Gloria me enseñó la gloria.

Gloia me enseñó la gloria


Cuando yo tenía diecisiete años, llegó a trabajar a mi casa Gloria, una chica bastante joven, probablemente de mi edad o quizás de un par de años más. Era de la selva y era de mediana estatura, de ojos rasgados, mirada pícara, labios carnosos, pechos pequeños pero firmes y unas caderas y un culo que resaltaban bajo las licras que siempre usaba.

A primera impresión, me gustó y me excitó, pero a esa edad yo no me animaba a hacer mucho, mucho menos a meterle mano a alguna chica (por aquella época ya había tenido sexo, pero muy pocas veces, y la mayoría de estas, pagando), por lo que todo, suponía, iba a quedar en deseo y en pajazos en su nombre. Es más, ni si quiera le hablaba, casi la ignoraba, aunque siempre le miraba el culo, las tetas y me llamaba la atención la mirada que tenía. Gloria solo me servía el desayuno, el almuerzo o lo que yo pidiese, a veces me miraba de una manera extraña, sonreía de una forma que me ponía nervioso, pero tampoco me hablaba mucho.

Por aquella época, yo estaba de vacaciones y era bastante vago, así que todo el día estaba en mi casa, durmiendo hasta tarde, viendo tele, haciendo realmente nada. Y siempre arrecho. Así que, con tanto tiempo libre y solo en la casa, viendo también mucho porno, y con una chica tan rica y tan cerca a mí, decidí que tenía que intentar algo. Pero no sabía cómo hacerlo.

Entonces empecé a hablarle un poco más a Gloria, a acercarme a ella, aunque muy nervioso, sin actuar como debía. Lo único que hacía era pensar en cómo proponerle algo o como incitarla, pero ninguna idea me convencía o nunca actuaba como imaginaba.

Pasaron los días y una tarde le dije a Gloria que me preparara algo y lo subiera a mi cuarto. Se me había ocurrido una tontera para ver cómo actuaba ella: quería ver cómo reaccionaría ella al ver mi pene erecto.

Así que con esa idea, queriendo ver qué reacción tendría Gloria al ver mi verga parada, me puse unos shorts como de piyama, de tela muy delgada, me pajeé por un buen rato y, cuando sentí que ella se acercaba, acomodé mi pene para que se notara en toda su longitud, mientras yo coloqué una almohada sobre el rostro, para simular que estaba dormido, pero dejando un pequeño espacio para ver la reacción de Gloria. Ella entró a mi cuarto y vi que se quedó quieta, abrió bastante los ojos e incluso levantó las cejas, para después sonreír brevemente. Pero no decía nada, se quedó mirando claramente a mi verga por un rato, hasta que dio unos pasos con fuerza, para hacer ruido. Yo simulé que me despertaba, sin saber si acercarme a ella o qué, hasta que Gloria me dijo que dejaba la bandeja sobre la cómoda y que ella iba a bañarse. Entonces, decidí seguirla.

Esperé algunos minutos, hasta que oí el sonido del agua saliendo de la ducha. Sin saber si iba a animarme a hacer algo, incluso sintiéndome tonto, tomé de mi cajón unos condones que tenía guardados desde hace tiempo y subí a la azotea de mi casa, donde estaba el cuarto de Gloria, y me acerqué a su baño, que tenía una especie de ventana por sobre la puerta. Lleno de nervios y excitación, busqué una silla y me paré sobre esta, para espiar a Gloria. La vi calatita, bajo el agua, jabonándose las tetas, el vientre, el pubis.

Empecé a masturbarme, mientras observaba ese cuerpo joven, firme, delicioso, pero junto con la excitación tenía el terror de que ella me descubriera. De pronto, ella giró y yo me asusté. Me agaché, pero no pasó nada más. Lleno de terror, volví a espiar a Gloria y vi que se estaba jabonando el culo, ese culo que totalmente descubierto era perfecto. Pero se jabonaba de una forma algo rara, moviéndose de una forma demasiado sensual para un simple baño. Nuevamente empecé a masturbarme, hasta que Gloria, buscando el shampoo, volvió a girar y me asusté otra vez, agachándome con prisa, pero perdiendo un poco el equilibrio, haciendo un corto ruido con la silla.

En aquel momento, sentí que me moría de la vergüenza y los nervios y decidí salir corriendo, pero la voz de Gloria, la frase que dijo, lo cambió todo:
- La puerta está sin seguro, por si acaso. Pasa nomás.

Me quedé inmóvil por un segundo, asustado, excitado, incrédulo. Hasta que respiré hondo, me di valor y ya dispuesto a enfrentarme a lo que pasara, abrí la puerta del baño.

Vi a Gloria secándose el cuerpo con una toalla blanca, recorriendo sus pies, sus piernas, sus caderas, sus senos. Ella me miró, me sonrió y siguió secándose, dejándome ver todo su cuerpo desnudo. Lo hacía con calma, con una paciencia y un silencio que me estaba volviendo loco, aunque mirándome de reojo de rato en rato. Yo, una vez más, no sabía qué hacer, hasta que Gloria volvió a hablar:
- Ven – me dijo, casi susurró, sonriendo, secándose el cabello y dejando todo su cuerpo a la vista.

Me acerqué a ella y empezamos a besarnos, mientras ella sonreía. Con algo más de valor, empecé a recorrer su cuerpo con mis manos, sus tetas, su espalda, su trasero, totalmente excitado.
- ¿Y eso? – me preguntó, sonriente como siempre, mirando el condón que había llevado.

Yo no le respondí. Solo me bajé los shorts y dejé mi verga, que salió como un resorte, como una bestia liberada, al aire. Gloria bajó la mirada, me vio el pene y se mordió los labios, pasó saliva y sonrió una vez más. Entonces se arrodilló y me la chupó. Era la primera vez que me la mamaban a pelo, sin condón y la sensación fue celestial. La boca de Gloria era fresca, su lengua era como de terciopelo y hacía la presión necesaria para volverme loco.

Tener a Gloria arrodillada frente a mí, sentir esa mamada que era tan intensa y placentera, me llevó a un grado de excitación tal, que no pude controlarme y sentí que iba a venirme. No sabía si decírselo o no, pero ella se dio cuenta y poco antes que eyaculara, dirigió mi verga hacia otro lado e hizo que el semen saliese disparado hacia la ducha.
- Vamos – me dijo entonces, aún sonriente.

Entramos a su dormitorio y volvimos a besarnos, mientras ella me acariciaba el pene, tratando de que se levantara nuevamente. Me llevó hacia la cama, se recostó sobre esta, abrió las piernas y me indicó qué hacer, cómo utilizar mis dedos, cómo estimular su vagina con mi lengua. Era la primera vez que probaba el sabroso sabor de una vagina, de sus fluidos, de sus olores. Gloria fue mi maestra y yo hacía todo lo que me indicaba, primero con los dedos, introduciéndole uno y luego dos; después con la lengua, lamiendo sus labios, tratando de ingresar mi lengua en ella, hasta que llegué a su clítoris. Seguí haciendo todo lo que me dijo, hasta que su respiración se volvió acelerada, me tomó con fuerza de los cabellos y empezó a repetir, una y otra vez: sigue, sigue, así, sigue. Luego toda ella tembló, me tomó con más fuerza del cabello, giró un poco, como retorciéndose, hasta que se relajó y quedó tendida sobre la cama, como si se hubiese quedado dormida.
- Qué rico – me dijo, al rato, llevándome hacia ella para besarnos nuevamente.

Yo ya tenía una nueva erección y Gloria lo notó. Entonces me la chupó una vez más, aunque brevemente y luego me dijo que entrara en ella.

- Métela un rato sin condón si quieres – me susurró, con las piernas abiertas una vez más, dejándome ver el delicioso cuerpo que tenía.

Me recosté sobre ella y empecé a besarla, luego a lamer sus pechos, sus pezones, hasta que la penetré. Y nuevamente recuerdo esa cálida humedad, esa estrechez, esa sensación tan placentera que sentí y que desde entonces me convertiría en casi un adicto al sexo.

Gloria me guiaba, me decía que lo hiciera despacio, que no me apurara, que por nada del mundo vaya a eyacular dentro de ella. Y yo seguía penetrándola, entrando en ella, moviéndome con firmeza, hasta que sentí que me venía. Se lo dije y me indicó que me pusiera el condón. Me lo puse y esta vez Gloria fue quien se puso sobre mí. Y nuevamente toqué el cielo. Se movía como una gata, como una hembra deseosa de sexo. Con mi verga dentro de ella, Gloria me lamía el cuerpo, recorría mi cuello, mi pecho, incluso mi rostro con su lengua, como un animal, como animal en celo. Cuando estaba por venirme, me dijo que no me moviera y ella empezó a mover sus caderas de forma circular, como una licuadora, sin parar cada vez más rápido, agitándose, arañándome, emanando de su vagina fluidos que chorreaban a mis muslos y testículos, hasta que me hizo llegar como nunca antes, explotando en una eyaculación dentro de su ardiente vagina.

Aquella primera tarde, volvimos a hacerlo una vez más, hasta que llegó la noche y mis padres llegaron a la casa y me encontraron dormido, de verdad dormido, porque estaba totalmente cansado por aquella experiencia que había sido la mejor de mi vida.

Después de esa primera vez, durante los siguientes seis meses en que Gloria siguió trabajando en mi casa, lo hicimos una y otra vez, en las mañanas, en las tardes, en las noches y en las madrugadas (incluso llegué a enfermarme, estoy seguro que por exceso de sexo).

Gloria fue, realmente, mi primera maestra del sexo. Con ella aprendí mucho de poses, de estimulación, de placer. Lamentablemente, nunca quiso experimentar el sexo anal (que ya por entonces me llamaba la atención) y nunca me dejó terminar en su boca, pero eso lo aprendería y experimentaría repetidas veces tiempo después.

Y pasó el tiempo y Gloria se regresó a su pueblo, consiguió un mejor trabajo o no sé qué pasó, pero dejó de trabajar en mi casa. Entonces volví a los prostíbulos, a las kines y empecé a tener enamoradas. Sin embargo, la mayoría nunca estuvo a la altura de Gloria, solo con el tiempo encontraría a chicas a su nivel e incluso mejores.

Y con todas esas chicas me comporté a la altura, haciéndolas sentir y gozar todo el placer, todo el deseo que Gloria me enseñó.

 

Muy hot su experiencia

 

Muy buena experiencia

 

Excelente cofrade, me recuerda a una ex rufiana del twoo

 

Yo tambien deguste de una charapa mamita como moja con este me vino deja bu de lo que me paso

 

¡¡¡No pare de postear, se las trae!!!

 

que buen relato cofrade !

 

buena historia sigue