores, salidas con amigos y hasta el confort de quedarme solo en mi casa, a encontrarme con mi flaca. Es cierto que ella también tuvo cosas que hacer, pero yo no hice ningún esfuerzo por acortar ese tiempo. Cinco semanas sin verla, cinco semanas sin tirar.

    Las coordinaciones estaban hechas. Nos encontraríamos en un telo cercano a un restaurante previamente elegido. El hospedaje estaba más cerca de mi trabajo que del suyo, así que llegué primero. Solo trabajé hasta las 2:00pm lo cual me dejaba toda la tarde para desquitar las cinco semanas de abstinencia. Como dice Calamaro, tenía “un cohete en el pantalón”.

    Estando ya en la habitación habilito la cuenta de Netflix y descubro que la magnífica película “El Padrino” había vuelto luego de una ausencia al catálogo. No cabía de la emoción, la velada prometía ser espléndida: buena cena, grandioso sexo y una mejor película para acompañar la noche. En mi mente, si la flaca quería irse inmediatamente después de comer o comernos; yo me quedaba viendo tamaña joya del cine. Todo ideal. Es así que aquella sabiduría de la que hablé al principio me hizo llamarla para preguntarle qué tal iba y compartir la emoción de haber encontrado la película.

    Aún hoy me pregunto qué espíritu maligno me poseyó en esos instantes, qué desequilibrio en la voluntad del macrocosmos me hizo pensar que sería una buena idea decirle a mi flaca/amante oficial “Oye, a que no sabes. Marlon Brando en toda su expresión, la máxima película, El Padrino, va a sellar nuestra cita hoy”. Ha tenido que ser el uso más cojudo de minutos en la historia de la telefonía móvil de ese año.

    Si tuviera que resumir la cantidad de frases que recibí como respuesta me quedaría con “¡¿Es en seeerioo?!” Creo, cofradía lectora, que todos sabemos que nada bueno puede venir luego de que una mujer pronuncia esa frase, con énfasis, sin perder el tono de pregunta, alargando claramente la “e” y más discretamente la “o”. Apuesto, caballeros, que muchas conversaciones que comenzaron así terminaron el juzgado de familia.

    -Oye -le llegué a decir en un momento- siempre que te pregunto qué te gustaría ver me respondes "no sé" o "lo que tú quieras" o "cualquier cosa" y al final no vemos nada más que los trailers...

    No llegué a cerrar la idea, me cortó en seco. La frase demoledora fue algo como: "sabes qué, ya me cansé de esto que no va a ningún lado. Quédate viendo tus películas”. Fue el fin. La sabiduría que mencioné al inicio del relato me había conducido a este escenario: solo, con el cuarto del telo ya pagado y las bolas llenas… (¡Ah! sí, y un poco triste también por eso del rompimiento).

    La llamé y en la segunda timbrada estaba bloqueado. La furia se convirtió rápidamente en frustración, pasé de querer desbaratar la habitación a echarme en la cama a hacer una pataleta. Habré fumado 5 puchos dándole vueltas en mi mente a frases como “en qué estabas pensando”, “¿solo vemos trailers?”, “¿de verdad la llamaste porque te emocionó que pasaran El Padrino?” “Qué webón”. Y efectivamente, fui un tremendo webón, cualquiera lo vería. Di por sentado que mi flaca/amante era ya un elemento de mi rutina, un agente incorporado a mi vida cotidiana del cual podía disponer tal como del catálogo de Netflix. La había reducido tanto como ser humano, cosificado como mujer a tal extremo que ignoré sus sentimientos, que pasé por alto su condición de persona al punto de nulificar ante mí su individualidad, su idea propia y expectativas de nuestras salidas, de no considerar el hecho de que ella tenía también una visión íntima de nuestra relación y que su maravillosa intimidad la compartía conmigo por razones muy suyas, impregnadas de su exquisita sensibilidad; en lugar de ser una respuesta automática a mis ganas de compañía. La había instrumentalizado. La había ofendido. Y lo más importante ¡Me había quedado sin polvos fijos! ¡Y con las bolas llenas!

    Ante tales hechos, hice lo que todo hombre de bien haría. Llamé a unas kines, pero ninguna contestó. Estuve tentado a meterme un terrible pajazo pero me vino a la mente la voz de esa webona diciéndome “Ah pues. Pajéate con Marlon Brando o con Al Pacino, si tanto te gusta su actuación. Jajajaja” Hija de puta. Me invadió tal ira que deseaba darle de perrito sin compasión a cualquier exponente del género femenino, cogerla de la nuca, atorarle salvajemente la pieza hasta las amígdalas y no detenerme hasta dejarle toda la cara y la tráquea llenas de leche. Sin embargo, no tenía nada. No sé si pasé en un segundo por todas las etapas del duelo, lo cierto es que el humo de un nuevo cigarrillo me envolvió con algo más que alquitrán y reducción de la esperanza de vida, me envolvió con resignación. Así, resignado salí del cuarto, bajé hasta la recepción y me esforcé en ignorar la mueca burlona de la señorita que me devolvió mi DNI. “Vuelva pronto”. Hija de puta.

    Mientras dejaba el hotel me decidí a regresar al trabajo. Era un tramo relativamente corto, avanzaría algo de papeleo pendiente y contactaría a mi taxista de confianza para que me recoja a las ocho. Lo único tolerable sería dormir hasta llegar a casa.

    A pesar de que el camino fue corto, bastó para agotarme. Me sentía tan desanimado que hasta la arrechura se me olvidaba por ratos. Habré llegado a eso de las 7:20, ya había pactado que me recoja 8:30 y, con todo el desgano del mundo, subí a la oficina de la jefatura de mi departamento para trabajar en la computadora. Terminé rápidamente lo que pretendía avanzar y fue entonces cuando noté que otra oficina tenía la luz prendida.

    A esa hora no había casi nadie en todo el lugar. El personal asistencial estaba contando los minutos frente el marcador para salir o terminando un lonche en alguna pastelería aledaña; mientras que los administrativos se iban a las 4pm máximo. Supuse que era alguien haciendo horas extra, así que aproveché para ver si podía sacar una copia de lo que tenía antes de irme. Grande fue mi sorpresa cuando entré y solo la vi a ella. Era Esther.



    Bueno cofradía lectora, tengo que admitir que me está quedando excesivamente largo; lo siento. Pero al final va a haber un bonus track que creo compensa.
     
    Beyonder, 10 Nov 2023

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    Buen relato y con el suspenso preciso para esperar la siguiente entrega.....lo felicito beyonder.....a la espera de la siguiente entrega y porque no del bonus....
     
    Comisionado, 10 Nov 2023

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    xxxmarz, 14 Nov 2023

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    Aquí comparto la continuación

    De pronto la dejadez y el abatimiento iban dejando espacio para una renovada sensación. A través de cada vaso sanguíneo de mi cuerpo sentía una renovada energía, el ritmo de una palpitación directamente ejecutada desde mi entrepierna dispuesta a conducir mi humanidad entera hacia un único objetivo.

    -Hola
    -Hola doctor Santiago. ¿Qué hace por acá?
    -Aquí, deambulando, hasta que vi tu luz.
    -Jajajaja, doctor. Qué gracioso.
    -En serio. Me quedé hasta tarde llenando unos papeles en la jefatura y vi esta luz prendida. No imagine que hubiera alguien. ¿Me podrías sacar una copia?
    -Claro doctor, cómo no.

    Hice el ademán de acercarle los papeles, sin poder evitar pensar en lo irónico que es el destino a veces. Hace seis horas estaba por tirarme a una flaca que consideraba superior al promedio de todo mi centro laboral. Me había burlado de mi pata, estuve orgulloso de mi estándar de flacas y había encasillado a Esther por debajo de una puta de Megaplaza y de 150 soles; y aún así, ahí estaba el mejor consuelo que ha tenido un hombre luego de un día difícil.

    Mientras me acercaba a ella pensaba en cómo abordarla, qué decirle, no era cosa de simplemente soltarle “flaca, el loco Robert me pasó el dato de que tiras por 100 lucas. Habla, ¿vamos?”… ¿O tal vez sí?

    -Dime, ¿estás haciendo horas extra?
    - ¡Noo, ni que me las pagaran! Es trabajo acumulado que tengo y ya luego veo qué día no vengo. Encima que me pagan luego de varios meses.
    - ¡Ah, verdad! Estás como locadora. Sí pues, es así. ¿Cuándo fue la última vez que te pagaron?
    - ¡Uff! Habrá sido… ¿hace cuatro meses? Vale, sí, habrán sido cuatro meses.
    - ¡Asú! ¿y cómo haces? ¿tienes otros ingresos, algún trabajo aparte?
    -Bueno, encuentro maneras de sacar algo. Un trabajito eventual, vender perfumería. A algunos de aquí les vendo de catálogos.
    - ¡Oh! Ahora que lo dices, creo que Roberto, de logística, me dijo que te había comprado algo. ¿Ubicas a mi colega, el doctor Marcelo?
    - Eeeeh, sí, claro.
    - ¿A él le has vendido algo de... tu mercancía?

    Hubo un silencio súbito. El ruido de la fotocopiadora envolvió la habitación con un eco mecánico y, con ese sonido de fondo, me fui moviendo de su costado hasta llegar a estar detrás de ella. Totalmente ajeno al miedo, a la vergüenza, desvinculado de las posibles consecuencias de mis actos; no contemplaba siquiera la posibilidad de un fracaso ni la magnitud real del suceso. Estaba completamente desinhibido, pero en calma, en un estado cercano a la unidad con la naturaleza; reducido a una conciencia primitiva que ya no reconocía categorías estéticas, jerarquías sociales o matices del diálogo. Era solo un hombre, parado frente a una mujer, pidiéndole un cache.

    - ¿Mercancía?, ¿cómo así?
    - Sí, bueno, él y yo tenemos una relación casi fraternal. Hablamos bastante. Estoy seguro de que me comentó que te compró… algo.

    Cuando terminé de decirle eso ya no había distancia entre nosotros. Desde mi posición, detrás de ella, extendí mi mano hasta ponerla junto a la suya, sobre la fotocopiadora.

    -Y ahora mismo que me dices que no te pagan hace cuatro meses, no sé, se me ocurre que yo podría comprarte lo mismo.
    - ¡Ay doctor! -Me respondió con ese tono propio de quién se hace la sorprendida, una exaltación fingida- No sé qué le habrá dicho su colega…
    - Pues, lo mismo que Roberto. Te digo que hablamos mucho, aunque ciertas cosas bajo estricta reserva, ¿sabes?, y aunque ahora mismo estoy haciendo tremendo esfuerzo para encajar las palabras adecuadamente y no perder la discreción; ciertamente estoy dispuesto a llegar al mismo punto que ellos dos.

    Al decirle esto puse mi mano sobre la suya. A diferencia de todas las veces en que me había acercado a una mujer, en ese momento no sentía ninguna clase de nerviosismo, de reparo, de alerta; nada. Estaba totalmente dominado por una mezcla de no tener nada qué perder y unas ganas terribles de coger.

    -Doctor Santiago, bueno, parece que le gustan mucho las palabras y se acuerda muy bien de las cosas que le cuentan.

    Me dijo esto sin quitar su mano debajo de la mía y sin rehuir mi cercanía. Aproveché para entrelazar mis dedos con los suyos y con mi otra mano jalarla por la cadera hacia mí, suavemente.

    -Así es, me gustan las palabras. Como a todos, hay cosas que me gustan, cosas que olvido, cosas que recuerdo de pronto y cosas que estoy deseoso de hacer.
    -Bueno, doctor, sabe entonces que para hacer las cosas por las que está “deseoso” hay una muestra de cariño de por medio.
    -Desde luego, digamos, un donativo.
    -Jajaja, sí, digámosle así.
    -Entonces…
    -Entonces doctor, usted dirá.

    En ese momento volví a la racionalidad y caí en cuenta de ciertas circunstancias que determinaban mi reciente momento de consuelo. Había dejado en casa mis tarjetas principales y solo tenía una de débito para gastos menores, la cual ya había gastado en almorzar, pagar el telo, unos puchos, condones y un pisco; nada para yapear. El dinero en efectivo ya lo había comprometido para el taxista. Además, el carro estaba citado a las 8:30pm y ya eran diez para las ocho. ¡Puta madre!

    Todo lo que podía sentir era algo parecido a la ira. Si esta situación terminaba conmigo diciéndole “Esthercita, tengo… déjame ver, S/. 13.50 ¿Qué sale?” ya me imaginaba a la flaca cagándose de risa y dejándome sumido el más profundo de los ridículos. Magnífica forma de terminar el día. Ahí me había llevado la sabiduría de la que hablé al principio del relato, a estar detrás de una decidida comerciante del sexo, cogiéndole la mano y en terrible punteo; sin un centavo. Entonces, sin dejar de seguir el vaivén de nuestro roce fui palpando mi billetera. Conté seis billetes. Recordé que todos eran de diez soles. Mierd@.

    Entonces, ¿qué podía hacer? Un cúmulo de emociones se aglomeraron en todas las zonas sensibles de mi cuerpo y se manifestaron como vértigo. Estaba al borde del colapso, de mandarlo todo al carajo e irme a fumar todos los puchos del mundo, como si fuera la última voluntad de un condenado a la pena capital. Sin embargo, toda situación límite tiene el potencial de sacar lo mejor de uno.

    Volteé a Esther para vernos cara a cara. Eso bastó para empezar a desagregar las emociones que se habían entremezclado en mí. Su rostro evocaba una figura clara, un modelo de aquellos usados para definir las pocas cosas seguras que hay en el mundo… tenía una cara de putaza inconfundible. Esa fue la primera emoción, complicidad con ella. Esto era un pacto, un acto comercial, de hecho, el más antiguo del mundo. Solo era cuestión de atreverse a negociar.

    -Mira, Esther. Ahora mismo tengo un carro esperándome, tengo que salir volando en cosa de veinte minutos. Así que….
    -Cómo, ¿no se va a poder doctor?

    Me dijo esto último a la par que me mordía la oreja, muy despacio, con ese acento del caribe al que los consumidores de mercancía ambulante están acostumbrados.
    -No, Esthercita, cómo dices que no. Ya estamos en un punto de no retorno. Escucha.

    Interrumpí mi frase para besarle en menos de un segundo el límite del rostro al final de la mejilla y el cuello. Ella suspiraba y yo seguía recorriendo su cuello hasta que ella misma besó el mío, lo que interpreté como un permiso para deslizar mis manos dentro de su blusa y camuflar con caricias mi intento de desabrochar su sostén. Una vez suelto, decidí interrumpir nuestros jadeos con la frase decisiva.

    -Escúchame, de verdad tengo que irme rápido. Hagamos una cosa. Aquí mismo, justo ahora, un buen sexo oral, lo más intenso que puedas y te doy, no sé, un donativo de 30 soles.

    Seguía acariciándola, esta vez por fuera de su ropa, tratando de hacer caer su blusa, recorriendo sus nalgas.

    -¡Uy doctor! ¿tan poquito?
    -Es que tiene que ser algo rápido, fugaz. Te digo, en serio tengo que irme al toque.
    -Ya, pero treinta por una mamada es muy poco doctor. Ande, no sea tacaño.
    -Jaja, me ofendes. No se trata de eso, pero no tengo tiempo de ir a un hotel y no hay manera de que lo hagamos aquí. E incluso si quisiera hacerlo aquí, demoraría más de los pocos minutos que me quedan. Ya, mira, te doy cincuenta porque es el único sencillo que tengo. Solo tengo billetes de cien y sé bien que cien es el “donativo” estándar para hacerlo todo como se debe.

    -¡Ay, cómo es doctor! ¿No me daría cien por una buena mamada?
    - Esther, es una cuestión de principios
    -¿Principios? jajajajaja, ¿Hablando de principios así, con su mano en mi culo?
    - Ja, desde luego. Si yo sé, porque lo sé bien, que puedo tener todo completo -le doy una nalgada para fortalecer mi argumento- a cambio de un “donativo” de cien, ¿cómo te voy a dar lo mismo solo por una partecita? Tampoco soy tonto.

    Mientras decía “partecita” le tocaba los labios, como deslizando mis dedos sobre ellos. Esa indicación y lo que yo asumo era mi mirada más seductora eran lo que necesitaba para sellar mi victoria.

    -Mira, en serio estoy apurado, tengo que irme rapidísimo y se está pasando la hora. ¿Aceptas los cincuenta al cash, ahorita, o lo dejamos para otro día, ya todo completo? O si quieres algo más de cincuenta, ¿tienes vuelto de cien?

    Eso era todo. Habrá quien diga que esa última pregunta estuvo de más, pero era el riesgo que quise tomar. Lo vi como el detalle que hace creíble el bluf.

    -A ya. Bueno doctor, dele, que sean cincuenta. Pero doctor, esto entre usted y yo, nada de…
    -Nada de comentarlo Esther, nada de eso.
    - ¡Ay, si sabré lo que hablan ustedes los hombres! ¡Ustedes sooon!
    -Jaja, no sé si me creas, pero yo soy distinto. Esto que va a pasar y todos sus detalles, jamás lo contaría.
    - ¡Sí Juan, jaja! No se haga doctorcito. Que bien decente que parece y vea, acá estamos
    -Sí, acá estamos, pero vamos más allá.

    Cerrado el pacto de honor, tuve que parpadear. Era necesario un pequeño gesto para comprobar que no estaba soñando y que el final del día le estaba regalando algo de redención a este humilde servidor… y efectivamente, era real.


    Una vez más cofradía lectora, me quedó muy largo, prometo que el próximo mensaje será el cierre, de hecho ya lo tengo tipeado y lo quiero reducir para darle un final digno.
     
    Beyonder, 15 Nov 2023

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    Bueno cofradía lectora, lo prometido es deuda. Aquí dejo por fin la última parte de este innecesariamente largo relato, jeje.

    Empezamos con un paleteo desorganizado, tosco. Giramos hacia la puerta y la aseguramos desde dentro. Encendimos también una radio, para disimular algún posible ruido. Yo la tocaba como si fuera un primerizo, desesperado e impaciente, tomaba su cuello por asalto con mis labios y mi lengua, a la vez que nos dábamos algún pico. No hubo palabras, solo jadeos, cuando le quité la blusa y vi ese voluminoso par de pechos víctima de la gravedad. La senté sobre alguna mesa y devoré esos pechos como si no hubiera un mañana. Con los dientes, con la lengua, jugueteando con besos y lamidas. Recorrí sus aureolas, mordí sus pezones y sentí como mi boca era insuficiente para todo el banquete que se me ponía enfrente.

    - ¡Ay doctor!, se emociona usted mucho… Aaaahh
    -Tienes razón -Me quedé con el torso desnudo y apreté su rostro contra mi pecho- baja y empecemos, para a-c-a-b-a-r rápido.
    -Ya doctor-Me iba besando el pecho y el abdomen mientras bajaba- le gustan los besitos jijijiji. Vamos a ver si es sensible.
    Dejé caer mis pantalones y al instante mi erección apuntó a su frente.
    - ¡Doctooor! Parece que ya estaba listo. Jijijjijij. Vamos a ver glock, glock, ¡mmmmua! Un besito de cortesía. Jijijijijiji.
    -Ah, te gusta hablarle
    -Me encanta que haya química. Gloap, gloap…

    La imagen era encantadora. Ambos con el torso desnudo, en una oficina administrativa llena de papeles acumulados y files; y yo viendo, desde arriba, una subjetiva de su boca engullendo mi miembro. De pronto, era consciente de cada una de las emociones que, confundidas entre sí, antes me habían llevado al vértigo. Al ver el vaivén de su cabeza subir y bajar rodeando mi falo, veía reflejados, en todo ese espacio entre sus cejas y la línea del cabello, la furia por haberme quedado solo en el cuarto ya pagado de un telo, la vergüenza de haber sido tan torpe con mi ex flaca/amante, la impotencia de haber perdido la tarde entera, el agotamiento por los viajes, el ridículo de haber vuelto al trabajo, la exaltación de haberme encontrado con Esther, el orgullo de haber logrado tener mi verga entre sus labios, la sensación de pertenencia por ser parte de esta “actividad extralaboral” junto a compañeros de trabajo. Ah, sí, y un poco de pena también por eso del rompimiento.

    El caso es que Esther estaba haciéndome una mamada de gran técnica. La engullía, lamía alrededor del glande, me hacía sentir en la gloria al punto que cierto éxtasis empezaba a tomar forma de cosquilleo en mis pelotas. Se acercaba el momento así que saqué mi falo de su boca para sacudírselo en la lengua y en cada superficie de su rostro.

    En ese momento sonó mi celular. “Mierd@. Dale, chúpame las bolas Esthercita”. Contesté y aunque no pude ver la escena, imagino que es así como funciona una oficina de alta gerencia. Era el taxista que me confirmaba su pronta llegada. Esther se ocupaba de mis bolas como una campeona, pero, ante la premura, no tuve más opción que sadiquearme un poco. La tomé del cabello hacia atrás e invadí su boca con miembro una vez más. Ella chupaba toda la extensión de mi pene mientras yo dirigía su cabeza de atrás hacia adelante.

    -¿Te gusta chuparme la pinga?
    -¡Ah! ¡Sfi! -Me lo dijo gimiendo y sin sacarsela de la boca- ¡haufh! ¡hau!
    -¡Dilo! ¡Di que te gusta!
    -¡Hauf! ¡Me gusta chuparte la pinga! ¡ayef! Gloak, gloack, gloack

    [​IMG]
    En un momento subí la velocidad y de pronto, ya con ambas manos le hice terrible garganta profunda, una cogida bucal desesperada.

    -¡Gka, gka, gka! Mmu, mmu mmmu ¡gkaaaa! Ah, ah, ah. Cof, cof. ¡Doctooor! ¡No sea sádico! Si quiere terminar rápido, cof, cof, dígame y déjeme a mí.

    El movimiento fue intenso, tanto que giré y retrocedí hasta apoyar mi mano en una pared desnuda para no caer. Nos acomodamos, ella aún de rodillas y yo siempre de pie, la hacía chupármela mientras sujetaba su cabellera para controlar la velocidad. Buscaba la máxima complacencia, que se engulla todo tan rápido como para hacerme venir. Mi falo totalmente ensalivado casi no sentía nada de su renovada mamada, hasta que no sé qué tipo de movimiento hizo con su lengua alrededor de mi glande, sin sacarla de su boca. Esa sensación me llevaba a la gloria a través de un placentero cosquilleo que hacía mis piernas temblar. Imagino que Esther presentía que todo estaba por terminar y empezó a usar las manos junto con su mamada.

    -Espeeera, ¡Ah! Quiero que la recibas en la boca
    - ¿Quieres que me la trague doctor?
    -Te la quiero dar en la boca
    -Yaaa, glop, glop
    Al sentir que el final era inminente tomé mi miembro y lo apunté directamente entre sus labios, acabando en toda su boca, llenándosela y rebalsando hasta su mentón.
    -Aaahhh. Muy bien Esthercita. Ah, realmente lo necesitaba
    -Cof, cof, cof. Si doctor, cof, cof. Se ve que tenía todo acumulado, jejejejeje.
    -Sí, la verdad que sí. Oye, más bien disculpa que me vaya rápido, pero el taxi me está esperando. Ten, aquí te dejo el “donativo”. Te dejo también la puerta del baño de las jefaturas sin seguro. Úsalo, pero porfa ponle seguro antes de irte. Ah, ten, límpiate con esto, espero que no sea un informe importante… Bueno, nos vemos. Cuídate.
    -Sí doctor, cuídese. Nos vemos cuando pueda.

    Ya en el taxi, por el segundo pucho, no pude evitar pensar en su última frase: “nos vemos cuando pueda”. Esas palabras me sonaban a invitación, pero ya no importaba; a diferencia del hecho de que, al abrir mi billetera noté que uno de mis seis billetes era de cincuenta, bien doblado en cuatro. Debió ser el vuelto de algún almuerzo inesperado o del fin de semana anterior, qué se yo. Todo lo que atiné a decirme fue “ganadazo”.

    Aún así, la claridad emocional del trayecto a casa me hacía ver a Esthercita en su real dimensión: una madura con cara mamona, algo tosca, fuera de línea, chupándomela en el trabajo por cincuenta soles. Digamos que, hechas las sumas y las restas, lo que perdí ese día fue más de lo que gané; no sé. Me invadía esa sensación de vacío que se siente poco después del orgasmo masculino, la misma que te lleva a pensar:

    “He gastado en telo, taxis, comida, bebidas y el polvo ya se acabó. He perdido toda la tarde y mañana tengo que trabajar temprano” o “Más ha durado esperar a la kine y planificar el encuentro que el polvo”, en ambos casos, “mejor me hubiera metido un pajazo”.
    Me gusta pensar que el coro de Pedro Suarez Vertiz que dice “debí tomar un vino, quizás una cerveza/ y ni pensar en hacer el amor/ ahora soy remolino de errores e impurezas/mi mente no lo soportó” se basa en eso; no sé.

    Las luces de la ciudad y la ciudad entera cambian su imagen cuando cambias de distrito, pero sigue siendo la misma ciudad. ¿Será que estas cosas son así también?, bueno, si cambian según la perspectiva… supongo que lo mejor que podía hacer era prender otro pucho y, antes de perderme en el leve mareo que da fumar con sueño, decirme a mí mismo “ganadazo”. Al menos hoy, ¿y mañana? Bueno, mañana será otro día.
     
    Beyonder, 18 Nov 2023

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    Esta historia tiene un detalle especial. ¿Recuerdan esta frase?

    Bueno, digamos que luego de colgar, aprovechando los ojos cerrados de Esther, acomodé mi celular sobre una mesa, en cierta posición...

    E6.jpg E7.jpg G1.jpg G2.jpg G3.jpg G4.jpg Q1.jpg Q2.jpg Q3.jpg
     
    Última edición: 18 Nov 2023
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